Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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Puerto Rico con las del Ateneo Puertorriqueño se llamará Areyto y tendrá por zapata histórica los bateyes de la isleta de San Juan, los atrios, plazas y patios interiores de la naciente ciudad imperial. a El Corral6n y al Teatro de la Sociedad Amigos del País y, finalmente. a la vista y bajo su sombra, a la gran sala de representación paridora de teatros hacia todos los Caminos Reales del Borikén o Puerto Rico, convertida en esos momentos en almacén de alúmina de los servicios de la muy noble y muy leal ciudad de San Juan y de su hija espiritual, Santurce del Cangrejos, invadida arrolladoramente por el cine parlante donde ha sucumbido el Teatro Olimpo a la moda de llamarse Teatro Paramount, luchadora en vano por plaza centralizadora y sala de representación dignificante. La Sociedad General de Actores, Tinglado Puertorriqueño y la Comedia Estudiantil Universitaria recogen la bandera de Areyto, deceso en 1941 luego de sus sonados triunfos con Tiempo Muerto y Mi Señoría, precedidos, a nombre del Club Dramático del Casino de Puerto Rico y del Ateneo Puertorriqueño, de los triunfos de Esta noche juega el joker y El Clamor de los surcos, HilariÓn, Nuestros días, Alumbramiento, Maria Soledad, Nuestra enemiga la piedra y Romdn Baldorioty de Castro, constituyen representaciones de los sucesores de Areyto, acompañados por el montaje de La resentida, producción del recién fundado Teatro de la Universidad, y El camino del silencio, producción del recién fun· dado Teatro de la Universidad, y El camino del silencio, producción personal del autor, que promoverán entre 1947 y 1948, con acuciamiento de la producción musical Unidos vencerán, y los sainetes de la Farándula Bohemia, una campaña proreconstrucción del Teatro Municipal encabezada por los escritores José S. Alegría, Emilio S. Belaval, Vicente Géigel Palanca,' Manuel Méndez Ballester, Julio Marrero Muñiz, Juan Luis Márquez y quien suscribe, la que Doña Felisa Rincón de Gau· tier, Alcaldesa de San Juan, estimulada también con el esfuerzo heroico de Arturo Somohano por mantener abierto el "viejo coliseo", lleva victoriosamente a la consideración de la Asamblea Municipal. En 1948 se comienza la reparación de la estructura en que concretara en 1832 la voluntad cultural de la Ciudad Murada y se abriera como enorme flor de piedra hacia el Puerto Rico fraguado jíbaro

de lo dominante hispánico y lo influyente taina y africano. El Teatro MunIcipal, marginado por el creci. miento de San Juan hacia Cangrejos por vía del cual ha influido en todo Puerto Rico, se ha manteo nido neoclásicamente firme sobre el medievalismo del Antiguo San Juan. Por ánimo de amantes de la representación no se le deja destruir, a fines del siglo XIX, de la belle époque que crece como un hongo dentro de la Ciudad Murada y que destruye la Puerta de Santiago y El Abanico en busca de grandes jardines arbolados y paseos frente al mar como los del trunco Parque Muñoz Rivera que debió unir, vía la Laguna del Condado, la isleta de San Juan con la isla de Santurce. Tampoco se deja destruir, protegido por este mismo ánimo, del funcionalismo que se expande como una explosión atómica frente a la Plaza Baldorioty y se multiplica a troche y moche por el sur y sureste de ésta con tendencia hacia la bahía por donde entra en leviatanes humeantes el poder comercial de Estados Unidos. Resiste, amparado en su historia, en su ubicación al principio de la línea de transportación pública y en un profundo agradecimiento de Puerto Rico, tiempos aciagos en los que incluso se intenta destruirlo para erigir en su lugar el Edificio de la Lotería. Lo último motiva la epopeya rescatadora de sus enamorados que.al reabrir sus puertas en 1950 lo llamarán Alejandro Tapia y Rivera, con lo cual comienza no sólo la afirmación definitiva del teatro nacional puertorriqueño que toma ingente fuerza con la aparición del Instituto de Cultura Puertorriqueña y su aprobación del Proyecto para el Fomento de las Artes Teatrales, traducido consecuentemente en el Primer Festival de Teatro Puertorriqueño, sino también se inicia la restauración del Antiguo San Juan, fundamento histórico de Puerto Rico, y se hace valer, por ejemplo de la ejecutoria en él de la clase teatral puertorriqueña, la reclama· ción de un Centro de Bellas Artes para Santurce del Cangrejos, histórica y dinámica hija, receptiva a todas las direcciones de la rosa de los vientos por cuerpo de naves voladoras, admirativas de los encastillamientos, abastionamientos y amurallamientos dentro de los cuales traspasó edades la autorrepresentación española a florecer en la autorrepresentación puertorriqueña.


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