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YUSUF IBN TAXUFIN FUNDA MARRAQUECH

Hoy es sólo un castillo que guarda caravanas. Piedras y humilde adobe son sus muros, donde los camelleros, nocturnos se refugian.

Pero está bien clavado al pie del Atlas. Aquí quiero fundar la ciudad mía.

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Luego, incluso al país le dará nombre pero eso no voy a saberlo nunca.

Ahora solo sé que este es mi año: 440 de la Hégira. El 1062 de los idólatras.

Ya es, por cierto, la hora de ocuparme de ellos.

Al Mutamid me manda embajadores y requiere mi ayuda contra Alfonso.

Sea pues, así, busquemos la victoria, sin olvidar, no obstante, que sólo El Que No Duerme es victorioso: “Ua-la-galib-ila-Allah”, dice la sura del Libro.

Así y todo, voy a cruzar el mar por si consigo unas pocas migajas de Su gloria.

Francisco Núñez Roldán

La Luz De Marrakech

Una mirada detuvo mi retina tratando de reproducir los colores rojizos de un crepúsculo que avanzaba, y un azul añil se instalaba en las paredes como la piel añeja. Imágenes insólitas para una época nueva llena de modernidades e independencias. Marrakech, escenas de callejas al calor de las gasas que tapan las bellezas de los rostros en cafetines de instante cotidianos.

Rarezas de músicas en las cuerdas de los laúdes y pasión en los cuerpos que armonizan el tantán de los panderos. El aroma de las plantas me traslada a otros mundos, y el desnudo de la flor caía junto a mis pies descalzos.

Jesús Solano

En su destino, y en el alcázar almenado, Almotamid enseña a su maestro: el verso consta el alma, y su cara oculta; el filo de la espada blande el precio de la traición y, en su punta, están lo límites de las ambiciones negras.

Nunca olvidará la vuelta de la rueda a la mala fortuna: Agmat.

Alejandro García Acebes

Aún guardo en mis oídos, y parece que fue ayer, los ecos de la llamada del almuecín a la oración.

Toda la noche la esperé, en aquella primera madrugada que viví en Marrakech.

Quizás llevo en mi alma aromas árabes, y en los sentidos los susurros de los almuédanos que quedaron en mis oídos.

Seguro que mis ancestros fueron almohades o moriscos, mudéjares o berberiscos, por eso llevo dentro algo de ellos, como un pellizco.

Me suenan a música sus palabras, me llenan de colores sus plazas donde toda su aljama se afana y te muestran lo que venden, lo que ganan.

¡Ay esa plaza de Jamaa el Fna con sus cuentacuentos, danzantes, dentistas, maestros con sus enseñanzas, encantadores, acróbatas, escritores de cartas!

Toda llena de terrazas para el té, y con su Café de Francia.

¡Oh Marrakech exótica y “bohémienne”!

Manuel Sánchez Herrera

En el hogar antiguo, encendido con fuelle y suspiros lentos, amargos de sabor y callados, siempre callados... habita ella, espíritu sin salir, en sombra... anhelando el aire que le roban.

Carmen Martínez Gordillo

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