La conquista del pan-Piotr Kropotkin

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Pese a todo, probablemente habrá injusticias. No se podrán evitar. Hay en nuestra sociedad individuos a los que ningún gran acontecimiento hará salir de sus hábitos egoístas. Pero la cuestión no es saber si habrá o no injusticias. Se trata de saber cómo se podrá limitar su número. Pues bien; toda la historia, toda la experiencia de la humanidad, así como también la psicología de las sociedades, nos dicen que el medio más equitativo es confiar las cosas a los mismos interesados. Sólo ellos podrán tener en cuenta y regularizar los mil detalles que inevitablemente escapan a toda repartición burocrática.

III Por supuesto, no se tratará simplemente de hacer un reparto absolutamente igualitario de las viviendas, pero los inconvenientes que aún puedan presentar ciertas casas serán fácilmente reparados en una sociedad en la vía de la expropiación. Desde el momento en que los albañiles, los picapedreros, en una palabra, los de la construcción, sepan que tienen asegurada su existencia, no querrán más que retomar por pocas horas diarias el trabajo a que están acostumbrados. Ellos acondicionarán de otra manera las grandes viviendas, que necesitan a todo un estado mayor de personal doméstico, y en pocos meses habrán surgido casas mucho más saludables que las de nuestros días. Y a los que no estén suficientemente bien instalados, la Comuna anarquista podrá decirles: “¡Paciencia, compañeros! Sobre el suelo de la ciudad libre van a levantarse palacios saludables, confortables y bellos, superiores a todos los que edificaban los capitalistas. Serán para los que más lo necesiten. La Comuna anarquista no edifica con el objetivo de la ganancia. Los monumentos que erija para sus ciudadanos, producto del espíritu colectivo, servirán de modelo para toda la humanidad ¡serán nuestros!”. Si el pueblo sublevado expropia las casas y proclama la gratuidad de la vivienda, la comunidad de las habitaciones y el derecho de cada familia a un alojamiento higiénico, la revolución habrá tomado desde el principio un carácter comunista y 90 / PIOTR KROPOTKIN


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