Revista Cuerpo Diplomatico_179

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En Occidente, a su vez, el crecimiento se ha desviado por el consumo y la inversión de papel, porque las inversiones reales han sido bajas, así lo reflejan las tasas de crecimiento y las crisis sucesivas. El comercio no ha crecido más que en la etapa de posguerra, ni tampoco ha empujado el crecimiento del producto interno de los países al ritmo que lo hizo por entonces. Algo hay allí que no está funcionando como debiera y según lo reclama la ortodoxia económica. Sin embargo, aclarar ese punto es vital para saber si se ha errado en las cifras o en la estrategia, o en ambas. Probablemente la ausencia del Estado y la baja inversión productiva interna pueda explicar mucho de lo que ha acontecido.

Lo que han logrado hacer con esta última crisis mundial…llamada “financiera”, es justamente tapar el tremendo forado dejado por las fantasiosas inconsistencias financieras y sus repercusiones en el lado real de la economía, justamente aquella parte enquistada íntimamente a las operaciones especulativas (vivienda, comercio o consumo, sector automotriz, energía, materias primas, etc.). Ha ocurrido que los factores de la economía real, que estaban motorizando el crecimiento de esta economía Occidental ya no están operativos para empujar la carrera que falta, y cayeron cuando ya agotaban sus fuerzas para seguir en competencia. Eso debe ser contrastado con el empuje de la economía asiática… que sí viene con vientos de triunfo.

Occidente nunca más recuperó los niveles de actividad económica que sostuvo durante la posguerra (PIB de 5.5 contra 2.8, respectivamente). Las economías de estos países han vivido una inestabilidad antes desconocida; los ciclos expansivos se acortan de tal manera que ya parecen procesos convulsivos, tienen incorporado un esquema de inestabilidad tan peligrosa (más de 40 crisis de todo tipo y en todo el mundo desde 1975 en adelante), que la línea de crecimiento promedio se achata a niveles casi reptantes, esto porque las fases de expansión, que son cortas y modestas, se ven contrapesadas o casi anuladas por frecuentes ciclos depresivos o contractivos. Se sabe que los períodos en que no se crece suficiente son irrecuperables y nada se saca con crecer elevadamente un tiempo corto si luego viene la contramarea recesiva o contractiva, que arrasa con lo ganado.

La economía de papel, si bien se ha saneado en los números, con los cerca de 2.500 billones de dólares inyectados, debe retomar su impulso desde nuevas bases reales. Pero éstas, que eran -por un lado- el sector inmobiliario, no estarán disponibles hasta un buen tiempo, incluso hay quienes dice que a la crisis de la vivienda falta incorporar la comercial (oficinas, locales, etc.). Otro sector que estuvo en crecimiento es el de la industria de armamento, el que obviamente ya no estará disponible dado que EE.UU. agotó su capacidad de gasto militar con su fracaso en Irak y en Afganistán. Además, el presidente Obama no tiene interés en resucitar la industria de guerra. Tampoco el sector de la informática y la telemática representa un motor para reimpulsar la economía, pues justamente este modelo excluyente ha dejado a gran parte de la humanidad fuera de la calidad de usuario de esa tecnología. El consumo es un segmento que irá declinando, pues han caído los salarios y los empleos; además EE.UU. tendrá que moderar su endeudamiento externo, dado su déficit de dudosa superación.

Economía en la UTI Esto hace sostener la tesis de que Occidente nunca superó definitivamente la crisis del capitalismo de los años 70 y 80. Tuvo intentos de recomponer su funcionalidad expansiva, como en el caso de EE.UU. desde mediados de los 80 cuando inicia su desarrollo y crecimiento tecnológico gracias a la industria de la informática y la telemática, y al uso de nuevos materiales en la industria, pero no lo logró a plenitud, de forma durable ni de manera descontaminada, con los otros procesos especulativos.

La única alternativa posible es retomar un keynesianismo, donde el Estado invierta aceleradamente en ciencia y tecnología, infraestructura, servicios y educación, salud, etc., de tal manera que las nuevas tecnologías empujen una dinámica de crecimiento en niveles de empleo de pequeña y mediana empresa. De esta forma EE.UU. podría tener una salida a mediano plazo, pero, con todo, su nivel de vida y consumo deberá caer a niveles más realistas, y esta receta es aplicable al resto de Occidente: menor nivel de consumo, mayor inversión interna, y desarrollo tecnológico y humano acelerado.

Haciendo una comparación con el estado de salud de una persona, que nunca se recupera y que sigue siendo un paciente en crisis, la realidad de la economía de Occidente es que tuvo una convalecencia frustrada en los 90 y nunca terminó de salir del estado de enfermo crítico, recayendo a la UTI en 2001, 2008 y 2009.

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