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Mensaje de la Representante

Aida Oliver

Representante UNICEF Colombia

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El 2020 marcó un antes y después en nuestras vidas y las de millones de niños, niñas y adolescentes en el mundo y en Colombia. Aunque inicialmente se pensó que la llegada del COVID-19 en el primer trimestre de este año tendría repercusiones principalmente sobre la salud de la población, al poco tiempo sus efectos trascendieron a los ámbitos económico y social, ocasionando una crisis global sin precedentes.

Desde el principio, la evidencia indicó que el COVID-19 tenía efectos más leves sobre la salud física de los niños y las niñas. Sin embargo, las medidas que se tomaron para prevenir el contagio tuvieron consecuencias perjudiciales sobre ellas y ellos. El cierre de jardines infantiles, centros de desarrollo infantil y escuelas, las dificultades para acceder a servicios básicos de salud y alimentación, el confinamiento y la mayor exposición al maltrato y la violencia intrafamiliar, así como la pérdida de ingresos, el desempleo y la enfermedad de sus padres, madres y cuidadores, los perjudicaron en gran medida. Además, durante el año continuaron presentándose desastres naturales y emergencias ligadas a acciones de grupos armados ilegales y al alto flujo migratorio, generando una afectación múltiple a las familias en varias comunidades del país. Si bien todos los niños, niñas y adolescentes del país se vieron afectados por la pandemia durante 2020, no todos sufrieron por igual. La pandemia puso de relieve las profundas desigualdades, que afectan a los más pobres, a las poblaciones rurales, a las minorías étnicas y a las personas vulnerables debido a la discriminación, la exclusión social, la fragilidad, el conflicto y la migración. La pandemia echó para atrás logros en la lucha contra la pobreza y también acentuó la brecha entre las personas que tienen acceso a servicios esenciales y aquellas que carecen de ellos.

En las etapas tempranas de la pandemia, UNICEF revisó sus prioridades programáticas e identificó estrategias que le permitieran responder de forma efectiva, relevante y oportuna al nuevo contexto y los retos emergentes. Su presencia en los territorios priorizados y su amplia red de socios implementadores locales le permitieron identificar la situación de la infancia particularmente en estas zonas y responder a sus necesidades más apremiantes. Por ejemplo, en materia de educación, según las cifras oficiales, los cierres de institucionales educativas afectaron a más de 8 millones de niños y niñas de escuelas públicas en todo el país, incluidos casi un millón pertenecientes a comunidades indígenas y afrocolombianas. En esta coyuntura, UNICEF encontró nuevas formas de abordar la exclusión y apoyar los procesos educativos, dando prioridad a la adaptación de varios modelos flexibles y herramientas pedagógicas para garantizar la continuidad del aprendizaje, incluso entre los niños y niñas migrantes y de las comunidades de acogida. UNICEF también contribuyó a la elaboración de directrices pedagógicas para el eventual regreso a las escuelas, apoyando a las secretarías de educación y las escuelas en la preparación de modelos mixtos, planificando el regreso a clases seguro, priorizando las metas de aprendizaje, atendiendo las necesidades psicosociales y fortaleciendo la autonomía de los y las estudiantes.

También en la promoción del derecho a un ambiente sano, UNICEF y sus socios y aliados respondieron rápidamente proporcionando artículos de primera necesidad y estableciendo puntos de agua, saneamiento e higiene en espacios críticos en los municipios priorizados, así como en las principales ciudades fronterizas, como apoyo a las intervenciones dirigidas a la población migrante.

La protección infantil fue de igual forma una gran preocupación, a la luz de los mayores riesgos que enfrentaron los niños, niñas y adolescentes en el contexto del COVID-19. UNICEF trabajó con sus socios en la prevención de la violencia de género y en el desarrollo y la expansión de modelos de cuidado alternativo para niños, niñas y adolescentes migrantes. En medio de estas preocupaciones, el gobierno lanzó una iniciativa de múltiples partes interesadas, Súmate por Mí, con la OIM y UNICEF, llegando a 197 municipios para fomentar entornos locales de protección para los niños. Así mismo, se adaptó el trabajo enfocado en la prevención del reclutamiento y el uso de niños, niñas y adolescentes y la prevención de accidentes por minas antipersonal.

Las intervenciones humanitarias relacionadas con el flujo migratorio mixto desde Venezuela se rediseñaron, considerando tanto las medidas de bioseguridad como las vulnerabilidades exacerbadas en la población migrante y las comunidades de acogida como resultado de la recesión económica. A pesar de las limitaciones relacionadas con la pandemia para el registro de nacimientos oportuno, UNICEF continuó trabajando con otras agencias hermanas en la prevención de la apatridia entre las niñas y niños nacidos en Colombia de madres y padres migrantes venezolanos.

La comunicación para el desarrollo tuvo un papel importante dando apoyo a nuestras intervenciones programáticas y humanitarias en el país durante 2020. UNICEF desarrolló una estrategia de comunicación, que fue traducida a cinco lenguas indígenas, que busca garantizar que las comunidades tengan acceso a información relevante y significativa para reducir los rumores y promover comportamientos seguros frente al COVID-19 y otros temas como la violencia, la salud mental y el aprendizaje a distancia. El énfasis en la diversidad aseguró el alcance de personas sin alfabetización digital o acceso a Internet o electricidad, y permitió a las familias identificar riesgos, síntomas y tomar decisiones informadas sobre los temas mencionados.

UNICEF alcanzó logros importantes durante 2020 y cerró el año con muchas lecciones aprendidas y ambiciosos planes para los días que vienen. Como todos los años, las alianzas y las contribuciones fueron esenciales para nuestra labor. Los avances que UNICEF consiguió en 2020 no habrían sido posibles sin la dedicación de los aliados y socios implementadores, que actúan de conformidad con los valores institucionales de respeto e integridad. Tampoco habrían sido posibles sin el sector privado y los donantes que respaldaron nuestros esfuerzos por responder a la difícil coyuntura del 2020. No obstante, queda mucho trabajo por hacer. La desigualdad y la exclusión siguen estando profundamente arraigadas y, como resultado, muchos niños, niñas y adolescentes continúan rezagados y sin la posibilidad de desarrollar su pleno potencial.

Los años que vienen serán una oportunidad singular para reconstruir lo que se perdió a causa de la pandemia y asegurar que los derechos de la niñez ocupen un papel central de este proceso. UNICEF no puede lograrlo sin ayuda. El cambio a largo plazo y de gran escala que necesitan los niños, niñas y adolescentes solo será posible si se toman medidas concertadas y se establecen alianzas duraderas.

Para UNICEF será un privilegio acompañar al gobierno nacional y a todos los demás actores que trabajan por la infancia en esta etapa de renacimiento. Juntos, aprovecharemos este momento de la historia para reimaginar un mundo mejor para la niñez.