Revista ciudad edi final 15

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y escritora, en su difícil arte del aprendizaje de los símbolos de la comunicación con el mundo y como experiencia cercana con un compañero ciego en el trabajo, el descubrimiento de la habilidad y astucia tan sorprendentes, siempre parecía que tuviera ojos ocultos, pues percibía todo movimiento y reconocía a las personas. Estos y muchos otros ciegos con los que me había encontrado en el trasegar por la vida, siempre me habían inquietado y sorprendido, pero estos tres personajes me turbaban demasiado. La última vez que los vi tuve una tentación impulsiva de caminar unos metros con los ojos cerrados para percibir o entenderlos, pero de inmediato presentí que caería en un abismo, por lo que deseché esta absurda idea; escogí otra opción ya

que sobrepasaban con su realidad mis momentos imaginativos; necesitaba claves, indicios y por ello decidí seguirlos: sus andares eran extremadamente cómicos, pues sus zapatos de suela de caucho negro los movían bailando un ritmo extraño y sus cuerpos cubiertos con camisas coloridas y pantalones de dril oscuro los doblaban en inflexiones hacia los lados, las mochilas volaban con sus pasos, pero los bastones verdaderos sensores los alertaban de cualquier alteración del piso. Se movían al unísono en una sola unidad viviente y lo que sentía uno, parecían sentirlo todos: nunca durante el corto espionaje tropezaron con algo. Además veía que siempre caminaban como por una ruta preconcebida. Iban muy juntos pero sin obstaculizarse entre ellos en su avanzar; reían tanto que todos los que los mirábamos, quedábamos atrapados en una envidia profunda, de vida, por su alegría desbordante. Alcancé a mirarlos subir a un bus del barrio Villa Hermosa, parecían no ser hermanos por su fisonomía tan dispar. Deduje que eran amigos vecinos y que su invidencia los había acercado y posiblemente unido también en sus gustos, claro, era una compinchería permanente.

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Carrera 68A No. 46 A - 77 Teléfono: 260 02 37 52 Ciudad, revista de asuntos urbanos 15 • 2008

¿Por qué bajaban borrachos siempre? ¿Quién los recibía al bajar del bus? Seguramente eran personajes ya conocidos en todos los buses del barrio donde vivían y los conductores y habitantes nocturnos les ayudaban en su movilidad hacia sus casas, o tal vez que fueran tan vecinos, que recíprocamente se guiaran. En sus casas, sus padres les toleraban sus borracheras, como purgando una pena interminable, una culpa de engendramiento. Sus rostros denotaban una alegría juvenil que aumentaba con el elixir, este era seguramente un modo para subvertir un orden aparentemente fijo, habían descubierto como cualquier joven que en la vida de ciegos, también se podían cometer las mismas locuras de los videntes. Lo que hacían era vivir, sentir y juguetear con la vida como cualquier trío de mortales; simplemente habían aprendido unas normas dentro de esa subversión que los atraía y los unía y los hacía felices; a lo mejor los templaría para su devenir, pero creo sentían que sus ojos no eran impedimento. Ellos libres y acompañados, prácticamente sin ataduras y yo aquí solitario, observándolos. Esta misma rutina la llevan realizando año tras año y siempre caminando contentos y riéndose creo... de la vida. RAGOHE, Nov/29/2007


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