Silencio

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público, por consejo de la industria, acercarse a su obra pese al género de la autora. “Mis editores, los que publicaron Harry Potter, me dijeron: ‘Pensamos que este es un libro que atraerá a muchos niños y niñas, ¿podríamos usar tus iniciales en vez de Joanne?’”, explicó Rowling en una entrevista con Christiane Amanpour, de CNN. La misma Joanne Rowling ha declarado su disgusto por haber tenido que modificar su nombre bajo las circunstancias sexistas de un mundo editorial cerrado a la creatividad femenina, acto que tomó fecha en plena década de los noventas y principios de este siglo. Una de las escritoras cuyas palabras acompañaron la infancia de miles de niñas y niños alrededor del mundo reavivando el gusto por la lectura, tuvo que modificar su nombre por el filtro editorial, mientras que a cambio, ella les daría siete libros con 450 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y la base de una de las franquicias cinematográficas más exitosas de la historia. Otro polémico hecho que llevó el uso del seudónimo a nuevos niveles, fue el caso JT Leroy y Laura Albert. Jeremiah “Terminator” LeRoy era una joven promesa de la escritura, que a sus cortos 21 años ya había firmado para la realización de tres novelas y se había convertido en autor de culto. Todo el mundo quería conocer al “chico” detrás de esa vida de drogas y prostitución que englobaba cada uno de sus escritos, siendo así como este personaje andrógino de gafas oscuras y peluca rubia sale a la luz. Durante seis años Laura Albert, verdadera creadora de todos los textos bajo la firma Leroy, y Savannah Knoop, la persona tras la peluca, que con unas cuantas apariciones públicas y frases torpes engatuzó desde Bono hasta Winona Ryder, pusieron los círculos editoriales más selectos de cabeza con un escritor que nunca existió físicamente. Tras el destape de este alter ego, Laura Albert, quien en algún momento fuera puesta al nivel de Truman Capote, fue demandada por 116.500 dólares y reducida a the biggest literary hoax of all time por todos los medios de comunicación. La idea romántica del mundo editorial.

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“¡Pero si tan buenos eran sus libros no importaría que una mujer fuera la autora!”, reclamarían muchos de mis contactos de Facebook. En 2015, la escritora estadounidense Catherine Nichols hizo el experimento de enviar uno de sus manuscritos a agentes literarios utilizando un seudónimo masculino, a lo que resultó 17 de 50 respuestas positivas. El mismo mecanismo fue realizado una vez más pero ahora utilizando su verdadero nombre, recibiendo solo 2 respuestas positivas de 50 intentos. En términos de conocimiento referente a cualquier área, hay un sesgo implícito, a veces inconsciente, -micromachismo- a favor de la autoridad masculina y ese es un argumento que en siglos ha cambiado muy poco. Pero no es sólo el clásico machismo que ha frenado la literatura femenina, sino su suma con otro ingrediente aún más reciente denominado segmentación de mercado. ¿Por qué un libro como Harry Potter tenía que ser escrito por un misterioso personaje sin género? Porque de acuerdo a los parámetros que segmentan los contenidos entre literatura para mujeres y literatura para hombres, la pluma femenina sólo puede desarrollarse en limitados temas, así seas Jane Austen y tu obra sea un claro retrato social y económico. De esta manera es como los contenidos de cualquier rama y para mujeres de cualquier edad se ven encasillados y empaquetados en chick flicks soltados masivamente para su consumo. Así es como hemos llegado al siglo XXI, que si bien no se puede negar el avance que significa que 7 mil mujeres puedan tomar las calles de la CDMX, tampoco se puede esconder el hecho de que términos como bropiating no tengan siquiera una traducción al español. Ya sea un retraso editorial en términos de igualdad de género, la naturalización de los micromachismos por hombres y mujeres, o la necesidad de usar un seudónimo para hacerse caber en el escaparate, grandes mentes femeninas han sido borradas del mapa, pasadas desapercibidas y limitadas a un silencio irracional que les acompañó hasta sus últimos días. Ahora ya podemos decir que éste fenómeno ya tiene un nombre y que las historias mágicas de una mujer pueden llegar a millones de personas, pero esto sólo es el inicio de lo mucho que nos queda por hacer.

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