Juan enseñará al lector cómo estimular y educar su mirada personal, intentando huir de la corriente natural que todo fotógrafo tiene de intentar emular a sus referentes fotográficos, aunque se vea lastrado por las influencias de su bagaje cultural. Mediante una serie de recursos, que de forma magistral son analizados y recopilados a lo largo de este capítulo, lograremos realizar imágenes más impactantes, llegando a la meta de convertir nuestra fotografía a partir una idea preestablecida que saldremos a buscar: proximidad, semejanzas y anomalías, simplicidad, contrastes, simetrías y, sobre todo, la experiencia, entre algunas otras. Si la estimulación sensorial y su percepción por el fotógrafo son esenciales a la hora de afrontar la toma de una fotografía, el modo en que la comuniquemos al destinatario final se aborda también en esta sección, dedicada al lenguaje visual. Por medio de los distintos niveles de expresividad -realista, abstracto y simbólico-, nos enseña también cómo buscar y mejorar nuestra capacidad expresiva, relacionándola con los movimientos y estilos pictóricos para tratar de transmitir nuestras emociones, sensaciones e ideas. En una de las partes del libro que personalmente más me ha gustado, Juan Tapia nos muestra una invitación para conocer nuestra identidad fotográfica personal, como un proceso inconsciente que se va a construir a lo largo de los años y que al final termina por marcar el proceso creativo en cada etapa.
“Es imposible hacer una buena fotografía de algo que no nos haga sentir algo especial”. Juan Tapia
78
Clave Visual