De Las Palabras - Crónicas y ensayos

Page 170

Al escondido, Faber y Consuelo hicieron el cursillo de matrimonio. Pero a María del Carmen, su mamá, le fueron con el chisme. Apenas lo vio le dijo: “¡Faber! Culicagado, ¿cómo así que te vas a casar? Pero si es la primera mujer que conocés, pendejo. Mijo, yo lo quiero mucho pero prefiero que se vaya de la casa. Váyase a conocer mundo. Prefiero perderlo de mi lado a verlo por ahí llevado del arrume con una mujer”. Al otro día, no amaneció en su casa. No volvió en ocho años. Sentado en el borde de la cama, almuerza arroz con huevo. Contempla en la pared un cuadro de marco antiguo del Sagrado Corazón de Jesús, que recuperó de un basurero de Conquistadores; como los dos ventiladores, la grabadora Aiwa, el nochero de madera, la lámpara de mesa y la estatuilla dorada del dragón chino. Carirredondo, recién afeitado, mira con sus ojos oscuros y rasgados, a los melifluos y verdes del Cristo. “Que nada malo pase esta noche”, dice y se echa la bendición. Lava sus dientes disparejos. Se unta colonia. En el bolso guarda una chaqueta, un paquete de galletas de soda y dos termos con agua caliente para el tinto. Agarra el machete envainado en un estuche de cuero, se lo tercia en el pecho y sale de casa. Recorre dos cuadras camino a la terminal de buses, por una calle empinada en medio de casas sencillas, arquitectura trazada a lápiz en el cuaderno de algún maestro de obra. Solo una buseta está próxima a salir. Las calles alrededor bullen atestadas de negocios y caspetes con frutas y verduras de los pueblos del oriente. El conductor arranca cuando Faber se monta. A los pocos metros se le adelanta un camión colmado con cebolla de rama que perfuma el descenso por la antigua carretera de Guarne. En el siglo pasado, los campesinos de los municipios del oriente traían sus cosechas a la ciudad por esa carretera; pero cuando en los pueblos empezaron a enfrentarse guerrillas, paramilitares y ejército, ya no transitaban las chivas atiborradas con hortalizas, sino con cientos de familias que abandonaron sus fincas. Muchas decidieron quedarse junto a esa carretera; con los árboles que talaron construyeron sus ranchos.

trescientos treinta y cuatro

D E L A S PA L A B R A S

Faber llegó a Medellín a los 38 años porque en el campo había más monocultivos operados por máquinas que hacían en un día lo que un hombre en una semana; y en cualquier momento llegaban los hombres armados, el rostro oculto, que podían ser de un bando o de otro. Pero, sobre todo, para olvidar a una mujer, la única con la que se casó. Alba Rocío, la hija de una prima suya, fue su segundo amor. Se casaron por la Iglesia. María del Carmen estaba contenta y les dio la bendición. Después de ocho años andando de pueblo en pueblo, su hijo se casaría y le daría nietos. Pero un día a él le fueron con un chisme: “Faber, hermano, cuando usté se va a jornaliar pa’l monte, su mujer se vuela con otros manes por esos matorrales detrás de su casa”. Después de cuarenta minutos descolgándose por las faldas del nororiente, el bus lo deja frente al Centro Administrativo La Alpujarra. En un pendón institucional, colgado en el edificio de la Alcaldía, dice: “Somos la ciudad que más invierte en seguridad”. Faber sigue a pie por Barrio Triste, lleno de talleres de mecánicos y de garajes de reciclaje, donde el 10 y el 29 de julio de 2014 unos hombres lanzaron una granada y se fugaron. El mismo mes que el municipio celebró, por primera vez en el año, cinco días seguidos sin muertes violentas. Da pasos cortos con sus pies pequeños. Cruza hacia el puente de la avenida San Juan, donde en una madrugada tres ladrones intentaron robarle, pero no se dejó quitar la plata. En el codo recibió una puñalada que iban a clavarle en el estómago. No fue a un hospital a que le pusieron los tres puntos que necesitaba. La señora que vende empanadas en la glorieta le dio una servilleta con la que se estancó la sangre. Se fue para Barrio Triste y se compró un machete al que empezó a llamar La belleza. Se desinfectó con Isodine apenas llegó a su casa. Cansado y sin sueño, se sentó en la cama a amolar la hoja de acero inoxidable. –¿Usted sabe dónde nací yo? En Puerto Venus, Nariño. En Puerto Machete. A la entrada del pueblo había una piedra.

ESPERANZA

trescientos treinta y cinco


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.