De Las Palabras - Crónicas y ensayos

Page 71

hereje sin virtudes al que se le achaca una oscura conspiración, mano negra que nos chupa la sangre sin cesar. (Err…, obvio que la mano no chupa pero entiéndase que ¡es una metáfora!). Nuestras mentalidades, medievales y religiosas, son un obstáculo como lo analógico en un mundo digital. Pero no están mal en sí mismas. Mal, o mejor dicho, pésimo está el haberlas dejado por más de dos siglos bajo la voluntad caprichosa del trauma, sin que nosotros hayamos sido dueños de administrarlas, dosificarlas, transformarlas y manejarlas a nuestro favor. Han sido una filtración de agua horadando por dentro toda construcción social. Otra poderosa mentalidad es enaltecer el ideal (¡la moral!) y despreciar la realidad (la ley). El Che murió por sus ideales, es el pie de foto de un santo, aunque fusilara, sin ley ni proceso, más de mil personas en el cuartel La Cabaña y no colocara ni un botiquín de primeros auxilios a los campesinos bolivianos durante su guerrilla. Si un gobernante, viejito y bondadoso, habla incansablemente de la moral, es adorado. Si un caudillo mesiánico parlotea de los humildes, es un profeta aunque asesine el país y se robe el erario público. En cambio, si un presidente administrador y sin carisma hace una obra importante pero no realiza el milagro de acabar con la pobreza, es despreciado. Nuestras mentalidades nos hacen creer que somos sensibles y buenos cuando humillamos con la lástima a los más pobres de una sociedad. En lugar de enseñarles a pescar, les damos limosnas -personales o políticas- y crecemos moralmente aunque, en verdad, estemos manteniendo el circuito clientelar de dominación. América Latina sufre una fuerte disociación de identidad, lo que la hace incapaz de vertebrar pensamiento propio. No confabula para ello el imperialismo ni el colonialismo, sino nosotros mismos. Si hasta nuestros preclaros intelectuales, cuya tarea es ser detector y brújula de las sociedades, actúan como sacerdotes medievales, profesando al pie de la letra catecismos de fe secular como el marxismo, leninismo, liberalismo, castrismo y refritos tipo ONG, con abundante sensiblería. Son una curia temible. Proclaman interesarse en el futuro de sus pueblos y cotorrean un pensamiento congelado para conservar sus roscas en las universidades y en el circuito editorial. Aquellos que no entran en

ciento treinta y seis

D E L A S PA L A B R A S

estos corrales, aquellos que tienen ideas propias, que no repiten las frases recurrentes con las que todos están de acuerdo en marearse, son descalificados con el silencio y un volcar de ojos. Para hacer pensamiento propio es preciso equivocarse, aunque en sociedades gobernadas inconscientemente por remanentes de lógicas religiosas, el error es caer en la herejía. En la fe no hay error posible, como no hay error en nuestros intelectuales doctrineros, ni en el análisis de sobremesa de los empresarios y periodistas exitosos. Pocos buscan las causas profundas de nuestro rezago histórico, pocos corren con el valiente riesgo de equivocarse. Nuestra historia, desde la Independencia, es la de El jajilé azul, un jabalí que envidioso de la jirafa le pidió a Dios que le diera su elegante cuello, luego quiso la melena del león y luego el color azul del cielo. Terminó siendo un adefesio. Hay versiones positivas de estos mestizajes como El Borak, la mitológica cabalgadura con que Mahoma subió a los cielos, combinación de águila, caballo y rostro de mujer, o la del pato que quiso ser castor y luego de doscientos años de intentarlo se volvió ornitorrinco. Entonces, no es un logro haber hecho República sin ciudadanos, socialismo sin obreros, capitalismo sin empresarios y globalización sin transnacionales propias. Hay quienes se sienten orondos porque su país ha logrado mejores desempeños que otros hermanos del continente, olvidando que la voluntad independentista, la que nos metió en todo este lío republicano, no fue ser mejor que otros deprimidos sino alcanzar la modernidad, la libertad. Y esto no se logra sin pensamiento propio, no se logra haciendo altares e infiernos de nuestro cuerpo histórico, negando nuestra infancia virreinal, nuestra identidad. Copiando sin criterio propio profundizará la incertidumbre. En adelante, a diferencia de nuestras admiradas Europa y Estados Unidos (¿China e Irán?), nos toca el difícil camino socrático de “Conócete a ti mismo”. La primera y más importante tarea será hacernos el favor de hacer las paces con nuestra infancia, con nuestra historia virreinal. Es de advertir que aceptar nuestra españolidad no operará el milagroso cambio porque el milagro no existe (o por lo menos, ya no). Y aunque debemos seguir viviendo nuestra vida y seguir echando pa’ lante, es indispensable

POLÍTICA

ciento treinta y siete


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.