11 minute read

escuchar a Dios Mirar al Papa,

El 13 de marzo de 2013, en una fría tarde de Roma, asomaba al balcón de la Basílica de San Pedro el primer Papa americano de la historia de la Iglesia. Americano, jesuita y argentino. Llegados al día de hoy nos surge el deseo de una mirada retrospectiva para reflexionar sobre lo vivido en los últimos diez años y acaso empezar a pensar hacia dónde nos convoca el impulso de la “alegría evangelizadora” que Francisco nos propone.

Ya en el primer párrafo de su primer gran documento, la Exhortación Evangelii Gaudium, dice el Papa: “quiero invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años…” (EG 1)

Advertisement

La ocasión de celebrar los diez años de Bergoglio Papa nos brinda una buena oportunidad para reflexionar sobre este pontificado a la luz de aquel deseo que el Papa nos marcó entonces como camino para toda la Iglesia.

Este análisis podría ser el tema de un libro o de un texto mucho más largo, pero en este breve espacio queremos proponer tres puntos para pensar y desarrollar después sobre estos diez años de Papado.

Nueva Evangelización

Hace alrededor de cuarenta años el Papa San Juan Pablo II in- vitaba a toda la Iglesia a lanzarse a un período de Nueva Evangelización y decía el Papa “nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión”. Este llamado del Papa Juan Pablo se ha realizado de manera palpable en el pontificado de Francisco. Evangelizar es impregnar todas las realidades con los valores y enseñanzas del Evangelio de Jesús, el Hijo de Dios. Con nuevas expresiones, con nuevos métodos y con renovado fervor, somos testigos del paso evangelizador del Espíritu Santo en la Iglesia. Francisco es el símbolo de esa Nueva Evangelización hecha persona y pontificado. Y a la vez es el pastor que nos invita a vivir esa Nueva Evangelización en todas las realidades de la Iglesia.

Cada uno en su propio ámbito, son como elementos esenciales y formas auténticas de la única misión evangelizadora de la Iglesia. Ambos se orientan hacia la comunicación

Diálogo y Anuncio

El Papa Francisco se ha mostrado como testigo y maestro de estas dos actitudes que es necesario saber conjugar con sabiduría en la acción pastoral de la Iglesia: el anuncio y el diálogo.

de la verdad salvífica.

Con sus viajes a países de mayoría musulmana, con sus muchos encuentros Interreligiosos, con su palabra sobre temas importantes para el mundo actual como la guerra, los problemas ecológicos y ambientales, y con muchos otros ejemplos vemos a un Papa que anuncia a Jesucristo como el Señor y Salvador pero que a la vez se esfuerza en ser humilde aprendiz en el arte del diálogo sincero y humilde. La Iglesia que anuncia a Jesucristo, debe ser también maestra y aprendiz en el arte de dialogar.

El legado de Francisco. Por último también podemos pensar sobre el legado del Papa Francisco y su impacto en la Iglesia y en el mundo en general. ¿Cómo ha influido en la forma en que la Iglesia se relaciona con los problemas sociales y políticos del mundo actual? ¿Cómo ha influenciado en la imagen que tienen las personas de la Iglesia Católica? ¿Cómo ha impactado en nuestras propias vidas y en nuestra relación con Dios? Intentar responder a estas cuestiones nos brinda la oportunidad de empezar a trazar una línea de pensamiento sobre el legado que Dios quiere dejar a la Iglesia por medio del ejemplo y el magisterio de Francisco.

Habría tanto más para pensar y decir: la reforma de la Curia, su actitud ante el problema de los abusos y de la corrupción en general en la Iglesia, el rechazo que le brinda parte la sociedad argentina, la resistencia que encuentra en los sectores más conservadores de la Iglesia. Todo esto constituye también como un “signo de los tiempos” que nos invita a contemplar el momento actual de la Iglesia y descubrir qué nos enseña el Espíritu Santo, qué quiere Dios de la Iglesia en este mundo y en estos tiempos.

Pienso que para encontrar esa respuesta es necesario contemplar al Papa Francisco y reflexionar sobre él, ya que, en fe, creemos que él es el hombre a quien Dios mismo le encomienda el timón de la Iglesia en estos tiempos tan complejos para el mundo. Este aniversario de Pontificado es una excelente oportunidad para mirar al Papa para discernir y descubrir la voz de Dios para la Iglesia hoy.

Mons. Jorge Torres Carbonell Obispo de Gregorio de Laferrere Diez años, miraba una foto del día en que salió al balcón, y cada tanto me vuelve el impacto de ese momento. Creo que es un impacto que se prolonga en una realidad, aunque para muchos esté escondida o la quieran esconder. Creo que Europa y la Iglesia, sobre todo Europa, un lugar que está totalmente envejecido, reciben la frescura que no terminan de aceptar de la Iglesia latinoamericana. De todos modos no creo que Francisco sea la única preocupación. Estando entre nosotros ya era, con determinadas decisiones, como un profeta, porque miraba mas allá. Nosotros decíamos cuando nos fuimos él fue y vino más de una vez. Y en estos días con este viaje al Congo uno piensa para que fue, y él lo definió clarito, como el Amazonas y el Congo son pulmones para la tierra, e insistentemente busca visibilizar esta realidad que hay que cuidar, sino el mundo, la tierra, está en serios problemas. Obviamente todos lo escuchan, pero luego, como apareció en un medio argentino, publican cosas que distraen con pequeñeces que no aportan nada y se quedan en su discusión chiquita. Eso es otra cosa que aprendemos de Francisco, no perder el sentido de lo grande del camino, no perder el tiempo en discusiones que son ideológicas, de intereses personales y donde la gente queda al borde del camino; como la parábola del Buen Samaritano que cita él y me encanta el lema “cuida de él”. Tenemos que cuidar de aquellos que están muy al borde del camino, pienso en África y en tantos pueblos de Latinoamérica y en otras partes del mundo pero cito lo que conozco. Son la preocupación del Papa sin duda, y como buen profeta creo que a todos nos hace mucho bien. Uno sigue aprendiendo yo me siento muy “hijo de él”, ha sido mi obispo durante veinte años y lo sigo queriendo, respetando y escuchando con mucho gusto.

Padre Quique Bianchi - Diócesis de San Nicolás

El 13 de marzo de 2013 estaba almorzando con mi mamá cuando anunciaron la fumata blanca. Desde ese momento me quedé pegado al televisor y leyendo en Twitter los comentarios de los periodistas que estaban en la plaza San Pedro. Elisabetta Piqué explicaba la compleja fórmula del anuncio en latín y escribía cómo quedaría si el elegido fuera Bergoglio. Luego del Habemus Papam se diría: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Georgium Marium

Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio... ¡Había que estar atento por si decía Georgium Marium! ¡Qué sorpresa cuando lo escuché! ¡Bergoglio, empecé a gritar antes de que termine de hablar el cardenal francés! Mi mamá no entendía nada. Enseguida empezaron los llamados y mensajes con amigos y el sueño de una Iglesia con más olor a Evangelio.

Pude verlo al mes de haber

Mons. Oscar Ojea Presidente de la CEA

Estaba en San Isidro mirando cómo se desarrollaba el cónclave y cuando anunciaron que era Bergoglio no lo podía creer, no me lo hubiera imaginado nunca, había estado hablando con él en la curia de Bs As en febrero y me decía que por ahí iba a ir a confesar a San Cayetano o a San Pantaleón y que iba a vivir probablemente en el Hogar Sacerdotal; así que daba por sentado que renunciaba… fue una alegría inmensa. Esa noche soñé que no era verdad y me angustié, pero cuando me desperté me di cuenta que no, que teníamos un Papa nuestro y que era él. Entonces le escribí contándole el sueño, y él me contestó una carta que guardo en mi corazón, me dijo “me hizo mucho bien tu carta, me hizo reír, a mí también me pareció muy loco cuando subían los votos pero de movida experimenté una paz que no venía de mí, gracias a esa paz sobrevivo, me siento blindado por esa paz. A través de esa carta me di cuenta que el Espíritu Santo realmente lo había tomado y él se había hecho uno con su misión. En Evangelii Gaudium va a decir que la misión no es un agregado a la persona, sido elegido. Me sorprendió su serenidad y su alegría. Me recibió con mucha calidez en su habitación en Santa Marta. Hasta tomamos unos mates. Le llevé una Virgen de Luján de regalo. De esas plásticas que están en las casas de los pobres. Antes de despedirnos me dijo: ¿por favor, me bendecís la Imagen de la Virgen? Fue muy fuerte para mí rezar con él y que me pida que presida la oración. Sentí la sino que uno es una misión en esta tierra. La misión se identifica con la persona, y él se había identificado con su misión. Para mí fue y sigue siendo una alegría imborrable el nombramiento de él como Papa y todo el bien que hace a la Iglesia, todo el bien que derrama, con su energía, con su entusiasmo, con su capacidad de trabajo, con la cantidad de cosas nuevas que está haciendo en torno a la reforma de la Iglesia y el lugar de la Iglesia en el mundo. Lo he visto muchas veces en estos años, porque primero me nombraron presidente de Cáritas y luego de la Conferencia Episcopal por eso viajo a Roma una vez al año, a veces dos. Los encuentros con él los espero mucho, porque siempre me dan mucha paz y recibo mucho fruto espiritual, además de las consultas que le tengo que hacer y él responde con su habitual inteligencia, capacidad de gobierno, memoria, tiene una memoria privilegiada, se acuerda de cosas que dije que ni yo me acuerdo, esa es un poco su personalidad, pero aparte de las cosas que me puede decir acerca del gobierno, de que caminos tomar, yo experimento cuando hablo con el Papa como estar delante de un hombre muy sabio, y como dice fuerza de la humildad de los grandes.

Con el tiempo relacioné ese gesto con el que tuvo en el balcón el primer día inclinándose ante el pueblo y pidiéndole que lo bendiga. Fruto maduro del Concilio, Francisco tiene bien presente que todo “el Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo” (Lumen Gentium 12).

Me gusta pensar que Francisco en uno de sus lemas “El tiempo es superior al espacio” (EG222). Francisco ha iniciado procesos, caminos, y él tiene una enorme paciencia para poder afrontar las dificultades con las que se encuentra, las reacciones que se producen frente a los cambios que él comienza a provocar. Por un lado la paciencia es lo que más me admira en las conversaciones, es como si tuviera piel de morsa para aguantar la cantidad de ataques, de dentro, de afuera, creo en el fondo que se coloca en un lugar que si vienen las balas, las balas rebotan; y además de paciencia admiro su buen humor, tiene un humor privilegiado que le permite tomar distancia de las situaciones, entonces, cuando recibe alguna ofensa o insulto o maltrato, sea de los medios, sea de algunas personas, él sabe con su paciencia y su buen humor poder relativizar un poco esas situaciones. Sobre eso no solo hemos hablado sino que eso realmente me admira.

Me admira también la capacidad de seguir en contacto con la gente, de seguir llamando por teléfono a personas muchas veces muy sencillas que necesitan una palabra que lo conocieron acá; puedo citar el acompañamiento que es un golpe de timón del Espíritu Santo. Lleva al centro de la Iglesia la frescura del Evangelio con color latinoamericano. El Evangelio es el mensaje de salvación que Dios pronuncia sobre nosotros. En estos dos milenios incontable cantidad de pueblos recibieron ese mensaje y lo han vivido según su idiosincrasia. Es tan rico que ninguno puede agotarlo. Según los lugares y los momen- tos históricos se han acentuado distintas perspectivas. En estas latitudes, con tanta pobreza y con una justicia tan largamente esperada, la Iglesia entendió que –como dice Francisco– “el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres” (Evangelii Gaudium 197). Dios salva desde los pobres a todos. Hay una prioridad de los pobres en el corazón de Dios. Esta prioridad tiene que reflejarse en el corazón de la Iglesia. Creo que ese es el núcleo de la originalidad de la lectura que hace América Latina del Evangelio. Por eso me parece que con Francisco, el Espíritu Santo quiere dar un golpe de timón: impulsar a la Iglesia a poner a los pobres en el centro de su vida, con la preferencia que tienen en el corazón de Dios. hizo a una enferma de cáncer a través de las llamadas por teléfono, algo admirable como se hacía el tiempo para hacer esa llamadita.

Me siento muy privilegiado de trabajar estrechamente con él, es un gran regalo.

En estos años puedo mencionar dos grandes impactos, el primero la reforma de la Iglesia que ahora a través del sínodo se va a ir como dando a través de la escucha de todos los bautizados, y hacer un esfuerzo por hacer bien esa escucha que nos lleve a un modo de conducirnos, de tomar decisiones, de encarar la evangelización que sea mucho más participativo. Cuando todo el pueblo toma parte en las decisiones las cosas se toman con más responsabilidad. En la alegría del Evangelio él plantea la evangelización como compartir una alegría y anima a la Iglesia de tener el coraje de cruzar a la otra orilla, lo dice en Aparecida y allí lo repite “son más felices los que dejan sus comodidades y sus seguridades para cruzar a la otra orilla aún corriendo riesgos, aceptando apasionadamente la misión de comunicar vida”. Y esto tam- bién coincide con esa frase “prefiero una Iglesia accidentada o herida por salir a la calle, que una Iglesia enferma y encerrada en sí misma”. Todo eso me parece que ha puesto un ánimo grande en la Iglesia por la evangelización, por la misión, por salir de nosotros mismos, y esto se va a ir completando a través de este proceso sinodal, que va a ser largo y va a ser cada vez más profundo.

Con respecto al hacia afuera ha dado pasos muy grandes en todo lo que se refiere al diálogo, interreligioso y ecuménico, pensemos este hecho histórico que el Congreso Judío Mundial se ha realizado un día en el Vaticano, algo impensado… El documento firmado en Abu Dabi con el gran imán de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, que es el imán más importante del mundo sunita, es un documento entre el Islam y la Iglesia Católica que es extraor- dinario.

He podido comprobar el respeto que le tienen al Papa los musulmanes y los judíos, el avance por el diálogo interreligioso y el lugar de las religiones en el diálogo por la paz que lo trata el Papa en Fratelli Tutti.

Las grandes deudas o desafíos que quedan en el mundo frente al aporte de Francisco son enormes: cómo construir la paz, cómo edificar un diálogo superador de posturas que parecen irreductibles, cómo poder mirar a los últimos y desde los últimos superar la exclusión. El Papa ha colocado a la Iglesia en el lugar de los últimos desde su primer gesto en Lampedusa. La Iglesia está al lado de los que quieren cruzar el mar y no pueden. No podemos juzgar que por haber nacido en un lugar determinado, donde tengo que huir de la guerra y el hambre, por eso mismo no tengo los mismos derechos y la misma dignidad que mis hermanos. Eso es un legado muy importante del Papa. Eso es clarísimo para las generaciones futuras en la Iglesia, no podemos estar en otro lugar más intensamente que en ese lugar.