Ni rabietas ni conflictos Rosa Jové

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algo agradable por haber hecho algo mal («No me dejas más remedio»). Al hilo de esto, recuerdo siempre una tertulia de la radio en la que se comentaba el caso aquel en que unos chicos de clase alta rociaron con gasolina a una indigente en un cajero automático y le prendieron fuego. El caso es espeluznante y lógicamente se habló de ello durante mucho tiempo. El horror de un suceso así, como seres humanos que somos, nos mueve a buscar una explicación razonable. Y más en este caso en el que los atacantes era «niños bien». Como decía, escuchaba una tertulia de la radio y un periodista ya mayor, de reconocido prestigio, dijo que este caso se había producido porque estos chicos no habían oído nunca la palabra «no». Nunca se les había negado nada en casa. La reproducción no es textual, pero casi. Lo que me llamó la atención no fue lo superficial del análisis, ya que es lo habitual en las tertulias, sino que alguien a quien se le supone un cierto bagaje intelectual suelte sin más una teoría tan simple y tan falsa. No habían oído nunca un «no» por respuesta. ¿Pues de dónde venían? ¿Es que eran marcianos recién adoptados? Es imposible que alguien no oiga «no» en su vida, que le digan sí a todo. Aun en el caso de la familia


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