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Los imprescindibles
José Idoeta:
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Buceador y nadador desde su infancia en las rías gallegas, Jose Idoeta es un gran amante del mar y defensor de la naturaleza. Fue vocal de buceo y natación en los años 90 del Club Náutico de Altea y desde entonces siempre ha estado vinculado al Club.
¿Cómo comenzó en el mundo del buceo? Nací a orillas de la ría de El Ferrol. Desde pequeños era nuestro universo, sus mareas y los bosques que la rodeaban. Ya con 7 años buscábamos el respeto de los demás intentando conseguir el reto de la moneda. Lanzábamos una moneda y debíamos encontrarla en el fondo, sin gafas ni aletas, ni siquiera sabíamos que existían. Supe de su existencia de más mayor, cuando íbamos a pescar en la ría sollas, sin traje de neopreno, claro, pero ya con gafas y aletas. Muy pronto empezamos a ir a otros lugares de la costa, a zonas más comprometidas y de aguas muy frías. Seguíamos sin neopreno tiritando.
¿Y en el de la natación de larga distancia? De niño los nadadores que hacían travesía, no eran muy numerosos pero sí muy admirados. Nuestro ídolo era un hombre llamado Dado, un electricista que nadaba con el estilo más elegante y fluido que yo haya visto nunca. Nos deslumbraba haciendo largos recorridos por la Ría en solitario. Su único equipamiento era un bañador de fabricación casera, tan inapropiado y amplio como una falda. Entonces el nadador español más conocido era Miguel Torres. Nadaba 1.500 m libres. Fue mi admiración por Dado y Miguel lo que me llevó a nadar con un simple método: nadar cuanto más lejos y más tiempo mejor. Como Dado, jamás nadaba en piscina. No había piscinas en Jubia, estaban en los Clubs privados de Ferrol y La Coruña. Y comencé a participar en travesías. La más importante de la comarca era la “Abelardo López”, que cruzaba la Ría de Ferrol a Mugardos, unos 2 Km. La nadé con 15 años y llegué en el 8ºpuesto, entre unos 200 nadadores.
Alguna anécdota de buceo… Recuerdo un viaje a Gran Canaria, buceando con escafandra autónoma en un lugar llamado “El Cabrón” nos tropezamos con tiburones. Un compañero de inmersión estaba haciendo feeding con los sargos, un pez muy común también en el Mediterráneo, les daba comida para que se acercase y poderles ver mejor. Entonces dos tiburones de metro y medio arremetieron a zampárselos. Un gran susto, pero a la vez, un placer ver aquello, la naturaleza abriéndose paso.
En el año 98 inició su andadura como vocal de buceo y natación del CN Altea. ¿Qué destacaría de estos cuatro años en la Junta del Club? Pues, sobre todo, el entusiasmo con que afrontamos la lucha por el futuro del Club dirigidos por Román. Empezamos, junto con Escorpora, las limpiezas de fondos anuales en la bahía y organizamos las primeras “largas distancias” de natación de ida y vuelta a L’Albir, sin, hay que reconocerlo, un gran éxito de participación, pero con gran disfrute de los que las nadamos.
En los años 90 los aficionados al buceo tendrían un perfil diferente a la gente que ahora practica estas disciplinas… La técnica y las técnicas han mejorado y se da por hecho que los buceadores de ambas disciplinas están más preparados y protegidos. Sin embargo, dos frentes perduran. Uno lo constituyen algunos teóricos ecologistas que bucean con botellas que consideran a los del otro frente, todos los pesca-sub, unos depredadores que acaban con la vida marina. Y el otro, algunos pesca-sub que consideran un atentado ecológico el Feeding, la técnica de alimentar a la fauna marina con el fin de observarlos de muy cerca. Yo no milito en ninguno de los dos frentes.
¿Botella o apnea? Yo practiqué ambas, pero me gusta más la apnea porque lo considero más deportivo, menos equipado, en suma más natural. Pero entiendo y apoyo al buceador de botellas, porque el fondo del mar es uno de los mayores espectáculos del mundo.
¿Qué siente al presenciar este espectáculo? Estar en un medio que no es el tuyo viendo un universo de vida sorprendente, diverso y a veces peligroso, al que hay que tener mucho respeto, es muy estimulante y atractivo.
¿Qué le aporta el buceo? Quizás tenga ya que utilizar el pretérito para contestar a esta pregunta pues después del inmisericorde paso del tiempo y del Covid, he perdido forma. Sin embargo, el ponerme unas gafas y tirarme al agua a ver lo que se cruza sigue siendo un placer y lo hago siempre que puedo. Sigo sorprendiéndome y maravillándome, por ejemplo, al ver las transformaciones que un pulpo, ese impresionante animal, puede realizar en segundos delante de tus ojos.