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Las mujeres y las empresas, primero Los planes de empleo deben fomentar el empleo femenino y favorecer la puesta en marcha de nuevos tipos de propiedad, de actividades y de fuentes de ingresos

Lina Gálvez Muñoz y Juan Torres López 13 MAY 2012 - 18:35 CET En su discurso de investidura, el nuevo presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, señaló que la lucha contra el desempleo será un eje central de su nuevo Gobierno y anunció la puesta en marcha de planes urgentes basados en tres ejes: un plan de choque contra el desempleo de jóvenes y desempleados de larga duración, que incorporará un programa en materia forestal, un programa de apoyo al empleo en la rehabilitación de viviendas y la realización de obras en colegios públicos. Valoramos que luchar contra esta lacra sea una preocupación del nuevo Gobierno. Pero como tenemos la seguridad de que esos planes deberán ser concretados y matizados por el nuevo Ejecutivo nos permitimos realizar dos modestas consideraciones. La primera es que se vuelve a incurrir en una limitación que viene lastrando las políticas de empleo, aunque no solo en nuestra comunidad. Para combatir el paro no basta con que se destinen recursos públicos a “colocar” a los parados. Es verdad que así se resuelve inmediatamente la carencia de ingresos, lo que permite que la actividad económica no siga deteriorándose al poner en circulación nuevos recursos que dinamizan la demanda, y se reduce el sufrimiento que supone el desempleo (aunque el Ministro de Economía y otros economistas de la patronal se empeñen en afirmar que los parados lo son por gusto). Pero la cuestión estriba en que estas medidas de viejo keynesianismo no son ni mucho menos suficientes cuando el paro viene producido por defectos estructurales profundos y no solo por una mala coyuntura de gasto. En realidad, más bien serían parte de la lucha contra la exclusión que de una auténtica, efectiva y potente política de empleo. Los puestos de trabajo no se pueden generar, en toda la cantidad en que es necesario en una sociedad como la nuestra, recurriendo solamente a las políticas redistributivas. Es preciso que se creen ingresos originarios (es decir, directamente generadores de riqueza, de ingreso o valor añadido) de los cuales surjan después los recursos públicos. Sin estos recursos originarios (públicos o privados), los redistributivos serán siempre insuficientes. Por eso no basta con que las Administraciones públicas den una colocación a los parados, sino que también y sobre todo hay que propiciar y facilitar que las personas desempleadas sean capaces de poner en marcha por sí mismas nuevas actividades. Y esa capacitación debe ser no solo la que pone a su disposición formación, conocimientos, habilidades, aptitudes, disposición y actitudes, sino también el entorno cultural adecuado, capital y recursos públicos y privados suficientes. Siendo importante que el presidente ofrezca colocaciones a los parados, creemos que lo fundamental sería que con la mayor urgencia se adopten otro tipo de medidas que favorezcan la creación de empresas, la dinamización de la actividad, la generación de nuevas fuentes de creación de ingresos, modos distintos de encarar los asuntos sociales. Otras medidas que, aunque se deben dar en otros campos (sobre todo en el financiero y en el de la mediación social) son las que deberían tener el mayor protagonismo. La segunda consideración se refiere a que esta estrategia de empleo anunciada por Griñán una vez más (como ocurrió con el Plan E y el Proteja) se basa en crear muy mayoritariamente empleo masculino y, sobre todo, en actividades vinculadas con la construcción. De esa forma se sigue discriminando a las mujeres que también han perdido empleos y tienen el mismo derecho que los hombres a que se intente recuperar su actividad laboral retribuida. Además, se vuelve a incidir en


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