El Austro, que me trajo, y el Aura al orbe, a otro polo, por mi yerro se anduvieron hace tiempo raudamente; y Aquilón, tierno hermano, que feliz tras de mí llegó, súmenlo al presente, por mi yerro, del orbe los fogajes; y ¡ay!, en fin, filicida yo también, cual parricida soy, cual fratricida, pues mi progenie, grácil e inocente, los eructos humanos, por mi yerro, sañosos la disuelven raudo en nada.