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La artillería del pensamiento

Carmen Pérez siempre tuvo confianza en las promesas de Chávez

h.UNCA ME IMAGINÏ QUE IBA A VIVIR EN ESTE SECTOR DE #ARACASv El complejo habitacional Los Jabillos, ubicado en la avenida Libertador, alberga a más de un centenar de familias procedentes de las zonas populares de la capital venezolana T/ Romer Viera F/ Joel Aranguren Caracas

L

a Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) ha sido una efectiva herramienta para zanjar la amplia brecha social dejada por la Cuarta Republica. En Caracas, familias damnificadas provenientes de sectores populares habitan urbanismos situados en el centro de la ciudad o en

avenidas como la Libertador, donde hoy se erige el complejo habitacional Los Jabillos, en cuyas dos torres, con 96 apartamentos cada una, viven familias llenas de historias. Carmen Pérez sufre de parálisis parcial de la parte izquierda de su cuerpo desde su nacimiento. Se encontraba en su casa ubicada en el barrio Brisas de El Paraíso (Cota 905) en compañía de dos de sus tres hijos, su esposo, su mamá y cinco de sus hermanas cuando la lluvia arreció el 2 de diciembre de 2010. Tenía cinco meses de embarazo. “Empezaron a derrumbarse las casas del sector y ese movimiento del cerro hizo que un muro que protegía nuestra vivienda se resquebrajara y comenzara a filtrarse el agua a través de él”, relató.

La casa tenía tres habitaciones, una cocina, sala-comedor y un baño, detalló Pérez. Ella ni su familia querían abandonarla, ya que consideraban que el lugar aún podía soportar muchos aguaceros más. “Pero no tuvimos opción”, expresó. “Debimos dejarla, ya que –como nos explicaron los funcionarios de Protección Civil– de continuar en ese lugar, las paredes podían ceder y poner en peligro nuestras vidas”. Las viviendas fueron declaradas no habitables y las familias trasladadas a diferentes refugios ubicados en Caracas y en el interior del país. “A algunas las llevaron a alojamientos en Parque Central, y otras, como en nuestro caso, tomamos la opción de establecerse en un refugio en Borburata, en el estado Carabobo,

porque pensábamos que sería mejor”, expresó. Pero no fue así. Solo soportaron un mes fuera de Caracas. “Debimos regresar a la capital”, afirmó Pérez. “No logramos acostumbrarnos. Habíamos perdido nuestra casa y, sumado a eso, estábamos en un lugar desconocido”. Subrayó que, gracias a la ayuda que le prestaron los representantes del Seniat –institución en la que labora como asistente aministrativa– fueron mudados a un refugio ubicado en la sede de ese organismo, en la urbanización Los Ruices, en Caracas.

DEL REFUGIO A LA VIVIENDA El refugio se convirtió en su residencia durante dos años y medio, y al igual que para muchos de los que han tenido que vivir situaciones similares,

para Carmen y su familia el proceso de adaptación no fue fácil. Al respecto, relató: “Como en el anterior refugio, nos costó adaptarnos. Pero nos sobrepusimos a la inestabilidad y logramos acostumbrarnos a él”, apuntó. “Es importante destacar la colaboración que recibimos de los encargados del lugar, quienes se mostraron preocupados por que siempre tuviéramos lo necesario. Nos suministraron la comida y la vestimenta. Y en cuanto a las relaciones entre las personas, a pesar de que no nos conocíamos, tampoco hubo conflictos entre los habitantes del espacio”, agregó. Eran 56 familias que ocupaban habitaciones divididas por tabiques. “Tampoco es que era muy grande pero nos pudimos adaptar al lugar”, explicó. “La comida siempre nos la dieron preparada. Y aunque hubo personas que se quejaron porque en alguna ocasión no les gusto lo que nos llevaron, en lo que a mi familia y a mí respecta no nos podemos quejar de la comodidad que nos ofrecieron”, acotó. Cuatro meses después de la tragedia nació su tercer hijo, a quien llamó Abraham y se en-


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