entrecocheyandén
El homenaje Luis Ángel Pérez Alumno de Fuentetaja, talleres de escritura creativa
LA fiesta había empezado hacía horas. La casa de nuestros anfitriones desbordaba amplitud y encanto. Adriana me había ayudado a ponerme el esmoquin. Ella se había arreglado con esmero y esa noche iba especialmente elegante y especialmente guapa. Habíamos llegado muy pronto, para eso era yo el homenajeado. Nos habían pedido que estuviéramos antes para recibir, junto con los dueños, al resto de los invitados. Era un detalle del protocolo que había resultado bastante pesado. Pero no teníamos otra opción. Lo más selecto de la ciudad se reunía allí, en aquel jardín exuberante, lleno de camareros, parejas que se querían, parejas que se engañaban y gente suelta buscando a quién cortejar. No me gustaba beber tanto, no suelo hacerlo, pero una felicitación lleva a otra, una conversación lleva a otra, un vaso lleva a otro. Casi sin descanso, casi sin dejar de sonreír tanto a personas conocidas como a extraños. Es lo que tiene que a uno le hagan un homenaje, que sea el centro de la reunión. Esa noche era mía, nadie podía quitarme la gloria que merecía y que tanto me había costado conseguir. Adriana se había ido hacía mucho rato a por algo sólido para acompañar la bebida. No entendía muy bien por qué tardaba tanto en volver. Creo que perdí la noción del tiempo pero tampoco me importaba. Me había quedado disfrutando de mi pasajera soledad en una esquina de la terraza-mirador, contemplando una luna llena que siempre me había fascinado. No sé por qué, pero así había sido desde que era pequeño. Justo cuando una nube empezaba a cubrir la cara de la luna, alguien me tocó el hombro.
28