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El pedazo de palo qu·e ca1nbió el niundo

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Esta mujer de Africa e tá haciendo hoyos en la tierra con un pedazo de palo. Este pedazo de palo no tiene nada de particular; es sólo una rama de un árbol, aguzada en la punta. Sin embargo, mu· chos pedazos de palo corno éste cambiaron la historia del mundo. ·

Muchos de los sembradores africanos hacen hoyos en la tierra y colocan en cada hoyo una semilla. Si cae la lluvia a tiempo, la semilla nace Y da fruto.

Cualquier niño puede hacer uno de estos palos para sembrar. Pero pasaron generaciones incontables antes de que el hombre concibiera la gran idea de usar este sencillo instrumento. Es la idea de que el hombre puede sembrar semill8s en la tierra y esperar una cosecha allí mismo donde s<>mbró .

Pudiéramos decir que este palo de hacer hoyos es el abuelo de la azada y del arado. Palos iguales al que está usando esta mujer de Africa se usaron en alguna época en otras partes del mundo para lfl siembra

La historia de la humanidad es la historia de la brega del hom0 bre con la naturaleza. Pero el hombre ha demostrado siempre su capacidad para dominar la naturaleza adaptándose a las condiciones naturales-el clima, el alimento, el agua-necesarias para su existencia.

En la primera parte de este libro hemos visto cómo los esquimales aguzaron el ingenio para protegerse de l frío y albergarse y procurarse alimentos a fin de poder vivir en la tierra del norte helado. Vimos también cómo se las arreglan los beduinos para vivir y mantener sus rebaños en las secas y calurosas arenas <lel desierto. Las vidas de los esquimales y de los beduinos son ejem plos de cómo puede adaptarse el hombre al mandato imperioso de la naturaleza a fin de seguir viviendo.

Pero el primer hombre que aró la tierra y sembró una semilla ganó la batalla inicial de una guerra continua que todavía no ha terminado: la guerra para obligar a la naturaleza a seguir los mandatos del hombre. El primer hombre que aró la primera cuerda de tierra pudo asentarse y fundar su hogar. Ya no era necesario que continuara eternamente en marcha en busca de pastos o animales de caza. Con esa primera cuerda arada nació el primer pueblo, el antecesor de las grandes ciudades modernas.

En tiempos antiguos: at;riculto r es egipcios

I a el hombre no tiene que vagar er.rante en busca del sustento si vive en tierra que produce. Hoy obliga a la tierra a que le. dé sus frutos. Los instrumentos que usa son diferentes , desde el primitivo pedazo de palo de sembrar hasta las máquinas más cos to sas y complicadas.

También s on diferent es en muchas formas variadas en distinto$ países del mundo las manera s d e llevar los productos al mercado, las monedas y lo s sist emas de crédito que se usan. Las relaciones entre Jos que trabajan como agriculto res y obreros y técnicos y tradores y patronos también son difer entes en distintas partes del mun do.

Las cosechas también son distintas según sean el clima y las necesidades. De acuer do con ést os también varían los alimentos y l as casas, el vestido y las costumbres de los hombres.

Pero no importa cu á nto se diferencien las gentes en sus costumbres en los distinto s países y sitios del mundo, tienen mucho que es lo mismo dondequier a que estén y cualquiera que sea su dad. Los seres hum anos en c ual q uier lugar que vivan en todo el a ncho mundo qu e Dios hizo-sean agricultores u obreros o técni 0 ros o patronos o educadores, y sea cual fuere su raza, su color y su ·religión, s e par ecen los unos a los otros. Sus puntos de semejanza son muchos más que sus puntos de diferencia.

Estos agricultores italianos reconstruyen una terraza en ta f atda de un monte en cuya altura está situado el pueblecito donde viven. Las terrazas fueron construídas hace muchas generaciones por sus abuelos y bisabuelos para evitar que las lluvias se llevaran el terreno hacia los ríos.

Las terrazas en Italia son uno de tantos ejemplos de la lucha del agricultor para obligar a la naturaleza a producir lo que él ne* cesita y allí donde lo necesita. Si se fijan ustedes verán que estas terrazas son un medio ingeniado por el hombre para hacer en una jalda empinada una serie de talas cultivables en una región donde la tierra llana escasea.

En la India, en Suiza, en Francia, en Alemania y en muchos otros sitios del mundo los hombres han hecho similares terrazas para conservar el terreno y la humedad a fin de sacarle a una natuc raleza que produce poco el alimento y los vestidos que ellos necesitan . En algunos lugares , como en el v31le del Río Yangtz'., en China, se ha h cho todavía aun más: se ha traído la tierrn del río en canastas para ponerla en la jalda pedregosa y construir así te·· rrnzas de suelo fértil para sembrar buenas hortalizas. Así el hombre puede hacer su propio suelo fértil.

Este agricultor japonés riega su campo de arroz, A1 mover nosamente la rueda que eleva el agua desde la quebrada. el japonés cumple su parte en la eterna lucha con la naturaleza. El no tiene maquinaria agrícola y escasamente posee algunos instrumentos de labranza. Sin embargo, en su pequeña finca de apenas media da cultiva arroz, vegetales, gusanos de seda y trigo.

· Durante muchas generaciones estos hombres se han confron· tado a un problema que nosotros los puertorriqueños conocemos bien: el problema de la poca tierra y la mucha gente. Por eso han a prendido a usar la tierra con mucho tiento. Hacen el cultivo semi· lla a semilla, hoja por hoja, tallo por tallo. Vigilan con tanto cuí· dado los detalles de la tierra y la cosecha, como nuestras mujeres ta fina labor de aguja que sal e de sus manos.

En el pasado como en el presente y en todas partes del mundo, la gente ha tratado de llevar agua a tierras que sin ella serían bal· días. Lo han hecho en muchas formas. El habitante de las Islas Fijí, allá en el lejano mar Pacífico, hace canalitas de troncos de árboles para llevar el agua desde un manantil hasta su tala; Jos indios de Méjico y Perú grandes obras de piedra; en Puerto Rico usamos iguales métodos a los que se usan en Europa y en los Estados Unidos: Je ponemos diques a tos ríos para embalsar el agua Y llevarla de allí donde sobra a donde hace falta para el riego.

Este av íón vuel a s ob re una gran s iembra de habichuelas en. Nueva Jersey, cerca de Nueva York. La nube que se v e tras el avión es w1a sustancia para matar los ins ectos, que se riega de sde un aparato especial que lleva el avión.

Los aviadores que manejan estos avi o n es cumplen un trabajo p e ligr oso que requier e gran h a bilidad. Tien en que volar lo más ba0 jo posible, a sólo un par d e pies de la siembra. En su carrera veloz tienen que brincar por sobre los árboles y las casas y a veces hasta pasar por debajo de los alambres del teléfono. A l a más Hgera equi· vocación o pércance peligra la vida pues el avión vuela tan cerca de la tierra que no hay manera de salvarse.

Estos audaces pilotos no son agricultor es. No obstante, ellos y sus aparatos voladores representan el último eslabón en la larga cadena de instrumentos, maquinarias y métodos que el hombre co men zó a ingeniar desde que por primera vez hizo un hoyo con un palo en la tierra para dominarla.

Pero el avance del mundo no es igual en todos los sitios Sí bien hay partes en donde los hombres prac tican la agricultura con eséa• sos conocimientos y casi sin instrumentos de labranza, en otras le están ganando la batalla a la naturaleza convirtiéndose en sus do· minadores para beneficio del género humano

El hombre ha aprendido a dar de beber a J.a tierra sedienta y a convertir el desierto en jardin es . H a aprendido a secar los panta• nos y a pon e rlos a producir· Ha aprendido a dar fuerza al terreno con abonos, a mejorar l as plantas Y los animales cruzando distintas ra ·

..:as, hasta co n s eguir la cualidad que quiere : un maíz que resiste las enfermedades y la s p l agas Y que r inde mucho más po r cada cuerda ; un tipo de vaca que da mucha leche Y otro que da mucha carne .

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