La divina comedia dante alighieri

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Y si de ello memoria no tienes, sonriendo respondió, ahora recuerda sin embargo cómo bebiste del Lete; y si del humo el fuego se argumenta, este olvido claramente concluye culpa en tu voluntad en otras cosas atenta. En verdad de ahora en más serán desnudas mis palabras, cuanto sea preciso descubrirlas a tu vista ruda. Y mas corusco y con más lentos pasos custodiaba el Sol el cerco meridiano, que aquí y allá, como los aspectos, muda, cuando se detuvieron, como se detiene quien va delante de gente en escolta si encuentra novedad o sus vestigios, las siete damas al fin de una tenue sombra, como la que bajo hojas verdes y negros ramos sobre sus fríos ríos los Alpes portan. Delante de ellas al Éufrates o al Tigris me pareció verlos salir de una fontana, y como amigos separarse pigres. ¡Oh luz, oh gloria de la gente humana! ¿qué agua es ésta que se despliega de un principio y se divide lejana? A tal ruego me fue dicho: Ruega a Matilde que te lo diga. Y así repuso, como hace quien de una culpa se disculpa, la bella dama: Ésta y otras cosas dichas le fueron por mí; y estoy segura que el agua del Lete no se las ha escondido. Y Beatriz: Tal vez mayores cuidados, que muchas veces de la memoria privan, han hecho de su mente la vista oscura. Mas mira al Eunoe que allá deriva: llévalo a él, y, como es tu estilo, su marchitada virtud reaviva. Como alma gentil, que no se excusa, mas hace suya la voluntad ajena no bien que un signo se la descubra; así, luego que ella me tomara, la bella dama avanzó, y a Estacio

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