Arte, mente y cerebro howard gardner

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ARTE, MENTE Y CEREBRO

efectuar comentarios, de un modo esmerado y "metalingüístico", acerca del rol del narrador o de los personajes del relato. En verdad, parece justificado afirmar que el niño de cinco años ha adquirido ya un "proyecto inicial" de conocimiento del dominio literario. Comprende la importancia de los problemas planteados en los cuentos y por lo general los resuelve, al menos los más sencillos, explotando los recursos del propio relato. Tampoco está constreñido a repetir el mismo argumento, o par de argumentos, de siempre. Ahora tiene suficientes conocimientos del mundo real, bastante familiaridad con distintos géneros y adecuado control de los recursos lingüísticos de la narración como para poder producir una diversidad de interesantes relatos literarios. Posiblemente sea ésta la edad en que con más propiedad se puede hablar de un "florecimiento" de la imaginación literaria. El niño puede ahora elaborar cuentos largos y complejos, con una cantidad de personajes que llevan a cabo diferentes secuencias de conducta, a veces coherentes y otras veces incoherentes entre sí, pero siempre plenas de vigor y vitalidad. He denominado a esta fase el período picaresco, la época en que los personajes creados por el niño, al igual que los protagonistas de las novelas dieciochescas, se embarcan en una interminable serie de aventuras, y en que la diversión radica en seguir cada una de estas aventuras, más que en buscar alguna moraleja o conclusión en el relato. Considérense, por ejemplo, los matices reminiscentes a la novela Tom Jones que contiene el siguiente extracto de un trabajo mucho más largo, realizado por un chico de cinco años: Había una vez un Zorrino y no tenía casa. Y se hizo una casa y fue a visitar a alguien y alguien le rompió la casa. Y fue y llamó a la policía y ¿sabes qué hizo la policía? La policía mató al oso porque el oso se comió la casa porque estaba hecha de miel. Y de pronto el oso —había otro oso— y él hizo una casa para el zorrino. Después salió a pasear y vino un caballo y puso una bolsa con comida frente a la puerta, Y después el zorrino volvió y se comió toda la comida. Se fue a dormir y después fue y cortó leña para el fuego. Y tomó una manguera y llenó un balde de agua. Y puso un soporte en la chimenea y después salió a pasear. Entonces se llevó una cuerda larga y una vez tiró de la cuerda y de pronto toda el agua se salió del balde con el soporte y apagó el fuego. Entonces se encontró con un amigo y se fueron a pasear y cenaron en un restaurante chiquito... (Pitcher y Prelinger, pág. 126).

No se debe llegar a la conclusión, sin embargo, de que el niño no es capaz de elaborar un relato más redondo. Muchos chicos de esta edad pueden crear cuentos que evidencian un auténtico sentido de la composición, en vez de limitarse a encadenar fragmentos dispersos. Veamos la historia que contó Lila, una niña de cuatro años.


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