el collar del tigre

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tico carnaval: enseguida se transformaba en jardín, donde venían a visitarme toda clase de animales sobrenaturales, como mariposas jirafa, lombrices perro, elefantes con cara de monjes tibetanos, puercos con patas de perro, colibríes con caras de mosca, hombres pulga con manos de princesa… Hacía crecer fuentes, árboles, arco iris, hablaba con las estrellas, aparecían carruseles con hormigas gigantes tocando instrumentos musicales, jugaba con las nubes, transformándolas en toda clase de objetos. Recuerdo claramente cómo, una tarde en que me estaba durmiendo y vi pasar una ratita, la imaginé montada por un caballero de armadura roja, haciendo danzar en el aire mi varita de director de orquesta. Todo aquel proceso de investigación creativa duró meses, hasta que un día Valerie apareció antes de la hora prevista. Unos ladrones habían quebrado la puerta de entrada y subió sin llamar. Cuando me encontró amarrado, me desató furiosa, se lanzó a gritos contra las gemelas y me sacó de allí para no regresar jamás. Lo que ella no podía imaginar es que yo ya estaba completamente desatado y pasándolo de maravilla: la imaginación se había convertido en mi mejor juguete. El escritor italiano Carlo Alberto Pisani Dossi decía: «¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos». Yo, en aquella época, aprendí a apreciar lo que otros podrían llamar soledad, que para mí ya nunca más lo fue. Nunca le conté a Valerie las orgías de las gemelas. No quise delatarlas porque sentí que era su excéntrica manera de sobrevivir a la locura del mundo. Además, es posible que les estuviera agradecido por haberme dado la posibilidad, a través de una situación extrema, de activar lo que seguramente estaba latente en mis genes. Aquella facultad era otro tesoro de mi árbol genealógico: cuando, algún tiempo después, le conté a Alejandro este primer sueño lúcido, saltó de alegría ante mi recién descubierta capacidad onírica. Años más tarde, reflexionando sobre esta historia, me pregunté: ¿cómo un sueño tan elaborado pudo surgir de la mente de un niño tan pequeño? El novelista inglés C. S. Lewis decía, hablando de dios, que el dolor era su megáfono para despertar a un mundo adormecido. Amarrado como un criminal, ese dolor fue mi megáfono, un regalo maravillosamente despierto. Manuel era un joven delgado y algo demacrado para su edad. Acudió a verme junto a su padre, con el que guardaba un gran parecido, y me pidió consejo porque no conseguía dirigir sus pasos hacia ningún lugar profesional ni emocional. Había tenido una buena relación con sus progenitores, pero su abuelo paterno fue constantemente amarrado a una silla durante su infancia para que se estuviera quieto. El bisabuelo paterp.216


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