Cuaderno La Mira: No la juzgues, entiéndelas

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No las juzgues, entiĂŠndelas Matilde Tenorio

Cuadernos de La Mira Noviembre 2016


Cuadernos de Pensamiento Crítico

Matilde Tenorio Matanzo Doctora en Cuidados en Salud por la Universidad Complutense de Madrid Profesora de Enfermería Universidad Autónoma de Madrid

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No las juzgues, entiéndelas

Introducción Una de las manifestaciones más graves del dominio de los hombres sobre las mujeres es la violencia de pareja y para la mayoría de las personas resulta incomprensible que éstas no se separen del agresor. Las mujeres que sufren violencia de pareja son también víctimas de los convencionalismos sociales ya que, con frecuencia, son juzgadas sin que conozcamos las causas reales, conscientes o inconscientes, que tienen para permanecer con la persona violenta. Hay quienes piensan que algo habrán hecho, que son las culpables de la situación que viven y que como tal deben sentirse ellas mismas; en otras se argumenta que estas mujeres son masoquistas y que permanecen con su agresor porque están a gusto con la situación; otras veces se justifica al agresor por la actitud poco tradicional de la mujer y en otras se las tilda de mentirosas, exageradas o cobardes. En el mejor de los casos, de débiles de carácter. Nuestra intención al escribir estas líneas es difundir el conocimiento que tenemos sobre este fenómeno y hacerlo comprensible para la mayoría de las personas. Desde nuestra perspectiva enfermera. entendemos que el agresor, que desea el dominio de la mujer, bien sea mediante su sumisión o el desarrollo de estrategias para lograr su devastación personal, ejercerá un control mental sobre ella que irá desarrollando para que se sienta culpable, piense que está loca o que no sirva para nada. Cuando la mujer sea consciente del maltrato y se rebele, avanzará con la estrategia del miedo ante la violencia en sí misma o mediante las amenazas. De esta forma, cuando la mujer analice la situación, se encontrará cada vez más impotente para hacer frente a la misma y sin recursos personales para abandonar al agresor. Los actos violentos de la pareja y las circunstancias en las que se producen constituyen para la víctima estímulos muy negativos a los que tienen que hacer frente, ocasionándoles un estrés intenso y de larga duración que les causará alteraciones fisiológicas, de conducta y emocionales. El estrés va a 3


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influir muy negativamente en su capacidad para analizar e interpretar adecuadamente el maltrato, en la resolución del problema y encontrar una salida. Además, ésta situación puede verse afectada positiva o negativamente por la educación recibida respecto al rol que debe asumir la mujer y por las respuestas de las personas cercanas y de los sistemas de apoyo. En muchas ocasiones la incomprensión de la sociedad ante el drama que están viviendo acentúa aún más su sufrimiento. Pasaremos a exponer detalladamente las características de cada elemento que hemos mencionado:

Actos violentos En la mayoría de las ocasiones, la violencia hacia la pareja se identifica exclusivamente con la violencia física porque es lo que podemos ver y comprobar, y sin embargo los daños físicos son una mínima parte del problema porque debajo de esa punta del iceberg existen otras dos formas de violencia que son mucho más dañinas para la mujer y que suelen ir de mano: la violencia sexual y la violencia psicológicaLas estrategias del maltratador que atentan contra la integridad psicológica de la mujer, son muy variadas pero podríamos agruparlas en conductas que pretenden reducir la autoestima y la seguridad de la mujer mediante la manipulación; conductas que implican el control de la mujer para cercenar su autonomía, iniciativa y autoestima induciéndolas a la asunción de un rol pasivo; y conductas que implican amenazas y coacciones para conseguir la sumisión, la obediencia y la incapacidad para la toma de decisiones . Detallaremos alguna de ellas: Con la indiferencia, falta de atención a sus necesidades y la desvalorización: La mujer empieza a percibir falta de afecto y de cuidados hacia ellas y/o hacia sus hijos. No se sienten queridas, les duele y, aunque en determinados casos es el primer signo de alarma, no interpretaban estas conductas como maltrato. Con los desprecios, las constantes descalificaciones, la anulación y la culpabilización de la víctima de la situación persiguen a hacer creer a la mujer 4


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que es una inútil, infantil, histérica o loca y acusarla de ser mala madre o mal ejemplo para sus hijos, siendo el insulto más reiterado el de llamarla puta, directa o indirectamente. Este comportamiento está muy asociado a los celos del hombre, conducta consentida socialmente. Con los celos consiguen, no solo humillar a la mujer sino que además ésta se verá obligada a controlar todos sus movimientos, a aislarse todavía más para evitar los celos injustificados y arbitrarios de su pareja. La manipulación de sentimientos y emociones es una estrategia dirigida a confundir a la víctima. La mujer, cuando empieza a percibir la violencia se queda perpleja e intenta comprender lo que pasa. No puede admitir la evidencia porque no puede pensar que alguien a quien ama y que se supone que también siento afecto hacia ella pueda hacerle daño. Interpreta los hechos justificándole, haciéndose responsable de resolver la situación y asume comportamientos cuidadores. Cuando la mujer ya es consciente de que su pareja es violenta, las estrategias manipuladoras del agresor son diversas. Se inicia una fase denominada “fase de luna de miel” en la que alienta la esperanza en la mujer de que se resuelva la situación; se muestran solícitos y aparentemente preocupados por ellas delante de terceras personas. Esto les hace dudar de la interpretación de los hechos que están viviendo y se incrementa el vínculo con el maltratador, acrecentándose la duda sobre su salud mental. Con la estrategia del arrepentimiento explotan su supuesta vulnerabilidad y pretenden explotar la actitud de cuidado y de responsabilidad tan íntimamente ligado al rol de la mujer. Dentro de las estrategias de control para cercenar su autonomía, iniciativa y autoestima con el propósito de que asuma un rol pasivo, una estrategia omnipresente es el aislamiento de la víctima. En las primeras fases la víctima percibe que sufre un aislamiento, pero no es consciente de las repercusiones que va a tener sobre la destrucción de su identidad. La estrategia consiste en separarla de las personas significativas (familia, amistades), de su trabajo y mantenerla encerrada en casa, bien sea por medios físicos o con amenazas. Una vez conseguido esto al maltratador 5


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puede actuar con toda libertad y ser el único referente de su pareja. Ha conseguido que nadie pueda apoyar las percepciones de ella o cuestionar las suyas. El aislamiento físico está presente en mayor o menor grado en muchas mujeres porque supone un instrumento muy útil para conseguir su aislamiento psicológico. Antes del aislamiento físico el maltratador inicia la estrategia del aislamiento social separándola de sus familiares y amigos a través de desvalorizaciones mediante estratagemas para mantenerla atada a él, provocando situaciones de violencia para que ella evite relacionarse, confundiéndola respecto a los sentimientos de su familia hacia ella, o presionándola para inducir a la víctima el sentimiento de vergüenza y que sea ella quien se separe de ellos. Trabajar fuera de casa será también otra fuente de presión para que la mujer abandone sus relaciones sociales. Muchas veces no son conscientes de la manipulación ni de las consecuencias que ello conlleva, pero cuando perciben el aislamiento, aun cuando no se hayan dado cuenta del maltrato, lucharán para lograr un espacio personal fuera del domicilio. Los celos son una estrategia de aislamiento y control de la mujer, y con ello, las mujeres caen en una trampa ya que, inicialmente los interpretan como una manifestación de amor. Después tienen que desarrollar estrategias dirigidas a evitar las consecuencias de los celos de su pareja, y cuando quieren darse cuenta están totalmente aisladas y los celos se convierten en una humillación constante. Los maltratadores tienen celos de otros hombres, pero también tiene celos de sus hijos, y con esta estrategia dominan la mente de la mujer. Los celos son solo una estrategia para controlar a la víctima y no responden a la supuesta necesidad del hombre de mantener una estrecha y posesiva relación de sobre su pareja; lo que pretende el agresor es obtener el control del espacio físico y mental de la mujer mediante estrategias insidiosas que son muy difíciles de identificar inicialmente por las víctimas. Según aumenta el control de la víctima, las mujeres se sienten agobiadas por sus parejas, pero no son conscientes de que se trata de un tipo de violencia psicológica. En ocasiones, la mujer es consciente de que el objetivo que persigue su pareja es su control mental y desarrolla estrategias para salvaguardar su espacio, pero en muchas ocasiones, el control mental sobre la víctima se va instaurando hasta 6


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conseguir la dependencia de la mujer. Cuando la mujer es capaz de escapar del control del agresor, es vigilada estrechamente por miedo a que los demás sepan de la situación de violencia, fundamentalmente, cuando la mujer acude a los sistemas de apoyo y la persigue y acosa para conseguir de nuevo su sometimiento. Si no recuperan su control, intentarán destruirlas por todos los medios. Utilizan también las amenazas y coacciones mediante las que se imponen la sumisión y la obediencia, impidiéndolas de esta forma tomar decisiones. Las amenazas son una estrategia de control que ejerce mucho poder sobre la víctima ya que van más allá del tiempo en que se ejercitan, sugieren la violencia física o la muerte y la incertidumbre para la mujer de si se ejecutarán, cuando y donde mantienen en ellas un estado de hipervigilancia que no termina cuando se produce la separación e incluso se incrementa. Otra de las características de las amenazas es que, además de expresarse verbalmente, con mucha frecuencia se transmiten con mensajes no verbales que son perfectamente identificados por la víctima en cualquier situación, aun delante de terceros. Las amenazas son percibidas por la mujer sin necesidad de que el agresor las verbalice ya que los gestos, los silencios y el tono de voz son indicadores evidentes de la violencia soterrada que existe. Un grupo importante de amenazas son las de dirigir la violencia hacia los hijos y la amenaza del maltratador de separarlas de sus hijos, estrategia coercitiva que tiene una gran influencia en las mujeres. Destacamos las amenazas de muerte al considerar que suponen el máximo exponente de gravedad que han podido sufrir estas mujeres. Estas amenazas están presentes en la mente de la mujer constantemente y las hace mantener en un estado permanente de hipervigilancia y miedo. Existe un tipo de violencia de pareja que hemos constatado: La violencia por el hecho de ser madre. El binomio mujer/madre tiene una significación especial en los casos de violencia de pareja y hemos considerado que debe ser objeto de una atención especial. El rol de madre desencadena en el agresor comportamientos violentos de todo tipo hacia la mujer, desde la agresión física directa cuando conocen el embarazo o la psicológica mediante 7


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amenazas o actos reales de violencia hacia los hijos. El hombre conoce la importancia del rol de madre y por ello intentará dañar a la mujer por esa vía, pero la violencia dirigida hacia los hijos puede ser el detonante para que la mujer abandone definitivamente a su agresor.

Circunstancias que rodean la violencia Para entender las dificultades que tiene la mujer víctima de violencia de pareja para separarse de su agresor, además de las estrategias que utiliza éste, habría que tener en cuenta las circunstancias estresantes que rodean a la situación de violencia. La mujer desconoce las causas que desencadenan los comportamientos violentos, no sabe cómo actuar para satisfacer las exigencias de su pareja, no saben si se producirá o no un estallido violento. Esta violencia impredecible incrementa la confusión en las primeras etapas de la relación y posteriormente, cuando la mujer identifica el maltrato, éstas intentarán encontrar la relación causa-efecto, no saben cómo actuar, realizan continuas evaluaciones y consecuentemente, sufren un conflicto de pensamientos, emociones y de toma de decisiones. Puesto que la violencia es impredecible, la inminencia de la situación es una percepción constante que genera un alto grado de estrés y que incrementa el estado de hipervigilancia. Las mujeres víctimas de su pareja están constantemente preocupadas el periodo que transcurre desde la percepción de la amenaza misma hasta que se produce el acontecimiento está presente incluso cuando ya han conseguido separarse de su agresor y es continua. Las amenazas tienen la propiedad de estar presentes en la mente de la mujer de forma constante y tiene efectos devastadores sobre la víctima ya que, además de originar pensamientos negativos recurrentes, les induce a un miedo las paralizará.

Consecuencias del estrés que padecen Las víctimas de violencia de pareja sufren las consecuencias de un estrés intenso y prolongado presente en cualquier situación similar: Hay alteraciones en los procesos de percepción e interpretación de la información, dificultades para la concentración, olvidos frecuentes, bloqueos mentales, dificultad para 8


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la toma de decisiones e incapacidad para la resolución de problemas. Los estados de ánimo que presentan son propios del estrés: ansiedad, agresión, apatía, aburrimiento, depresión, fatiga, frustración, culpa, vergüenza, irritabilidad, mal genio, tristeza, baja autoestima, tensión, nerviosismo, soledad. Las repercusiones en su salud física tienen múltiples manifestaciones en todo su organismo.

¿Cómo va destruyéndose su integridad física, psíquica y social? La violencia, las circunstancias que la rodean y el estrés al que tienen que hacer frente habrán ido destruyendo su integridad física, psicológica y social. Independientemente de los efectos directos de la violencia física y sexual, estas mujeres sufren muchos problemas de salud derivados del estrés al que están sometidas: dolores articulares y de cabeza, alteraciones endocrinas e inmunológicas o trastornos del sueño y de la alimentación, hipertensión, taquicardias, etc. Desde el punto de vista de su auto-concepto, es decir, de las percepciones y creencias que tienen sobre sí mismas, éste se verá afectado en varias dimensiones: En su coherencia interna pues habrán tenido que analizar las percepciones más vitales que tienen de sí mismas y éstas respecto los valores sociales y culturales; por otra parte su autoestima está mermada fundamentalmente por las estrategias de su pareja, pero también por las respuestas de las personas cercanas y la sociedad ante la violencia que padecen; los agresores obstaculizan sus metas y proyectos, haciéndolas sentir incapaces de progresar para alcanzar su Yo ideal. Respecto al rol, inicialmente piensan que no cumple satisfactoriamente con el rol de esposa, no entienden con nitidez qué es lo que se espera de ellas, existe conflicto de roles entre ser mujer autónoma y el rol de esposa sumisa que se le exige o entre el rol de madre protectora y el de esposa dominada. Analizando las relaciones afectivas con otros, hay que destacar la situación de aislamiento en la que viven las mujeres víctimas de violencia de pareja. Esto implica que no pueden satisfacer sus necesidades afectivas de amor, respeto o 9


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apoyo y la imposibilidad de compartir el problema y de buscar ayuda, lo que hará que incremente su percepción de vulnerabilidad. En ocasiones son las propias mujeres quienes deciden interrumpir las relaciones con los más allegados cuando intentan controlar la violencia de la pareja agradando al maltratador y se convierten en víctimas de sí mismas, ya que la violencia sigue y se encuentran sin el apoyo afectivo. Si bien las consecuencias del maltrato en la integridad física, psicológica y social explicarían la incapacidad de la mujer para poner fin a la convivencia con el agresor, no son los únicos elementos que deben tenerse en cuenta. ¿Cómo afrontan el problema? Los sentimientos y emociones que experimentan durante la convivencia del agresor influyen están determinados por varios elementos. En primer lugar por la construcción de la propia identidad femenina en los roles de la mujer que idealiza el amor y que necesita ser amada, en su rol de constructora de vínculos afectivos formando una familia, por lo que sentirá responsable de la buena marcha de la unidad familiar, y al no conseguirlo tendrá sentimientos de culpa y vergüenza; también, derivado de la construcción de la identidad femenina, encontramos que su rol de cuidadora que conllevará a que la mujer sienta hacia su agresor compasión por atribuir los comportamientos violentos de su pareja a causas externa. Otros factores que tienen que ver con los sentimientos y emociones de la mujer tienen que ver con las estrategias del maltratador para conseguir su control, tales como la soledad, la baja autoestima, el miedo, la devastación y la despersonalización o pérdida de la identidad personal. La dificultad para encontrar los recursos suficientes para afrontar la situación, les llevará a sentirse progresivamente indefensas, impotentes y finalmente desesperanzadas. Las emociones que determinan que la mujer no abandone a su agresor son el miedo, el amor, la culpa, la vergüenza, la soledad, la compasión, la baja autoestima, la indefensión, la impotencia, la desesperanza, la devastación y la pérdida de la identidad personal. Sus habilidades previas para la resolución de problemas les serán muy útiles y la mayoría de ellas desarrollarán inicialmente esta forma de afrontamiento, 10


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pero tras comprobar que la violencia no depende de lo que hagan ellas, que no se soluciona por mucho que hayan indagado en las causas que la originan, que se hayan doblegado a las exigencias de su pareja tras tantear cuales son los comportamientos que le satisfacen, es decir, cuando sus recursos de afrontamiento personales dirigidos a solucionar el problema se hayan agotado, buscarán ayuda en su red de familiares y amigos y/o en los sistemas de apoyo utilizando sus habilidades sociales. En estos momentos puede que estén ya muy afectadas y se encuentren aisladas de las personas cercanas, por lo que tendrán que realizar muchos esfuerzos para resolver el problema. Las habilidades sociales están afectadas por el aislamiento, y tendrán dificultades para pedir la ayuda necesaria. Cuando son capaces, si estas fuentes de apoyo externas no aportan las soluciones, se verán abocadas a dirigir sus estrategias de afrontamiento hacia el control emocional. Las estrategias que utilizan para controlar los efectos negativos de sus emociones incluyen la negación o minimización de la violencia, también actúan evitando situaciones problemáticas, reinterpretando la información o consumiendo tóxicos relajantes. A veces el suicidio es la única salida que encuentran para acabar con la situación. Otra fuente de recursos importantes son los materiales para que la mujer se sienta capaz de abandonar a su agresor. La suficiencia económica es básica para obtener los recursos de subsistencia para ella y para sus hijos, pero con frecuencia el maltratador habrá conseguido que abandone el trabajo remunerado, si es que inicialmente lo tenía o que no acceda al mercado laboral, privándola así de la obtención de recursos monetarios propios. Este control es una de las características de la violencia económica y puede llegar a la privación de recursos básicos a la mujer y a los hijos. La percepción de vulnerabilidad económica, y sobre todo cuando sienten la responsabilidad de garantizar a sus hijos los recursos económicos imprescindibles para su crecimiento y desarrollo, influirá de forma determinante en el proceso de toma de decisiones cuando la mujer piense en separarse.

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Conclusiones La mujer tendrá dificultad para identificar el maltrato y el peligro, y cuando lo haga, se encontrará sumida en una tela de araña tejida por su agresor de la que se encontrará incapaz de escapar, ya que se percibirá sin energía física, sin autoestima, con su identidad destruida, sintiéndose fracasada por no haber logrado su ideal de mujer capaz de lograr una convivencia de pareja y una familia acorde a los mandatos de la sociedad, y sin ningún tipo de apoyo afectivo, informativo o asesor, ya que el maltratador habrá conseguido aislarla de amigos, familiares y recursos de organizados de apoyo. Nuestro compromiso debe pasar por erradicar las creencias erróneas sobre el fenómeno de la violencia de pareja y por dejar de considerar a las víctimas responsables de su situación poniendo el énfasis en el hecho de que están desarrollando estrategias para sobrevivir y que nuestro apoyo personal y social es imprescindible para romper con la soledad, impotencia y desesperanza en la que se encuentran. Debemos ayudarlas a encontrar sus propios recursos y ofrecerles apoyo personal e institucional para que sean capaces de tomar la decisión de abandonar a su agresor, única vía que se ha mostrado eficaz para resolver el problema de la violencia de pareja.

Ediciones “La Mira”. Grupo Municipal de Izquierda Unida Hoyo de Manzanares. Pza. de la Hontanilla, s/n 28240 Hoyo de Manzanares. Madrid LaMira.Ediciones.IU.Hoyo@gmail.com 12


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