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Jo s é A n to n i o Nava r r e t e
Entiéndase aquí la ausencia de la mano como exclusión de lo “impalpable” e “imaginario”, atributos imposibles de extender a la fotografía, según Baudelaire (1821-1867), cuyas ideas nutren el contexto explicativo en que Dubois despliega su precedente símil214. No obstante, en el siglo XIX la oposición fotografía-arte fue sólo una de las direcciones del discurso de la objetividad fotográfica, emblematizada en los estudios teóricos e históricos actuales con los razonamientos al respecto de Baudelaire. Ella coexistió con otra que, por el contrario, veía en la cualidad “mimética” de la fotografía la posibilidad de aproximar —o fundir— los términos realidad-arte. Si bien esta segunda no ha sido, hasta hoy, suficientemente documentada, las evidencias de su propagación se localizan, incluso, en el texto arriba aludido en el que Baudelaire anatematizó a la fotografía. Nociones contradictorias sobre el arte se manifestaron, con mayor o menor fuerza, aproximadamente desde mediados del siglo XIX, ligadas a la maduración del capitalismo industrial y sus efectos socioculturales. Es posible, también, que las expresiones “bellas artes” y “artes aplicadas” hayan alcanzado hacia la fecha su definición actual, aunque refieran una diferenciación de los objetos artísticos cuya génesis se remonta al Renacimiento215. En general, el debate sobre el concepto de arte —al cual se vinculaba la controversia sobre el estatuto artístico de la fotografía— desborda en la etapa el ámbito académico para ganar nuevos espacios sociales y medios de difusión de ideas, como la prensa. En el interior del campo artístico, o, más preciso todavía, de la “vanguardia” artística y literaria216, se comprendía el arte ya como “pura creación imaginaria” —o, invirtiendo los vocablos, como “creación imaginaria pura”, asunto que exige mencionar de nuevo a nuestras culpas. Seguíale infinita gente, y muchas piadosas mujeres que derramaban abundantes lágrimas de compasión. Entre las cuales se hallaba una llamada Verónica, que dio el velo de su cabeza al Señor para que enxugase el sudor y sangre de su rostro. Y porque obra de tanta piedad no careciese de premio, imprimió Cristo nuestro bien, segunda vez milagrosamente su rostro, en tres dobleces que tenía la toca, que fue figurar tres imágenes suyas. […] Ver: Francisco Pacheco. El Arte de la Pintura. Madrid: Cátedra, S. A., 1990, p. 233. 214 Philippe Dubois. Ob. cit., pp. 21-29. Ver también: Charles Baudelaire. “El público moderno y la fotografía”. En: Charles Baudelaire. Curiosidades estéticas. Madrid: Ediciones Júcar, 1988, pp. 225-232. 215 Éste es un planteo próximo al de Herbert Read. Ver: Herbert Read. Arte e Industria. Principios del diseño industrial. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1971, p. 19. 216 Si el término vanguardia identifica la línea de “avanzada” de las innovaciones artísticas gestadas al comienzo del siglo XX, aquí lo usamos por su capacidad connotativa.