Mi insti 2018

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MI INSTI Y YO IES VALLE DEL SAJA 2018

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Recuerdo que hace ya muchos años – tantos que no sabría contarlos – los alumnos del primer curso del Instituto escribieron – escribisteis -, bajo la égida de Goyo y Raquel, de permanente

memoria, el primer cuaderno – y hubo otros - de sus impresiones de un día en el Centro bajo el título de MI INSTI Y YO.

Así que vuestras palabras de ahora constituyen el signo de una

continuidad, la repetición de una gran aventura, la de penetrar en lo que Machado llamaba “las galerías del alma”. Porque

quien escribe – y quien lee – es minero de un paisaje interior, explora un territorio ignorado incluso para sí mismo.

Pero cuando escribimos – y cuando leemos – también

comprendemos otra cosa, que nuestra condición de seres humanos nos enseña que no estamos solos, que somos porque

convivimos con los otros hombres – con todos los hombres del mundo – y con todo lo que vive en esta vasta creación en que

nos movemos. Un poeta, que tal vez algunos de vosotros llega-

réis a leer, Friedrich Hörderlin, nos decía que debemos “hacer habitable la tierra”.

Y otro poeta nos Y otro poeta nos concedía en sus versos

"la humilde alegría de ser bueno". Era Juan Ramón Jiménez,

autor de Platero y yo.

Fidel de Mier

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EL AJEDREZ

Hugo Sánchez Castañeda En el rincón de ajedrez jugamos al ajedrez. Hay una pandilla y un presidente que se llama Jesús y es primo de la duquesa Mar.

Yo juego al ajedrez desde hace 3 años y me gusta juntarme con otros niños que saben jugar, lo hacemos durante los recreos en

mi instituto. En total somos unos 6 o 7 y entre ellos está Mario, mi mejor amigo, A él un jaque mate siempre le fascina. Cuando juego con él le digo: “a lo mejor te gano”. Las piezas que más me gustan son los caballos, siempre hablo de caballos, si solamente tuviésemos caballos, ¿cómo sería?... ¡la Guerra de América!,

Vamos, una pasada. Varias veces ocupamos todo el tablero de fichas y fue una guerra total, hasta que un día Jesús nos dijo que lo recogiéramos y no nos dejo volver a hacerlo.

Durante este curso Jesús juega con nosotros, nos da consejos y nos enseña nuevas jugadas. Yo estoy aprendiendo mucho y es uno de mis juegos de mesa favoritos junto con el Risk y el Monopoly. Ahora, si te parece interesante, ¡ todo el mundo a jugar!.

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EL CORCHO

Alba Fernández Fernández En la clase, cerca de la puerta hay un tablón de corcho, de un

color poco alegre, con pequeños agujeros como poros. Unas

chinchetas punzantes y afiladas sujetaban frágiles papeles

con millones y millones de letras revoloteando por sus suaves y finos colores. ¡Cómo lastimaban esas agujas plateadas al

pobre tablón!

Al empezar el trimestre aquellos papeles se mantenían blancos como la nieve

y relajantes como el mar. Pero esa blancura y relajación poco duró. Aquel profesor decidió poner un examen; entonces el delegado se levantó, abandonó

su sitio y, apoyado sobre el corcho, con un bolígrafo azul con punzante y dorada punta rompió la blancura de uno de esos papeles y acabó con el relax

del alumnado de clase: el dolor del corcho se convirtió en la pesadilla del alumnado. Nuestro primer examen había quedado fechado.

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EL VOLUMEN DEL ORDENADOR Abel González Ruiz

El volumen del ordenador me parece una cosa muy curiosa. Lo digo

porque parece que funciona a su antojo, si le apetece. Entra Sonia a

clase y ese día decide no funcionar. Otras viene Esther y se le antoja

funcionar. Pero, cuando llega Juanjo, todo decidido a ponernos un

vídeo, el volumen del ordenador se niega a transmitir sonidos. Entonces, aparece Mario, con su boli bic, y soluciona el problema: mete el

bolígrafo en un pequeño circulito que hay en el altavoz que hay colgado en la pared

y el sonido comienza a inundar el aula y penetrar por nuestros oídos.

Todavía recuerdo el día que en biología, íbamos a ver un video relacionado con el

accidente de Biescas. Estaba Juanjo esperando a ver si funcionaba, en la clase

había un silencio de ultratumba, como un pozo sin una gota de agua. Y de re-

pente… un ruido ensordecedor sale de la garganta del altavoz; un ruido tan intenso

que parecía querer rompernos los tímpanos.

Ese ordenador es como si tuviera vida. A veces, está dormido y otras veces, se despierta sobresaltado.

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LOS TRONQUITOS DE PICA ALBA MUÑOZ LÓPEZ

Los tronquitos de picapica son unos regalices de color

rojo como un fresón, de forma alargada y cilíndrica, re-

llenos de una sustancia viscosa, blanca, recubiertos de azúcar picapica con sabor a fresa.

A eso de las 12 mi tripa empieza a rugir, recordándome

que algo dulce me espera en la camioneta del heladero.

Suena el timbre y yo bajo como alma que lleva el diablo a coger esos cuatro o cinco tronquitos que el heladero me da envueltos en una servi-

lleta de papel. Me encanta esta golosina, su sabor me apasiona, sobre

todo porque me recuerdan a mi infancia, me hacen volver a esos años

tan cercanos y lejanos a la vez.

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EL REFLEJO

Álex Entrecanales Jiménez Cada día que entro con mis compañeros al aula 42, sobre todo, en clase de matemáticas con Sonia nos da a casi todos el reflejo

en la pizarra, que brilla y no podemos leer lo que se escribe en ella. Y comienza el problema:

en medio de las explicaciones

nos quejamos porque no vemos, se queja uno, protesta otro, al-

gunos se levantan a cerrar la persiana, otros gritan “un poco

más”, “esa persiana no es, es la otra”. Al final todo el mundo habla porque nos

molesta, porque no nos molesta… y entonces Sonia se enfada, nos riñe y al

instante la clase se queda totalmente muda- Esta historia del reflejo se pro-

duce en más clases como, a veces, en la de lengua (con Alejandra, Mar y Bea) y en clase de geografía con Rosa Mari y en todas se origina un momento

de caos que rápidamente se soluciona bajando las persianas y encendiendo la luz.

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UN VUELO EMOCIONANTE Candela Gómez Fernández

El rocódromo… La primera vez que lo vi me dejó fascinada. Mi

mayor deseo era empezar al instituto para volver allí. Y así fue.

Mi primer reto era escalar aquella pared roja. Era alta, con las

piedras de colores- Por supuesto que era la más difícil, pero era la que más me atraía. Al principio, no podía; lo intentaba una y

otra vez, pero sin éxito. Me ponía muy triste porque no lograba

el objetivo, aunque no me daba por vencida. Seguí intentándolo hasta que el

esfuerzo dio sus frutos…¡¡ Lo había conseguido!! Me sentí muy feliz allí arriba. Sin embargo, ¿cómo iba a bajar de allí arriba? Era como estar en un

rascacielos pero sin ascensor. Me dispuse a bajar con la ayuda de mis ami-

gos que estaban allí conmigo, hasta que me resbalaron las manos y me caí.

Mientras estaba en el aire pensaba que estaba volando. Jamás había vivido

esa sensación pero me encantó.

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LA MANZANA

Alexandra Pouch Alberdi .La voz de mi abuela y el olor del colacao recién hecho me levan-

tan cada mañana. Juntas desayunamos. Luego con el amor de una abuela me entrega el bocata y la manzana. Mi manzana está

en el bolsillo grande de la mochila; casi siento su olor mientras voy

al instituto.

Deseando estoy que llegue el segundo recreo para oler y saborear mi manzana.

Las manzanas que traigo son grandes, verdes, lisas y brillantes como las estre-

llas al anochecer. Cuando le quito el plástico y la veo, parece que me está di-

ciendo “cómeme”. Al morderla, siento su agua en la boca, una especie de placer como cuando tocamos el agua del mar en un día caluroso de verano. La boca

se me queda llena de agua, a veces, siento escalofríos por la acidez de la misma.

Cuando la termino, me dan ganas de comerme mil manzanas más.

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LA GRIETA

Carlos Rebanal San Juan

Era un día de estos aburridos de instituto, esos días en

los que te da por contemplar a alguien con tal de hacer algo. De repente me dio por mirar para atrás a ver qué

hacía Abel. Me quedé absorto contemplando una enorme grieta que había en la pared trasera. Aquella gigantesca

grieta parecía un rayo que atravesaba la pared de norte a

sur, dibujando un río del que salían varios afluentes. Daba la impresión de

que en el momento menos esperado la pared se iba a venir abajo, como un

terremoto. El aspecto de la grieta era bastante impresionante e impactante,

ya que, aparte de lo grande que era, tenía un enorme agujero negro, que parecía que iba a tragar toda la clase y sabe Dios donde nos llevaría.

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MI PRIMERA CLASE DE E. FÍSICA Álvaro Pérez García de los Salmones

Era miércoles pero no uno cualquiera sino el primero en el ins-

tituto, donde seis largos pero divertidos años nos esperaban,

y por si fuera poco, era la primera clase de Educación Física.

Nosotros pensábamos que esto era como en el cole: juegos,

diversión, entretenimiento. Entramos tan felices cual un niño pequeño en Navidad. Lo primero que hizo ese hombre fue

mandarnos sentarnos en las gradas, verdes como el campo en primavera y amarillas como una extensión de desierto.

Allí, en esas gradas, nos explicó lo que nos aguardaría nuestra mañana a lo

largo de esas clases donde en la mayoría de ellas Jose Luis trazaría complejos esquemas con un rotulador como hizo el primer día.

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LA FUENTE

Daniel López Tishchenko

¡Qué calor! Después de esta intensa clase de Educa-

ción Física y este sol abrasador, creo que me va a dar

una insolación. SOS, ¡socooorro! ¡Aguaaaaa!

Pero esa luz, ¿qué es? Algo plateado, brillante, con un

chorro incoloro, como si fuese agua. “¿Será una ilusión

óptica?” “¿Será un oasis en medio de un desierto?”. Me

acerqué despacito y sí era una fuente que manaba un agua de manan-

tial, fresca, pura. Solo pude exclamar: ¡ALELUYA! Ya no tendré más sed;

ninguno de nosotros, compañeros de 1º A tendremos más sed; todos

podremos refrescarnos después de hacer deporte en estos días de calor,

de calor infernal.

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LOS PASILLOS

Amanda Gómez López Cada vez que me despisto de mis compañeros, me lío entre los infinitos pasillos que se vuelven mudos para que llegue tarde a

las clases. Podrían ser menos y más cortos, tener algo que los

distinguiera, y, sin embargo, son todos iguales. Parece que son

los pasillos los que llaman a los profesores para que te echen la

rasca cuando subes en un recreo, los que traen un profesor de

guardia cuando el tuyo no ha llegado.

Esos pasillos parecen más largos cuando sabes que al final hay una mala nota de

un examen. Muchas veces los recorres corriendo, otras andando mientras charlas

con los amigos; en algunas ocasiones, caminas lentamente, cabizbaja, pensando en tu nota de examen, o en si has hecho o no los deberes, o en que podrías que-

jarte de dolor de estómago para que te vinieran a buscar y en otras ocasiones, con

optimismo pensando que ya es la ultima hora. 13


¡HEY, JUAN!

Álvaro Mier Fernández El comienzo del instituto me pareció muy aburrido y pesado: como hay que levantarse muy pronto, los días se

hacen eternos. Algunos profesores no me caían muy

bien... aunque había que aguantarlos. En cambio, había

un profesor que para mí era el mejor de todos; su nombre

es Juan. Juan es un profesor muy majo, cuenta chistes malísimos, me da plástica y tutoría ( es mi tutor). Tengo

clase con él a 4ª hora el martes y a 5ª y 6ª el jueves y a 3ª el viernes.

Son las horas en las que mejor me lo paso.

En los recreos Juan siempre aparecía con sus típicos andares a echar un cigarro hasta que nosotros le dijimos que dejase de fumar, entonces

a partír de ese día, mi maestro dejó de desprender humo por la boca y empezó a cuidarse.

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UDÍAS

Berta Ruiz Serrano Mis profesoras Lucía, Alejandra, Bea y Mar propusieron hacer un proyecto en lengua y plástica, llamado Little Storytelling. Y nos pusimos manos a la obra. En Plástica hicimos unas tiras cómicas en grupo e individuales. Y luego en lengua teníamos que escribir la historia. Pero no acabó ahí, sino que a Alejandra se le ocurrió que podíamos hacer mini teatrillo y representarlo en clase. Mi grupo estaba formado por Saúl, Abel, Alba y yo. Lo estuvimos preparando, muy motivados, con mucho esfuerzo, porque las profes nos dieron la oportunidad de representarlo en el colegio de Udías. Para la representación necesitábamos un bosque, pero... ¡cuidado con nuestro bosque de primavera! Utilizamos una escoba con unas flores clavadas. Aunque estábamos nerviosos, nos salió muy bien. Los niños del cole nos aplaudieron mucho. Como a Alba y a mí nos gustó mucho la representación del grupo, nos animamos a representar otra historia que habíamos creado las dos juntas. Ya éramos unas expertas en el arte dramático. ¡Menudas actrices estamos hechas! 15


EL AULA DE GEOGRAFÍA Unai Carmona Soto

El aula de geografía, aunque sea un aula igual que las demás,

con sus mesas verdes y sus sillas a juego, su pizarra, el or-

denador y la mesa del profesor, para mí no es un aula normal; ir a aquella clase me evoca unos recuerdos especiales.

Al entrar a la clase de geografía se puede notar un ligero frío

que te produce un leve escalofrío. Es la misma sensación que cuando entraba

en la casa de mi bisabuela; siempre hacía mucho frío. La pequeña estufa no

era capaz de calentar aquel salón. La pobre murió hace tres años. Cuando

entro en aquella aula siento nostalgia. Pero también el olor a polvo del aula me

recuerda al trofeo que me dio mi abuelo cuando era pequeño. Así que, pese a

que geografía no sea mi asignatura favorita, me siento a gusto allí por los recuerdos que me trae.

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VIERNES HELADO Adriana Cueto Cobo

No sé si llamarlo clase, ya que aquello parecía más un galli-

nero. Todos ansiosos por salir, como cualquier otro día. De repente un sonido invade nuestra aula, era el timbre, ese sonido

molesto que escuchábamos todos los días, que nos indicaba la

salida para la gran carrera hacia la puerta. Llegamos a esta, unos antes que otros. El suelo blanco como una goma de borrar, res-

baladizo como unas playeras después de un día de lluvia, y duro y sólido como

el granizo. Era este el que había llegado a nuestro instituto, coches hechos de

tela blanca, estudiantes mojados, con la cara sonrojada por el frío. Sin esperármelo, noto una bola mojada y dura en mi espalda, me la había lanzado una

de mis amigas. Mas tarde, después de carcajadas, guerras de granizo y resbalones nos fuimos a casa con la cara tatuada con una risueña sonrisa. A mis

compañeros y a mi nos costó bastante salir del instituto, no se si por lo resbaladizo que estaba el suelo o por lo bien que lo estábamos pasando. 17


EL LAGO

Laura Lozano Zubiaurre

El lago del instituto tiene agua verde y por eso no se ve

el fondo. Hay muchas plantas alrededor y algunos insectos que revolotean por la superficie del agua.

El lago, que se encuentra al lado del segundo edificio,

está rodeado de bancos de madera y árboles talados.

Desde el aula de plástica lo puedes ver. Yo me suelo fijar

en el brillo del agua con los rayos de sol cuando le dan de pleno. Cuando

contemplo desde la clase ese lago solitario, ese lugar lleno de tranquili-

dad, estoy deseando que suene el timbre para poder bajar a sentarme al

banco con mis amigas y disfrutar de ese remanso de paz, que por unos momentos nos aísla de los libros y las clases.

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MI MURO DE LADRILLOS Liliana Gutiérrez Rey

Amaneció un día muy dorado de setiembre, lleno de luz, pero muy

frío, como esos días en los que nos acompaña la blanca y fría nieve.

Me desperté temprano, para no llegar tarde. Iba muy emocionada

hacia el autobús, sintiendo mi corazón latir.

Al llegar al instituto y sentarme en el aula, me quedé pensando en

hasta dónde había llegado, había pasado ya una etapa de mi vida…

Miré por la ventana, vi el bonito paisaje, con el cielo tan brillante, tan multicolor, como el amanecer, los prados verdes, como las esmeraldas y adiviné los cantos

de los pájaros cantando sus preciosas melodías, preciosas melodías que tras el

vidrio no sonaban. Llamó mi atención el gran muro de ladrillos, que se situaba en-

frente del aula, ladrillos rojos como las rosas, que contenían pequeños puntitos negros, como la pez, y entre ellos una masa sólida y grisácea, tal y como la ceniza.

Mirar ese muro es lo que hago cuando me aburro o me disperso en clase. A veces

me sorprendo intentando contar uno a uno sus ladrillos.

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EL TECLADO

Miguel Ángel Alonso García El teclado con ese color grisáceo como las nubes de tor-

menta, con esas teclas del color de las perlas, interrumpidas por esas otras teclas de color azabache, con

pequeños símbolos en el centro de su cuerpo que parecían hormiguitas paseando por la luna brillante emite

unos sonidos capaces de transportarte a mundos imagi-

narios, mundos soñados, mundos reales.

Pero… ¡cómo amaba yo esas teclas! ¡Qué alegría me hacían sentir

cuando el profesor pulsaba las teclas los últimos 5 o 10 minutos de la

clase! ¿Sabéis qué significaba eso? ¡VÍDEOO! Esos instantes de felicidad de no hacer nada más que atender al vídeo, ver y escuchar no los cambiaría yo por ningún otro momento de la clase de música.

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EL CABLE MORADO

Paula González García de los Salmones El cable morado es un cable redondo, un color morado fuerte y

de unos 10 mm de diámetro. Es un cable que recorre las pare-

des de la clase envuelto en una camisa blanca. Pasa por debajo

de la pizarra y sigue su recorrido por debajo de las ventanas y por las paredes. Pero hay una pared en la que el cable, cansado

de su envoltura, la rompe y continúa su recorrido al aire libre, haciendo zigzag por la parte inferior de la pared. Y acaba metido

en el enchufe para dar energía al ordenador.

Siempre que me siento en alguna clase, por ejemplo en matemáticas, en lengua o en biología, me fijo en él, ya que su color me llama mucho la atención.

Ya mirarlo es como una costumbre cuando entro en la clase. Si un día desapareciera metiéndose de nuevo en su camisa, sentiría que he perdido mi amuleto de clase.

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NANO

Candela Obregón Agostinho Al lado del instituto, en un lugar en el que antes había casas

y ahora son ruinas y montañas de piedra, hay un jardín, pero

no un bonito jardín, sino una selva; ese jardín está rodeado

de un muro en el que Nano se sube para poder vernos. Nano puede acercarse a unas verjas desde las que nos

consigue ver sin subirse a un muro.

Como toda selva tiene su rey, NANO también es el rey de nuestro instituto. Es un animal que por su tamaño podría ser el jefe de una manada de leones, por su color sería un cielo nublado en una tarde de agosto, por sus

largas zarpas parecería un conejo con los dientes sin desgastar. Pero por sus ojos es un niño recién nacido con falta de cariño. En realidad, Nano es

un perro, nuestro perro, el que todos los recreos se acerca a saludarnos, recoger nuestra comida y regalarnos su sonrisa.

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VUELTA A CASA Carla García Allende

Como cada tarde, cuando mi amiga y yo volvemos a casa, alegres como unos cascabeles porque ya hemos acabado nuestras clases, nos encontramos con un chico que es nuestro amigo

pero, no sabemos por qué, nos da vergüenza saludarle. Quizás sea porque es mayor que nosotras. Eso sí, cuando pasa por

nuestro lado, las carcajadas empiezan a salir gratuitamente por

nuestra boca. Es para nosotras una situación muy graciosa: pasar por su lado

y no hablar, porque luego hablamos por mensajes. Y seguimos preguntándonos mutuamente “¿por qué no nos saludamos?”

Mi amiga y yo vamos hablando de los exámenes y riéndonos de las tonterías

que hace la gente en clase o nos contamos nuestros problemas, pero de repente él aparece y ahí está esa risa floja. Él nos mira con cara rara.

Un día le saludamos y de la vergüenza que nos dio nos pusimos más rojas que un tomate. Algún día quitaremos la vergüenza y le saludaremos siempre.

¡Qué divertida y adolescente es esta vuelta a casa acompañada de mi amiga! 23


EL PERRO DEL INSTI Marcos Molleda López

. El perro que hay enfrente del instituto yo creo que se

llama Nano, o eso dicen…

Casi todos los días le damos los bocadillos que nos hacen

nuestras madres y que no nos gustan y se pone contento y nos sonríe.

Nano es muy alto, más que yo, es un mastín. Su pelo es

largo y suave como la seda. Jamás le he oído ladrar, ni cuando salimos todos al recreo; más bien, al contrario, cuando siente bullicio, se acerca al muro, sube sus patas delanteras y nos mira con ojos golosos espe-

rando los manjares que le damos. Le tenemos mucho cariño, es nuestra mascota. Y él confía en que somos sus amigos.

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EL AGUJERO

Marco Ortiz Rebanal Los pupitres del instituto en su estado original son verdes. A veces en ellos nos encontramos, sorprendentemente escritas muchas cosas, aunque no sea algo normal –recordemos que

son los pupitres de todos-.

Sin embargo, en mi clase hay un pupitre que, aparte de estar

lleno de rayones, como si de una autovía con sus circunvala-

ciones se tratase, tiene dos agujeros que se cruzan; no son agujeros recientes, son viejos, pues la madera ya está muy oscurecida. Esos dos agujeros atra-

viesan el grosor de la mesa y son más o menos de ancho como uno de mis

dedos. Yo no hago más que pensar lo que se ha tardado en hacer esos agu-

jeros sin taladro ; el chico o chica que los hizo debió de suspender seguro por-

que no haría ni caso a la profesora. Y ahora nosotros a veces ponemos un

bolígrafo como si fuese la palanca de cambio de un coche o vehículo y cuando

nos damos cuenta se nos ha pasado la clase. 25


EL ROCÓDROMO Marcos Pelayo Alonso

¡Qué pereza! Otra vez setiembre y hay que empezar al ins-

tituto. Todo o casi todo era malo comparado con el verano, de vacaciones a Salamanca a una feria de maquinaria agrí-

cola, a Zamora y a una feria de Gijón. ¿Encontraría algo atractivo en el instituto?

Me costó pero lo encontré, allí estaba el rocódromo con sus

coloridas piedras y sus paredes inaccesibles. Vi a los mellizos subir como unas balas y me dije: -Es imposible-

Pero lo intente y lo conseguí. Me gustó mucho esa experiencia. Ahora las

mañanas se me hacen más cortas cuando voy a escalar.

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EL TESORO DEL VALLE DEL SAJA Mario de Celis García

Una biblioteca es siempre el lugar ideal para cualquier amante de

la lectura. A veces vas a ella para estudiar, trabajar o para leer y

disfrutar.

En mi instituto, Valle del Saja, hay una biblioteca a la

que yo voy, al menos, dos veces, por semana porque tengo dos

horas libres de música, pues estoy estudiando esta materia en el Conservatorio. Esos ratos los aprovecho para adelantar trabajo o

para leer, ya que la música me lleva muchas horas de la tarde.

Esa biblioteca del Valle del Saja es una joya; en sus múltiples estanterías, repletas de libros, hay un oasis de conocimiento. La biblioteca es como una puerta que te

lleva a otros mundos donde la realidad y la fantasía se entremezclan y donde todos los problemas personales desaparecen.

Es fantástico encontrar en los libros de la biblioteca tantas cosas interesantes; no

hay un día en el que no descubra en ellos algo nuevo que despierte mi curiosidad. 27


EL PERRO

Pablo Ortiz Rebanal

Cuando salgo al recreo siempre me fijo en el perro que

hay en una casa medio abandonada situada en la parte

trasera del edificio. Nervioso, al sentir el bullicio del alum-

nado en los patios, comienza a ladrar; yo creo que quiere

llamar nuestra atención para no sentirse solo. Es de un

color blanco “amarronzado”, muy grande y se mueve len-

tamente como si el peso le impidiera hacerlo más deprisa; es un mastín

enorme como un hipopótamo. Siempre lo voy a acariciar y se deja como

si fuera un bebé; cuando me voy se me queda mirando con los ojos clavados en mí como pidiéndome: “no me abandones”. Algunas veces le doy mi bocata pero sigue quedándose con cara de insatisfacción.

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LA NOCHE EN LETRAS Pablo Ferrer Dalmau

Al comenzar la noche de letras nos reunimos en el salón de actos. Estaba un poco nervioso, pero luego me empezó a gustar. Todos con nuestras mochilas A medida que íbamos entrando al Salón, nos iban dando un sobre. Después nos explicaron cómo se iba a desarrollar la noche de letras y cómo se iban a formar los grupos para las actividades. Dentro del sobre había un marcapáginas y había que juntarse con los compañeros que lo tuvieran del mismo color. Enseguida empezamos a correr por el edificio viejo del Centro, todos atropellados y bulliciosos, intentando hacer las actividades, que tenían relación con el libro de La Dama de las Camelias y la ópera de la Traviata. Cocinamos, interpretamos, cantamos, reptamos, asistimos a una subasta, tocamos con botellas, paseamos en carruaje, jugamos en un ajedrez gigante… ¡Qué divertidas eran las pruebas! Todo decorado el instituto; era otro insti diferente. Esa noche me lo pasé muy bien pero dormimos muy poco. Por la mañana, cuando nos despertamos, todos teníamos sueño, pero el desayuno de la cafetería nos cargó las pilas para ir a clase. 29


LA PERSIANA

Saúl del Río Andrés ¡La persiana de mi clase…! ¡Qué palabra tan enrollada, tan hui-

diza y, a la vez, tan rebuscada!

Ese objeto con alma propia, que cuando quiere seguir dur-

miendo nos aísla de todo, del mundo exterior, de las personas, animales o cosas.

Rota del grandísimo esfuerzo de todos los años, subiendo y bajando. Al alba

cuando el sol sale y emite sus primeros rayos la persiana sube dejando miles

de agujeritos abiertos, por los que se cuelan esos hilos de luz en los que bailan motitas de polvo. Pero solo se levanta un poco para que entre la claridad su-

ficiente para poder estudiar. Esa persiana, muro sólido que lucha con el po-

deroso sol para que no entre y refleje en la pizarra, verde como el césped.

Esa persiana, cansada como estaba, un día se cayó y dijo: “Hasta aquí llego,

no puedo más”. Bueno, y yo como mi persiana, voy a parar de escribir más,

porque me enrollo más que una persiana.

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MI TUTORA

Sandra Fernández Castañeda Estaba temblorosa, nerviosa, un nervio recorría y tensaba todo mi cuerpo por saber ambas cosas:

_ ¿Me entenderé con ellos? ¿Cómo serán?

Se me venían a la cabeza muchas preguntas. Era una mañana

llena de sorpresas y novedades para mí. Entonces tocó la sirena,

lo primero que pensé fue: “¡Por favor que me toquen profesores

majos, no muy serios, que me expliquen las cosas bien y que me entienda con ellos!”

Estábamos en el patio de la entrada del edificio viejo y de repente vi cómo salían

para afuera unos profesores. Eran los tutores de cada curso, que nos mandaron

ponernos en filas. Una profesora llamada Silvia dijo: “Aquí 1ºA”. Me puse muy

contenta, alegre y aliviada, tenía pinta de ser muy agradable.

Es mi tutora y profe de inglés, es muy simpática y te da mucha confianza y seguridad.

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EL INSTI SE TIÑE DE BLANCO Sara Rodríguez Pardo

Un día lluvioso, gris, sin sol, una mañana normal. Ese día me levanté con un pensamiento: algo bueno iba a pasar.

Viernes, última hora de la mañana, estábamos en música ha-

ciendo el examen de las audiciones, cuando llamaron por la ven-

tana. Era pequeño y blanco e iba acompañado de muchos más; dijo que se llamaba “Granizo”, y decía que le había enviado el

invierno; también que venía con intenciones de teñirlo todo de blanco. Todos

estábamos ansiosos por salir a la calle, por pasárnoslo como los indios, por disfrutar.

Tocó la sirena y corrimos a la puerta de salida tan rápido que aquello parecía una estampida de elefantes, pero había un gran atasco en los pasillos, era como si fuésemos los coches de una gran autopista.

Cuando por fin pudimos salir, cogimos una enorme bola de granizo y nos la tiramos unos a otros. Entre risas y pelotazos, casi sin darnos cuenta, estábamos pasando uno de los mejores días de instituto.

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ATRAPADOS EN CLASE Ainoa González Murillo

Martes a mediodía, 5ª hora, clase de números y cifras, tocó la cam-

pana con ese exagerado chirrido como el arranque de un motor, yo no quería salir de allí, pues me tocaba geografía ¡Y a última

hora! es tan aburrido como un muro tintado de blanco.

Llegó la hora de marchar. Puri intentó abrir la puerta una, dos, tres

veces... hasta que se cansó. Creímos que era la llave equivocada. Entonces llamó a secretaría para pedir otra llave pero tampoco funcionó. Estuvimos en el limbo

muchos minutos que se nos hicieron interminables. Durante ese tiempo que es-

tuvimos en clase imaginamos ser los protagonistas de un rescate de bomberos

¡Ojalá que nos hubieran sacado por la ventana! Pero eso no sucedió porque finalmente llegó el profesor de educación física y trás desmontar la cerradura nos

abrió la puerta.

En ese momento tenía una mezcla de sentimientos en mi cabeza. Por una parte,

yo era como un limón con azúcar, estaba triste sentía pena porque ya habíamos

salido, pero a la vez estaba contenta porque ya había transcurrido la mitad del

tiempo.

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COMO UÑA Y CARNE Amelia Álvarez Ruiz

¡Que aburrimiento, todos los miércoles y viernes igual! La educación

física es la peor clase de todas, saltando,escalando,anudando y como

gota que colma el vaso a correr como locos para no suspender.Siem-

pre nos decían que hiciéramos equipos y como el mío solo eramos

dos nos juntaban con una chica que estaba sola.

Ella era alta, morena con mechas de oro, ojos marrones, llevaba

gafas y aparato en los dientes.

Poco a poco fuimos hablando y antes que llegara el invierno ya éramos como uña y carne, a pesar de ser tan diferentes.

A ella le gustaba el pop, jugar con su familia y amigos a cualquier cosa y tenía obsesión por un cantante, mientras que yo prefería el rap o trap, jugar sola a algún

juego de consola y mi obsesión no es un cantante.

A pesar de eso, sé que como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie, nuestra amistad durará por siempre, aunque puedan pasar muchos años.

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NANO

Atenea Gutiérrez Portilla En el primer día de instituto conocí a Nano, ya sabía que vivía en el

instituto porque mi hermana me había hablado de él, pero nunca le

había visto. Cuando lo vi por primero fue en el recreo, me quedé

alucinada porque sabía que era grande, pero no pensaba que tanto.

Nano era enorme, tenía el pelo blanco y negro, los ojos marrones y

las ojeras grandes, sus patas eran casi más grandes que mis manos y su rabo largo y peludo.

Me acuerdo que cuando lo vi más veces, me dio la sensación de que tenía la mirada triste, me daba pena porque estaba allí solo, pero en realidad era feliz viendo

a la gente pasar, y algunos le acariciaban y las limpiadoras le daban de comer.

Cuando hace sol está allí tumbado detrás de aquel muro que era cono una ba-

rrero que no puede pasar, pero en realidad lo puede saltar sin esfuerzo, y cuando le llamas va a verte si le apetece pero si no quiere se queda allí. Cuando llueve

se mete en la caseta o se quedo debajo del tejado con la mirada triste y sin saber qué hacer

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LA INUNDACIÓN

Carmen García García De repente, al fondo del gimnasio, se oía un río en el que los salmo-

nes bailaban pero no estábamos en el bosque, estábamos en clase

de Educación Física. Un gran mar empezó a devorar el vestuario.

Pablo vino corriendo como si lo estuviese persiguiendo una manada

de lobos. Le pregunté: ¿Qué te pasa? Y él me respondió: ¡el vestuario

se está inundando! Él parecía preocupado y asustado como un ratón cuando ve

las garras de un temible gato. Entonces nosotros rápidamente fuimos a ayudarle,

todos tuvimos que volver a colocar el grifo del lavabo del vestuario de los chicos, para lo que hizo falta la fuerza de más de siete elefantes juntos. Al final pudimos

arreglarlo, pero todavía nos quedaba la parte más difícil: teníamos que eliminar el inmenso mar que había dejado Pablo. José Luis casi nos pilla pero Pablo se puso

a hacer el tonto y así poder captar su atención y distraerlo. Al final nos dio tiempo

a colocarlo todo pero nos quedaba sentarnos en nuestros sitios sin que José Luis nos viese, nos dio tiempo pero casi nos pilla. Fue una experiencia inolvidable.

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EL COMIENZO

Claudia Marcos Gómez El primer día de instituto fue muy caótico y a la vez divertido. Empezó

con una maravillosa canción que me despertaba de un maravilloso

sueño. Me costó mucho levantarme , como si tuviese dos cadenas en

mis pies que me impedían moverme . Parecía una momia . Estaba muy

nerviosa , más que en una carrera y eso ya es decir . No sabía lo que me esperaba al otro lado de la puerta que separaba dos mundos.

Salí de casa con dos besos en la mejilla dispuesta para empezar un año inolvidable. Ya estaba llegando al instituto, de repente sentí cómo resbalaban por mi cara un

montón de cristales de hielo diminutos y fríos, pero después fue a más. Llegué como

una liebre perseguida por su mayor depredador, que en mi caso era la lluvia. Empujé una puerta de metal , grande y gruesa, detrás unos robustos y altos árboles que

daban comienzo a una nueva etapa de mi vida.

Entonces abrí la puerta y vi tanta gente que sentí un inmenso temor en mi interior ,

parecían un grupo de hormigas buscando comida. Al acercarme sentí por mi cuerpo

, un ligero cosquilleo como cuando te acaricia un gatito a su paso. Nos intenrrumpió

un sonido como los zumbidos de un montón de abejas muy inquietas . 37


LA GRANIZADA

Jaime García Martínez Aquel día, entre canciones y melodías, el tiempo estaba tranquilo, pero de repente una tormenta salvaje parecía aproximarse hacia Ca-

bezón. Era lo más oscuro que había visto, incluso más que la noche. Empezó a llover en torno a las dos de la tarde y cada vez más y más fuerte, y de repente… ¡Comenzó a granizar como si no hubiese un

mañana! Cuando sonó la sirena, salimos corriendo para ver cómo estaba el pueblo. Aquello era exagerado, parecía la granizada del siglo, todo el mundo tirándose bolas de hielo. Lo bauticé como ´´La pista de hielo más grande del mundo´´. Me

vino a buscar mi madre, para que no llegara empapado a casa. Al viejo coche le

costó arrancar ya que el suelo patinaba demasiado. Dos horas más tarde l granizo

se había derretido y la felicidad se estaba esfumando , pero…¡Afortunadamente

se puso a granizar de nuevo! Al cabo de media hora todo volvió a la normalidad pero por lo menos me fui a la cama con un recuerdo que nunca olvidaría.

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BLANCA NIEVE

Vera González López Eran las nueve y cuarto de la mañana. La noche anterior no pude dormir mucho tiempo. Me encontraba ligeramente cansada y desconcer-

tada, pero aún así intentaba mantener la atención durante la clase.

De repente, pétalos blancos, comenzaron a caer desde el cielo y a

llenarlo todo de blanco. Mis ojos se iluminaban al pensar que ese mo-

mento iba a ser especial, que nada más oír el sonido tan peculiar del timbre saldría

corriendo, que me lo iba a pasar muy bien, que lo disfrutaría y que tiraría grandes

bolas de nieve. Sin embargo, esa ilusión se convirtió en una desgracia, eché un

vistazo a la ventana y para mi sorpresa, los copos de nieve que corrían hacia el suelo, se convertían de repente en agua transparente cual un cristal.

En ese instante toda la alegría se escabulló por mis poros, al darme cuenta de que

todo seguiría su ritmo habitual como antes de saber que esas bolas que caían del cielo, no eran nieve.

Cuando pitó salimos al recreo y al estar todo mojado, una persona impactó contra el duro suelo entre toda la multitud. Todo eran risas y carcajadas, hasta él se reía.

Cuando se levantó del suelo entero calado de agua todos se fueron porque sonó la

sirena.

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ENCERRADOS EN CLASE Manuel Díaz Galdeano

Estábamos a quinta hora, cansados, con ganas de llegar a

casa y ¡aún nos quedaba una hora! Esos sesenta minutos que

se hacen interminaaaaables como una cascada infinita y ¡Pum! Un compañero que venía del baño dio un portazo , que parecía

que iba a haber un terremoto. ¡La puerta no se abría…! ¿Nos

quedaríamos encerrados hasta la tarde?¿Nadie vendría a rescatarlos?¿Nos saltaríamos la última hora de clase?

La profesora de matemáticas, hecha un manojo de nervios, decidió llamar a

otro profesor. El que vino fue el profesor de Educación física, que desmontó la manilla tan rápido como un rayo de luz, mientras todos gritábamos ¡Que

vengan los bomberos!¡ Y por fin salimos de clase!¡Hacía un calor insoportable!

Ya solo nos quedaba una hora y nosotros nos estábamos asando como pollos. Parecía que estábamos dentro de un volcán.

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EL DÍA DE LA SOLIDARIDAD Paloma Ruiz Espinel

En este instituto he vivido, vivo, y viviré muchas cosas, pero con la que más disfruto hasta ahora es la del “Día de la Solidaridad”. El 22 de diciembre mis amigas y yo nos olvidamos por unas horas de los profesores y los deberes, y dejamos espacio en nuestra cabeza para disfrutar. Hicimos una parada en la entrada del instituto viejo una vez nutridas por el desayuno organizado en clase. Allí vemos una mesa, en la cual nuestros sentidos son mayoritariamente atraídos por la bebida, ya que o hemos probado ni gota de algo líquido en toda la mañana. Por eso pagamos algo de dinero para beber del zumo. Una vez saciadas nos trasladamos a la improvisada discoteca, a la cual nosotras bautizamos segundos después como “sauna con música”, ya que el calor se hace notar por sí solo. Bajamos y subimos las persianas, creando esperanzados intentos por sobrevivir unos minutos más al sacar la cabeza por la ventana y respirar. El tiempo transcurre y la música se acaba. El agotamiento predomina en nuestros cuerpos, pero todavía tenemos fuerzas para algo más. Esas son empleadas en unas cuantas carcajadas provocadas por las ocurrentes imitaciones que las estudiantes de bachillerato nos ofrecen. Y, después de eso, regresamos a la que momentos antes fue nuestra desordenada clase, para recoger las notas. Ahora nosotras esperamos cada año el 22 de diciembre, para que, si es posible, podamos mejorar nuestra expectativa en cuanto a disfrute. 41


UNA MOSCA MOLESTA Manuel Gómez Barreda

Clase de Plástica, cuarta hora. Mientras estábamos pin-

tando con acuarelas, todos concentrados, una mosca molesta entró por la ventana. Empezó a bailar en el aire y a

distraernos. Todos se alborotaron, algunos tenían mucho

miedo a que les inyectara ese veneno misterioso en las

venas, otros empezaron a imitar a las moscas y los demás

nos reíamos de los moscones que zumbaban a nuestro alrededor. Parecía como si fuese una canción misteriosa entonada por el zumbido grave

de la reina. Transcurrido un rato, Juan, el profesor, mató a la mosca y ya no se supo más de ella. D.E.P.

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EL LENTO RELOJ

Laura Gómez Fernández

Era última hora del viernes, quedaban 30 minutos y el reloj pare-

cía parado, aunque estaba funcionando. Era la clase que más

odiaba y se me hacía eterna, poco a poco el reloj avanzaba, aunque para mí no lo parecía. Rosa Mari explicaba la Prehistoria y

yo no podía más, tenía ganas de levantarme e irme para casa,

pero me arriesgaba a que me pusieran un parte, y eso en casa

sería como la muerte. Necesitaba una estrategia, quedaban 10 minutos… ¡no

podían pasar ya! Surgió lo inesperado, llamaron a la puerta unas chicas de 2º

de Bachillerato que venían a informarnos de que el día 21 iban a hacer un pequeño carnaval, y gracias a ellas nos libramos de continuar con la clase de

Rosa Mari. Pensé que había sido un milagro, justo cuando las chicas acabaron sonó el timbre y me pude ir para casa.

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MIS AMIGAS LAS PALOMAS Mario Cuenca Pérez

Yo me levanto cada mañana con una sonrisa en la

cara. Desayuno, cojo el autobús. Mientras vengo en el

transporte escolar, voy hablando con mi primo, llego, me bajo y empiezan las clases. En el primer recreo

bajo a visitar a mis amigas las palomas, a las que

siempre les traigo unas migas de pan para que no

sientan solas. Yo conocí a las palomas el primer día de clase, cuando

estaba con mis antiguos compañeros comiendo el bocadillo. ¡Pobre-

cillas! –pensé-, no tienen nada que comer, y por ese motivo, siempre les traigo unas migas de pan, para que no se mueran de hambre.

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ENCERRADOS EN CLASE DE MATE Nicolás Bustamante García

Era jueves , un día tranquilo y soleado pero todo se oscureció cuando llegó la quinta hora , la de mate. No me gustan mucho las

mates así que no estaba muy contento . Puri , la profe , nos

mandó hacer unos ejercicios dificilísimos y largos como la noche .De repente , llegó el momento , me sacó a aquel enorme ence-

rado que daba sombra a toda la clase ,me sudaban las manos y

estaba temblando ,pero de pronto tocó el timbre y resoplé de alegría. Cuando

un compañero fue a abrir aquella esperanzadora puerta que nos libraría de la

tenebrosa clase de mates , no funcionó y nos quedamos encerrados como un

canario enjaulado sin poder salir . Tuvieron que venir los conserjes , pero no la pudieron abrir y de pronto … apareció “ Jose Luis” , nuestro genial profesor de

educación física , y nos rescató. Todo era un descontrol y acabamos todos gri-

tando. ¡ Hasta vino Arancha ¡, nuestra profesora de francés a ver por qué no

llegábamos a su clase de francés pero le expliqué lo que había sucedido y lo entendió, así que yo seguí con mi rutina después de esta experiencia. 45


LA PUERTA

Pablo Rodríguez González

Un lunes como otro cualquiera, sonó el timbre al acabar

la clase de mates. Cuando fuimos a salir del aula, nos

sorprendió una extraña cosa; la puerta de la clase estaba

cerrada cuál un yunque puesto detrás de ella. Nuestra

profesora intentó abrir con sus llaves, pero fracasó. No tuvimos más remedio que llamar a conserjería con el

móvil de la profesora (que por casualidad hoy lo traía al insti por primera vez). Estuvimos un rato haciendo el tonto (incluyendo la profe-

sora); hasta que se oyeron taladros y de repente…¡¡BUM!! La cerradura cayó al suelo estrepitosamente y al fin pudimos salir.

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MI ROCÓDROMO FAVORITO Pablo García Rodríguez

La primera vez que lo vi me impresionó mucho, pero me daba

miedo, era muy alto. Estaba ahí mirándome fijamente como un león hambriento. Me retaba… Un día me dijeron que no tuviera miedo, pero yo lo tenía, aunque me convencieron y me subí.

Pasada una semana habían puesto más piedras de goma nue-

vas y cada vez era más fácil escalar. En Educación Física, con

el profesor (José Luis), subíamos con los arneses en vertical.

Hay tres builders distintos para escalar: el negro, el gris y el rojo. El negro es

un poco complicado, el gris es como más sencillo y el rojo es el más fácil de

todos. El suelo del rocódromo es de color anaranjado, en él hay dos goteras

y cuando llueve parece como si llorase, sus lágrimas caen lentamente. ¡Y

hasta quieres consolarlo porque te da pena! Yo lo había derrotado en el misterioso campo de batalla, como un ejército de vikingo. 47


LOS PRIMEROS DÍAS Ruth Ibáñez Sousa

Aquel día tenía que madrugar y no era para ir al colegio, no, era

para ir al instituto, ese sitio que mucha gente considera un lugar

aburrido, en el que pasan las horas y solo escuchas al profesor y

al tren que pasa por las roñosas vías. Pero no es así, aunque al principio no sabes dónde estás y hay momentos en los que solo

tienes tiempo para estudiar, hacer los deberes, al día siguiente volver al instituto

y vuelta a empezar.

Hay clases que no había en el colegio, como la de música en inglés, la de bio-

logía, incluso las clases que ya había conocido años atrás cambiaban, pero no había por que asustarse.

Como si de un truco de magia se tratase, como si hubiera un ladrón que robase el tiempo llegó el mayor enemigo para el estudiante, el que pone nervioso a

todos y a veces trae disgustos. Sí, era el primer examen y ya quedaban menos. Si se pudiera sacar del famoso libro, de su casa de papel, de entre tantas letras al increíble Platero, sacaría un 10 en todos los exámenes.

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EL FÚTBOL Y LOS MAYORES Adrián Pérez Pérez

Los primeros días de instituto todos los niños de primero jugábamos

todos los días al fútbol, jugábamos todos los días, principalmente porque la pista de fútbol del instituto es muchísimo mejor que la de

nuestro antiguo colegio. Hasta que un día, los mayores de segundo

y tercero, se enteraron de que nosotros usábamos la pista todos los

recreos. A las dos semanas fueron a molestarnos y a tirarnos los balones al río

constantemente. Esos balones los cogía nuestro amigo Gabriel y él siempre tenía que perderse un rato de la clase de después de los recreos para ir a buscar todos

los balones que nos tiraban al río. Pero un día, Gabriel fue a buscar un balón y no

le dejaron utilizarlo porque los conserjes ya no se fiaban de él y tuvimos que em-

pezar a jugar con nuestros balones, que siempre los traía Gabriel, pero también nos los tiraban y ya no sabíamos que hacer... Un día fue a la pista un profesor de

guardia y como vio que los mayores nos molestaban los echó. Y desde ese día han

ido todos los días profesores de guardia a la pista y no nos han vuelto a molestar más.

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MI PRIMERA CLASE CON ROSA MARI Alejandro Argüeso Cano

Ya me habían avisado varias veces de cómo era Rosa

Mari, pero en el momento en que entró por la puerta me creí todo lo que me habían dicho. En cuanto la vi pensé…

“¡lo que me espera!”. Estaba muy seria, probablemente

intentaba meternos miedo para que nos concentrásemos más de lo que íbamos a hacer. No entendimos nada de

lo que nos dijo porque habló en francés, pero tampoco tuve la sensación

de que precisamente nos dijese algo bonito. Pasamos varias semanas

de la misma manera pero, poco a poco, haciendo exámenes y escuchándola en clase nos cogió cariño y se volvió menos recta. Todo ello, aunque siga diciendo que somos la peor clase que ha tenido jamás.

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EL ESTANQUE

Alejandro Díaz de Castro El primer día de instituto y ya me gustaba ir allí, me refiero al estanque que está detrás del edificio rojo, el que se ve desde

el aula de plástica. Allí he pasado los mejores y peores días

de lo que llevo aquí, que no es mucho. Por ejemplo, cuando

me caí y me ensucié de barro y estuve así toda la mañana,

aunque se secó, o la vez en la que me di un golpe contra un

tronco. Pero a pesar de las partes malas todo tiene su lado

bueno como que me reí tanto con mis amigos que me dio igual el barro o el

golpe que me di. También he ido en invierno, estuve con mis amigos en una

guerra de bolas de nieve entre los árboles de alrededor. En general, es un buen sitio y me gusta mucho.

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LA PROFESORA Y LA CLASE DE LENGUA

Lara Vidal Gómez

El primer día de clase estaba muy nerviosa y todavía me

ponía más nerviosa al pensar cómo iban a ser mis profeso-

res. A segunda hora del día 18 de septiembre, lunes, me tocó

conocer a la profesora que me iba a dar la asignatura de Lengua, se llamaba Mónica. Aún me puse más nerviosa porque

de primeras no me parecía muy maja, pero pensé en lo que

me dice mi madre: “no se puede juzgar a la gente antes de conocerla”. Pasado el tiempo mi pensamiento cambio para mejor, aunque, hoy en día, Mó-

nica me tiene un poco de manía, pero no mucha. Con Mónica, la profesora

de Lengua, entiendo un poco mejor las cosas que con mi profesor del cole-

gio porque Mónica explica mejor lo que nos enseña. La asignatura de Lengua hay que admitir que es algo interesante, pero tampoco mucho.

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YO Y MI MIEDO AL CAMBIO

Rebeca Pelayo Seijas

Estaba en verano, dias antes de empezar el instituto, no me apetecía

nada. Todo el mundo me preguntaba si tenía ganas de empezar, depende del día, algunos estaba muy contenta y queria ir, pero otros

cada vez que me lo decian me ponía más triste.

Pero cuando empecé todo cambió, estaba muy contenta, tan contenta que ya ni me apetecia volver al colegio, ya se me había olvidado, en

una de las clases de educación física conoci a Amelia que se ha convertido en una

de mis mejores amigas. Primero me asustaba el cambio pero ahora estoy muy contenta y me gusta mas que el colegio porque saco mejores notas, y me lo paso mejor,

aunque me tengo que levantar una hora antes.Esto es lo que menos me gusta.

Antes de empezar me imaginaba el instituto de otra manera, pero ahora que estoy

aquí no se parecía en nada a lo que yo creía.

Yo pensaba que iba a ser un cambio más grande pero lo unico que ha cambiado que

ya no somos los mas mayores, que no voy con mis antiguos compañeros a clase y que es un poco mas dificil.

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MI PRIMER EXAMEN

Marta Ramírez Grande Empecé estudiando el tema poco a poco, hasta que llegó el día

del examen. Yo estaba nerviosa, pero sabía que me lo iba a saber.

Cuando llegué a clase, vi que Rosa Mari estaba repartiendo los

exámenes, separé la mesa y empecé a poner el nombre. Cuando terminé, eché un ojo al examen y me di cuenta de que lo que en-

traba eran cosas de sexto, cosas que no entraban en el tema… ¡No me lo podía creer! Bueno, en fin, mi corazón iba a mil por

hora, como si se fuese a salir de sitio. Empecé a leer la primera pregunta y más o menos me la sabía, leí la segunda y esa sí que era del tema. Al final, cuando

terminé el examen, se lo entregué a Rosa Mari pensando que iba a suspender. Al

lunes siguiente, nos dio el examen y yo estaba que me moría. Al dejármelo en la

mesa no lo podía ver. Decidí abrir un ojo para conseguir ver la nota y… ¡qué felicidad!, ¡había aprobado! Al fin y al cabo, aunque no haya sido ni un nueve ni un

ocho me quedé muy satisfecha conmigo misma.

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NUESTRO CONSERJE FAVORITO

Alejandro Terán González

Era un día tan tranquilo como todos y tenía que ser jueves, ¡el peor día de la semana!

Los recreos son la mejor parte del día, sobre todo por el Rincón

del ajedrez donde se encuentra el mejor conserje del mundo llamado Jesús y que es ¡el amo del ajedrez! Todos los días vamos

yo y unos amigos a intentar ganarle y siempre perdemos de la

manera más tonta.

Después de unos 10 o 15 días desde que empezaron las clases hicimos un grupo

de ajedrez donde nos informaban de los torneos que había y de las actividades que se realizarían. El grupo está formado por algunos compañeros: Saúl, Mario,

Pablo, Diego, Hugo, y yo. A Mario, como le apasiona el ajedrez, retó a Jesús a

una partida, y llegó el día de que perdiera Jesús haciéndose con la victoria Mario, que lo celebró a lo grande.

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EL ROCÓDROMO

Nicolás Vallina Gutiérrez El rocódromo es un sitio del instituto que solamente

está abierto en el segundo recreo, lo cual no me gusta mucho porque me encantaría poder ir también durante

el primer recreo. La primera vez que fui al rocódromo no

hice nada porque no sabía subir a ningún sitio. Ahora,

unos meses después, sé subir alguna de las paredes,

pero mientras los profesores piensan que estamos escalando realmente estamos practicando volteretas y haciendo el tonto. A veces y solo a veces, nos dejan ponernos los arneses y subir del todo, aunque

yo subo pocas veces porque me da un poco de vértigo.

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EL ROCÓDROMO

Hugo García Merino El rocódromo es muy divertido, al escalar te lo pasas bien, pero lo más divertido es tirarse a la colchoneta. De vez en cuando, el

profesor nos deja subir a las colchonetas grandes con el equipo de escalada. Cuando estás ahí, en lo más alto, sientes una gran

sensación de alegría porque has conseguido subir hasta arriba

del todo; habrá personas que se aburran subiendo y bajando todo el rato, pero

yo no. Además, si te caes está la colchoneta para que no te hagas daño. Hay

zonas muy difíciles, pero lo que tienes que hacer es no rendirte e ir todos los

días que esté abierto a practicar tu escalada porque cuando llueve no lo abren,

ya que hay unos agujeros en el techo.

Hay muchos compañeros que se quedan mirando en la puerta porque al princi-

pio del curso no firmaron la autorización para poder escalar. Además, si te portas mal te echan, pero no suele ocurrir.

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EL DÍA DE LA NEVADA

Jennifer Fernández García Eran las siete de la mañana, me desperté para vestirme y desayunar, cuando miré por la ventana, !todo estaba nevado¡, los árboles se dejaban ver blancos como el algodón, mi jardín también estaba blanco y, lo mejor de todo, mi perro apareció cubierto totalmente de nieve, parecía un copo de nieve gigante. De camino a la parada miré el reloj, eran las siete y veinticinco, el autobús no había llegado todavía. Cuando ya eran las siete y media el autobús aún no había llegado, empecé a pensar que no iba a venir, y… así fue. A las dos y veinte pregunté por un grupo si mis compañeros habían ido al Instituto. Algunos me dijeron que no, otros que sí y que se habían pasado el recreo tirando bolas de nieve en el Instituto y que lo pasaron muy bien. Fue un dia de mis favoritos, porque no fuimos al instituto y me lo pase super bien.

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ME DESPIERTO EN EL INSTITUTO

Lucía Rúa-Figueroa Gallardo

Eran las nueve y diez y estaba en mi casa, muy nerviosa, con un saco, dos mo-

chilas y una esterilla. ¡Estaba a punto de ir a la Noche en Letras! Yendo en el

coche, los minutos pasaban veloces. Cuando llegué al instituto, bajé del coche, en ese momento era como una mula de carga, no podía con más bultos, dejé las cosas en una habitación al fondo del pasillo, fui hacia el Salón de actos y en

la entrada me pidieron el nombre y me dieron una sobrecito con algo dentro y un número, el

5. Entré y me senté con mis amigas. Tras unos minutos de intercambios, al fin conseguí ir

con quien quería, se hicieron los equipos y empezaron las pruebas, más de veinte. La primera

era ir por el pasillo de los baños de abajo, a oscuras, esquivando unos árboles, con la intención de dar una camelia a Marguerite, la protagonista de la novela. La segunda era llevar a

alguien en un carro adornado con flores como si fuese a un desfile de Carnaval. Y así pasaron la tercera, la cuarta, la sexta, la décima,… El tiempo pasó rápido, la última vez que miré el

reloj eran las doce de la noche y quedaba poco para que acabase el tiempo límite para hacer las pruebas. Cuando acabó el tiempo, todos los participantes de la Noche en Letras estaban en la entrada, y poco a poco a los de primero y segundo nos fueron llevando al Salón de

actos. Extendí la esterilla y me metí en el saco. Tras una eterna noche, llena de risas, llegó el día en el que celebraríamos el Carnaval.

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EL VIERNES

Hugo Gutiérrez Saiz El viernes es el mejor día de la semana. Desde que empieza

el lunes estoy esperando a que acabe la última clase de los

viernes. Toda la semana estoy mirando el reloj, las horas se

me hacen larguísimas, ¡tic, tac, tic, tac!, es como si un minuto

fuera una hora. Después, cuando por fin llega el viernes,

tengo un horario genial; primero tengo Valores Éticos con

Imanol, me lo paso genial porque es muy gracioso; luego, Plástica con Javier, con él me lo paso muy bien, y las demás clases son un “rollo” y me burro como

una ostra.

Después, en el segundo recreo, vamos al rocódromo, cuando estoy allí es

como si estuviese escalando una montaña grandísima. Me lo paso muy bien

con Emilio en el rocódromo escalando las paredes sin arnés, ya sé subir dos

y en una me falta un poco. En la pared que hay que ponerse arnés es más

“chulo” subir, ¡os lo recomiendo!-

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CURSO NUEVO, VIDA NUEVA

Julia Martínez Barquín

Antes de que empezara el instituto todo era más tranquilo, tenía toda la tarde libre, no tenía que pasar tardes estu-

diando, haciendo los deberes, yendo a Bilingüe… Durante

los seis meses que llevamos de curso he aprendido que

lo que podría resultar un completo aburrimiento han resul-

tado ser tardes de auto crecimiento y auto valoración. Aun sabiendo que queda mucho por delante, muchas clases

eternas con un reloj que avanza tan despacio como una tortuga con fatiga,

he pasado grandes ratos de risas y aprendizajes porque cuando aprendes a aprender, todo resulta mucho más enriquecedor. El instituto no es tan malo como lo pintan, ya que conoces a mucha gente nueva y aprendes cosas de

ellos, al igual que ellos aprenden de ti. Por eso, esta es mi gran, y aún por

esperar, experiencia de mi insti y yo.

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EL ROCÓDROMO

Óscar Gómez López La primera vez que fui al rocódromo nos lo enseñaron

entero, me sorprendí bastante porque pensé que iba a

ser más pequeño. Ese mismo día, nos dejaron escalar

por primera vez y luego nos mostraron los arneses. En

Educación Física nos enseñaron todos los nudos que se

pueden hacer y cómo usar el grigri, así nos sería más

fácil escalar las paredes.

En la zona de escalada también había unas colchonetas donde a veces nos tirábamos, era muy divertido. Por eso, en la mayoría de los recreos

voy al rocódromo a practicar.

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EL GUARDIÁN

Paula Fernández García de los Salmones Cuando me refiero al guardián hablo de un perro llamado Nano. Es muy grande, es un mastín, e impresiona un poco, aunque

cuando lo conoces te das cuenta de que es como un pedazo de

pan.

Nano está enfrente del insti y le gusta que le digas algo cuando

pasas junto a él o que lo toques y lo acaricies con cariño. Nano

siempre está ahí y da igual que tengas un buen o mal día, él siempre consigue

alegrártelo.

El otro día, al terminar el segundo recreo, fui corriendo hasta donde él estaba para darle el trozo de bocadillo que me había sobrado. Las limpiadoras también

le dan de comer: salchichas, patatas, barras de pan duras…etc. Nano se pone super contento, ya que no deja de mover el rabo.

En los recreos siempre está muy atento por si le cae algo. 63


EL RELOJ

Paola Cobo García

Mi querido reloj, él me dice qué hora es, cuándo se

acaba ese día nefasto que empieza a las ocho y veinte y nunca termina. El reloj es como un novio, a veces te

saca de quicio y otras veces lo adoras. El reloj, sobre todo, es lento en las últimas horas, y cuando el reloj

acaba su tiempo hay que regresar al día siguiente

para volver otra vez a la rutina y empezar otro día de instituto lo que

quiere decir… otro día de aburrimiento durante todas esas seis horas, ¡menos los recreos, claro!

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LAS CLASES DE JOSÉ LUIS

Ramón Pérez Irigoyen

José Luis es el profesor de Educación Física del IES Valle del

Saja.

El primer día de clase nos impresionó con sus charlas, ya que,

según él, era el amo del instituto. La verdad, es que en la charla

nos quiso meter miedo. Una de las cosas que más gracia me hace

es su risa, esa risa, que en verdad te está diciendo que te prepa-

res porque te va a hacer sufrir.

En sus clases lo que solemos hacer es correr; correr, correr y… correr.

Su vestimenta se basa en un chándal, que siempre suele ser oscuro.

Para sobrevivir en sus clases no debes de hacer el tonto, sino, te espera una buena sesión de carrera continua en el poli.

La verdad, es que, aunque nos haga sufrir, es un gran profesor, además es que-

rido por todo el instituto.

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LA ÚLTIMA HORA DE LA SEMANA

Rocío Ibáñez Herrero

Llega la última hora del viernes, lo que quiere decir que

la semana acaba, y después de madrugar y tanto trabajar

por fin llega el fin de semana para descansar y jugar con

los amigos… Los minutos tardan en pasar y a la sirena le

cuesta sonar, en el reloj las agujas parecen no moverse, van igual de lentas que un caracol. Se oye el murmullo de

mis compañeros y mi tiempo es oro. Cuando por fin suena el timbre de

salida aún tengo que esperar al autobús. Al llegar a la parada del lugar en el que vivo me bajo del autobús con todas las ganas del mundo de llegar a mi casa, pero aún me espera una larga caminata.

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LA CLASE DE LENGUA CON MÓNICA

Sergio Goicoechea García

La clase de Lengua es la clase donde hay risas y broncas, y

uno de los momentos más angustiosos es el momento en el que Mónica nos enseña los partes que ha puesto ese día o las

cosas que ha requisado y, en ese momento, es cuando piensas

que puede llegar tu momento de angustia. Sin duda, los mejores momentos son en los que nos comunicamos de punta a

punta y Mónica empieza a echar a gente de la clase como si no hubiera un mañana. La hora en la que pita la sirena es un momento similar al final de un

partido de fútbol porque los jueves a las 13:25, es decir, el equivalente a la úl-

tima hora, los 23 alumnos nos acercamos como tortugas al aula 44, donde damos Lengua. El reloj pasa muy lento, las nubes parecen no moverse.

¡Vamos, que el tiempo de clase se hace eterno! Cuando toca la sirena, por lo

general, mi compañero Manuel y yo ya tenemos todo recogido 3 minutos antes y todo el mundo sale "escopetao" de clase. 67


A PRIMERA DE UN LUNES

Ana Rubín de Celis

El lunes a las ocho y diez de la mañana llego al instituto y me

quedo hablando con algunos amigos hasta que suena aquel

ruido, el timbre. Todo el mundo tiene la misma cara, esa cara

de no haber dormido nada la noche anterior, aunque esas

caras se repiten todos los días, los lunes más. Y mi gran pre-

gunta y la de todos los alumnos del instituto que se dan cuenta de que tie-

nen que pasar los 5 días lectivos si no hay ningún día festivo entre semana, se repite: “¿dónde está el viernes, queda mucho?.

Cada día el reloj va más lento, aquellas agujas no corren ni aunque las

empujes, y sí, nos pasamos un gran rato de la clase mirando hacia el reloj. Me encantaría que el tiempo pasara más rápido en clase y más lento en el

recreo.

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LA VERDAD ES QUE ¡NO OS INTERESA!

Miguel Zubiaurre Banqué

Llegó el día, en clase, de escribir las temidas historias o producciones propias. A mí no se me ocurría nada sobre lo que escribir, hasta que decidí redactar lo que en ese momento estaba ocurriendo en clase, es lo que estoy escribiendo en este momento. El día anterior Mónica, la profesora, se enfadó. Así que, dijo: “A quien se porte mal, le escribo una incidencia en la agenda para sus padres”. Mientras Mónica decía estas palabras, yo pensaba: ¡Jolín, ya me puedo portar bien porque sino “la Lauri” me va a cruzar la cara! Durante el transcurso de la clase me he levantado varias veces a hacerles visitas a mis compañeros de clase para ver sobre lo que estaban escribiendo ellos. Hasta que se me vinieron a la cabeza las palabras amenazadoras de Mónica. En ese momento, pensé que la nota en la agenda era mía. Ahora David acaba de hacer algo raro con la boca, Lidia Póo está pasando su producción en el ordenador y Rubén acaba de llamar a Lidia para que busque “guardia” en el diccionario. Ahora me acabo de levantar y Mónica me ha vuelto a decir que me siente, acaban de coger mi historia Rubén y Ana para leerla. Esto es lo que puede ocurrir durante las clases en el Instituto un día, otro día y otro día. 69


EL AJEDREZ

David González García Cuando por primera vez fui al ajedrez me lo pasé estupen-

damente con mis compañeros de ajedrez y con Jesús, el con-

serje. Jesús me ha ayudado a manejar y desarrollar mejor mis técnicas de ajedrez. Con el paso del tiempo juegas mejor y los compañeros te ponen las cosas más difíciles y unas veces se

gana, pero otras se pierde. Lo importante es participar. Jesús hace torneos,

yincanas, juegos y retos muy divertidos. Además, en los torneos, si llegas

hasta uno de los tres primeros puestos ganas un premio, como yo, que gané

un solitario que es un juego en el que tienes que comer todas las piezas hasta que quede una.

El ajedrez para mí trata, principalmente, de divertirse y de mover piezas.

Todos los compañeros que van a ajedrez en el edificio nuevo son muy majos y es una buena forma para conseguir nuevos amigos.

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LA PRIMERA VEZ QUE VI A NACHO

Diego Colio Arce

La primera vez que vi a Nacho, mi actual profesor de inglés, fue un tanto especial, yo quería ir a bilingüe y estaba nervioso. Nacho me

pareció un hombre muy serio, formal y elegante, y me llegó a dar un poco de miedo.

Recuerdo que estaba visitando el instituto con mi colegio, el Ramón Laza. Entramos al aula 45 donde nos esperaba Nacho. Yo me senté

con Óscar en la tercera o cuarta fila, no lo recuerdo muy bien. Entonces Nacho

nos dio una charla sobre lo que íbamos a hacer cuando empezásemos las clases

con él en el instituto y nos pidió que levantáramos la mano los alumnos interesados

en entrar en Bilingüe. Yo, no muy convencido, levanté la mano, aunque la verdad

sea dicha no tenía ni idea de lo que Nacho nos había contado anteriormente, lo único que yo tenía claro era que tenía que entrar en bilingüe.

Al final, me sentí muy alegre cuando me notificaron que iba a entrar en Bilingüe y

Nacho me empezó a dejar de dar miedo. Desde el primer día del curso las clases con Nacho son divertidas y, aunque trabajamos más de lo que nunca he trabajado en clase de inglés, yo, por lo menos, me lo paso muy bien en sus clases. 71


MI PRIMER EXAMEN

Manuel Gómez García Era el primer día de instituto me sentía nervioso, hasta temblaba del

miedo. Como vivo cerca, fui andando con mi vecino que va a tercero, él

no estaba nervioso. Él me tranquilizó y me dijo que no era para tanto, aun-

que no sirvió de mucho. Cuando llegamos al instituto él se fue con sus

amigos y yo con los míos. Todos estábamos inquietos y tristes porque se

había acabado el verano. A última tocaba Geografía con Rosa Mari. Nos empezó a hablar

en francés, nadie entendía nada, entre todas las palabras que salían de su boca, se en-

contraba la información que nunca hubiese querido escuchar ``¡EXAMEN SORPRESA!´´. Claro, lo entendimos porque después lo tradujo. Todos nos asustamos, Rosa Mari daba

mucha impresión. A la semana siguiente, el lunes, nos puso el examen que era muy di-

fícil, había cosas que no las habíamos dado en el colegio y yo estaba muy nervioso por-

que al principio dijo que contaba para nota, aunque al final creo que no contó. Cuando

acabé el examen pensé que iba a suspender, me sentía muy triste. Cuando Rosa Mari

entregó los exámenes se me pusieron los pelos de punta, no quería ver la nota, aunque

al final la nota no fue tan mala. ¡No me lo podía creer, era uno de los pocos que había

aprobado el examen! Después de que me dieran la nota me sentía feliz, aunque un poco mal por mis amigos, ya que la mayoría habían suspendido.

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UN DÍA DESPUÉS

Leyre Fernández Velasco Un día después de la Noche de letras, cuando sonó la esperada sirena, ese ruido chirriante y ensordecedor, subimos todos al aula de plástica

y lo primero que hicimos fue tumbarnos en el suelo con la espalda pegada a la pared, e incluso algunos se tumbaron en mitad del pasillo con

la cabeza apoyada en sus mochilas y la gente los pasaba por encima

como si saltasen una valla insignificante. Esperamos a que llegase Juan

y no llegaba, no llegaba... y nosotros seguíamos cansadísimos. Des-

pués de esperar un buen rato apareció un profesor de guardia y nos llevó a otra aula,

como no entrábamos dividieron la clase en dos grupos: uno con la mayoría de la clase,

en el que estaba yo, y otro de 6 personas: Lara, Julia, Miguel, Alejndro...

En esa clase yo me senté al lado de Claudia, como de costumbre, y luego se unieron a nosotras Vera, Ruth y Marta. Toda la hora estuvimos solos, y claro, aquello era un

gallinero. Aprovechamos que allí había unos cojines de la noche anterior y, ¡cómo no!, empezamos a tirarlos de lado a lado de la clase. Pablo dio unas cuantas veces al pro-

yector con uno de los cojines, pero no pasó nada. Resumiendo, fue una clase de Plás-

tica bastante diferente.

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GIMNASIA

Hugo Alonso Blanco

En un lugar del polideportivo, de cuyos nudos no

quiero acordarme, vive un profesor de gimnasia

cuyos entrenamientos eran tan duros que mi cora-

zón cobraba vida y salía de mi cuerpo tan suma-

mente cansado, que al salir se desmayaba del

cansancio. Aquella sensación de cansancio era tan

grande que no podía seguir pero no sé cómo me entraron energías para seguir y desde entonces puedo con todo.

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MI PRIMER DÍA DE INSTI

Daniela Gómez Herrera

Mi primer día de instituto fue diferente desde primera hora de la mañana,

pues tuve que madrugar bastante. Estaba un poco nerviosa porque todo

era nuevo para mí, desde los horarios hasta los compañeros.

Cuando nos repartimos por clases y vi las caras de mis compañeros descubrí que algunos ya habían estudiado conmigo en primaria. A medida

que pasaba la mañana me encontraba más cómoda porque, entre otras cosas, hice ami-

gos nuevos. En los recreos pude comprar chucherías en el heladero que se pone en la

portilla todos los días. Al tocar el timbre subimos a clase y me tocaba clase de inglés y

estaba tan nerviosa que me puse roja como un tomate porque mi hermano me dijo que

él, el primer día de inglés, había tenido que presentarse y a mí me daba vergüenza porque

no sabía mucho inglés. En cuanto terminó la clase ya era hora de irse a casa, yo salí de

clase agobiada y cansada. Además, cuando estaba en el porche para irme a casa, todavía

tenía que esperar a una amiga porque habíamos quedado en ir juntas, ya que vivimos al

lado, pero ella tardaba mucho en bajar y yo pensé que se había ido antes de que yo bajara de clase, así que me fui sola hasta mi casa y cuando llegué la llame por teléfono

para haber si había llegado a su casa bien y ella me respondió que sí y yo le dije que me alegraba. Ese primer día, ¡me lo pase genial!

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EL ROCÓDROMO

Diego González Coz

El rocódromo es el mejor sitio del Instituto porque hay pa-

redes para escalar y nos dejan usarlas en los recreos. Se

puede escalar con arnés y sin él. Cuando empiezas a escalar y llegas arriba es super bonito, o como diría yo: está “super guapo” tirarse desde arriba porque rebotas en la

colchoneta. A mí me gusta ir con amigos porque es más divertido, así po-

demos hacer retos como ver quién sube más alto en menos tiempo. Cuando escalas sin arnés es un poco más difícil, pero me encanta.

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LOS VIERNES

Eneko Saiz Cayón Los viernes son esos días en los que te levantas feliz sabiendo que

tienes clase y estás contento como cuando sacas la mejor nota de clase en un examen muy difícil. Voy al autobús cansado, pero alegre porque en seis horas estoy de vuelta para disfrutar del fin

de semana. A primera hora tenemos con Imanol en Valores Éticos

y Gabriel siempre me distrae con sus tonterías; a segunda, con Juan y su “espaninglis” con frases como “I borro la pizarra”; a ter-

cera tengo lo único malo del viernes: los exámenes de verbos de Nacho. Todos,

absolutamente todos los viernes, tenemos exámenes de verbos, y siempre, en el

primer recreo, voy a estudiar con mis amigos a la biblioteca. A cuarta tenemos

Lengua con Mónica y Gabriel sigue distrayéndome con sus tonterías, no sé cómo, pero siempre me hace reír. A quinta solemos tener laboratorio y sino Biología y se

me pasa muy rápida la hora, y, a sexta hora, es la hora de “música”. Cada minuto que pasa miro el reloj esperando a que sean las 2:20 y me voy al autobús. 77


UNA MOJADURA EN BUENA COMPAÑÍA

Brenda Juanes Rojas

El instituto es un lugar nuevo para nosotros. Allí, para los mayores los que estamos en 1º somos los novatos. Las primeras semanas

del curso nos parecían aburridas, no sabíamos qué hacer en aque-

llos pequeños y eternos ratos en los que nos movíamos de un lado para otro. Hasta que un día, acompañamos a una amiga a beber

agua y ella fue tan sorprendentemente traviesa que sin darnos cuenta empezó

a echarnos agua por encima usando como recipiente sus propias manos. Nos-

otros no nos quedamos parados y empezamos una guerra de agua que acabó

como un día de playa en el que no aguantas más y rápidamente te tiras al mar

y quedas empapado. Ese día fuimos muy mojados a clase, pero empezamos a adaptarnos al instituto, ya que los primeros días fueron raros de vivir.

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NOCHE EN LETRAS

Carla Arroyo Noriega Llegó la esperada noche, ``la noche mágica ´´. Cuando yo llegué, estaba MUY NERVIOSA porque estaba buscando a mis amigas, Daniela y Ariadna. Al entrar, a mí y al resto de los alumnos nos mandaron al Salón de actos para decidir los equipos de la `` Noche en Letras ´´. A mí no me tocó con nadie que yo conociese de 1º, pero me tocó con gente muy divertida y amable, ¡me lo pase super BIEN! Estuvimos corriendo toda la noche haciendo las pruebas que nos habían preparado los profesores y, a las 2 de la mañana, nos mandaron a la cama. Les dije a mis compañeros de equipo que no pasaba nada porque solo nos habían faltado 2 pruebas por hacer. Cuando llegó la hora de dormir estuve buscando con una amiga a las otras para dormir todas juntas. Al final, no dormimos nada, pero nada de nada porque la gente estaba todo el rato riéndose, gritando, comiendo, roncando o tosiendo. Así estuvieron ¡toda la noche! A la mañana siguiente, cuando nos despertamos nos llevaron a la Rosa azul para desayunar. Fueron los dos mejores días del mundo, aunque estuviera cansada. 79


EL HELADERO

Eva Rábago Rivero El primer día que vine al instituto no sabía que había un he-

ladero, pensé que habría cafetería o algo similar. Una vez

que ya lo supe fui con mi amiga Marta hasta donde aparca

el heladero y vi una furgoneta blanquiazul, dentro de ella es-

taban Juan ,que es un señor serio y majo, y también estaba

su ayudante, Miki, que es un chico sonriente y risueño como

un niño. Juan es el que cobra y Miki el que despacha. Ese mismo día, cuando me dieron unas palomitas parecía que estábamos en una cárcel

porque hay una verja con rejas. Las palomitas costaban 50 céntimos y le di

a Juan 2 euros, el resto me lo devolvió en monedas de 5 céntimos… me

quedé muy asombrada y Miki se rio plácidamente. Luego, se despidieron los dos con una sonrisa muy amplia y agradecida.

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EL PERRO

Jesús Ortega Pardo En mi instituto hay un perro, un perro muy peculiar, ya que a

pesar de que tiene un muro muy bajito que puede saltar no lo

hace y se queda al otro lado siendo fiel a todos los que estamos en el lado del patio y que vamos a verle a diario. A este

perro le damos de comer con lo que compramos en el heladero. María Jesús, una profesora del instituto, me contó que

las limpiadoras del instituto le cuidan, le limpian, le bañan y le llevan mucha comida. En verano, como las limpiadoras están de vacaciones, otras personas

van a darle de comer. Su nombre es Nano y a veces está acompañado de dos

gatitos, de estos no me sé el nombre, pero son súper bonitos. Nano duerme sobre unos palés y muchas veces los gatos van a dormir con él.

Le queremos mucho todos, ya que le hemos cogido mucho cariño.

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MI PRiMER PARTIDO

Gabriel Azcona Alonso Fue un día normal. Estuvimos en clase, sonó el timbre, fuimos a jugar al ajedrez y sonó de nuevo. Fuimos a otra clase, sonó otra vez y estuvimos jugando al fútbol.

En el partido yo iba con Manuel, Barreda y Jaime, jugábamos contra Eneko, Carmen, Pablo y Álex. Jaime

metió 5 goles, yo metí 3, Manuel 2 y Barreda, en el úl-

timo minuto, metió el último.

¡Gol!

El partido estuvo muy emocionante y cada vez que metíamos un gol,

hacíamos la celebración de Cros y Cristiano Ronaldo. Al final, ¡ganamos 9 a 0!

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MI PRIMERA GUARDIA

Rubén Larrea Cortijo

En la asignatura de Lenguaje nos pidieron que hiciésemos una producción titulada ´´Mi insti y yo´´ en la que teníamos que hablar sobre algo

relacionado con el instituto, yo he decidido hablar sobre mi primera guardia. Empezaré por explicar lo que es una guardia: en el instituto cuando

un profesor no puede asistir a clase va otro profesor que es el ´´profesor

de guardia´´. En una guardia lo que se hace es: estudiar, hacer tareas,

dibujar… etc., pero lo más importante es guardar silencio para no molestar a las per-

sonas que están estudiando o haciendo tareas. Ahora, voy a explicar cómo fue aquella experiencia. Era la última hora del viernes y todos nos queríamos ir a casa, entonces

fue cuando entré en la clase y vi que Nacho no estaba, en ese momento fue cuando

pregunté a mis compañeros que dónde estaba Nacho, a lo que me respondieron di-

ciendo que no había venido. Todos nos pusimos muy, muy contentos. Entonces entró

Puri en el aula, nosotros pensamos que nos quedaríamos sin supervisión durante toda

la hora, pero no fue así. Algunos estuvieron estudiando toda la hora, otros hablando, otros pintando, y yo ,la verdad, me aburrí un poco al principio, pero después me puse a hablar con mi compañero y la hora se me pasó volando. 83


EL LABORATORIO

María Borrego García El laboratorio es un gran misterio. Allí, Juanjo nos en-

seña todos los minerales y piedras que hay, los analizamos, los tocamos, los pesamos y

observamos su

textura. En algunos podemos ver a simple vista sus gra-

nos y son los que más me gustan. En el laboratorio cada

día es una aventura más y “mola” mucho.

El laboratorio es mi aula favorita, me perece una clase llena de misterio. También me parece divertida, productiva y donde aprendemos muchas cosas nuevas.

En definitiva, ¡el laboratorio me encanta!

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LA NOCHE EN LETRAS

Lidia Póo Fernández

Mis compañeros y yo llegamos al instituto a las 21:30 y fuimos al

salón de actos para que nos separaran en grupos. A mí me tocó el color azul y conmigo estaban Candela y Brenda.

Los talleres estuvieron muy bien, sobre todo el de buscar en

arena piezas de un puzle. Lo mejor de todo fue la noche: al prin-

cipio no nos dormíamos y al final tampoco. Estuvimos toda la noche en vela, sin dormir. Pedimos permiso para ir al baño y no nos dejaron. Después, no sé quién

hizo ruido y nos echaron a la clase de al lado. A continuación, en la clase a la

que nos habían enviado tampoco nos callábamos y nos echaron al pasillo donde pasamos mucho frío. A mí me mandaron otra vez para el Salón de actos y ya no

me pude dormir. Dieron las siete de la mañana y nos despertaron. Fuimos a la Rosa azul a desayunar y después volvimos al insti y… otro día más, como otro

cualquiera.

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MI PRIMER PARTE Ariadna Cruz Bras Era un día cualquiera en la clase de Música, mis compa-

ñeros y yo estábamos escuchando audiciones cuando, de repente, José Antonio empezó a dar golpes en la mesa al

ritmo de la música, todos nos empezamos a reír por las caras que ponía mientras lo hacía. José Antonio nos llamó la atención, especialmente a mí y a los que estaban a mi

alrededor. El chico que estaba justo delante no paraba de molestar y luego

me tiró el estuche y cuando yo le dije que se parara interrumpí al profesor y me mandó a jefatura. Yo estaba indignada y cabreada porque yo no tenía la culpa, bueno, a mí lo que realmente me importaba era lo que me dijeran en casa.

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EL VIERNES

Adrián Gutiérrez Balbás Cuando llega el viernes siento una gran alegría porque termina la semana. A primera hora toca Valores Éticos, unas risas con Imanol, porque nos cuenta las cosas de una manera muy divertida; después plástica con Javier que a veces se enfada, pero otras nos pone películas de Asterix y Obelix. Después del duro trabajo, por fin, llega el primer recreo, aprovechamos para comer fruta o un bocadillo y también para jugar, pero después ¡horror, horror! nos toca Lengua con Mónica que nos enseña muchas cosas y no nos perdona ni una tilde, y a Gabriel casi siempre lo echa al pasillo. En las clases me lo paso muy bien con Hugo y Laro. Luego de Lengua, a cuarta hora, toca Música, ¡BIEN! con Toni nos lo pasamos genial porque es muy gracioso cuando se enfada, y aún mejor cuando tocamos, pero… ¿qué le vamos a hacer? En el segundo recreo vamos al rocódromo y me siento como un escalador en el Everest cuando ya estoy arriba del todo. Después de media hora escalando toca Biología con Juanjo, que enseña muy bien y te pone muchos positivos y algunos viernes nos lleva al laboratorio a hacer experimentos muy interesantes. Y a última hora, por fin, tenemos Inglés con Silvia, lo paso genial porque además de aprender otra lengua, en los últimos minutos nos pone películas y jugamos a juegos divertidos. 87


EL ROCÓDROMO

Laro González Pérez El rocódromo es el mejor lugar del instituto. Yo voy hasta allí con mis amigos durante todos los recreos largos, vamos a escalar igual que los monos

trepando por las ramas de los árboles. Hay unas paredes para escalar sin arnés que al principio se me hacían imposibles de subir, pero, con mucho

esfuerzo, conseguí llegar a la primera cima. En ese momento me sentí

feliz como si me hubiese tocado la lotería, así que cuando iba al rocódromo solo pen-

saba en escalar esa única pared y no probar ninguna otra. Después de mucho tiempo, me aburrí muchísimo y probé con los demás sitios para escalar, pensé que no subiría

absolutamente nada, pero, para mi sorpresa, de tanto ir al rocódromo conseguí subir

todo menos la pared roja, esa que nadie intentaba escalar por su gran dificultad. Yo

pensaba que no subiría hasta arriba, pero sí que mínimo llegaría a la mitad. Entonces

me dispuse a escalar y... ¡no pasé ni de la cuarta presa! En ese momento se me quedó

cara de tonto y me piqué bastante. Todos los días lo intentaba hasta que después de

alrededor de dos meses lo conseguí, y cuando estaba arriba miré hacia abajo y pensé:

“¿ahora cómo bajo?”, ya que nada más bajar un poquitín no me veía los pies. Entonces, con mucho miedo, lo intenté y… ¡me pegué un leñazo terrible!, pero al menos lo logré.

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UNA NOCHE EN EL INSTITUTO

Laura Izquierdo Campuzano

Aquel día, el día en el que todos los que hubiésemos aprobado el examen de lectura de La Dama de las Camelias podríamos ir a la Noche en Letras, llegué al instituto y nos mandaron al Salón de actos a dejar las mochilas y todo lo que habíamos llevado para pasar la noche y el día siguiente. La primera sorpresa fue nada más llegar: ¡Los profesores estaban disfrazados y el instituto había cambiado por completo, como si fuera otro lugar! Nos dieron un sobre con una tarjetita, al abrirla la tarjeta tenía un color amarillo oscuro como algunas paredes del instituto. Yo estaba nerviosa porque en el equipo no sabía si me iba a tocar con mis amigos, conocidos o ni siquiera con conocidos. Las pruebas eran como una gran fiesta y lo pasamos genial. La prueba que más me gusto fue la del spa porque era muy divertida y graciosa, teníamos que hacer una “pasta” como una especie de mascarilla para echárselo a los compañeros. Cuando acabamos nos fuimos a dormir al Salón de actos . La noche fue muy larga como un camino interminable, pero todo era muy divertido. Al día siguiente fuimos a desayunar un rico colacao y un sobao. Aunque estuviésemos muy cansados y con sueño, en ese momento nos quedaba disfrutar de un carnaval divertido, gracioso y entretenido. 89


ROCÓDROMO Alexandra García Roldán Un día cualquiera, nuestro profesor Ricardo nos dijo que íbamos a ir al rocó-

dromo. Yo, al principio, tenía un poco de miedo a que nos obligaran a subir hasta lo más alto de las paredes porque soy un poco miedosa a las alturas. El

primer día que fuimos no pudimos escalar porque no nos dio tiempo a equi-

parnos. Al día siguiente, los que iban a Música con Toni se fueron de excursión

y solo quedamos cinco, así que Ricardo nos dijo que íbamos a ser formadores,

es decir, íbamos a ayudar a los demás a equiparse. Para equiparse por cor-

dada necesitas: dos arneses, un grigri, un mosquetón y dos cascos. Yo me puse con Marta en

la tercera pared porque estaba ansiosa por subir. Marta comenzó escalando y yo tenía la función

de asegurar, ¡parecía un guardia de seguridad! Al principio. me pareció difícil, pero cuando le

pillas el tranquillo es como si dijeras el abecedario de lo fácil que se hace. Después de que

Marta bajara, me tocó escalar. Empecé a subir, y a subir, y a subir...y, al cabo de un rato, miré

para abajo y me tembló todo…!hasta las cejas!, pero Ricardo me animó a subir más y seguí

ascendiendo. Para bajar había que poner las piernas abiertas y rectas contra la pared como si

estuvieras sentada, y las manos relajadas mirando hacia abajo porque si estuvieras agarrando

la cuerda y te resbalaras te podrías hacer mucho daño; sin embargo, si las tienes sueltas te

podrías agarrar. Ahora me encanta escalar y cada día espero a que haya Educación Física para poder ir al rocódromo y empezar otra nueva experiencia.


Portada de la segunda ediciĂłn de Mi Insti y yo. Curso 2006/2007

Todas las portadas de Mi Insti y yo son de JosĂŠ Antonio Gallego

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