La divina comedia dante alighieri

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el Sol, quien con las nobles saetas del medio cielo había echado a las Cabras, cuando la nueva gente alzó la frente a nosotros, diciendo: si vos sabéis, mostradnos la vía de subir al monte. Y Virgilio respondió: tal vez creéis que expertos seamos de este sitio; mas como vosotros peregrinos somos. Ha poco que llegamos, antes que vosotros, por otra vía, que fue tan dura y fuerte, que subir ésta nos parecerá de juego. Las almas, que habían advertido, por el respirar, que aún estaba vivo, maravilladas palidecieron. Y como el mensajero, que porta olivo, atrae a la gente para oír las nuevas, y de pisotear a otro nadie es esquivo, así en mi rostro se fijaron ellas almas afortunadas todas como olvidando de hacerse bellas. Yo vi a una salir delante para abrazarme con tan grande afecto, que movióme a hacer lo semejante. ¡Ay sombras vanas, aunque sólo en el aspecto! Tres veces detrás de él ceñí las manos, y otras tantas ceñidas las hallé a mi pecho. De sorpresa, creo, quedé pintado; pero la sombra se retiró sonriendo, y yo siguiéndola, avancé adelante. Suavemente pidió me detuviera; conocí entonces quien era, y le rogué, que para hablarme, un poco se estuviera. Respondióme: Así como te amé en el mortal cuerpo, así te amo suelto: por éso me detengo; pero tú ¿porqué vas? Casella mío, por retornar de nuevo allá de donde soy, hago este viaje, le dije, pero tú ¿porque te demoraron tanto? Y él a mí: No me han hecha ultraje alguno porque aquel, que lleva cuando y quién le place, muchas veces me ha negado el pasaje: www.FreeLibros.me


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