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3. La fortificación militar denominada el Baluarte de la ley, después del bombardeo de la ciudad, Paysandú, enero de 1865.
que presentaba cinco de esas imágenes rodeando una ilustración “heroica” de Leandro Gómez.7 El comandante militar de Paysandú aparecía rodeado de llamas y retratado ostensiblemente más joven de lo que era, con gesto desafiante y atravesando a punta de espada una pared cuyos bloques se esparcían por el suelo. La revista intervino el contenido de las imágenes. En solo dos de las fotografías originales de Bate y Ca. se nota la presencia de personas posando junto a las ruinas. Sin embargo en las reproducciones de Le Monde Illustré fue acentuada la presencia humana a través del montaje de hombres y mujeres en actitud de estar paseando junto a las ruinas y observando atentamente la destrucción. Lo que la fotografía no era capaz de captar –en esa época la presencia humana solo podría registrarse a través de poses prolongadas- era agregado me-
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diante el dibujo, con el objeto de dar una imagen más vívida de la destrucción de la ciudad. La demanda de las fotografías de Bate y Ca. en Montevideo fue muy elevada. Incluso otros estudios fotográficos las reprodujeron y vendieron sin su autorización.8 El éxito de las fotos de Paysandú sin duda incidió en el proyecto emprendido inmediatamente después en Paraguay. Indudablemente la fotografía se había instalado en la sociedad como un medio de comunicación y representación de lo real tan relevante como otros, caso de la pintura histórica y el dibujo. Durante la guerra de la Triple Alianza el Coronel de las fuerzas orientales León de Palleja llevaba un diario, que se publicaba a modo de corresponsalía en El Pueblo de Montevideo. En noviembre de 1865 señaló que “habiendo tanto fotógrafo hoy día en la capital de Montevideo y en Buenos Aires, admira como no se ha animado alguno a seguir los ejércitos aliados y levantar vistas, que de seguro hubieran sido buscadas por su mérito y por el interés que toman en nuestros trabajos y glorias los parientes y amigos de los que componen el ejército aliado; hasta por los extraños hubieran sido procuradas. La gente no se contenta con oír solamente lo que les refieren los periódicos; quiere ver, máxime aquellas escenas principales en que se salva una dificultad o se sustenta un combate. Creo que, aunque tarde, no dejarían de hacer un buen negocio con ellas”.9 En la misma línea, y haciéndose eco de las palabras de Palleja, el 20 de diciembre de ese año el periódico El Pueblo propuso “que pasara a acompañar al ejército alguno de los artistas, para sacar las interesantes vistas que se les ofrecen. No faltará alguno de suficiente resolución especulativa, que se preste a concurrir a la mayor expansión del conocimiento
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de aquellos lugares inhabitados y los pueblos o acontecimientos que han de tener lugar hasta la Asunción. Buen negocio haría”.10 Esta avidez por el consumo de imágenes expresaba su importancia como medio de comunicación para la sociedad de época. El analfabetismo de la mayor parte de población determinaba la importancia de la comunicación visual y oral, y por ello Palleja hablaba de “oir” y no de “leer” cuando se refería al contenido de los periódicos. Teniendo en cuenta esto, así como los antecedentes de las fotografías de Paysandú, no resulta extraño el envió de un fotógrafo a Paraguay. Además, debe considerarse que la guerra de la Triple Alianza representó para los uruguayos de la época una continuidad inmediata de la guerra civil que se había desarrollado en su territorio.11 Los enfrentamientos militares que se sucedieron primero en territorio argentino, y luego paraguayo, eran seguidos en Uruguay con el mismo interés que le merecían los asuntos locales. La iniciativa de enviar un fotógrafo al Paraguay representó para Bate y Ca. la oportunidad de profundizar una línea de trabajo que ya venía desarrollando. En efecto, además de las mencionadas fotografías de Paysandú, durante el segundo semestre de 1865 este estudio había comercializado fotos y realizado otras actividades vinculadas al conflicto bélico, por ejemplo la venta de retratos de algunos militares célebres que participaban de la guerra o la exposición de óleos relativos a las batallas.12 Llegado el momento decidió redoblar la apuesta y producir sus propias imágenes de la contienda. El 5 de mayo de 1866 la empresa solicitó al gobierno uruguayo permiso para trasladarse al campo de operaciones de las fuerzas aliadas en Paraguay. Ofreció dos series de todas las fotogra-
4. Las fotografías de la destrucción de Paysandú llegaron a Francia. La revista Le Monde Illustré las reprodujo litográficamente, e intervino el contenido de las imágenes para acentuar la presencia humana.
fías que se obtuvieran para que fueran conservadas en los archivos públicos, al tiempo que pidió el traslado gratuito del fotógrafo de la firma y la garantía de que el Estado no permitiría que se realizaran copias de dichas imágenes sin su autorización expresa, por lo menos hasta seis meses después de que terminara la guerra. La fundamentación del pedido tocó varios puntos interesantes acerca de las intenciones del estudio fotográfico.13 Por un lado, hizo referencia a “las repetidas insinuaciones de los corresponsales del ejército aliado y las patrióticas indicaciones de varias personas de esta capital”, lo cual expresó la receptividad de las palabras de León de Palleja citadas más arriba y de cierta exigencia de la sociedad montevideana por contar con imágenes de las actividades del ejército.
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