MUFF - Vivencia

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Maurício Lissovsky. historiador, autor, guionista y docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro, buscó llevar sus participantes a una reflexión más filosófica sobre “qué puede una fotografía”. Conforme explica Lissovsky en la descripción de su línea de investigación, en el ámbito de la fotografía “el creciente debate a su alrededor se alimenta de la intuición –en este mundo transformado en imagen– de que nuestro destino como sujetos y el destino de la fotografía como imagen están de algún modo entrelazados”. En la exploración de su potencia enunciativa, los integrantes del grupo de Maurício trabajaron desde un espacio más teórico que estrictamente fotográfico, y con pocas excepciones produjeron proyectos de cierta complejidad narrativa. Participaron fotógrafos, sociólogos, psicólogos, investigadores, escritores residentes en Uruguay –Diego Vidart, Adriana Hernández, Cecilia Rivero, Claudio Burguez, Florencia Varela, Pablo Porciúncula, Milagros Lagarejo y Fabiana Puentes–; Fernando Schmitt, de Brasil, y María Fernanda Piderit, Alejandra Marín y Paula Bertúa, residentes en Argentina. En la línea de investigación propuesta por el fotógrafo brasileño Pio Figueiroa se exploró la producción artística en diálogo con la disciplina fotográfica, estudiando los límites de lo fotográfico. Donde está su límite es a la vez donde reside su mayor potencia, propone el fotógrafo. En este grupo trabajaron principalmente fotógrafos de Uruguay, Brasil y Argentina que fueron encontrando un lugar de comunicación más conceptual en relación con sus investigaciones fotográficas, culminando en propuestas que pueden prescindir completamente de la imagen fotográfica. De Uruguay, el dúo compuesto por la fotógrafa Matilde Campodónico y el dramaturgo Sergio Blanco creó una instalación performática donde la imagen debe resurgir desde el texto y la reflexión sobre sí misma; las fotógrafas Ana Micenmacher y Cecilia Vidal de distintas maneras buscaron penetrar los cruces de la imagen fija con el cine, mientras que Jhona Lemole y Ruth Conteache desarrollaron tres intervenciones institucionales y urbanas mediante proyecciones, gigantografía y pegatinas. Ignacio Rodríguez puso a disposición del público maquetas para armar en una crítica a los procesos de especulación inmobiliaria; Guillermo Giansanti aprovechó la limpieza del gran lago del Parque Rodó para realizar un inventario visual sobre el uso y el descarte; y Leonardo Rodríguez Arnabal salió a buscar desde la historia hasta la actualidad descendientes de las poblaciones originarias de nuestra región. Isabella Finholdt, de Brasil, exploró las semejanzas entre los centros de dos ciudades muy distintas –San Pablo y Montevideo–, mientras que de Argentina, Alejandro Kirchuk presentó muestras de su extensa investigación recorriendo las márgenes del Riachuelo y entrevistando a los habitantes del río con más polución de América del Sur. Finalmente, Estrella Herrera se concentró en detectar la potencia enunciativa de la fotografía misma. Las obras de los cuarenta participantes de Caminos Conjuntos se exhibieron entre noviembre de 2017 y marzo de 2018 en los tres pisos del CdF, en las fotogalerías del Parque Rodó, Ciudad Vieja y Prado, y en el segundo piso del Museo de Arte Precolombino e Indígena. Esta plataforma incluye también una serie de fotosondas –pequeños ensayos fotográficos y audiovisuales concebidos para la página web de MUFF que han sido publicados a lo largo de un año, desde fines de 2016 hasta fines de 2017–. Las obras abarcan diversos formatos y técnicas artísticas que han resultado de un abordaje disciplinario abierto basado en la investigación temática, conceptual, fotográfica, filosófica, artística, poética, que se fue dando a lo largo de 2016 e inicio de 2017. En la mayoría de los casos extrapolan lo que se entiende clásicamente por un objeto fotográfico. Desde el CdF, nos preguntábamos cómo serían las obras que conformarían la muestra final. ¿Qué pasaría si la fotografía perdiese autonomía formal o disciplinaria dentro de un mar de posibilidades y exploraciones técnicas, filosóficas, teóricas, formales? Al final, nada de eso importó, ya que el énfasis de Caminos Conjuntos estuvo siempre puesto en el espacio de creación, en el trayecto del proceso, en el diálogo, en el intercambio de experiencias, en la vivencia artística, poética, personal, grupal e intelectual. Para el desarrollo de las muestras, la etapa expositiva y curatorial de Caminos Conjuntos se estudiaron todos los proyectos finales de manera independiente, sin deseo de vinculación a las cuatro líneas de investigación. Decidimos que el espacio de formación constituía la primera etapa de la plataforma Caminos Conjuntos; la segunda etapa, las muestras, se desarrollaría de manera independiente, permitiendo que las obras buscasen sus espacios de significación, su terreno de residencia temporaria, sus vecinos, sus parques, plazas y puntos de encuentro. En el análisis de los proyectos, identificamos algunos ejes que atravesaban distintas investigaciones, como el interés en la vida de los

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Caminos Conjuntos


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