Contralinea 508

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OPINIÓN

DAVID MANRIQUE

ARTÍCULO

tros no mandamos brigadas de carros de combate a la frontera con Estados Unidos, replica Vladimir Putin. Hace meses, advertíamos sobre el inminente reinicio de la Guerra Fría. Los síntomas no engañan. Recientemente, el rotativo The Washington Post señalaba que los servicios de inteligencia estadunidenses desvían un 10 por ciento de los fondos destinados a la lucha contra el terrorismo para recabar información sobre Rusia. Sus prioridades: incrementar el número de agentes en Europa oriental, vigilar los sistemas de satélite, neutralizar el espionaje cibernético. De hecho, el tema del espionaje ruso centró la campaña presidencial de Hillary Clinton y Donald Trump. Con argumentos rocambolescos, eso sí, dignos de las películas de espías producidas en Hollywood a mediados del siglo pasado. Una época en la que, recordémoslo,

más del 40 por ciento del personal de los servicios de inteligencia estadunidense se dedicaba a vigilar al mundo soviético. Estiman los analistas estadunidenses que en la actualidad la agencia de información exterior rusa, SVR, heredera de la KGB, cuenta con alrededor de 150 agentes en Estados Unidos. Los espías rusos están presentes en Washington, Nueva York, San Francisco y otras grandes urbes. Por su parte, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) tiene varias decenas de agentes en Rusia y también menos de un centenar en Europa oriental y los países bálticos. Pocos, según los medios de comunicación estadunidenses, para afrontar la arrogancia del oso Putin. Subsiste el interrogante: ¿espionaje o espionitis? Tal vez la respuesta sea: Guerra Fría… algo recalentada.

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