FANZINE 01 PARTICULAR

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FANZINE 01

Si hay alguien que tiene motivos suficientes para fumar cigarrillos es la población LGBTQIA+. Las tasas más altas de depresión, ansiedad y estrés posttraumático, hacen parecer que la necesidad de fumar un cigarrillo puede tener sentido. En mi experiencia personal creo que a veces un cigarrillo puede ser suficiente para que el cuerpo se enfoque en una sola cosa, detener la corriente de conciencia y sólo echar humo. Casi como meditar. Pero con el componente dañino que todos conocemos.

La frase “Fumai más que maricón celoso” es una especie de refrán humorístico chileno que caricaturiza esta problemática con la imagen de un hombre homosexual que fuma mucho para aliviar los celos que siente. Y aunque fomenta estereotipos dañinos, no está del todo equivocada.

Fumar, después de todo, es una de las formas menos dañinas (y económicas) en que la población LGBTQIA+ con problemas

pueden dañar sus cuerpos en un intento de exorcizar sus demonios internos. Un paquete de cigarrillos es menos tóxico que la metanfetamina, el alcoholismo y las conductas sexuales de alto riesgo. Y es sabido que con estas conductas, algunos miembros de la comunidad LGBTQIA+ que sufren discriminación, ataques de odio, y acoso intentan evadir/ sanar sus heridas mentales.

Pero los puchos no son tus amigos. Después de tantos años de campañas anti-tabaco es fácil descartar el riesgo de los cigarrillos. Sin embargo, una de cada cinco muertes humanas se debe al tabaquismo, y los fumadores mueren en promedio 10 años antes que los no fumadores.

Y esto todos lo saben, pero a una persona LGBTQIA+ que lucha contra el autodesprecio no le importará particularmente.

Simplemente recordarle a la comunidad LGBTQIA+ que fumar mata no hará nada para frenarlo. La raíz del problema,

el desprecio por uno mismo cultivado por años de que te digan que eres degenerado, enfermo o que deberías avergonzarte, está demasiado instalado en nuestro subconsciente para resolverlo sólo con anuncios de servicio público diciéndote que fumar es malo, por muy tentador que parezca esa solución rápida.

En cambio, la solución a la crisis del tabaquismo LGBTQIA+ es, esencialmente, no hacer nada, nada más de lo que ya estamos haciendo para promover los derechos de la comunidad en todo el mundo. Cada vez que un país da el visto bueno al matrimonio homosexual, cada vez que una ONG logra que se discuta una ley que beneficie a la comunidad LGBTQIA+, cada vez que se exige justicia por los crímenes de odio, una nueva

generación de jóvenes se vuelve un poco menos propensa al auto desprecio y a la autodestrucción.

A medida que las personas LGBTQIA+ se apropian de más espacios de la vida corriente, los adolescentes LGBTQIA+ también se sentirán menos tentados a exorcizar su agonía con comportamientos riesgosos como fumar.

Pero hasta entonces, no puedo juzgar a los adolescentes LGBTQIA+ por fumar como maricones celosos, en medio de una desolación tan abrumadora, brindan un momento breve (y dañino) de alivio.

¿Cómo podría decirte? ¿Cómo podría convencerte, hermano, hermane, hermana, de que tu vida está en peligro?. Que cada día que te despiertas con vida, relativamente feliz, y como un ser humano funcional, estás cometiendo un acto revolucionario.

Tu, como disidencia, con vida y funcionando, eres un acto revolucionario.

No hay nada en este planeta que te valide, que te proteja o que incentive tu existencia. Es un milagro que estés aquí leyendo estas palabras. Deberías, en cualquier caso, ya estar muertx. Que no te engañen, los heteros dominan el mundo, y la única razón por la que te has salvado hasta ahora es porque eres inteligente, tienes suerte o sabes pelear.

Los heteros tienen el privilegio que les permite hacer lo que les dé la gana, sobretodo culiar sin miedo. Pero no sólo viven una vida libre de miedo, además me restriegan su libertad en mi cara. Sus imágenes están en mi televisión, en las revistas que compro, en el restaurant donde quiero almorzar, y en la calle donde vivo.

Quiero que suspendan por un momento el matrimonio hetero,

las guaguas, las demostraciones de afecto en público entre parejas de sexo opuesto, y las imágenes en los medios que promueven la heterosexualidad. Por lo menos hasta que yo pueda disfrutar la misma libertad de movimiento y de sexualidad. Mientras tanto, el privilegio hetero les debe ser arrebatado y entregado a mi y mis hermanos, hermanes y hermanas disidentes.

Los heteros no harán esto de forma voluntaria, así que deben ser forzados a hacerlo. Los heteros deben ser aterrorizados para hacerlo. El miedo es la motivación más poderosa. Nadie nos dará lo que merecemos. Los derechos no son entregados, son exigidos, por la fuerza si es necesario.

Es fácil pelear cuando sabes quién es tu enemigo. Los heteros son tus enemigos. Son tus enemigos cuando no reconocen como te invisibilizan, y continúan viviendo dentro y contribuyendo a una cultura que quiere matarte.

*Traducción libre de: QUEERS READ THIS, un panfleto distribuído en la marcha del orgullo gay en NY, publicado anónimamente en Junio de 1991 foto: esteban vargas roa

Se dice que las lesbianas lo pasan mal, que sus vidas son muy difíciles, y que las molestan mucho en la calle. Una especie de advertencia previa a la salida del clóset, un “piénsalo bien” que impone a la expresión de la identidad disidente una letra chica de dolor. Una especie de peaje que cobra la heteronorma por salirse de sus márgenes.

A veces quisiéramos que la existencia lgbtiqa+ no fuera tema, porque ya vivir en un país profundamente desigual nos plantea un existencialismo con el que hay que desayunar todos los días, como para sumarle a eso el miedo a la violencia de género en los espacios públicos y privados. Por eso algunas nos volvemos militantes para visibilizar no solo el amor lgbtiqa+, los besos y las caricias de quienes no adscriben al binarismo hombre-mujer, sino a las víctimas de la violencia, la construcción de una memoria que nos haga sentir menos solas.

La militancia no nos quita la alegría, así como tampoco se trata de estar permanentemente enojades y gritando en la calle.

La rabia por la violencia transita a la alegría de encontrarnos, de dibujar en el acuerpamiento colectivo un espacio seguro que existe donde sea que existamos en comunidad. Solo en este encuentro podemos aplacar la soledad de sentirnos minoría.

La salida del closet es el abrazo a la cultura disidente, a los espacios de diversidad, y a la visibilidad no culposa de representar aquello que permanentemente increpa la intolerancia y al miedo a “lo desconocido”. Sorpresa, las disidencias vamos al supermercado, tomamos el Metro, trabajamos, no estamos en otra dimensión. Y eso es un alivio para nosotres mismes, pues no hay nada más triste que sentir que eres la única lesbiana del lugar. Y entre más grande sea esa verdad, mientras más nos mostremos en público para defendernos, más pequeño se hará el clóset del que no todes se atreven a salir.

Texto de Romina Reyes. Romina es escritora, periodista y activista. foto: esteban vargas roa

belleza debiera ser una celebración donde, en mi vida, yo decido qué se celebra y no al revés

voy hacia atrás a una infancia que evito visitar pero igual visito a recordar que las palabras se vuelven mantras y esos mantras se vuelven verdades familiares

y vuelvo al presente a agradecer por encontrarme con personas que me enseñaron que familiaridad no es siempre verdad y que la belleza sigue siendo mi fiesta

Texto de Daniel Reyes. Daniel es artista y trabaja en el Club Particular. foto: pablo pastén mora

Mi primer concepto (entre varios) de ser gay tiene que ver con lo oculto. Un secreto. Eso ocurre con varios colitas de los 80 - 90. Esta idea se contrasta con esa costumbre de querer ir poniéndole nombre a las cosas, mostrarlas, ya que, no necesariamente puede ser verdad lo que me rodea, pero es real para nosotros. No se lo que me ocurre pero lo veo. Con un nombre o definición (o si estiramos el chicle una historia, un relato) “eso” agarra cuerpo, se nos queda en la cabeza. Nuestra vida se arma pensando como estando encima de ella. Por eso cuando pienso en literatura gay, pienso en libros que formen, articulen, ese secreto, aquello que no se dice. O también ese contenido, pero que siempre no termina de aparecer. Un algo enorme que está dentro de, protegido, escondido, al medido, pero que se asoma. Mi otra

idea de ser gay es como una catástrofe natural, ser tanto una ola gigante como un pantano en ebullición. Un “a punto de”. Un caldo de custiones. Mi literatura gay es lo liminal, el ansia. También lo oscuro, lo culposo. Hay otras literaturas gay, queer, lésbica. ¿Y en que chocamos o unimos siendo tan diversos, distintos? La política. Lo político. El levantarse de la cama (¿dónde está esa cama?) mirar de frente y fantasear lo mejor, aunque la realidad sea como el pico.

Recomendaciones por Gerardo Jara. Gerardo es gestor cultural y librero.

Un beso de dick, Fernando Molano Vargas

Dos amigos toman coca cola, van a fiestas, juegan a la pelota, y comienzan a enamorarse de a poco. Suena bien, pero también hay que pensar que viven en los 80, en Colombia, y son algo pobres. No es nada más complejo que dos cabros gustosos del otro, pero es así también todo lo que conlleva que dos cabros se enamoren. Una de las más bellas novelas de romance cola que he leído.

Mundo cruel, Luis Negrón

Personas con vih, travestis viviendo al filo de la navaja, latinoamérica caótica. Fuera de lo exagerado que suena, no hay nada en verdad que ocurra demasiado lejos de nosotros. ¿Cuál es la gracia entonces? La ternura y candor con la que retrata a sus personajes. No son sólo homosexuales, son personas que desean. El cuento donde se narran los cuidados que le da un personaje a su pareja con sida: para hacer llorar al corazón.

Frente a un hombre armado, Mauricio Wacquez (sin terminar)

Desconocido y casi imposible de encontrar en librerías, Mauricio Wacquez fue uno de los escritores y pensadores más importantes del Chile de la segunda mitad del siglo xx. Íntimo de José Donoso, Wacquez desarrollaría una escritura que podríamos definir como neobarroca. Una escritura barroca. Harta letra para confundir y disimular.

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El primer uso registrado de Faggot como término peyorativo para hombres homosexuales fue en A Vocabulary of Criminal Slang de 1914, mientras que la forma abreviada Fag apareció por primera vez en 1923 en The Hobo de Nels Anderson. Su origen inmediato no está claro, pero se basa en “Paquete de palos”, derivada en última instancia, a través del francés antiguo, el italiano y el latín vulgar, del latín fascis.

La palabra Faggot se ha utilizado en inglés desde finales del siglo XVI como un término abusivo contra las mujeres, en particular para las de tercera edad, y la referencia a la homosexualidad puede derivar de esto, ya que los términos femeninos a menudo se usan con referencia a hombres homosexuales o afeminados. La aplicación del término a las ancianas es posiblemente una abreviación del “faggot-gatherer” (recolectora de palos)

en el siglo XIX a las personas, especialmente a las viudas mayores pobres, que se ganaban la vida recolectando y vendiendo leña. Imagen graficada en la pintura como “woman carrying faggots” de Jean-François Millet

Las escobas de ese tiempo se construían amarrando un grupo de ramas más delgadas a un palo más grande, usando “Faggots”, como se le llamaba a un grupo de palos en ese tiempo. Y al mismo tiempo se le llamaba “Faggots” a dichos palos que se usaban para encender una fogata.

Los cigarrillos son llamados “Fags” en Inglaterra y australia porque también se usaba el término “Faggots” para referirse a las ramas utilizadas para encender una fogata.

Eventualmente, la palabra para nombrar la herramienta se aplicó a la persona que usaba la herramienta, a través de un fenómeno lingüístico bastante común. Finalmente, Faggot se redujo a Fag. Como queriendo decir “Palos”, “Escobas”, “madera para fogata”, “Persona que recolecta madera” y “persona que usa escobas” todo usando el mismo término.

Los dos usos de “Faggot” son esencialmente homónimos: diferentes palabras con los mismos sonidos. Por supuesto, llamar Fag a un cigarrillo no es un insulto homofóbico. No se refiere a la orientación sexual en absoluto, solo a la punta de un palo ardiente.

Sin embargo la misma palabra, era utilizada de forma peyorativa para referirse a las mujeres mayores que se dedicaban a recolectar palos, y es en ese caso donde evolucionó a convertirse en un insulto contra las mujeres y luego contra los gays.

Algunos miembros de la comunidad LGBTQIA+ deciden apropiarse de los insultos y utilizarlos para describirse a sí mismos de manera positiva. Esto puede ayudar a despojar a las palabras de su poder ofensivo y permitir que las personas se sientan más empoderadas al afirmar su identidad sin vergüenza ni temor. Esto puede desarmar el impacto negativo de los insultos y socavar la intención ofensiva de quienes los utilizan.

La apropiación de insultos también puede fortalecer la solidaridad dentro de la comunidad LGBTQIA+. Al utilizar términos ofensivos como unión, las personas pueden establecer un sentido de pertenencia y camaradería entre ellas, reforzando así su resistencia frente a la discriminación.

Así que ahora ya sabes, Faggot.

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