Qué? Hacer para el Desarrollo

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Aテ前 2 - NUMERO 2 - 2012

Diテ。logos

Dossier

Mundo

Estela de Carlotto

Identidad

Crisis y despuテゥs

Conflicto y democracia

Reindustrializaciテウn y milagro

Empleo y salarios

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S I D baires

S I D baires

Sociedad Internacional para el Desarrollo Capítulo Buenos Aires, Argentina

EDITORIAL Buscar para todos. Busquémonos

Sociedad Internacional para el Desarrollo Capítulo Buenos Aires, Argentina

EDITORIAL Buscar para todos. Busquémonos

...es una publicación del Departamento de Comunicación y Cultura de SIDbaires (Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo). Registro de la Propiedad Intelectual Nº 2458675 según Disposición 1186/11 INPI. Disclaimers legales aparte, no queda para nada prohibida la reproducción de todos, varios o solamente uno de los artículos en cualquier formato o soporte. Circule y haga circular. SIDbaires pide y agradece que se cite la fuente. Los artículos firmados reflejan la opinión de quienes los escribieron (de quién más, ¿no?). Dirección: Marcelo J. García Luis G. López

S

i 20 años siempre fueron nada, una década suspira efímera. Hace 10 años, Argentina se hundía en una Edición y corrección: nadaLeonardo que parecía no tendría fin. O que tendría un final pre-escrito, de esos que arrasaron con la soberanía y el Pataccini destino de los argentinos durante años. El 2001 nos encontraba indefectiblemente dominados, y el futuro no era comunicacion@sidbaires.org.ar más que una lucha por la supervivencia, allí y entonces. En Twitter: @sidbaires En se Facebook: http://www.facebook.com/SIDbaires Lo que había desintegrado en Argentina, a lo largo de décadas, era más que un modelo económico o una

construcción Escribas:política. Era la identidad, ese sustrato a partir del cual se piensa un destino común y se genera una acción conjunta. Rompimos y rompieron nuestra comunidad imaginada. No tener moneda en los años previos a Schinca, Ximena; López, Luis; la Gran Crisis fue apenas el último síntoma de una debacle soberana construida a sangre, fuego y plumas García, Marcelo J.; Quizás por eso aquellos años ’90 persistan en nuestro relato, aunque estemos ya en durante mucho tiempo. Pistonessi, Leonardo; 2012,Aschieri, como “laEnrique; década pasada”. Pesada, pero aún no pisada.

Pataccini, Leonardo; La pregunta porMariano; la identidad atraviesa esté número dos de Qué? Hablamos de su (re)construcción y de sus De Miguel, facetas múltiples, políticas, económicas y sociales. Y para empezar, siempre es mejor el principio. La lucha por Zack, Fernando; Benigni, Mariana; la identidad en Argentina, y el modelo para nuestra generación, empieza por abuelas que buscan identidades en Ludmer, Gustavo; nietos robados. Por eso hablamos con Estela. Abuelas que buscan lo más básico: la historia de un grupo de Coatz, Diego; argentinos que fueron víctimas de nuestra propia historia. Con ellos, buscan el ADN de todos. Y aunque van Grasso, Fernando; ganando, lesDíaz, falta Fernando; mucho, y su tarea deberá ser continuada por otros. Otros que también deberán reconstruir su García Woyechezsen, identidad para dejar Sergio; de ser ajenos en la búsqueda. Poder decir “nos”: decirnos Seguir construyendo el nosotros, Schteingart, Matías; aquí y ahora. Buscar para Todos. Busquémonos. Martínez, Fernando; Lieutier, Ariel.

S

i 20 años siempre fueron nada, una década suspira efímera. Hace 10 años, Argentina se hundía en una nada que parecía no tendría fin. O que tendría un final pre-escrito, de esos que arrasaron con la soberanía y el

destino de los argentinos durante años. El 2001 nos encontraba indefectiblemente dominados, y el futuro no era más que una lucha por la supervivencia, allí y entonces. Lo que se había desintegrado en Argentina, a lo largo de décadas, era más que un modelo económico o una

construcción política. Era la identidad, ese sustrato a partir del cual se piensa un destino común y se genera una acción conjunta. Rompimos y rompieron nuestra comunidad imaginada. No tener moneda en los años previos a la Gran Crisis fue apenas el último síntoma de una debacle soberana construida a sangre, fuego y plumas durante mucho tiempo. Quizás por eso aquellos años ’90 persistan en nuestro relato, aunque estemos ya en 2012, como “la década pasada”. Pesada, pero aún no pisada. La pregunta por la identidad atraviesa esté número dos de Qué? Hablamos de su (re)construcción y de sus facetas múltiples, políticas, económicas y sociales. Y para empezar, siempre es mejor el principio. La lucha por la identidad en Argentina, y el modelo para nuestra generación, empieza por abuelas que buscan identidades en nietos robados. Por eso hablamos con Estela. Abuelas que buscan lo más básico: la historia de un grupo de argentinos que fueron víctimas de nuestra propia historia. Con ellos, buscan el ADN de todos. Y aunque van ganando, les falta mucho, y su tarea deberá ser continuada por otros. Otros que también deberán reconstruir su identidad para dejar de ser ajenos en la búsqueda. Poder decir “nos”: decirnos Seguir construyendo el nosotros, aquí y ahora. Buscar para Todos. Busquémonos.

Diseño: www.arieldesca.com - hola@arieldesca.com

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i 20 años siempre fueron nada, una década suspira efímera. Hace 10 años, Argentina se hundía en una Edición y corrección: nadaLeonardo que parecía no tendría fin. O que tendría un final pre-escrito, de esos que arrasaron con la soberanía y el Pataccini destino de los argentinos durante años. El 2001 nos encontraba indefectiblemente dominados, y el futuro no era comunicacion@sidbaires.org.ar más que una lucha por la supervivencia, allí y entonces. En Twitter: @sidbaires En se Facebook: http://www.facebook.com/SIDbaires Lo que había desintegrado en Argentina, a lo largo de décadas, era más que un modelo económico o una

construcción Escribas:política. Era la identidad, ese sustrato a partir del cual se piensa un destino común y se genera una acción conjunta. Rompimos y rompieron nuestra comunidad imaginada. No tener moneda en los años previos a Schinca, Ximena; López, Luis; la Gran Crisis fue apenas el último síntoma de una debacle soberana construida a sangre, fuego y plumas García, Marcelo J.; Quizás por eso aquellos años ’90 persistan en nuestro relato, aunque estemos ya en durante mucho tiempo. Pistonessi, Leonardo; 2012,Aschieri, como “laEnrique; década pasada”. Pesada, pero aún no pisada.

Pataccini, Leonardo; La pregunta porMariano; la identidad atraviesa esté número dos de Qué? Hablamos de su (re)construcción y de sus De Miguel, facetas múltiples, políticas, económicas y sociales. Y para empezar, siempre es mejor el principio. La lucha por Zack, Fernando; Benigni, Mariana; la identidad en Argentina, y el modelo para nuestra generación, empieza por abuelas que buscan identidades en Ludmer, Gustavo; nietos robados. Por eso hablamos con Estela. Abuelas que buscan lo más básico: la historia de un grupo de Coatz, Diego; argentinos fueron víctimas de nuestra propia historia. Con ellos, buscan el ADN de todos. Y aunque van Garcíaque Díaz, Fernando; ganando, les falta mucho, Woyechezsen, Sergio;y su tarea deberá ser continuada por otros. Otros que también deberán reconstruir su Schteingart, Matías; identidad para dejar de ser ajenos en la búsqueda. Poder decir “nos”: decirnos Seguir construyendo el nosotros, Martínez, Fernando; aquí y ahora. Buscar para Todos. Busquémonos. Lieutier, Ariel.

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i 20 años siempre fueron nada, una década suspira efímera. Hace 10 años, Argentina se hundía en una nada que parecía no tendría fin. O que tendría un final pre-escrito, de esos que arrasaron con la soberanía y el

destino de los argentinos durante años. El 2001 nos encontraba indefectiblemente dominados, y el futuro no era más que una lucha por la supervivencia, allí y entonces. Lo que se había desintegrado en Argentina, a lo largo de décadas, era más que un modelo económico o una

construcción política. Era la identidad, ese sustrato a partir del cual se piensa un destino común y se genera una acción conjunta. Rompimos y rompieron nuestra comunidad imaginada. No tener moneda en los años previos a la Gran Crisis fue apenas el último síntoma de una debacle soberana construida a sangre, fuego y plumas durante mucho tiempo. Quizás por eso aquellos años ’90 persistan en nuestro relato, aunque estemos ya en 2012, como “la década pasada”. Pesada, pero aún no pisada. La pregunta por la identidad atraviesa esté número dos de Qué? Hablamos de su (re)construcción y de sus facetas múltiples, políticas, económicas y sociales. Y para empezar, siempre es mejor el principio. La lucha por la identidad en Argentina, y el modelo para nuestra generación, empieza por abuelas que buscan identidades en nietos robados. Por eso hablamos con Estela. Abuelas que buscan lo más básico: la historia de un grupo de argentinos que fueron víctimas de nuestra propia historia. Con ellos, buscan el ADN de todos. Y aunque van ganando, les falta mucho, y su tarea deberá ser continuada por otros. Otros que también deberán reconstruir su identidad para dejar de ser ajenos en la búsqueda. Poder decir “nos”: decirnos Seguir construyendo el nosotros, aquí y ahora. Buscar para Todos. Busquémonos.

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SUMARIO

Año 2 Número 2 - Primavera 2012

3 Editorial

Por qué "Identidad", hipótesis para una búsqueda.

5 Dossier: identidad

Cuatro formas de abordar el ADN de la Identidad.

16

El mundo, crisis y después

Una proyectiva económica desde nuestro presente, escenarios geopolíticos futuros.

El conflicto, la democracia y el motor del

19 desarrollo

Perderle el miedo al disenso y al conflicto, hacerlos insumos democráticos del desarrollo.

22

Impuestos, entonces y ahora

Comparar agendas tributarias pasadas, presentes y futuras. Tributar para el desarrollo.

Re-Presentarnos: de aquel verano a esta 25 primavera

Climas de época, temporales ideológicos de antaño. Nuestro pronóstico extendido para lo que vendrá.

26

Reindustrialización: rompecabezas y milagro La racionalidad de un milagro en plena construcción. Reversión y rearmado industrial.

Informalidad laboral: rupturas y

30 continuidades

Lo que cambió y lo que no del trabajo ilegal. Cómo romper con los siga-siga del mercado de trabajo en esta nueva etapa.

33 Trabajo esclavo en Argentina: ver o no ver. El rostro de la clandestinidad laboral en cifras y representaciones mediáticas.

37

Salarios, ¿peligro o motor para el crecimiento?

La cuestión salarial sin cepos analíticos. Las dinámicas de unos de los motores que garantizan el desarrollo.

42 Pa(D)dres [retobar mejor]

Cuestionar lo impuesto en la identidad, eso que se escabulle en charlas y escenas cotidianas. Lo que somos viendo, oyendo y sintiendo.

4

DOSSIER: Identidad

“Estela, el relato y la historia”, ela

an a Est ela de Ximena Schinca y Luis López entrevist mano un rasgo Carlotto para testimoniar de primera . “Encontrar el identitario doloroso de la Argentina García relata camino” es la forma en que Marcelo J. el sendero. En un derrotero para seguir construyendo y Enrique “Cosas de abuela”, Leonardo Pistonesi ludible de una Aschieri fundamentan el compromiso ine confrontando sociedad que necesita construir futuro el cierre, su pasado mirándolo de frente. Para somos? Leonardo Pataccini hace de “¿Quiénes un exhaustivo Derechización e identidad en Europa” o las mapa argumentativo que desentraña cóm desigualdades arrasan identidades.

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SUMARIO

Año 2 Número 2 - Primavera 2012

3 Editorial

Por qué "Identidad", hipótesis para una búsqueda.

5 Dossier: identidad

Cuatro formas de abordar el ADN de la Identidad.

16

El mundo, crisis y después

Una proyectiva económica desde nuestro presente, escenarios geopolíticos futuros.

El conflicto, la democracia y el motor del

19 desarrollo

Perderle el miedo al disenso y al conflicto, hacerlos insumos democráticos del desarrollo.

22

Impuestos, entonces y ahora

Comparar agendas tributarias pasadas, presentes y futuras. Tributar para el desarrollo.

Re-Presentarnos: de aquel verano a esta 25 primavera

Climas de época, temporales ideológicos de antaño. Nuestro pronóstico extendido para lo que vendrá.

26

Reindustrialización: rompecabezas y milagro La racionalidad de un milagro en plena construcción. Reversión y rearmado industrial.

Informalidad laboral: rupturas y

30 continuidades

Lo que cambió y lo que no del trabajo ilegal. Cómo romper con los siga-siga del mercado de trabajo en esta nueva etapa.

33 Trabajo esclavo en Argentina: ver o no ver. El rostro de la clandestinidad laboral en cifras y representaciones mediáticas.

37

Salarios, ¿peligro o motor para el crecimiento?

La cuestión salarial sin cepos analíticos. Las dinámicas de unos de los motores que garantizan el desarrollo.

42 Pa(D)dres [retobar mejor]

Cuestionar lo impuesto en la identidad, eso que se escabulle en charlas y escenas cotidianas. Lo que somos viendo, oyendo y sintiendo.

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DOSSIER: Identidad

“Estela, el relato y la historia”, ela

an a Est ela de Ximena Schinca y Luis López entrevist mano un rasgo Carlotto para testimoniar de primera . “Encontrar el identitario doloroso de la Argentina García relata camino” es la forma en que Marcelo J. el sendero. En un derrotero para seguir construyendo y Enrique “Cosas de abuela”, Leonardo Pistonesi ludible de una Aschieri fundamentan el compromiso ine confrontando sociedad que necesita construir futuro el cierre, su pasado mirándolo de frente. Para somos? Leonardo Pataccini hace de “¿Quiénes un exhaustivo Derechización e identidad en Europa” o las mapa argumentativo que desentraña cóm desigualdades arrasan identidades.

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—Durante la Dictadura, avanzamos sólo con la Justicia de Menores, que también estaba comprometida con la dictadura y ocultaba el destino de nuestros nietos. Nosotras los reclamábamos, ellos los habían entregado y decían que no sabían nada. Cada abuela empezó solita cuando el hijo o la hija no volvió, no llamó o no escribió. Cada una salió en soledad a hacer lo que le parecía que tenía que hacer. Yo fui a hablar con la gente que pensé que podría informarme. Se veía el accionar represivo. La muerte y el secuestro eran constantes, pero no hablábamos de desaparecidos. Los detuvieron, decíamos. Íbamos a las comisarías, a los regimientos, a los hospitales, a los loqueros, a las iglesias, a algún político o militar que pudiera saber.

“Argentina está resignificándose”

La identidad no es un problema hasta que uno se da cuenta de que la perdió. Luego, el recorrido hacia su encuentro puede ser adverso, doloroso, pero también liberador. En diálogo con Qué?, Estela de Carlotto indaga su historia como un aporte –inicial pero parcial– en la larga marcha de un colectivo en busca de una identidad, perdida o despojada. por: Ximena Schinca y Luis López Hay historias que se vuelven relato impensado. Hay vidas que se vuelven parte de la historia. Algunas encarnan la metáfora de un pueblo antes de encontrar –de siquiera buscar- sus palabras más urgentes, su identidad. Una entrevista con Estela Barnes de Carlotto es transitar un poco y todo eso. Buscar historias, encontrar vidas, enfrentar la historia de un pueblo y armar un relato con la frustración inevitable de saber que si las palabras logran expresar algo, será muy poquito. Pero Estela, ya legendaria líder de las Abuelas de la Plaza, no recuerda que alguna vez le hubiera preocupado la palabra identidad. Dice que era –si era alguna cosauna palabra más, como patria, hogar, familia, hijos, nietos. Y que cobró importancia cuando la despojaron de algún sentido. Fue con la ausencia de su algo que el término mostró su costado más cruel.

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—Para mí la palabra identidad nace con un significado muy fuerte a partir de la búsqueda. Se acopla a mi vida cuando, desde Abuelas de Plaza de Mayo, empezamos a buscar a nuestros hijos y nietos. Ahí comienza el deseo de identificación, de encuentro, de darles un rostro a nuestros nietos, una presencia. Por eso, en el logotipo de Abuelas de Plaza de Mayo aparecen tres palabras: Identidad, Familia, Libertad. Para nosotras el significado de la identidad nace al preguntarnos dónde estarán, qué identidad tendrán, cómo se llamarán, cómo los criarán. Después la palabra, la búsqueda, fue encontrando otros sentidos. Estela confiesa que, cuando salió a buscar a su hija Laura –secuestrada por las Fuerzas Armadas en noviembre de 1977 con dos meses y medio de embarazo-, ni ella ni el resto de los familiares hablaban o pensaban en justicia, menos en identidad. No había palabras, sólo interrogantes: dónde, cómo, quién. La historia que siguió a ese 26 de noviembre tal vez sea uno de tantos oxímoron de la Argentina: dolorosa y -sin embargo- afortunadamente conocida después. Denuncias, habeas corpus, investigaciones en soledad, indiferencia, maltratos, amenazas, alguna esperanza, muchas desilusiones. Todavía hoy cuando esta simple abuela –como ella suele definirse- relata los comienzos del recorrido, esos primeros pasos de historia resuenan imposibles, descarnados y esquivos.

Fue el tiempo más riesgoso y más duro. Y la soledad existía. A mí marido le dije, dejá, yo voy, yo salgo. Salía y me acompañaba alguna amiga o familiares, durante el turno que tenía libre en la escuela donde era docente. Una no le comunicaba a nadie lo que estaba viviendo porque como la dictadura pregonaba que eran terroristas, subversivos, pensábamos que la incomprensión del otro iba a ser terrible. Esa soledad fue dura, peligrosa y de aprendizaje. Y luego nos fuimos encontrando. Por consejo, me uní al grupo de abuelas y tías que ya estaba formado en La Plata. Viajaban a Buenos Aires, se encontraban, iban a la Plaza de Mayo. De esas mujeres, jóvenes y hombres, se habían formado distintos grupos. El objetivo de Abuelas de buscar los bebés se constituyó en octubre de 1977. Al retornar la democracia, con la constitución de poderes bien divididos, pudimos empezar el trabajo con la justicia formal. Ya teníamos la clara idea de que había habido un plan sistemático para el robo de bebés, y empezamos a avanzar en la Justicia sin que los jueces lo reconocieran. Tal es así que en el juicio de 1985 a los comandantes, la Justicia no aceptó que se incluyera el plan sistemático de robo de bebés en el juzgamiento. Nos dijeron que no estaba probado que hubiera un plan. Por el número de chicos encontrados, pensaban que podía ser algo casual, esporádico. Cuando el Gobierno de Raúl Alfonsín sancionó las leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987), los organismos de Derechos Humanos sufrieron una inmensa desazón. A las Abuelas las quisieron consolar, dice Estela, argumentando que el robo de bebés no había sido perdonado y que si encontraban a los ladrones y apropiadores de sus nietos, los iban a poder juzgar. En 1989 y 1990, el presidente Carlos Menem sancionó una serie de decretos indultando, entre otros, a los militares que habían sido condenados durante el Juicio a la Juntas. Con las leyes de la impunidad, la democracia argentina retrocedía y negaba aquel terror. Se ha dicho que fue un acto más en el intento de orientar los rumbos de la memoria, de silenciar los vestigios de resistencia histórica. —Nosotras buscábamos a nuestros nietos pero también a nuestros hijos. Nuestros nietitos no nacieron de un repollo, nacieron de un papá y una mamá que también habían sido víctimas de esa dictadura. No obstante, cada vez que encontrábamos un nieto, apoderado por quien

fuere, había que averiguar si había responsabilidad civil porque encontrábamos chicos adoptados por gente de buena fe, que no sabía el origen y no habían cometido delito. Para los apropiadores, hubo justicia con el peso de la Ley. Siempre con condenas no muy severas dada la magnitud del delito. En esos años de leyes impunes, los Juicios por la Verdad fueron la herramienta que años después colaboraría en la reapertura de juicios con condena efectiva. En 1998 el ex Capitán de la Marina Adolfo Scilingo confesaba haber recibido órdenes para no trasladar a personas embarazadas en los vuelos de la muerte y así poder “rescatar a esos chicos” -palabras textuales del militarpara darlos a familias de oficiales o amigos luego de su nacimiento. Sin condenas ni castigos, aquellos juicios aportaron la sanción simbólica y la información necesaria para que la sociedad argentina continuara reconstruyendo su historia reciente y su identidad. El 14 de junio de 2005 la Corte Suprema anuló las leyes de la impunidad, se reabrieron los juicios a torturadores, secuestradores y cómplices, y se condenó, entre otros, a Von Wernich, Etchecolatz, Menéndez, Bussi. Después de casi treinta años, Abuelas de Plaza de Mayo y otros organismos de Derechos Humanos volvían a creer en la justicia. Junto a ellas, también la sociedad argentina. —Nuestro legado tiene vigencia nacional e internacional. Es la demostración de que en cualquier país que pase lo que pasó en la Argentina la mujer sale para defender a su familia, a sus hijos y sus derechos. En centenares de países, las mujeres son quienes luchan; algunas han nacido inspiradas en nuestra lucha. Dejamos el ejemplo de que hay una fuerza desconocida en los pueblos, y que las mujeres tenemos una fuerza que nace de algo tan agraviante como es la desaparición, el secuestro, de un hijo y un nieto. También dejamos nuestro trabajo de docencia sobre el concepto del respeto a la vida; un ejemplo de lo que se puede hacer a pesar del miedo, de las muertes, del terrorismo de Estado. Cuando un pueblo se moviliza, puede ganar la batalla. La hemos ganado al sacar la dictadura e instalar la democracia, y al seguir luchando de la misma forma treinta y cuatro años por lo que queremos que sea una realidad: la Verdad, la Justicia y la Memoria. Tres palabras que son realidades y que incorporamos recientemente al pensamiento argentino que, por una cuestión histórica, vivía dormido en un sentido común que había soportado dictaduras desde el año treinta. Había una educación que nos hacía vivir anestesiados, tolerando esa situación. Salvo sectores como las clases obreras y los estudiantes que eran los más contestatarios, el resto en el que me incluyo, estábamos totalmente sometidos por esa educación formal de la historia oficial. Nadie cuestionaba a Roca, Rivadavia y tantos otros, que es necesario dimensionarlos en la historia razonablemente. No se trata de voltear estatuas; pero si Roca mató indios a conciencia salvajemente, no puede ser un héroe, es un asesino. Otros hablarán del contexto y quién lo mandó, quién obedeció. En ese sentido, para nosotras, no existe una obediencia debida.

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—Durante la Dictadura, avanzamos sólo con la Justicia de Menores, que también estaba comprometida con la dictadura y ocultaba el destino de nuestros nietos. Nosotras los reclamábamos, ellos los habían entregado y decían que no sabían nada. Cada abuela empezó solita cuando el hijo o la hija no volvió, no llamó o no escribió. Cada una salió en soledad a hacer lo que le parecía que tenía que hacer. Yo fui a hablar con la gente que pensé que podría informarme. Se veía el accionar represivo. La muerte y el secuestro eran constantes, pero no hablábamos de desaparecidos. Los detuvieron, decíamos. Íbamos a las comisarías, a los regimientos, a los hospitales, a los loqueros, a las iglesias, a algún político o militar que pudiera saber.

“Argentina está resignificándose”

La identidad no es un problema hasta que uno se da cuenta de que la perdió. Luego, el recorrido hacia su encuentro puede ser adverso, doloroso, pero también liberador. En diálogo con Qué?, Estela de Carlotto indaga su historia como un aporte –inicial pero parcial– en la larga marcha de un colectivo en busca de una identidad, perdida o despojada. por: Ximena Schinca y Luis López Hay historias que se vuelven relato impensado. Hay vidas que se vuelven parte de la historia. Algunas encarnan la metáfora de un pueblo antes de encontrar –de siquiera buscar- sus palabras más urgentes, su identidad. Una entrevista con Estela Barnes de Carlotto es transitar un poco y todo eso. Buscar historias, encontrar vidas, enfrentar la historia de un pueblo y armar un relato con la frustración inevitable de saber que si las palabras logran expresar algo, será muy poquito. Pero Estela, ya legendaria líder de las Abuelas de la Plaza, no recuerda que alguna vez le hubiera preocupado la palabra identidad. Dice que era –si era alguna cosauna palabra más, como patria, hogar, familia, hijos, nietos. Y que cobró importancia cuando la despojaron de algún sentido. Fue con la ausencia de su algo que el término mostró su costado más cruel.

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—Para mí la palabra identidad nace con un significado muy fuerte a partir de la búsqueda. Se acopla a mi vida cuando, desde Abuelas de Plaza de Mayo, empezamos a buscar a nuestros hijos y nietos. Ahí comienza el deseo de identificación, de encuentro, de darles un rostro a nuestros nietos, una presencia. Por eso, en el logotipo de Abuelas de Plaza de Mayo aparecen tres palabras: Identidad, Familia, Libertad. Para nosotras el significado de la identidad nace al preguntarnos dónde estarán, qué identidad tendrán, cómo se llamarán, cómo los criarán. Después la palabra, la búsqueda, fue encontrando otros sentidos. Estela confiesa que, cuando salió a buscar a su hija Laura –secuestrada por las Fuerzas Armadas en noviembre de 1977 con dos meses y medio de embarazo-, ni ella ni el resto de los familiares hablaban o pensaban en justicia, menos en identidad. No había palabras, sólo interrogantes: dónde, cómo, quién. La historia que siguió a ese 26 de noviembre tal vez sea uno de tantos oxímoron de la Argentina: dolorosa y -sin embargo- afortunadamente conocida después. Denuncias, habeas corpus, investigaciones en soledad, indiferencia, maltratos, amenazas, alguna esperanza, muchas desilusiones. Todavía hoy cuando esta simple abuela –como ella suele definirse- relata los comienzos del recorrido, esos primeros pasos de historia resuenan imposibles, descarnados y esquivos.

Fue el tiempo más riesgoso y más duro. Y la soledad existía. A mí marido le dije, dejá, yo voy, yo salgo. Salía y me acompañaba alguna amiga o familiares, durante el turno que tenía libre en la escuela donde era docente. Una no le comunicaba a nadie lo que estaba viviendo porque como la dictadura pregonaba que eran terroristas, subversivos, pensábamos que la incomprensión del otro iba a ser terrible. Esa soledad fue dura, peligrosa y de aprendizaje. Y luego nos fuimos encontrando. Por consejo, me uní al grupo de abuelas y tías que ya estaba formado en La Plata. Viajaban a Buenos Aires, se encontraban, iban a la Plaza de Mayo. De esas mujeres, jóvenes y hombres, se habían formado distintos grupos. El objetivo de Abuelas de buscar los bebés se constituyó en octubre de 1977. Al retornar la democracia, con la constitución de poderes bien divididos, pudimos empezar el trabajo con la justicia formal. Ya teníamos la clara idea de que había habido un plan sistemático para el robo de bebés, y empezamos a avanzar en la Justicia sin que los jueces lo reconocieran. Tal es así que en el juicio de 1985 a los comandantes, la Justicia no aceptó que se incluyera el plan sistemático de robo de bebés en el juzgamiento. Nos dijeron que no estaba probado que hubiera un plan. Por el número de chicos encontrados, pensaban que podía ser algo casual, esporádico. Cuando el Gobierno de Raúl Alfonsín sancionó las leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987), los organismos de Derechos Humanos sufrieron una inmensa desazón. A las Abuelas las quisieron consolar, dice Estela, argumentando que el robo de bebés no había sido perdonado y que si encontraban a los ladrones y apropiadores de sus nietos, los iban a poder juzgar. En 1989 y 1990, el presidente Carlos Menem sancionó una serie de decretos indultando, entre otros, a los militares que habían sido condenados durante el Juicio a la Juntas. Con las leyes de la impunidad, la democracia argentina retrocedía y negaba aquel terror. Se ha dicho que fue un acto más en el intento de orientar los rumbos de la memoria, de silenciar los vestigios de resistencia histórica. —Nosotras buscábamos a nuestros nietos pero también a nuestros hijos. Nuestros nietitos no nacieron de un repollo, nacieron de un papá y una mamá que también habían sido víctimas de esa dictadura. No obstante, cada vez que encontrábamos un nieto, apoderado por quien

fuere, había que averiguar si había responsabilidad civil porque encontrábamos chicos adoptados por gente de buena fe, que no sabía el origen y no habían cometido delito. Para los apropiadores, hubo justicia con el peso de la Ley. Siempre con condenas no muy severas dada la magnitud del delito. En esos años de leyes impunes, los Juicios por la Verdad fueron la herramienta que años después colaboraría en la reapertura de juicios con condena efectiva. En 1998 el ex Capitán de la Marina Adolfo Scilingo confesaba haber recibido órdenes para no trasladar a personas embarazadas en los vuelos de la muerte y así poder “rescatar a esos chicos” -palabras textuales del militarpara darlos a familias de oficiales o amigos luego de su nacimiento. Sin condenas ni castigos, aquellos juicios aportaron la sanción simbólica y la información necesaria para que la sociedad argentina continuara reconstruyendo su historia reciente y su identidad. El 14 de junio de 2005 la Corte Suprema anuló las leyes de la impunidad, se reabrieron los juicios a torturadores, secuestradores y cómplices, y se condenó, entre otros, a Von Wernich, Etchecolatz, Menéndez, Bussi. Después de casi treinta años, Abuelas de Plaza de Mayo y otros organismos de Derechos Humanos volvían a creer en la justicia. Junto a ellas, también la sociedad argentina. —Nuestro legado tiene vigencia nacional e internacional. Es la demostración de que en cualquier país que pase lo que pasó en la Argentina la mujer sale para defender a su familia, a sus hijos y sus derechos. En centenares de países, las mujeres son quienes luchan; algunas han nacido inspiradas en nuestra lucha. Dejamos el ejemplo de que hay una fuerza desconocida en los pueblos, y que las mujeres tenemos una fuerza que nace de algo tan agraviante como es la desaparición, el secuestro, de un hijo y un nieto. También dejamos nuestro trabajo de docencia sobre el concepto del respeto a la vida; un ejemplo de lo que se puede hacer a pesar del miedo, de las muertes, del terrorismo de Estado. Cuando un pueblo se moviliza, puede ganar la batalla. La hemos ganado al sacar la dictadura e instalar la democracia, y al seguir luchando de la misma forma treinta y cuatro años por lo que queremos que sea una realidad: la Verdad, la Justicia y la Memoria. Tres palabras que son realidades y que incorporamos recientemente al pensamiento argentino que, por una cuestión histórica, vivía dormido en un sentido común que había soportado dictaduras desde el año treinta. Había una educación que nos hacía vivir anestesiados, tolerando esa situación. Salvo sectores como las clases obreras y los estudiantes que eran los más contestatarios, el resto en el que me incluyo, estábamos totalmente sometidos por esa educación formal de la historia oficial. Nadie cuestionaba a Roca, Rivadavia y tantos otros, que es necesario dimensionarlos en la historia razonablemente. No se trata de voltear estatuas; pero si Roca mató indios a conciencia salvajemente, no puede ser un héroe, es un asesino. Otros hablarán del contexto y quién lo mandó, quién obedeció. En ese sentido, para nosotras, no existe una obediencia debida.

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Durante más de tres décadas, la Argentina se debatió entre los dilemas de la historia y la memoria. Fueron años de pequeños –muchas veces solitarios- pasos sostenidos en resistencia. Hoy las políticas de Derechos Humanos implementadas en Argentina son un ejemplo que otras naciones reclaman para sí. Pero ¿qué persiguen los pueblos cuando exigen verdad? ¿Qué buscan al evocar su historia? Estela dice que en esa búsqueda no hay mapas preestablecidos ni caminos únicos. No lo dice, pero deja ver que el trabajo por la memoria y reescritura histórica no es suficiente si sólo busca reproducir el pasado o resolver heridas personales. Su mayor valor, su búsqueda más intensa, implica servir a una causa justa y contribuir a un proceso transformador e histórico en la formación de los principios de una sociedad. —Estamos en tiempos casi revolucionarios sin una revolución. Estamos replanteándonos interpretaciones históricas, incluso la de nuestros hijos y nuestra historia reciente, que queremos que se escriba tal cual. Nadie quiere fantasear. Han tenido una participación política, algunos usaron la lucha armada, pero eso se terminó en 1975. También deben haber cometido errores. Pero cuando uno recuerda lo que charló y compartió con su hija o hijo, ¿qué querían y qué daban? Querían la justicia social y daban hasta la vida. Y eso no se discute. Cada país resuelve la historia a su manera. Algunos rápidamente y otros no. En ese sentido, la Argentina es vanguardia. El compromiso militante sin violencia tiene identidad propia porque nadie ha querido vengarse de nadie. Otros países han optado por el olvido, dar vuelta la página, caducidad en Uruguay, en Chile aún vemos gente que reivindica al dictador. Otros hablaban de Verdad y Reconciliación. Nosotros desterramos las palabras reconciliación y perdón. El perdón es personalísimo. Cuando a mí me preguntaban, ¿y usted no sabe perdonar? En este caso particular, yo digo que la que tiene que perdonar es mi hija Laura. Claro, Laura está muerta. Tampoco tengo que reconciliarme con nadie porque yo no le hice nada a nadie. Yo no agredí a nadie,

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me agredieron. Y si los agresores no se arrepienten, no confiesan, no allanan la democracia, menos aún. En lo personal, creo que represento la lucha de las mujeres; la lucha de las mujeres como símbolo de tenacidad, persistencia, ecuanimidad y respeto por el otro, la paz y el amor. Son todas características personales y también institucionales de Abuelas. Desde ese lugar, hemos avanzado en mantener viva la llama de la investigación y la memoria en los foros internacionales, además de que se suscribieran y aprobaran convenciones. Estamos convencidas de que afianzar la identidad es un signo de libertad. Cuando uno tiene una formación idiomática, cultural, religiosa, mantener eso te hace libre. Conservar nuestra propia identidad cultural, no menospreciar o discriminar al poblador primitivo porque se viste o habla como lo hace, es parte de una identidad que hay que respetar. También son etapas de la historia que se van madurando y comprendiendo. Puede ser que las Abuelas seamos como mensajeras en la recuperación de esa identidad en la Argentina, y que hoy la patria está resignificándose.

propia experiencia de vida. Todos los nietos recuperados son chicos que tienen seguridades muy grandes sobre quiénes son y lo trasmiten. Ninguno quiso venganza ni odio. Solamente poner las cosas en su lugar, como cuando van a un tribunal y acusan quién los robó, al que ellos querían porque pensaban que eran sus padres. Cuando se enteran su realidad, dejan de tener esos sentimientos. No tienen odio, simplemente develan la historia que les tocó vivir y aportan todos los elementos para que haya justicia y condena. Los nietos también son nuestro relevo; vienen, nos acompañan y ya están integrando parte formal de la institución Abuelas de Plaza de Mayo, para que el día que nosotras no estemos, sigan ellos y sigan nuestros otros hijos. Mi familia seguirá ocupándose de esta historia hasta que el tiempo lo diga. Entendiendo que nos falta encontrar 400 nietos, creo que la tarea va para largo. La historia, la vida y el relato continúan inconclusos. Estela aún busca a su nieto Guido; Abuelas sigue trabajando por restituirles la identidad a 400 nietos. Para la Argentina, para Abuelas, para Estela, la historia y la vida están marcadas por hechos que sólo se pueden volver atrás con prácticas de ficción.

Por eso, tratamos de darle visibilidad al trabajo para que se comprenda y sea una sumatoria. Una sumatoria que va más allá de encontrar a los nietos como objetivo fundamental; va hacia advertir y educar para que no vuelva a pasar, para el nunca más. Muchas veces, los juicios a los represores son cansadores. Ver a los defensores que lo único que hacen es mentir y mentir y perturbar. Ver cómo queda al descubierto que la justicia no hizo nada es pesado y es fuerte. Y cada vez que encontramos a un nieto o nieta, rompemos con el proyecto de la Dictadura. El compromiso es encontrar a los nietos, pero también que quede asentado que no hay que permitir que pasen estas cosas.

-A esa Estela de 1977, yo le diría “aprovechá más a estar con tus hijos”. Como docente, yo me iba a la mañana y volvía a la noche. Por otra parte, haber estado más hubiese sido sacrificar mi vocación o mi necesidad de aportar el dinero de mi trabajo a mi hogar. En ese momento, nosotros desafiamos el rol asignado a la mujer. Yo tuve cuatro hijos. No era fácil hacer todo porque era ama de casa, cocinaba, limpiaba, barría, cocía, hacía todo lo que me habían enseñado, más criar los cuatro hijos y salir a trabajar. Yo le diría a esa Estela disfrutá un poco más de eso que después te quedó inconcluso.

Los nietos llevan el sello claro del recupero de su identidad. Más que nadie, ellos saben lo que es haber perdido y recuperado la identidad. Son trasmisores de su

Yo crié cuatro hijos junto a mi marido con mucho amor, mucha libertad; y ellos hicieron su vida sin condicionamientos de parte nuestra. Los condicionamientos fueron para

cuidar que no los mataran. Discutíamos porque ellos no querían abandonar esa política. Después, cada uno siguió haciéndolo, y nosotros los acompañamos comprendiéndolos. Así que a aquella mujer yo le diría que estuviera un poco más con ellos. Por otro lado, cuando veo lo que he podido hacer le doy gracias a la vida a pesar del dolor. Creo que si ahora tuviera a mis cuatro hijos, no sería indiferente al sufrimiento de otras mamás, estaría con ellas desde algún lugar. En el rol que tengo hoy, hago cosas que me dan mucha alegría porque puedo tenderle la mano a mucha gente, ayudarla, y veo que hay alguna confianza. Hay una respuesta que es el cariño de la gente. A veces, no puedo caminar por la calle porque me paran, me abrazan, me piden cosas. Todo es un ida y vuelta. Algo representé o represento para ellos que les inspira eso. Quizás vivimos en un país necesitado de referentes, necesitado de gente que inspire confianza y ternura. Hay mucha cosa salvaje en esta sociedad, que son el no te metás, la soledad, la justificación de los crímenes. Entonces, pienso que habrá muchas mujeres más que reciben este afecto porque hacen cosas hacia fuera y la gente las valora. Por eso, yo me siento bien. Ahora si me preguntan qué preferiría, yo preferiría ser aquella con todas las sillas ocupadas.

“No somos heroínas ni diferentes. Sólo somos mujeres, madres, abuelas”. (Discurso de Estela de Carlotto al recibir el Premio Fomento de la Paz, Unesco)

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Durante más de tres décadas, la Argentina se debatió entre los dilemas de la historia y la memoria. Fueron años de pequeños –muchas veces solitarios- pasos sostenidos en resistencia. Hoy las políticas de Derechos Humanos implementadas en Argentina son un ejemplo que otras naciones reclaman para sí. Pero ¿qué persiguen los pueblos cuando exigen verdad? ¿Qué buscan al evocar su historia? Estela dice que en esa búsqueda no hay mapas preestablecidos ni caminos únicos. No lo dice, pero deja ver que el trabajo por la memoria y reescritura histórica no es suficiente si sólo busca reproducir el pasado o resolver heridas personales. Su mayor valor, su búsqueda más intensa, implica servir a una causa justa y contribuir a un proceso transformador e histórico en la formación de los principios de una sociedad. —Estamos en tiempos casi revolucionarios sin una revolución. Estamos replanteándonos interpretaciones históricas, incluso la de nuestros hijos y nuestra historia reciente, que queremos que se escriba tal cual. Nadie quiere fantasear. Han tenido una participación política, algunos usaron la lucha armada, pero eso se terminó en 1975. También deben haber cometido errores. Pero cuando uno recuerda lo que charló y compartió con su hija o hijo, ¿qué querían y qué daban? Querían la justicia social y daban hasta la vida. Y eso no se discute. Cada país resuelve la historia a su manera. Algunos rápidamente y otros no. En ese sentido, la Argentina es vanguardia. El compromiso militante sin violencia tiene identidad propia porque nadie ha querido vengarse de nadie. Otros países han optado por el olvido, dar vuelta la página, caducidad en Uruguay, en Chile aún vemos gente que reivindica al dictador. Otros hablaban de Verdad y Reconciliación. Nosotros desterramos las palabras reconciliación y perdón. El perdón es personalísimo. Cuando a mí me preguntaban, ¿y usted no sabe perdonar? En este caso particular, yo digo que la que tiene que perdonar es mi hija Laura. Claro, Laura está muerta. Tampoco tengo que reconciliarme con nadie porque yo no le hice nada a nadie. Yo no agredí a nadie,

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me agredieron. Y si los agresores no se arrepienten, no confiesan, no allanan la democracia, menos aún. En lo personal, creo que represento la lucha de las mujeres; la lucha de las mujeres como símbolo de tenacidad, persistencia, ecuanimidad y respeto por el otro, la paz y el amor. Son todas características personales y también institucionales de Abuelas. Desde ese lugar, hemos avanzado en mantener viva la llama de la investigación y la memoria en los foros internacionales, además de que se suscribieran y aprobaran convenciones. Estamos convencidas de que afianzar la identidad es un signo de libertad. Cuando uno tiene una formación idiomática, cultural, religiosa, mantener eso te hace libre. Conservar nuestra propia identidad cultural, no menospreciar o discriminar al poblador primitivo porque se viste o habla como lo hace, es parte de una identidad que hay que respetar. También son etapas de la historia que se van madurando y comprendiendo. Puede ser que las Abuelas seamos como mensajeras en la recuperación de esa identidad en la Argentina, y que hoy la patria está resignificándose.

propia experiencia de vida. Todos los nietos recuperados son chicos que tienen seguridades muy grandes sobre quiénes son y lo trasmiten. Ninguno quiso venganza ni odio. Solamente poner las cosas en su lugar, como cuando van a un tribunal y acusan quién los robó, al que ellos querían porque pensaban que eran sus padres. Cuando se enteran su realidad, dejan de tener esos sentimientos. No tienen odio, simplemente develan la historia que les tocó vivir y aportan todos los elementos para que haya justicia y condena. Los nietos también son nuestro relevo; vienen, nos acompañan y ya están integrando parte formal de la institución Abuelas de Plaza de Mayo, para que el día que nosotras no estemos, sigan ellos y sigan nuestros otros hijos. Mi familia seguirá ocupándose de esta historia hasta que el tiempo lo diga. Entendiendo que nos falta encontrar 400 nietos, creo que la tarea va para largo. La historia, la vida y el relato continúan inconclusos. Estela aún busca a su nieto Guido; Abuelas sigue trabajando por restituirles la identidad a 400 nietos. Para la Argentina, para Abuelas, para Estela, la historia y la vida están marcadas por hechos que sólo se pueden volver atrás con prácticas de ficción.

Por eso, tratamos de darle visibilidad al trabajo para que se comprenda y sea una sumatoria. Una sumatoria que va más allá de encontrar a los nietos como objetivo fundamental; va hacia advertir y educar para que no vuelva a pasar, para el nunca más. Muchas veces, los juicios a los represores son cansadores. Ver a los defensores que lo único que hacen es mentir y mentir y perturbar. Ver cómo queda al descubierto que la justicia no hizo nada es pesado y es fuerte. Y cada vez que encontramos a un nieto o nieta, rompemos con el proyecto de la Dictadura. El compromiso es encontrar a los nietos, pero también que quede asentado que no hay que permitir que pasen estas cosas.

-A esa Estela de 1977, yo le diría “aprovechá más a estar con tus hijos”. Como docente, yo me iba a la mañana y volvía a la noche. Por otra parte, haber estado más hubiese sido sacrificar mi vocación o mi necesidad de aportar el dinero de mi trabajo a mi hogar. En ese momento, nosotros desafiamos el rol asignado a la mujer. Yo tuve cuatro hijos. No era fácil hacer todo porque era ama de casa, cocinaba, limpiaba, barría, cocía, hacía todo lo que me habían enseñado, más criar los cuatro hijos y salir a trabajar. Yo le diría a esa Estela disfrutá un poco más de eso que después te quedó inconcluso.

Los nietos llevan el sello claro del recupero de su identidad. Más que nadie, ellos saben lo que es haber perdido y recuperado la identidad. Son trasmisores de su

Yo crié cuatro hijos junto a mi marido con mucho amor, mucha libertad; y ellos hicieron su vida sin condicionamientos de parte nuestra. Los condicionamientos fueron para

cuidar que no los mataran. Discutíamos porque ellos no querían abandonar esa política. Después, cada uno siguió haciéndolo, y nosotros los acompañamos comprendiéndolos. Así que a aquella mujer yo le diría que estuviera un poco más con ellos. Por otro lado, cuando veo lo que he podido hacer le doy gracias a la vida a pesar del dolor. Creo que si ahora tuviera a mis cuatro hijos, no sería indiferente al sufrimiento de otras mamás, estaría con ellas desde algún lugar. En el rol que tengo hoy, hago cosas que me dan mucha alegría porque puedo tenderle la mano a mucha gente, ayudarla, y veo que hay alguna confianza. Hay una respuesta que es el cariño de la gente. A veces, no puedo caminar por la calle porque me paran, me abrazan, me piden cosas. Todo es un ida y vuelta. Algo representé o represento para ellos que les inspira eso. Quizás vivimos en un país necesitado de referentes, necesitado de gente que inspire confianza y ternura. Hay mucha cosa salvaje en esta sociedad, que son el no te metás, la soledad, la justificación de los crímenes. Entonces, pienso que habrá muchas mujeres más que reciben este afecto porque hacen cosas hacia fuera y la gente las valora. Por eso, yo me siento bien. Ahora si me preguntan qué preferiría, yo preferiría ser aquella con todas las sillas ocupadas.

“No somos heroínas ni diferentes. Sólo somos mujeres, madres, abuelas”. (Discurso de Estela de Carlotto al recibir el Premio Fomento de la Paz, Unesco)

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Encontrar el camino por: Marcelo J. García

En las primeras horas de la tarde del 9 de junio de 1998 los ojos del mundo estaban en Francia. Un grupo de gigantes animados que representaban a los continentes caminaban por las calles de Paris como preludio al inicio del mundial el día después. En las redacciones de Buenos Aires, un cable de aquellos que entraban en papel, con golpeteo de letras incluido, acercaba una línea que cambiaría la ya pre-diseñada tapa del día siguiente: “Arrestan a Jorge Rafael Videla”. Veinte años después del mundial realizado acá. Veinte años después del eslogan “Los argentinos somos derechos y humanos”. El arresto de Videla en la causa auspiciada por las Abuelas de la Plaza por la apropiación de niños nacidos en cautiverio siguió abriendo el camino de retorno a la identidad perdida. No era la revisión de la muerte sino la afirmación de la vida lo que lograría el punto de inflexión de aquel junio. Los nietos de las abuelas eran presente y futuro vivo, que estarían allí, tozudos, por más que fuesen negados. La búsqueda de medio millar de jóvenes por parte de un grupo de mujeres de muchos años fue la búsqueda de una juventud histórica por parte de un presente cansado, confundido. Junio de 1998 está a mitad de camino entre el inicio de la democracia argentina en 1983 y la Argentina de hoy. Hasta ese momento, el país había entablado un diálogo pendular con su pasado inmediato, la dictadura. La había negado (1982), la había juzgado (1985), le había temido (1987), la había indultado (1989/90). La dictadura fue pérdida de cuerpos y con ellos las almas y la identidad. El indulto a ese pasado estaba allí para quedarse. De no ser por las Abuelas y los Nietos, habría sido fácil congelar el pasado en las figuras de los malos. Exteriorizar la propia culpa, corporizarla en los viejos represores y seguir como si nada. Pero las Abuelas estaban y están ahí, envejeciendo, y los nietos estaban y está ahí, creciendo. También estarán, pues trascendieron. La tozudez de esas señoras “mayores” unió sus destinos en vida y reabrió la grieta del conflicto para que se cierre mejor curada. Durante unos pocos años después de aquel invierno del 98, volvió a estar de moda eso de defender a los

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“derechos humanos”, siempre y cuando su defensa se limitara a la suma de símbolos o gestos inocuos, mientras se esperaba que dos generaciones murieran. Pero si ellas iban a envejecer en paz y ellos y ellas crecer en armonía, la revisión no podía ser sólo de gestos. Mirar al pasado tenía que servir para redescubrir el presente: lo que Estela de Carlotto llama “la resignificación de Argentina” en el diálogo con Ximena y Luis. Resignificarse quería decir también hundir los pies y las manos en el barro de la historia, buscar huesos y verdades científicas, antagonizar con los consensos, buscar exactitudes desangeladas y realidades difíciles de aceptar. Cuando terminaba el siglo XX, el país se disponía a dar vuelta la página de la dictadura sucia con unos pocos malos y muchos buenos bien definidos, pero ni unos juzgados ni los otros reivindicados. La crisis argentina en marcha invitaba a preocuparse por lo urgente de la supervivencia material más que por lo importante de la restitución de las identidades individuales y colectivas, no queriendo reparar en que por haber esquivado lo segundo la historia pasa la factura a través de lo primero. La corriente progresista que dominaba los círculos políticos y mediáticos invitaban a aceptar la condena del pasado como un ejercicio de corrección política discursiva, pero esa misma corrección impedía concebir la reapertura del esquema de memoria, de verdad y de justicia como un destino en el horizonte de lo posible. Si la dictadura se jactaba de haber ganado “la guerra” pero perdido la batalla simbólica, la sociedad argentina había ganado el símbolo pero perdido la justicia. La segunda mitad del camino logró convertir el triunfo moral en una victoria material. Ahora esa otra mitad está pronta a llegar a su fin. Son los juicios y también son las vidas de las abuelas, que dejan como legado a los nietos y a la búsqueda misma. Acompañarlas hasta el final (de la vida y de la búsqueda) es entender que la identidad no es un nombre sino una historia, y que no hay construcción común sin ella. Lo mismo para la identidad política y económica de un pueblo. Encontrar lo perdido es encontrar el camino.

Cosas de abuela La construcción de la identidad política a partir del paradero: cómo las Abuelas de la Plaza obligan a la Argentina a mirar su pasado con ojos de futuro. Leonardo E. Pistonesi*; Enrique Aschieri**

En “Kafka y sus precursores”, refiere J. L. Borges, que “El primer Kafka de Betrachtung es menos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany.” La observación del más emblemático escritor nacional – ciego, para no dejar dudas sobre las sibilinas ironías de nuestro destino manifiesto – nos deposita en una realidad argentina que franqueó por lejos las atroces instituciones diseñadas por las imaginaciones de Browning o Lord Dunsany: la desaparición. Un nieto recuperado es la construcción de la luz de la identidad en la peor tiniebla. Tanto conmueve el hecho individual que alienta a reflexionar sobre lo que implica, en tanto acto de amor y fe, en la identidad política colectiva. O mejor dicho, ¿cómo percute la práctica de las “Abuelas” en la transición desde una sociedad que aceptó el expediente del terrorismo de Estado hacia otra –pero en muchos sentidos la misma- que comienza a entender que un problema político se vuelve espinoso e intratable cuando no contempla como norte el bien común, es decir, la reproducción de la vida, bajo las reglas de la vida? Para ir –antes de regresar- de lo particular a lo general: ¿cómo se constituye una identidad política? La pregunta motiva dos posibles respuestas genéricas y provisorias.

Tanto las relaciones de producción como el linaje étnico se corresponden en dar un marco objetivo para la creación de identidades. Desde el plano formal, ambas respuestas coinciden en plantear la existencia de un terreno primario sobre el que se establecen dichas identidades. La densa complejidad de lo social queda desplazada a un terreno secundario; nada más que un espacio aparencial que concierne a lo ideológico, en el cual se debe operar políticamente para articular a un agente históricamente determinado. Esta idea de “determinación en última instancia” supone un plano de inteligibilidad de lo social, una esencia inmanente que fije definitivamente su sentido. Pero esta visión ya ha sido desmentida: ni el desarrollo de las fuerzas productivas ni las distinciones étnicas son capaces de dominar la infinitud de diferencias que constituyen lo social. Ante esta bifurcación, será cuestión de asirse a la propuesta de ver a lo social como algo sobredeterminado, es decir, como un campo en el que la pluralidad de sentidos no puede ser dominada por ninguna literalidad subyacente. Al respecto, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en “Hegemonía y Estrategia Socialista” puntualizan que “El carácter simbólico —es decir, sobredeterminado— de las

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Encontrar el camino por: Marcelo J. García

En las primeras horas de la tarde del 9 de junio de 1998 los ojos del mundo estaban en Francia. Un grupo de gigantes animados que representaban a los continentes caminaban por las calles de Paris como preludio al inicio del mundial el día después. En las redacciones de Buenos Aires, un cable de aquellos que entraban en papel, con golpeteo de letras incluido, acercaba una línea que cambiaría la ya pre-diseñada tapa del día siguiente: “Arrestan a Jorge Rafael Videla”. Veinte años después del mundial realizado acá. Veinte años después del eslogan “Los argentinos somos derechos y humanos”. El arresto de Videla en la causa auspiciada por las Abuelas de la Plaza por la apropiación de niños nacidos en cautiverio siguió abriendo el camino de retorno a la identidad perdida. No era la revisión de la muerte sino la afirmación de la vida lo que lograría el punto de inflexión de aquel junio. Los nietos de las abuelas eran presente y futuro vivo, que estarían allí, tozudos, por más que fuesen negados. La búsqueda de medio millar de jóvenes por parte de un grupo de mujeres de muchos años fue la búsqueda de una juventud histórica por parte de un presente cansado, confundido. Junio de 1998 está a mitad de camino entre el inicio de la democracia argentina en 1983 y la Argentina de hoy. Hasta ese momento, el país había entablado un diálogo pendular con su pasado inmediato, la dictadura. La había negado (1982), la había juzgado (1985), le había temido (1987), la había indultado (1989/90). La dictadura fue pérdida de cuerpos y con ellos las almas y la identidad. El indulto a ese pasado estaba allí para quedarse. De no ser por las Abuelas y los Nietos, habría sido fácil congelar el pasado en las figuras de los malos. Exteriorizar la propia culpa, corporizarla en los viejos represores y seguir como si nada. Pero las Abuelas estaban y están ahí, envejeciendo, y los nietos estaban y está ahí, creciendo. También estarán, pues trascendieron. La tozudez de esas señoras “mayores” unió sus destinos en vida y reabrió la grieta del conflicto para que se cierre mejor curada. Durante unos pocos años después de aquel invierno del 98, volvió a estar de moda eso de defender a los

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“derechos humanos”, siempre y cuando su defensa se limitara a la suma de símbolos o gestos inocuos, mientras se esperaba que dos generaciones murieran. Pero si ellas iban a envejecer en paz y ellos y ellas crecer en armonía, la revisión no podía ser sólo de gestos. Mirar al pasado tenía que servir para redescubrir el presente: lo que Estela de Carlotto llama “la resignificación de Argentina” en el diálogo con Ximena y Luis. Resignificarse quería decir también hundir los pies y las manos en el barro de la historia, buscar huesos y verdades científicas, antagonizar con los consensos, buscar exactitudes desangeladas y realidades difíciles de aceptar. Cuando terminaba el siglo XX, el país se disponía a dar vuelta la página de la dictadura sucia con unos pocos malos y muchos buenos bien definidos, pero ni unos juzgados ni los otros reivindicados. La crisis argentina en marcha invitaba a preocuparse por lo urgente de la supervivencia material más que por lo importante de la restitución de las identidades individuales y colectivas, no queriendo reparar en que por haber esquivado lo segundo la historia pasa la factura a través de lo primero. La corriente progresista que dominaba los círculos políticos y mediáticos invitaban a aceptar la condena del pasado como un ejercicio de corrección política discursiva, pero esa misma corrección impedía concebir la reapertura del esquema de memoria, de verdad y de justicia como un destino en el horizonte de lo posible. Si la dictadura se jactaba de haber ganado “la guerra” pero perdido la batalla simbólica, la sociedad argentina había ganado el símbolo pero perdido la justicia. La segunda mitad del camino logró convertir el triunfo moral en una victoria material. Ahora esa otra mitad está pronta a llegar a su fin. Son los juicios y también son las vidas de las abuelas, que dejan como legado a los nietos y a la búsqueda misma. Acompañarlas hasta el final (de la vida y de la búsqueda) es entender que la identidad no es un nombre sino una historia, y que no hay construcción común sin ella. Lo mismo para la identidad política y económica de un pueblo. Encontrar lo perdido es encontrar el camino.

Cosas de abuela La construcción de la identidad política a partir del paradero: cómo las Abuelas de la Plaza obligan a la Argentina a mirar su pasado con ojos de futuro. Leonardo E. Pistonesi*; Enrique Aschieri**

En “Kafka y sus precursores”, refiere J. L. Borges, que “El primer Kafka de Betrachtung es menos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany.” La observación del más emblemático escritor nacional – ciego, para no dejar dudas sobre las sibilinas ironías de nuestro destino manifiesto – nos deposita en una realidad argentina que franqueó por lejos las atroces instituciones diseñadas por las imaginaciones de Browning o Lord Dunsany: la desaparición. Un nieto recuperado es la construcción de la luz de la identidad en la peor tiniebla. Tanto conmueve el hecho individual que alienta a reflexionar sobre lo que implica, en tanto acto de amor y fe, en la identidad política colectiva. O mejor dicho, ¿cómo percute la práctica de las “Abuelas” en la transición desde una sociedad que aceptó el expediente del terrorismo de Estado hacia otra –pero en muchos sentidos la misma- que comienza a entender que un problema político se vuelve espinoso e intratable cuando no contempla como norte el bien común, es decir, la reproducción de la vida, bajo las reglas de la vida? Para ir –antes de regresar- de lo particular a lo general: ¿cómo se constituye una identidad política? La pregunta motiva dos posibles respuestas genéricas y provisorias.

Tanto las relaciones de producción como el linaje étnico se corresponden en dar un marco objetivo para la creación de identidades. Desde el plano formal, ambas respuestas coinciden en plantear la existencia de un terreno primario sobre el que se establecen dichas identidades. La densa complejidad de lo social queda desplazada a un terreno secundario; nada más que un espacio aparencial que concierne a lo ideológico, en el cual se debe operar políticamente para articular a un agente históricamente determinado. Esta idea de “determinación en última instancia” supone un plano de inteligibilidad de lo social, una esencia inmanente que fije definitivamente su sentido. Pero esta visión ya ha sido desmentida: ni el desarrollo de las fuerzas productivas ni las distinciones étnicas son capaces de dominar la infinitud de diferencias que constituyen lo social. Ante esta bifurcación, será cuestión de asirse a la propuesta de ver a lo social como algo sobredeterminado, es decir, como un campo en el que la pluralidad de sentidos no puede ser dominada por ninguna literalidad subyacente. Al respecto, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en “Hegemonía y Estrategia Socialista” puntualizan que “El carácter simbólico —es decir, sobredeterminado— de las

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relaciones sociales implica, por tanto, que éstas carecen de una literalidad última que las reduciría a momentos necesarios de una ley inmanente. No habría, pues, dos planos, uno de las esencias y otro de las apariencias, dado que no habría la posibilidad de fijar un sentido literal último, frente al cual lo simbólico se constituiría como plano de significación segunda y derivada. La sociedad y los agentes sociales carecerían de esencia, y sus regularidades consistirían tan sólo en las formas relativas y precarias de fijación que han acompañado a la instauración de un cierto orden.” Siguiendo al dueto Laclau-Mouffe, se puede argumentar que las identidades políticas no son la manifestación de una esencia inmanente; por el contrario, “sus regularidades consistirían tan solo en formas relativas y precarias de fijación”. En ese caso, si pretendemos comprender cómo se crea una identidad política, resulta necesario que la situemos precisamente en ese terreno simbólico y sobredeterminado. Si aceptamos que lo social se encuentra sobredeterminado, y que ninguna identidad política puede derivarse de una esencia inmanente, debemos concluir que el único terreno en el que se pueden construir las agencias sociales es el de la ideología. Por esa razón, la cuestión de la creación de la identidad política a que da lugar la búsqueda incesante y abnegada del paradero de nietos apropiados debe ser analizada precisamente en el plano ideológico. Es decir, en el plano en el que se producen las precarias fijaciones de sentido que instituyen a las identidades políticas. “¿Qué es lo que crea y sostiene la identidad de un terreno ideológico determinado más allá de todas las variaciones posibles de su contenido explícito?”. Esa pregunta –con la que Slavoj Žižek inaugura uno de los análisis compilados en su ensayo El sublime objeto de la ideología– contiene todos los elementos acerca del problema de cómo se genera una identidad política; así como también la dinámica en que una sustituye a otra. La ruta trazada por Laclau-Mouffe es recorrida por Žižek al plantear que “el cúmulo de ‘significantes flotantes’, de elementos protoidelógicos, se estructura en un campo unificado mediante la intervención de un determinado ‘punto nodal’”. ¿Pero qué son los “significantes flotantes”? y más aún ¿qué es un punto nodal? Žižek define a los primeros como los elementos dispersos, sin lugar, que componen un determinado espacio ideológico. Luego amplía la definición agregando que “su identidad está abierta, sobredeterminada por la articulación de los mismos en una cadena con otros elementos”. Esto implica que los significantes flotantes no tienen un alcance unívoco: su sentido se encuentra en vilo. La práctica de las “Abuelas” tiene sin dudas un contenido específico. No obstante, esa práctica articula distintos intereses políticos a su alrededor. Para tener un significado fijo necesita de un punto nodal, cuya función sería fijar, “acolchar” una pluralidad de elementos ideológicos dispersos, deteniendo su flotación y totalizándolos en una significación. El último paso para que un efecto de “acolchado” ideológico sea efectivo es que éste pase desapercibido: que su resultado parezca un devenir

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natural. ¿Cómo se logra eso? Se logra, pues, a partir del efecto retroactivo de la propia fijación de la significación por el punto nodal. Es el punto nodal el que fija retroactivamente la significación de una determinada cadena de significantes flotantes. Una vez “acolchado”, ese nuevo significado pasará a ser percibido como si siempre hubiese estado atado al significante flotante, borrando así los rastros de la intervención ideológica. La recuperación de un nieto no sólo implica la revelación de una verdad a través de métodos técnicos. Aquella establece una base: lo que el nieto o la nieta sabían hasta entonces sobre ellos mismos es falso. Además de darle un sentido positivo a una identidad, esa revelación demuestra la falsedad del relato a partir del cual se habían forjado las identidades de muchos de los nietos apropiados. La ruptura con la identidad que les fue dada implica un trabajo que desde los bancos genéticos se proyecta como una labor política, que consiste en la creación de un nuevo horizonte de sentido a partir del cual los nietos recuperados pueden resignificar su pasado y su presente. Ese proceso no podría haberse llevado a cabo si Abuelas no hubiese ofrecido a los nietos un relato alternativo que incluya una visión del pasado diferente, y una serie de valores éticos y políticos distintos a los que conocieron con sus apropiadores. Es eso lo que implica el “punto nodal” “acolchado”, aludido más arriba. La labor que ha venido desarrollando Abuelas es entonces doble: un trabajo de investigación, de búsqueda de sus nietos apropiados ilegalmente durante la dictadura; y un trabajo político, que supone la construcción de nuevos valores éticos-políticos, y la articulación a través de los mismos de diversos intereses políticos. Sin esta segunda tarea, la primera terminaría en un relativo éxito individual, pues sin las herramientas adecuadas, sería imposible para los nietos encontrados resignificar su propia identidad. En medio, la labor ético-política de Abuelas tiene una repercusión aún mayor. Es necesario para el éxito de la empresa de las Abuelas que toda (o al menos gran parte de) la sociedad argentina se confronte con su pasado y resignifique el relato que había construido sobre sí. Tanto en las identidades de los nietos como en la de la conciencia nacional, Abuelas han trabajado en pos del objetivo de, parafraseando a Hannah Arendt, “mirar al pasado con ojos de futuro”. Se establece una legalidad histórica que alienta cualquier novedad no aparente. En el terreno político, los efectos de este tipo de historicidad son, justamente, la gran posibilidad y oportunidad de pensar lo nuevo, de comprender la especificidad coyuntural de cada escenario de disputa. Una canción, en cierto sentido, desgarradora, nos alecciona a encender los candiles para ahuyentar el mal –encarnado en brujos- que amenaza con volver. Los candiles están encendidos. Cosas de abuela. (*) Politólogo, (**) Economista, Magister en Relaciones Internacionales.

¿Quiénes somos?

Derechización e identidad en la Europa de la crisis

Con el estallido de la crisis económica, la Unión Europea se enfrenta a las inconsistencias de su modelo de integración. Entre ellas, a la crisis de su propia identidad. El derrotero del último medio siglo europeo habla de los peligros de construir la personalidad colectiva sobre la base de las desigualdades por: Leonardo Pataccini

A la Negrita, In Memoriam La evolución de la actual crisis económica europea muestra algunas aristas que los ideólogos de la identidad continental se han esforzado por ocultar desde su creación. Con el escenario adverso se han desnudado las diferencias, las contradicciones y los intereses individuales de sus miembros. Esto se debe a que las claves del modelo identitario del “viejo” continente están en un origen que, lejos de ser eterno y equitativo, resulta ser un proyecto cercano en el tiempo y profundamente asimétrico. Por ello vale la pena preguntarnos, ¿Cómo se dio ese proceso de construcción? ¿Por qué está mostrando sus debilidades en el plano económico? ¿Qué repercusiones tiene esto sobre la representación de la “identidad europea”? Una historia reciente La Unión Europea es el producto de una construcción histórica muy cercana en el tiempo. El primer paso para su constitución fue en la primavera de 1951, cuando se firmó en París el Tratado que institucionalizaba la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, integrada por Alemania,

Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Su único propósito entonces era facilitar el intercambio de las materias primas necesarias en la siderurgia. El segundo paso, más significativo, se dio varios años después, con la firma de los tratados de Roma, en 1957. Allí la meta planteada fue lograr un “mercado común” que permitiese la libre circulación de personas, mercancías y de capitales: la “Comunidad Económica Europea” (CEE). El proceso de unión continuó desarrollándose de manera modesta en las décadas posteriores hasta la introducción del Tratado de Maastricht, en 1992. Con este último llegó la ciudadanía europea y la libertad de circulación y residencia a sus miembros en los países de la comunidad. En él también se reconoce el principio de subsidiariedad, el cual otorga para la Comunidad el derecho a intervenir cuando los Estados miembros no pueden alcanzar sus objetivos de forma plena. Además, institucionaliza la decisión de crear la moneda única europea, el Euro, que entraría en circulación en 2002 bajo control del Banco Central Europeo. Desde entonces, el Euro ha sido unos de los símbolos más fuertes del proyecto identitario europeo. En

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relaciones sociales implica, por tanto, que éstas carecen de una literalidad última que las reduciría a momentos necesarios de una ley inmanente. No habría, pues, dos planos, uno de las esencias y otro de las apariencias, dado que no habría la posibilidad de fijar un sentido literal último, frente al cual lo simbólico se constituiría como plano de significación segunda y derivada. La sociedad y los agentes sociales carecerían de esencia, y sus regularidades consistirían tan sólo en las formas relativas y precarias de fijación que han acompañado a la instauración de un cierto orden.” Siguiendo al dueto Laclau-Mouffe, se puede argumentar que las identidades políticas no son la manifestación de una esencia inmanente; por el contrario, “sus regularidades consistirían tan solo en formas relativas y precarias de fijación”. En ese caso, si pretendemos comprender cómo se crea una identidad política, resulta necesario que la situemos precisamente en ese terreno simbólico y sobredeterminado. Si aceptamos que lo social se encuentra sobredeterminado, y que ninguna identidad política puede derivarse de una esencia inmanente, debemos concluir que el único terreno en el que se pueden construir las agencias sociales es el de la ideología. Por esa razón, la cuestión de la creación de la identidad política a que da lugar la búsqueda incesante y abnegada del paradero de nietos apropiados debe ser analizada precisamente en el plano ideológico. Es decir, en el plano en el que se producen las precarias fijaciones de sentido que instituyen a las identidades políticas. “¿Qué es lo que crea y sostiene la identidad de un terreno ideológico determinado más allá de todas las variaciones posibles de su contenido explícito?”. Esa pregunta –con la que Slavoj Žižek inaugura uno de los análisis compilados en su ensayo El sublime objeto de la ideología– contiene todos los elementos acerca del problema de cómo se genera una identidad política; así como también la dinámica en que una sustituye a otra. La ruta trazada por Laclau-Mouffe es recorrida por Žižek al plantear que “el cúmulo de ‘significantes flotantes’, de elementos protoidelógicos, se estructura en un campo unificado mediante la intervención de un determinado ‘punto nodal’”. ¿Pero qué son los “significantes flotantes”? y más aún ¿qué es un punto nodal? Žižek define a los primeros como los elementos dispersos, sin lugar, que componen un determinado espacio ideológico. Luego amplía la definición agregando que “su identidad está abierta, sobredeterminada por la articulación de los mismos en una cadena con otros elementos”. Esto implica que los significantes flotantes no tienen un alcance unívoco: su sentido se encuentra en vilo. La práctica de las “Abuelas” tiene sin dudas un contenido específico. No obstante, esa práctica articula distintos intereses políticos a su alrededor. Para tener un significado fijo necesita de un punto nodal, cuya función sería fijar, “acolchar” una pluralidad de elementos ideológicos dispersos, deteniendo su flotación y totalizándolos en una significación. El último paso para que un efecto de “acolchado” ideológico sea efectivo es que éste pase desapercibido: que su resultado parezca un devenir

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natural. ¿Cómo se logra eso? Se logra, pues, a partir del efecto retroactivo de la propia fijación de la significación por el punto nodal. Es el punto nodal el que fija retroactivamente la significación de una determinada cadena de significantes flotantes. Una vez “acolchado”, ese nuevo significado pasará a ser percibido como si siempre hubiese estado atado al significante flotante, borrando así los rastros de la intervención ideológica. La recuperación de un nieto no sólo implica la revelación de una verdad a través de métodos técnicos. Aquella establece una base: lo que el nieto o la nieta sabían hasta entonces sobre ellos mismos es falso. Además de darle un sentido positivo a una identidad, esa revelación demuestra la falsedad del relato a partir del cual se habían forjado las identidades de muchos de los nietos apropiados. La ruptura con la identidad que les fue dada implica un trabajo que desde los bancos genéticos se proyecta como una labor política, que consiste en la creación de un nuevo horizonte de sentido a partir del cual los nietos recuperados pueden resignificar su pasado y su presente. Ese proceso no podría haberse llevado a cabo si Abuelas no hubiese ofrecido a los nietos un relato alternativo que incluya una visión del pasado diferente, y una serie de valores éticos y políticos distintos a los que conocieron con sus apropiadores. Es eso lo que implica el “punto nodal” “acolchado”, aludido más arriba. La labor que ha venido desarrollando Abuelas es entonces doble: un trabajo de investigación, de búsqueda de sus nietos apropiados ilegalmente durante la dictadura; y un trabajo político, que supone la construcción de nuevos valores éticos-políticos, y la articulación a través de los mismos de diversos intereses políticos. Sin esta segunda tarea, la primera terminaría en un relativo éxito individual, pues sin las herramientas adecuadas, sería imposible para los nietos encontrados resignificar su propia identidad. En medio, la labor ético-política de Abuelas tiene una repercusión aún mayor. Es necesario para el éxito de la empresa de las Abuelas que toda (o al menos gran parte de) la sociedad argentina se confronte con su pasado y resignifique el relato que había construido sobre sí. Tanto en las identidades de los nietos como en la de la conciencia nacional, Abuelas han trabajado en pos del objetivo de, parafraseando a Hannah Arendt, “mirar al pasado con ojos de futuro”. Se establece una legalidad histórica que alienta cualquier novedad no aparente. En el terreno político, los efectos de este tipo de historicidad son, justamente, la gran posibilidad y oportunidad de pensar lo nuevo, de comprender la especificidad coyuntural de cada escenario de disputa. Una canción, en cierto sentido, desgarradora, nos alecciona a encender los candiles para ahuyentar el mal –encarnado en brujos- que amenaza con volver. Los candiles están encendidos. Cosas de abuela. (*) Politólogo, (**) Economista, Magister en Relaciones Internacionales.

¿Quiénes somos?

Derechización e identidad en la Europa de la crisis

Con el estallido de la crisis económica, la Unión Europea se enfrenta a las inconsistencias de su modelo de integración. Entre ellas, a la crisis de su propia identidad. El derrotero del último medio siglo europeo habla de los peligros de construir la personalidad colectiva sobre la base de las desigualdades por: Leonardo Pataccini

A la Negrita, In Memoriam La evolución de la actual crisis económica europea muestra algunas aristas que los ideólogos de la identidad continental se han esforzado por ocultar desde su creación. Con el escenario adverso se han desnudado las diferencias, las contradicciones y los intereses individuales de sus miembros. Esto se debe a que las claves del modelo identitario del “viejo” continente están en un origen que, lejos de ser eterno y equitativo, resulta ser un proyecto cercano en el tiempo y profundamente asimétrico. Por ello vale la pena preguntarnos, ¿Cómo se dio ese proceso de construcción? ¿Por qué está mostrando sus debilidades en el plano económico? ¿Qué repercusiones tiene esto sobre la representación de la “identidad europea”? Una historia reciente La Unión Europea es el producto de una construcción histórica muy cercana en el tiempo. El primer paso para su constitución fue en la primavera de 1951, cuando se firmó en París el Tratado que institucionalizaba la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, integrada por Alemania,

Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Su único propósito entonces era facilitar el intercambio de las materias primas necesarias en la siderurgia. El segundo paso, más significativo, se dio varios años después, con la firma de los tratados de Roma, en 1957. Allí la meta planteada fue lograr un “mercado común” que permitiese la libre circulación de personas, mercancías y de capitales: la “Comunidad Económica Europea” (CEE). El proceso de unión continuó desarrollándose de manera modesta en las décadas posteriores hasta la introducción del Tratado de Maastricht, en 1992. Con este último llegó la ciudadanía europea y la libertad de circulación y residencia a sus miembros en los países de la comunidad. En él también se reconoce el principio de subsidiariedad, el cual otorga para la Comunidad el derecho a intervenir cuando los Estados miembros no pueden alcanzar sus objetivos de forma plena. Además, institucionaliza la decisión de crear la moneda única europea, el Euro, que entraría en circulación en 2002 bajo control del Banco Central Europeo. Desde entonces, el Euro ha sido unos de los símbolos más fuertes del proyecto identitario europeo. En

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buena medida, esto se debía a que este signo monetario común “borraba” las diferencias económicas entre los países miembros, equiparándolos. Sin embargo, como veremos más adelante, esto no era más que una falacia destinada a seguir reproduciendo, de manera más velada, las desigualdades existentes en el continente, sostenidas en beneficio de sus diseñadores. El proyecto de unión continental ha experimentado sucesivas oleadas de incorporaciones (1973, 1986, 1995, 2004 y 2007) que llevaron desde sus 6 miembros iniciales a los 27 vigentes hoy en día. En la actualidad, la UE posee más de 500 millones de habitantes distribuidos de maneras muy desiguales y con condiciones de económicas, culturales, políticas y religiosas muy diferentes entre sí. Por tomar algunos ejemplos, arbitrarios: el PBI per cápita del país más rico (Luxemburgo) representa casi 7 veces el del país más pobre (Bulgaria); el país más poblado (Alemania) tiene casi 200 veces la población del menos habitado (Malta). A pesar de los ingentes esfuerzos que se han hecho para nivelar a los países miembros, vemos que todavía la Unión Europea está lejos de constituir un bloque homogéneo y que, al interior del mismo, encontramos pronunciadas diferencias y contrastes. Las crisis de la crisis económica La economía europea entró formalmente en recesión a fines 2008. Desde entonces, una grave crisis de confianza ha puesto en duda la continuidad de la moneda única. Además del deterioro de los indicadores macroeconómicos y fiscales de todo el bloque, los efectos de la crisis económica se acentuaron gravemente en el caso de los países periféricos, con cesaciones de pagos y blindajes financieros incluidos. Para paliar estas circunstancias, los gobiernos de estados como Grecia, Portugal, España o Italia (pero también los de Reino Unido, Alemania y Francia, aunque en diferente medida) recurrieron a la aplicación de severos paquetes de ajustes que esencialmente consistieron en recortes feroces en los gastos sociales. El principal efecto de estas medidas de austeridad es que han enfatizado las divisiones existentes entre los países más y menos desarrollados del continente, ya que consistieron en imposiciones draconianas de los primeros sobre los segundos, al mismo tiempo que acusaban a estos últimos de irresponsables. Paradójicamente, quienes generaron la debacle fueron las instituciones crediticias oriundas de los supuestos países responsables, que operaron de manera insaciablemente ambiciosa fuera de sus fronteras. Como una consecuencia directa de esta crisis económica, en el último año hemos asistido a un frenético avance de los sectores políticos más conservadores del viejo continente en materia electoral. La ciudadanía y los representantes de los principales países europeos parecen cada vez más seducidos por los discursos ultra reaccionarios para dar respuesta a los avatares de la recesión. En este sentido, las recientes elecciones en Finlandia y España se suman al cúmulo de fuerzas conservadoras que ya contaban con sus principales referentes en Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, pero la lista incluye prácticamente a todos los países del continente. Incluso en países tradicionalmente

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progresistas como Suecia las fuerzas de extrema derecha han visto incrementar sustancialmente su caudal electoral. La crisis parece sacar lo peor de cada una de estas sociedades, que se han inclinado por programas abiertamente xenófobos y retrógrados en detrimento de una salida de solidaridad y cooperación. Esas mismas circunstancias se expresan en el proyecto de restablecimiento de controles fronterizos al interior del bloque. Esta política fue propuesta por Francia, respaldada por Alemania y su primer propulsor es el gobierno de Dinamarca, quien anunció que ha comenzado a trabajar para que estén funcionando lo antes posible. Iniciativas de este tipo ratifican las diferencias económicas que existen entre las potencias industriales europeas y los países de la periferia. Los primeros están dispuestos a poner todas las trabas que les sean posibles para que los ciudadanos de los países más afectados por la recesión no se desplacen libremente e inunden sus mercados de trabajo con mano de obra barata. Y este es un problema sumamente complejo porque se trata de inmigrantes legales, que tienen plenos derechos al reconocimiento y las asistencias estatales, pero al mismo tiempo se perciben como una amenaza externa capaz de desplazar a los autóctonos. Finalmente, es dable considerar el pasado cambio de mando en la dirección del FMI como una conquista más de la reacción en el viejo continente, ya que se trata de una institución históricamente dirigida por los europeos (desde su creación, en 1945, existe un acuerdo tácito pero inquebrantable con los EE.UU. según el cual el presidente del FMI es un europeo y el presidente del Banco Mundial es un norteamericano). Lo que ha ocurrido con esta institución fue un cuasi golpe de estado orquestado para posibilitar un cambio de poder desde el sector “blando” que representaba Dominique Strauss-Kahn, hacía otro más conservador, como el que representa Lagarde. Con DSK se alcanzaron algunas de las quitas de deuda más importantes en la historia de la institución, se perdonaron ciertos compromisos a países pobres y se realizaron reformas que ampliaron los derechos a voto de los países emergentes. Por supuesto que todo esto no estuvo ni remotamente cerca de convertirla en una institución progresista, pero la caída de Dominique Strauss-Kahn al frente del FMI es un elemento más dentro de esta derechización europea. A DSK se le levantaron todos los cargos después de abandonar la dirección del FMI, pero para entonces ya se había dado otro paso más en el avance del conservadurismo económico más acérrimo sobre uno de los centros neurálgicos de la economía global. ¿Una identidad común? A la luz de lo expuesto, la identidad europea es una realidad mucho más difusa y compleja de lo que se nos ha intentado presentar hasta ahora. Con el desarrollo de la crisis, se ha ido fragmentando hasta volverse prácticamente irreconocible. Durante los años del crecimiento la unidad parecía garantizada, pero ante la primera encrucijada, los paladines de la integración continental han demostrado que la solidaridad y la hermandad tienen un límite y que la unión no estaba construida sobre las bases del altruismo desinteresado, sino sobre unas profundas asimetrías

que podían ser disimuladas pero no superadas. En este momento, los intereses nacionales de cada estado miembro, y muy especialmente de los poderosos, son la principal amenaza para la continuidad de la Unión Europea. Amargo ejemplo de esto último es la sucesiva falta de acuerdo en los planes para rescatar a los países más perjudicados: Alemania se muestra como el großen Vater inclemente, dispuesto a hacerle aprender las lecciones por la fuerza a sus niños díscolos, pero sin hacer ningún acto de mea culpa por la desviación de sus conductas. Sin embargo, una explicación más plausible de esto es que Angela Merkel es plenamente consciente de lo impopulares que son en su país las ayudas a los miembros “irresponsables” de la Eurozona y por ello, tras perder sucesivamente varias elecciones internas importantes, optó por endurecer su política de asistencia a los países acuciados como una estrategia de consolidación política de su partido a nivel nacional. Como contrapartida, podemos tomar el caso de España y ver que la nueva identidad espontánea que ha surgido frente a la adversidad económica es la de los “indignados”: un paradigma de la falta de identificaciones positivas y coherentes, ya que allí los ciudadanos solo se han podido agrupar en torno a la expresión de una oposición ambigua, pero no a algo que hayan construido de manera consciente. En este contexto se inserta el voto masivo a la derecha en las últimas elecciones de ese país, que resultó un acto supremo de catarsis autodestructiva por parte de la ciudadanía española para expresar su descontento con la situación y castigar (al menos en sus cómodos y aburguesados parámetros) a quienes han aplicado las políticas incorrectas. El “Que se vayan todos” à la europea no debe distraer la atención de la gravedad de la situación, ya que aún una identificación circunstancial tan pueril e inconsistente con esos discursos puede convertirse en algo más perenne y poderoso si no se construye ninguna alternativa más válida. Una búsqueda permanente La Unión Europea nació como un proyecto económico de los países más poderosos del continente y, por ello, la crisis puso en evidencia la construcción de una identidad que se adaptaba a esos propósitos. La recesión hace que las diferencias entre los países más y menos desarrollados afloren con total nitidez y ahora se observa que la “hermandad comunitaria” mostrada en los tiempos de la economía en expansión no era tan desinteresada ni estaba tan arraigada como se proclamaba. Como legado esto nos demuestra que la identidad no es algo dado, y para poseerla hay que buscarla, construirla y defenderla. Lo contrario es aceptar dócilmente ser quienes nos digan que somos, en un orden estático e imperecedero que reproducirá las desigualdades preexistentes. “¿Quiénes somos?” es una de las preguntas más importantes que se debe hacer el ser humano y la búsqueda permanente, sincera y comprometida de su respuesta es una de las tareas más maravillosas que puede emprender.

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buena medida, esto se debía a que este signo monetario común “borraba” las diferencias económicas entre los países miembros, equiparándolos. Sin embargo, como veremos más adelante, esto no era más que una falacia destinada a seguir reproduciendo, de manera más velada, las desigualdades existentes en el continente, sostenidas en beneficio de sus diseñadores. El proyecto de unión continental ha experimentado sucesivas oleadas de incorporaciones (1973, 1986, 1995, 2004 y 2007) que llevaron desde sus 6 miembros iniciales a los 27 vigentes hoy en día. En la actualidad, la UE posee más de 500 millones de habitantes distribuidos de maneras muy desiguales y con condiciones de económicas, culturales, políticas y religiosas muy diferentes entre sí. Por tomar algunos ejemplos, arbitrarios: el PBI per cápita del país más rico (Luxemburgo) representa casi 7 veces el del país más pobre (Bulgaria); el país más poblado (Alemania) tiene casi 200 veces la población del menos habitado (Malta). A pesar de los ingentes esfuerzos que se han hecho para nivelar a los países miembros, vemos que todavía la Unión Europea está lejos de constituir un bloque homogéneo y que, al interior del mismo, encontramos pronunciadas diferencias y contrastes. Las crisis de la crisis económica La economía europea entró formalmente en recesión a fines 2008. Desde entonces, una grave crisis de confianza ha puesto en duda la continuidad de la moneda única. Además del deterioro de los indicadores macroeconómicos y fiscales de todo el bloque, los efectos de la crisis económica se acentuaron gravemente en el caso de los países periféricos, con cesaciones de pagos y blindajes financieros incluidos. Para paliar estas circunstancias, los gobiernos de estados como Grecia, Portugal, España o Italia (pero también los de Reino Unido, Alemania y Francia, aunque en diferente medida) recurrieron a la aplicación de severos paquetes de ajustes que esencialmente consistieron en recortes feroces en los gastos sociales. El principal efecto de estas medidas de austeridad es que han enfatizado las divisiones existentes entre los países más y menos desarrollados del continente, ya que consistieron en imposiciones draconianas de los primeros sobre los segundos, al mismo tiempo que acusaban a estos últimos de irresponsables. Paradójicamente, quienes generaron la debacle fueron las instituciones crediticias oriundas de los supuestos países responsables, que operaron de manera insaciablemente ambiciosa fuera de sus fronteras. Como una consecuencia directa de esta crisis económica, en el último año hemos asistido a un frenético avance de los sectores políticos más conservadores del viejo continente en materia electoral. La ciudadanía y los representantes de los principales países europeos parecen cada vez más seducidos por los discursos ultra reaccionarios para dar respuesta a los avatares de la recesión. En este sentido, las recientes elecciones en Finlandia y España se suman al cúmulo de fuerzas conservadoras que ya contaban con sus principales referentes en Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, pero la lista incluye prácticamente a todos los países del continente. Incluso en países tradicionalmente

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progresistas como Suecia las fuerzas de extrema derecha han visto incrementar sustancialmente su caudal electoral. La crisis parece sacar lo peor de cada una de estas sociedades, que se han inclinado por programas abiertamente xenófobos y retrógrados en detrimento de una salida de solidaridad y cooperación. Esas mismas circunstancias se expresan en el proyecto de restablecimiento de controles fronterizos al interior del bloque. Esta política fue propuesta por Francia, respaldada por Alemania y su primer propulsor es el gobierno de Dinamarca, quien anunció que ha comenzado a trabajar para que estén funcionando lo antes posible. Iniciativas de este tipo ratifican las diferencias económicas que existen entre las potencias industriales europeas y los países de la periferia. Los primeros están dispuestos a poner todas las trabas que les sean posibles para que los ciudadanos de los países más afectados por la recesión no se desplacen libremente e inunden sus mercados de trabajo con mano de obra barata. Y este es un problema sumamente complejo porque se trata de inmigrantes legales, que tienen plenos derechos al reconocimiento y las asistencias estatales, pero al mismo tiempo se perciben como una amenaza externa capaz de desplazar a los autóctonos. Finalmente, es dable considerar el pasado cambio de mando en la dirección del FMI como una conquista más de la reacción en el viejo continente, ya que se trata de una institución históricamente dirigida por los europeos (desde su creación, en 1945, existe un acuerdo tácito pero inquebrantable con los EE.UU. según el cual el presidente del FMI es un europeo y el presidente del Banco Mundial es un norteamericano). Lo que ha ocurrido con esta institución fue un cuasi golpe de estado orquestado para posibilitar un cambio de poder desde el sector “blando” que representaba Dominique Strauss-Kahn, hacía otro más conservador, como el que representa Lagarde. Con DSK se alcanzaron algunas de las quitas de deuda más importantes en la historia de la institución, se perdonaron ciertos compromisos a países pobres y se realizaron reformas que ampliaron los derechos a voto de los países emergentes. Por supuesto que todo esto no estuvo ni remotamente cerca de convertirla en una institución progresista, pero la caída de Dominique Strauss-Kahn al frente del FMI es un elemento más dentro de esta derechización europea. A DSK se le levantaron todos los cargos después de abandonar la dirección del FMI, pero para entonces ya se había dado otro paso más en el avance del conservadurismo económico más acérrimo sobre uno de los centros neurálgicos de la economía global. ¿Una identidad común? A la luz de lo expuesto, la identidad europea es una realidad mucho más difusa y compleja de lo que se nos ha intentado presentar hasta ahora. Con el desarrollo de la crisis, se ha ido fragmentando hasta volverse prácticamente irreconocible. Durante los años del crecimiento la unidad parecía garantizada, pero ante la primera encrucijada, los paladines de la integración continental han demostrado que la solidaridad y la hermandad tienen un límite y que la unión no estaba construida sobre las bases del altruismo desinteresado, sino sobre unas profundas asimetrías

que podían ser disimuladas pero no superadas. En este momento, los intereses nacionales de cada estado miembro, y muy especialmente de los poderosos, son la principal amenaza para la continuidad de la Unión Europea. Amargo ejemplo de esto último es la sucesiva falta de acuerdo en los planes para rescatar a los países más perjudicados: Alemania se muestra como el großen Vater inclemente, dispuesto a hacerle aprender las lecciones por la fuerza a sus niños díscolos, pero sin hacer ningún acto de mea culpa por la desviación de sus conductas. Sin embargo, una explicación más plausible de esto es que Angela Merkel es plenamente consciente de lo impopulares que son en su país las ayudas a los miembros “irresponsables” de la Eurozona y por ello, tras perder sucesivamente varias elecciones internas importantes, optó por endurecer su política de asistencia a los países acuciados como una estrategia de consolidación política de su partido a nivel nacional. Como contrapartida, podemos tomar el caso de España y ver que la nueva identidad espontánea que ha surgido frente a la adversidad económica es la de los “indignados”: un paradigma de la falta de identificaciones positivas y coherentes, ya que allí los ciudadanos solo se han podido agrupar en torno a la expresión de una oposición ambigua, pero no a algo que hayan construido de manera consciente. En este contexto se inserta el voto masivo a la derecha en las últimas elecciones de ese país, que resultó un acto supremo de catarsis autodestructiva por parte de la ciudadanía española para expresar su descontento con la situación y castigar (al menos en sus cómodos y aburguesados parámetros) a quienes han aplicado las políticas incorrectas. El “Que se vayan todos” à la europea no debe distraer la atención de la gravedad de la situación, ya que aún una identificación circunstancial tan pueril e inconsistente con esos discursos puede convertirse en algo más perenne y poderoso si no se construye ninguna alternativa más válida. Una búsqueda permanente La Unión Europea nació como un proyecto económico de los países más poderosos del continente y, por ello, la crisis puso en evidencia la construcción de una identidad que se adaptaba a esos propósitos. La recesión hace que las diferencias entre los países más y menos desarrollados afloren con total nitidez y ahora se observa que la “hermandad comunitaria” mostrada en los tiempos de la economía en expansión no era tan desinteresada ni estaba tan arraigada como se proclamaba. Como legado esto nos demuestra que la identidad no es algo dado, y para poseerla hay que buscarla, construirla y defenderla. Lo contrario es aceptar dócilmente ser quienes nos digan que somos, en un orden estático e imperecedero que reproducirá las desigualdades preexistentes. “¿Quiénes somos?” es una de las preguntas más importantes que se debe hacer el ser humano y la búsqueda permanente, sincera y comprometida de su respuesta es una de las tareas más maravillosas que puede emprender.

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el marco de la aparición de nuevos actores protagónicos, sino que tiene que virar hacia una hegemonía compartida que signifique ser el Primus Inter Pares. En EE.UU. hay, sin embargo, muchas facciones económico-político-ideológicas que no entienden esto y están proponiendo que se defienda una hegemonía absoluta. Esto se expresa de muchas maneras. Una tiene que ver con una defensa a ultranza del dólar y el incremento de su valor independientemente de que acompañe o no a la productividad de la economía americana. Hoy EE.UU. se encuentra ante ese dilema. O reconoce que va hacia una hegemonía no absoluta, y en consecuencia tiene una macroeconomía de corte keynesiano y se orienta hacia las reformas institucionales y estructurales que necesita, o comienza a implementar políticas que artificialmente conserven una hegemonía absoluta que ya no tiene. Este último camino agudizaría la velocidad de su caída.

El mundo, crisis y después

Gramsci y el futuro de Europa.

En el comienzo de la segunda década del milenio, el mundo no es un lugar feliz. El presidente del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, Mariano de Miguel, analiza* el estado de la economía internacional a la luz de la crisis financiera y vislumbra escenarios geopolíticos futuros. La velocidad de la pérdida hegemónica de los Estados Unidos, el problema político europeo, los obstáculos del resurgir chino y el espacio de inserción para la región. por: Mariano de Miguel Analizar el problema de la deuda en EE.UU requiere diferenciar los aspectos de superficie o apariencia de aquellos que tienen que ver con fenómenos que cubren un período más extenso y, al mismo tiempo, con factores estructurales propios de la dinámica capitalista en su conjunto. En lo superficial, se trata de una crisis de deuda originada por una crisis de sobre-apalancamiento des-regulado que se expandió a todos los mercados. La creación de riqueza financiera sin correlato en la esfera real de la economía produce en ciertos momentos un derretimiento de esa riqueza ficticia, que a su vez desata una guerra de posiciones por parte de quienes la detentan a los fines de acaparar riqueza real y buscar refugios de valor. Todo esto contribuye de manera decisiva al freno de la actividad y del crecimiento, porque el refugio que se busca no existe para todos. Aún quienes habían apostado a un uso productivo de su capital, bajo presión de las circunstancias y el temor, salen del circuito productivo e intentan atesorar símbolos cuya soberanía radica en un respaldo que no puede garantizarse. Por otra parte, no hay que dejar de ver que esa crisis de deuda expresa desequilibrios que cubren lapsos más largos y propios de la dinámica general de la economía capitalista de mercado. Todos estos planos se deben considerar al analizar la discusión que se dio en torno a

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subir o no el techo de la deuda. Por una parte, el problema del techo de deuda de EE.UU. no tuvo que ver con que si se tenía o no la capacidad de pago: la tiene y no necesita pedir prestado. Y de cualquier manera, a EEUU se le prestaría porque ostenta la hegemonía mundial en términos monetarios y económicos. Por otra parte, el tema de la deuda tampoco fue un problema legal. Fue una excusa para llevar hasta las últimas consecuencias una batalla de economía política sobre cómo se gestiona el gasto público y cómo se estructura la recaudación. Obama fue sin duda uno de los grandes derrotados, porque no pudo timonear el problema de manera deseable. El resultado es nefasto tanto desde el punto de vista económico como político. En lo económico, porque se avala un ajuste que probablemente agudizará todos los problemas económicos que tiene EEUU. En cuanto al aspecto político, las expresiones políticas y la correlación de fuerzas no son favorables a los sectores progresistas sino al conservadurismo. Esto incumbe no sólo a EE.UU. sino que también hay que atender lo que parece ser una transición hacia un mundo multipolar. La pregunta que sigue es cómo va a quedar conformada esa multipolaridad, cuáles van a ser sus ejes y qué lugar puede ocupar EE.UU. Considero que las mentes más inteligentes de los EE.UU. saben que no pueden defender una hegemonía que inevitablemente se va a perder en

Europa está enfrentando dilemas diferentes pero que pueden ser analizados desde un punto de vista similar, mediante los conceptos gramscianos de bloque histórico y hegemonía. El concepto de bloque histórico sirve para identificar aspectos estructurales y super-estructurales, tanto ideológicos como políticos. Una de las lecciones importantes que deja la experiencia europea es que la supra-nacionalización monetaria (siendo la moneda una expresión de soberanía justamente porque es fiduciaria y de confianza) debe estar acompañada por una supranacionalización de la autoridad que tiene justamente el poder soberano de emitir moneda (un Estado europeo). Si no es así, la autoridad termina siendo improductiva frente a una crisis, justamente cuando más se necesita de la acción de soberanía de la moneda. En los momentos de crisis, al no existir esa autoridad fiscal supranacional, cada unidad particular que compone esa unidad mayor (como es la Unión Europea) actúa en función de los propios intereses nacionales, que lejos están de haber desaparecido. Esa es una lección política. Los problemas europeos son más político-ideológicos que económicos. Son problemas que pueden tranquilamente asumir, desde el punto de vista económico, un lugar de segundo orden. Pero esto requiere transformaciones institucionales y políticas para las que tiene que haber un consenso ideológico que evite que la hegemonía se construya sobre la base de la fuerza. Eso es un peligro. Si no se logran esas transformaciones por vías democráticas, evidentemente la historia sigue su curso y muchas veces, como decía Clausewitz, la guerra es la política por otros medios. Los requisitos o puntos críticos para la construcción de un bloque histórico europeo, que sería el paralelo a los Estados Unidos de Europa, son: 1. Que la superestructura ideológica esté en condiciones de consensuarlo y de reclamarlo. 2. Que la superestructura política esté en condiciones de ejecutar e implementar las transformaciones necesarias y que tenga los instrumentos para hacerlo. Y 3., por último, entender qué tipo de economía y qué tipo de transformación económica necesitan para evitar un deterioro mayor del poder económico de la región,

entendiendo también que la integración no puede suponer la mejora brutal de uno sobre el deterioro brutal de los otros. Lo que está faltando en Europa, justamente, es la comprensión de que el cambio que vale la pena es aquel en donde todos los componentes, de alguna manera, ganen. Y entonces, ¿China? China es, sin duda, un nuevo actor protagónico que ha llegado para quedarse. Esto se da por varias razones. Su poder territorial, comercial, de recursos humanos y de stock de capitales. Pero también porque ha llevado a cabo durante décadas una estrategia muy hábil que supo aprovechar y ajustarse a las circunstancias. Pero no todo es color de rosa para China, y este análisis incluye también a la India. Probablemente serán actores decisivos en la nueva mesa multipolar que se cristalizará de aquí a unas décadas a nivel mundial. Pero China tiene problemas internos que deberá atender: no sólo la diferencia tan marcada entre ciudad-campo, sino que también tiene que resolver cómo pasa de un modelo de competitividad por bajos costos a uno por productividad. El modelo de competitividad por costos se basa en salarios bajos que compensan la menor productividad. Es un modelo que, se sabe, rinde hasta cierto punto, en especial mientras el escenario internacional permite que un país produzca esencialmente pensando en términos comerciales externos y, fundamentalmente, planificando la producción sobre la base de un control político e ideológico estricto y no democrático. En este sentido, China debería consolidar su crecimiento cada vez más enfocado sobre su propio mercado interno. Necesita transformaciones sociales y económicas muy importantes que deben ser manejadas con cautela porque pueden afectar variables que hasta el momento se han mantenido bajo control. Al ir progresivamente hacia una economía capitalista de mercado, no perderán el control de las variables pero tendrán que orientarlas. Una variable concreta es la inversión, que actualmente representa el 50% del valor agregado en China y no está sujeta a los vaivenes de los mercados tal cual lo entendemos nosotros. Se trata de un mercado mucho más regulado. China es, en suma, un nuevo actor decisivo, que incluso puede sumar elementos estratégicos distintos, algunos positivos y otros no, para nuestro país y la región del UNASUR. También deberíamos incorporar, en este sentido, a la India, a Japón y a Rusia debido a su poder político-militar. Nosotros y el nuevo mundo Hay un gran dilema en relación a qué lugar va a ocupar nuestra región. Esto se corresponderá con el papel que juegue Brasil y el tipo de conformación regional. Las lecciones de la comunidad europea deberían servirnos también para entender que no cualquier MERCOSUR ni cualquier UNASUR nos van a ser útiles. Una unidad o integración regional debe suponer una mejora para todos sus miembros y, en ese sentido, todavía hay una agenda por construir. La región está en condiciones de obtener muchos beneficios.

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el marco de la aparición de nuevos actores protagónicos, sino que tiene que virar hacia una hegemonía compartida que signifique ser el Primus Inter Pares. En EE.UU. hay, sin embargo, muchas facciones económico-político-ideológicas que no entienden esto y están proponiendo que se defienda una hegemonía absoluta. Esto se expresa de muchas maneras. Una tiene que ver con una defensa a ultranza del dólar y el incremento de su valor independientemente de que acompañe o no a la productividad de la economía americana. Hoy EE.UU. se encuentra ante ese dilema. O reconoce que va hacia una hegemonía no absoluta, y en consecuencia tiene una macroeconomía de corte keynesiano y se orienta hacia las reformas institucionales y estructurales que necesita, o comienza a implementar políticas que artificialmente conserven una hegemonía absoluta que ya no tiene. Este último camino agudizaría la velocidad de su caída.

El mundo, crisis y después

Gramsci y el futuro de Europa.

En el comienzo de la segunda década del milenio, el mundo no es un lugar feliz. El presidente del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, Mariano de Miguel, analiza* el estado de la economía internacional a la luz de la crisis financiera y vislumbra escenarios geopolíticos futuros. La velocidad de la pérdida hegemónica de los Estados Unidos, el problema político europeo, los obstáculos del resurgir chino y el espacio de inserción para la región. por: Mariano de Miguel Analizar el problema de la deuda en EE.UU requiere diferenciar los aspectos de superficie o apariencia de aquellos que tienen que ver con fenómenos que cubren un período más extenso y, al mismo tiempo, con factores estructurales propios de la dinámica capitalista en su conjunto. En lo superficial, se trata de una crisis de deuda originada por una crisis de sobre-apalancamiento des-regulado que se expandió a todos los mercados. La creación de riqueza financiera sin correlato en la esfera real de la economía produce en ciertos momentos un derretimiento de esa riqueza ficticia, que a su vez desata una guerra de posiciones por parte de quienes la detentan a los fines de acaparar riqueza real y buscar refugios de valor. Todo esto contribuye de manera decisiva al freno de la actividad y del crecimiento, porque el refugio que se busca no existe para todos. Aún quienes habían apostado a un uso productivo de su capital, bajo presión de las circunstancias y el temor, salen del circuito productivo e intentan atesorar símbolos cuya soberanía radica en un respaldo que no puede garantizarse. Por otra parte, no hay que dejar de ver que esa crisis de deuda expresa desequilibrios que cubren lapsos más largos y propios de la dinámica general de la economía capitalista de mercado. Todos estos planos se deben considerar al analizar la discusión que se dio en torno a

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subir o no el techo de la deuda. Por una parte, el problema del techo de deuda de EE.UU. no tuvo que ver con que si se tenía o no la capacidad de pago: la tiene y no necesita pedir prestado. Y de cualquier manera, a EEUU se le prestaría porque ostenta la hegemonía mundial en términos monetarios y económicos. Por otra parte, el tema de la deuda tampoco fue un problema legal. Fue una excusa para llevar hasta las últimas consecuencias una batalla de economía política sobre cómo se gestiona el gasto público y cómo se estructura la recaudación. Obama fue sin duda uno de los grandes derrotados, porque no pudo timonear el problema de manera deseable. El resultado es nefasto tanto desde el punto de vista económico como político. En lo económico, porque se avala un ajuste que probablemente agudizará todos los problemas económicos que tiene EEUU. En cuanto al aspecto político, las expresiones políticas y la correlación de fuerzas no son favorables a los sectores progresistas sino al conservadurismo. Esto incumbe no sólo a EE.UU. sino que también hay que atender lo que parece ser una transición hacia un mundo multipolar. La pregunta que sigue es cómo va a quedar conformada esa multipolaridad, cuáles van a ser sus ejes y qué lugar puede ocupar EE.UU. Considero que las mentes más inteligentes de los EE.UU. saben que no pueden defender una hegemonía que inevitablemente se va a perder en

Europa está enfrentando dilemas diferentes pero que pueden ser analizados desde un punto de vista similar, mediante los conceptos gramscianos de bloque histórico y hegemonía. El concepto de bloque histórico sirve para identificar aspectos estructurales y super-estructurales, tanto ideológicos como políticos. Una de las lecciones importantes que deja la experiencia europea es que la supra-nacionalización monetaria (siendo la moneda una expresión de soberanía justamente porque es fiduciaria y de confianza) debe estar acompañada por una supranacionalización de la autoridad que tiene justamente el poder soberano de emitir moneda (un Estado europeo). Si no es así, la autoridad termina siendo improductiva frente a una crisis, justamente cuando más se necesita de la acción de soberanía de la moneda. En los momentos de crisis, al no existir esa autoridad fiscal supranacional, cada unidad particular que compone esa unidad mayor (como es la Unión Europea) actúa en función de los propios intereses nacionales, que lejos están de haber desaparecido. Esa es una lección política. Los problemas europeos son más político-ideológicos que económicos. Son problemas que pueden tranquilamente asumir, desde el punto de vista económico, un lugar de segundo orden. Pero esto requiere transformaciones institucionales y políticas para las que tiene que haber un consenso ideológico que evite que la hegemonía se construya sobre la base de la fuerza. Eso es un peligro. Si no se logran esas transformaciones por vías democráticas, evidentemente la historia sigue su curso y muchas veces, como decía Clausewitz, la guerra es la política por otros medios. Los requisitos o puntos críticos para la construcción de un bloque histórico europeo, que sería el paralelo a los Estados Unidos de Europa, son: 1. Que la superestructura ideológica esté en condiciones de consensuarlo y de reclamarlo. 2. Que la superestructura política esté en condiciones de ejecutar e implementar las transformaciones necesarias y que tenga los instrumentos para hacerlo. Y 3., por último, entender qué tipo de economía y qué tipo de transformación económica necesitan para evitar un deterioro mayor del poder económico de la región,

entendiendo también que la integración no puede suponer la mejora brutal de uno sobre el deterioro brutal de los otros. Lo que está faltando en Europa, justamente, es la comprensión de que el cambio que vale la pena es aquel en donde todos los componentes, de alguna manera, ganen. Y entonces, ¿China? China es, sin duda, un nuevo actor protagónico que ha llegado para quedarse. Esto se da por varias razones. Su poder territorial, comercial, de recursos humanos y de stock de capitales. Pero también porque ha llevado a cabo durante décadas una estrategia muy hábil que supo aprovechar y ajustarse a las circunstancias. Pero no todo es color de rosa para China, y este análisis incluye también a la India. Probablemente serán actores decisivos en la nueva mesa multipolar que se cristalizará de aquí a unas décadas a nivel mundial. Pero China tiene problemas internos que deberá atender: no sólo la diferencia tan marcada entre ciudad-campo, sino que también tiene que resolver cómo pasa de un modelo de competitividad por bajos costos a uno por productividad. El modelo de competitividad por costos se basa en salarios bajos que compensan la menor productividad. Es un modelo que, se sabe, rinde hasta cierto punto, en especial mientras el escenario internacional permite que un país produzca esencialmente pensando en términos comerciales externos y, fundamentalmente, planificando la producción sobre la base de un control político e ideológico estricto y no democrático. En este sentido, China debería consolidar su crecimiento cada vez más enfocado sobre su propio mercado interno. Necesita transformaciones sociales y económicas muy importantes que deben ser manejadas con cautela porque pueden afectar variables que hasta el momento se han mantenido bajo control. Al ir progresivamente hacia una economía capitalista de mercado, no perderán el control de las variables pero tendrán que orientarlas. Una variable concreta es la inversión, que actualmente representa el 50% del valor agregado en China y no está sujeta a los vaivenes de los mercados tal cual lo entendemos nosotros. Se trata de un mercado mucho más regulado. China es, en suma, un nuevo actor decisivo, que incluso puede sumar elementos estratégicos distintos, algunos positivos y otros no, para nuestro país y la región del UNASUR. También deberíamos incorporar, en este sentido, a la India, a Japón y a Rusia debido a su poder político-militar. Nosotros y el nuevo mundo Hay un gran dilema en relación a qué lugar va a ocupar nuestra región. Esto se corresponderá con el papel que juegue Brasil y el tipo de conformación regional. Las lecciones de la comunidad europea deberían servirnos también para entender que no cualquier MERCOSUR ni cualquier UNASUR nos van a ser útiles. Una unidad o integración regional debe suponer una mejora para todos sus miembros y, en ese sentido, todavía hay una agenda por construir. La región está en condiciones de obtener muchos beneficios.

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El conflicto, la democracia y el motor del desarrollo El miedo al conflicto lleva a ponderar demasiado a los consensos. Fernando Zack argumenta que tanto la democracia como un modelo de desarrollo requieren del disenso y el conflicto para avanzar y superarse. La clave está en sus modos de resolución. ¿Una nueva institución para pensar y actuar en plazos más largos? por: Fernando Zack

No digo que la región pase a ser un actor hegemónico, aunque quizás sí ocurra en el caso de Brasil en el más largo plazo. Pero se pueden construir condiciones de borde que permitan no sufrir una nueva colonización económicofinanciera, como tradicionalmente hemos sufrido y, lo que es clave, tener mayores niveles de libertad que permitan gestionar un proceso de crecimiento y desarrollo económico interno. Al mismo tiempo, es importante señalar que todo lo anterior tiene como condición la construcción de un bloque histórico y una superestructura política e ideológica que hagan viable ese proceso de desarrollo económico. Esta es una de las grandes deudas de la región y depende de determinada estructura económica, que debe ser orientada en un sentido transformador favorable a la integración social. Creo que el mundo que se viene nos va a dar oportunidades para poder lograrlo. Desde el punto de vista económico, la región debe comenzar por cuestiones que ninguno de los países puede resignar. Primero, comprender que el salario debe ser un precio político, eje de gravitación y patrón de todo el hacer económico. Segundo, saber que lo anterior no supone poseer grados infinitos de libertad para fijar y definir una determinada pauta distributiva. O sea que el salario es un precio político pero condicionado por restricciones varias. Si uno distribuye el ingreso para incentivar la inversión, tiene que cuidar que la tasa de rentabilidad sea tal que pueda atraer al inversor. Por otro lado, hay que cuidar otras limitantes como, por ejemplo, la externa. La región, particularmente nuestro país, siempre ha tenido restricción de divisas. Por eso hay

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que consolidar la independencia. Para hacerlo, no sólo hay que tener capacidad de hacer política macroeconómica orientada al crecimiento económico sino también de transformar las estructuras productivas para generar valor y privilegiar a los sectores que lo hagan. Todo esto también tiene que estar acordado a nivel regional. Debemos entender que para terminar de independizarnos del sector externo, tenemos que terminar de sustituir importaciones y “sustituir exportaciones”. Una vez que se logran los primeros acuerdos, se debe avanzar hacia políticas globales. En el corto plazo, los intereses pueden no ser compatibles, por lo que se deben someter a los de mediano y largo plazo. Es por eso que hechos como el “No al ALCA” y la creación de la UNASUR son muy importantes. Si bien con esto sólo no alcanza, es un comienzo muy importante. Si uno no quiere el ALCA, sabe que los componentes del conjunto van a tener que hacer sacrificios para que ese mismo conjunto se pueda finalmente cristalizarse y construirse como tal. El bloque histórico regional no será posible si no hay un trabajo de conciencia sobre cómo llegar a ese bloque histórico. * Este texto fue elaborado a partir de fragmentos de una entrevista a Mariano de Miguel publicada por la web Iniciativa (http://espacioiniciativa.com.ar/?p=3952)

El conflicto sucedido entre el gobierno nacional y la mesa de enlace agropecuaria a principios de 2008 puso de moda dos conceptos en Argentina. Son palabras que abundan en los discursos de los políticos y en los artículos escritos por los principales editorialistas del país desde aquel año: consenso y crispación. Como todos sabemos, la disputa por el significado de las palabras es una de las cruzadas políticas más importantes cuando se libra una batalla cultural. En este caso, la construcción política del sentido que transitoriamente se impuso, invita a que asociemos el consenso con democracia y desarrollo y, su aparente antónimo “crispación”, con situaciones vinculadas a gobiernos autoritarios, instituciones débiles y subdesarrollo. En función de esto, gran parte del sistema político argentino afirma que para fortalecer nuestra democracia resulta necesario construir consensos en torno a cuestiones tales como la gobernabilidad, las instituciones, el desarrollo económico y la redistribución del ingreso. Al no hacerlo, los problemas sociales podrían agravarse y la democracia perder legitimidad. Lo que llama la atención, fundamentalmente porque la manifestación emana de políticos experimentados, es la despolitización del enunciado. El subtexto de tal afirmación indicaría que los argentinos constituimos una sociedad torpe, incapaz de ver que frente a nuestros ojos tenemos la respuesta a las necesidades en materia de desarrollo y que no las aprovechamos producto de mezquindades y objetivos de corto plazo. Algo de esto probablemente sea plausible. Nuestra sociedad y, por lo tanto su dirigencia política y social, no

está compuesta sólo por individuos altruistas e interesados por el bien común. Sin embargo, la explicación no sigue ese recorrido. El desarrollo, fundamentalmente en contextos democráticos, supone un proceso sumamente conflictivo y complejo que afecta intereses políticos y económicos. Todos los actores del arco político dicen estar a favor del desarrollo. Nadie podría estar explícitamente en contra de él. Pero es importante entender que Argentina no tiene ni más ni menos problemas que los experimentados por cualquier otra nación para definir su estrategia de desarrollo. Y estos problemas surgen de la existencia de interpretaciones diferentes –y a veces contrapuestas– sobre qué es el desarrollo, de lo que el desarrollo significa y, en consecuencia, de lo que exige en materia de políticas públicas. Estas diferencias son causa de conflictos. Pero si son procesadas adecuadamente y en forma pacífica, fortalecen en lugar de debilitar a la democracia. Por lo que no deben preocuparnos sino ser bienvenidas. Esta idea de conflicto colisiona con el significado que “democracia” adquirió tras la crisis con las entidades agropecuarias. Pero si la cuestión radica en los consensos y la democracia, debemos decir que el rasgo que caracteriza y define a este régimen político es el disenso. La democracia, cuando es verdaderamente pluralista, supone y se alimenta del conflicto.

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El conflicto, la democracia y el motor del desarrollo El miedo al conflicto lleva a ponderar demasiado a los consensos. Fernando Zack argumenta que tanto la democracia como un modelo de desarrollo requieren del disenso y el conflicto para avanzar y superarse. La clave está en sus modos de resolución. ¿Una nueva institución para pensar y actuar en plazos más largos? por: Fernando Zack

No digo que la región pase a ser un actor hegemónico, aunque quizás sí ocurra en el caso de Brasil en el más largo plazo. Pero se pueden construir condiciones de borde que permitan no sufrir una nueva colonización económicofinanciera, como tradicionalmente hemos sufrido y, lo que es clave, tener mayores niveles de libertad que permitan gestionar un proceso de crecimiento y desarrollo económico interno. Al mismo tiempo, es importante señalar que todo lo anterior tiene como condición la construcción de un bloque histórico y una superestructura política e ideológica que hagan viable ese proceso de desarrollo económico. Esta es una de las grandes deudas de la región y depende de determinada estructura económica, que debe ser orientada en un sentido transformador favorable a la integración social. Creo que el mundo que se viene nos va a dar oportunidades para poder lograrlo. Desde el punto de vista económico, la región debe comenzar por cuestiones que ninguno de los países puede resignar. Primero, comprender que el salario debe ser un precio político, eje de gravitación y patrón de todo el hacer económico. Segundo, saber que lo anterior no supone poseer grados infinitos de libertad para fijar y definir una determinada pauta distributiva. O sea que el salario es un precio político pero condicionado por restricciones varias. Si uno distribuye el ingreso para incentivar la inversión, tiene que cuidar que la tasa de rentabilidad sea tal que pueda atraer al inversor. Por otro lado, hay que cuidar otras limitantes como, por ejemplo, la externa. La región, particularmente nuestro país, siempre ha tenido restricción de divisas. Por eso hay

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que consolidar la independencia. Para hacerlo, no sólo hay que tener capacidad de hacer política macroeconómica orientada al crecimiento económico sino también de transformar las estructuras productivas para generar valor y privilegiar a los sectores que lo hagan. Todo esto también tiene que estar acordado a nivel regional. Debemos entender que para terminar de independizarnos del sector externo, tenemos que terminar de sustituir importaciones y “sustituir exportaciones”. Una vez que se logran los primeros acuerdos, se debe avanzar hacia políticas globales. En el corto plazo, los intereses pueden no ser compatibles, por lo que se deben someter a los de mediano y largo plazo. Es por eso que hechos como el “No al ALCA” y la creación de la UNASUR son muy importantes. Si bien con esto sólo no alcanza, es un comienzo muy importante. Si uno no quiere el ALCA, sabe que los componentes del conjunto van a tener que hacer sacrificios para que ese mismo conjunto se pueda finalmente cristalizarse y construirse como tal. El bloque histórico regional no será posible si no hay un trabajo de conciencia sobre cómo llegar a ese bloque histórico. * Este texto fue elaborado a partir de fragmentos de una entrevista a Mariano de Miguel publicada por la web Iniciativa (http://espacioiniciativa.com.ar/?p=3952)

El conflicto sucedido entre el gobierno nacional y la mesa de enlace agropecuaria a principios de 2008 puso de moda dos conceptos en Argentina. Son palabras que abundan en los discursos de los políticos y en los artículos escritos por los principales editorialistas del país desde aquel año: consenso y crispación. Como todos sabemos, la disputa por el significado de las palabras es una de las cruzadas políticas más importantes cuando se libra una batalla cultural. En este caso, la construcción política del sentido que transitoriamente se impuso, invita a que asociemos el consenso con democracia y desarrollo y, su aparente antónimo “crispación”, con situaciones vinculadas a gobiernos autoritarios, instituciones débiles y subdesarrollo. En función de esto, gran parte del sistema político argentino afirma que para fortalecer nuestra democracia resulta necesario construir consensos en torno a cuestiones tales como la gobernabilidad, las instituciones, el desarrollo económico y la redistribución del ingreso. Al no hacerlo, los problemas sociales podrían agravarse y la democracia perder legitimidad. Lo que llama la atención, fundamentalmente porque la manifestación emana de políticos experimentados, es la despolitización del enunciado. El subtexto de tal afirmación indicaría que los argentinos constituimos una sociedad torpe, incapaz de ver que frente a nuestros ojos tenemos la respuesta a las necesidades en materia de desarrollo y que no las aprovechamos producto de mezquindades y objetivos de corto plazo. Algo de esto probablemente sea plausible. Nuestra sociedad y, por lo tanto su dirigencia política y social, no

está compuesta sólo por individuos altruistas e interesados por el bien común. Sin embargo, la explicación no sigue ese recorrido. El desarrollo, fundamentalmente en contextos democráticos, supone un proceso sumamente conflictivo y complejo que afecta intereses políticos y económicos. Todos los actores del arco político dicen estar a favor del desarrollo. Nadie podría estar explícitamente en contra de él. Pero es importante entender que Argentina no tiene ni más ni menos problemas que los experimentados por cualquier otra nación para definir su estrategia de desarrollo. Y estos problemas surgen de la existencia de interpretaciones diferentes –y a veces contrapuestas– sobre qué es el desarrollo, de lo que el desarrollo significa y, en consecuencia, de lo que exige en materia de políticas públicas. Estas diferencias son causa de conflictos. Pero si son procesadas adecuadamente y en forma pacífica, fortalecen en lugar de debilitar a la democracia. Por lo que no deben preocuparnos sino ser bienvenidas. Esta idea de conflicto colisiona con el significado que “democracia” adquirió tras la crisis con las entidades agropecuarias. Pero si la cuestión radica en los consensos y la democracia, debemos decir que el rasgo que caracteriza y define a este régimen político es el disenso. La democracia, cuando es verdaderamente pluralista, supone y se alimenta del conflicto.

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Disputando el sentido Lo que sigue ocurriendo en Argentina es una disputa por los significados. Gran parte de la literatura escrita sobre democracia confirma esta línea, como lo expresan algunos de los principales pensadores de las ciencias sociales como Norberto Bobbio y Max Weber. Para Bobbio, el disenso es condición para que la democracia avance. La deliberación que precede a la acción no sólo presupone el disenso, sino que es condición sine qua non para su funcionamiento. El consenso que demanda este sistema político tiene que ver con la aceptación de las reglas del juego. En otras palabras, la democracia exige el respeto por las decisiones mayoritarias. En la misma línea, Weber observa que el principal problema del régimen democrático radica en que desafía la posibilidad de establecer una dominación legítima estable, y coincide con Bobbio sobre el lugar protagónico que le cabe al disenso. Como la democracia está construida sobre la capacidad de juicio moral individual, este régimen sólo encuentra formas precarias de consenso. La libertad de disenso que debe caracterizar a la democracia necesita, entonces, de una sociedad pluralista. Esta condición implica reconocer la existencia de tantas verdades como argumentos las justifiquen y la imposibilidad de una Verdad con mayúscula. Si nos cuesta tanto arribar a consensos, debe ser porque la democracia se basa en el disenso y reconoce, por ejemplo, que no hay una sola manera de promover el desarrollo nacional o de distribuir los ingresos y riquezas (esto suponiendo que todos los actores políticos están de acuerdo con defender estas banderas). No obstante lo dicho, debemos subrayar que la resolución democrática de conflictos hegemónicos no puede realizarse de cualquier modo, sino que exige, como enseña Bobbio, el respeto por las reglas del juego. En consecuencia, se encuentra excluida una dinámica de enfrentamiento hobbesiana, aunque tampoco se exige un trato kantiano hacia al adversario. Más claramente, no hay posibilidad de juego democrático si identifico al portador de una verdad diferente a la propia como a un enemigo frente al cual no se está dispuesto a reconocer su legitimidad ni su derecho a participar del debate y, por lo tanto, la solución para la disputa es su eliminación. Al mismo tiempo, el debate democrático tampoco requiere de una hospitalidad kantiana en la que domine una cultura de la amistad entre las diferentes propuestas políticas y donde eliminemos la existencia del adversario vía la negación de conflictos. Probablemente, la visión que propone John Locke cumpla los requisitos necesarios para desarrollar una práctica democrática saludable en la que diferentes proyectos hegemónicos puedan dirimir sus conflictos en el marco de las reglas del juego vigentes, sin la necesidad de desafiarlas. El paradigma lockeano no desconoce la presencia de intereses políticos distintos y opuestos, pero ofrece un escenario de resolución de conflictos que evita

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la utilización de la violencia, promoviendo ámbitos de negociación y debate. Es bajo esta forma de relacionarse con quien piensa diferente que puede desarrollarse una confrontación democrática de diferentes proyectos hegemónicos. En consecuencia, debemos destacar enfáticamente que la democracia no niega la existencia de conflictos ni la presencia de intereses contrapuestos. Por el contrario, a partir del reconocimiento de ellos, ofrece una diversidad de dispositivos y ámbitos institucionales para dirimirlos pacíficamente. Los principales son las elecciones y el debate parlamentario, pero no son los únicos. ¿Están las instituciones a la altura de los conflictos? A medida que la democracia avanza y la participación política se profundiza, las instituciones más tradicionales del sistema representativo resultan insuficientes para contener y procesar las diferencias. Las elecciones cada dos años y la dinámica de los debates parlamentarios son indispensables para dirimir las posiciones políticas existentes en nuestra sociedad. Pero la complejidad de la política y la economía actual, exigen nuevas instancias de participación que complementen y asistan en la tarea que esas instituciones realizan en el procesamiento pacífico de los conflictos de la democracia. Tras el estallido de 2001 y luego del fin de la convertibilidad cambiaria, la sociedad argentina fue atravesada por un fuerte debate en torno al modelo económico que debía ser implementado. Devaluación o dolarización eran los caminos que sugerían opositores y defensores del modelo económico que había predominado durante la década de los noventa. El rechazo a la dolarización y la implementación de un modelo orientado a apuntalar la producción a partir de un tipo de cambio competitivo generó un ciclo de crecimiento inédito en la Argentina, el cual continúa en la actualidad. Sin embargo, y tal vez como consecuencia de sus éxitos más que de sus cuentas pendientes, esta política económica se encuentra sujeta a una diversidad de tensiones. El ciclo de crecimiento, recuperación del salario real y reducción del desempleo constituyen hitos que deben ser defendidos y profundizados. Pero esto no obsta a reconocer que toda solución es generadora de nuevos problemas. En este caso se llaman puja distributiva y tensiones inflacionarias. Recetas para solucionar estos conflictos que comienzan a cobrar relevancia las hay, y muchas. Cada una de ellas, como toda política pública, genera ganadores y perdedores diferentes. Por ejemplo, hay quienes plantean la necesidad de enfriar la economía. Detrás de esta elegante metáfora, los impulsores de tal política están diciendo que es necesario reducir el crecimiento económico, bajar los salarios reales y, en el mejor de los casos, aumentar el desempleo para que el ejército industrial de reserva actúe como amenaza ante a las demandas de los trabajadores. Frente a esto, estamos quienes creemos que para superar los desafíos que tiene por delante la economía argentina resulta necesario el diseño e implementación de

una estrategia integral de desarrollo de nuestras fuerzas productivas que se plantee objetivos de corto, mediano y largo plazo con el fin de profundizar la democracia y el crecimiento económico para el progreso social. Esto implica disputar orientaciones y contenidos de las políticas públicas con un objetivo claro y concreto: la afirmación de nuestra soberanía individual y colectiva, la realización de la justicia social y la igualdad de oportunidades. Sin duda, la política económica es la columna vertebral de esta estrategia, pero ningún desarrollo puede concretarse sin las políticas productivas, sociales, educativas, tecnológicas y científicas que lo acompañen y retroalimenten.

Sin embargo, es también importante repensar el nombre de esta nueva institución ya que las denominaciones mencionadas pueden dar lugar a malas interpretaciones y falsas expectativas. “Consejo Intersectorial para el Desarrollo Nacional” puede ser una buena alternativa. El propósito de este Consejo radicaría en la generación de consensos en torno a políticas públicas que deben tener por objetivo que Argentina avance en su proceso de desarrollo. Estos consensos no surgirán espontáneamente, sino a partir de una ardua, extensa y conflictiva tarea de negociación cuyo punto de partida son los disensos. Por ello, resulta necesario reconocer el conflicto como algo virtuoso ya que es condición necesaria para que la democracia avance.

Las instituciones de la democracia argentina, ¿se encuentran en condiciones de procesar los conflictos que la implementación de una estrategia de desarrollo genera? En caso de que no lo estén, ¿cuáles son las instancias que pueden ser útiles para lograrlo?

Para que el Consejo Intersectorial sea posible y pueda cumplir con su función, debe dejar de asustarnos la palabra “conflicto”. Quienes crean que a partir de su constitución, los consensos florecerán en Argentina, están cometiendo un grave error.

Las elecciones y el debate parlamentario no pueden agotar las instancias de participación que exige el debate de una estrategia de desarrollo. Por ello, para avanzar con paso firme por este camino, consideramos oportuno poner sobre la mesa la necesidad de construir un espacio institucional donde los actores protagónicos del desarrollo puedan participar directamente y sin las intermediaciones de la democracia representativa clásica.

Argentina se encuentra ante una oportunidad como pocas tuvo en su historia. El Estado ha recuperado capacidad de acción e intervención, hemos crecido sostenidamente, se han reducido los índices de indigencia, pobreza y desempleo, el modelo macroeconómico muestra solidez y ha permitido la consolidación de un entramado productivo extenso y diversificado. En pocas palabras, estamos ante una situación que a principios de siglo resultaba inimaginable. Pero los desafíos hacia el futuro son infinitos. Cuantos más problemas se resuelven más cosas quedan por hacer. Y el desarrollo es un proceso complejo, que no surge de manera espontánea, sino que requiere de planificación, estrategia y decisión política.

Ese espacio puede ser un “Pacto Social” o un “Acuerdo por el Desarrollo Nacional”. Una nueva institución llamada a cumplir la difícil tarea de aportar un nuevo ámbito en el cual pueda debatirse una estrategia de desarrollo nacional y las políticas públicas que en función de ella deban implementarse, a la vez que permita procesar en forma pacífica los conflictos que son inherentes a la democracia. Para que esto sea posible, debe constituirse como un ámbito de participación plural, de diálogo y debate; en el que tienen que estar representados los partidos políticos, las organizaciones que nuclean a los trabajadores y a los empresarios, las ONG’s y el consejo interuniversitario nacional, entre otras.

Una nueva institución ya no para salir de una crisis, sino para pensar en el mediano y largo plazo: generar debates por fuera de los tiempos electorales que siempre son inmediatos. Esa institución es el Consejo Intersectorial para el Desarrollo Nacional.

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Disputando el sentido Lo que sigue ocurriendo en Argentina es una disputa por los significados. Gran parte de la literatura escrita sobre democracia confirma esta línea, como lo expresan algunos de los principales pensadores de las ciencias sociales como Norberto Bobbio y Max Weber. Para Bobbio, el disenso es condición para que la democracia avance. La deliberación que precede a la acción no sólo presupone el disenso, sino que es condición sine qua non para su funcionamiento. El consenso que demanda este sistema político tiene que ver con la aceptación de las reglas del juego. En otras palabras, la democracia exige el respeto por las decisiones mayoritarias. En la misma línea, Weber observa que el principal problema del régimen democrático radica en que desafía la posibilidad de establecer una dominación legítima estable, y coincide con Bobbio sobre el lugar protagónico que le cabe al disenso. Como la democracia está construida sobre la capacidad de juicio moral individual, este régimen sólo encuentra formas precarias de consenso. La libertad de disenso que debe caracterizar a la democracia necesita, entonces, de una sociedad pluralista. Esta condición implica reconocer la existencia de tantas verdades como argumentos las justifiquen y la imposibilidad de una Verdad con mayúscula. Si nos cuesta tanto arribar a consensos, debe ser porque la democracia se basa en el disenso y reconoce, por ejemplo, que no hay una sola manera de promover el desarrollo nacional o de distribuir los ingresos y riquezas (esto suponiendo que todos los actores políticos están de acuerdo con defender estas banderas). No obstante lo dicho, debemos subrayar que la resolución democrática de conflictos hegemónicos no puede realizarse de cualquier modo, sino que exige, como enseña Bobbio, el respeto por las reglas del juego. En consecuencia, se encuentra excluida una dinámica de enfrentamiento hobbesiana, aunque tampoco se exige un trato kantiano hacia al adversario. Más claramente, no hay posibilidad de juego democrático si identifico al portador de una verdad diferente a la propia como a un enemigo frente al cual no se está dispuesto a reconocer su legitimidad ni su derecho a participar del debate y, por lo tanto, la solución para la disputa es su eliminación. Al mismo tiempo, el debate democrático tampoco requiere de una hospitalidad kantiana en la que domine una cultura de la amistad entre las diferentes propuestas políticas y donde eliminemos la existencia del adversario vía la negación de conflictos. Probablemente, la visión que propone John Locke cumpla los requisitos necesarios para desarrollar una práctica democrática saludable en la que diferentes proyectos hegemónicos puedan dirimir sus conflictos en el marco de las reglas del juego vigentes, sin la necesidad de desafiarlas. El paradigma lockeano no desconoce la presencia de intereses políticos distintos y opuestos, pero ofrece un escenario de resolución de conflictos que evita

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la utilización de la violencia, promoviendo ámbitos de negociación y debate. Es bajo esta forma de relacionarse con quien piensa diferente que puede desarrollarse una confrontación democrática de diferentes proyectos hegemónicos. En consecuencia, debemos destacar enfáticamente que la democracia no niega la existencia de conflictos ni la presencia de intereses contrapuestos. Por el contrario, a partir del reconocimiento de ellos, ofrece una diversidad de dispositivos y ámbitos institucionales para dirimirlos pacíficamente. Los principales son las elecciones y el debate parlamentario, pero no son los únicos. ¿Están las instituciones a la altura de los conflictos? A medida que la democracia avanza y la participación política se profundiza, las instituciones más tradicionales del sistema representativo resultan insuficientes para contener y procesar las diferencias. Las elecciones cada dos años y la dinámica de los debates parlamentarios son indispensables para dirimir las posiciones políticas existentes en nuestra sociedad. Pero la complejidad de la política y la economía actual, exigen nuevas instancias de participación que complementen y asistan en la tarea que esas instituciones realizan en el procesamiento pacífico de los conflictos de la democracia. Tras el estallido de 2001 y luego del fin de la convertibilidad cambiaria, la sociedad argentina fue atravesada por un fuerte debate en torno al modelo económico que debía ser implementado. Devaluación o dolarización eran los caminos que sugerían opositores y defensores del modelo económico que había predominado durante la década de los noventa. El rechazo a la dolarización y la implementación de un modelo orientado a apuntalar la producción a partir de un tipo de cambio competitivo generó un ciclo de crecimiento inédito en la Argentina, el cual continúa en la actualidad. Sin embargo, y tal vez como consecuencia de sus éxitos más que de sus cuentas pendientes, esta política económica se encuentra sujeta a una diversidad de tensiones. El ciclo de crecimiento, recuperación del salario real y reducción del desempleo constituyen hitos que deben ser defendidos y profundizados. Pero esto no obsta a reconocer que toda solución es generadora de nuevos problemas. En este caso se llaman puja distributiva y tensiones inflacionarias. Recetas para solucionar estos conflictos que comienzan a cobrar relevancia las hay, y muchas. Cada una de ellas, como toda política pública, genera ganadores y perdedores diferentes. Por ejemplo, hay quienes plantean la necesidad de enfriar la economía. Detrás de esta elegante metáfora, los impulsores de tal política están diciendo que es necesario reducir el crecimiento económico, bajar los salarios reales y, en el mejor de los casos, aumentar el desempleo para que el ejército industrial de reserva actúe como amenaza ante a las demandas de los trabajadores. Frente a esto, estamos quienes creemos que para superar los desafíos que tiene por delante la economía argentina resulta necesario el diseño e implementación de

una estrategia integral de desarrollo de nuestras fuerzas productivas que se plantee objetivos de corto, mediano y largo plazo con el fin de profundizar la democracia y el crecimiento económico para el progreso social. Esto implica disputar orientaciones y contenidos de las políticas públicas con un objetivo claro y concreto: la afirmación de nuestra soberanía individual y colectiva, la realización de la justicia social y la igualdad de oportunidades. Sin duda, la política económica es la columna vertebral de esta estrategia, pero ningún desarrollo puede concretarse sin las políticas productivas, sociales, educativas, tecnológicas y científicas que lo acompañen y retroalimenten.

Sin embargo, es también importante repensar el nombre de esta nueva institución ya que las denominaciones mencionadas pueden dar lugar a malas interpretaciones y falsas expectativas. “Consejo Intersectorial para el Desarrollo Nacional” puede ser una buena alternativa. El propósito de este Consejo radicaría en la generación de consensos en torno a políticas públicas que deben tener por objetivo que Argentina avance en su proceso de desarrollo. Estos consensos no surgirán espontáneamente, sino a partir de una ardua, extensa y conflictiva tarea de negociación cuyo punto de partida son los disensos. Por ello, resulta necesario reconocer el conflicto como algo virtuoso ya que es condición necesaria para que la democracia avance.

Las instituciones de la democracia argentina, ¿se encuentran en condiciones de procesar los conflictos que la implementación de una estrategia de desarrollo genera? En caso de que no lo estén, ¿cuáles son las instancias que pueden ser útiles para lograrlo?

Para que el Consejo Intersectorial sea posible y pueda cumplir con su función, debe dejar de asustarnos la palabra “conflicto”. Quienes crean que a partir de su constitución, los consensos florecerán en Argentina, están cometiendo un grave error.

Las elecciones y el debate parlamentario no pueden agotar las instancias de participación que exige el debate de una estrategia de desarrollo. Por ello, para avanzar con paso firme por este camino, consideramos oportuno poner sobre la mesa la necesidad de construir un espacio institucional donde los actores protagónicos del desarrollo puedan participar directamente y sin las intermediaciones de la democracia representativa clásica.

Argentina se encuentra ante una oportunidad como pocas tuvo en su historia. El Estado ha recuperado capacidad de acción e intervención, hemos crecido sostenidamente, se han reducido los índices de indigencia, pobreza y desempleo, el modelo macroeconómico muestra solidez y ha permitido la consolidación de un entramado productivo extenso y diversificado. En pocas palabras, estamos ante una situación que a principios de siglo resultaba inimaginable. Pero los desafíos hacia el futuro son infinitos. Cuantos más problemas se resuelven más cosas quedan por hacer. Y el desarrollo es un proceso complejo, que no surge de manera espontánea, sino que requiere de planificación, estrategia y decisión política.

Ese espacio puede ser un “Pacto Social” o un “Acuerdo por el Desarrollo Nacional”. Una nueva institución llamada a cumplir la difícil tarea de aportar un nuevo ámbito en el cual pueda debatirse una estrategia de desarrollo nacional y las políticas públicas que en función de ella deban implementarse, a la vez que permita procesar en forma pacífica los conflictos que son inherentes a la democracia. Para que esto sea posible, debe constituirse como un ámbito de participación plural, de diálogo y debate; en el que tienen que estar representados los partidos políticos, las organizaciones que nuclean a los trabajadores y a los empresarios, las ONG’s y el consejo interuniversitario nacional, entre otras.

Una nueva institución ya no para salir de una crisis, sino para pensar en el mediano y largo plazo: generar debates por fuera de los tiempos electorales que siempre son inmediatos. Esa institución es el Consejo Intersectorial para el Desarrollo Nacional.

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Impuestos, entonces y ahora Algo cambió en la composición de la recaudación impositiva entre aquellos años noventa y la última década. Mariana Benigni y Gustavo Ludmer analizan lo hecho y lo que falta hacer para que la intervención pública del Estado sea cada vez más funcional a un proceso de desarrollo. por: Mariana Benigni y Gustavo Ludmer * Uno de los debates más interesantes en la agenda pública de los últimos años ha sido la necesidad de encarar la reforma del sistema tributario para abandonar la herencia de la convertibilidad. Muchos analistas postulan que al no haberse establecido nuevos impuestos ni haberse verificado sustantivos cambios en las alícuotas, la recaudación del Estado continúa teniendo la misma composición regresiva que la de la década de los años ‘90. Pero cabe preguntarse, ¿efectivamente no se han verificado cambios durante la última década en la composición de la recaudación en Argentina? Comprender la importancia de un tema como este implica indagar en dichas modificaciones, en las herencias tributarias de la década anterior y en los caminos posibles para avanzar durante los próximos años. La composición de la recaudación tributaria de un país no es otra cosa que la forma en que una sociedad financia los

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gastos de su sector público. La forma en que se concreta la recaudación y la composición del gasto determinan si el principal agente económico de la sociedad -el Estadocontribuye a distribuir progresivamente el ingreso o no. Los cambios La configuración macroeconómica de la post convertibilidad presenta interesantes divergencias con lo ocurrido en los noventa. Estas diferencias han sido pocas veces resaltadas en los análisis económicos. En particular, la recaudación del Estado Nacional ha mutado de un esquema excesivamente concentrado en el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a uno más diversificado en otros tributos. A continuación, se presenta un gráfico que muestra la participación de las principales fuentes de ingresos sobre el total recaudado por el Estado Nacional para el promedio de los períodos 1997-1999 y de 2009-2011.

Fuente: elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de la Nación.

El impuesto de mayor importancia para la recaudación del Estado Nacional continúa siendo el IVA. No obstante, mientras que en el trienio 1997-1999 explicaba 41,1% de los ingresos totales, en la actualidad sólo significa 28,5%. La caída en 12,6 puntos porcentuales de este impuesto responde al mayor crecimiento relativo experimentado por otros tributos, que ganaron participación en el total recaudado, restándole la primacía que tenía anteriormente y diversificando la composición de la recaudación. En este sentido, el impuesto que más ha ganado participación es el de Derechos de Exportación (conocido como Retenciones), pasando de 0,1% a fines de la década del noventa a 10,5% para los últimos tres años. La ganancia extraordinaria que significó la devaluación por el colapso de la convertibilidad y los posteriores incrementos internacionales de los precios agropecuarios permitieron la extensión de este impuesto a distintos productos y sucesivos incrementos en su alícuota. Cabe agregar que las retenciones a las exportaciones no cumplen únicamente una función de recaudación tributaria, como simplifican ciertos sectores de la ortodoxia económica. Este impuesto, al desacoplar los precios internos de los externos, genera tipos de cambios diferenciados que neutralizan, en parte, el impacto sobre la inflación local del incremento de los precios internacionales, alentando la diversificación de la estructura productiva. En segunda instancia, el Impuesto a los Créditos y Débitos en Cuenta Corriente (conocido como Impuesto al Cheque) promedió 6,7% de la recaudación entre 2009 y 2011. Su inexistencia durante la década de los años ‘90 (fue creado en marzo de 2001) explica un fragmento no menor del cambio ocurrido en los últimos años.

Respecto a los recursos provenientes de la Seguridad Social, dos factores explican el incremento de su participación de 20,5 a 24,7% del total recaudado. En primer lugar, la recuperación del mercado de trabajo argentino, con la creación de más de 3 millones de puestos registrados – proceso que fue acompañado por la recuperación de los salarios reales -. En segunda instancia, la Ley 26.425 de fines de 2008, que creó el Sistema Integrado Previsional Argentino, eliminando la intermediación de las Administradoras Privadas (AFJP), lo que significó que el Estado Nacional sea el único destino de los aportes y contribuciones a la Seguridad Social. Por su parte, el impuesto que grava a las Ganancias de las personas físicas y de las sociedades prácticamente no ha experimentado una variación en su participación. Su importancia permanece en torno al 19% del total de los recursos. Al compararlo con las demás fuentes impositivas, este impuesto cumple un rol primordial en la consecución de un sistema tributario más equitativo, pues recae principalmente sobre los agentes con mayores ingresos. Un comportamiento similar ha mostrado el impuesto a los bienes personales, que tampoco modificó su participación, y continúa representando solamente 1,2% de la recaudación tributaria. El camino a seguir Según un estudio de Gaggero y otro de Gómez Sabaini, desde 2003 a la fecha, la acción del Estado sobre el nivel de desigualdad de la sociedad resulta levemente progresiva, al reducir el Gini ** de 0,51, previo a su intervención en la economía, a 0,49 luego de ella, durante 2006. Esto contrasta con el comportamiento de los años ‘90, cuando

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Impuestos, entonces y ahora Algo cambió en la composición de la recaudación impositiva entre aquellos años noventa y la última década. Mariana Benigni y Gustavo Ludmer analizan lo hecho y lo que falta hacer para que la intervención pública del Estado sea cada vez más funcional a un proceso de desarrollo. por: Mariana Benigni y Gustavo Ludmer * Uno de los debates más interesantes en la agenda pública de los últimos años ha sido la necesidad de encarar la reforma del sistema tributario para abandonar la herencia de la convertibilidad. Muchos analistas postulan que al no haberse establecido nuevos impuestos ni haberse verificado sustantivos cambios en las alícuotas, la recaudación del Estado continúa teniendo la misma composición regresiva que la de la década de los años ‘90. Pero cabe preguntarse, ¿efectivamente no se han verificado cambios durante la última década en la composición de la recaudación en Argentina? Comprender la importancia de un tema como este implica indagar en dichas modificaciones, en las herencias tributarias de la década anterior y en los caminos posibles para avanzar durante los próximos años. La composición de la recaudación tributaria de un país no es otra cosa que la forma en que una sociedad financia los

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gastos de su sector público. La forma en que se concreta la recaudación y la composición del gasto determinan si el principal agente económico de la sociedad -el Estadocontribuye a distribuir progresivamente el ingreso o no. Los cambios La configuración macroeconómica de la post convertibilidad presenta interesantes divergencias con lo ocurrido en los noventa. Estas diferencias han sido pocas veces resaltadas en los análisis económicos. En particular, la recaudación del Estado Nacional ha mutado de un esquema excesivamente concentrado en el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a uno más diversificado en otros tributos. A continuación, se presenta un gráfico que muestra la participación de las principales fuentes de ingresos sobre el total recaudado por el Estado Nacional para el promedio de los períodos 1997-1999 y de 2009-2011.

Fuente: elaboración propia en base a datos del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de la Nación.

El impuesto de mayor importancia para la recaudación del Estado Nacional continúa siendo el IVA. No obstante, mientras que en el trienio 1997-1999 explicaba 41,1% de los ingresos totales, en la actualidad sólo significa 28,5%. La caída en 12,6 puntos porcentuales de este impuesto responde al mayor crecimiento relativo experimentado por otros tributos, que ganaron participación en el total recaudado, restándole la primacía que tenía anteriormente y diversificando la composición de la recaudación. En este sentido, el impuesto que más ha ganado participación es el de Derechos de Exportación (conocido como Retenciones), pasando de 0,1% a fines de la década del noventa a 10,5% para los últimos tres años. La ganancia extraordinaria que significó la devaluación por el colapso de la convertibilidad y los posteriores incrementos internacionales de los precios agropecuarios permitieron la extensión de este impuesto a distintos productos y sucesivos incrementos en su alícuota. Cabe agregar que las retenciones a las exportaciones no cumplen únicamente una función de recaudación tributaria, como simplifican ciertos sectores de la ortodoxia económica. Este impuesto, al desacoplar los precios internos de los externos, genera tipos de cambios diferenciados que neutralizan, en parte, el impacto sobre la inflación local del incremento de los precios internacionales, alentando la diversificación de la estructura productiva. En segunda instancia, el Impuesto a los Créditos y Débitos en Cuenta Corriente (conocido como Impuesto al Cheque) promedió 6,7% de la recaudación entre 2009 y 2011. Su inexistencia durante la década de los años ‘90 (fue creado en marzo de 2001) explica un fragmento no menor del cambio ocurrido en los últimos años.

Respecto a los recursos provenientes de la Seguridad Social, dos factores explican el incremento de su participación de 20,5 a 24,7% del total recaudado. En primer lugar, la recuperación del mercado de trabajo argentino, con la creación de más de 3 millones de puestos registrados – proceso que fue acompañado por la recuperación de los salarios reales -. En segunda instancia, la Ley 26.425 de fines de 2008, que creó el Sistema Integrado Previsional Argentino, eliminando la intermediación de las Administradoras Privadas (AFJP), lo que significó que el Estado Nacional sea el único destino de los aportes y contribuciones a la Seguridad Social. Por su parte, el impuesto que grava a las Ganancias de las personas físicas y de las sociedades prácticamente no ha experimentado una variación en su participación. Su importancia permanece en torno al 19% del total de los recursos. Al compararlo con las demás fuentes impositivas, este impuesto cumple un rol primordial en la consecución de un sistema tributario más equitativo, pues recae principalmente sobre los agentes con mayores ingresos. Un comportamiento similar ha mostrado el impuesto a los bienes personales, que tampoco modificó su participación, y continúa representando solamente 1,2% de la recaudación tributaria. El camino a seguir Según un estudio de Gaggero y otro de Gómez Sabaini, desde 2003 a la fecha, la acción del Estado sobre el nivel de desigualdad de la sociedad resulta levemente progresiva, al reducir el Gini ** de 0,51, previo a su intervención en la economía, a 0,49 luego de ella, durante 2006. Esto contrasta con el comportamiento de los años ‘90, cuando

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la acción del Estado (en términos de recaudación y gastos) era regresiva, pues pasaba el Gini de 0,55 a 0,57 en la medición realizada para 1997. En efecto, durante la década de la Convertibilidad, la excesiva carga de la deuda externa, financiada con impuestos regresivos como el IVA, significaban que el Estado empeoraba la distribución primaria del ingreso (la que surge del proceso productivo, previo a la intervención estatal), ya desigual por aquel entonces. En contraste, desde 2003, y en particular a partir de 2007, el gobierno nacional modificó la matriz de gasto público, expandiendo la importancia de la seguridad social con medidas distributivas tales como la Asignación Universal por Hijo, los planes de inclusión jubilatoria que incorporaron al sistema a más de 2,6 millones de adultos mayores antes desprotegidos y el aumento de los haberes previsionales mínimos (+ de 180% de aumento en el poder de compra respecto a 2003, deflactando por los índices de precios de los Institutos de Estadísticas Provinciales). Estas modificaciones tornaron progresiva la intervención del Estado en la economía por el lado del gasto, lo que debe sumarse a una matriz de recaudación menos regresiva. Sin embargo, cabe aclarar que no es nuestro objetivo adentrarnos aquí a analizar los cambios ocurridos en el gasto público como mecanismo de reasignación de recursos. Dicho análisis quedará para futuras investigaciones, limitándonos actualmente a analizar los ingresos del Estado Nacional. Uno de los temas ineludibles respecto de las modificaciones que debería sufrir el esquema impositivo nacional se relaciona con los impuestos que gravan a los que más tienen. Avanzar por el camino de la progresividad redundaría en la focalización de estos tributos, a la vez que obligaría a aumentar las cargas sobre los bienes personales y a gravar flujos de ingresos aún exentos: intereses ganados en colocaciones financieras, dividendos accionarios, valorización de tenencias de acciones, inversiones en bonos de deuda pública y privada, valorización de inmuebles, entre otros. Es decir, profundizar los cambios positivos en la composición de la recaudación impositiva implicaría la necesidad de avanzar sobre las rentas inmobiliarias y financieras como elementos de base imponible, dada su presencia en los niveles de ingresos más altos de la sociedad. Respecto al IVA, diversos autores plantean como solución disminuir su alícuota y así reducir los precios de los bienes y servicios. Sin embargo, el contexto inflacionario argentino muy probablemente haría que cualquier reducción de su alícuota no genere una reducción de los precios, producto de la rápida absorción por parte de la cadena comercializadora intermedia. Produciría, además, un efecto negativo que desfinanciaría al Estado Nacional al reducirse su principal fuente de ingreso. En este sentido, la clave pasa por aumentar los programas sociales que compensen a las capas de población en situación de vulnerabilidad. Es decir, continuar interviniendo para hacer más equitativa la distribución secundaria del ingreso

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(aquella que mide la distribución una vez cobrados los impuestos y computados los gastos). La misión. Si bien no ha habido una modificación radical en el financiamiento del Estado Nacional durante los últimos 10 años, sí se han verificado en la práctica importantes cambios. En particular, se destaca la pérdida de peso de tributos regresivos como el Impuesto al Valor Agregado, mientras que han ganado participación los Derechos de Exportación, el Impuesto al Cheque y las Contribuciones a la Seguridad Social. Más allá de estos cambios en la composición, la recaudación tributaria ha ganado participación en términos del Producto Interno Bruto, desde 16,7% en 1998 a 29% en 2011. Gracias a la mayor recaudación, fue posible el incremento sostenido de la intervención estatal en materia social y previsional, lo que ha significado una mejora en la distribución secundaria del ingreso. De cara a los próximos años, es necesario continuar profundizando cambios en pos de conseguir una estructura tributaria más equitativa en términos distributivos. Al mismo tiempo, es de importancia estratégica que la recaudación tributaria recaiga en mayor medida sobre los sectores rentísticos de la sociedad. Gravar la renta permitiría disminuir la presión tributaria sobre los sectores populares y productivos, alentando el consumo y la inversión productiva. De esta forma, no sólo se lograría una estructura tributaria apuntalada con los que más tienen, sino también por los sectores improductivos. La misión: profundizar una estrategia de intervención pública funcional al proceso de desarrollo económico y social de nuestro país.

* Investigadores del Departamento de Política Económica del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SIDBaires, www.sidbaires.org.ar) ** El índice de Gini es una medida de equidad distributiva del ingreso de una sociedad, con 1 como extremo de desigualdad y 0 como extremo de igualdad.

Declaración

Re-Presentarnos: De aquel Verano a esta Primavera Creímos ser una generación sin primavera. De pibes, vivimos los ‘80s como un verano a pura ilusión democrática. La abrupta debacle estival fue una gran decepción, ya que comprobamos que no bastaba la democracia para comer, educar y curar.

En los ‘90s, muy neos ellos, el otoño se nos hacía recontra invierno, y nos pensábamos marchitos y sin florecimiento. No avizorábamos primavera alguna. En las arenas del desierto apolítico, la “militancia” era en esos tiempos un baile solitario al rayo del sol neoliberal. Nos involucramos aunque no veíamos espejismos, ni adelante ni atrás. A lo lejos, Fukuyama gritaba y nos mandaba a la cama sin postre. Nosotros queríamos ser parte del hacer de alguna historia, pero él decía que no había más. Cínicamente nos susurraba el fin. Proyectos económicos y sociales inviables arremetían contra las voluntades más férreas y avasallaban nuestro potencial humano. Sufrimos arquitecturas teóricas que daban la espalda a nuestra historia y capacidad para insertarnos al mundo de manera soberana. En los confines de aquel desierto, nuestras sociedades consumían sin sustento. El sistema político se empecinaba en su autodestrucción. El 19 y 20 de diciembre, una sobre-teorizada crisis de representación política irrumpió en las calles de Argentina. Esa que en letra muerta decía que las sociedades posmodernas eran imposibles de representar, que los ciudadanos que las integraban definían sus intereses de forma cada vez más individualizada. Todas esas subjetividades aisladas en el océano del supuesto fin de la historia, no tan de repente, confluían en un sonido desgarrado por millones de gargantas: “Que se vayan todos”. Y así comprendimos, finalmente, que ese barullo encarnaba una derrota: la de nuestra capacidad de representarnos a nosotros mismos y articular colectivamente nuestro destino. En estos diez años, Argentina cambió el murmullo de cacerolas por debates superadores; la tiranía de los mercados por la construcción colectiva de nuestro destino;

el “que se vayan todos” por un proceso que amplió voces y se ratificó con el apoyo contundente al actual proyecto político. Y todo ello en el marco de la férrea convicción de no querer volver a ningún infierno auto-infligido. Hoy, Argentina vive una situación política, cultural, social y económica que nuestra generación alguna vez imaginó, pero nunca creyó posible cuando comenzó a dar sus primeros pasos militantes. El proceso político de esta década mostró que los argentinos no somos cualunques por naturaleza. Que las teorías de miles de páginas escritas sobre la crisis de representación en nuestro país capitulan ante una propuesta política que le permita a la sociedad ser protagonista. Los votos son de los derechos y ellos – ambos – harán que nuestra democracia avance y se profundice. Las mismas calles convulsionadas de aquel diciembre sangriento hoy nos miran marchar por la defensa y ampliación de derechos que nos hacen recorrer optimistas el camino hacia el futuro, convencidos de que vamos en la dirección correcta. Nuestra militancia, ya lejos de aquel desasosiego, acompaña el rumbo del país hacia la consolidación de Argentina como una Nación desarrollada, integradora e inclusiva. Muchos han sido los logros, gratamente inesperados. Mucho es lo que nos falta. Mucho también lo que estamos dispuestos a trabajar para lograrlo. Hoy nuestro futuro reboza de vida en un presente donde supimos re-pensarnos y re-presentarnos. En Octubre de 2010, ante la muerte de Néstor Kirchner, dijimos Nunca Más, Nunca Menos. Hoy, la hora en la que se juegan los años del futuro, el compromiso es avanzar por mucho más. Cuidar esta primavera, por las muchas que vendrán. Muchas más.

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la acción del Estado (en términos de recaudación y gastos) era regresiva, pues pasaba el Gini de 0,55 a 0,57 en la medición realizada para 1997. En efecto, durante la década de la Convertibilidad, la excesiva carga de la deuda externa, financiada con impuestos regresivos como el IVA, significaban que el Estado empeoraba la distribución primaria del ingreso (la que surge del proceso productivo, previo a la intervención estatal), ya desigual por aquel entonces. En contraste, desde 2003, y en particular a partir de 2007, el gobierno nacional modificó la matriz de gasto público, expandiendo la importancia de la seguridad social con medidas distributivas tales como la Asignación Universal por Hijo, los planes de inclusión jubilatoria que incorporaron al sistema a más de 2,6 millones de adultos mayores antes desprotegidos y el aumento de los haberes previsionales mínimos (+ de 180% de aumento en el poder de compra respecto a 2003, deflactando por los índices de precios de los Institutos de Estadísticas Provinciales). Estas modificaciones tornaron progresiva la intervención del Estado en la economía por el lado del gasto, lo que debe sumarse a una matriz de recaudación menos regresiva. Sin embargo, cabe aclarar que no es nuestro objetivo adentrarnos aquí a analizar los cambios ocurridos en el gasto público como mecanismo de reasignación de recursos. Dicho análisis quedará para futuras investigaciones, limitándonos actualmente a analizar los ingresos del Estado Nacional. Uno de los temas ineludibles respecto de las modificaciones que debería sufrir el esquema impositivo nacional se relaciona con los impuestos que gravan a los que más tienen. Avanzar por el camino de la progresividad redundaría en la focalización de estos tributos, a la vez que obligaría a aumentar las cargas sobre los bienes personales y a gravar flujos de ingresos aún exentos: intereses ganados en colocaciones financieras, dividendos accionarios, valorización de tenencias de acciones, inversiones en bonos de deuda pública y privada, valorización de inmuebles, entre otros. Es decir, profundizar los cambios positivos en la composición de la recaudación impositiva implicaría la necesidad de avanzar sobre las rentas inmobiliarias y financieras como elementos de base imponible, dada su presencia en los niveles de ingresos más altos de la sociedad. Respecto al IVA, diversos autores plantean como solución disminuir su alícuota y así reducir los precios de los bienes y servicios. Sin embargo, el contexto inflacionario argentino muy probablemente haría que cualquier reducción de su alícuota no genere una reducción de los precios, producto de la rápida absorción por parte de la cadena comercializadora intermedia. Produciría, además, un efecto negativo que desfinanciaría al Estado Nacional al reducirse su principal fuente de ingreso. En este sentido, la clave pasa por aumentar los programas sociales que compensen a las capas de población en situación de vulnerabilidad. Es decir, continuar interviniendo para hacer más equitativa la distribución secundaria del ingreso

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(aquella que mide la distribución una vez cobrados los impuestos y computados los gastos). La misión. Si bien no ha habido una modificación radical en el financiamiento del Estado Nacional durante los últimos 10 años, sí se han verificado en la práctica importantes cambios. En particular, se destaca la pérdida de peso de tributos regresivos como el Impuesto al Valor Agregado, mientras que han ganado participación los Derechos de Exportación, el Impuesto al Cheque y las Contribuciones a la Seguridad Social. Más allá de estos cambios en la composición, la recaudación tributaria ha ganado participación en términos del Producto Interno Bruto, desde 16,7% en 1998 a 29% en 2011. Gracias a la mayor recaudación, fue posible el incremento sostenido de la intervención estatal en materia social y previsional, lo que ha significado una mejora en la distribución secundaria del ingreso. De cara a los próximos años, es necesario continuar profundizando cambios en pos de conseguir una estructura tributaria más equitativa en términos distributivos. Al mismo tiempo, es de importancia estratégica que la recaudación tributaria recaiga en mayor medida sobre los sectores rentísticos de la sociedad. Gravar la renta permitiría disminuir la presión tributaria sobre los sectores populares y productivos, alentando el consumo y la inversión productiva. De esta forma, no sólo se lograría una estructura tributaria apuntalada con los que más tienen, sino también por los sectores improductivos. La misión: profundizar una estrategia de intervención pública funcional al proceso de desarrollo económico y social de nuestro país.

* Investigadores del Departamento de Política Económica del Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SIDBaires, www.sidbaires.org.ar) ** El índice de Gini es una medida de equidad distributiva del ingreso de una sociedad, con 1 como extremo de desigualdad y 0 como extremo de igualdad.

Declaración

Re-Presentarnos: De aquel Verano a esta Primavera Creímos ser una generación sin primavera. De pibes, vivimos los ‘80s como un verano a pura ilusión democrática. La abrupta debacle estival fue una gran decepción, ya que comprobamos que no bastaba la democracia para comer, educar y curar.

En los ‘90s, muy neos ellos, el otoño se nos hacía recontra invierno, y nos pensábamos marchitos y sin florecimiento. No avizorábamos primavera alguna. En las arenas del desierto apolítico, la “militancia” era en esos tiempos un baile solitario al rayo del sol neoliberal. Nos involucramos aunque no veíamos espejismos, ni adelante ni atrás. A lo lejos, Fukuyama gritaba y nos mandaba a la cama sin postre. Nosotros queríamos ser parte del hacer de alguna historia, pero él decía que no había más. Cínicamente nos susurraba el fin. Proyectos económicos y sociales inviables arremetían contra las voluntades más férreas y avasallaban nuestro potencial humano. Sufrimos arquitecturas teóricas que daban la espalda a nuestra historia y capacidad para insertarnos al mundo de manera soberana. En los confines de aquel desierto, nuestras sociedades consumían sin sustento. El sistema político se empecinaba en su autodestrucción. El 19 y 20 de diciembre, una sobre-teorizada crisis de representación política irrumpió en las calles de Argentina. Esa que en letra muerta decía que las sociedades posmodernas eran imposibles de representar, que los ciudadanos que las integraban definían sus intereses de forma cada vez más individualizada. Todas esas subjetividades aisladas en el océano del supuesto fin de la historia, no tan de repente, confluían en un sonido desgarrado por millones de gargantas: “Que se vayan todos”. Y así comprendimos, finalmente, que ese barullo encarnaba una derrota: la de nuestra capacidad de representarnos a nosotros mismos y articular colectivamente nuestro destino. En estos diez años, Argentina cambió el murmullo de cacerolas por debates superadores; la tiranía de los mercados por la construcción colectiva de nuestro destino;

el “que se vayan todos” por un proceso que amplió voces y se ratificó con el apoyo contundente al actual proyecto político. Y todo ello en el marco de la férrea convicción de no querer volver a ningún infierno auto-infligido. Hoy, Argentina vive una situación política, cultural, social y económica que nuestra generación alguna vez imaginó, pero nunca creyó posible cuando comenzó a dar sus primeros pasos militantes. El proceso político de esta década mostró que los argentinos no somos cualunques por naturaleza. Que las teorías de miles de páginas escritas sobre la crisis de representación en nuestro país capitulan ante una propuesta política que le permita a la sociedad ser protagonista. Los votos son de los derechos y ellos – ambos – harán que nuestra democracia avance y se profundice. Las mismas calles convulsionadas de aquel diciembre sangriento hoy nos miran marchar por la defensa y ampliación de derechos que nos hacen recorrer optimistas el camino hacia el futuro, convencidos de que vamos en la dirección correcta. Nuestra militancia, ya lejos de aquel desasosiego, acompaña el rumbo del país hacia la consolidación de Argentina como una Nación desarrollada, integradora e inclusiva. Muchos han sido los logros, gratamente inesperados. Mucho es lo que nos falta. Mucho también lo que estamos dispuestos a trabajar para lograrlo. Hoy nuestro futuro reboza de vida en un presente donde supimos re-pensarnos y re-presentarnos. En Octubre de 2010, ante la muerte de Néstor Kirchner, dijimos Nunca Más, Nunca Menos. Hoy, la hora en la que se juegan los años del futuro, el compromiso es avanzar por mucho más. Cuidar esta primavera, por las muchas que vendrán. Muchas más.

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Encadenamientos productivos de la matriz productiva

Reindustrialización Rompecabezas y milagro En la última década, Argentina logró revertir la tendencia hacia la desindustrialización, una herencia pesada desde los años setenta. Casi un milagro. Pero el tejido industrial argentino sigue siendo un rompecabezas desparejo y con muchas piezas faltantes. Aquí un aporte para entender sus puntos fuertes y sus costados flacos. por: Diego Coatz, Fernando Grasso, Fernando García Díaz, Sergio Woyechezsen

El devenir económico, social y productivo durante los años posteriores a la caída de la convertibilidad constituye un rico objeto de análisis, en torno al cual existen nuevos resultados e hipótesis. Una mirada equilibrada y constructiva hacia el futuro debe partir de reconocer la importancia de los avances sin dejar por ello de entender las limitaciones históricas del aparato productivo. El objetivo es el de cimentar las bases para una estrategia de desarrollo.

y el triple de exportaciones de manufacturas de origen industrial. Poco hacía sospechar el crecimiento que mostrarían las pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales operan actualmente con una capacidad productiva dos o tres veces superior a la de la etapa previa, y la reactivación de actividades que se encontraban al borde de la extinción en rubros como metalmecánica, astilleros, aeronavegación, textiles, indumentaria e industria plástica, entre tantos otros.

El análisis de la evolución reciente no puede aislarse del vector cronológico atravesado por nuestro país. Las reformas que se implementaron desde mediados de los setenta constituyen todavía hoy una pesada herencia. El haber logrado revertir la tendencia hacia la desindustrialización originada entonces es tal vez uno de los cambios más radicales de la etapa actual.

Ahora bien, a pesar de los avances recientes, debe reconocerse que la estructura productiva continúa exhibiendo las huellas de una industrialización fragmentada y un tejido productivo afectado por décadas de desarticulación. Estas limitaciones derivan, todavía hoy, en una elevada heterogeneidad sectorial y una fuerte dependencia externa, desafíos para los que no cabe esperar soluciones espontáneas.

Pocos habrían imaginado, diez años atrás, un escenario con un producto industrial que duplica al de comienzos del siglo, una cantidad de puestos de trabajo 60% superior

Este artículo busca indagar los rasgos distintivos que exhiben hoy los eslabonamientos sectoriales al interior de la estructura productiva, partiendo de la exploración

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Fuente: Elaboración propia en base a actualización de Matriz Insumo Producto 1997

de las relaciones insumo-producto. La configuración de las articulaciones sectoriales aporta indicios de gran relevancia para la orientación de políticas públicas que profundicen el proceso de desarrollo y aceleren los cambios requeridos para asegurar su continuidad en el tiempo. Articulaciones y desarrollo Las características de las interrelaciones sectoriales se asocian con el grado de desarrollo de la economía. En economías primarias, los enlaces intersectoriales resultan limitados y se encuentran exclusivamente en ramas específicas. Conforme avanza el grado de desarrollo, las articulaciones van cobrando importancia. La estructura de la producción está definida no sólo por las interacciones directas de cada sector sino también por los efectos indirectos que de él se desprenden: la multiplicación de los estímulos que su crecimiento cuantitativo y cualitativo puede generar en el resto de la economía. Una forma de caracterizar estas articulaciones consiste en comparar para cada sector la intensidad de sus vínculos directos e indirectos contra el promedio de la economía. Aquí desarrollamos una taxonomía para describir las características de los encadenamientos. Un sector es de “altos encadenamientos hacia delante” (AED) o “altos encadenamientos hacia atrás” (AEA) si su grado de articulación en estas direcciones es mayor que la del promedio de la economía; de “alta integración nacional” (AIN) si se cumplen ambas condiciones y de “baja integración nacional” (BIN) si no se cumple ninguna. Despojado de un orden jerárquico implícito, dicho análisis resulta revelador en tanto posibilita discernir el esquema

de política con el que debería abordarse la promoción de cada cadena, el cual depende en medios y fines de sus principales características; es decir, contribuye a focalizar políticas industriales diferenciadas, comprender sus potencialidades y calibrar sus objetivos de acuerdo a las necesidades de transformación estructural del aparato productivo. La matriz productiva nacional En el Gráfico 1 se representan las interacciones de los principales sectores de la matriz productiva argentina. Cada eje representa la fuerza de los encadenamientos directos e indirectos para cada sector, en relación al promedio de la economía. Los sectores con fuertes vínculos hacia delante son aquellos que entran como insumos en un amplio espectro de cadenas productivas, influyendo por lo tanto de manera determinante sobre la competitividad no precio de la economía en su conjunto. El estudio de la matriz productiva permite identificar con precisión de qué sectores se trata y cuáles son sus características. En la economía argentina existen tres grandes grupos: algunas actividades primarias, sectores industriales de insumos difundidos y servicios vinculados a la infraestructura. Dentro del primer grupo puede mencionarse el cultivo de cereales y oleaginosas y la cría de ganado. Se trata del primer eslabón de múltiples cadenas de valor, principalmente manufacturas de origen agropecuario, muy relevantes en la economía nacional. La producción primaria de cereales y oleaginosas, por ejemplo, es el principal insumo de la industria de molienda. En países desarrollados la molienda también presenta fuertes eslabonamientos hacia delante, al tratarse de un

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Encadenamientos productivos de la matriz productiva

Reindustrialización Rompecabezas y milagro En la última década, Argentina logró revertir la tendencia hacia la desindustrialización, una herencia pesada desde los años setenta. Casi un milagro. Pero el tejido industrial argentino sigue siendo un rompecabezas desparejo y con muchas piezas faltantes. Aquí un aporte para entender sus puntos fuertes y sus costados flacos. por: Diego Coatz, Fernando García Díaz, Sergio Woyechezsen

El devenir económico, social y productivo durante los años posteriores a la caída de la convertibilidad constituye un rico objeto de análisis, en torno al cual existen nuevos resultados e hipótesis. Una mirada equilibrada y constructiva hacia el futuro debe partir de reconocer la importancia de los avances sin dejar por ello de entender las limitaciones históricas del aparato productivo. El objetivo es el de cimentar las bases para una estrategia de desarrollo.

y el triple de exportaciones de manufacturas de origen industrial. Poco hacía sospechar el crecimiento que mostrarían las pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales operan actualmente con una capacidad productiva dos o tres veces superior a la de la etapa previa, y la reactivación de actividades que se encontraban al borde de la extinción en rubros como metalmecánica, astilleros, aeronavegación, textiles, indumentaria e industria plástica, entre tantos otros.

El análisis de la evolución reciente no puede aislarse del vector cronológico atravesado por nuestro país. Las reformas que se implementaron desde mediados de los setenta constituyen todavía hoy una pesada herencia. El haber logrado revertir la tendencia hacia la desindustrialización originada entonces es tal vez uno de los cambios más radicales de la etapa actual.

Ahora bien, a pesar de los avances recientes, debe reconocerse que la estructura productiva continúa exhibiendo las huellas de una industrialización fragmentada y un tejido productivo afectado por décadas de desarticulación. Estas limitaciones derivan, todavía hoy, en una elevada heterogeneidad sectorial y una fuerte dependencia externa, desafíos para los que no cabe esperar soluciones espontáneas.

Pocos habrían imaginado, diez años atrás, un escenario con un producto industrial que duplica al de comienzos del siglo, una cantidad de puestos de trabajo 60% superior

Este artículo busca indagar los rasgos distintivos que exhiben hoy los eslabonamientos sectoriales al interior de la estructura productiva, partiendo de la exploración

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Fuente: Elaboración propia en base a actualización de Matriz Insumo Producto 1997

de las relaciones insumo-producto. La configuración de las articulaciones sectoriales aporta indicios de gran relevancia para la orientación de políticas públicas que profundicen el proceso de desarrollo y aceleren los cambios requeridos para asegurar su continuidad en el tiempo. Articulaciones y desarrollo Las características de las interrelaciones sectoriales se asocian con el grado de desarrollo de la economía. En economías primarias, los enlaces intersectoriales resultan limitados y se encuentran exclusivamente en ramas específicas. Conforme avanza el grado de desarrollo, las articulaciones van cobrando importancia. La estructura de la producción está definida no sólo por las interacciones directas de cada sector sino también por los efectos indirectos que de él se desprenden: la multiplicación de los estímulos que su crecimiento cuantitativo y cualitativo puede generar en el resto de la economía. Una forma de caracterizar estas articulaciones consiste en comparar para cada sector la intensidad de sus vínculos directos e indirectos contra el promedio de la economía. Aquí desarrollamos una taxonomía para describir las características de los encadenamientos. Un sector es de “altos encadenamientos hacia delante” (AED) o “altos encadenamientos hacia atrás” (AEA) si su grado de articulación en estas direcciones es mayor que la del promedio de la economía; de “alta integración nacional” (AIN) si se cumplen ambas condiciones y de “baja integración nacional” (BIN) si no se cumple ninguna. Despojado de un orden jerárquico implícito, dicho análisis resulta revelador en tanto posibilita discernir el esquema

de política con el que debería abordarse la promoción de cada cadena, el cual depende en medios y fines de sus principales características; es decir, contribuye a focalizar políticas industriales diferenciadas, comprender sus potencialidades y calibrar sus objetivos de acuerdo a las necesidades de transformación estructural del aparato productivo. La matriz productiva nacional En el Gráfico 1 se representan las interacciones de los principales sectores de la matriz productiva argentina. Cada eje representa la fuerza de los encadenamientos directos e indirectos para cada sector, en relación al promedio de la economía. Los sectores con fuertes vínculos hacia delante son aquellos que entran como insumos en un amplio espectro de cadenas productivas, influyendo por lo tanto de manera determinante sobre la competitividad no precio de la economía en su conjunto. El estudio de la matriz productiva permite identificar con precisión de qué sectores se trata y cuáles son sus características. En la economía argentina existen tres grandes grupos: algunas actividades primarias, sectores industriales de insumos difundidos y servicios vinculados a la infraestructura. Dentro del primer grupo puede mencionarse el cultivo de cereales y oleaginosas y la cría de ganado. Se trata del primer eslabón de múltiples cadenas de valor, principalmente manufacturas de origen agropecuario, muy relevantes en la economía nacional. La producción primaria de cereales y oleaginosas, por ejemplo, es el principal insumo de la industria de molienda. En países desarrollados la molienda también presenta fuertes eslabonamientos hacia delante, al tratarse de un

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insumo clave para el desarrollo de alimentos con mayor valor agregado, ya sea productos panificados con marca, la industria cárnica o láctea. En Argentina, en cambio, se exporta una proporción elevada de la molienda, particularmente en el segmento de oleaginosas, de manera que su articulación aguas abajo es limitada: las exportaciones de alimentos elaborados representan tan sólo el 25% del complejo agroindustrial. El segundo grupo está compuesto principalmente por la industria pesada e incluye química, petroquímica e industria siderúrgica. En menor escala, puede mencionarse también a la industria de materias primas plásticas y algunos rubros de la metalmecánica. El tercer grupo abarca dos sectores estratégicos relacionados con la infraestructura, destacados por la intensidad de sus articulaciones: transporte de carga terrestre y energía (particularmente extracción de petróleo y gas). Por su parte, los sectores con fuertes encadenamientos hacia atrás funcionan como promotores de la actividad productiva aguas arriba, dado sus elevados requerimientos de bienes intermedios nacionales. En otros términos, dichos sectores tienden a presentar una proporción de componentes importados menor al resto de la economía. Por este motivo también juegan un papel muy relevante en la creación indirecta de puestos de trabajo, que se desprende del incremento en la actividad de sus proveedores. Se trata principalmente de sectores dedicados a la producción de bienes y servicios finales (consumo, exportación o inversión). Dentro de las actividades con estas características se destaca el sector de la construcción, uno de los grandes motores de la economía. Otros sectores dentro de esta categoría son el transporte de pasajeros y el trasporte aéreo, y servicios tales como seguros. La industria liviana también se caracteriza por presentar fuertes encadenamientos hacia atrás. Por ejemplo, agroindustria, industria de alimentos y bebidas, de calzado, del cuero, confecciones, y algunos segmentos de la industria metalmecánica, son representativos de este tipo de bloques. Otro sector de relevancia y de elevado valor agregado es la producción de servicios de cine, radio y televisión. Los sectores de alta integración nacional se constituyen como núcleos de múltiples cadenas de valor y poseen una alta capacidad de arrastre en ambos sentidos. Por ello, resultan relevantes tanto en lo que hace a la competitividad sistémica como en su rol de impulsores de la actividad económica. Uno de los contrastes más notables entre la estructura productiva nacional y la de un país plenamente industrializado es la reducida cantidad de sectores AIN que registra la matriz local. De todas formas, a diferencia de lo que sucede en países de estructura predominantemente primaria, existen cadenas con alta integración de peso, entre las que puede mencionarse la refinación de petróleo, la industria de hilados y textil, la de celulosa y papel, la

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fundición de metales, la de impresión, la de plásticos y la industria química. En servicios, se encuentran la distribución de energía eléctrica y las telecomunicaciones, ambos componentes esenciales de la infraestructura.

Encadenamientos en la estructura de la industria manufacturera

Finalmente, los sectores de baja integración nacional se caracterizan por registrar niveles de interacción restringidos con el resto de la malla productiva. Estos poseen encadenamientos poco desarrollados y multiplicadores de empleo bajos, ya que su producción requiere pocos insumos de origen nacional. Es en este segmento del tejido económico en dónde más fuertemente se evidencian las asimetrías productivas. El mismo puede dividirse en dos grandes agrupamientos sectoriales, ambos con el rasgo común insertarse en cadenas de valor poco desarrolladas. En primer grupo abarca sectores productores de materias primas exportables con escaso valor agregado. Dentro del mismo puede mencionarse a la minería metalífera, cuyo desarrollo es todavía muy incipiente. En la actualidad, su proyección sobre el aparato productivo es extremadamente limitada, exportándose más del 80% de su producción prácticamente en bruto. En menor medida la producción de granos, el cultivo de frutas, la pesca y la silvicultura registran problemáticas similares. Prácticamente la mitad del cultivo de frutas y nueces, y casi el 40% del cultivo de cereales y oleaginosas se exportan sin mayor procesamiento. El segundo grupo está compuesto por una gama de sectores manufactureros con alta proporción de insumos importados (elevados ratios M/VBP), particularmente la metalmecánica, las autopartes, el sector automotriz y la industria de ensamblado de partes –como por ejemplo, electrónica y electrodomésticos. En el sector manufacturero los sectores con mayores eslabonamientos hacia delante son las industrias de insumos difundidos. En primer lugar, la siderúrgica, que se destaca por la intensidad de sus vínculos y por su peso en la generación de valor agregado. En segundo lugar, las cadenas química y petroquímica, que abarcan la refinación de petróleo, la química básica, los fertilizantes, plásticos, etc. En último término se hallan algunos rubros de la metalmecánica, la producción de celulosa y de fibras, hilados y tejeduría. Aunque en relación a otros países de la región existe una industria pesada relativamente desarrollada y se destacan algunas cadenas de alta integración nacional, la cantidad de sectores de este tipo resulta inferior a la existente en naciones desarrolladas. El escaso desarrollo de los tramos de mayor valor agregado se expresa en que muchos sectores que en naciones desarrolladas forman núcleos de fuertes articulaciones, producen en Argentina bienes semi-elaborados para exportación. Dichos bienes son industrializados en el exterior y, en muchos casos, importados nuevamente a un precio muy superior. En otras palabras, muchos sectores potencialmente AIN son, en la práctica, AEA o incluso BIN, y concentran sus exportaciones en los tramos de bajo o medio valor

Fuente: Elaboración propia en base a actualización de Matriz Insumo Producto 1997

agregado, con muy baja proporción de exportaciones de alto valor agregado, con diferenciación de producto ya sea por marca, packaging o diseño, etc. En el caso de la industria alimenticia, tanto la producción de alimentos con valor agregado (panificados, carne, lácteos) como la de semielaborados (aceites y subproductos de oleaginosa) presentan una fuerte integración hacia atrás dada la diversidad de la producción primaria. No obstante, el desafío sigue siendo la especialización de la producción nacional en el segmento de semielaborados, particularmente en lo vinculado a proteína vegetal (soja, ver Cuadro 3 ) en donde se exporta casi el 90% del VBP sin lograr una mayor transformación en segmentos de mayor valor agregados con incorporación de mano de obra y eslabonamientos productivos (desarrollo de marca, diferenciación de producto, etc.). Una Política Industrial para el Desarrollo A partir del análisis presentado queda en manifiesto la necesidad de implementar políticas públicas que reduzcan gradualmente la heterogeneidad productiva de la Argentina y fomente la articulación sectorial. Dado que la política macroeconómica opera sobre grandes agregados, su capacidad para reconfigurar al aparato productivo presenta límites concretos. Aunque sin dudas resulta fundamental para impulsar la demanda agregada y promover el mercado interno, no alcanza, por si misma, a inducir los grandes cambios estructurales requeridos. Se necesita, por lo tanto, implementar concurrentemente una política industrial que abarque cuestiones de infraestructura, innovación tecnológica y sectoriales, entre otras.

Las mismas deben focalizarse en promocionar los sectores y cadenas de valor que cuenten con mayor potencialidad de difundir y amplificar los efectos deseados sobre la malla productiva. Ello entraña comprender en profundidad el armazón productivo y definir criterios estratégicos que guíen la acción transformadora. Es importante tener en cuenta, en cada cadena productiva, la heterogeneidad de productividades en cada tramo de la cadena, ya que la forma de encarar la promoción de un sector concentrado y en la frontera tecnológica difiere fuertemente de la de un sector atomizado y compuesto por pequeñas o micro empresas. La identificación de estrategias y de sectores productivos clave para un Plan de Desarrollo debería surgir de un consenso que contemple el equilibrio entre los factores críticos que atañen a la estructura productiva; entre ellos: (1) Maximizar la creación valor agregado y el ingreso per cápita (2) Maximizar la generación de empleos de calidad y la inclusión social (3) Eliminar o moderar cuellos de botella, mejorando la competitividad sistémica (4) Promover nuevos sectores o mejoras tecnológicas que permitan la sustitución de importaciones (5) Potenciar la diversificación de exportaciones de valor agregado, expandir el ingreso de divisas y la demanda (6) Aumentar la productividad de los estratos marginales del aparato productivo. Esta línea de investigación aporta una visión actualizada sobre la problemática de la estructura productiva nacional y sienta las bases para ahondar, en posteriores ensayos, las líneas programáticas y el diseño de esquemas institucionales que promuevan el desarrollo económico.

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insumo clave para el desarrollo de alimentos con mayor valor agregado, ya sea productos panificados con marca, la industria cárnica o láctea. En Argentina, en cambio, se exporta una proporción elevada de la molienda, particularmente en el segmento de oleaginosas, de manera que su articulación aguas abajo es limitada: las exportaciones de alimentos elaborados representan tan sólo el 25% del complejo agroindustrial. El segundo grupo está compuesto principalmente por la industria pesada e incluye química, petroquímica e industria siderúrgica. En menor escala, puede mencionarse también a la industria de materias primas plásticas y algunos rubros de la metalmecánica. El tercer grupo abarca dos sectores estratégicos relacionados con la infraestructura, destacados por la intensidad de sus articulaciones: transporte de carga terrestre y energía (particularmente extracción de petróleo y gas). Por su parte, los sectores con fuertes encadenamientos hacia atrás funcionan como promotores de la actividad productiva aguas arriba, dado sus elevados requerimientos de bienes intermedios nacionales. En otros términos, dichos sectores tienden a presentar una proporción de componentes importados menor al resto de la economía. Por este motivo también juegan un papel muy relevante en la creación indirecta de puestos de trabajo, que se desprende del incremento en la actividad de sus proveedores. Se trata principalmente de sectores dedicados a la producción de bienes y servicios finales (consumo, exportación o inversión). Dentro de las actividades con estas características se destaca el sector de la construcción, uno de los grandes motores de la economía. Otros sectores dentro de esta categoría son el transporte de pasajeros y el trasporte aéreo, y servicios tales como seguros. La industria liviana también se caracteriza por presentar fuertes encadenamientos hacia atrás. Por ejemplo, agroindustria, industria de alimentos y bebidas, de calzado, del cuero, confecciones, y algunos segmentos de la industria metalmecánica, son representativos de este tipo de bloques. Otro sector de relevancia y de elevado valor agregado es la producción de servicios de cine, radio y televisión. Los sectores de alta integración nacional se constituyen como núcleos de múltiples cadenas de valor y poseen una alta capacidad de arrastre en ambos sentidos. Por ello, resultan relevantes tanto en lo que hace a la competitividad sistémica como en su rol de impulsores de la actividad económica. Uno de los contrastes más notables entre la estructura productiva nacional y la de un país plenamente industrializado es la reducida cantidad de sectores AIN que registra la matriz local. De todas formas, a diferencia de lo que sucede en países de estructura predominantemente primaria, existen cadenas con alta integración de peso, entre las que puede mencionarse la refinación de petróleo, la industria de hilados y textil, la de celulosa y papel, la

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fundición de metales, la de impresión, la de plásticos y la industria química. En servicios, se encuentran la distribución de energía eléctrica y las telecomunicaciones, ambos componentes esenciales de la infraestructura.

Encadenamientos en la estructura de la industria manufacturera

Finalmente, los sectores de baja integración nacional se caracterizan por registrar niveles de interacción restringidos con el resto de la malla productiva. Estos poseen encadenamientos poco desarrollados y multiplicadores de empleo bajos, ya que su producción requiere pocos insumos de origen nacional. Es en este segmento del tejido económico en dónde más fuertemente se evidencian las asimetrías productivas. El mismo puede dividirse en dos grandes agrupamientos sectoriales, ambos con el rasgo común insertarse en cadenas de valor poco desarrolladas. En primer grupo abarca sectores productores de materias primas exportables con escaso valor agregado. Dentro del mismo puede mencionarse a la minería metalífera, cuyo desarrollo es todavía muy incipiente. En la actualidad, su proyección sobre el aparato productivo es extremadamente limitada, exportándose más del 80% de su producción prácticamente en bruto. En menor medida la producción de granos, el cultivo de frutas, la pesca y la silvicultura registran problemáticas similares. Prácticamente la mitad del cultivo de frutas y nueces, y casi el 40% del cultivo de cereales y oleaginosas se exportan sin mayor procesamiento. El segundo grupo está compuesto por una gama de sectores manufactureros con alta proporción de insumos importados (elevados ratios M/VBP), particularmente la metalmecánica, las autopartes, el sector automotriz y la industria de ensamblado de partes –como por ejemplo, electrónica y electrodomésticos. En el sector manufacturero los sectores con mayores eslabonamientos hacia delante son las industrias de insumos difundidos. En primer lugar, la siderúrgica, que se destaca por la intensidad de sus vínculos y por su peso en la generación de valor agregado. En segundo lugar, las cadenas química y petroquímica, que abarcan la refinación de petróleo, la química básica, los fertilizantes, plásticos, etc. En último término se hallan algunos rubros de la metalmecánica, la producción de celulosa y de fibras, hilados y tejeduría. Aunque en relación a otros países de la región existe una industria pesada relativamente desarrollada y se destacan algunas cadenas de alta integración nacional, la cantidad de sectores de este tipo resulta inferior a la existente en naciones desarrolladas. El escaso desarrollo de los tramos de mayor valor agregado se expresa en que muchos sectores que en naciones desarrolladas forman núcleos de fuertes articulaciones, producen en Argentina bienes semi-elaborados para exportación. Dichos bienes son industrializados en el exterior y, en muchos casos, importados nuevamente a un precio muy superior. En otras palabras, muchos sectores potencialmente AIN son, en la práctica, AEA o incluso BIN, y concentran sus exportaciones en los tramos de bajo o medio valor

Fuente: Elaboración propia en base a actualización de Matriz Insumo Producto 1997

agregado, con muy baja proporción de exportaciones de alto valor agregado, con diferenciación de producto ya sea por marca, packaging o diseño, etc. En el caso de la industria alimenticia, tanto la producción de alimentos con valor agregado (panificados, carne, lácteos) como la de semielaborados (aceites y subproductos de oleaginosa) presentan una fuerte integración hacia atrás dada la diversidad de la producción primaria. No obstante, el desafío sigue siendo la especialización de la producción nacional en el segmento de semielaborados, particularmente en lo vinculado a proteína vegetal (soja, ver Cuadro 3 ) en donde se exporta casi el 90% del VBP sin lograr una mayor transformación en segmentos de mayor valor agregados con incorporación de mano de obra y eslabonamientos productivos (desarrollo de marca, diferenciación de producto, etc.). Una Política Industrial para el Desarrollo A partir del análisis presentado queda en manifiesto la necesidad de implementar políticas públicas que reduzcan gradualmente la heterogeneidad productiva de la Argentina y fomente la articulación sectorial. Dado que la política macroeconómica opera sobre grandes agregados, su capacidad para reconfigurar al aparato productivo presenta límites concretos. Aunque sin dudas resulta fundamental para impulsar la demanda agregada y promover el mercado interno, no alcanza, por si misma, a inducir los grandes cambios estructurales requeridos. Se necesita, por lo tanto, implementar concurrentemente una política industrial que abarque cuestiones de infraestructura, innovación tecnológica y sectoriales, entre otras.

Las mismas deben focalizarse en promocionar los sectores y cadenas de valor que cuenten con mayor potencialidad de difundir y amplificar los efectos deseados sobre la malla productiva. Ello entraña comprender en profundidad el armazón productivo y definir criterios estratégicos que guíen la acción transformadora. Es importante tener en cuenta, en cada cadena productiva, la heterogeneidad de productividades en cada tramo de la cadena, ya que la forma de encarar la promoción de un sector concentrado y en la frontera tecnológica difiere fuertemente de la de un sector atomizado y compuesto por pequeñas o micro empresas. La identificación de estrategias y de sectores productivos clave para un Plan de Desarrollo debería surgir de un consenso que contemple el equilibrio entre los factores críticos que atañen a la estructura productiva; entre ellos: (1) Maximizar la creación valor agregado y el ingreso per cápita (2) Maximizar la generación de empleos de calidad y la inclusión social (3) Eliminar o moderar cuellos de botella, mejorando la competitividad sistémica (4) Promover nuevos sectores o mejoras tecnológicas que permitan la sustitución de importaciones (5) Potenciar la diversificación de exportaciones de valor agregado, expandir el ingreso de divisas y la demanda (6) Aumentar la productividad de los estratos marginales del aparato productivo. Esta línea de investigación aporta una visión actualizada sobre la problemática de la estructura productiva nacional y sienta las bases para ahondar, en posteriores ensayos, las líneas programáticas y el diseño de esquemas institucionales que promuevan el desarrollo económico.

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Se multiplicaron así numerosas estrategias empresariales defensivas en ámbitos como el perfil productivo y la orientación de mercado, incorporación de productos y especialización, innovación y tecnología, modificación en el mix de insumos entre importados y locales, racionalización de empleo y venta, tercerización o cierre de procesos y plantas, reduciendo los multiplicadores locales de empleo. En segundo lugar, y asociado a lo anterior, muchas firmas sin capacidad de fijar precios quedaron atadas a una lógica perversa en la que el salario aparecía como única forma de ajuste en sus costos de producción, lo que derivó en una caída tendencial en los niveles de empleo pleno y de los salarios reales, afectando la distribución de ingresos en detrimento de las empresas de menor tamaño y de la clase trabajadora. Sobre esta base, se verificaron asimismo dos trayectorias principales hacia la informalidad, las cuales supusieron una reproducción ampliada de la dinámica anterior, dados sus efectos nocivos sobre la demanda agregada y las capacidades de acumulación.

Informalidad laboral: Rupturas y continuidades Un proceso de casi tres décadas de destrucción del tejido productivo instaló a la informalidad laboral como una variable central en el análisis del mercado de trabajo. Algo cambió desde la crisis argentina de principios del milenio. Y algo todavía tiene que cambiar.

Por un lado, y de forma concordante con la vieja tesis de heterogeneidad estructural de CEPAL, se fue generando un estrato de ocupaciones por cuenta propia cuya lógica parecía responder a la subsistencia, con niveles de precarización crecientes, ante la falta de oportunidades de empleo a niveles adecuados de productividad. Por otro lado, y como estrategia de reducción de costos de muchas firmas, se dio una creciente tercerización de las actividades sujetas a una mayor competencia hacia establecimientos más pequeños, con menor visibilidad

y mayor capacidad de recurrir a la informalidad. Esta reorganización de la producción, que responde a una lógica que tuvo lugar a nivel mundial de la división del trabajo, derivó en una fuerte fragmentación de los procesos productivos y las relaciones entre los distintos eslabones de una misma cadena. El correlato de esta particular interacción entre macro, meso y microeconomía durante todo el período ha sido una dramática alteración no sólo de la estructura económica sino también de la ocupacional y social: el PBI per cápita prácticamente no creció (promedió un crecimiento interanual de 0,2% durante 25 años), el desempleo subió de 4,7% a más del 21%, la distribución del ingreso se deterioró sistemáticamente (el ratio entre el decil más rico y el más pobre se amplió de 8 a 33 veces) y la incidencia de la pobreza saltó del 5% a casi el 55% de las personas, en un marco donde se produjo un persistente proceso de extranjerización y concentración en la generación de valor agregado. De esta forma, se generaron círculos viciosos de subdesarrollo que se manifestaron a fines de 2001 con la crisis socioeconómica más aguda de la historia argentina. Rupturas y continuidades en la post convertibilidad Desde 2002, se produjo un marcado cambio en el patrón de crecimiento económico en Argentina, sustentado en un principio por la vigencia de un tipo de cambio depreciado que permitió el aumento de la rentabilidad relativa de las actividades productivas por sobre las financieras especulativas. Al mismo tiempo, tanto la aplicación de retenciones a la exportación de productos de la canasta alimenticia, como el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos, permitieron separar -al menos

Por: Sergio Woyecheszen *

En los últimos 40 años, la informalidad laboral se ha constituido como una categoría conceptual fundamental en la interpretación de la problemática de los mercados de trabajo, particularmente en los países en desarrollo. En términos generales, se trata de un fenómeno complejo, que se manifiesta en una fuerte inestabilidad del empleo, la disminución de los ingresos, la protección laboral y social, características que con mayor o menor intensidad afectan a entre un 30% y un 50% de los ocupados en Argentina, según el criterio usado en la aproximación empírica (esto es, si sólo se considera el empleo en el Sector Informal Urbano –que remite a establecimientos pequeños, trabajador familiar sin remuneración y cuentapropismo no profesional - o también se incluyen el trabajo doméstico y las posiciones asalariadas no registradas a la seguridad social en las unidades productivas de mayor tamaño). En este marco, y aún cuando se mantienen algunos debates en torno a cuáles serían sus atributos definitorios, existe un acuerdo más o menos amplio que destaca la incapacidad estructural de nuestro país de generar

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suficientes empleos de calidad, más evidente a partir del abrupto abandono del modelo sustitutivo a mediados de los 70’ y la instauración de un patrón de acumulación guiado por la lógica neoliberal. En efecto, los distintos episodios de apertura comercial, atraso cambiario y retracción del Estado, que se sucedieron desde entonces hasta la crisis de fines de 2001, profundizaron las debilidades estructurales del aparato productivo, afectando capacidades sociales a través de varios canales de transmisión. Los factores asociados En primer lugar, la creciente valorización financiera fue desplazando a la producción de bienes industriales como el eje central de la actividad económica, desatando una continua reestructuración del tejido productivo en detrimento de eslabones intermedios, principalmente orientados al mercado interno, los cuales fueron afectados fuertemente por el abaratamiento de las importaciones.

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Se multiplicaron así numerosas estrategias empresariales defensivas en ámbitos como el perfil productivo y la orientación de mercado, incorporación de productos y especialización, innovación y tecnología, modificación en el mix de insumos entre importados y locales, racionalización de empleo y venta, tercerización o cierre de procesos y plantas, reduciendo los multiplicadores locales de empleo. En segundo lugar, y asociado a lo anterior, muchas firmas sin capacidad de fijar precios quedaron atadas a una lógica perversa en la que el salario aparecía como única forma de ajuste en sus costos de producción, lo que derivó en una caída tendencial en los niveles de empleo pleno y de los salarios reales, afectando la distribución de ingresos en detrimento de las empresas de menor tamaño y de la clase trabajadora. Sobre esta base, se verificaron asimismo dos trayectorias principales hacia la informalidad, las cuales supusieron una reproducción ampliada de la dinámica anterior, dados sus efectos nocivos sobre la demanda agregada y las capacidades de acumulación.

Informalidad laboral: Rupturas y continuidades Un proceso de casi tres décadas de destrucción del tejido productivo instaló a la informalidad laboral como una variable central en el análisis del mercado de trabajo. Algo cambió desde la crisis argentina de principios del milenio. Y algo todavía tiene que cambiar.

Por un lado, y de forma concordante con la vieja tesis de heterogeneidad estructural de CEPAL, se fue generando un estrato de ocupaciones por cuenta propia cuya lógica parecía responder a la subsistencia, con niveles de precarización crecientes, ante la falta de oportunidades de empleo a niveles adecuados de productividad. Por otro lado, y como estrategia de reducción de costos de muchas firmas, se dio una creciente tercerización de las actividades sujetas a una mayor competencia hacia establecimientos más pequeños, con menor visibilidad

y mayor capacidad de recurrir a la informalidad. Esta reorganización de la producción, que responde a una lógica que tuvo lugar a nivel mundial de la división del trabajo, derivó en una fuerte fragmentación de los procesos productivos y las relaciones entre los distintos eslabones de una misma cadena. El correlato de esta particular interacción entre macro, meso y microeconomía durante todo el período ha sido una dramática alteración no sólo de la estructura económica sino también de la ocupacional y social: el PBI per cápita prácticamente no creció (promedió un crecimiento interanual de 0,2% durante 25 años), el desempleo subió de 4,7% a más del 21%, la distribución del ingreso se deterioró sistemáticamente (el ratio entre el decil más rico y el más pobre se amplió de 8 a 33 veces) y la incidencia de la pobreza saltó del 5% a casi el 55% de las personas, en un marco donde se produjo un persistente proceso de extranjerización y concentración en la generación de valor agregado. De esta forma, se generaron círculos viciosos de subdesarrollo que se manifestaron a fines de 2001 con la crisis socioeconómica más aguda de la historia argentina. Rupturas y continuidades en la post convertibilidad Desde 2002, se produjo un marcado cambio en el patrón de crecimiento económico en Argentina, sustentado en un principio por la vigencia de un tipo de cambio depreciado que permitió el aumento de la rentabilidad relativa de las actividades productivas por sobre las financieras especulativas. Al mismo tiempo, tanto la aplicación de retenciones a la exportación de productos de la canasta alimenticia, como el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos, permitieron separar -al menos

Por: Sergio Woyecheszen *

En los últimos 40 años, la informalidad laboral se ha constituido como una categoría conceptual fundamental en la interpretación de la problemática de los mercados de trabajo, particularmente en los países en desarrollo. En términos generales, se trata de un fenómeno complejo, que se manifiesta en una fuerte inestabilidad del empleo, la disminución de los ingresos, la protección laboral y social, características que con mayor o menor intensidad afectan a entre un 30% y un 50% de los ocupados en Argentina, según el criterio usado en la aproximación empírica (esto es, si sólo se considera el empleo en el Sector Informal Urbano –que remite a establecimientos pequeños, trabajador familiar sin remuneración y cuentapropismo no profesional - o también se incluyen el trabajo doméstico y las posiciones asalariadas no registradas a la seguridad social en las unidades productivas de mayor tamaño). En este marco, y aún cuando se mantienen algunos debates en torno a cuáles serían sus atributos definitorios, existe un acuerdo más o menos amplio que destaca la incapacidad estructural de nuestro país de generar

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suficientes empleos de calidad, más evidente a partir del abrupto abandono del modelo sustitutivo a mediados de los 70’ y la instauración de un patrón de acumulación guiado por la lógica neoliberal. En efecto, los distintos episodios de apertura comercial, atraso cambiario y retracción del Estado, que se sucedieron desde entonces hasta la crisis de fines de 2001, profundizaron las debilidades estructurales del aparato productivo, afectando capacidades sociales a través de varios canales de transmisión. Los factores asociados En primer lugar, la creciente valorización financiera fue desplazando a la producción de bienes industriales como el eje central de la actividad económica, desatando una continua reestructuración del tejido productivo en detrimento de eslabones intermedios, principalmente orientados al mercado interno, los cuales fueron afectados fuertemente por el abaratamiento de las importaciones.

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parcialmente- la fuerte caída de los costos laborales en dólares de la evolución del poder adquisitivo de los trabajadores. A partir de esto último, y en el marco de una extendida capacidad ociosa en la industria, se desató un proceso de elevado crecimiento económico con generación de empleos y paulatina recuperación salarial en términos reales. Inicialmente, la recuperación se dio en los tramos formales de actividad y luego en los informales, traccionados positivamente por la recuperación de instituciones como el salario mínimo y la negociación colectiva. De forma subyacente a esta dinámica agregada, se destacó la recuperación – de forma heterogénea y no sin problemas – del entramado MIPYME industrial, en el seno de numerosos complejos de producción, con mejores resultados que el promedio en relación a elementos clave como innovación, valor agregado y complementariedades. Esto último supone un principio de reversión de las tendencias previas, con particular intensidad en lo que se refiere a la informalidad laboral al interior del sector industrial. Al mismo tiempo, se manifestó el paulatino cierre de brechas sociales luego de más de 25 años de deterioro, el cual sirvió además para dinamizar la demanda agregada, de vital importancia para captar economías de escala en contextos de oferta elástica de factores. Los desafíos que esperan A la hora de resolver la problemática de la informalidad persisten aún una serie de desafíos de mayor alcance, que atañen a cuestiones estructurales derivadas de la magnitud que tomó la fragmentación productiva y social en nuestro país hasta el 2001. La cuestión remite directamente al grado de desarrollo de nuestra economía, y a la capacidad futura de mantener la reducción del desempleo, subempleo y precariedad laboral, principalmente en los establecimientos pequeños, con reducida productividad y sujetos a una fuerte inestabilidad. En un mismo nivel de interrogante queda la trayectoria de los salarios reales. Si bien se manifestó un progresivo aumento del poder de compra a nivel agregado, existen fuertes disparidades y una incidencia creciente en la competitividad de las firmas de menor tamaño relativo. ¿Cómo reducir la fuerte vulnerabilidad que este tipo de unidades productivas presentan frente a los episodios de crisis, manifestado en alta flexibilidad y adaptación defensiva a los cambios?; ¿cómo suplir su histórica dificultad de acceso a todo tipo de recursos, económicos y técnicos, información, financiamiento y tecnología?; ¿cómo insertarlas en distintas redes de apoyo, que supongan una mayor posibilidad de generación de rutinas individuales y colectivas que tiendan a la innovación? En definitiva, ¿cómo lograr que sostengan un sendero de inversión que mejore su productividad y les permita competir sobre la base del conocimiento y no de bajos salarios?

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Es claro que dar respuesta a estos interrogantes supone un complejo proceso en el que se entremezclan cuestiones macro (en particular una macroeconomía que garantice la acumulación de capital reproductivo y desaliente la especulación financiera, la fuga de capitales y las actividades rentísticas), institucionales (en materia de infraestructura, innovación, educación) y de enérgico apoyo hacia actividades que propicien la sustitución de importaciones, la generación y difusión de innovaciones y el desarrollo de complementariedades, dados sus efectos en términos de demanda (reduciendo la propensión a importar) como de oferta (externalidades, economías de aglomeración, especialización). Estas premisas aparecen como el eje de gravitación para la transformación paulatina del patrón de inserción externa, la estructura del empleo y la matriz distributiva. Sin embargo, el concepto mismo de cambio estructural conlleva importantes consideraciones en el campo de la economía política, requiriendo de una acción deliberada del Estado para suplir la ausencia de inversión privada, corregir eventuales desajustes distributivos en detrimento de los sectores más postergados y velar por el cumplimiento de objetivos de productividad pactados previamente. Vale aclarar que la transición hacia estos esquemas globales de política no resulta sencillo, habida cuenta de los conflictos que pueden sucederse entre los derechos, recursos, esquemas distributivos y diseños institucionales, lo que vuelve a mostrar la necesidad de profundizar las instancias de diálogo que consagren un proyecto de país social y territorialmente integrado. *Economista (UBA), Coordinador del Departamento de Trabajo y Empleo de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, Capítulo Buenos Aires (SID-Baires)

Ver o no ver:

Trabajo esclavo en Argentina De tanto en tanto, lo oculto se vuelve visible. Y cuando es visible, hay que definirlo. Daniel Schteingart y Fernando Martínez analizan el trabajo clandestino en Argentina a la luz de información pública (imperfecta) y representaciones mediáticas. Por: Daniel Matías Schteingart y Fernando Gabriel Martínez

Las formas de organización clandestina del trabajo, realizadas por fuera de las regulaciones estatales y sindicales, han sido concomitantes con el desarrollo del capitalismo y Argentina no es la excepción. Un siglo atrás estas prácticas se encontraban sumamente arraigadas en el campo, aunque también se fueron extendiendo a algunas actividades urbanas como por ejemplo, la industria de confección de indumentaria. Durante el 2011, se han presentado numerosos casos de trabajo esclavo, particularmente en la actividad agrícola. La correlación de fuerzas -extremadamente desigual- entre empleadores rurales y trabajadores, se ha mantenido vigente tras 200 de historia, reproduciendo las antiguas formas de explotación. La difusión por parte Página/12 de una serie de investigaciones encaradas por la Justicia en torno a las condiciones de trabajo en empresas mayormente agropecuarias comenzó a dar visibilidad al tema. Esto se combinó con las repercusiones generadas por la

muerte de Ezequiel Ferreyra, un niño de siete años que trabajaba en la granja Nuestra Huella S.A y que, según algunas denuncias, se enfermó por el uso de agrotóxicos en noviembre de 2010. Por qué no es fácil estudiar el trabajo esclavo en Argentina El análisis actual sobre el trabajo esclavo en Argentina se topa con dos dificultades principales. Por un lado, la importante carencia de sistematización de datos, ya que sólo recientemente el Gobierno Nacional y algunos gobiernos provinciales han otorgado mayor consideración a este tipo de situaciones. Los datos están siendo recabados a través de las inspecciones de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y los ministerios de trabajo nacional y provinciales. La segunda dificultad reside en que son los medios de comunicación los que aparecen como fuentes de

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parcialmente- la fuerte caída de los costos laborales en dólares de la evolución del poder adquisitivo de los trabajadores. A partir de esto último, y en el marco de una extendida capacidad ociosa en la industria, se desató un proceso de elevado crecimiento económico con generación de empleos y paulatina recuperación salarial en términos reales. Inicialmente, la recuperación se dio en los tramos formales de actividad y luego en los informales, traccionados positivamente por la recuperación de instituciones como el salario mínimo y la negociación colectiva. De forma subyacente a esta dinámica agregada, se destacó la recuperación – de forma heterogénea y no sin problemas – del entramado MIPYME industrial, en el seno de numerosos complejos de producción, con mejores resultados que el promedio en relación a elementos clave como innovación, valor agregado y complementariedades. Esto último supone un principio de reversión de las tendencias previas, con particular intensidad en lo que se refiere a la informalidad laboral al interior del sector industrial. Al mismo tiempo, se manifestó el paulatino cierre de brechas sociales luego de más de 25 años de deterioro, el cual sirvió además para dinamizar la demanda agregada, de vital importancia para captar economías de escala en contextos de oferta elástica de factores. Los desafíos que esperan A la hora de resolver la problemática de la informalidad persisten aún una serie de desafíos de mayor alcance, que atañen a cuestiones estructurales derivadas de la magnitud que tomó la fragmentación productiva y social en nuestro país hasta el 2001. La cuestión remite directamente al grado de desarrollo de nuestra economía, y a la capacidad futura de mantener la reducción del desempleo, subempleo y precariedad laboral, principalmente en los establecimientos pequeños, con reducida productividad y sujetos a una fuerte inestabilidad. En un mismo nivel de interrogante queda la trayectoria de los salarios reales. Si bien se manifestó un progresivo aumento del poder de compra a nivel agregado, existen fuertes disparidades y una incidencia creciente en la competitividad de las firmas de menor tamaño relativo. ¿Cómo reducir la fuerte vulnerabilidad que este tipo de unidades productivas presentan frente a los episodios de crisis, manifestado en alta flexibilidad y adaptación defensiva a los cambios?; ¿cómo suplir su histórica dificultad de acceso a todo tipo de recursos, económicos y técnicos, información, financiamiento y tecnología?; ¿cómo insertarlas en distintas redes de apoyo, que supongan una mayor posibilidad de generación de rutinas individuales y colectivas que tiendan a la innovación? En definitiva, ¿cómo lograr que sostengan un sendero de inversión que mejore su productividad y les permita competir sobre la base del conocimiento y no de bajos salarios?

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Es claro que dar respuesta a estos interrogantes supone un complejo proceso en el que se entremezclan cuestiones macro (en particular una macroeconomía que garantice la acumulación de capital reproductivo y desaliente la especulación financiera, la fuga de capitales y las actividades rentísticas), institucionales (en materia de infraestructura, innovación, educación) y de enérgico apoyo hacia actividades que propicien la sustitución de importaciones, la generación y difusión de innovaciones y el desarrollo de complementariedades, dados sus efectos en términos de demanda (reduciendo la propensión a importar) como de oferta (externalidades, economías de aglomeración, especialización). Estas premisas aparecen como el eje de gravitación para la transformación paulatina del patrón de inserción externa, la estructura del empleo y la matriz distributiva. Sin embargo, el concepto mismo de cambio estructural conlleva importantes consideraciones en el campo de la economía política, requiriendo de una acción deliberada del Estado para suplir la ausencia de inversión privada, corregir eventuales desajustes distributivos en detrimento de los sectores más postergados y velar por el cumplimiento de objetivos de productividad pactados previamente. Vale aclarar que la transición hacia estos esquemas globales de política no resulta sencillo, habida cuenta de los conflictos que pueden sucederse entre los derechos, recursos, esquemas distributivos y diseños institucionales, lo que vuelve a mostrar la necesidad de profundizar las instancias de diálogo que consagren un proyecto de país social y territorialmente integrado. *Economista (UBA), Coordinador del Departamento de Trabajo y Empleo de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, Capítulo Buenos Aires (SID-Baires)

Ver o no ver:

Trabajo esclavo en Argentina De tanto en tanto, lo oculto se vuelve visible. Y cuando es visible, hay que definirlo. Daniel Schteingart y Fernando Martínez analizan el trabajo clandestino en Argentina a la luz de información pública (imperfecta) y representaciones mediáticas. Por: Daniel Matías Schteingart y Fernando Gabriel Martínez

Las formas de organización clandestina del trabajo, realizadas por fuera de las regulaciones estatales y sindicales, han sido concomitantes con el desarrollo del capitalismo y Argentina no es la excepción. Un siglo atrás estas prácticas se encontraban sumamente arraigadas en el campo, aunque también se fueron extendiendo a algunas actividades urbanas como por ejemplo, la industria de confección de indumentaria. Durante el 2011, se han presentado numerosos casos de trabajo esclavo, particularmente en la actividad agrícola. La correlación de fuerzas -extremadamente desigual- entre empleadores rurales y trabajadores, se ha mantenido vigente tras 200 de historia, reproduciendo las antiguas formas de explotación. La difusión por parte Página/12 de una serie de investigaciones encaradas por la Justicia en torno a las condiciones de trabajo en empresas mayormente agropecuarias comenzó a dar visibilidad al tema. Esto se combinó con las repercusiones generadas por la

muerte de Ezequiel Ferreyra, un niño de siete años que trabajaba en la granja Nuestra Huella S.A y que, según algunas denuncias, se enfermó por el uso de agrotóxicos en noviembre de 2010. Por qué no es fácil estudiar el trabajo esclavo en Argentina El análisis actual sobre el trabajo esclavo en Argentina se topa con dos dificultades principales. Por un lado, la importante carencia de sistematización de datos, ya que sólo recientemente el Gobierno Nacional y algunos gobiernos provinciales han otorgado mayor consideración a este tipo de situaciones. Los datos están siendo recabados a través de las inspecciones de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y los ministerios de trabajo nacional y provinciales. La segunda dificultad reside en que son los medios de comunicación los que aparecen como fuentes de

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Casos de trabajo esclavo por provincia

información, utilizando la categoría de “trabajo esclavo” sin demasiada precisión. Esta vaguedad conceptual genera diferencias en las estadísticas y el tratamiento del tema. Asimismo, el acceso a los casos reales se dificulta por los modos de representación del trabajo esclavo en los medios. Mapa del “trabajo esclavo” Se realizó un mapeo de los casos de “trabajo esclavo”, detectados entre enero y marzo de 2011 por AFIP y aquellos publicados en medios nacionales (Télam, Página12 y Perfil) y medios regionales. Las propias fuentes utilizan la denominación “trabajo esclavo”. De esta manera, en dicho período se han realizado 71 allanamientos que encontraron, en total, a 2.758 personas en condiciones de “trabajo esclavo”. Más de la mitad de los trabajadores en situaciones deplorables fueron encontrados en la provincia de Buenos Aires (50,1%), seguidos por La Rioja (13,1%, en un único allanamiento en un olivar de la firma Alfredo Olmedo S.A.) y Catamarca (10,7%, también localizado en una inspección en otro olivar). En cuarto lugar se ubica Córdoba (6,2%) y, en quinto, Mendoza (5,1%) pero con la particularidad de haber tenido diez allanamientos (en esto está segunda, sólo por detrás de Buenos Aires). Prácticamente la totalidad (92,3%) se dio en el sector primario (agricultura, ganadería, caza y silvicultura). Un 7,7% de los casos de trabajo esclavo descubiertos en el período de estudio se dio en el sector manufacturero, principalmente en el rubro de textil y confección de indumentaria (4,0%), la mayoría en Capital Federal y provincia de Buenos Aires. Cabe

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recalcar que esta es una rama en la cual abunda el trabajo en condiciones sumamente precarias, pero en el período en cuestión no afloraron tantos casos como durante 2006 y 2007. En efecto, distintos analistas del sector estiman que en todo el país existen más de 100 mil trabajadores informales en la industria de la confección, y más de cinco mil talleres clandestinos sólo en la Capital Federal.

Los trabajadores en condiciones de esclavitud provienen, en la gran mayoría de los casos, de regiones con altos índices de pobreza y subdesarrollo, como el NOA (especialmente Santiago del Estero), el NEA y países limítrofes como Bolivia (sobre todo en el caso de los talleres textiles) y Paraguay. Este panorama demanda la necesidad de ampliar el marco regulatorio de los regímenes laborales hasta hoy irregulares, con el objetivo principal de combatir el trabajo esclavo en todas sus dimensiones en el menor tiempo posible. En los medios: animarse a decirlo La categoría “trabajo esclavo” es, sin embargo, una construcción comunicacional que no existe en el plano jurídico y que recorre los diarios prácticamente sin problematización acerca de su contenido y referencia. Así, en diferentes artículos, dicha categoría aparece ligada a conceptos como “trata de personas”, “reducción a la servidumbre”, “trabajo forzoso”, “trabajo en negro”, “trabajo ilegal”, “informalidad”, “trabajo precarizado” o “trabajo en condiciones de explotación”. De estas categorías, la “trata de personas” sí tiene carácter jurídico, mientras

Casos de trabajo esclavo según rama de actividad

que la figura de “reducción a la servidumbre” aparece en el artículo 140 del Código Penal, pero no se encuentra definida. A pesar de ello, el economista Ariel Lieutier ha procurado definir con precisión el “trabajo esclavo” en su libro “Esclavos, los trabajadores costureros en la Ciudad de Buenos Aires” (Ed. Retórica; 2010), como “una forma de organización de la producción realizada de manera oculta de toda regulación estatal y control sindical, cuyo fin es intensificar al máximo posible la apropiación del valor generado por el trabajador, imponiendo para ello condiciones de trabajo tales que implican la violación flagrante de normas y el avasallamiento de los derechos elementales de los trabajadores”. En tanto construcción de los medios de comunicación, el concepto “trabajo esclavo” ha estado sometido a posicionamientos editoriales e ideológico-políticos. Además, el tratamiento de la problemática debe ser interpretado considerando la actual coyuntura del país, particularmente en función de los conflictos previos surgidos con las retenciones al campo o con la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En el caso de medios gráficos como Tiempo Argentino y Página/12, la categoría “trabajo esclavo” aparece como una violación de los derechos humanos, en tanto está asociado a jornadas extenuantes de trabajo (más de

12 hs.), condiciones mínimas de higiene, alimentación inadecuada de los trabajadores, salarios por debajo del mínimo vital, incumplimiento de parte de las empresas contratantes de estándares mínimos de seguridad y condiciones infrahumanas de descanso. Desde otra vereda político-ideológica, en el diario Clarín el “trabajo esclavo”, en palabras de Héctor Huergo, columnista del suplemento “Rural”, aparece como “la última muletilla oficial para denigrar al sector que le llena las arcas del Banco Central con agro-dólares, permitió achicar la deuda externa, contribuyó decisivamente al superávit fiscal y le dio a la sociedad los alimentos más baratos del mundo” (“No faltan razones”, del 19 de enero de 2011). Complementario con este enfoque, el diario La Nación utiliza el condicional para referirse a las condiciones de trabajo presentes en los casos denunciados. Así, en su columna editorial del 5 de febrero de 2011 se sostuvo que “un nutrido grupo de funcionarios y la propia Presidenta de la Nación vienen denunciando la presencia de trabajo esclavo, al que serían sometidos los trabajadores rurales migratorios contratados por empresas transnacionales y también nacionales”. En ocasiones, se pone en cuestión la misma categoría de esclavitud: “resulta también increíble que se denuncien situaciones de esclavitud cuando los presuntos esclavos están comunicados con quienes quieran por medio de celulares”. La defensa va más allá y se extiende a las empresas

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Casos de trabajo esclavo por provincia

información, utilizando la categoría de “trabajo esclavo” sin demasiada precisión. Esta vaguedad conceptual genera diferencias en las estadísticas y el tratamiento del tema. Asimismo, el acceso a los casos reales se dificulta por los modos de representación del trabajo esclavo en los medios. Mapa del “trabajo esclavo” Se realizó un mapeo de los casos de “trabajo esclavo”, detectados entre enero y marzo de 2011 por AFIP y aquellos publicados en medios nacionales (Télam, Página12 y Perfil) y medios regionales. Las propias fuentes utilizan la denominación “trabajo esclavo”. De esta manera, en dicho período se han realizado 71 allanamientos que encontraron, en total, a 2.758 personas en condiciones de “trabajo esclavo”. Más de la mitad de los trabajadores en situaciones deplorables fueron encontrados en la provincia de Buenos Aires (50,1%), seguidos por La Rioja (13,1%, en un único allanamiento en un olivar de la firma Alfredo Olmedo S.A.) y Catamarca (10,7%, también localizado en una inspección en otro olivar). En cuarto lugar se ubica Córdoba (6,2%) y, en quinto, Mendoza (5,1%) pero con la particularidad de haber tenido diez allanamientos (en esto está segunda, sólo por detrás de Buenos Aires). Prácticamente la totalidad (92,3%) se dio en el sector primario (agricultura, ganadería, caza y silvicultura). Un 7,7% de los casos de trabajo esclavo descubiertos en el período de estudio se dio en el sector manufacturero, principalmente en el rubro de textil y confección de indumentaria (4,0%), la mayoría en Capital Federal y provincia de Buenos Aires. Cabe

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recalcar que esta es una rama en la cual abunda el trabajo en condiciones sumamente precarias, pero en el período en cuestión no afloraron tantos casos como durante 2006 y 2007. En efecto, distintos analistas del sector estiman que en todo el país existen más de 100 mil trabajadores informales en la industria de la confección, y más de cinco mil talleres clandestinos sólo en la Capital Federal.

Los trabajadores en condiciones de esclavitud provienen, en la gran mayoría de los casos, de regiones con altos índices de pobreza y subdesarrollo, como el NOA (especialmente Santiago del Estero), el NEA y países limítrofes como Bolivia (sobre todo en el caso de los talleres textiles) y Paraguay. Este panorama demanda la necesidad de ampliar el marco regulatorio de los regímenes laborales hasta hoy irregulares, con el objetivo principal de combatir el trabajo esclavo en todas sus dimensiones en el menor tiempo posible. En los medios: animarse a decirlo La categoría “trabajo esclavo” es, sin embargo, una construcción comunicacional que no existe en el plano jurídico y que recorre los diarios prácticamente sin problematización acerca de su contenido y referencia. Así, en diferentes artículos, dicha categoría aparece ligada a conceptos como “trata de personas”, “reducción a la servidumbre”, “trabajo forzoso”, “trabajo en negro”, “trabajo ilegal”, “informalidad”, “trabajo precarizado” o “trabajo en condiciones de explotación”. De estas categorías, la “trata de personas” sí tiene carácter jurídico, mientras

Casos de trabajo esclavo según rama de actividad

que la figura de “reducción a la servidumbre” aparece en el artículo 140 del Código Penal, pero no se encuentra definida. A pesar de ello, el economista Ariel Lieutier ha procurado definir con precisión el “trabajo esclavo” en su libro “Esclavos, los trabajadores costureros en la Ciudad de Buenos Aires” (Ed. Retórica; 2010), como “una forma de organización de la producción realizada de manera oculta de toda regulación estatal y control sindical, cuyo fin es intensificar al máximo posible la apropiación del valor generado por el trabajador, imponiendo para ello condiciones de trabajo tales que implican la violación flagrante de normas y el avasallamiento de los derechos elementales de los trabajadores”. En tanto construcción de los medios de comunicación, el concepto “trabajo esclavo” ha estado sometido a posicionamientos editoriales e ideológico-políticos. Además, el tratamiento de la problemática debe ser interpretado considerando la actual coyuntura del país, particularmente en función de los conflictos previos surgidos con las retenciones al campo o con la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. En el caso de medios gráficos como Tiempo Argentino y Página/12, la categoría “trabajo esclavo” aparece como una violación de los derechos humanos, en tanto está asociado a jornadas extenuantes de trabajo (más de

12 hs.), condiciones mínimas de higiene, alimentación inadecuada de los trabajadores, salarios por debajo del mínimo vital, incumplimiento de parte de las empresas contratantes de estándares mínimos de seguridad y condiciones infrahumanas de descanso. Desde otra vereda político-ideológica, en el diario Clarín el “trabajo esclavo”, en palabras de Héctor Huergo, columnista del suplemento “Rural”, aparece como “la última muletilla oficial para denigrar al sector que le llena las arcas del Banco Central con agro-dólares, permitió achicar la deuda externa, contribuyó decisivamente al superávit fiscal y le dio a la sociedad los alimentos más baratos del mundo” (“No faltan razones”, del 19 de enero de 2011). Complementario con este enfoque, el diario La Nación utiliza el condicional para referirse a las condiciones de trabajo presentes en los casos denunciados. Así, en su columna editorial del 5 de febrero de 2011 se sostuvo que “un nutrido grupo de funcionarios y la propia Presidenta de la Nación vienen denunciando la presencia de trabajo esclavo, al que serían sometidos los trabajadores rurales migratorios contratados por empresas transnacionales y también nacionales”. En ocasiones, se pone en cuestión la misma categoría de esclavitud: “resulta también increíble que se denuncien situaciones de esclavitud cuando los presuntos esclavos están comunicados con quienes quieran por medio de celulares”. La defensa va más allá y se extiende a las empresas

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Salarios, multinacionales que explotan las distintas regiones del país: “Ahora les toca a empresas en su mayoría transnacionales, dedicadas a la producción de maíces híbridos. Al igual que otras falsedades, como los datos del INDEC, la inflación, la inseguridad, la corrupción pública, el lavado de dinero y los ataques a la prensa no adicta, ahora resulta que empresas de renombre reconocido en el mundo, que están sujetas a todo tipo de regulaciones e inspecciones, son acusadas de conformar nidos de explotación humana del tipo de las más perversas del globo (…) Los trabajadores temporarios, que existen en todas partes del mundo, en este caso generalmente provenientes del norte argentino, acuden interesados al desarrollo de estas tareas que repiten de año a año, mientras las empresas, por su parte, además de cumplir con las normas laborales controladas, se interesan por la continuidad de sus contratados, quienes difícilmente repetirían su contrato para residir y trabajar en el ‘infierno laboral’ descripto con insidia y propósitos descalificadores por el oficialismo” (Editorial del 5 de marzo de 2011) También ambos diarios han tendido a dar mayor voz a las empresas denunciadas (principalmente, Nidera), al titular del sindicato que debería defender a los peones rurales -la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE)-, Gerónimo “Momo” Venegas, o a diversas figuras de la oposición. Asimismo, se han centrado en mostrar las inspecciones del Gobierno en términos de “presión” o “persecución” ante sectores “no adictos” (1) . No obstante, Clarín ha difundido informes de EEUU en los que se plasman fuertes críticas hacia Argentina por trata

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de personas y casos de trabajo forzoso (2). Para concluir, mientras que Página/12, Tiempo Argentino e incluso Perfil han tenido una política editorial de difusión y denuncia sobre los casos de trabajo esclavo, Clarín y La Nación se han concentrado, especialmente a través de sus editoriales y notas de opinión, en el desarrollo de argumentos tendientes, en primer lugar, a la defensa del campo y las empresas agropecuarias implicadas y, en segundo lugar, a la puesta en duda de la aplicación misma de la categoría de trabajo esclavo. En el marco de este proceso, se vuelve necesario problematizar la construcción de las categorías que aparecen en los medios, como la de “trabajo esclavo” en este caso. De esta manera, es muy importante favorecer una comprensión crítica de los distintos aspectos asociados al problema y poner en contexto los diferentes sentidos del término a partir de la compleja trama de intereses que se encuentran detrás de los medios.

(1) Por ejemplo, “Más presión de la AFIP a exportadoras de granos: ayer sancionó a Nidera”, Clarín, 11/02/2011 o “Crece la tensión con EE.UU: las empresas denuncian presiones”, Clarín (portada), 06/03/2011. (2) Por ejemplo, “Crítico informe de EE.UU sobre trata de personas en Argentina”, Clarín, 08/02/2011.

¿Peligro o motor para el crecimiento? La evolución del salario real, el empleo formal y el Producto Interno Bruto en la última década demuestra que, lejos de ser un impedimento, los salarios son uno de los principales motores del crecimiento. Una dinámica clave para entender el sentido de las políticas de redistribución.

Por: Ariel Lieutier y Gustavo Ludmer

Con la devaluación de 2002, nuestro país abandonó el tipo de cambio apreciado que caracterizó a la convertibilidad y que favorecía la importación en detrimento de la producción nacional. Ya sin el anclaje cambiario, y luego de una caída ininterrumpida del Produto Interno Bruto desde 1998, se materializó la reactivación económica a partir del tercer trimestre de aquel año. El retorno al sendero de crecimiento fue posible, en buena parte, a costa del poder adquisitivo de los trabajadores. La devaluación produjo un salto de precios que deterioró fuertemente el salario real. En los primeros trimestres, este proceso fue acompañado por la creación de puestos de trabajo no registrados en la seguridad social y por el aprovechamiento de la capacidad productiva que había

quedado ociosa en los años anteriores. A partir del piso alcanzado en marzo de 2003, los salarios reales empezaron a recuperarse. Consolidación mediante, el impulso al crecimiento de la economía argentina comenzó a depender cada vez en mayor medida de la demanda interna, y menos en el reducido costo de la mano de obra. La creación de más de tres millones de nuevos puestos de trabajo registrados junto con el mencionado incremento de los salarios, entre otras políticas distributivas, provocaron la expansión del consumo interno, aún en el contexto de la crisis internacional de 2008 y 2009. De esta forma, los salarios de los trabajadores argentinos se convirtieron en uno de los motores fundamentales del crecimiento económico de los últimos años.

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Salarios, multinacionales que explotan las distintas regiones del país: “Ahora les toca a empresas en su mayoría transnacionales, dedicadas a la producción de maíces híbridos. Al igual que otras falsedades, como los datos del INDEC, la inflación, la inseguridad, la corrupción pública, el lavado de dinero y los ataques a la prensa no adicta, ahora resulta que empresas de renombre reconocido en el mundo, que están sujetas a todo tipo de regulaciones e inspecciones, son acusadas de conformar nidos de explotación humana del tipo de las más perversas del globo (…) Los trabajadores temporarios, que existen en todas partes del mundo, en este caso generalmente provenientes del norte argentino, acuden interesados al desarrollo de estas tareas que repiten de año a año, mientras las empresas, por su parte, además de cumplir con las normas laborales controladas, se interesan por la continuidad de sus contratados, quienes difícilmente repetirían su contrato para residir y trabajar en el ‘infierno laboral’ descripto con insidia y propósitos descalificadores por el oficialismo” (Editorial del 5 de marzo de 2011) También ambos diarios han tendido a dar mayor voz a las empresas denunciadas (principalmente, Nidera), al titular del sindicato que debería defender a los peones rurales -la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE)-, Gerónimo “Momo” Venegas, o a diversas figuras de la oposición. Asimismo, se han centrado en mostrar las inspecciones del Gobierno en términos de “presión” o “persecución” ante sectores “no adictos” (1) . No obstante, Clarín ha difundido informes de EEUU en los que se plasman fuertes críticas hacia Argentina por trata

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de personas y casos de trabajo forzoso (2). Para concluir, mientras que Página/12, Tiempo Argentino e incluso Perfil han tenido una política editorial de difusión y denuncia sobre los casos de trabajo esclavo, Clarín y La Nación se han concentrado, especialmente a través de sus editoriales y notas de opinión, en el desarrollo de argumentos tendientes, en primer lugar, a la defensa del campo y las empresas agropecuarias implicadas y, en segundo lugar, a la puesta en duda de la aplicación misma de la categoría de trabajo esclavo. En el marco de este proceso, se vuelve necesario problematizar la construcción de las categorías que aparecen en los medios, como la de “trabajo esclavo” en este caso. De esta manera, es muy importante favorecer una comprensión crítica de los distintos aspectos asociados al problema y poner en contexto los diferentes sentidos del término a partir de la compleja trama de intereses que se encuentran detrás de los medios.

(1) Por ejemplo, “Más presión de la AFIP a exportadoras de granos: ayer sancionó a Nidera”, Clarín, 11/02/2011 o “Crece la tensión con EE.UU: las empresas denuncian presiones”, Clarín (portada), 06/03/2011. (2) Por ejemplo, “Crítico informe de EE.UU sobre trata de personas en Argentina”, Clarín, 08/02/2011.

¿Peligro o motor para el crecimiento? La evolución del salario real, el empleo formal y el Producto Interno Bruto en la última década demuestra que, lejos de ser un impedimento, los salarios son uno de los principales motores del crecimiento. Una dinámica clave para entender el sentido de las políticas de redistribución.

Por: Ariel Lieutier y Gustavo Ludmer

Con la devaluación de 2002, nuestro país abandonó el tipo de cambio apreciado que caracterizó a la convertibilidad y que favorecía la importación en detrimento de la producción nacional. Ya sin el anclaje cambiario, y luego de una caída ininterrumpida del Produto Interno Bruto desde 1998, se materializó la reactivación económica a partir del tercer trimestre de aquel año. El retorno al sendero de crecimiento fue posible, en buena parte, a costa del poder adquisitivo de los trabajadores. La devaluación produjo un salto de precios que deterioró fuertemente el salario real. En los primeros trimestres, este proceso fue acompañado por la creación de puestos de trabajo no registrados en la seguridad social y por el aprovechamiento de la capacidad productiva que había

quedado ociosa en los años anteriores. A partir del piso alcanzado en marzo de 2003, los salarios reales empezaron a recuperarse. Consolidación mediante, el impulso al crecimiento de la economía argentina comenzó a depender cada vez en mayor medida de la demanda interna, y menos en el reducido costo de la mano de obra. La creación de más de tres millones de nuevos puestos de trabajo registrados junto con el mencionado incremento de los salarios, entre otras políticas distributivas, provocaron la expansión del consumo interno, aún en el contexto de la crisis internacional de 2008 y 2009. De esta forma, los salarios de los trabajadores argentinos se convirtieron en uno de los motores fundamentales del crecimiento económico de los últimos años.

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El rol del mercado laboral en el crecimiento económico La devaluación de 2002 implicó una caída de los salarios reales de 24 puntos porcentuales, producida por el aumento de precios de la canasta de consumo de los trabajadores. El shock de precios tuvo lugar en un contexto de aguda recesión y elevado desempleo, que minimizaba el margen de negociación de los trabajadores a la hora de defender su poder adquisitivo. El abandono de la paridad cambiaria modificó radicalmente los precios relativos de la economía. El abaratamiento de los costos laborales (principalmente el salario) volvió rentables una amplia gama de actividades productivas de bienes transables (comercializables con el resto del mundo), que empujaron el crecimiento económico a partir del tercer trimestre de 2002. Al mismo tiempo, el colapso de la convertibilidad ocasionó nocivos efectos sobre los niveles de pobreza y de indigencia, que en octubre de 2002 alcanzaron el récord histórico de 57,5 y 27,5% de la población, respectivamente. Dado el empobrecimiento masivo de la sociedad argentina, los gobiernos de Néstor Kirchner primero y de Cristina

Fernández después, encararon diversas estrategias para mejorar la distribución del ingreso. Entre ellas, se destacaron la recuperación del empleo y los salarios, y la ampliación inédita del sistema de seguridad social. En el gráfico 1, se muestra la evolución del PIB a precios constantes, la informalidad laboral y los salarios reales (1) del sector privado (considerando un promedio ponderado de las reumuneraciones de los trabajadores privados registrados y los no registrados). Desde 2002 es posible identificar tres sub-períodos diferenciados entre sí en relación a las dinámicas de comportamiento de dichas variables. El primer sub-período comprende el inicio de la postconvertibilidad, en particular cuatro trimestres (desde el segundo de 2002 hasta el segundo de 2003), donde el PIB comenzó a aumentar mientras que los salarios reales del sector privado continuaban la caída iniciada a partir de la devaluación en enero de 2002. Este proceso fue acompañado por un importante salto en la informalidad laboral y en la desocupación. Durante este subperíodo, la reducción de los salarios reales y el aumento del trabajo no registrado en la

(1) En el presente artículo, para deflactar las distintas variables analizadas se utiliza un índice de precios construido en base a la información de diversos Institutos de Estadísticas Provinciales.

Evolución de los salarios reales, la informalidad laboral y el PIB

seguridad social implicaron una drástica caída de los costos laborales (especialmente los medidos en dólares por la devaluación) en comparación con los años previos. Ello aumentó la competitividad cambiaria de la economía nacional, estimulando el crecimiento de las exportaciones y la sustitución de importaciones, aumentando así la producción y el nivel de actividad. Desde abril de 2003 y hasta mediados de 2006, puede identificarse un segundo subperíodo en el cual, junto con el nivel de actividad, se recuperaron los salarios reales de los trabajadores del sector privado. A la par, la informalidad laboral y la desocupación comenzaron a descender desde el primer y tercer trimestre de 2003, respectivamente. A pesar de que en ese período los salarios reales crecieron, su reducido nivel (respecto a los de la convertibilidad) contribuyó a mantener elevada la competitividad de la economía. Sin embargo, ello sólo explicó una parte del crecimiento, cada vez menor a medida que los salarios se acercaban a los niveles de los ‘90. Esta segunda etapa constituye una suerte de transición entre dos instancias. Desde un proceso de crecimiento determinado por el aumento de la competitividad cambiaria gracias a las deterioradas condiciones laborales, a otro basado en el sostenido aumento de la demanda interna, en el cual la expansión del empleo y del salario real jugaron un rol fundamental. Los aumentos salariales de suma fija, aplicados por decreto presidencial durante los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner tuvieron un rol importante en dicha recuperación. Por otra parte, desde 2005 fue reinstalado el Consejo del Salario y se reabrieron las negociaciones paritarias como espacio de negociación entre patrones y empleadores. Esto se producía en un contexto de fuerte crecimiento de la producción y una progresiva caída del desempleo. La estrategia del gobierno fue impulsar el crecimiento del Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM), en virtud de la positiva tracción sobre el resto de los salarios de la economía. Tanto las subas del SMVM como las negociaciones paritarias, instituciones prácticamente abandonadas en la década de los años ‘90, permitieron la obtención de mejoras salariales. La reducida inflación del período 2003/06 significó que los aumentos nominales de los salarios se trasladasen en gran medida a un incremento de su poder de compra. A su vez, la incidencia del empleo no registrado se modificó desde 49% en el tercer trimestre de 2004 a 34,3% en el tercer trimestre de 2011. La caída se explicó principalmente por la creación de nuevos empleos registrados, aunque también por el “blanqueo” de puestos informales, gracias

al crecimiento económico y a las políticas públicas de regularización e inspección laboral. A partir de 2006, cuando los salarios reales del sector privado ya habían recuperado el nivel previo a la devaluación de 2002, es posible identificar el inicio de un tercer subperíodo. Aquí continuó el crecimiento del PIB y del salario junto con la caída de la informalidad y del desempleo, configurando así una dinámica virtuosa que sólo se vio interrumpida por la crisis internacional de 2008/09. Dicho comportamiento puede ser conceptualizado como un espiral donde el crecimiento económico se traduce en la creación de nuevos puestos de trabajo, en su mayoría registrados, que impacta –junto con las políticas de fiscalización – en la reducción de la informalidad laboral y del desempleo. Esto implica un aumento en la capacidad de negociación de los trabajadores que, en el contexto de las negociaciones paritarias, posibilita el aumento de los salarios reales. La conjunción del aumento de la tasa de empleo y la recuperación del poder de compra de los salarios impacta positivamente en el consumo, impulsando la demanda agregada y el crecimiento económico. La diferencia entre esta etapa y la anterior radica en que, si bien las tendencias de las variables mencionadas son las mismas, el nivel de los salarios reales ha superado a los de la convertibilidad, agotando el efecto de rezago salarial de la etapa anterior. Es decir, la economía continuó creciendo a pesar de que los salarios ya habían recuperado el terreno perdido con la devaluación. De esta manera, la política distributiva del gobierno nacional con eje en la recuperación del salario real y del empleo, pero también con otros pilares como la ampliación de la seguridad social (2) , sirvió para expandir el consumo, convirtiendo la demanda interna en uno de los motores del crecimiento económico. Entre 2003 y 2011, el consumo privado de las familias explicó el 52% del crecimiento de la demanda agregada en Argentina (3). Contrariamente a la idea del viento de cola, las exportaciones sólo contribuyeron de 9,4%. Por su parte, la expansión de la demanda de bienes generó sólidos incentivos económicos para que los empresarios aumenten la inversión productiva, una vez agotada hacia mediados de 2005 la capacidad productiva ociosa fruto de la convertibilidad. De esta forma, la inversión productiva explicó 30,4% de crecimiento de la demanda agregada, cuando durante la década del noventa había tenido un efecto negativo en 9%. No obstante la dinámica salarial descripta, resulta central analizar lo sucedido a partir del año 2007, cuando los precios internacionales de los alimentos y las

(2) En este punto, cabe al menos mencionar el rol positivo que la política en materia de seguridad social generó sobre el consumo interno y la demanda agregada. En tal sentido, desde 2006 se ha venido ampliando la cobertura previsional, garantizando el haber mínimo a 2,5 millones de nuevos jubilados, antes desprotegidos. Además desde 2003, las jubilaciones reales se incrementaron 201% en términos reales (deflactados por los precios de los Institutos de Estadísticas Provinciales) mientras que en 2009 se implementó la Asignación Universal por Hijo, el programa de mayor cobertura a la niñez de América Latina.

Fuente: elaboración propia en base a datos de INDEC e Institutos de Estadísticas Provinciales.

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(3) Centro CIFRA: Informe de Coyuntura N°8, Noviembre 2011. Buenos Aires.

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El rol del mercado laboral en el crecimiento económico La devaluación de 2002 implicó una caída de los salarios reales de 24 puntos porcentuales, producida por el aumento de precios de la canasta de consumo de los trabajadores. El shock de precios tuvo lugar en un contexto de aguda recesión y elevado desempleo, que minimizaba el margen de negociación de los trabajadores a la hora de defender su poder adquisitivo. El abandono de la paridad cambiaria modificó radicalmente los precios relativos de la economía. El abaratamiento de los costos laborales (principalmente el salario) volvió rentables una amplia gama de actividades productivas de bienes transables (comercializables con el resto del mundo), que empujaron el crecimiento económico a partir del tercer trimestre de 2002. Al mismo tiempo, el colapso de la convertibilidad ocasionó nocivos efectos sobre los niveles de pobreza y de indigencia, que en octubre de 2002 alcanzaron el récord histórico de 57,5 y 27,5% de la población, respectivamente. Dado el empobrecimiento masivo de la sociedad argentina, los gobiernos de Néstor Kirchner primero y de Cristina

Fernández después, encararon diversas estrategias para mejorar la distribución del ingreso. Entre ellas, se destacaron la recuperación del empleo y los salarios, y la ampliación inédita del sistema de seguridad social. En el gráfico 1, se muestra la evolución del PIB a precios constantes, la informalidad laboral y los salarios reales (1) del sector privado (considerando un promedio ponderado de las reumuneraciones de los trabajadores privados registrados y los no registrados). Desde 2002 es posible identificar tres sub-períodos diferenciados entre sí en relación a las dinámicas de comportamiento de dichas variables. El primer sub-período comprende el inicio de la postconvertibilidad, en particular cuatro trimestres (desde el segundo de 2002 hasta el segundo de 2003), donde el PIB comenzó a aumentar mientras que los salarios reales del sector privado continuaban la caída iniciada a partir de la devaluación en enero de 2002. Este proceso fue acompañado por un importante salto en la informalidad laboral y en la desocupación. Durante este subperíodo, la reducción de los salarios reales y el aumento del trabajo no registrado en la

(1) En el presente artículo, para deflactar las distintas variables analizadas se utiliza un índice de precios construido en base a la información de diversos Institutos de Estadísticas Provinciales.

Evolución de los salarios reales, la informalidad laboral y el PIB

seguridad social implicaron una drástica caída de los costos laborales (especialmente los medidos en dólares por la devaluación) en comparación con los años previos. Ello aumentó la competitividad cambiaria de la economía nacional, estimulando el crecimiento de las exportaciones y la sustitución de importaciones, aumentando así la producción y el nivel de actividad. Desde abril de 2003 y hasta mediados de 2006, puede identificarse un segundo subperíodo en el cual, junto con el nivel de actividad, se recuperaron los salarios reales de los trabajadores del sector privado. A la par, la informalidad laboral y la desocupación comenzaron a descender desde el primer y tercer trimestre de 2003, respectivamente. A pesar de que en ese período los salarios reales crecieron, su reducido nivel (respecto a los de la convertibilidad) contribuyó a mantener elevada la competitividad de la economía. Sin embargo, ello sólo explicó una parte del crecimiento, cada vez menor a medida que los salarios se acercaban a los niveles de los ‘90. Esta segunda etapa constituye una suerte de transición entre dos instancias. Desde un proceso de crecimiento determinado por el aumento de la competitividad cambiaria gracias a las deterioradas condiciones laborales, a otro basado en el sostenido aumento de la demanda interna, en el cual la expansión del empleo y del salario real jugaron un rol fundamental. Los aumentos salariales de suma fija, aplicados por decreto presidencial durante los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner tuvieron un rol importante en dicha recuperación. Por otra parte, desde 2005 fue reinstalado el Consejo del Salario y se reabrieron las negociaciones paritarias como espacio de negociación entre patrones y empleadores. Esto se producía en un contexto de fuerte crecimiento de la producción y una progresiva caída del desempleo. La estrategia del gobierno fue impulsar el crecimiento del Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM), en virtud de la positiva tracción sobre el resto de los salarios de la economía. Tanto las subas del SMVM como las negociaciones paritarias, instituciones prácticamente abandonadas en la década de los años ‘90, permitieron la obtención de mejoras salariales. La reducida inflación del período 2003/06 significó que los aumentos nominales de los salarios se trasladasen en gran medida a un incremento de su poder de compra. A su vez, la incidencia del empleo no registrado se modificó desde 49% en el tercer trimestre de 2004 a 34,3% en el tercer trimestre de 2011. La caída se explicó principalmente por la creación de nuevos empleos registrados, aunque también por el “blanqueo” de puestos informales, gracias

al crecimiento económico y a las políticas públicas de regularización e inspección laboral. A partir de 2006, cuando los salarios reales del sector privado ya habían recuperado el nivel previo a la devaluación de 2002, es posible identificar el inicio de un tercer subperíodo. Aquí continuó el crecimiento del PIB y del salario junto con la caída de la informalidad y del desempleo, configurando así una dinámica virtuosa que sólo se vio interrumpida por la crisis internacional de 2008/09. Dicho comportamiento puede ser conceptualizado como un espiral donde el crecimiento económico se traduce en la creación de nuevos puestos de trabajo, en su mayoría registrados, que impacta –junto con las políticas de fiscalización – en la reducción de la informalidad laboral y del desempleo. Esto implica un aumento en la capacidad de negociación de los trabajadores que, en el contexto de las negociaciones paritarias, posibilita el aumento de los salarios reales. La conjunción del aumento de la tasa de empleo y la recuperación del poder de compra de los salarios impacta positivamente en el consumo, impulsando la demanda agregada y el crecimiento económico. La diferencia entre esta etapa y la anterior radica en que, si bien las tendencias de las variables mencionadas son las mismas, el nivel de los salarios reales ha superado a los de la convertibilidad, agotando el efecto de rezago salarial de la etapa anterior. Es decir, la economía continuó creciendo a pesar de que los salarios ya habían recuperado el terreno perdido con la devaluación. De esta manera, la política distributiva del gobierno nacional con eje en la recuperación del salario real y del empleo, pero también con otros pilares como la ampliación de la seguridad social (2) , sirvió para expandir el consumo, convirtiendo la demanda interna en uno de los motores del crecimiento económico. Entre 2003 y 2011, el consumo privado de las familias explicó el 52% del crecimiento de la demanda agregada en Argentina (3). Contrariamente a la idea del viento de cola, las exportaciones sólo contribuyeron de 9,4%. Por su parte, la expansión de la demanda de bienes generó sólidos incentivos económicos para que los empresarios aumenten la inversión productiva, una vez agotada hacia mediados de 2005 la capacidad productiva ociosa fruto de la convertibilidad. De esta forma, la inversión productiva explicó 30,4% de crecimiento de la demanda agregada, cuando durante la década del noventa había tenido un efecto negativo en 9%. No obstante la dinámica salarial descripta, resulta central analizar lo sucedido a partir del año 2007, cuando los precios internacionales de los alimentos y las

(2) En este punto, cabe al menos mencionar el rol positivo que la política en materia de seguridad social generó sobre el consumo interno y la demanda agregada. En tal sentido, desde 2006 se ha venido ampliando la cobertura previsional, garantizando el haber mínimo a 2,5 millones de nuevos jubilados, antes desprotegidos. Además desde 2003, las jubilaciones reales se incrementaron 201% en términos reales (deflactados por los precios de los Institutos de Estadísticas Provinciales) mientras que en 2009 se implementó la Asignación Universal por Hijo, el programa de mayor cobertura a la niñez de América Latina.

Fuente: elaboración propia en base a datos de INDEC e Institutos de Estadísticas Provinciales.

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(3) Centro CIFRA: Informe de Coyuntura N°8, Noviembre 2011. Buenos Aires.

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Evolución de los salarios reales y la productividad

materias primas que Argentina exporta comenzaron a incrementarse, hasta alcanzar récords históricos en 2008. Ante este fenómeno, la estrategia aplicada por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos fue la apreciación de sus monedas para evitar traslados mayores a los precios internos. Es decir, mientras se producían aumentos en dólares de los alimentos en los mercados internacionales, dichos países abarataron al dólar, para amortiguar los impactos sobre la inflación doméstica. El gobierno argentino optó por mantener su política de tipo de cambio competitivo y retenciones a la exportación, responsable en buena parte de la dinámica virtuosa de crecimiento del empleo y los salarios, y de la diversificación de la estructura productiva. Sin embargo, tal configuración, en particular las retenciones de coeficientes fijos, ha mostrado límites para desacoplar los precios internos de los aumentos internacionales. La tentativa superadora de avanzar hacia un esquema de coeficientes móviles según los precios internacionales fracasó en el Senado. De esta forma, la inflación internacional de los commodities se trasladó a los precios locales de los alimentos y diversas materias primas, encareciendo la canasta de consumo de los trabajadores. En un contexto de reducido desempleo, la clase trabajadora contaba con un elevado poder de negociación para obtener subas de salarios similares al nivel de los aumentos de precios. Dicho shock internacional desató una carrera entre precios y salarios que poco tiempo después fue cobrando autonomía propia. Así, desde 2007, el comportamiento del salario real fue claramente defensivo: los aumentos salariales estuvieron

asociados a recuperar el poder de compra amenazado por la inflación y a anticiparse de los futuros aumentos de precios. Como puede observarse en el Gráfico 1, en dichos años se produjo un amesetamiento, e incluso en algunos meses, una caída del salario real. No deja de ser llamativo que desde la ortodoxia se invierta la causalidad de este fenómeno, asignándoles a los salarios la responsabilidad de la aceleración inflacionaria y se omita la referencia a la evolución de los precios internacionales. A partir de 2007, el salario nominal creció a una tasa considerablemente mayor que la depreciación del tipo de cambio, lo que provocó el incremento de los salarios en dólares. Esto despertó inquietudes por la pérdida de competitividad externa de la economía argentina, fenómeno manifestado en el crecimiento de las importaciones. A su vez, se reflotó el debate en torno a la posibilidad de estrangulamientos del sector externo, responsables en los últimos 60 años de la interrupción del ciclo de crecimiento económico con los conocidos procesos de Stop and Go. En el Gráfico 2, se compara la variación interanual del salario real promedio de la economía con la productividad laboral (4). Se observa que la caída del salario en relación a la productividad del trabajo ocurrida en 2002 no llegó a ser recuperada en el período ‘03-‘06. Por su parte, desde 2007 el aporte de los trabajadores al producto fue ampliamente superior al crecimiento de sus salarios (5). Por lo tanto, la pérdida de competitividad externa debe explicarse por el deterioro del tipo de cambio real

(4) A la hora de medir la competitividad de una economía, no basta conocer la dinámica del tipo de cambio real (y de los salarios medidos en dólares) sino que también es necesario incorporar al análisis la productividad del trabajo. Ceteris Paribus, el aumento de la productividad laboral significa un incremento de la competitividad de la economía. (5) No obstante, vale la pena señalar que este comportamiento fue distinto para la industria manufacturera donde ya para 2006 los salarios reales habían superado el crecimiento de la productividad del trabajo. A partir de 2007, la dinámica fue errática, a diferencia de lo observado para el conjunto de la economía.

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Fuente: elaboración propia en base a datos de INDEC e Institutos de Estadísticas Provinciales.

ocasionado por la inflación y no por el crecimiento de los salarios reales por encima de la productividad del trabajo. Y nuevamente, los ganadores del actual proceso inflacionario deben ser buscados en los sectores rentísticos de nuestra sociedad (agropecuarios, inmobiliarios, financieros y transnacionales) y no en la clase trabajadora.

afectando el nivel de actividad e induciendo la recesión y el desempleo. Sin embargo, la defensa de un tipo de cambio competitivo -uno de los pilares macroeconómicos de la post-convertibilidad- no debe ser alcanzada en base a políticas económicas que tengan efectos regresivos en la distribución del ingreso de la sociedad.

Los desafíos

El camino para proteger al tipo de cambio real de una mayor apreciación por el aumento de los precios plantea otra discusión necesaria: cómo se desacoplan los precios locales de los internacionales. Y, a su vez, cómo pueden lograrse mejoras en el salario real evitando la ‘‘nominalización’’ de la puja distributiva.

La dinámica económica de los últimos años ha estado intrínsecamente vinculada con el positivo comportamiento del mercado laboral argentino, acompañada por una política fuertemente inclusiva en materia de seguridad social. En este contexto, la recuperación de los salarios reales y la creación de más de 3.200.000 de nuevos puestos de trabajo registrados han sido los responsables de gran parte del círculo virtuoso del crecimiento económico. A diferencia de lo que sostienen ciertos sectores defensores del statu quo, los salarios de los trabajadores no son un peligro para el crecimiento económico sino que representan su motor fundamental durante los últimos años. Salarios reales elevados en pesos no son sólo un acto de justicia social sino una condición necesaria para el proceso de desarrollo que Argentina debe transitar. De cara a los próximos años, es necesario evitar el sendero de la apreciación cambiaria como ancla antiinflacionaria, pues agravaría los problemas de competitividad,

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Evolución de los salarios reales y la productividad

materias primas que Argentina exporta comenzaron a incrementarse, hasta alcanzar récords históricos en 2008. Ante este fenómeno, la estrategia aplicada por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos fue la apreciación de sus monedas para evitar traslados mayores a los precios internos. Es decir, mientras se producían aumentos en dólares de los alimentos en los mercados internacionales, dichos países abarataron al dólar, para amortiguar los impactos sobre la inflación doméstica. El gobierno argentino optó por mantener su política de tipo de cambio competitivo y retenciones a la exportación, responsable en buena parte de la dinámica virtuosa de crecimiento del empleo y los salarios, y de la diversificación de la estructura productiva. Sin embargo, tal configuración, en particular las retenciones de coeficientes fijos, ha mostrado límites para desacoplar los precios internos de los aumentos internacionales. La tentativa superadora de avanzar hacia un esquema de coeficientes móviles según los precios internacionales fracasó en el Senado. De esta forma, la inflación internacional de los commodities se trasladó a los precios locales de los alimentos y diversas materias primas, encareciendo la canasta de consumo de los trabajadores. En un contexto de reducido desempleo, la clase trabajadora contaba con un elevado poder de negociación para obtener subas de salarios similares al nivel de los aumentos de precios. Dicho shock internacional desató una carrera entre precios y salarios que poco tiempo después fue cobrando autonomía propia. Así, desde 2007, el comportamiento del salario real fue claramente defensivo: los aumentos salariales estuvieron

asociados a recuperar el poder de compra amenazado por la inflación y a anticiparse de los futuros aumentos de precios. Como puede observarse en el Gráfico 1, en dichos años se produjo un amesetamiento, e incluso en algunos meses, una caída del salario real. No deja de ser llamativo que desde la ortodoxia se invierta la causalidad de este fenómeno, asignándoles a los salarios la responsabilidad de la aceleración inflacionaria y se omita la referencia a la evolución de los precios internacionales. A partir de 2007, el salario nominal creció a una tasa considerablemente mayor que la depreciación del tipo de cambio, lo que provocó el incremento de los salarios en dólares. Esto despertó inquietudes por la pérdida de competitividad externa de la economía argentina, fenómeno manifestado en el crecimiento de las importaciones. A su vez, se reflotó el debate en torno a la posibilidad de estrangulamientos del sector externo, responsables en los últimos 60 años de la interrupción del ciclo de crecimiento económico con los conocidos procesos de Stop and Go. En el Gráfico 2, se compara la variación interanual del salario real promedio de la economía con la productividad laboral (4). Se observa que la caída del salario en relación a la productividad del trabajo ocurrida en 2002 no llegó a ser recuperada en el período ‘03-‘06. Por su parte, desde 2007 el aporte de los trabajadores al producto fue ampliamente superior al crecimiento de sus salarios (5). Por lo tanto, la pérdida de competitividad externa debe explicarse por el deterioro del tipo de cambio real

(4) A la hora de medir la competitividad de una economía, no basta conocer la dinámica del tipo de cambio real (y de los salarios medidos en dólares) sino que también es necesario incorporar al análisis la productividad del trabajo. Ceteris Paribus, el aumento de la productividad laboral significa un incremento de la competitividad de la economía. (5) No obstante, vale la pena señalar que este comportamiento fue distinto para la industria manufacturera donde ya para 2006 los salarios reales habían superado el crecimiento de la productividad del trabajo. A partir de 2007, la dinámica fue errática, a diferencia de lo observado para el conjunto de la economía.

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Fuente: elaboración propia en base a datos de INDEC e Institutos de Estadísticas Provinciales.

ocasionado por la inflación y no por el crecimiento de los salarios reales por encima de la productividad del trabajo. Y nuevamente, los ganadores del actual proceso inflacionario deben ser buscados en los sectores rentísticos de nuestra sociedad (agropecuarios, inmobiliarios, financieros y transnacionales) y no en la clase trabajadora.

afectando el nivel de actividad e induciendo la recesión y el desempleo. Sin embargo, la defensa de un tipo de cambio competitivo -uno de los pilares macroeconómicos de la post-convertibilidad- no debe ser alcanzada en base a políticas económicas que tengan efectos regresivos en la distribución del ingreso de la sociedad.

Los desafíos

El camino para proteger al tipo de cambio real de una mayor apreciación por el aumento de los precios plantea otra discusión necesaria: cómo se desacoplan los precios locales de los internacionales. Y, a su vez, cómo pueden lograrse mejoras en el salario real evitando la ‘‘nominalización’’ de la puja distributiva.

La dinámica económica de los últimos años ha estado intrínsecamente vinculada con el positivo comportamiento del mercado laboral argentino, acompañada por una política fuertemente inclusiva en materia de seguridad social. En este contexto, la recuperación de los salarios reales y la creación de más de 3.200.000 de nuevos puestos de trabajo registrados han sido los responsables de gran parte del círculo virtuoso del crecimiento económico. A diferencia de lo que sostienen ciertos sectores defensores del statu quo, los salarios de los trabajadores no son un peligro para el crecimiento económico sino que representan su motor fundamental durante los últimos años. Salarios reales elevados en pesos no son sólo un acto de justicia social sino una condición necesaria para el proceso de desarrollo que Argentina debe transitar. De cara a los próximos años, es necesario evitar el sendero de la apreciación cambiaria como ancla antiinflacionaria, pues agravaría los problemas de competitividad,

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Pa(D)dres [retobar mejor]

Múltiples factores constituyen la identidad. La religión y la familia entre ellos. De ambos y de todos se desprenden consecuencias políticas, históricas. De lo micro a lo macro, Seco y Enfermo* relata cómo no siempre es bueno aceptar lo dado y/o como lo dado incluye atajos inesperados. Por: Seco

Jueves veintinueve de diciembre de dos mil once. Dieciocho cuarenta y uno. Cabildo y Lacroze, nutrido kiosco de diarios.

se trata. Quien me lo obsequia es un amodorrado hare krishna que milita en las puertas de ese averno multinacional llamado McDonald´s.

-Hola, ¿te interesaría este libro? Me gustaría que te lo quedaras. Te habla de la vida más allá de esta materia. Es sabiduría de la India. Te va a ayudar mucho para tu vida espiritual. Solo te pido una ayuda de corazón, con lo que puedas colaborar y te lo dejo. Para poder imprimir más libros…

-¿Tienen algo que ver con Sai Baba?

El broli en cuestión es “La Vida proviene de la vida”, una tautología nada ganchera si de atrapar lectores

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-No, somos hare krishna. -Te pregunto porque justo estoy leyendo un libro de Martín Caparrós que se llama “Dios Mío”, que cuenta un viaje de él a la India para encontrar a Sai Baba.

-Ah, mirá vos… Es otra línea la de Sai Baba. Hay cuatro escuelas diferentes en India, Sai Baba pertenece a otra diferente a la nuestra. No sé específicamente a cuál… -No creen en el mismo dios… -Sí, pero hay diferentes líderes espirituales… -¿Y él qué vendría a ser? - Tengo entendido que él era un yogui místico… Tenía poderes místicos y todo eso… No conozco,

hablar sobre él me da no sé qué… -¿Pero ustedes creen en los poderes místicos? -Sí, claro que sí. Por supuesto. Uno los puede desarrollar a través de la austeridad. Con sinceridad, mi pregunta buscaba un no rotundazo. Una condena a la magia chuchera, algo más eclécticamente zen. Por el contrario, recibo la celebración de las manifestaciones Greyskull. Ya anoticiado, hurgo en la austeridad.

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Pa(D)dres [retobar mejor]

Múltiples factores constituyen la identidad. La religión y la familia entre ellos. De ambos y de todos se desprenden consecuencias políticas, históricas. De lo micro a lo macro, Seco y Enfermo* relata cómo no siempre es bueno aceptar lo dado y/o como lo dado incluye atajos inesperados. Por: Seco

Jueves veintinueve de diciembre de dos mil once. Dieciocho cuarenta y uno. Cabildo y Lacroze, nutrido kiosco de diarios.

se trata. Quien me lo obsequia es un amodorrado hare krishna que milita en las puertas de ese averno multinacional llamado McDonald´s.

-Hola, ¿te interesaría este libro? Me gustaría que te lo quedaras. Te habla de la vida más allá de esta materia. Es sabiduría de la India. Te va a ayudar mucho para tu vida espiritual. Solo te pido una ayuda de corazón, con lo que puedas colaborar y te lo dejo. Para poder imprimir más libros…

-¿Tienen algo que ver con Sai Baba?

El broli en cuestión es “La Vida proviene de la vida”, una tautología nada ganchera si de atrapar lectores

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-No, somos hare krishna. -Te pregunto porque justo estoy leyendo un libro de Martín Caparrós que se llama “Dios Mío”, que cuenta un viaje de él a la India para encontrar a Sai Baba.

-Ah, mirá vos… Es otra línea la de Sai Baba. Hay cuatro escuelas diferentes en India, Sai Baba pertenece a otra diferente a la nuestra. No sé específicamente a cuál… -No creen en el mismo dios… -Sí, pero hay diferentes líderes espirituales… -¿Y él qué vendría a ser? - Tengo entendido que él era un yogui místico… Tenía poderes místicos y todo eso… No conozco,

hablar sobre él me da no sé qué… -¿Pero ustedes creen en los poderes místicos? -Sí, claro que sí. Por supuesto. Uno los puede desarrollar a través de la austeridad. Con sinceridad, mi pregunta buscaba un no rotundazo. Una condena a la magia chuchera, algo más eclécticamente zen. Por el contrario, recibo la celebración de las manifestaciones Greyskull. Ya anoticiado, hurgo en la austeridad.

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-Uno a través de la purificación interna, tomando algunas incomodidades para elevar la conciencia, uno puede trascender la materia. A través de diferentes austeridades. Es decir, cuando vos hacés algo que te genera una cierta incomodidad en el cuerpo pero te hace avanzar espiritualmente, internamente.

grado de avance que tiene la persona que va a hacerlo. Un devoto de Dios, con el poder de Dios, puede hacer cualquier cosa.

O sea, me se ocurren algo más de media docena de cosas que si llegara a transmutar en letra escrita me avergonzarían por abyectas. Gracias a D(d)ios, mi inconsciente aún no tipea ni pregunta. La represión toma el lápiz del eufemismo y me caricaturiza bien polite.

-Lo que pasa es que por lo general los devotos de Dios no usan todo eso, porque ponele que una persona se sana de una enfermedad terminal, pero si no le cambió el corazón va a seguir cometiendo pecado y va a enfermarse de nuevo.

-¿Tipo castigo físico o eso? -No… Bueno, algunos hacen eso. Pero no es lo recomendable. Cuando uno se va a entregando a Dios y se va purificando, también pueden venir la purificación y los poderes místicos. -¿Vos tenés poderes místicos? -Que yo sepa no… Igualmente, eso no deja de ser una manipulación de la materia. Como uno quiere ser un devoto de Dios, uno tiene que trascender todo eso, no le da mucha cabida a eso. Porque eso no deja de ser una manipulación de la naturaleza material. -Yo pensé que los milagros eran eso, la manipulación de la materia física… Si no, ¿cómo manifestás un milagro? -Claro, pero… En vez de ser una manipulación burda es sutil… Yo con algo bien burdo quedo pipón, la sutileza dejásela para los espíritus elevados o los racionalistas empedernidos. Si Sai Baba o cualquier representante de otra franquicia hindú me materializa, por caso, una fugazzeta rellena de Guerrín, me olvido de dudar. Pero pareciera que lo burdo –bien facilongo lo ellosería algo así como hacer jueguito con un globo. Una súbita fugazzeta mística no tendría rango esotérico. Si hacés esa no estás dando lo mejor de vos, huele a eso. Insisto preguntón.

Salvo ganarse mi credulidad con la simple manifestación física in situ de harina, agua, levadura, mozzarella, jamón, aceite de oliva y cebollas astrales.

-La enfermedad sería como una manifestación de los pecados, es como una especie de castigo. -Sí, que no es Dios quien los da. Nosotros mismos nos autocastigamos pecando… Esto del castigo de coté no me cae muy en gracia, pecás: te enfermás. Descuide, amigo, su colon irritable tiene una explicación trascendental. Ah, sí elalgohabrahechismo también corre para lo sagrado. Me emperro. El orden cósmico que tabula los castigos debe tener un regente. Le pongo nombre, digo que D(d)ios. Me contesta. -Dios no, es nuestro propio karma. Nosotros sufrimos y disfrutamos de lo que ya cosechamos en el pasado. Si sembraste manzanas no podés pretender naranjas. El karma es eso, nosotros hicimos cosas en el pasado que vamos a sufrir o disfrutar. El sufrimiento y la felicidad están asignados. Por más que vos no te esfuerces en ser feliz, vas a ser feliz lo que tenés asignado ser feliz. Si tenés que sufrir, por más que te esfuerces en evitar el sufrimiento, vas a sufrir lo que tengas que sufrir. La angustia existencial se hace bolita en un rincón, me dice “¿viste?”. No solamente somos un suspirito asmático de existencia, además no tenemos posibilidad de evitar o ganarnos absolutamente nada que no haya sido previamente seteado. ¿Para qué carajo se nos pide sacrificio alguno, que demos lo mejor? Me urge demagogia trascendental. Se la imploro.

Si te pasa algo enseguida salto yo”. Vos le decís que te querés ir igual. “OK, pero las reacciones cuentan por tu cargo”. Vos te vas. Empezás, te mandás macanas, te das cuenta que no tenés a tu viejo que te proteja, no tenés a tu viejo que te mantenga, se te empieza a acabar la plata de la cuenta, de repente no tenés un trabajo tan bueno. Pero volvés con tu papá, y tu papá nuevamente te da refugio. “Yo te voy a dar plata, yo te voy a proteger, no te van a molestar más, te doy casa, todo”. Bueno, Dios es algo así. Nosotros decidimos alejarnos de él, por el libre albedrío. Cuando decidimos volver con él nuevamente, y refugiarnos en él de corazón, le decimos “Dios, hacete cargo de mi vida, quiero estar contigo”. Nos damos cuenta que este mundo es miserable, porque es miserable… -Yo coincido con que el mundo es miserable pero… -Bueno, pero esa es la visión que hay que tener para entusiasmarse internamente. Me vuelvo todo silencio. No encuentro una frase de su relato que invite a entusiasmo alguno. El modelo de paternidad divina le sube la apuesta al autoritarismo común y silvestre. Resulta que el tan mentado libre albedrío no sería más que un ardid ilusorio para un final preestablecido. En el relato del Krishnerista, Papá D(d)ios nos manda a ejercer la libertad en hojotas y pantalones cortos a la Antártida. Una gélida forma de templarnos el albedrío, porque nos quiere. Frío albedrío. Vito Corleone intentó por todos los medios posibles darle a Michael la autonomía que lo alejara del endogámico callejón mafioso, lo intentó con voluntad férrea, luego la tragedia hizo lo suyo. Pero intentó. El tiempo es finito –nada grueso-, y el mío aquí ya se ha terminado. No creo que nuestro debate esté lo suficientemente maduro como para hacer un contra punto de progenitores D(d)ios – V(v)ito. Inicio despedida. -Me voy a llevar el libro, te dejo cinco mangos… -Si podés diez, mejor… -No, tengo cinco…

-¿Cuál es la diferencia entre burdo y sutil?

-Pero, ¿cuál es la posibilidad de cambio?

-¿Dos pesos más ahí no tenés?

-A través de la energía, el poder mental, espiritual… Sanar una persona es la pureza, la concentración espiritual.

-La posibilidad es que vos te entregues a krishna. Veámoslo con un ejemplo. Vos te vas de la casa de tu padre a hacer la tuya. Tu padre te dice “Mirá que yo tengo una cuenta bancaria, te puedo mantener, tengo un auto para darte”. Ponele, es un ejemplo… Dios es rico. “Encima yo te puedo proteger, nadie te puede tocar porque soy fuerte.

-No…

-¿Qué podés sanar? -Cualquier tipo de enfermedad, depende del

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Mentira, tengo. Cinco más para diez y dos más para siete. Pero la charla había comenzado con que yo tenía que darle lo que mi corazón sintiera, y el mío –muy austero, muy- dice cinco. El mundo miserable lo usa de interlocutor, y me pide que si no diez,

dos pesos más. Veo que en sus ojos mi austeridad suena a miseria. “Dale miserable dos pesos más”, leo. Me erijo en instrumento del Padre Universal – el hijo pródigo menos pensado- y le propino esta incomodidad para elevar su conciencia sutilmente. Mi burda austeridad pijota haciéndolo trascender la materia, purificando sus poderes místicos. No obtiene lo mejor de mí. Son cinco y un feliz dos mil doce. Cruzo, cajero automático, retiro en efectivo. Burdo. Ahora sí, subte. Jueves veintinueve de diciembre de dos mil once. Diecinueve veintidós. Subte línea D, último viaje de dos mil once. -No te lo voy a decir más de una vez, todavía soy tu papá. A mí no te me retobés. Te podrías haber quedado en lo de tu abuela… Pendejo… Te dije que te quedaras en lo de la abuela y vos no quisiste, te di la oportunidad. Así que ahora vas a venir conmigo y no jodás más… Me molesta. El tono, tirria de guardiacárcel psicópata. Un ejercicio de la paternidad pérfido por abusivo, de rictus amenazante. Del otro lado, ojitos silenciosos abarrotando gritos de bronca reprimidos. Mocosito gesto tristín, sufriente de un aporrear en nombre del querer. Porque te, te. El Psicopadre execra dos o tres veces más no sé qué desafío a la autoridad del Mocosito, una absurda sarta de reivindicaciones a una patria potestad floja de modales. El descenso por la escalera de la estación Olleros aminora el volumen pero no la intensidad. Cada vez más abajo, y Psicopadre sigue. Más abajo. Bajamos. Andén. Unos minutos de espera, más tirria. Subte. Subamos. -Muy buenas tardes damas y caballeros, ¿cómo andan por aquí? ¿Todo bien? Señor, ¿cómo anda por aquí? Bienvenidos al pequeño mundo del Dúo Tereré, música para el corazón es lo que le venimos a traer. Pequeñas melodías para compartir con ustedes en el vagón. Comenzando con un temita de la mano de Brasil, pueden sacar a bailar a las señoritas, a los señoritos. Muevo el pie marcando los compases de una música brasuca que me gusta nada. Mocosito también. Los Tereré -que alguna vez fueron trío y ya no- son viola y bajo, suenan. Dan lo mejor de sí. Don Cantante afina y armoniza. Pie, pie, pies. Los de Mocosito, los míos. Termina el tema. Aplausamos. -Esas palmitas son caricias para nuestros corazones. Muchas gracias, muy amables. Una más antes de despedirnos. Y parece que la canción fue caricita para Mocosito,

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-Uno a través de la purificación interna, tomando algunas incomodidades para elevar la conciencia, uno puede trascender la materia. A través de diferentes austeridades. Es decir, cuando vos hacés algo que te genera una cierta incomodidad en el cuerpo pero te hace avanzar espiritualmente, internamente.

grado de avance que tiene la persona que va a hacerlo. Un devoto de Dios, con el poder de Dios, puede hacer cualquier cosa.

O sea, me se ocurren algo más de media docena de cosas que si llegara a transmutar en letra escrita me avergonzarían por abyectas. Gracias a D(d)ios, mi inconsciente aún no tipea ni pregunta. La represión toma el lápiz del eufemismo y me caricaturiza bien polite.

-Lo que pasa es que por lo general los devotos de Dios no usan todo eso, porque ponele que una persona se sana de una enfermedad terminal, pero si no le cambió el corazón va a seguir cometiendo pecado y va a enfermarse de nuevo.

-¿Tipo castigo físico o eso? -No… Bueno, algunos hacen eso. Pero no es lo recomendable. Cuando uno se va a entregando a Dios y se va purificando, también pueden venir la purificación y los poderes místicos. -¿Vos tenés poderes místicos? -Que yo sepa no… Igualmente, eso no deja de ser una manipulación de la materia. Como uno quiere ser un devoto de Dios, uno tiene que trascender todo eso, no le da mucha cabida a eso. Porque eso no deja de ser una manipulación de la naturaleza material. -Yo pensé que los milagros eran eso, la manipulación de la materia física… Si no, ¿cómo manifestás un milagro? -Claro, pero… En vez de ser una manipulación burda es sutil… Yo con algo bien burdo quedo pipón, la sutileza dejásela para los espíritus elevados o los racionalistas empedernidos. Si Sai Baba o cualquier representante de otra franquicia hindú me materializa, por caso, una fugazzeta rellena de Guerrín, me olvido de dudar. Pero pareciera que lo burdo –bien facilongo lo ellosería algo así como hacer jueguito con un globo. Una súbita fugazzeta mística no tendría rango esotérico. Si hacés esa no estás dando lo mejor de vos, huele a eso. Insisto preguntón.

Salvo ganarse mi credulidad con la simple manifestación física in situ de harina, agua, levadura, mozzarella, jamón, aceite de oliva y cebollas astrales.

-La enfermedad sería como una manifestación de los pecados, es como una especie de castigo. -Sí, que no es Dios quien los da. Nosotros mismos nos autocastigamos pecando… Esto del castigo de coté no me cae muy en gracia, pecás: te enfermás. Descuide, amigo, su colon irritable tiene una explicación trascendental. Ah, sí elalgohabrahechismo también corre para lo sagrado. Me emperro. El orden cósmico que tabula los castigos debe tener un regente. Le pongo nombre, digo que D(d)ios. Me contesta. -Dios no, es nuestro propio karma. Nosotros sufrimos y disfrutamos de lo que ya cosechamos en el pasado. Si sembraste manzanas no podés pretender naranjas. El karma es eso, nosotros hicimos cosas en el pasado que vamos a sufrir o disfrutar. El sufrimiento y la felicidad están asignados. Por más que vos no te esfuerces en ser feliz, vas a ser feliz lo que tenés asignado ser feliz. Si tenés que sufrir, por más que te esfuerces en evitar el sufrimiento, vas a sufrir lo que tengas que sufrir. La angustia existencial se hace bolita en un rincón, me dice “¿viste?”. No solamente somos un suspirito asmático de existencia, además no tenemos posibilidad de evitar o ganarnos absolutamente nada que no haya sido previamente seteado. ¿Para qué carajo se nos pide sacrificio alguno, que demos lo mejor? Me urge demagogia trascendental. Se la imploro.

Si te pasa algo enseguida salto yo”. Vos le decís que te querés ir igual. “OK, pero las reacciones cuentan por tu cargo”. Vos te vas. Empezás, te mandás macanas, te das cuenta que no tenés a tu viejo que te proteja, no tenés a tu viejo que te mantenga, se te empieza a acabar la plata de la cuenta, de repente no tenés un trabajo tan bueno. Pero volvés con tu papá, y tu papá nuevamente te da refugio. “Yo te voy a dar plata, yo te voy a proteger, no te van a molestar más, te doy casa, todo”. Bueno, Dios es algo así. Nosotros decidimos alejarnos de él, por el libre albedrío. Cuando decidimos volver con él nuevamente, y refugiarnos en él de corazón, le decimos “Dios, hacete cargo de mi vida, quiero estar contigo”. Nos damos cuenta que este mundo es miserable, porque es miserable… -Yo coincido con que el mundo es miserable pero… -Bueno, pero esa es la visión que hay que tener para entusiasmarse internamente. Me vuelvo todo silencio. No encuentro una frase de su relato que invite a entusiasmo alguno. El modelo de paternidad divina le sube la apuesta al autoritarismo común y silvestre. Resulta que el tan mentado libre albedrío no sería más que un ardid ilusorio para un final preestablecido. En el relato del Krishnerista, Papá D(d)ios nos manda a ejercer la libertad en hojotas y pantalones cortos a la Antártida. Una gélida forma de templarnos el albedrío, porque nos quiere. Frío albedrío. Vito Corleone intentó por todos los medios posibles darle a Michael la autonomía que lo alejara del endogámico callejón mafioso, lo intentó con voluntad férrea, luego la tragedia hizo lo suyo. Pero intentó. El tiempo es finito –nada grueso-, y el mío aquí ya se ha terminado. No creo que nuestro debate esté lo suficientemente maduro como para hacer un contra punto de progenitores D(d)ios – V(v)ito. Inicio despedida. -Me voy a llevar el libro, te dejo cinco mangos… -Si podés diez, mejor… -No, tengo cinco…

-¿Cuál es la diferencia entre burdo y sutil?

-Pero, ¿cuál es la posibilidad de cambio?

-¿Dos pesos más ahí no tenés?

-A través de la energía, el poder mental, espiritual… Sanar una persona es la pureza, la concentración espiritual.

-La posibilidad es que vos te entregues a krishna. Veámoslo con un ejemplo. Vos te vas de la casa de tu padre a hacer la tuya. Tu padre te dice “Mirá que yo tengo una cuenta bancaria, te puedo mantener, tengo un auto para darte”. Ponele, es un ejemplo… Dios es rico. “Encima yo te puedo proteger, nadie te puede tocar porque soy fuerte.

-No…

-¿Qué podés sanar? -Cualquier tipo de enfermedad, depende del

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Mentira, tengo. Cinco más para diez y dos más para siete. Pero la charla había comenzado con que yo tenía que darle lo que mi corazón sintiera, y el mío –muy austero, muy- dice cinco. El mundo miserable lo usa de interlocutor, y me pide que si no diez,

dos pesos más. Veo que en sus ojos mi austeridad suena a miseria. “Dale miserable dos pesos más”, leo. Me erijo en instrumento del Padre Universal – el hijo pródigo menos pensado- y le propino esta incomodidad para elevar su conciencia sutilmente. Mi burda austeridad pijota haciéndolo trascender la materia, purificando sus poderes místicos. No obtiene lo mejor de mí. Son cinco y un feliz dos mil doce. Cruzo, cajero automático, retiro en efectivo. Burdo. Ahora sí, subte. Jueves veintinueve de diciembre de dos mil once. Diecinueve veintidós. Subte línea D, último viaje de dos mil once. -No te lo voy a decir más de una vez, todavía soy tu papá. A mí no te me retobés. Te podrías haber quedado en lo de tu abuela… Pendejo… Te dije que te quedaras en lo de la abuela y vos no quisiste, te di la oportunidad. Así que ahora vas a venir conmigo y no jodás más… Me molesta. El tono, tirria de guardiacárcel psicópata. Un ejercicio de la paternidad pérfido por abusivo, de rictus amenazante. Del otro lado, ojitos silenciosos abarrotando gritos de bronca reprimidos. Mocosito gesto tristín, sufriente de un aporrear en nombre del querer. Porque te, te. El Psicopadre execra dos o tres veces más no sé qué desafío a la autoridad del Mocosito, una absurda sarta de reivindicaciones a una patria potestad floja de modales. El descenso por la escalera de la estación Olleros aminora el volumen pero no la intensidad. Cada vez más abajo, y Psicopadre sigue. Más abajo. Bajamos. Andén. Unos minutos de espera, más tirria. Subte. Subamos. -Muy buenas tardes damas y caballeros, ¿cómo andan por aquí? ¿Todo bien? Señor, ¿cómo anda por aquí? Bienvenidos al pequeño mundo del Dúo Tereré, música para el corazón es lo que le venimos a traer. Pequeñas melodías para compartir con ustedes en el vagón. Comenzando con un temita de la mano de Brasil, pueden sacar a bailar a las señoritas, a los señoritos. Muevo el pie marcando los compases de una música brasuca que me gusta nada. Mocosito también. Los Tereré -que alguna vez fueron trío y ya no- son viola y bajo, suenan. Dan lo mejor de sí. Don Cantante afina y armoniza. Pie, pie, pies. Los de Mocosito, los míos. Termina el tema. Aplausamos. -Esas palmitas son caricias para nuestros corazones. Muchas gracias, muy amables. Una más antes de despedirnos. Y parece que la canción fue caricita para Mocosito,

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sonríe en loop. La chicharra que precede a la puerta decapitadora suena, Don Cantante tira un armónico con la viola en el mismo tono. Me simpatiza. Psicopadre muestra los dientes a todo cara de orto, no me simpatiza. Y ahora sí, segundo tema. You’re gonna lively up yourself And don’t be no drag, You lively up yourself cause reggae is another bag You lively up yourself and don’t say no You’re gonna lively up yourself cause I said so Dúo Tereré parece dedicarle el tema de Marley a Mocosito, que se anime y no se deje arrastrar por Psicopadre. Le dice Papá Marley vía los muchachones de Tereré. Y a mí me huele a cierta justicia poética. En tu cara, Psicopadre. Mi estación está a un tris de finalizarme este relato, me paro. Hay aplausos nuevamente. -Gracias por los aplausos. Ahora, vamos a pasar con la manga que busca el mango. Aceptamos oro, plata, bronce… El bajista recauda, y el cantante musicaliza el mangazo con una versión instrumental de Blackbird que podría detonar una lagrimita. Contrarreloj deposito cinco mangos en la manga que manga, unos que sí creo que valen la pena. El último vistazo me deja el fresco de Mocosito interesadísimo en la melódica moraleja de Blackbird. Sobre tomar alas rotas y aprender a volar, guiándose con luces de noches oscuras. Retobarse, Mocosito. Mi último soliloquio de dos mil once insiste con que cada uno tiene sus propias cadenas que romper: Psicopadres Krishneristas Celestiales o Tírriamente Terrenos; albedríos libres burdamente manipulados, propios y ajenos. Y demases etcéteras customizables. Resistir la idea del destino abusivo a la que parece que nos atan. D(d)ioses y Psicopadres obteniendo lo mejor de otros no muy ellos. Rehusarse resistiendo, librarse

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de las ataduras. Retobarse, ahí sí: lo mejor nuestro. Tuyo. Play. NR: [La lectura del texto puede ser complementada con la escucha de la canción “Best of you” de Foo Fighters, recomiéndase sobrepasar el sesenta por ciento del volumen que su equipo de música disponga. “Puede” no quiere decir “debe”, pero completa sentido. O debería, podría] I’ve got another confession to make I’m your fool Everyone’s got their chains to break Holdin’ you Were you born to resist or be abused? Is someone getting the best, the best, the best, the best of you? Is someone getting the best, the best, the best, the best of you? Are you gone and onto someone new? I needed somewhere to hang my head Without your noose You gave me something that I didn’t have But had no use I was too weak to give in Too strong to lose My heart is under arrest again But I break loose My head is giving me life or death But I can’t choose I swear I’ll never give in I refuse Seco * Seco y Enfermo (http://secoyenfermo.com/) es un blog de frescos urbanos, en el que un cronista sin creencia en el realismo regala la virtud de la objetividad en un dispositivo infalible: el grabador.

La cámara de Guillermo Puglia (gpuglia@gmail.com) no asalta los hechos intempestivamente, los seduce en plena contemplación. Construye y deconstruye. Armoniosamente y con paciencia invita a lo que está del otro lado de la lente a formar parte de un sentido complementario y compartido. Una abuela que llamamos Estela, memoria escrita en forma de torre anti Babel, quienes siempre cinchan sogas para traer al futuro promisorio lo más rápido posible, las espaldas de ojos que están viendo la actitud avestruz del patronazgo esclavizante; fotografías vivas que otorgan a los textos una nueva instancia de existencia. Imágenes que cobijan lo propio del otro y lo ajeno del uno mismo. Un quid pro quo con el mundo en la búsqueda de un siempre huyente. Identidad, que le llaman, múltiple y gregaria. Pero con su firma. Gracias, Guillermo.

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sonríe en loop. La chicharra que precede a la puerta decapitadora suena, Don Cantante tira un armónico con la viola en el mismo tono. Me simpatiza. Psicopadre muestra los dientes a todo cara de orto, no me simpatiza. Y ahora sí, segundo tema. You’re gonna lively up yourself And don’t be no drag, You lively up yourself cause reggae is another bag You lively up yourself and don’t say no You’re gonna lively up yourself cause I said so Dúo Tereré parece dedicarle el tema de Marley a Mocosito, que se anime y no se deje arrastrar por Psicopadre. Le dice Papá Marley vía los muchachones de Tereré. Y a mí me huele a cierta justicia poética. En tu cara, Psicopadre. Mi estación está a un tris de finalizarme este relato, me paro. Hay aplausos nuevamente. -Gracias por los aplausos. Ahora, vamos a pasar con la manga que busca el mango. Aceptamos oro, plata, bronce… El bajista recauda, y el cantante musicaliza el mangazo con una versión instrumental de Blackbird que podría detonar una lagrimita. Contrarreloj deposito cinco mangos en la manga que manga, unos que sí creo que valen la pena. El último vistazo me deja el fresco de Mocosito interesadísimo en la melódica moraleja de Blackbird. Sobre tomar alas rotas y aprender a volar, guiándose con luces de noches oscuras. Retobarse, Mocosito. Mi último soliloquio de dos mil once insiste con que cada uno tiene sus propias cadenas que romper: Psicopadres Krishneristas Celestiales o Tírriamente Terrenos; albedríos libres burdamente manipulados, propios y ajenos. Y demases etcéteras customizables. Resistir la idea del destino abusivo a la que parece que nos atan. D(d)ioses y Psicopadres obteniendo lo mejor de otros no muy ellos. Rehusarse resistiendo, librarse

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de las ataduras. Retobarse, ahí sí: lo mejor nuestro. Tuyo. Play. NR: [La lectura del texto puede ser complementada con la escucha de la canción “Best of you” de Foo Fighters, recomiéndase sobrepasar el sesenta por ciento del volumen que su equipo de música disponga. “Puede” no quiere decir “debe”, pero completa sentido. O debería, podría] I’ve got another confession to make I’m your fool Everyone’s got their chains to break Holdin’ you Were you born to resist or be abused? Is someone getting the best, the best, the best, the best of you? Is someone getting the best, the best, the best, the best of you? Are you gone and onto someone new? I needed somewhere to hang my head Without your noose You gave me something that I didn’t have But had no use I was too weak to give in Too strong to lose My heart is under arrest again But I break loose My head is giving me life or death But I can’t choose I swear I’ll never give in I refuse Seco * Seco y Enfermo (http://secoyenfermo.com/) es un blog de frescos urbanos, en el que un cronista sin creencia en el realismo regala la virtud de la objetividad en un dispositivo infalible: el grabador.

La cámara de Guillermo Puglia (gpuglia@gmail.com) no asalta los hechos intempestivamente, los seduce en plena contemplación. Construye y deconstruye. Armoniosamente y con paciencia invita a lo que está del otro lado de la lente a formar parte de un sentido complementario y compartido. Una abuela que llamamos Estela, memoria escrita en forma de torre anti Babel, quienes siempre cinchan sogas para traer al futuro promisorio lo más rápido posible, las espaldas de ojos que están viendo la actitud avestruz del patronazgo esclavizante; fotografías vivas que otorgan a los textos una nueva instancia de existencia. Imágenes que cobijan lo propio del otro y lo ajeno del uno mismo. Un quid pro quo con el mundo en la búsqueda de un siempre huyente. Identidad, que le llaman, múltiple y gregaria. Pero con su firma. Gracias, Guillermo.

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