Por la negociación de espacios públicos

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Por la negociación de espacios públicos

El respeto de los derechos humanos en el trabajo sexual Ninfa, Agrupación Feminista de Trabajadoras Sexuales (AFEMTRAS)

Madrid, 17 de diciembre de 2016 Centro Dotacional Integrado de Arganzuela (Calle Palos de la Frontera, 40)

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Buenos días, La Agrupación Feminista de Trabajadoras Sexuales (AFEMTRAS) está conformada por mujeres cisexuales, trans, y travestidos que nos dedicamos por decisión propia al trabajo sexual en la zona del polígono de Villaverde de Madrid. Este grupo -de muy poco tiempo de creación- se conformó como una respuesta de reacción ante los ataques institucionales que vienen soportando desde hace muchos años las y los trabajadores sexuales que realizan su actividad en el espacio público. A principios de la primavera del año pasado de 2015, el Congreso de los Diputados, liderado por la apisonadora fuerza política del Partido Popular, aprobaba la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como ley mordaza. En el Polígono de Villaverde de Madrid, al sur de la ciudad, esta aprobación se anunció con mucha satisfacción y regocijo desde -una muy conocida por todas nosotras- brigada policial de la UCRIF. Conocida por todas, por el peculiar trato de algunos de sus miembros hacia las trabajadoras sexuales de la zona. "¡Por fin os puedo echar!"; "¡Sabréis que con la nueva ley, aquí no te podrás parar!"; "Personalmente me encargaré para echaros de aquí". Nos parecía más bien un hincha deportivo clamando por la victoria los goles que nos habían metido, antes que un miembro de la respetable unidad policial mencionada. El desconcierto cundió entre las trabajadoras del sexo. Anteriormente, el Ayuntamiento de Madrid -con la señora Botella en funciones- ya preparaba una normativa municipal que también nos iba a afectar negativamente y que no salió adelante precisamente porque se estaba elaborando ya la Ley de Seguridad Ciudadana. A este desconcierto, previamente un mes atrás se sumaba las declaraciones que el ministro del Interior, que había hecho aquellos días: “Ejercer una "presión insoportable sobre los clientes". Se notó; se notó la presión policial hacia el trabajo sexual en la zona; ya no era sólo cosa de migración, como el control de personas en situación irregular. Los registros y filiaciones se empezaron a notar de manera constantes; más allá si fuéramos regulares, irregulares, con DNI, NIE o sin él. Todo eran excusas para hacer estas filiaciones, registros y controles. Lo cierto era que nos encontrábamos ante un horizonte vacío, no por este hostigamiento en sí mismo, sino por la amenaza inminente que nos iba a golpear en el verano: la Ley de Seguridad Ciudadana. Algunas compañeras lo resolvieron migrando y probando suerte en otros lugares, otras esperaron a ver llegar el momento de la puesta en marcha de las multas y, otras, sencillamente, habíamos optado hacía tiempo por la resistencia.

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Aplicación de la ley Con el insoportable hostigamiento sufrido desde el inicio de la primavera, hubo una relativa calma a finales de la misma. Entrado ya el mes de mayo; aparentemente esa calma se rompió. Una mañana del 28 de julio, mis compañeras empezaron a ser multadas, nuestros teléfonos empezaron a sonar, los mensajes de WhatsApp empezaron a intercalarse con fotos de las multas, mis compañeras pidiendo explicaciones sobre lo que estaba sucediendo, otras preguntando sobre lo que había que hacer. Desde el Colectivo Hetaira ya se nos había anticipado de lo que podía ocurrir con la ley a partir del 1 de julio, fecha en que entraba en vigor; lo que no se sabía era, cómo la iban a ejecutar. Se nos ocurrió, en aquella mañana, acudir precisamente al colectivo, algunas pensaron en Cogam también, y así empezamos a facilitarnos números de teléfonos unas a otras para ir recabando multas y hacérselas llegar, en este caso a Hetaira. Por la tarde, la cosa fue incendiaria, en una esquina del polígono había una decena de compañeras agrupadas siendo multadas, amonestadas, cuestionadas por las vestimentas, "¡Míreme señor, estoy como para que me lleve a un cóctel!" -decía muy molesta la compañera Beyoncé-, "¡No estoy desnuda!", el agente le aplicaba en su acta de denuncia el artículo 37.5. A otra la sacaban del interior de un inmueble abandonado y el motivo en su acta era por ser un “Peligro para la seguridad vial”, cosas como éstas se dieron aquel día. Los medios de comunicación sólo se hicieron eco del acta de una supuesta víctima de trata como la primera prostituta "multada" por la ley. Nosotras brillábamos por la ausencia, pese a acumular una treintena de multas en una sola tarde. Mis compañeras -que desde aquel día del intercambio colectivo de los números de móvil para gestionar las multas, se encontraban en un grupo de WhatsApp- reaccionaron muy indignadas ante aquellos titulares; indignadas porque una asociación -que nos besa las mejillas cuando nos proporcionan un par (literalmente) de preservativos- era recibida por la alcaldesa Carmena y porque sabíamos que no éramos nosotras el tema a tratar por ser mujeres libres, por no dar el perfil de “víctimas de trata”. Las putas por decisión propia -que en los días de campaña electoral ilusionadas con el programa de Ahora Madrid, arañamos votos entre nosotras, entre nuestras amistades y familiares- esperábamos también ser recibidas de buena fe, como muy pronto, al regreso de las vacaciones. Aquello nos hizo sentir la necesidad urgente de querer hablar nosotras mismas. Hetaira llevaba un par de décadas luchando por nuestros derechos, nosotras debíamos empezar a romper el estigma y dar la cara y una mañana de principios de agosto llenamos su sede. Nos facilitaron su espacio para acogernos y decidimos crear una agrupación que nos identificara y nos diera voz, recogimos un centenar de firmas entre todas las que trabajamos en la zona; declarando y reconociendo ser mujeres libres, trabajadoras del sexo. Así nació lo que en octubre dimos a conocer públicamente y con orgullo, la Agrupación Feminista de Trabajadoras del Sexo (AFEMTRAS).

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Desde AFEMTRAS estamos dando a conocer nuestra situación y nuestro descontento a estas medidas injustas, desproporcionadas e ineficaces. Ponemos el acento en las consecuencias negativas de la aplicación de leyes injustas sobre nuestras vidas. Asistimos, asombradas e indignadas, al descrédito que se hace de nuestro oficio y a la perversión que supone confundirla –intencionadamente‒ con la trata de personas. Realizamos, entre otras cosas, campañas de limpieza en la zona, y continuamos soportando los acuciantes hostigamientos policiales: "¡Vete a zorrear a tu país!"; "Con Franco esto no pasaría" "Os voy a llevar presas"; "A limpiar escaleras" "¿Qué dirán tus hijos?" Muchos despropósitos como éstos, ya los dimos a conocer días atrás en rueda de prensa. De todo esto dan fe también las asociaciones que trabajan con en las zonas donde se ejerce la prostitución, lo sabe Delegación de Gobierno, Ahora Madrid, PSOE, la Defensora del Pueblo... Pero, de momento, continuamos a la espera.

La calle "¡Ustedes nos multan por putas!", eso fue la frase que una compañera le dijo al agente de siempre de la UCRIF cuando éste le prohibía pararse en su sitio habitual (alejada de la zona de vecinos), que se moviera de ahí. "No os quiero ver por ningún lado, las multo si las veo paradas aquí" "¿Y por qué, la, prostitución no es ilegal aquí en nuestro Estado de derechos". "Cada vez me da órdenes diferentes", cuestionaba una compañera las órdenes del agente. Esto fue la tarde previa a la última rueda de prensa. Ante el cuestionamiento de la compañera, montando en cólera espetó: "Pues id a denunciarme a un juzgado, id a Plaza Castilla, haced lo que os parezca". ¿Por qué elegimos captar a nuestra clientela en la calle? Esta pregunta nos la hacemos todas. Todas tenemos razones diversas para optar por la prostitución como medio de trabajo, y todas coincidimos en esto: dentro de las condiciones de precariedad en que nos encontramos y las limitaciones propias del espacio público, tenemos y gozamos de libertad: libertad de horarios, flexibilidad, decidimos la hora de llegada, la de salida, los días que laboramos, los días que libramos; nosotras adaptamos a nuestras necesidades el tiempo que dedicamos a nuestro trabajo, porque aunque les pese a quien les pese, ¡es nuestro trabajo!). Y todas las asociaciones que tratan con nosotras, independientemente de su ideología nos lo escuchan decir cada día e incluso nos preguntan: ¿A qué hora vienes a currar? ¿Qué tal está el curro?; ¿vienes a la oficina? y expresiones similares. La calle nos permite la libertad que no tenemos en locales, clubes, etc, (atribuimos esto a la falta de reconocimientos de derechos y las condiciones abusivas en los espacios cerrados). Esto no significa que no haya compañeras que se sientan cómodas en estos sitios, porque somos distintas, pero cada una sabemos que en la calle autogestionamos nuestros servicios (por ejemplo, 4


en la calle abogamos por el uso del preservativo, siempre, algo que sabemos no se da en todos los locales cerrados). La calle, mientras seamos mayores de edad, no nos impone límite de edad, algo que sí hacen empresarios y empresarias, que son quienes deciden el techo de edad apto de trabajadoras y trabajadores para trabajar en sus locales; una mujer de 25 ya está fuera del canon ofrecido. En la calle, por el contrario, hay diversidad. Las condiciones de los clubes serían de otro carácter si tuviéramos los derechos laborales reconocidos.

Reivindicando espacio A nosotras se nos asocia con las drogas, la delincuencia y el estado de suciedad de la zona, cuando lo único que tenemos en común es la “calle”. Desde AFEMTRAS hemos denunciado la falta de papeleras en la zona, hemos denunciado las acciones de quienes tiran escombros, hemos realizado campañas de limpieza, hemos adquirido normas de limpieza. Somos molestas por ser la parte visible y más vulnerable de la prostitución; más no somos el problema, sino parte de la solución; por ello demandamos un sitio donde podamos trabajar sin molestar ni ser molestadas; defendemos con denuedo la negociación de espacios públicos porque sabemos autogestionar nuestro trabajo. Deseamos un espacio libre de estigmas, un espacio libre de leyes mordazas donde la policía garantice la integridad y los derechos de las prostitutas en tanto que ciudadanas.

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