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La mujer según el Papa Francisco

La mujer constituye un punto importante en la agenda de Francisco. Ella es la encargada de llevar adelante la maternalidad de la iglesia. El Papa dirá que “la inclusión de la mujer no es una moda feminista, es un acto de justicia”, que culturalmente estaba dejada de lado y que es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia, particularmente en los lugares donde se toman las decisiones importantes es necesario el genio femenino.

Las mujeres tienen una estructura diferente del varón y las mujeres están formulando cuestiones profundas que debemos afrontar. La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña La mujer es imprescindible para la Iglesia.

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“El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales” (EG,103).

Ningún Papa antes las ha visibilizado tanto, y ninguno lo ha hecho en tantos y tan distintos espacios y foros públicos, muy particularmente en las áreas de gobierno y gestión que dependen del él (el empleo femenino en la Santa Sede; la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad de la curia y el Estado Vaticano; la aportación femenina a la investigación y la docencia de la teología, pero lo más difícil es el cambio de mentalidad, que es más que poner mujeres en cargos estratégicos.

El Papa confirma la complementariedad entre hombres y mujeres y la misma dignidad, apuntando que las reivindicaciones de los legítimos derechos que se derivan de ello, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente.

A Francisco le duele lo que a la gente le duele, y habla de lo que habla la gente. Es un Papa que acentúa de manera especial cómo los rostros de la exclusión son, sobre todo, femeninos y, además, indígenas, afroamericanos, inmigrantes, etc. Las mujeres son fuente de vida sin embargo son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas. El Papa ha visibilizado mucho más las graves injusticias que las mujeres experimentan por el hecho de serlo. En sus viajes pastorales a denunciado el feminicidio y la violencia contra las mujeres (Perú); la esclavitud femenina e infantil (Tailandia); la tragedia humana de los migrantes y, particularmente, de las mujeres solas (Ciudad Juárez, México).

Una Iglesia viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad. Puede recordar la historia y reconocer una larga trama de autoritarismo por parte de los varones, de sometimiento, de diversas formas de esclavitud, de abuso y de violencia machista. Con esta mirada será capaz de hacer suyos estos reclamos de derechos, y dará su aporte con convicción para una mayor reciprocidad entre varones y mujeres.

Virginia R. Azcuy, Dra. en Teología

La elección de Francisco me tomó totalmente de sorpresa y quizás por eso me causó un fuerte impacto. Recuerdo que, por varios días, me despertaba pensando en la noticia sin poder salir de mi asombro. También recuerdo que, en ese tiempo, tuve un sueño con Lucio Gera, en el cual lo vi muy contento con esta novedad. De mis encuentros anteriores con Francisco, siendo él Arzobispo de Buenos Aires, quiero destacar su sencillez, su don de consejo y su capacidad de respuesta casi inmediata. Como teóloga católica, siempre me sentí muy valorada y acompañada por él como pastor, en especial cuando realizamos el Primer Congreso de Teólogas en la sede de las Facultades de San Miguel en 2008. Por cierto, me alienta definitivamente que en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, Francisco exprese la necesidad de “ampliar espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia” (EG 103). En sus 10 años de pontificado, este sucesor de Pedro ha mostrado firmeza en conducir a la Iglesia con la alegría del Evangelio, en medio de la crisis por abuso y encubrimiento que afectan al cuerpo eclesial. También ha sido contundente en su afirmación de una “Iglesia pobre para los pobres” (EG 198) y la urgencia de una ecología integral, que asuma los retos de una crisis medioambiental. Los procesos sinodales que está impulsando, año tras año, para superar las tentaciones de elitismo, clericalismo y autorreferencialidad en la Iglesia son un signo de esperanza para hoy y el futuro próximo.

Emilce Cuda

Designada por el Papa

Francisco al frente de la Comisión Pontificia para América Latina

Cuando a Francisco lo nombran Papa recuerdo que estaba en mi habitación, sentada a los pies de la cama junto a mis dos hijos. El primero que reaccionó fue mi hijo Tomás; yo no entendí el nombre. Inmediatamente mi marido, que estaba de viaje de negocios en Cartagena, Colombia, salió de su reunión y nos llamó por teléfono para decirnos que la vida de todos los argentinos había cambiado desde ese momento.

El encuentro con Francisco que quedará para toda mi vida grabado en mi corazón fue cuando me llamó por teléfono por primera vez, y me dijo: ¡no tengas miedo! Yo estaba parada en la calle, temblando, y el mundo se suspendió para mí en ese momento. Desde entonces soy su leal e incansable colaboradora.

El impacto de pontífice latinoamericano es como el de una ola de mar, que comienza con una leve inclinación en el corazón del océano y llega a la orilla como enorme fuerza imparable, adornada de espuma, bañando la multitud incontable de granitos de arena que la esperan bajo el sol. Eso comenzó cuando Francisco movió una pieza del tablero, la sinodalidad. Con esa jugada puso en marcha, de manera irreversible, el Concilio Vaticano II que más que un documento conciliar es el Espíritu entre nosotros. Con esa movida rompió el silencio, que no es salud. Dio palabra al Pueblo de Dios, para que de sus ricas diferencias brote la unidad como la espuma del mar. Ya lo veremos, el tiempo es superior al espacio. Hay que ser pacientes.

Ana María Careaga - Ex detenida -desaparecida, referente de Derechos Humanos. Hija de Esther Balestrino de Careaga, fundadora del movimiento de Madres de Plaza de Mayo, secuestrada, víctima de los vuelos de la muerte.

El encuentro con el Papa Francisco fue en ocasión de su visita a Paraguay, tierra donde se crió y desarrolló profesionalmente su amiga, Esther Balestrino de Careaga. En esa oportunidad, el Papa recordó que ella le había contado acerca de mi cautiverio y los flagelos a los que me habían sometido mientras estuve secuestrada cuando tenía 16 años y estaba embarazada de menos de tres meses. Fue impactante tener ese relato que de alguna manera nos acercaba el afecto de mi madre con quien había podido compartir muy poco una vez que, ya en libertad, nos fuimos al exilio. De esos tiempos tan intensos y urgentes quedó siempre resonando en mí lo mucho que no tuve oportu- nidad de contarle. La relación laboral que habían tenido tempranamente en el laboratorio de análisis químicos en donde ella había sido su jefa, y la admiración que el propio Francisco ha expresado públicamente tenerle, forjó luego un vínculo solidario que la llevó a recurrir a él en los oscuros años de la Dictadura y las anécdotas familiares que rememoró daban cuenta del lazo cercano que los unía.

El Papado de Francisco es fundante desde el punto vista sociopolítico, en tanto reactualizó los postulados más humanitarios de la doctrina católica. En su diálogo con los pueblos del mundo pi- dió perdón por la matanza de las comunidades originarias y criticó duramente las injusticias del neoliberalismo, denunciando en diversas oportunidades los padecimientos y riesgos de vida de los migrantes, la segregación, el flagelo del hambre y poniendo de relieve las consecuencias de las profundas inequidades que excluyen y dejan en estado de desamparo a miles de seres humanos.

Hoy, la impronta de ambos se aúna en la enorme tarea solidaria que llevan adelante sus pares en la Casa de la Mujer Esther de Careaga. Todavía resuenan en mí las palabras que pronunció Francisco recordando a su compañera y amiga: “Fue la mujer que me enseñó a pensar”, dijo en aquella reunión en Asunción, evocando sus conversaciones de entonces sobre la realidad geopolítica mundial. Una reivindicación para nada menor, que pone de manifiesto el espíritu necesario a la hora de aunar pensamiento y acción en la pluralidad de miradas, hacia la construcción de un mundo más justo.