Revista COSAS - Edición 587

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Afiche promocional de “Ruido”, que estrena temporada el 10 de marzo.

P

ara Mariana de Althaus, representar a través de su arte la realidad del país no pasa por una obligación. No cree que los artistas deban necesariamente tener la responsabilidad de hablar de política o emitir opiniones acerca de la realidad social, pero “si hay un artista que está conectado con lo que está pasando en el mundo, es inevitable que termine refiriéndolo y, de alguna u otra manera, criticándolo”, afirma. Es así como, alrededor de 2005, escribió “Ruido”, marcada por la realidad de los años ochenta en nuestro país. Su intención, como ella misma dice, fue tratar de indagar en torno a qué nos había sucedido durante esa década. En el escenario de esos convulsionados años, la obra cuenta la historia de una mujer que queda atrapada a causa del toque de queda en casa de sus vecinos, que no conoce, pero a quienes, por encargo del esposo, va a pedirles que apaguen una alarma que no deja de sonar. Lo que ocurre en la sala de aquella familia durante esta breve convivencia no deseada es una seguidilla de momentos que colindan con lo absurdo, situaciones cómicas que se desarrollan en un ambiente de extrañeza con tintes siniestros, y que generan, de esa forma, un contraste que engancha. En palabras de la autora, “Ruido” reflexiona sobre nuestra capacidad de evadir lo que estaba sucediendo, y de cómo podíamos –al igual que en la obra– divertirnos y seguir siendo personas normales pese a que el país se desmoronaba y había mucha gente muriendo en el interior. La analogía entre los vecinos, indiferentes al ruido de una alarma que no quieren oír, y nuestra actitud durante el terror y el caos de los ochenta es el eje central de la trama. Para lograr este paralelismo, la dramaturga se vale del absurdo. Las situaciones descabelladas que plantea la obra, que parecieran exclusivas del mundo de la ficción, nos resultan demasiado familiares. Nos llevan a pensar que, en efecto, la realidad muchas veces supera a la ficción. Lo

Monserrat Brugué es una de las protagonistas del montaje.

Los actores Alexa Centurión, Denise Arregui y Gabriel González, durante los ensayos.

absurdo se vuelve, entonces, un recurso que permite resaltar y caricaturizar –aún más– las características más desquiciadas de nuestra sociedad. Sin embargo, hay otros temas que subyacen al tópico central, como las relaciones familiares y el ámbito íntimo del ser humano. “Todas las familias son un microcosmos.

“Lo que hicimos en esa época no Lo hemos dejado atrás”, dice mariana de aLthaus. En ellas podemos detectar también los vicios y los problemas que tenemos como sociedad”, piensa Mariana. Así, cada familia sería una representación a pequeña escala de lo que somos como país. La reposición del montaje en el contexto actual tampoco es casual. “La obra intenta hacer un puente entre lo que nos estaba pasando en esa época y lo que nos está pasando ahora. Es útil para mí mirar esa época y observar nuestra actitud y nuestras acciones para hacer una autocrítica a lo que estamos haciendo hoy en día”, explica

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la autora. Por ello, la vigencia del texto la sorprende, aunque quizá ingratamente, pues vernos reflejados aún en una historia que retrataba nuestra realidad –ciertamente nefasta– hace diez años es el mejor indicador de que, como dice Mariana, “no necesariamente lo que hicimos en esa época ya lo hemos dejado atrás”. “Ruido” plantea una disyuntiva inherente a muchos de nosotros. “Todos queremos dejar de ser indiferentes, intervenir en la realidad y ser partícipes del cambio; pero, a la vez, no queremos enloquecer, ni que nuestros hijos vean cómo se pudren las cosas. Todo el tiempo estamos en esa lucha. Tenemos una necesidad de cerrar la puerta de nuestras casas para que no entren los monstruos, para que no se impregne todo del horror. Entonces, de alguna manera, nos volvemos ciegos y sordos a lo que pasa para poder continuar. Es un conflicto constante”, confiesa. Lejos de juzgar esa actitud, la directora se identifica con ella y entiende la indiferencia como un mecanismo de supervivencia del ser humano. Sin embargo, advierte que “el problema es que el ruido se mete por las rendijas de las puertas”. Una sentencia atemorizante, que pareciera sacada de una historia de Lovecraft o de Poe, pero que no es ficción. n


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