Ni rabietas ni conflictos Rosa Jové

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En segundo lugar, aunque la acepción de la palabra fuera la correcta, debemos evitar un vocablo que sólo se utiliza con niños y que tiene una clara carga peyorativa. Hace unos años la psicología aceptó la palabra «histérico/a» para designar un tipo de personas. Pero la palabra era peyorativa para las mujeres («histeria» viene del griego «útero»), y ahora eso ha cambiado. Quizás podamos hablar de lo mismo, pero con unas palabras más amables hacia cierto colectivo. Lo mismo sucede con «límite». Alguien me dirá que «límite» y «norma» pueden ser lo mismo. Seguramente, pero hay una diferencia de cara al niño: cuando decimos: «Este niño no tiene límites», el que queda mal es el niño. Cuando decimos: «Este niño no tiene normas de comportamiento», los que quedan mal son los padres. Y, claro, eso no nos gusta a los adultos. El hecho de utilizar una palabra u otra supone una gran diferencia a nivel semántico. Quizás podamos estar hablando de lo mismo, del mismo concepto, pero la palabra no es la adecuada. Además, la actitud de poner límites no es educativa. Imagine por un momento que un niño roba en clase e insulta


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