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fotográficas y audiovisuales

2.3 Metodologías y técnicas de investigación con fuentes fotográficas y audiovisuales

Este apartado se divide en dos secciones. La primera se aborda la pertinencia de la creación de imágenes en la investigación, desde la planeación hasta el análisis. Se revisan cuestiones técnicas y metodológicas para el manejo de equipo audiovisual: cámaras fotográficas, de video y escáner. Compartimos algunas experiencias en el proceso de trabajo con la imagen como documento fundamental en los diferentes campos de investigación; la propuesta es fomentar el conocimiento práctico y metodológico de las herramientas y equipos para la construcción de recursos visuales como fuentes, dándonos la oportunidad de analizar, espacios, situaciones, personas u objetos, entre otros, de una manera más amplia y detallada para investigar y constituir nuevos testimonios. También se trata el tema de la memoria y las ventajas que tiene el uso de la imagen en la investigación de campo. En la segunda sección, se describe qué es una entrevista y para qué sirve en términos generales. Se señala cuándo y por qué se puede contemplar en el marco de un proyecto de investigación.

Hemos visto diversos ejemplos de cómo confrontar diferentes fuentes documentales, orales y visuales, ya sea construidas a partir del trabajo de campo, o con documentos localizados en el trabajo de archivo.

Ahora bien, al poner el énfasis en la construcción de fuentes fotográficas y audiovisuales, necesariamente debemos seguir con otro apartado dedicado a sus implicaciones técnicas, que tiene una estrecha relación con las propuestas teórico-metodológicas que hemos expuesto aquí.

El “estar ahí” es el gran pedestal del trabajo de campo, pero para nosotros también aplica al trabajo de archivo, como veremos en este apartado. “Estar ahí” puede hacer la gran diferencia en una investigación donde el trabajo de campo sea el eje, igualmente, la gran calidad en el detalle de una reproducción puede hacer otra gran diferencia para el trabajo en archivo. Pero sobre todo es la posibilidad de confrontar ambos tipos de documentación, la que hará realidad todas esas diferencias.

Todo investigador ha soñado alguna vez con tener mejores opciones para realizar el trabajo de campo y el de archivo. En el primer caso, a menudo presenciamos situaciones que no se vuelven a repetir de la misma forma, accedemos a espacios que no siempre volverán a ser accesibles y sobre todo, se observan procesos que sólo estando ahí podemos presenciar.

Las posibilidades de registrar fotográfica o audiovisualmente resultan muy atractivas: permiten revisitar los espacios cuantas veces lo necesitemos, repasar acciones o situaciones que presenciamos y, desde luego, remirar con todo el detalle que demande nuestra investigación aquello que a menudo acontece frente a nosotros de manera muy rápida o a la par de otras situaciones, haciendo imposible un seguimiento lo suficientemente detallado de lo que nos proponemos analizar.

También, en el trabajo de archivo, todo investigador ha tenido el ideal de contar con toda la documentación necesaria, debidamente reproducida y accesible para que en cualquier momento pueda revisarla con el detalle necesario y con las mayores facilidades de edición para destacar o segmentar lo que le interesa para fines de la investigación. Todo lo anterior tiene implicaciones técnicas que, si ya eran de primera importancia en el mundo analógico, se volvió prioritario atender desde la investigación ante el mundo digital.

El trabajo de campo con herramientas audiovisuales es de gran utilidad cuando estamos construyendo una fuente a partir de la cual podemos describir y analizar información importante. Cuando hacemos un registro fotográfico o una grabación en video damos pie a un posterior análisis más profundo de lo que encontramos, porque posibilitamos su revisión tantas veces como se requiera, incluso deteniendo o repitiendo los registros donde necesitemos repasarlos una y otra vez.

Los proyectos de investigación social, tal como lo hemos referido, están ligados a menudo con uno o varios espacios. La posibilidad de conocer a fondo los lugares, así sea mucho tiempo después de los procesos sociales que estemos estudiando, potencia el análisis de aspectos comparativos, el acceso a vestigios relacionados con lo que estudiamos, entre muchas otras opciones que se abren.

La incorporación de herramientas fotográficas y audiovisuales al trabajo de campo y archivo, como veremos a detalle, tiene implicaciones importantes

en aspectos de planeación sobre todo de capacitación y competencias particulares, de necesidad de equipos y tiempos.

Siempre será importante conocer el lugar, tanto en trabajo de campo como en el de archivo, así podemos tener lo más claras posible las condiciones con que trabajaremos: desde iluminación hasta accesibilidad, pasando por permisos, acercamientos previos con las personas para comenzar a establecer una relación más cercana, entre otras.

Si recopilamos primero información y referencias del lugar y de los espacios donde trabajaremos, se previenen muchos detalles y se pueden evitar varias sorpresas. Si hay una revisión previa de archivo y de fuentes secundarias, el trabajo de campo puede resultar completamente distinto, al llegar con mayor conocimiento del terreno y tema que estamos abordando. A menudo se prefiere empezar por el trabajo de campo, sin acudir con mucho bagaje previo, justo para enfrentarlo de forma menos condicionada por teorías, autores y trabajos previos. Sin embargo, cuando planeamos la incorporación de herramientas audiovisuales esto no es muy recomendable. Acudir con tan poco conocimiento previo ocasiona a menudo un gran desperdicio de oportunidades para profundizar en lo que estamos estudiando.

De hecho, la documentación previa es muy recomendable porque puede ayudar a un mejor acceso a los lugares, una relación más estrecha con los sujetos de estudio, mayor entendimiento de los contextos socio-espaciales y socio-históricos por abordar, etcétera. Así que, tanto la revisión previa de fuentes secundarias como la localización de documentos textuales, cartográficos, fotográficos o audiovisuales, entre otros, pueden ser de gran importancia y condicionar el trabajo de campo.

Por ejemplo, al acudir al lugar por primera vez, es pertinente llevar solamente una cámara fotográfica. Con la primera visita nos familiarizamos con el espacio, hacemos un registro fotográfico para poder estudiar la ubicación de las cosas y planear lo que se hará en la siguiente estancia. Desde luego es fundamental al inicio, el contacto con los sujetos de estudio o las personas que estén en el sitio a trabajar, y la relación que logremos establecer con ellas. Estas personas deben conocer la naturaleza y el alcance del proyecto desde el principio; de esa manera nos podemos apoyar en su conocimiento, sus vínculos y su contacto cotidiano, y facilitar nuestro trabajo.

Así, el primer acercamiento es clave, y a él seguirán una serie de estancias, tantas como podamos, para completar los propósitos de nuestro trabajo de campo con registros audiovisuales que nos permitan construir nuestras fuentes de investigación. Estos registros pueden o no ser coyunturales; es decir, quizá se hagan cuando acontece un evento determinado, único e irrepetible; o pueden hacerse durante el transcurso de la cotidianidad del espacio o comunidad de estudio.

De cualquier forma, como se insiste siempre en todo manual de trabajo de campo, será clave ser muy flexibles y estar abiertos a cualquier imprevisto, porque a menudo hay en ellos mucho más para construir nuestras fuentes y preguntas de investigación. Durante la realización del trabajo, suceden cosas no contempladas, por ello habrá que estar atentos para registrar los eventos que pudieran ser de interés, y esto sólo es posible si se tiene un pleno conocimiento del funcionamiento del equipo, de ahí la necesidad de estar bien familiarizados con él.

Como veremos, el uso de herramientas audiovisuales implica un manejo adecuado, cuidar mucho la calidad y aprender a adelantarse a muchas situaciones para que no nos tomen desprevenidos, de ahí la importancia del dominio técnico, que integra varios aspectos y destrezas. De igual forma, la incorporación de herramientas visuales y audiovisuales en el trabajo de archivo, casi siempre con fines de reproducción, implica habilidades técnicas y metodológicas que revisaremos con cuidado, para aprovechar al máximo los tiempos y recursos con que contemos.

Ambas prácticas implican, por un lado, tener listo el equipo técnico y accesorios a utilizar, así como el equipo humano que los operará y, por el otro, la elaboración de una bitácora o cuaderno de trabajo donde se plasme un listado de todo aquello que se desea registrar, ya sea una serie de documentos en archivo o una situación concreta en campo.

El propósito de capturar imágenes, tanto fijas como en movimiento, implica dominar encuadres, saber cómo establecer contextos para los espacios y personas registrados, planear los lugares de emplazamiento según el tipo de tomas que queramos realizar (si deben ser altos, cercanos, lejanos, remotos, muy accesibles) y contar con las citas y permisos previos para hacerlo. Todo ello se vuelve doblemente importante de estimar y planear, si nuestro trabajo de campo incorpora a sujetos de estudios o registros de entrevistados.

Pensemos en un proyecto en el que se ha decidido hacer registros fotográficos y videograbaciones de un espacio concreto. Lo primero que hay que determinar son los emplazamientos y las necesidades de éstos, por ejemplo, para hacer tomas de una escultura a la que no nos podemos acercar, se requerirá un lente telefoto; para hacer una toma que abarque una plaza completa, necesitaremos un lente gran angular; y para hacer un gran plano general de todo un contexto espacial, se usará un lente normal. Todo esto debe ser contemplado antes de partir a nuestra estancia en el lugar.

Para el caso de registros en video, tenemos un elemento adicional, el sonido. La captura de los ambientes donde se desarrolla el trabajo de campo implica a menudo el uso de un micrófono tipo shotgun, el más adecuado en este caso para registrar, de forma puntual y aislada, cualquier emisión de ondas sonoras. Estos micrófonos pueden ir conectados a la cámara directamente o a una grabadora externa. Cuando revisemos la entrevista y su registro audiovisual profundizaremos al respecto.

Ya sea que los registros los haga el propio investigador o investigadora, o alguien que lo apoye para ese aspecto del trabajo, incluso un fotógrafo o camarógrafo, la coordinación entre los participantes es clave, así como las indicaciones para enfatizar y privilegiar unos u otros encuadres y movimientos, teniendo todos muy claro lo que se desea registrar.

Por último, reafirmamos la importancia de la bitácora para registrar lo que se captura, en aras de facilitar el trabajo de sistematización de la documentación, calificación del material registrado y posterior cotejo y análisis del mismo. En esta bitácora indicaremos la toma hecha, el asunto o tema capturado, una breve descripción y en el caso de la videograbación, el código de tiempo de la toma así como la indicación de los movimientos de cámara.49

Este proceso facilita el posterior trabajo de calificación del material videograbado, mejorando el acceso, reubicación, revisión y edición del mismo; es decir, resulta imprescindible en dos momentos, para sistematizar y analizar lo que pudimos observar y describir, y también para su incorporación en algún futuro producto audiovisual que resulte de la investigación.

49 Se anexa formato de calificación.

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