Gaceta Enero No. 29

Page 8

Nunca más volvimos, no por temor a aquella paliza prometida, sino porque abandonamos sin darnos cuenta esa costumbre, como dejamos de lado tantas otras cosas en tan poco tiempo. Mis revistas de historietas están guardadas en un cuartucho mal iluminado escondido en un rincón de mi casa al que nunca intento llegar, prontas a desaparecer en cualquier momento. Ya las olvidé, como olvidé los viejos juguetes de la infancia que mi mamá regaló a algún primo tercero o que guardó con delicadeza para que sirva como recuerdo triste de cuando era chico, junto con el álbum de fotos en blanco y negro que algunas veces hojeé para sorprenderme al ver a ese hombre bastante bien formado y joven, con un bigote finito y un bebé en brazos que no se me parecía en nada y una muchacha bonita con un peinado de bucles grandes de principio de los sesenta, que sí se parece mucho a mamá. A los juguetes los reemplaza la Fabrison, que insisto en tocar con pocos pero prometedores resultados y los adorados discos de vinilo, a las historietas algunos libros un poquito más complicados que no llego a entender bien pero que igual de vez en cuando leo, a las competencias constantes en la calle con los otros pibes las voy cambiando por otras más crueles y dolorosas con pibes grandes, casi hombres, a los dibujitos animados los reemplazo por noches desveladas escuchando en la radio a Modart en la Noche, Beatlemanía o El Tren Fantasma con la entrañable voz de Omar Serasuolo. Sin embargo, en medio de esta ruptura invisible por ahí suceden cosas que nos hace retornar viejas sensaciones olvidadas. Entonces pasa que caminando al azar por algunas cuadras cercana a casa, deambulando a pie nada más que por capricho hasta el centro de Caseros para tomar el 343 hasta la casa del Cabezón Rodríguez, me encuentro con un recuerdo, un fantasma que hacía mucho estaba totalmente fuera de mi mente pero que al verlo me hizo volver a los viejos temores infundados de los 11 o 12 años. Por la vereda de enfrente, con su inconfundible imagen flaca y oscura, viene caminando Peto, transformado en un hombre joven pero ya hombre, con el eterno pelo negro y largo que le cae tapándole los hombros. Su presencia me toma tan de sorpresa que se me hace un nudo en la garganta al aflorar de nuevos viejos miedos que estaban enterradísimos en mi memoria. En un primer momento decido seguir caminando con la mirada hacia adelante, simulando que no lo vi, pero mis ojos se clavan en esa imagen conocida y no puedo controlarlos. No voy a exagerar diciendo que tenía miedo, pero prefería no entrar en contacto con el sujeto, quizá por viejos rencores que no me abandonaban. Calle de por medio, nos vamos acercando hasta que puedo ver su rostro claramente que también me mira. Habían pasado cinco o seis años de nuestro último encuentro cuando, t o d a v í a pibes, su estampa amedrentadora nos quitaba el sueño. - Qué hacés Beto! Me grita desde enfrente, como para no dejar dudas que me vio y de que yo lo vi. - Peto, cómo andás? Le digo con un tono mentirosamente amistoso. Qué me importa cómo anda el guacho éste!. Mayor es mi sorpresa cuando en lugar de su acostumbrada mueca agresiva y amenazante se le dibuja en la cara una especie de sonrisa honesta y desvía su curso para cruzar la calle y venir directamente a mi encuentro, extendiéndome la mano. Antes era imposible pretender que él, justo él, se molestara siquiera a caminar dos pasitos para hablar con alguien. Lo usual era que te pegara un grito despectivo y altanero y te llamara a sus p i e s, como una orden indeclinable dada por un emperador romano al más triste de los esclavos. Pero ahora era él quien venía a mi posición, y nada menos que para darme la mano como a un igual suyo. Cuando lo tengo cerca veo que su rostro no ha cambiado mucho, el pelo sigue igual de largo y desaliñado y su físico creció un poco desde sus trece años, pero no más que el mío. Ahora le llevo como una cabeza de ventaja. http://www.eizie.org/News/1238762181/haur_literatura.jpg


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.