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Mi mamá y el quinqué perdido

por Silvana San Juan Durán y María José Fernández Oliva / 1º Secundaria

Eran las ocho de la noche, mi mamá nos preparaba hot cakes a mi hermano y a mí. Mamá escuchó a Shura ladrarle a algo en el jardín; como estaba oscuro buscó el quinqué para salir a ver a qué le ladraba Shura. Fue al estante a buscar el quinqué, pero no se encontraba ahí, por lo que mamá vino corriendo a preguntarme si lo había visto. Podía notar su desesperación al hacer la pregunta, cuando lo negué la ayudé a buscarlo.

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Llevábamos ya media hora buscando, incluso Shura dejó de ladrar. Me entró la curiosidad de porqué aquel quinqué era tan importante si era viejo y oxidado. Al hacer la pregunta sus ojos se pusieron llorosos al instante. Fui corriendo a abrazarla y después de un par de minutos confesó su importancia con la siguiente historia.

“Cuando tu padre y yo apenas empezábamos a salir, me llevó a una montaña. En la noche, tuvimos una deliciosa cena, llena de risas y anécdotas”. Al recordar eso mi madre sonrió y prosiguió. “Al final de la cena me llevó a la cima de la montaña alumbrándonos con el quinqué en mano. Llegamos a la cima y nos acostamos en sobre pasto a admirar las estrellas. En ese momento supe que tu padre era el indicado, haciéndome todos los días la mujer más feliz del mundo. Al estar en la cima, disfruté como nunca ese momento de mi vida. Al parecer ese fue el momento en el que nuestra relación floreció. Desde ese momento se llevó el quinqué a su trabajo en la mina, ya que decía que le recordaba a mí”.

Noté como a mi mamá se le borraba la sonrisa, el quinqué fue lo único que encontraron de él después del derrumbe de la mina. Entonces entendí, eso era lo único que nos quedaba de mi padre. Me acerqué a ella y le dije: “tal vez sea lo último físico que tengas de papá, pero nada se compara al amor que sintieron, recuérdalo con eso”. Nos abrazamos.

Al entrar a la casa, mi hermano traía en la mano el quinqué de papá.

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