Investigación sobre Fotografía - Agustina Triquell
Fotografías e historias - La construcción narrativa de la memoria y las identidades en el álbum fotográfico familiar
Otro aporte interesante del texto en el momento en que Barthes escribe parte de la idea de que la fotografía transmite “lo real literal”, considerando que si bien existe una reducción de lo real al ser fotografiado, esta reducción no implica una transformación.
Por este motivo, las maneras en que son recepcionadas las imágenes del álbum por parte de algunos de sus miembros habilitan significaciones no solo sobre el contenido de las mismas, sino también sobre contextos más amplios de sentido dentro de los que se encuentran enmarcados: valoraciones morales, reflexiones sobre la temporalidad de la propia vida y delimitaciones del universo vincular afectivo que en ellas se representa.
Entre el objeto y su imagen no es en absoluto necesario disponer de un “relevo”, es decir, de un código. Claro que la imagen no es real, pero, al menos, es el analogon perfecto de la realidad, y precisamente esta perfección analógica es lo que define la fotografía delante del sentido común (Barthes 2009: 13).
Al no tener código, la fotografía se convierte en un mensaje continuo, donde su “plenitud analógica” se impone sobre su carácter de signo. Pero para Barthes, estas características asignadas por el sentido común, se fundan en una construcción del orden de lo mitológico, ya que para el autor existen códigos que intervienen tanto en la producción como en la recepción del mensaje como son las normas profesionales, estéticas o ideológicas o las características de los públicos que las consumen. La paradoja fotográfica sería entonces la coexistencia de dos mensajes, uno sin código (lo análogo fotográfico denotado) y el otro con código (el tratamiento o la retórica fotográfica connotada) (Barthes, 2009). El mensaje denotado sería para Barthes puramente analógico, y por lo tanto carente de código. En cambio en el plano de la connotación –sobre el que centrará su atención– podemos encontrar un plano de la expresión y un plano del contenido, significante y significado. En este plano, podemos atender a una serie de elementos que desde lo técnico, codifican el mensaje: el trucaje, la pose y los objetos fotografiados como mecanismos que modifican lo real, es decir, actúan sobre el mensaje denotado; y la fotogenia, el esteticismo y la sintaxis como elementos propios del dominio de la connotación. La importancia del anclaje histórico de toda lectura en relación a la imagen, es decir la connotación de los diversos elementos que en ella se disponen, limita cualquier tipo de lectura transhistórica, ya que la significación es siempre elaborada por una sociedad y en una historia definidas: la significación es, en suma, el movimiento dialéctico que resuelve la contradicción entre el hombre cultural y el hombre natural (Barthes, 1964).
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La construcción fotográfica de la memoria: Bourdieu y lo fotografiable Con la publicación de Un arte medio, Ensayos sobre los usos sociales de la fotografía (1975) Pierre Bourdieu y su equipo buscan dar cuenta de la integración inseparable entre teoría y práctica, partiendo de un profundo trabajo de campo verdaderamente colectivo. Los aportes que aquí se contienen han permitido abordar lo fotográfico desde la dimensión de los usos sociales poniendo en relación los modos particulares de hacer uso de la imagen fotográfica en contextos específicos: en contextos rurales y urbanos, en manos de profesionales y amateurs, en mujeres y varones. Si bien los ensayos desarrollados por el teórico y su equipo poseen un alto grado de localización en la Francia de los años sesenta, proponen una serie de categorías trasladables –con ciertas precauciones– a otros contextos y desarrollos. Esto permite profundizar la reflexión sobre el lugar de la fotografía como práctica social, en especial la noción de “lo fotografiable” –la cual nos habilita a pensar las variaciones de las relaciones de los actores con el medio en una dimensión temporal, generacional y social–. Puesto que está siempre orientada al cumplimiento de funciones sociales y socialmente definidas, la práctica común de la fotografía es necesariamente ritual y ceremonial, por lo tanto estereotipada, tanto en la elección de los objetos como en sus técnicas de expresión. Pobre institución, que no se lleva a cabo más que en circunstancias y en sitios preestablecidos y que, destinada a solemnizar lo solemne y a sacralizar lo sagrado, ignora la ambición de promover a la categoría de ‘fotografía’ todo lo que se define objetivamente (es decir, socialmente) como ‘fotografiable’ y susceptible ‘de ser fotografiado’, puesto
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