Toros 2012

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Jesús Cabezón jesuscabezón.blogspot.com

– Siempre me has dicho que una de las tardes grandes que tú has visto en los ruedos fue la de Antoñete frente al toro blanco de Osborne. – Recuerdo que por alguna cuestión profesional no me pudiste acompañar aquella tarde. A principios de 1965 se había separado de Pilar, la hija del banquero López Quesada, con la que se había casado en 1956 y con quien tuvo seis hijos. Un día recogió los trastos de torear y se fue sin un duro. Dejó lo que tenía, que no era poco, a los hijos. – Fue entonces cuando dijo aquello de: “Estaba sin tabaco, tieso como la mojama, pegando algún toque a los amigos, aguantando como podía”. – Es una frase muy suya, me dijo mi tío Marcelino. Chenel estaba decidido a hacerse banderillero, cuando su cuñado Parejo le consiguió una oportunidad en Las Ventas en 1965. Triunfó aquel día y ello no solo le abrió la puerta de Las Ventas, sino que le permitió colocarse en los carteles de San Isidro un año después y el 15 de mayo de 1966 triunfó con “Atrevido”, aquel toro blanco de Osborne. Los entendidos suelen hablar del toro ensabanado, pero yo prefiero hablar del toro blanco de Osborne. Quien aquel día viera torear a Chenel no puede olvidar su inicio de faena con ayudados por bajo marca de la casa, las series de naturales, los derechazos, el molinete, los adornos. Fue una faena completa, cargada de temple, sentimiento y elegancia. Por culpa de la espada solo pudo cortar una oreja aquella tarde para el recuerdo. Era cierto lo que me decía mi tío. Un viaje profesional me impidió ver a Antoñete aquella tarde en Madrid. – Chenel, muy madrileño, fue torero toda su vida, siguió comentando mi tío. En activo se mantuvo durante más de cincuenta años entre despedidas por falta de contratos, seguidas de reapariciones importantes acuciado por las ganas de torear y por necesidades económicas. Un torero de éxitos inmensos y de algún petardazo; de lesiones y cogidas tremendas; un torero muy querido por los aficionados exigentes y reconocido por todos. El torero del mechón blanco que hablaba poco, pero decía muchas cosas con aquella voz dura quemada por el tabaco. Ante los toros tenía la sabiduría de saberse colocar, de cargar la suerte, de dominar las distancias y los terrenos para superar de esa forma alguna carencia de sus facultades físicas. Un torero clásico, de talento, creador, que sabía lidiar, que no es otra cosa que dar al toro el toreo que necesita. – La espada le privó de cortar muchos apéndices, pero sus faenas fueron quedando para la historia y el recuerdo. Habíamos terminado de comer y salimos a dar un paseo hasta sentarnos en una terraza al abrigo del viento. Nos sentamos y pedimos unos cafés. Mi tío encendió su cigarro. – Esto de no poder fumar en los bares y en los restaurantes es un coñazo, sobrino, cada día lo llevo peor. Antes de regresar a su casa, me dijo mi tío Marcelino que esa noche volvería leer algunas páginas de “Antoñete. El Maestro”, la biografía de Chenel que había escrito Manuel Molés en 1996 y que yo le había regalado cuando salió a la venta.


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