Revista Timonel No. 5

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ponía límites. Así Kavafis libra su propia batalla con el deseo. Y como los antiguos aedos acude a la poesía para guardarse de su destino: Los años de mi juventud, mi vida voluptuosa— qué claramente veo su significado. Qué vanos remordimientos, qué innecesarios mas no podía entonces comprenderlo. En el fondo de mi vida joven y disoluta hallaron forma las imágenes de mi poesía, se gestaba el alcance de mi arte.

Aunque de un género diferente, Kavafis lucha contra su destino pero este es inevitable, su hado permanece inmutable. El artista, como los dioses, verá en la poesía la justificación de su vida. Porque los versos de Kavafis son versos de la contemplación, del recuerdo, de la evocación y la memoria. Kavafis escribe desde el presente hacia el pasado. En numerosos poemas es el recuerdo lo que da forma a la poesía y a su vida misma: Júbilo de la belleza gozada en la levedad de unas ropas entreabiertas; desnudez radiante de la carne —cuya imagen ha atravesado veintiséis años; y ahora vuelve y permanece en el poema.

Es decir, que todo el sufrimiento, el arrepentimiento, lo furtivo de sus amores ilícitos, los deseos de cambiar, la mórbida lujuria y el lascivo calor en oposición al goce de la carne, el placer por la belleza, la admiración del cuerpo, serán su contribución al arte de la poesía, lo que permanece en ella: Me siento y medito. He dado al arte deseos y sensaciones —entrevistos rostros y líneas; y de deseos no cumplidos la borrosa memoria. Dejad que a él me entregue.

Y como el arte es descubrimiento, todo lo vale: «Mañana, otro día, años después escritos serán los versos vigorosos que aquí tuvieron su principio». Sería imposible nombrar aquí todos los poemas de Kavafis. Todos merecen atención, todos se refieren a la belleza humana y a los sentimientos más profundos del hombre de cualquier época. Incluso su revisión de la poesía homérica es de una belleza sublime, su poema de los troyanos, los funerales de Sarpedón, la traición de Apolo

a Tetis, los caballos de Aquiles, son capaces de conmovernos tanto como los versos homéricos: Vosotros, a quienes la muerte y la vejez no aguardan, lo efímero os aflige. Y el hombre os ha mezclado en su desgracia. Sin embargo ante la dura imagen de la muerte perpetua los nobles animales se entregaron al llanto.

La idea de la muerte y la vejez están también presentes en la obra de Kavafis, la idea del hombre que se aferra a la vida como en sus poemas «Anciano» y «Las almas de los viejos». En la vejez, el único consuelo es el recuerdo: «el tiempo de su juventud, como si hubiera sido ayer, pasó. Qué velozmente, qué velozmente». Y tanto lo que vivió como lo que omitió con la insensata prudencia es objeto de evocación. Los deseos no cumplidos «yacen, bajo lágrimas, en mausoleos espléndidos, coronados de rosas y a sus pies jazmines…». Toda la obra en sí es una apología al deseo, a la belleza física, al dolor por la fugacidad del placer y al dolor por el tiempo ido. Kavafis rescata asimismo la imagen de los héroes y actores de la antigüedad, pero rescata la imagen desconocida, la imagen de su mundo interior, la idea que él tiene de esos hombres que vemos en las rígidas biografías, en las heladas descripciones de quienes dieron forma al mundo. Nerón, Antonio, Aristóbulos, Imeno, Darío, Juliano, Antíoco, la misma ciudad de Antioquía —orgullosa de su origen griego, orgullosa de sus monumentos, de sus paisajes, reyes, artistas y sabios y sobre todo de su parentesco con los argivos—, son los nombres que Kavafis evoca de la historia. Alejandría, su ciudad natal, segunda ciudad del imperio romano y heredera del reinado de Alejandro Magno, es objeto de admiración y escenario de los amores furtivos, ilegítimos, ilegales y completamente fuera de lo ordinario que dan origen a su poesía. Así, la grandeza se confunde o se funde en solo aquello que le da sentido a la vida, aquello que la saca de la ordinariez, del olvido, de lo que pasa sin gloria y se pierde en el tiempo. Aquí permanece solo lo que es digno de ser recordado. Sea un bello cuerpo, un dios, un héroe, una sensación, la gloria. Las traducciones de los poemas de Kavafis son de José María Álvarez. Claudia Bañuelos. Coordinadora de clubes de lectura y coordinadora de la Feria del Libro de Los Mochis.

Atrapando una inmensidad. Fragmentos de enciclopedia sobre el océano, 2011. 10 x 10 x 10.

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