f o t o g r afía
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5. Juan Lema, década de 1850 (aprox.).
como las divisas o detalles de los uniformes en el caso de los retratos militares. En esta primera época rara vez se empleaban telones pintados, optándose por lo general por simples lienzos que no merecían la atención de quien miraba la imagen fotográfica. Esta operación -compleja pero simple si se la compara con la realización de un retrato pintado- arrojaba como resultado una imagen única, de la que no podían obtenerse copias por procedimientos fotográficos, presentada en estuches o marcos, empleados a modo de protección y de acabado decorativo, con lo cual se realzaba
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s o cial e s .
1 8 4 0 - 1 9 3 0 .
aún más su condición de objeto especial o reliquia. También se hacían retratos al daguerrotipo en miniatura para ser incrustados en medallones, broches, sortijas y otros objetos de uso personal que acompañaban el desplazamiento de los individuos, posibilitando su traslado fuera del ámbito privado. En 1857 en el Museo Heliográfico podían encontrarse “cajas finas plancha terciopelo, con cristales gruesos muy puros, […] cajas fantasia, forma de libros en terciopelo, doradas, esmaltadas, tapa de carey, flores de nacar embutidas” y se hacían “retratos en medallones, alfileres, prendedores, […] [y] reproducciones imitando la miniatura”.13 La multiplicidad de soportes y tipos de retrato en formato pequeño refleja esta costumbre de llevar el retrato próximo al cuerpo, surgida a partir de las miniaturas pintadas. El hecho de que se emplearan soportes lujosos y de elevado costo –en 1854 en la Gran Galería Oriental podían encontrarse medallones de oro con diamantes para colocar retratos- no hacía más que reforzar el carácter exclusivo del objeto pasible de ser portado como una joya, sobre todo entre las mujeres. El tipo de retrato fotográfico posible en estas primeras dos décadas de actividad pre-industrial exigía profesionales con competencias y destrezas específicas, capaces de completar una operación que demandaba conocimientos químicos (preparación y uso de las placas), técnicos (cámaras de gran tamaño, carentes de automatismos y de una óptica precisa) y artísticos (coloreado, iluminado y otros retoques). Este último aspecto explica, en buena medida, que hayan sido los artistas, miniaturistas y retratistas al óleo, quienes se volcaron en primer lugar al ejercicio del retrato fotográfico. Sugestivamente, los profesionales de este nuevo oficio aun no gozaban
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El
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de una denominación específica. Por lo general, se definían a sí mismos y eran mencionados por otros como “retratistas” o “artistas”. Esta falta de especificidad probablemente estuviese ligada a su doble condición de personas ya dedicadas a otras artes (pintura, dibujo, grabado) y recién llegados al campo del daguerrotipo, pero también parece haber estado ligada a una cuestión de prestigio y legitimidad en el campo del retrato.14 Trayectorias como las de Amadeo Gras, Felix Rossetti o Alfonso Fermepin representan buenos ejemplos de artistas que, gozando de buena reputación en el arte del retrato pictórico y de la miniatura, comenzaron a dedicarse en paralelo a la realización de retratos al daguerrotipo. Como ya hemos señalado, el retrato fotográfico de la primera época era un lujo restringido a los individuos y a las familias pertenecientes a las clases altas. En Uruguay hacia la década de 1830, se había conformado un mercado en torno al arte del retrato pictórico, en el que había encontrado buena aceptación la miniatura pintada, una modalidad especialmente apreciada por la burguesía europea de principios del siglo XIX.15 Este mismo público, integrado principalmente por una burguesía en ascenso, que comprendía comerciantes, terratenientes y profesionales liberales, entre otros, conformó la clientela de los primeros retratos fotográficos. Eran quienes podían pagarlo y, sobre todo, de quienes podía nacer la iniciativa de verse representados. Andrea Cuarterolo ha estudiado la entusiasta recepción del retrato fotográfico por parte de la burguesía rioplatense que vio en él una forma de satisfacer sus expectativas de representación, con parámetros acordes a una mentalidad y a unas preferencias estéticas caracterizadas por las exigencias de
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6. Eugenio O’Neill, María García, Bernardo O’Neill y Natividad Melis de García, año 1860 (aprox.).
7b.
7a.
Desde 1856 se ofrecieron en Uruguay retratos al ambrotipo, similares en aspecto y presentación a los daguerrotipos, aunque realizados sobre vidrio y a partir del principio del colodión húmedo. 8a.
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o r í g e n e s
8b.
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