Apuntes sobre fotografía argentina a fin de siglo: hacia la construcción de un mercado
Dando inicio a la tendencia de habilitar espacios exclusivos para la fotografía en la órbita del estado, con la exposición Maestros contemporáneos del retrato (conformada por obras de Horacio Coppola, Annemarie Heinrich, Anatole Saderman, Grete Stern y de la colección Witcomb) se inauguró en mayo de 1985 la Fotogalería Permanente en el TMGSM, designándose al frente de la misma a la independiente Sara Facio. A principios del año siguiente ocurrió lo propio en el Centro Cultural Las Malvinas y se consolidó el espacio fotográfico del CCCBA, con la apertura en el mes de abril de FotoEspacio; el también independiente Oscar Pintor fue nombrado asesor fotográfico de dicho centro cultural. Los propósitos fundacionales de FotoEspacio fueron más explícitos que los antes mencionados: la promoción de nuevos artistas, el rescate de los fotógrafos provincianos de principios de siglo y la realización de seminarios, talleres y conferencias. Un archivo de fichas personales en las que se incluían fotografías y un retrato “o preferiblemente autorretrato” de los aspirantes a exponer sugería una mayor transparencia en los procedimientos, a la vez que facilitaba el contacto con los fotógrafos del interior del país. El ciclo se inauguró con La nueva mirada, muestra que habría de convertirse en la convocatoria anual a través de la cual intervinieron quienes habían iniciado su producción en democracia. Escasa cantidad de salas, de muy menor trascendencia, fueron abiertas de allí en más. En el proceso de institucionalización transcurrido entre 1983 y 1989 se asociaron un Estado que acompañó y dio aire a la participación cultural en general, con el interés que movió a los distintos actores a aprovechar ese contexto para hacer ingresar a la fotografía dentro de los ámbitos de legitimación. Dicho proceso podría ser calificado de “amateur”, en el sentido de que tanto los fotoclubes como institución cuanto los fotógrafos independientes (en términos individuales o colectivos) pugnaron tras el interés común de que la fotografía lograra un creciente reconocimiento cultural y no un posicionamiento –al menos de manera inmediata y explícita– en términos de mercado. En tal sentido, las formas de intervención de los mencionados actores reconocía: 1) a los espacios estatales como legitimantes, en los cuales la fotografía podía aspirar a cierta consagración artística; 2) la participación restringida de empresas privadas en el auspicio de eventos tales como concursos y encuentros;25 3) un debate estético existente pero limitado, en el cual los independientes, que ocupaban cargos de dirección o coodinación en los principales sitios de legitimación, constituyeron la voz innovadora. 25 Los catálogos consultados dan cuenta de que empresas nacionales o multinacionales, importadores o fabricantes, distribuidores y/o comerciantes colaboraban para solventar la edición de los mismos catálogos, la compra de materiales o el otorgamiento de premios.
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