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CONCIENCIA PÚBLICA

[Semana del 12 al 18 de Septiembre] Guadalajara | SEMANARIO

OPINIÓN Por | Ricardo Trotti

Mensajes y Sociedad

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Mordazas legales y corrupción

a libertad de prensa es tan relevante a la democracia como el equilibrio de poderes. Y la tarea fiscalizadora que ejercen los medios de comunicación, obliga a los gobiernos a rendir cuentas y ser transparentes. Cuando éstos prefieren gobernar a oscuras, suelen justificar leyes para regular a la prensa crítica e independiente, con el propósito de disciplinarla y amordazarla. Esta tendencia está en alza en América Latina, sobre todo en aquellos países donde existen mayores reclamos populares para acabar con la corrupción. Brasil es el último eslabón de esa cadena. Mientras en las ciudades más importantes del país decenas de miles de jóvenes protestaban contra las irregularidades en la administración pública, el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) ordenó el domingo anterior crear un marco regulador para “democratizar” a los medios, y así acabar con el periodismo partidario, sensacionalista, difamador, y con la concentración de medios en pocas manos. No es casual que esta campaña reguladora ocurra en el contexto de graves denuncias de corrupción y después de que la presidenta Dilma Rousseff, apoyada por los medios, estremeciera las estructuras del poder, limpiando de alimañas tres ministerios nacionales socavados por las irregularidades. Puede ser que algunos medios y periodistas cometen abusos, pero el orden jurídico brasileño ya tiene

Por | Óscar Constantino Gutiérrez

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normas para procesar sus delitos por lo que crear leyes especiales contra los medios resulta redundante, huele a represalias o a limitaciones a la libertad de prensa. Así lo concibió el Superior Tribunal de Justicia, cuando en 2009 eliminó por inconstitucional la Ley de Prensa de 1967, porque discriminaba a los medios y sobreprotegía a las autoridades. Como en Brasil, la excusa de “mantener el orden público” o censurar las denuncias de la prensa, motivaron también al presidente venezolano Hugo Chávez a crear en 2004 la Ley de Responsabilidad Social. Esta norma, que licencia al Gobierno a suspender a los medios sin orden judicial cuando considera que se atenta contra la seguridad o el orden público, sirvió para cerrar periódicos, a la televisora RCTV, maniatar a Globovisión y, hace semanas, para suspender la publicación del semanario Sexto Poder, y procesar a dos de sus ejecutivos. Tapar la corrupción también es prioridad del gobierno ecuatoriano de Rafael Correa. Después de las denuncias sobre los contratos fraudulentos entre el Gobierno y su hermano Fabricio, Correa reflotó el proyecto de Ley de Comunicación que ahora impulsa el oficialismo en el Congreso. La nueva norma no sólo busca “democratizar” a los medios a través de un nuevo orden con preeminencia de medios estatales, sino, en forma insólita, reglamenta a la prensa escrita. Para tal efecto, crea un órgano contralor de contenidos, con presencia mayoritaria de miembros del Poder Ejecutivo, el que podrá disciplinar a quienes no

se ajusten a criterios informativos gubernamentales. La intención es clara: censurar y controlar. En Argentina sucedió algo similar con la aprobación de la Ley de Servicios Audiovisuales. La excusa del Gobierno fue acabar con normas de la época de la dictadura y con la concentración de medios. Pero en un país con una notable variedad y pluralidad de medios, el impulso de esa legislación tuvo visos de represalia, dándose luego de denuncias periodísticas sobre enriquecimiento ilícito de la pareja presidencial, valijas repletas de dinero que esquivaron aduanas para acompañar procesos electorales y tras el apoyo editorial de los medios al sector agropecuario en un conflicto con el Gobierno. En todos los casos, como ahora el de Brasil, es preocupante que las leyes de prensa surjan del sector oficialista, dando prioridad a los medios estatales disfrazados de públicos, poco eficientes a la hora de denunciar la corrupción de sus jefes y muy eficaces para amordazar a la oposición. De ahí lo importante del cuidado que han tenido los peruanos, al comprometer en campaña al presidente Ollanta Humala, para que desista de cualquier intento por regular a la prensa en su mandato. En este contexto, si Dilma Rousseff permite que se imponga la postura del PT sobre la prensa, desperdiciará la gran oportunidad de continuar su cruzada anticorrupción. La prensa libre y desregulada es su mejor aliada para seguir limpiando y mejorar la democracia. trottiart@gmail.com

En la mira

¿Ciudades sin autos?

los tapatíos nos seduce cualquier cosa que venga del extranjero. Sin duda un reloj suizo, un auto alemán, un perfume francés o un traje italiano son productos de gran calidad. No puede decirse lo mismo de todas las mercancías chinas o de las políticas públicas de otras naciones. Una cosa es comprar café colombiano y otra importar las políticas de movilidad de ese país. Lo mismo puede decirse respecto a lo que funciona en Nueva York, Portland o Estocolmo, pero que no necesariamente opera en México –y ahí está la figura del ombudsman, que tan mal se implementó en nuestro país, para confirmar este hecho–. A pesar de que pareciera obvio que copiar lo de otros países no funciona la mayoría de las veces, como sociedad nos mueve bastante que un expositor extranjero nos venga a dar recetas para casi cualquier cosa –y lo digo sin chauvinismos, con una taza de té Earl Grey y una rebanada de pan negro alemán mientras escribo–. A veces, como comunidad, nos ciega el malinchismo y asumimos, desde esa óptica tan mexicana de las soluciones facilonas a los problemas difíciles, que bastarán dos pases mágicos, dos rayas de pintura, una dosis de buena onda y los problemas urbanos desparecerán. Ese es el sabor que me dejan las propuestas y afirmaciones vertidas en el X Congreso Internacional Hacia Ciudades Libres de Autos, marcadas por una obsesión a suprimir el auto por decreto o por milagro –aunque en su lugar se use la pretenciosa expresión “voluntad política”–.

Si queremos una ciudad sin autos reque- SALVO QUE ALGUIEN rimos que sea una ciuSEA POTENTADO dad con metros o con PARA CIRCULAR trenes ligeros, ya que la bicicleta es un medio TODOS LOS DÍAS EN insuficiente en ciudaTAXI LA REALIDAD des extendidas como Guadalajara –díganle a ES QUE EL TAPATÍO alguien que vive en ToPROMEDIO nalá que se vaya a su trabajo en Zapopan en biNECESITA DEL cicleta y les recordarán TRANSPORTE a toda su familia– y el Macrobús es malo, lento PÚBLICO MASIVO. y contaminante. Los camiones son peores, así que no vale la pena detenerse en sus múltiples defectos. Salvo que alguien sea potentado para circular todos los días en taxi –los de la ZMG son de los más caros del mundo– la realidad es que el tapatío promedio necesita del transporte público masivo. Las bicicletas son fantásticas –si todo el mundo las usara una hora al día, no habría obesos– pero no son una alternativa para el transporte masivo en una ciudad como Guadalajara. Además, detrás del discurso de la ciudad sin autos hay una trampa: en lugar de hacer más vías de circulación, el Gobierno transfiere el costo de las insuficiencias del transporte público a los ingenuos ciudadanos. Veamos algunos ejemplos:

El que vive en un extremo de la ciudad y labora al otro lado de la urbe. Si me transporto en bicicleta, ¿me busco un trabajo cerca de mi casa o me salgo de mi hogar cuatro horas antes para llegar a tiempo? ¿El Gobierno ordenará que haya regaderas y vestidores en cada centro de trabajo o todos llegaremos a laborar con olor a chivo mojado? El que tiene tres trabajos para (sobre)vivir. La súper ideota de que no se circule a más de 30 kilómetros por hora, ¿le sirve al pobre diablo que tiene menos de una hora para desplazarse entre chambas? ¿O él sí tiene suficientes méritos para que le autoricemos moverse en auto? El que va y hace las compras (alias “el mandado” en lengua tapatía). ¿Lo enviamos con bicicleta con macrocanasta o tendrá que comprar en pequeñas porciones (y caras) en la tienda de conveniencia de la esquina? En suma, ¿quién paga una ciudad sin autos? Usted, querido contribuyente, que ha pagado impuestos a la tenencia por 42 años y no los ve reflejado en más vialidades y mejor transporte público, que paga predial y el municipio no le otorga banquetas sin brincos ni auténticas zonas verdes, que le desangran con el ISR, IVA, IETU e IDE pero que no tiene derecho a Metro: Felipe Calderón sólo concede líneas de ese medio de transporte a la Ciudad de México, porque Usted sólo merece Macrobús. El legendario Tío Carmelo decía “no coma tierra”, para anunciar una marca de pasteles. Parafraseándolo, habrá que recomendar a los que somos tapatíos que no comamos cuento… como el de que se puede tener una ciudad sin autos. oscarconstantino@gmail.com


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