Voz de Mujer del Bicentenario 2010

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De esta manera, lo que se intenta señalar es que la corresponsabilidad social es una dimensión fundamental para promover la conciliación trabajo-familia y atender las necesidades de cuidado, pero también para promover la igualdad y combatir la pobreza desde el mundo del trabajo. Constituye además un requisito para avanzar hacia la equidad. Implementar la corresponsabilidad social implica crear un nuevo modelo político y social que tenga como base un pacto entre los géneros. Ello implica hablar de las condiciones sociales que hacen surgir la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres, pero también mostrar cuánto la sociedad se ha beneficiado con el aporte del cuidado femenino. Ahora bien, no parece evidente que la corresponsabilidad entre los géneros pueda darse sin más. Es decir, ¿por qué los hombres, las empresas o las organizaciones sociales devendrán en corresponsables del cuidado, cuando estas tareas no son valoradas por la sociedad ni otorgan prestigio? En este sentido, las políticas de género han promovido y propiciado el objetivo de acercar a las mujeres a la esfera pública, de lograr la autonomía económica y el empoderamiento femenino. Pero, sin duda, esas políticas son el reflejo también de la misma jerarquía de valores y prestigios sociales que se pretende socavar para lograr una mayor igualdad entre los géneros. Nos encontramos, pues, ante una contradicción que hace falta afrontar para encarar mejor el reto de la igualdad (Carrasquer P. 2007).

Para ello va a ser necesario un profundo cambio social y cultural, en el que ambos géneros deberán replantearse sus presupuestos y relaciones de partida, es decir, remover las representaciones sociales y el sustrato simbólico que conforma las actuales relaciones de género.

IV. UN NUEVO MODELO SOCIAL PARA LA EQUIDAD Y EL BIENESTAR A lo largo de la historia, ha sido necesario darle legitimidad política al discurso sobre la desigualdad entre los géneros para que se tomen medidas para corregirlas. Pero esa discusión se planteó como un tema del ámbito público y se consideró que las actividades domésticas y de cuidado realizadas en el ámbito privado constituían un problema para la inserción laboral de las mujeres. En ese marco, en la búsqueda de la corrección de la ausencia de las mujeres en el ámbito público, se produjeron algunas paradojas. En primer lugar, las mujeres se insertaron a un ámbito laboral pensado para trabajadores (masculinos) sin responsabilidades familiares. En segundo término, considerar al ámbito privado como la causa de desigualdad genérica en el mundo público significó reforzar su desvalorización, y no se hizo suficiente hincapié en lo que el trabajo de cuidado aportaba a la vida familiar, al mercado, el Estado y la sociedad (Astelarra J. 2007). En suma, no se modificó la organización socioeconómica y cultural tradicional, donde el ámbito público es fuente de prestigio, está pensado para trabajadores sin responsabilidades familiares, y, por ende, se concibe disociado del ámbito privado devaluado. La experiencia del camino recorrido hasta aquí, contribuyó a demostrar que la tensión por conciliar el ámbito laboral y el familiar no es sólo de las mujeres, sino que se trata de un problema social estructural que debe ser modificado y


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