LAS MANCHAS DE RORSCHACH

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Las Manchas de Rorschach

DAC Daniel

El rostro de enojo del Todopoderoso de la Universidad se volvió rojo, amarillo, verde, gris y de nuevo anaranjado, y, con los ojos rojos de rabia, mandó buscar a todos aquellos hombres que estaban a cargo de la elaboración del dichoso test, y les exigió una respuesta dentro de las siguientes 24 horas, porque él consideraba que ese test era de muy baja validez para establecer cuál sería el trabajador de tal o cual empresa o centro educativo. Esas 24 horas de plazo fueron suficientes para que El Hippie montase su plan de reclamación, junto a la mayor parte de los jóvenes de la Universidad, quienes, como buenos jóvenes, querían implantar sus ideas novedosas y de cambio, con el siempre y agradable sabor de la marihuana, que yo probé, para saber si era de buena calidad, y me pareció la mejor que había degustado en mi vida. Al ambiente le faltaba movimiento y dispersión, al ambiente le faltaba música, y música de la buena. De un segundo a otro, un gran grupo de jóvenes apareció con sus guitarras eléctricas y sus baterías, para transformar la académica plazoleta de la Universidad en un pequeño festival de diversión de rock desenfrenado y sicodelia al por mayor. Las notas musicales cruzaron la puerta de entrada, y eso dio posibilidad para que el mercado ambulante tuviese un pequeño nicho, porque pronto aparecieron los vendedores de logotipos, pancartas y cintillos relacionados con los cantantes del momento. El Hippie había calculado mal. Él pensó que sus ideas de competencia se compartirían con la misma delicadeza y seriedad que él las había considerado, pero se encontró con un grupo de jóvenes que sólo buscaba pasarlo bien, y utilizar la libertad de un centro educativo para soltar las limitaciones y represiones que sus conservadores padres les imponían en casa. Todo esto yo se lo hice saber a El Hippie; él estaba consciente de que, con rock, las cosas no se solucionaban. El Hippie era un tipo muy vivo, y supo actuar rápido. Así que, después de fumarse dos porros de marihuana (uno por sus amigos y otro por él mismo), le dijo a Jerusalén que llamara por teléfono de inmediato a Su Eminencia, para que viera el 112


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