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porque no le convertí en Dédalo, me hizo quemar por mandato de uno que le tenía por hijo, pero Minos, que no puede equivocarse, me condenó a la última de las diez fosas por haberme dedicado a la alquimia en el mundo. Yo dije al Poeta: - ¿Hubo jamás un pueblo tan vano como el sienés? Seguramente no lo es
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tanto, ni con mucho, el pueblo francés. Entonces el otro leproso, que me oyó, contestó a mis palabras:
- Exceptúa a Stricca, que supo hacer tan moderados gastos; y a Niccolo, que fue el primero que descubrió la rica usanza del clavo de especia, en la ciudad donde hoy es tan común su uso. Exceptúa también la sociedad en que malgastó Caccia de Asciano sus viñas y sus bosques, y en la que Abbagliato demostró
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hasta donde llegaba su juicio. Mas para que sepas quién es el que de este modo te secunda contra los sieneses, fija en mí tus ojos a fin de que mi rostro corresponda al deseo que tienes de conocerme, y podrás ver que soy la sombra de Capocchio, el que falsificó los metales por medio de la alquimia; y debes
Es
recordar, si eres efectivamente el que pienso, que fui por naturaleza un buen imitador.
CANTO XXX
En aquel tiempo en que Juno, por causa de Semele, estaba irritada contra la sangre tebana, como lo demostró más de una vez, Atamas se volvió tan insensato que, al ver acercarse a su mujer, llevando de la mano a sus dos hijos, exclamó: Tendamos las redes de modo que yo coja a su paso la leona con sus cachorros, y extendiendo después las desapiadadas manos, agarró a uno de ellos, que se llamaba Learco, le hizo dar vueltas en el aire y lo estrelló contra una roca: la madre se ahogó con el hijo restante. Cuando la fortuna abatió la grandeza