CULTURA, Revista del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

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Opinión

Pasión por el libro y la lectura

Letras chilenas en el extranjero Con sólo unos meses de existencia, el Programa de Internacionalización del Libro del CNLL, confirmó la participación de Chile como País Invitado de Honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012. Es esta la Feria del Libro más importante del mundo iberoamericano y la invitación que el Consejo del Libro y la Lectura aceptó es exigente. En un escenario en el que asisten más de medio millón de personas, casi dos mil profesionales del libro y cerca de doscientos agentes literarios que buscan comprar derechos de autor para el mundo iberoamericano y el anglosajón, el desafío implica protagonizar un desembarco cultural de diversas áreas, vistiendo a la ciudad con la imagen de Chile. Por otra parte, la participación de Chile en las demás Ferias Internacionales del Libro de la región, ha sido coordinada por el Consejo del Libro, en las que se ha procurado tener siempre una agenda cultural asociada a la participación nacional y contribuir a la distribución y comercialización de nuestros autores. Así fue como, mientras en abril, desembarcó en Bogotá una delegación de escritores de literatura infantil, en Lima se gestó un recital poético internacional con la participación de notables escritores, entre ellos Raúl Zurita y con gran asistencia de público. En esta misma línea, este año, el Consejo del Libro –junto a la Cámara Chilena del Libro– organizó el “SCLee, Diálogo narrativo latinoamericano” en el que participaron, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Santiago, quince narradores de distintos países de Latinoamérica y ocho chilenos. Esta exitosa iniciativa, además de repetirse cada año en la Feria de Santiago, busca instalarse en el resto de las Ferias de Latinoamérica, como una manera de estrechar los vínculos literarios y la comercialización de los libros entre los países de la región. La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires ya está organizando el segundo Diálogo, que tendrá lugar en esa ciudad y con una destacada participación chilena, en abril 2012.

LEE CHILE LEE

Por otra parte, el Consejo Nacional del Libro y la Lectura es el encargado de implementar, en coordinación con Mineduc y Dibam, el Plan Nacional de Fomento de la Lectura LEE CHILE LEE. Este programa busca poner en valor a la lectura y los lectores y articular los sectores vinculados al fomento lector, para que amplíen la cobertura de sus servicios y promuevan el acceso igualitario a la información y sus acciones. El Consejo del Libro tiene por tareas ejecutar iniciativas de fomento lector en los espacios de convergencia de la comunidad y en alianza con la sociedad civil; impulsar el desarrollo de investigaciones sobre la lectura y el libro y emprender estrategias de difusión sobre las iniciativas del PNFL. Por lo anterior, desde el diseño del PNFL el año 2010, el Consejo del Libro ha puesto énfasis en realizar programas acordes a dichas líneas estratégicas. En este contexto se destaca el informe sobre el comportamiento lector a nivel nacional, acompañado de un estudio de línea base e instrumentos metodológicos. Estos permitirán conocer las prácticas lectoras de la comunidad, los que serán indispensables para identificar las necesidades y contextos existentes en el ámbito de la lectura. Otra investigación en proceso es la del impacto del Impuesto de Valor Agregado en la industria editorial, cuyos resultados se conocerán a principios del 2012.

Por otra parte, se está realizando un Catastro Nacional de Actividades de Fomento de la Lectura, lo que permitirá registrar y sistematizar cada una de las actividades de fomento lector que se realizan en todo el país, a la vez que posibilitará la promoción de las buenas prácticas para ser replicadas. Ejemplos de ellas son: “La Burroteca Viajera” en la región de Valparaíso, donde la protagonista es Rafaela, una burra que lleva libros a los niños de la comunidad de Nogales, y “La Chigua”, de Coyhaique, un bolso tradicional de arrieros que traslada libros entre los habitantes de Villa Cerro Castillo. La implementación y los avances de actividades pueden encontrarse en el sitio web del PNFL www.leechilee.cl El Consejo del Libro también lleva a cabo un Programa de Adquisiciones para realizar compras de libros a bibliotecas públicas con el fin de potenciar su abastecimiento y fomentar un acceso equitativo en Chile a la lectura y el libro.

UNA DEUDA IMPAGABLE Por Edmundo Paz Soldán

PREMIOS QUE ENTREGA EL CONSEJO DEL LIBRO

El Consejo Nacional del Libro y de la Lectura entrega cada año más de 120 millones de pesos en premios como forma de estímulo y reconocimiento a la creación literaria en el país, entre los que se encuentran: Concurso Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura a las mejores obras literarias de autores nacionales: Reconoce y contribuye a difundir en Chile y en el exterior obras de autores nacionales en las categorías de Obra Publicada y Obra Inédita. Se reparten 80 millones de pesos para los géneros de novela, cuento, poesía, ensayo y dramaturgia. Concurso Premio a la creación literaria joven “Roberto Bolaño”: Promueve la creación de jóvenes y adolescentes en dos categorías: poesía y cuento de 13 a 17 años; y poesía, cuento y novela de 18 a 25 años. Concurso Premio “Escrituras de la Memoria”: Estimula la creación de obras que aporten a la memoria colectiva nacional o rescaten las historias locales con interés histórico. Concurso Premio Amster-Coré: Distingue la excelencia y el cuidado en el diseño editorial y en el libro ilustrado. Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda: Creado en 2004 por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, tiene como objetivo reconocer a destacados exponentes de las letras Iberoamericanas, distinguiendo la trayectoria de autores cuyas obras son consideradas un aporte al diálogo cultural de Iberoamérica. Este año se aumentó la dote a 60 mil dólares, quedando en una posición destacada dentro de los premios de poesía en el mundo iberoamericano. Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas: Siguiendo la línea y el monto otorgado del Premio Iberoamericano de poesía “Pablo Neruda”, desde el 2012 se distinguirá la trayectoria e influencia de escritores que desde la narrativa hayan hecho importantes aportes en el diálogo literario y cultural iberoamericano.

Como todos, mi relación con la literatura chilena comenzó en la adolescencia, leyendo los Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Me llamaba la atención una imagen: “tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. Esas palabras desafiaban mi sentido común a la vez que decían algo que sentía como verdadero. El profesor que nos hizo leer a Neruda nos dijo que Chile era un país de poetas y no dudé de él. Sin embargo, tenía diecinueve años y vivía en Buenos Aires cuando conocí a José Donoso. Venía de visita para la feria del libro y me puse a leer El obsceno pájaro de la noche. Chile también era un país de narradores, me dije. Donoso fue el primer escritor importante que conocí en persona. Lo entrevisté para un periódico boliviano, le di a leer el manuscrito deplorable de mi primer libro de cuentos y él, rodeado de escritores que le venían a rendir pleitesía en el stand de Seix Barral, fue paciente conmigo y me sugirió autores y dio consejos para ser escritor. Para mi vocación literaria, hubo un antes y un después de ese encuentro. En los años del doctorado de literatura en Berkeley descubrí fascinado a María Luisa Bombal (La última niebla estaba en las listas de lectura), Juan Emar, Vicente Huidobro (la poesía no me impactó tanto como Cagliostro, una novela-film poco conocida que enseño cada dos o tres años) y Nicanor Parra (a quien veía como el anti-Neruda). Una compañera hacía su tesis doctoral sobre Gabriela Mistral y me la recomendaba, y yo pensaba que para ser un país tan, tan pequeño, Chile se la había pasado dando al continente grandes escritores. ¿Qué había que hacer para tener un par de premios Nobel? Hasta ahí, creo que fue una relación intermitente. La segunda mitad de los noventa comenzó el torrente. Primero conocí a Alberto Fuguet y Sergio Gómez, antologadores de McOndo, y aprendí que en Chile había escritores jóvenes con un mundo en ebullición. Con Alberto entablé una amistad que permitió que mi literatura se abriera más al ruido de la cultura contemporánea; Por favor, rebobinar es una novela clave para definir los noventa santiaguinos. Y de ahí, a través de recomendaciones, pasé a Carlos Franz, y luego conocí en persona a dos escritoras de novelas impactantes: Andrea Jeftanovic (Escena de caza) y Lina Meruane (Fruta podrida).

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De Roberto Bolaño me habló primero uno de mis estudiantes chilenos. Me recomendó Los detectives salvajes, novela que me venció en el primer intento. Pero luego seguí, y terminé coeditando un libro sobre su obra y enseñándolo cada semestre en Cornell. Yo, que vivo en los Estados Unidos, he asistido a su canonización violenta en este país. Son pocos los escritores jóvenes que no lo mencionan entre sus influencias centrales. La obra de Bolaño, capaz de entremezclar en un mismo párrafo lo sublime con el horror, se ha convertido en la puerta de entrada a la literatura latinoamericana. Ah, mis estudiantes chilenos. Gracias a otro de ellos descubrí a Lihn y a Martínez y a Eltit (El padre mío, particularmente) y Lemebel. Y luego, por mi cuenta, gracias a viajes y al boca a boca, a Alejandro Zambra (La vida privada de los árboles), a Álvaro Bisama (Música marciana), a Mike Wilson (Zombie). En mi mesa de noche, ahora mismo, se encuentra la última novela de Arturo Fontaine, La vida doble. Puedo seguir. Sí, es lo más fácil. Escribo este texto y descubro que estoy rodeado de escritores chilenos, que le debo mucho a la literatura chilena, que le debemos muchísimo a la literatura chilena. Una deuda impagable: por una vez, este lugar común funciona de verdad. Edmundo Paz Soldán nació en 1967 en Cochabamba, Bolivia. En 1997 se doctoró en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de California, Berkeley, y desde ese mismo año es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. Es autor de ocho novelas, entre ellas Río fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), El delirio de Turing (2003) y Palacio Quemado (2006); y de los libros de cuentos Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1998). Ha coeditado los libros Se habla español (2000) y Bolaño salvaje (2008).

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