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Ciudad Guayana sábado 30 de noviembre de 2013

Valores Espirituales

Notimensaje Diocesano Departamento de Medios de Comunicación Social de la Iglesia Católica. Diócesis de Ciudad Guayana.

Adviento… esperanza

Los cristianos caminamos hacia el más allá en el más acá de nuestra historia presente. Es la historia de todos los días. Mientras peregrinamos hacia la casa del padre, vivimos como hombres y mujeres de esperanza en las promesas del Dios de la vida en abundancia. Pero en el mundo de hoy son enemigos de la esperanza los que de mil maneras y formas propician la muerte física y espiritual, pretendiendo acabar con la vida que mira hacia adelante; los que miran atrás y viven en y del pasado como estatuas de sal; los que ponen sus anclas en el presente, para quedarse y agotarse en proyectos miopes que se reducen al espacio y tiempo del aquí y el ahora. Por eso, el llamamiento del Señor es inconfundible: Estad vigilantes, no como los holgazanes que duermen satisfechos e instalados en la poltrona de sus comodidades, sino preparando la esperanza en las esperas cotidianas. Esperas que en el presente nos empujan a la construcción de los paradigmas cristianos como la civilización del amor, la cultura de la vida. Los que esperan viven en vigilia, esperando a su Señor que vuelva a la hora menos pensada…

Identificar a Jesús

En adviento la espera nos lleva en el día a día a identificar a Jesús. En efecto, son

muchas y muchas veces erróneas y contradictorias las imágenes y afirmaciones que a lo largo de los tiempos y en el actual se ha hecho y se hacen sobre Jesús de Nazaret. Al esperado se le ha identificado con Elías, o Jeremías o alguno de los antiguos profetas que ha vuelto a la vida. Otros enfatizan sólo la ternura y candidez del niño en el pesebre. Otros proclaman a Jesús como el socialista primitivo, o el subversivo y revolucionario, de todas las matizaciones izquierdistas. Otros lo reducen a edulcoradas imágenes representadas en polícromas estampas. Para otros Jesús es el milagrero capaz de resolvernos todo tipo de problemas, o como un mago dispuesto siempre a sacar conejos del sombrero para solventar nuestras irresponsabilidades y cubrir nuestros baches. Para otros Jesús es una suerte de energía magnética, positiva, etérea, cósmica, alguien imposible de conocer amar y seguir. Esas y muchas otras formulaciones forman parte de lo que muchos esperan sea Jesús. Por esa razón, a todos los que nos llamamos cristianos, creyentes en la buena nueva y discípulos de la persona y del proyecto de vida de Jesús de Nazaret, el evangelio según San Juan (1, 29-34) nos revela algo importante que tiene que ver con la espera de Jesús: “el aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y yo lo he visto, y

he dado testimonio de que éste es el hijo de Dios”. Allí está la clave de nuestra espera. El es la luz del mundo y la sal de la tierra, es el pan de vida, es el camino, la verdad y la vida verdadera y abundante, es el maestro y el buen pastor. Es el que nos salva, el que nos hace verdaderamente felices porque nos enseña a vivir como Él vivió: como hijo de Dios y hermano de todos los hombres. Ese es Jesús.

Esperamos la luz

A imitación de Jesús debemos ser en el mundo luz y sal de la tierra, vivir un adviento perenne. Poner iluminación y sabor del amor donde hay odios, violencias e incomprensiones, de la compasión y la misericordia, como nos lo recuerda con fuerza el papa Francisco, de la alegre confianza de los hijos de Dios frente a la tristeza y los entristecidos, de la esperanza cuando aparece la desesperanza y la crispación, de la verdad que nos hace libres donde imperan los farsantes, los mentirosos, los demagogos de todo signo, la mentira; de la libertad en un mundo sometido al poder autoritario, de la gratitud en medio de la ingratitud y la amargura, del respeto, del diálogo, del reconocimiento del otro, de la comprensión de la unidad, de la vida, del diálogo, de la justicia y la paz, ante tanta muerte y destrucción moral.

67 años celebró la Primera Iglesia Bautista de Guanare n Ángel Pastor Morandi Con éxito y grandes bendiciones celebró la Primera Iglesia Bautista 67 años de su fundación. El templo situado en el centro de la ciudad es joya arquitectónica y patrimonio cultural, por los valores espirituales que siembra. Guanare es la capital religiosa católica de Venezuela, allí se venera la imagen de la Virgen de Coromoto; hay además otros templos que contribuyen al progreso del país, entre ellas la bautista. “Tal vez no somos la mejor, pero somos la primera”, dijo el pastor Josué Rivas. Para celebrar los 67 años de la fundación invitaron a 12 pastores de EE UU, encabezando la delegación el doctor Jeff Crawford. Los predicadores dictaron conferencias de mucha altura que estimularon el crecimiento de la iglesia, por esta razón el pastor Rivas incentivó a los creyentes que lleven el evangelio “hasta el último lugar de la tierra”, conforme al mandamiento de Jesucristo de “hacer discípulos en todas las naciones”. En las conferencias los pastores invitados dieron amplia explicación de las creencias de los musulmanes, un movimiento religioso grande que se ha extendido en muchos países. Los musulmanes le rinden culto a Alá, no a Jehová, reconocen a Mahoma como su profeta, no aceptan ni permiten la difusión de otra religión, los cristianos no pueden predicar abiertamente la palabra de Dios, el que lo intente y lo descubren lo expulsan o lo matan. Los musulmanes han crecido y se im-

pusieron por la fuerza de la coerción y la guerra, mataron mucha gente que no aceptaba sus creencias. Su religión se basa en el Corán, fundado por Mahoma, un líder religioso inteligente que, para imponerse tomó conceptos de la Biblia y los acomodó a su criterio; es muy hábil para mezclar la mentira como si fuera verdad, se han expandido por medio por la fuerza de la coerción; en su territorio matan a todo el que se opone a sus creencias. Mahoma al principio se casó con una sola mujer, con ella tuvo seis hijos, después tuvo muchas parejas.

Historia de los bautistas de Guanare

Hace 67 años el pastor Germán Núñez organizó la Primera Iglesia Bautista de Guanare. Entre los primeros creyentes está el capitán Osián Osechas, su esposa Domitila, la familia Orellana, y otros.

Osechas era un católico “coromotano”, celoso de su religión, pero cuando el misionero Watson le leyó la Biblia y le explicó la palabra de Dios, preguntó: ¿qué religión es esa?, el misionero le explicó diciendo: “Jesucristo es el camino, la verdad y la vida… no hay otro nombre debajo del cielo en el cual podamos ser salvos” (Juan 3:16, Hechos 4:12), inmediatamente Osián Osechas y su familia aceptaron al Señor. Hoy la Primera Iglesia Bautista es la más grande de la ciudad, tiene servicios de educación, medicina, asistencia social y comunicación; transmite en vivo y en directo el evangelio en la emisora 89.5 FM. Se proyecta hacia el futuro con la construcción del templo bautista más grande de la región, donde tendrá una capacidad para 4.480 personas. Se proyecta construir una gran edificación para servir a la comunidad y adorar a nuestro Dios.

Correo del Caroní C5

San Andrés, el primero de los pescadores de hombres Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están representados los agricultores con Santiago el menor y su hermano Judas Tadeo, y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con el título de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan. Los dos primeros discípulos ya habían respondido al llamamiento del Bautista, cuya incisiva predicación los había sacado de su pacífica vida cotidiana para prepararse a la inminente venida del mesías. Cuando el austero profeta se lo señaló, Andrés y Juan se acercaron a Jesús y con sencillez se limitaron a preguntarle: “maestro, ¿dónde habitas?”, signo evidente de que en su corazón ya habían hecho su elección. Andrés fue también el primero que re c l u t ó nuevos discípulos para el maestro: “Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: hemos encontrado al mesías. Y lo llevó a Jesús”. Por esto Andrés ocupa un puesto eminente en la lista de los apóstoles: los evangelistas

Mateo y Lucas lo colocan en el segundo lugar después de Pedro. Además del llamamiento, el evangelio habla del apóstol Andrés otras tres veces: en la multiplicación de los panes, cuando presenta al muchacho con unos panes y unos peces; cuando se hace intermediario de los forasteros que han ido a Jerusalén y desean ser presentados a Jesús; y cuando con su pregunta hace que Jesús profetice la destrucción de Jerusalén. Después de la ascensión la escritura no habla más de él. Los muchos escritos apócrifos que tratan de colmar este silencio son demasiado fabulosos para que se les pueda creer. La única noticia probable es que Andrés anunció la buena noticia en regiones bárbaras como la Scitia, en la Rusia meridional, como refiere el historiador Eusebio. Tampoco se tienen noticias seguras respecto de su martirio que, según una pasión apócrifa, fue por crucifixión, en una cruz griega. Igual ince r t i d u m bre hay respecto de sus reliquias, trasladadas de Pat ra s s o, probable lugar del m a r t i r i o, a Const a nt i nopla y después a Amalfi. La cabeza, llevada a Roma, fue restituida a Grecia por Pablo VI. Consta con certeza, por otra parte, la fecha de su fiesta, el 30 de noviembre, festejada ya por San Gregorio Nacianceno.

1.500 años ocultando la reencarnación n Josefa Navarro Cada vez más personas reflexionan sobre la posibilidad de haber vivido ya varias veces sobre la tierra. Entre el 30 y 40 por ciento de todos nuestros contemporáneos están convencidos de ello. Este conocimiento ancestral de la humanidad, que se halla por toda la tierra y en muchos círculos culturales, parece volver a despertar también en el occidente cristiano, donde ha sido reprimido desde hace 1.500 años a raíz de un anatema eclesiástico. Para los grandes pensadores y escritores de la historia europea de las ideas -desde Platón a Kant, Goethe, Lessing y otros muchos- la reencarnación era algo natural. Hoy día también el consumidor espiritual normal, para quien su Dios está cerca de la doctrina teológica, se pregunta si puede ser que solo haya esta única vida, en la que tantas cosas le han salido mal; y si realmente puede ser que al final incluso aterrice “eternamente en el infierno”, porque no encontró a tiempo un confesionario. Pero si Dios es el amor, esto no puede ser. Esto no significa que Dios deje que se burlen de Él. El incumplimiento de los mandamientos de Moisés o del sermón de la montaña de Jesús de Nazaret, no queda sin consecuencias y carga nuestra alma. De esta carga podemos liberarnos si cambiamos y purificamos o también mediante expiación. Esto último el ser humano lo experimenta con

frecuencia en forma de necesidades o enfermedad. Los teólogos no dan una explicación y hablan de un “secreto de Dios”. Con ello dan a las personas que sufren, piedras en lugar de pan. El pensamiento de que la injusticia de una vida humana posiblemente desaparezca en una justicia superior de muchas vidas, ni siquiera lo permiten desde que en el concilio de Constantinopla “anatematizaron como doctrina falsa” la reencarnación, al igual que el convencimiento de que a nadie se le puede condenar eternamente. Para más de una persona puede ser importante descubrir que el conocimiento acerca de la reencarnación también estaba difundido en el cristianismo de los orígenes y en los primeros siglos cristianos. Para muchos de los primeros doctores de la Iglesia el renacimiento era parte integrante de su fe. Así está escrito por Clemente de Alejandría hacia el año 200 d.C.: “pues el seguir un nacimiento a otro, quiere llevarnos a la inmortalidad en un avance paulatino”. San Jerónimo (355-425), el traductor y compilador de la Biblia actual, escribió: “la enseñanza del retorno fue anunciada al menos desde los primeros tiempos como una fe que ha sido transmitida pero que no se anunció públicamente”. También San Agustín intuyó la verdad de la reencarnación cuando en sus confesiones pide: “Dime Dios si no he pasado ya por alguna vida, a la cual siguió el inicio de mi niñez”.


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