Sayerne 01

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TITULO LA ESPOSA DEL CAMPEON Titulo original My lady’s champion Autora Claire |Delacroix (también conocida como Claire Cross) Editado en ingles en Harlequín Histórica numero 326 (1996) Serie Sayerne numero 1 Traducción contanzaenglish@yahoo.com Genero Histórica Medieval PROTAGONISTAS Quinn Sayerne y Melissande d'Annossy

Quinn de Sayerne ha soñado por un largo tiempo con el día en que volvería a su hogar. Desencontrado con su padre, Quinn vuelve para demandar Sayerne, la propiedad abandonada después de la muerte de su padre. Ésta es su herencia y él la ha estado esperado. Sayerne es suya por fin ... o por lo menos así lo piensa él. Cuando Lord de Tulley lo convoca, Quinn espera que le concedan la propiedad de su querido hogar. Pero Tulley tiene otros planes en mente . Quisiera que Quinn se case con una mujer que Tulley ha elegido para él. Con Sayerne en juego, Quinn sabe que hay solamente una cosa que puede hacer. Si hubiera nacido hombre, Melissande d'Annossy tendría control sobre su hogar. Pero Lord Tulley ha decidido que una mujer sola es vulnerable. En verdad, Annossy ha sido objeto de numerosos ataques por parte de mercenarios. El viejo vecino de Melissande, Jerome de Sayerne, era un hombre malvado que intentó fusionar las


dos propiedades. Cuando Lord de Tulley le informa a Melissande que espera que ella se case con el hijo de Jerome, ella queda atónita. ¿Casarse con el hijo de ese hombre horrible? Ella no puede, especialmente porque está prometida en casamiento con otro hombre. Pero Tulley no le da ninguna opción. Si no se casa con Quinn, ella perderá su hogar ancestral. Renuente, Melissande acepta el acuerdo. La unión de Quinn y de Melissande será un matrimonio en nombre solamente y Melissande se prepone que permanece de tal modo . La insistencia de Lord Tulley para que se consume la unión la lleva aceptar la presencia de Quinn en su cama la noche de bodas. Pero ella se prepone volver a Annossy y permanecer tan lejos de Quinn como sea posible. Pero el exigente Lord de Lieja le ha dado Quinn otro ultimatum: debe producir a heredero en un año o perderá Sayerne. De alguna manera, Quinn debe convencer a Melissande de que él no es como su padre. Durante ese proceso, la hermosa Melissande lo encantará y se dará cuenta que Sayerne no es la única cosa que él ama. CRTICAS “Literary Times” dijo Las fans del romance medieval quedaran encantadas este libro de Claire Delacroix. Su atención a los detalles de la vida en esta época de la historia te invita a que no te quieras separar de este libro. Ms Delacroix es experta en crear personajes y diálogo memorables. ¡Claire Delacroix lo hecho otra vez! ¡Sus caracteres apasionados se quedarán para siempre en tu corazón! ¡Un historia medieval magnífica! ¡Romance en su mejor expresión! Pocos autores pueden tejer una historia tan cautivadora como el Claire Delacroix. ¡Un retrato vibrante de una época mágica! ¡Escrito maravillosamente! Sensuales escenas del amor y una argumento interesante que te hará quedarte leyendo hasta altas horas de la noche. “La esposa de un


campeón” es un claro ganador y un libro para conservar

La Esposa del Campeón Claire Delacroix Serie Sayerne – vol. 1

Capítulo I Febrero de 1102. Quinn de Sayerne finalmente llegaba a su hogar. Suspiró con satisfacción, mientras su mirada vagaba por la silueta ondulante de las altas montañas. El paisaje permanecía grabado en su espíritu, pero el hecho de poder volver a ver aquellas montañas delante de si era una dádiva. Hogar. Dulce Hogar. Quinn esperó veinte años para retornar. Ahora que el momento del regreso por fin se presentaba, su corazón latía enloquecidamente, con la expectativa de pisar el suelo de Sayerne. Aquel era un momento de indescriptible alegría. No permitiría que nada en el mundo lo estropease . Avanzó abriéndose camino entre sus con pañeros, allí, dónde recordaba estaba la entrada. Tras mucho mirar por fin la divisó. Quinn sólo tenía ojos para su hogar.


_ Allá está! _ gritó a sus compañeros. Cuando ninguno de ellos respondió, Quinn les echó una ojeada por encima de su hombro para encontrarse con semblantes menos jubilosos que el suyo. Bayard parecía mas dubitativo que de costumbre, pero ni su aire de incertidumbre diminuyó el entusiasmo de Quinn. El estaba en casa. Siempre temió que su padre, de algún modo, acabase negándole su legado, pero la diosa Fortuna le sonreía a Quinn. Después de todos aquellos años, su bien amada Sayerne, finalmente le pertenecía. Incitó a su caballo a avanzar, rehusándose a observar que el río fuera de los muros del castillo se había congelado. Las tierras circundantes estaban cubierta por una pesada capa de hielo. Quinn ignoró lo señal de evidente negligencia, diciéndose a si mismo que la tierra debía estar siendo bien administrada y que todo el trigo ya habría sido convertido en harina. Era una mentira, y sabía eso. Sin embargo, no podía abandonar los felices recuerdos que guardaba de aquel lugar. Hasta entonces, Sayerne fue un sueño que le reavivaba el espíritu, un piedra mágica que tal vez nunca volvería a ver. Y tras mucho alimentar ese sueño ahora podía posar sus ojos en sus encantos. Era de esperar que hubiese una atmósfera de displicencia en una tierra sin un amo activo. Quinn estaba preparado para eso. Aunque el abandono que se le presentaba superaba todas sus expectativas, y un examen mas minucioso se le tornaba aún mas difícil escapar a la verdad. Apretando los dientes, siguió avanzando.


Un viento melancólico asolaba a través de la aldea. Ningún rostro surgió en las puertas ennegrecidas. LA inquietud de Quinn aumentó cuando parte de un tejado se derrumbó sin aviso, marcando un mal augurio y la desolación del lugar. Excepto por el soplo de un viento que cortaba el aire , la aldea permanecía quieta y silenciosa. El frío era muy intenso para que hubiese gente en las calles, Quinn ponderó, bajando su rostro para evitar que la nieve le fustigase el rostro. Aunque allí era mas evidente la mentira, pero él tampoco la quería admitir. Obstinadamente, no se dio vuelta para consultar la expresión de Bayard. Se Forzó a proseguir, determinado a mantener la euforia de su regreso hasta el instante en que entrase el castillo. Sólo entonces podría verificar la extensión de los daños. Su determinación comenzó a vacilar cuando con torneó la última curva de la entrada. Empujó las riendas de su caballo y sintió, a su lado que Bayard y otros cuatro escuderos hacían lo mismo. Los portones de Sayerne se hallaban abiertos. No había centinelas a la vista. Allí estaba otra evidencia del abandono que Quinn no podía negar. Confuso, empezó a mirar los portones que oscilaban con el viento, sus pesados goznes chirriaban siniestramente. Dónde estarían todos? Habrían partido? Pero por qué? _ Parece que algunos te han precedido, amigo! _ comentó Bayard. Los escuderos rieron, y sus carcajadas fueron


silenciadas cuando percibieron que Quinn no compartía el chiste . El percibía algo más en aquel escenario desolación. Tenía derecho de posesión sobre Sayerne, pero su intransigente padre se aseguró que él no encontraría nada allí para justificar su apartamiento de la vida guerrera. Una vez mas había sido traicionado. Y había sido un tonto por no haberlo previsto. Al parecer, Quinn era víctima de la sed de venganza de su padre. Apretó los labios con aire decidido. Su padre también lo había subestimado. Reclamaría su herencia, sin importarle en que estado la encontrase. En el centro del patio estaba el lugar que Quinn tanto amara en su infancia. La muralla externa del castillo comenzaba allí y, sobre el lomo de un caballo, se podía avistar las tierras mas allá de los muros. Avanzó hasta el muro y se detuvo con el corazón casi saltándose de su pecho. Su mirada recorrió las curvas y salientes familiares del paisaje. Mas allá de los limites de las murallas de Sayerne, el terreno formaba un manto ondulante hasta los picos de las montañas, que se erguían sobre el invernal cielo azul. El escenario estaba cubierto de nieve, cuya blancura reflejaba el brillo del sol haciéndole arder los ojos. Las paredes del castillo lanzaban sombras duras sobre el suelo seco, y el viento silbaba en el espacio confinado. Una lágrima brilló en los ojos de Quinn, ante la visión de Sayerne. La negligencia de su padre jamás podría destruir sus recuerdos de la belleza inherente a aquella tierra.


Contrario a sus expectativas y a pesar de todo, él estaba en casa. _ Buen día! _ gritó en dirección a los establos con fingida desenvoltura. Sabía de antemano que nadie le respondería. El eco de su grito le confirmó sus sospechas. Miró a la torre silenciosa del castillo y finalmente se confrontó con la verdad: los únicos ocupantes de Sayerne eran la nieve y el viento. La nieve se acumulaba en densas capas en el patio y recubría el camino hasta los establos. Ya hacía algún tiempo que nadie pasaba por allí. Todavía eso no le quitaría el coraje a Quinn. Se acomodó en la silla de montar. Reconstruiría lo que había sido destruido. Reclamaría para sí lo que le correspondía por derecho. Probaría que no era como su padre. _ Este lugar está abandonado _ dijo Bayard. Quinn acordó, recordándose de la presencia de su compañero. _ Si. Pero no por eso es menos mío _ declaró y su voz reverberó en el patio desierto. _ Soy el Lord de Sayerne haré valer mis derechos ancestrales! Con esa declaración, desmontó abruptamente. Sus botas se enterraron en la nieve. Bayard soltó una carcajada. Quinn sintió los dedos gélidos de la nieve rodearle las piernas, mientras los cuatro escuderos lo miraban con espanto. Hubiera sido mas fácil para él reírse también, aunque, quería mantener una fisonomía sería. Frunció ceño a sus compañeros. _ Ríanse mientras puedan, mis amigos pues esta nieve les


congelará los pies. _ Eso, lo puedo percibir sin necesidad de apearme. _ No obstante, tal vez deberías verificar por vos mismo el frío que la nieve provoca en la túnica de un guerrero... Para rematar sus palabras, Quinn tomó un puñado de nieve en sus manos, antes de que Bayard pudiese adivinar sus intenciones. Con el peso de su cuerpo, Quinn hizo que el otro caballero se desequilibrase, y ambos rodaron hacia un lado. Los escuderos se reían ya habituados a los chistes de los dos. _ La nieve congela a túnica de cualquier mortal! _ ex clamó Bayard. _ Imagina lo que le puede hacer a los pantalones de un guerrero! Quinn gritó cuando o amigo puso un puñado de nieve dentro de sus pantalones. En represalia, le acertó una bola helada en el pecho. Riéndose los dos se persiguieron uno al otro con bolas de nieve . Por fin Quinn logró inmovilizar a su amigo, éste yaciendo de espaldas al suelo lado . Los cabellos de Bayard estaban desparramados en la nieve, pero Quinn quería hundir su cabeza en el tapete blanco. Bayard se debatió con todas sus fuerzas, cuando finalmente rugió tan alto que los caballos recularon asustados. Los escuderos observaban alarma dos con mirada fulminante . Al notar el estado de su amigo, Quinn comenzó a reírse de nuevo. _ Tu cabello, Bayard... Oh mira tu cabello! Pareces el fantasma i que ahuyentó a toda la gente de aquí! Bayard sonrió e hizo un gesto en dirección a los escuderos.


_ Quinn nos aseguró que encontraríamos un lugar calmo. Pero yo al menos esperaba encontrar alguna señal de vida aquí! _ Se volvió hacia Quinn. _ Está realmente seguro de que nadie envió una de tus olorosas botas para alertar a las pobres almas que habitaban la aldea? _ No, que yo sepa. A menos que vos hayas sido el autor de tal hazaña. _ Yo? _ Bayard meneó al cabeza pretendiendo ser inocente. _ Desafortunadamente, esa idea no se me ocurrió. Quisiera haber mandado una alerta por intermedio de aquel mensajero de tu amo. Si mi animo no me hubiese desertado... _ Pues bien. Mientras tu animo te desertaba, mis siervos desertaban de aquí. _ Quinn levantó los hombros y sonrió irónicamente. _ Tal vez ambos deberíamos quemar nuestras botas. Los dos soltaron una carcajada, palmeándose con complicidad. Mientras Bayar se sacudió la nieve de su ropa, Quinn miró a su alrededor para ver si en verdad nadie surgiría para saludarlos. _ Si los aldeanos estaban tan desalentados con la llegada de su nuevo Lord es mejor que se hayan ido _ dijo. Gesticuló a los escuderos y les indicó una serie de construcciones que se alineaban mas adelante. _ Ábranse camino hasta los establos y guarden las monturas. Los caballos precisan descanso Después de un día entero de cabalgata. _ Si, amo! _ se apresuró a responder Michel, un muchacho de apenas ocho años. Contento de poder servirlo mi Lord y


avanzó con el caballo que montaba. Y desapareció en la densa la nieve. _ No! _ gritó Quinn, y Bayard se echó a reír. Quinn avanzó penosamente a través de la nieve, que le llegaba casi hasta la altura del pecho, y trató de rescatar al muchacho. Momentos después, lo sacó. Michel se ahogaba. Sin mirar a su amigo, Quinn supo que éste sofocaba una carcajada. El mismo apenas podía reprimir una sonrisa. El muchacho había tenido una desagradable sorpresa que jamás olvidaría. Quinn lo levantó en sus brazos e hizo un gesto de entregárselo a sus compañeros. _ Abran camino con los caballos antes de apearse _ instruyó, haciendo fuerza para conservar un semblante impasible. _ Usen mi montura y la de Bayard primero, pues así conseguirán abrir una huella mas ancha. Los otros tres escuderos acordaron sin pestañear. _ Tal vez Michel pueda ayudarnos en el castillo _ sugirió Bayard. Quinn aceptó y colocó al niño sobre sus hombros, mientras volvían sobre sus pasos y se paraban en una elevación en el centro del patio, dónde la capa de nieve era menos espesa. Allí, colocó al muchacho en el suelo. _ Fue precisamente lo que me ocurrió _ dijo. Bayard sacudiéndose la nieve de los cabellos y se estremeció. Miró al castillo con aire vacilante. _ Tal vez allá adentro no encontremos mas calor que lo que hay aquí afuera. _ No te aflijas, mi amigo. Los aldeanos no se tomarían el trabajo de llevarse consigo la leña _ replicó Quinn, con


una seguridad que estaba lejos de sentir. “Sería posible que su padre no le hubiese dejado ni un poco de leña para hacer fuego?”, pensó dominado por un súbito mal presentimiento. Mientras tanto , sin hacer caso de su caída en la nieve, Michel corrió delante de los dos compañeros, dirigiendose al castillo con claro entusiasmo. El vestíbulo del castillo estaba húmedo y oscuro. Solamente un rayo de luz clareaba el lugar. Aún así, fue suficiente para mostrarle a Quinn mas de lo que le hubiera gustado ver. Su optimismo recibió el duro golpe de la verdad. Y en verdad que se precisaría mucho trabajo para devolver a Sayerne a su antigua gloria. Decidido a no dejarse abatir, cruzó el vestíbulo con pasos firmes. No se veía ningún mueble. Nubes de polvo se levantaban con su paso. A chimenea estaba despojada de una de sus paredes No había ninguna señal de los ricos tapices de la madre de Quinn. Hasta las mesas y los bancos habían sido removidos. Telarañas y malas hierbas crecían entre las piedras de la pared y el piso. _ Una traición mas _ murmuró Bayard. Quinn no levantó su rostro cuando replicó: _ No, mi amigo. No se puede ser traicionado por una persona en quien no se confía. Aquel escenario no sugería una mera partida. Alguien, e Quinn sabía perfectamente quien, se aseguró que él no encontrase nada allí. Desde su lecho de muerte, su padre seguramente ordenó a sus siervos que retirasen hasta el


último candelabro del castillo. El salón estaba helado como una tumba. Y no había nada de leña a la vista. “ Maldito padre!”, insultó Quinn. Para canalizar su frustración, dio un puntapié al piso . Se oyó un ruido repentino, y un ratón se echó a correr por el vestíbulo. _ Atento Michel! _ ordenó Bayard. El niño obedeció prontamente, pero cuando ya había algunos pasos, se detuvo vacilante al oír al caballero agregar: _ Tal vez podamos cocinarla para la cena! Michel giró sobre si mismo con expresión horro rizada. Bayard se forzó a permanecer serio y Quinn comenzó a reír. _ Amo? _ dijo o muchacho buscó las palabras de Quinn. _ No te preocupes, mi pequeño. Aún no hemos visto la cocina _ Quinn lo tranquilizó. _ Y qué esperas encontrar allá? Pilas de provisiones ? _ intervino Bayard mal disimulada impaciencia. _ Miraremos los hechos. No podremos quedarnos aquí. Fue una buena cosa que hayas heredado estas tierras, pero reconoce que. un hombre no puede sobrevivir en medio de la nieve, alimentándose apenas de ratones! Quinn se sintió insultado por el escepticismo de su amigo. _ Me costó tener este legado y no lo abandonaré. El castillo es sólido y puede alojar muchos hombres. Es cierto que tendremos que trabajar duro, pero el futuro de este lugar está en nuestras manos. _ Quinn, lejos de mi está proponer que abandonemos Sayerne. Partamos ahora y volveremos en la primavera,


cuando será posible hacer algo por este lugar. El dinero no alcanzará para reparar el castillo, , Quinn fue forzado a reconocer la sensatez de las palabras de su amigo. _ Yo me quedaré a su lado, amo, aunque los otros decidan partir _ declaró Michel, poniéndose a su lado . Quinn sonrió y acarició los cabellos rubios del niño. Tendría razón Bayard? Pero, aun si se fueran, qué acontecería con la tierra abandonada? Antes de que él pudiese concluir sus pensamientos, un bulto apareció en el umbral del portal entreabierto. Bayard espió por encima de su hombro y se movió abruptamente a un lado, dando paso al recién llegado. Se Trataba de un hombre delgado y bajo., Quinn, quien reconoció el uniforme, se llenó de esperanza. Era un mensajero de un vecino y las noticias que traía sólo podían ser venturosas. Tal vez el Lord de Tulley planeara ayudar a Quinn. _ Quinn de Sayerne? _ indagó o otro. _ Si, ese es mi nombre _ respondió él sonriendo. EL hombrecito miró hacia arriba y luego hacia abajo y frunció el ceño. Sólo entonces Quinn percibió que su apariencia deplorable y se pasó los dedos por los cabellos cubiertos de nieve. El emisario fingió no notar ese gesto y continuó. _ Traigo una mensaje de Lord de Tulley _ informó, extendiéndole un rollo de pergamino. Quinn lo tomó con manos trémulas, conteniendo escasamente su agitación. Vio su nombre escrito con letras floridas a un lado del pergamino. Si, aquella bella misiva


estaba dirigida a él. Quinn de Sayerne ahora era un hombre con posesiones! Por una cuestión de orgullo, aparentó una cierta in diferencia. No había motivo para demostrar toda su alegría delante de un mensajero. _ Cómo supo que yo había llegado? _ preguntó al emisario, pasando sus dedos sobre el lacre de cera roja, demorando el momento de desenrollar el pergamino. _ Teníamos vigías encargados de avisar cuando llegase. Nuestro amo sabía que el Lord re tornaría luego que recibiese la noticia del fallecimiento de su padre. _ Me conmueve mucho la consideración de Lord de Tulley por haberme avisado de la muerte de mi padre. Imagino que no habrá sido fácil encontrarme en Tierra Santa. _ Lord de Tulley considera muy importante garantizar que la línea de sucesión sea mantenida de la manera apropiada. _ Sea como fuere, estoy inmensamente agradecido por su consideración. El hombrecito hizo una reverencia casi brusca. _ Transmitiré sus agradecimientos a mi amo. Habiendo dilatado la lectura de la carta por tiempo suficiente, Quinn rompió el sello y abrió el pergamino. Una sonrisa se curvó en sus labios mientras sus ojos recorrían las líneas allí escritas. Después, levantó su rostro y se encontró con una expresión inquisitiva de Bayard. No podía suprimir el orgullo que le henchía el pecho. _ Fui convocado a la casa del Lord _ explicó.


_ Y es una gran honra de hecho _ exaltó Bayard, dándole una palmadita en el hombro a Michel. Tenía un aire tan solemne que si Quinn no lo conociese de larga data, habría creído que hablaba en serio cuando se dirigió al muchacho: _ Dejemos el ratón de lado por esta noche. Lo reservaremos para cuando volvamos . Lord de Tulley probablemente nos ofrecerá una cena muy apetitosa. _ Ratón? _ repitió el mensajero, con visible repulsión. Escrutó las sombras y empalideció. _ Hay ratones en este lugar? _ Tragó en seco, mirando alternativamente a los dos caballeros. _ Y pretenden comerlos? Bayard continuó con la broma, siempre con aire de extrema seriedad. _ En verdad, nuestra situación es un poco precaria, pues no tenemos leña para encender el fuego. No es agradable comer ratones crudos. Caen mal al estomago _ le confió. El hombrecito se apartó de él de prisa. _ Quiere probar uno? _ convidó Bayard amablemente. Chasqueó los dedos para llamar a Michel, que vino a parase frente a él. _ Le Pediré al muchacho que le separe un ratón bien gordo... Sin esperar que él terminase de hablar, el emisario se dio vuelta . Terminó de transmitir su mensaje mientras se distanciaba con pasos rápidos: _ El amo espera ver a Quinn de Sayerne cuanto antes. Será una larga jornada, y el le recomienda que pernocte en la casa de uno de sus siervos, el molinero . Que siga por la entrada de la frontera oeste hasta la bifurcación del río. El lo acogerá esta noche. _ Se lo agradezco, buen hombre! _ le gritó Quinn,


animado con la invitación del Lord y con la idea de tener una gran comida . El mensajero no respondió. Ya estaba sobre su montura, galopando a toda prisa, como si todos los demonios del infierno fuesen tras el . _ Crees que ese sujeto podría ser mas veloz? Y todo a causa de un chiste sobre ratones! Nosotros le podríamos contar historias que lo privarían del sueño por muchas noches _ observó Bayard con desdén. _ Es mejor que esas historias no sean contadas jamás _ retrucó Quinn. Los dos se quedaron en silencio por algunos instantes recordando los horrores que habían soportado en Oriente. _ Lord, no conseguí atrapar ningún ratón _ dijo Michel, aproximándose a ellos con aire compungido. Bayard sacudió la cabeza. Quinn siguió su mirada hasta el portal, pero el mensajero, a esa altura ya estaba lejos. _ Parece que nuestro amigo perdió el apetito _ comentó Bayard. _ O, tal vez, el está reservando su apetito para las delicias del castillo de Lord Tulley _ dijo Quinn. _ Ah, eso es estimulante! Vamos a apresurarnos ! Con suerte, llegaremos a la casa del molinero a tiempo de participar del almuerzo. Y, mañana... nos sentaremos a la mesa de Lord Tulley en persona! _ Si no te conociese juraría que me acompañaras solamente para satisfacer tu estomago! Los dos se rieron,. _ Ya anticipo las delicias culinarias que nos esperan y no


serán los únicos placeres que nos aguardan. Crees que el molinero tendrá una hija bonita? _ preguntó Bayard con una sonrisa tonta. _ No sería mala idea que te casaras con una molinera. Te Está poniendo demasiado viejo para manejar la espada. _ Alto ! Que estás diciendo? Soy demasiado viejo para luchar, pero no para trabajar como un campesino? _ Todavía no sabemos si vas a poder hacer las tareas _ replicó Quinn,. _ Ah, si? Primero, soy demasiado viejo para luchar. Ahora, no puedo ni manejar un molino! Mi pobre orgullo está herido! El se inclinó a un lado y empujó a Quinn con su propio hombro. _ Ni sueñes con excluirme de esta aventura. Te debo mucho y espero retribuirte tus favores. Quiero ayudarte a reconstruir Sayerne. Tengo fe en tu voluntad. Nunca conocí un hombre mas determinado que vos, camarada. Quinn sonrió, reconociendo la sinceridad de aquellas palabras. _ Siéntete como si esta fuese tu casa, mi amigo. Luchamos juntos durante muchos años y no será ahora que nos separaremos. Parados en medio del patio, con Michel de testigo , se dieron un afectuoso apretón de manos para sellar su amistad. Acto continuo, gritaron hurras y se precipitaron a los establos. _ Un marido? _ preguntó Melisande. Fue a gran costo que controló el temblor en su voz. Miró a


Lord de Tulley Lord de Tulley. Le Pareció mas viejo que la última vez que se habían encontrado. Aunque sus ojos azules aún se mostrasen vivaces y penetrantes, las arrugas en torno a ellos comenzaban a profundizarse. Lord de Tulley daba la impresión de haberse encogido, pero eso no lo hacía menos decidido. Melisande buscó acostumbrarse a la idea de desposarse con un desconocido. Lord de Tulley tenía derecho a designarle un marido, puesto que su padre estaba muerto. Hasta entonces, no había hecho mención del asunto. Ella censuró su propia ingenuidad al creer que Lord de Tulley no ejercería su responsabilidad. El se reclinó en la silla, mirándola intensamente. _ Si, Melisande, un marido. Cuantos años tienes? _ Veinte y uno, mi Lord. _ Pues entonces. Ya ha pasado mucho de la edad para casarse. Me descuidé en mi deber de encontrarte un esposo, mas nunca es tarde para enmendar esa situación. Ella presentía que Tulley no le arreglaría un casamiento que ella detestara . Aún así, preguntó: _ Acaso puedo pensar que encontró a Arnaud de Privas? Lord de Tulley hizo una mueca que, de por sí, servía de respuesta. _ Ya te he dicho que debes apartar de tu espíritu ese capricho infantil. _ Fue una promesa, mi Lord _ corrigió Melisande con humildad. _ Si tu padre estuviese vivo, ya habría invalidado esa estúpida promesa. Hay cosas más importantes en juego.


Cosas con las cuales ni sueñas, mi niña. Apoyando los codos en la mesa, el se inclinó para observarla con toda seriedad. Melisande aún intentó insistir: _ Comprendo. Aunque, mi Lord, gustaría que supiese que mi palabra también está en juego. Y nada me sería más agradable que honrar un compromiso. La mirada de él se tornó dura. _ Mis dominios están amenazados gracias a tu insistencia y con ese capricho vano. Mientras administras sola las tierras de Annosy serás mi responsabilidad . Conozco las dificultades en las fronteras pero debes reconocer que Annosy sufrió más ataques que mis otras tierras limítrofes. _ Si. Fue muy generoso en concederme la oportunidad de administrar Annosy y probar mi competencia. Estoy haciendo todo lo que está a mi alcance para llevar a cabo una buena gestión. Tenía la esperanza de que mi Lord me investiría con la propiedad de las tierras que heredé de mi padre, reconociendo mi derecho sobre ellas. _ Y yo me felicito por no haberte conferido la posesión de Annosy, dados los ataques que ha sufrido! Melisande bajó su rostro. No podía contrariar a Lord de Tulley. Además, no tenía argumentos. Annosy, en efecto, venía siendo blanco de ataques traicioneros. Hasta aquel momento, ella no fue capaz de mantener los saqueadores a distancia. _ Nuestros enemigos no ignoran que Annosy es gobernada por una mujer. Probablemente saben que, oficialmente, vos no fuiste investida con autoridad plena sobre las tierras de tu familia. Les presentas ahí un punto de debilidad y


harán de todo para posesionarse de sus dominios. _ Mas no soy débil , mi Lord! Mi padre me enseñó el arte de la administración! Los siervos están satisfechos y la recolección de impuestos fue las mejores en los dos últimos años. No hubo ninguna queja de mi gestión . El Lord podría formalizar mi posesión de la tierra. _ Se gobernaste Annosy en estos cinco años, fue meramente debido a mi benevolencia. Defiendo estos dominios en nombre del rey y por las buenas intenciones del conde de Borgoña. Si pierdo un mínimo terrón de tierra, mi propia posición quedará comprometida. Aquella era una verdad irrefutable. Melisande se limitó a asentir. Pero íntimamente, maldijo su condición de mujer. Si Fuese un hombre, su situación no habría llegado a semejante estado. Al notar que ella concordaba con su punto de vista, Lord de Tulley prosiguió en un tono más calmo. _ No importa lo que vos, o tus siervos piensan. Esos malhechores conocen la debilidad de Annosy. No admitiré que pierdas nada de tu tierra por tu orgullo, mi niña. Te Permití la administración de la herencia de su padre, pero no es mi intención investirte con la posesión de Annosy, rompiendo abiertamente con la tradición. En aquel instante, Melisande vio en él un hábil gobernante y no pudo dejar de admirarlo. Tulley tenía la justa reputación de ser un vencedor, superando las peores crisis. Miró en silencio, consciente de que tendría que someterse a su autoridad. Si fuese un hombre, podría desafiarlo. Si fuese un hombre, no habría ninguna crítica a su


administración. Si fuese un hombre, podría escoger libremente a quien sería su esposa. Aún mismo podría optar por el celibato. Pero Melisande no era un hombre y tuvo que Tragarse su propia indignación. No obstante, no desistiría de quitarle a Lord de Tulley aquella absurda idea de obligarla a casarse. Los matrimonios arreglados eran comunes en aquellos tiempos, pero Melisande no acordaba con semejante violencia moral. _ No permitiré que este sin sentido prosiga. No perderé ni un solo gramo de tierra en esta lucha, sobre todo si el precio fuera casarte con un guerrero valiente _ dijo el enérgicamente. _ Pero... _ No insistas, Melisande. Esta situación ya se prolongó más de lo que debería. Y ha llegado el momento de tomar una medida drástica. Vos tendrás que casarte, y como tu Lord, escogeré a tu esposo . Con un nudo en la garganta, ella se recuperó lentamente. Una pregunta aún le quemaba en los labios y, sin poder contenerse , indagó: _ Si que considera vana la promesa que le hice a Arnaud de Privas. Pero realmente está fuera de cuestión que sea el elegido ? Se yo lo desposara, podría satisfacer la voluntad de mi Lord y también honraría la palabra que empeñé. Melisande sabía que su atrevimiento era pasible de una dura reprimenda . Conteniendo la respiración , aguardó la respuesta de Lord de Tulley. _ Mi niña, yo tenía muchos ejemplos de tu integridad. Si


estuviese a mi alcance ayudarte a cumplir tu promesa, crees que insistiría en entregarte a otro hombre? Ocurre que ya busqué a ese Arnaud que vos tanto aprecias _ declaró Tulley con una nota de exasperación. La perplejidad se estampó en el semblante de Melisande. Entonces Lord de Tulley intentó encontrar a Arnaud? La idea de verlo hizo que su corazón latiese con fuerza. Aunque, lo que Tulley dijo a continuación no fue nada alentador : _ Constaté que el se casó con otra. _ Otra... Otra mujer? _ Melisande repitió, apoyándose en el espaldar de l a silla con un súbito vértigo. Sentía que el suelo faltaba bajo sus pies. _ Si. _ Los ojos de Tulley se disculparon. _ Los hombres a veces tienen un corazón de piedra. Arnaud no es la excepción. El traicionó tu lealtad. Tu devoción, mi querida, fue inútil. _ Imposible! No... No puede ser! Melisande respiró fundo. Aquello sólo podía significar una cosa: Lord de Tulley la estaba v deliberadamente, a fin de hacerla aceptar su decisión con más docilidad. Tulley cruzó los brazos. No se le escapaba a incredulidad con que ella lo encaraba. Vacilaba entre el tacto y la fuerza bruta para convencerla de una vez por todas. Ponderó cual sería la táctica más efectiva y, por fin se decidió por el tacto. _ Lo Supe de fuente absolutamente fidedigna _ le aseguró en tono calmo. _ Me Informaron que Arnaud de Privas es ahora tu vecino, pues desposó a Marie de Perricault hace


un año. _ Marie! Sin se dar cuenta do que hacía, ella crispó las manos hasta que sus uñas se clavaron en las palmas blancas. Jadeó pesadamente, sintiendo que el aire le faltaba, y fue con gran dificultad que habló. _ Debe haber un error, mi Lord. Arnaud nunca quebraría su palabra, y menos para desposar a esa mujer _ declaró, intentando desesperadamente recuperar el control de si misma . Lord de Tulley apretó los labios en una línea fina. Su fisionomía era amenazadora. _ Desgraciadamente, sos vos quien se equivoca. No tienes otro remedio que aceptar la verdad. Melisande aún no estaba convencida. Aunque, se forzó a calmarse. _ Todos esos años, mi Lord de Tulley me trató con respeto y honestidad. Y no creo , Lord, que haya cambiado sus modales ahora. El corazón de ella comenzó a latir más rápido delante por frialdad que Tulley demostraba. _ Por favor, dígame que no encontró Arnaud _ suplicó Melisande. _ Dígame que tuvo sus razones para no buscarlo, pero no me mienta ... Le imploro que no me oculte la verdad. De eso depende mi destino. Una sombra de amenaza pasó por los ojos azules de Lord de Tulley. Su paciencia estaba a punto de agotarse. Quería a Melisande y le hacía muchas mas concesiones de lo que se permitía hacer a otros. Entretanto, era orgulloso y


castigaba severamente aquellos que lo desafiaban. _ Creo que aún no comprendiste la situación, mi querida. No admito que pongas en duda mi sinceridad. No preciso mentir para persuadirte de hacer mi voluntad. _ El se levantó y dio un golpe en la mesa. _ Vos harás a mi voluntad, quieras o no quieras. De lo contrario, confiscaré tus tierras. _ El Lord no tendría valor llegar a tanto! Es un hombre justo y sabe que Annosy es mi herencia familiar ! Si confisca mis tierras, pediré la intervención del propio rey ! _ protestó Melisande. _ El rey está en Paris, muy lejos de aquí. El brazo de su poder no es tan largo como piensas. Además, crees que él se pondría en contra mío para atender la reivindicación de una noble sin posesiones? Recuerda que Annosy no te pertenece oficialmente. Me Cabe a mi designar el poseedor . Y, sobre todo, es mi deber cuidar y velar por los dominios que me fueron confiados. _ El se volvió a sentar y la observó con evidente satisfacción. _ Creo realmente que el rey estaría de tu lado? Melisande estaba cabizbaja. Tulley estaba en lo cierto. _ Deja de lado tu puerilidad, mi niña. No puedes evitar este casamiento, por lo tanto, trate de acéptalo de buen grado. Será mejor para todos. Ella acordó con un cabeceo. Entonces esa sería su destino. Se casaría contra su voluntad con un hombre que no conocía. Un hombre que se apoderaría de Annosy y que la confinaría a sus aposentos, plenamente amparado por la ley y por la tradición. Todo lo que su padre había construido le


sería arrebatado, y no había nada que pudiese hacer para impedir eso. Era terrible. Levantó su rostro lentamente, preparándose para lo peor. _ Y quién es el hombre que designó como mi esposo? _ preguntó, atravesada por un escalofrío. Cuando Tulley abrió la boca para responder, hubo un discreto golpe en la puerta. Lord de Tulley sonrió con una expresión de bienvenida, y Melisande giró para ver quien llegaba. Un caballero estaba parado en el umbral de la puerta. Más bien parecía un renegado, pensó ella, sintiendo un nuevo escalofrío. De repente, la sala le pareció helada. Pero Melisande no quiso fiarse de sus recelos. La aparición de aquel hombre no pasaba de una coincidencia. Debía ser un mercenario a servicio de Tulley, nada más que eso. Melisande, sin embargo, no podía dejar de mirarlo. El extraño era alto y tenía anchas espaldas. Sus ropa sucia propia de un viajante poco revelaban de su procedencia. La cota de malla que usaba brillaba débilmente a la luz de las velas. Por sobre los hombros, llevaba un manto gastado. Sus manos grandes estaban escondidas por guantes de cuero igualmente gastados. El se retiró el yelmo y pasó su mano enfundada por su cabellera castaña. Melisande se levantó y retrocedió imperceptiblemente. Humedeció sus labios resecos, mientras una certeza se insinuaba en su corazón : aquel hombre no era un simplemente un mercenario. Si se tratase de unos mercenario, los guardias


lo habrían hecho aguardar a Lord de Tulley en el vestíbulo del castillo. Jamás lo traerían a la presencia de ella y de Tulley. Con el corazón petrificado, Melisande supo quien era el recién llegado. Aún así, se rehusó a dar crédito a su intuición. Seguramente Lord de Tulley no planeaba entregarla como esposa a aquel bárbaro! _ Mi Lord, traigo a su noble presencia a Quinn de Sayerne, hijo de Jerome de Sayerne, conforme a lo so licitado _ anunció el castellán de Tulley. Melisande no quería creer lo que acababa de oír. El hijo de Jerome de Sayerne! No podría, nunca, desposar a aquel hombre. Miró con renovado shock. A juzgar por su padre, el debía ser una criatura de la peor calaña. Ella creyó que sus problemas habían cesado con la muerte de Jérome. No imaginaba que el crápula tenía un hijo mercenario. Aún recordaba bien como el insistía en unir las tierras de Annosy y Sayerne bajo su comando. Mirando al recién llegado, sintió un incontrolable malestar al recordar la manera en que Jérome ambicionaba y codiciaba Annosy. Se los hijos salían a los padres, no sería nada improbable que aquel hombre estuviese por detrás de los ataques que venían ocurriendo últimamente en sus tierras. Al pensar en las dificultades que había pasado en manos de Jerome y los ataques de los saqueadores que ahora le quitaban el sueño, Melisande tuvo que contenerse para no escupir en aquel lugar. Su sensación de impotencia aumentaba a medida que


tomaba consciencia de la inutilidad de expresar la rabia que la envenenaba. No podría ofender a Lord de Tulley. lívida de cólera, fulminó a Quinn con su mirada. La hostilidad hervía en su pecho. Todo le indicaba que allí estaba la persona que arruinaba su plan de tomar posesión definitiva de la herencia de sus ancestros. Como si eso no bastase, se interponía entre ella y Arnaud con una crueldad característica de su linaje. El odio que la dominaba era casi palpable. Capítulo II Era una lástima que una mujer tan hermosa insistiese en esa expresión tan tensa . Quinn luego notó que a aristócrata en el escritorio de Tulley poseía una belleza clásica. Su cabellera rubia parecía compuesta de largos hilos de oro. Estaba prendida graciosamente en una trenza que le llegaba hasta cintura. Su rostro de formato oval exhibía una tez suave y pálida, haciendo resaltar los labios llenos y muy rojizos. Los ojos verdes como los de un gato, levemente oblicuos y adornados con pestañas espesas de color trigo. Desprendían chispas doradas que se dirigían a Quinn, como si el fuese culpable de algún crimen. La desaprobación que transmitía su mirada de la desconocida lo afectó de sobremanera. Se sintió avergonzado por no haber podido bañarse o vestir ropas más presentables. Pero, si había venido directamente a la presencia de Lord de Tulley, fue solamente por insistencia del castellán. En realidad, poco se recordaba de las formalidades de la


corte y se fiaba en el sentido común del castellán para tales asuntos. Ahora, creía haber cometido un error imperdonable. La presencia de una dama de la nobleza también le era una recuerdo distante, y el menosprecio de aquella mujer no le daba ninguna seguridad. Se tenía suerte, conseguiría pulir sus modales y su apariencia antes de encontrar una esposa para sí. _ Lord de Tulley? _ preguntó, hablando pausadamente, en una tentativa de mantener una pose de dignidad. La sonrisa con que o Lord de Tulley lo acogió le proporcionó algún alivio. Tal vez no todo estaba perdido. _ Si, Quinn. Supongo que poco recuerdas nuestro último encuentro. En aquella época, no pasabas de ser un niño. Si no me equivoco, aún no tenías doce años _ dijo Tulley. Se levantó y rodeó la mesa para apretarle la mano con un gesto amistoso y enérgico. Quinn lo saludó sorprendido con la demostración de familiaridad. Estudió las facciones, los ojos de un azul metálico, la nariz aquilina y los labios finos, buscando en aquel rostro que veía ahora el semblante que había visto hace tanto tiempo. Los cabellos grisáceos suavizaban los rasgos de Tulley, pero, en contrapartida, avivaban la coloración intensa de sus ojos. _ No se Engañe, mi Lord. Cada pormenor de aquel fortuito encuentro permaneció en mi memoria. En aquella ocasión, le recomendó que dejase Sayerne y saliese al mundo a probar suerte. _ En efecto. siempre supe que te volverías un hombre de valor, no obstante los reveses que el destino nos impone. _


Tulley dijo . _ Como van las cosas en Sayerne? Antes de hablar, Quinn tuvo recelos de la dama presente, que continuaba enviándole miradas hostiles. No le agradaba hablar de cuestiones personales delante de ella. Por otro lado, parecía improbable que aquella mujer pudiese despreciarlo más de lo que ya lo despreciaba. _ Negligencia _ admitió el, sin encontrar una palabra mejor para definir el estado de su legado. La mujer giró su rostro con arrogancia, como si no esperase otra respuesta da parte de él. Creía obviamente que era un débil, y Quinn tuvo ganas de de defenderse de sus tácitas recriminaciones. Después de todo , si Sayerne estaba abandonada y descuidada, no era por su culpa . Como aquella mujer podía juzgarlo sin al menos conocerlo? Precisó invocar una serenidad que no sentía para no confrontar abiertamente con ella. Sayerne, por más dilapidada que estuviese, aún era para Quinn el bien más preciado de todos. Aborrecía que una noble llena de si despreciase algo que le era tan querido. Por otro lado, no se haría problema por ser subestimado por alguien que poco le importaba. Bayard ya lo había alertado sobre la futilidad de las damas de la corte. Y aquella dama de hielo podía pensar lo que quisiese de él. Además, el ponderó que no sería de buena educación discutir con la mujer allí, delante de Lord de Tulley. Cuando éste giró para sentarse, Quinn le lanzó una mirada dura a la des conocida. Por un momento, deseó que ella le son riese y pusiese término a su malestar. Pero, la mujer se


mantuvo en su pedestal de desdén. Respirando profundamente, Quinn esperó que Tulley se acomodase en la silla. Lord de Tulley cruzó las manos cuidadosamente delante suyo y lo observó de modo penetrante. _ No me parece descorazonado con las actuales condiciones de Sayerne _ observó con aire meditativo, mientras una media sonrisa se esbozaba en sus labios. El daba la impresión de ser un gato que se complacía en saltar sobre una rata . Quinn lo miró largamente antes de replicar. Temía que Tulley planease entregar Sayerne a otro. Se dio cuenta entonces de que la misiva de Lord de Tulley consistía solamente de una convocatoria para que fuese a la s casa. No hacía ninguna alusión al destino de su propiedad. Quinn tragó en seco. _ Sayerne es mi herencia _ dijo cautelosamente. _ Y no hay nada allí que no pueda ser corregido con trabajo diligente. Notó que la mujer o miraba con escarnio. Cuando ella cruzó los brazos, reveló los contornos dos senos redondeados. Quinn volvió a escrutar su semblante, vislumbrando allí su habitual desprecio. _ Y quién ejecutará tal trabajo, ahora que sus siervos partieron? _ inquirió ella en tono ácido. _ Nada más natural que los siervos abandonasen una tierra sin gobernante _ replicó Quinn. Aunque su confianza comenzaba a flaquear en aquella extraña entrevista, insistió aún: _ Estoy convencido de que volverán cuando


sepan de mi regreso y de mi intención de reconstruir Sayerne. _ Cree eso? Pues dudo que el retorno del hijo de Jerome de Sayerne atraiga a esos aldeanos mal tratados! Cualquier tonto puede percibir que de tal padre, tal hijo! Quinn no soportaba ser comparado a su padre, y la acusación de la desconocida hizo su sangre hervir en las venas. Jamás maltrataría a los más humildes. No era dado a la cruel dad y nunca tomaba nada por la fuerza. _ Si los siervos que habitaban mis tierras no son capaces de ver las diferencias entre mi padre y yo, entonces prefiero manejar Sayerne sin la ayuda de gente tan ignorante y cobarde! _ El hizo una pausa, en un gesto de indignación. _ Y si me viese obligado a eso, mi querido Lord, puede estar seguro de que reconstruiré Sayerne piedra por piedra, con mis propias manos! Aún ante su mirada vehemente, la mujer no dio muestras de cambiar de opinión. _ Es realmente conmovedor que el nuevo Lord de Sayerne demuestre tal habilidad con las palabras _ comentó sarcásticamente. Tulley tosió para recordarles de que no estaban a solos. Quinn giró hacia él bruscamente, con la querida ardiendo . Estaba tan exaltado, que se olvidó completamente de la presencia de Lord de Tulley. De soslayo, percibió que la dama también estaba ruborizada . Tal vez, finalmente, no estuviese hecha de hielo, como parecía a la primera vista.


Intrigado, empezó a conjeturar quien sería ella. Al mismo tiempo, se censuró por, en un arrebato, haber puesto de lado los buenos modales. No era ningún consuelo el hecho de que la desconocida vacilara en apuntar su desliz se tuviese la oportunidad. _ Mis queridos amigos, están basándose en una suposición _ dijo Tulley, mirándolos a ambos. Al oír aquellas palabras, Quinn sintió una oleada de pánico. A qué suposición se refería el? Acaso ponía en duda su derecho sobre Sayerne? _ Sayerne aún no fue entregado oficialmente a su heredero _ continuó Tulley, como se le adivinase os pensamientos. _ Lord? _ dijo Quinn, rígido, con voz débil. En su cabeza daban vueltas c mil hipótesis. Se Preguntaba si Tulley pretendía entregar Sayerne a aquella desconocida. A cada instante, crecía su certeza de que la intención do Lord de Tulley no podía ser otra sino esa. Que explicación habría para haberlo admitido en su escritorio en la presencia de esa mujer? Quinn la miró de soslayo. Parecía tan sorprendida como él. Eso, mientras tanto, no fue suficiente para tranquilizarlo. Lord de Tulley sonrió. _ No te inquietes, Quinn. Recibirás la posesión de la tierra que perteneció a tu padre. Todavía, la situación actual exige que yo te imponga una condición para que seas el Lord de Sayerne. _El se calló por un instante, estudiando a reacción de Quinn. _ la condición es que vos te cases _ finalizó. _ Casarme?


_ Exactamente. El linaje debe ser asegurado. No puedo permitir que Sayerne pase a tus manos sin que tengas un sucesor. Quinn lo miraba desconcertado . Aquella propuesta inesperada lo tomaba desprevenido. Lord de Tulley lo escrutó, intentando interpretar su súbito silencio. _ Por cierto, mi amigo, las mujeres no te desagradan, no es cierto? Eso, dijo Tulley sin rodeos. La implicación de aquella pregunta saltaba a la vista, y Quinn se vio en la necesidad de disipar cualquier duda que pudiese haber sobre sus preferencias sexuales: _ No, no, mi Lord. He de casarme algún día, es claro. Aunque, no creo que este momento sea propicio. Sayerne precisa de toda mi dedicación e yo no condenaría a una dama a compartir semejante dificultades. _ El respiró profundo, imbuyéndose de terminación. _ Dame un año y reconstruiré mi hogar para recibir dignamente una esposa. Discutiremos entonces este asunto con más tranquilidad. Para su decepción, Tulley frunció el ceño. _ Me pesa tener que rechazar tu propuesta, Quinn. No puedo esperar un año. El problema tiene que ser solucionado inmediatamente, y las circunstancias me fuerzan a darle la posesión de Sayerne a otro. Al oír sus peores temores expresados en las palabras de Lord de Tulley, Quinn se estremeció involuntariamente. Tulley, por a su vez, permanecía sentado detrás de la mesa.


Su fisionomía denotaba gran preocupación. _ Estoy enfrentando graves problemas, y tu casamiento sería providencial en un momento como este. _ El miró a Melisande y se inclinó ligeramente a cabeza para o lado. _ No es verdad, mi querida? Quinn vio que la mujer se exaltaba. Parecía aún más ultrajada que él con la propuesta de Lord de Tulley. _ Por favor, mi Lord, deje de regalarle elogios a este vagabundo _ dijo ella. _ Ya es terrible que Jerome de Sayerne haya dejado un heredero para reclamar sus tierras. Pero pintar ese mercenario como un santo es inaceptable! Confrontado con tamaña injuria, Quinn se tuvo que defender: _ Yo ciertamente no soy un santo, aunque, eso no le da derecho a difamar a mi familia! La mujer giró hacia él con ojos furioso. _ Ah, no? _ La voz de ella se elevó con una nota de desafío. _ Esclarezca entonces por qué los siervos de Jerome siempre huían de su yugo en primer lugar. Dígame, por qué? Por qué los hijos bastardos de él, generados con siervas inocentes, nunca fueron reconocidos? Las propias madres fueron expulsas de la tierra cuando su condición se volvió evidente. Explíqueme por qué, año tras año, tenía que discutir con su padre la localización exacta de los límites entre Sayerne e Annosy. Tal vez pueda también decirme qué destino tenían las sacas de cereal que, durante el invierno, desaparecían de mis silos! Ella se calló abruptamente. Su mirada inflamada se volvió


nuevamente glacial, reflejando la opinión poco lisonjera que tenía de Quinn y de su familia. _ Jerome de Sayerne fue un vecino terrible. No espero que seas muy diferente _ remató hablando ahora en un tono más comedido. Levantó la mandíbula y traspasó a Quinn con la intensidad de su ira. EN un impulso, se levantó acercándose a él. Era alta y delgada. Quinn podía sentir el perfume de su piel y, a su pesar, percibió que no era totalmente indiferente a aquella mujer. _ Tal vez, como el mercenario que es, pueda revelarme quién está invadiendo continuamente mis tierras _ prosiguió Melisande. _ Yo no podría atribuir todos los ataques a Jerome, pero, sea como fuere, él siempre mostró la ambición de transformar Sayerne y mi Annosy en un solo dominio. Pero yo te advierto que eso no acontecerá. Quinn finalmente comprendió quién era aquella dama. Lady de Annosy. Su vecina. Se hacía necesario esclarecer la situación cuanto antes. Cuando ella enfatizó su último punto con un dedo en alto, Quinn le tomó la mano en un movimiento rápido. Bajo su palma callosa, la piel de ella le pareció sorprendentemente suave. Melisande empezó tan estupefacta con la osadía de él, que den principio fue incapaz de hacer cualquier gesto. después, quiso zafarse . Quinn no le soltó la mano. _ Debo informarle, querida dama, que mi padre y yo llevamos vidas separadas justamente debido a nuestras diferencias. No a cometa el error de juzgarnos como


iguales. _ Sayerne necesita de un gobernante de mano fuerte, no de un mero guerrero. Qué habilidad puede tener un hombre con fuerza bruta? _ retrucó ella. Quinn se inclina, bajando la voz. _ Que me dices de una dama tan experta como una Lady, que aún no aprendió a emitir un juicio sin dejarse llevar por las apariencias? _Los Mercenarios atacan mis fronteras _ dijo ella, con una mirada llena de desconfianza. _ Y vos sos un mercenario. Que más podría pensar? Dime, de una vez por todas, qué sabes de los ataques infligidos a Annosy! _ Nada sé _ respondió Quinn, percibiendo que su vecina no se convencía de que era inocente. _ Acabo de retornar de la Tierra Santa. Tienes delante de ti no a un mercenario, sino a un caballero fatigado que precisa bañarse y cambiarse de ropa. _ El dice la verdad, Melisande _ intervino Tulley. _ Mis centinelas me notificaron de su llegada hace siete días y yo lo mandé a llamar. Quinn es y siempre fue un hombre íntegro y sincero. Con el apoyo que le prestaba Lord de Tulley, Quinn se relajó un poco. Hasta llegó a sonreír al percibir el rubor que teñía la cara de Melisande. Ella miró de modo significativo su propia mano, que Quinn aún la sostenía. Su incomodidad lo divirtió. Con desenvoltura, él aflojó la presión de sus propios dedos y rozó el dorso de su mano con sus labios. Melisande empezó a respirar agitadamente. Por un


instante huidizo, dejó de lado su altanería. Quinn miró intrigado aquella transformación fugaz, que le revelaba una mujer frágil y suave. _ Te pido que me disculpes por mi apariencia tan inconveniente, querida dama. Pero siempre es un placer conocer un vecino. El retiró su mano de prisa. Disimuladamente, se refregó la mano en el vestido, como se quisiese apagar el vestigio del contacto con Quinn. Su boca empezó a contraerse, y su expresión retomó la hostilidad de antes. Quinn sintió la mirada de Tulley sobre sí y, un poco renuente, observó a Lord de Tulley. _ Melisande d'Annosy será mucho más que una vecina, Quinn _ dijo él, en un tono vagamente chistoso. _ Pretendo que la tomes por esposa. _ Esposa? _ Quinn casi se atragantó. Demasiado Tarde , juntó las piezas del rompecabezas y percibió el propósito de aquel encuentro. Se Sintió un tonto por no haber captado la verdad antes. Aunque, Melisande lo confundiera con sus acusaciones. _ No! Mi Lord, por favor, no... _ suplicó ella. Quinn giró hacia Melisande sin ocultar su aborrecimiento. _ Acaso te rehusas a ser mi esposa? Los gélidos ojos verdes que lo miraron no dejaban duda en cuanto a la respuesta. _ Yo me rehusaría a desposar cualquiera que tuviese la mismo sangre de tu padre. _ Y yo me rehusaría a desposar a cualquier mujer que tenga hielo en vez de sangre en sus venas!


_ Sus negativas son completamente inútiles _ replicó Tulley. _ Ya tomé mi decisión. _ No es justo! _ protestó Melisande. _ Es una insensatez! _ agregó Quinn. Lord de Tulley arqueó una ceja. Un medio sonrisa se asomó en sus labios. _ Mientras tanto, así será, mis amigos. No está de más recordarte, Quinn, que aún no has recibido la cesión las tierras de Sayerne. Si note mostrases obediente a mi voluntad, perderás todo derecho sobre la herencia que recibiste. Tulley lo miró largamente, dejando que la amenaza llegase a los oídos de un Quinn horrorizado. A continuación, se volteó hacia Melisande. _ En Cuanto a vos, mi niña, eres sólo una mujer, aunque quieras probar lo contrario. No hay nada que me obligue a designarte para administrar Annosy. En realidad, yo podría entregar esas tierras a otro Lord, y vos te verías obligada a vivir aquí hasta encontrar un pretendiente adecuado. _ Pero Annosy es mi hogar ancestral! _ retrucó ella, temblorosa. _ Como veo, ninguno de los dos desea perder su legado. Yo les propongo una solución satisfactoria para ambos. Conservaran sus herencias, siempre y cuando acuerden con mi plan. Además, el arreglo desanimará los ataques a las fronteras de mis dominios, particularmente en Annosy. _ Tulley se dirigió entonces a Quinn: _ Creo que esos mercenarios perciben un punto débil en Annosy, por ser esas tierras gobernadas por una mujer.


Lord de Tulley suspiró. Habiendo dicho todo lo que deseaba entrelazó las manos y aguardó con calma. En su interior , Quinn estaba rebelado por verse manipulado de una forma tan vil. Pero no estaba dispuesto a perder su herencia por nada de este mundo. _ Sabe que ansío tomar posesión de Sayerne. Si el casamiento es la condición para cumplir mi deseo, desposaré de buena voluntad a esta mujer. _ El Lord no nos deja ninguna alternativa _ dijo Melisande con disgusto. Lord de Tulley miró a uno y al otro, evaluando la situación. _ Noto una falta de entusiasmo en ambos en lo que se refiere a ese arreglo. Quizás, los dos ya están conjeturando la posibilidad de obtener una anulación del casamiento. Ni Quinn ni Melisande negaron la insinuación. Mirándolos con expresión inflexible, Tulley se inclinó hacia adelante. _ No habrá anulación. Exigiré a prueba de la consumación de este matrimonio a la a mañana siguiente su boda. Ante la deliberada mención de asuntos tan íntimos, Quinn no tuvo coraje de mirar a Melisande. Dejaría que su espíritu guardase la primer impresión que tuvo al verla: su bello rostro y su cuerpo esbelto. Temía que la dama no compartía voluptuosidad anticipada que le provocaron las palabras del Lord acerca de la consumación. _Tal vez halla acusado de bárbaro al hombre equivocado _ murmuró ella entre dientes, incapaz de re frenar su contrariedad. Quinn se espantó con su audacia y sondeó el semblante de


Lord de Tulley, a la espera de una réplica a esta altura. Tulley, sin embargo, meramente sonrió. _ Como yo la conozco hace mucho tiempo, haré oídos sordos a esa demostración de rebeldía. El se levantó, retirando de su solapa una partícula imaginaria de polvo. _ Puedo considerar nuestro acuerdo sellado? _ preguntó con jovialidad. Quinn asintió y Melisande, aunque contrariada, lo imitó. La sonrisa de Lord de Tulley se ensanchó . _ No creen que un acuerdo como ese merecería ser coronado con un beso? El rostro de Melisande empezó nuevamente a ruborizarse. Quinn sintió su garganta seca y Tragó con dificultad. Hacía un largo tiempo que no tocaba una mujer, y los modales de su futura esposa no eran, decidida mente, estimulantes. Lord de Tulley los estudiaba con expectativa. Melisande se conservó inmóvil, y sólo le restó a Quinn tomar la iniciativa. Dio un paso adelante, poniéndose mas cerca de ella. Volvió a sentir el olor de su piel y una vez más se vio perturbado con la proximidad de aquella mujer, que se mantenía cabizbaja sin dignarse a mirarlo. Quinn maldijo silenciosamente contra ella. La arrogante no movería un dedo para facilitarle el gesto! Apretando la mandíbula, el maldijo toda aquella situación. Por cierto, ganar una batalla era menos extenuante que aproximarse a una mujer se parecía a una estatua de piedra! Sólo esperaba que Melisande demostrase más receptividad en la cama...


Levantó el mentón de ella con la punta de los dedos. Melisande no ofreció resistencia, pero cerró os ojos. Era evidente que pretendía velar sus pensamientos. Con creciente aborrecimiento, Quinn buscó ignorar su frialdad y rozó sus labios en los de ella. Notó que aquel contacto la hacía estremecer, aún cuando su semblante petrificado no revelase ninguna emoción. Cuando Quinn dejó su mano caer y retrocedió, divisó una lágrima solitaria que rodaba por la cara de Melisande. Se Sintió un vil . Pero que otra cosa podía hacer? No fue él quien causó la situación que ahora los enredaba. Mas allá de eso, un beso rápido no podía ofenderla tanto... O podría? Tulley tosió discretamente. Quinn volvió a fijar su atención en Melisande. No encontró en su rostro ningún vestigio de la lágrima derramada. Estaría imaginado cosas? Ella suspiró e abrió los ojos. No lo miró. Quinn supo que evitaba mirarlo deliberadamente. Fue dominado por el peso del desaliento. En breve, estaría desposando a una mujer de hielo, dueña de una lengua tan venenosa como la de una víbora. No era una perspectiva de lo más alentadora. _ Realmente, creo que este casamiento es aceptado con mucho menos entusiasmo del que yo había previsto. Pero les advierto que se trata de una cuestión de suma importancia y no podrán volverse atrás en su decisión _ dijo Tulley. Salió de atrás de la mesa y les dirigió una mirada cargada de significado. _ El castellán se ocupará de los preparativos para la ceremonia que será celebrada esta noche. _ Esta noche? _ se espantó Quinn.


_ No estarás precipitándote, mi Lord? _ preguntó Melisande con una nota de desesperación. Sin hacer caso de ellos, o Lord de Tulley los saludó y desapareció por el corredor, dejándolos solos con su aversión mutua Melisande no tenía ninguna intención de intercambiar gentilezas con un mercenario grosero. Ya era terrible tener que casarse con el hijo de Jerome, para tolerar la humillación de entregarle a Tulley las sábanas a la mañana siguiente, para mostrar las señales que atestiguarían la consumación de su matrimonio. Lord de Tulley ni siquiera le daba tiempo para se acostumbrarse a la idea de ser sometida a semejante acuerdo! Ultrajada, giró hacia Quinn con una mirada acusador. _ Vos! Vos, y nadie más que vos, sos el culpable de esta situación ! Por qué no te quedaste lejos de aquí? _ Quién, yo? No es un crimen luchar para preservar su propia herencia. Vos tampoco cediste Annosy. La voz de él denotaba una displicencia inesperada. Su calma sólo hizo aumentar el nerviosismo de Melisande. Lo peor era que ella no podía negar la veracidad del as palabras de Quinn. _ Bien, sea como fuere, vos llegaste demasiado tarde para salvar Sayerne de la ruina completa _ replicó maliciosamente. _ El abandono de esas tierras está mas allá de cualquier salvación. Y es una tontería creer lo contrario. Melisande cruzó los brazos con una expresión dura y lo observó escépticamente. Con todo, no podía mantenerse indiferente al carisma de él. Quinn poseía una cualidad


indefinible que no pasaba desapercibida a las mujeres. Era imponente, y en su mirada brillaba el ardor de un espíritu indómito. Melisande se resistió, decidida a ignorar cualquier atracción que aquel hombre pudiese ejercer sobre ella. En otras circunstancias, los ojos color de ámbar de Quinn podían hasta haberle agradado. Inmersa en su furia, miró distraídamente la boca de él. El labio superior era ligeramente más fino que el inferior, y en conjunto presentaban un contorno bien proporcionado y sensual. Ella desvió la mirada antes que sus pensamientos prosiguiesen en semejante dirección. Quinn de Sayerne aceptó desposarla para preservar una herencia. Desafortunadamente, no parecía tener la habilidad necesaria para administrar sus tierras. Qué podía entender un caballero de las cruzadas del arte de administrar un patrimonio? Si el fallase, podría arrastrar Annosy para a la ruina. Sin percibirlo, Melisande crispó las manos. _ Harías mejor en volver a las cruzadas _ dijo con aspereza. _ Como pretendes hacer que Sayerne sea nueva mente próspera? Sus tierras han sido descuidadas por años. Ni siquiera tienes un siervo! Quinn se mostró visiblemente irritado. Ella se preguntó si había pasado los límites con sus comentarios. Fuese como fuese, había dicho la más pura verdad. _ Sin duda, mis siervos se fueron a tierras más fértiles _ retrucó Quinn, con una aspereza que no había demostrado hasta entonces. Su mirada reveló una fuerza insospechada, y Melisande


retrocedió con repentina intimidación. la voz de él asumió una peligrosa suavidad cuando agregó: _ Supongo que muchos de mis antiguos siervos no fueron mas allá dos limites de su tan enaltecida Annosy. Aquella suposición no estaba muy lejos de la verdad, lo que aumentó la incomodidad de Melisande. _ Y qué? Quién puede culpar a un siervo por establecerse en un lugar donde no se muera de hambre ? Que yo sepa, su padre mantenía a los aldeanos prácticamente en la miseria _ declaró ella. _ A pesar de eso, no es una ofensa alojar a los siervos de otra propiedad? _ insistió Quinn. Su mirada atenta desmentía la aparente liviandad de su pregunta . El era perspicaz, y Melisande lo detestó por su sagacidad. _ Vos no vacilas en acusar a Sayerne de numerosas irregularidades. Según parece, lo mismo se aplica a Annosy. Crees que debería alertar Tulley de ese hecho? Melisande casi se atragantó. En su opinión, a llegada de la gente de Sayerne a Annosy estaba rodeada de circunstancias atenuantes. Pero tal vez el soberano no consideraría la situación desde el mismo punto de vista. Ella no había contado con la posibilidad de que aquel caballero conociera las bases de la ley. _ Los siervos de Sayerne estaban siendo maltratados. Como podría yo expulsarlos y enviarlos de vuelta al Lord que los maltrataba? _ argumentó _ Oh, claro. La palabra de la propia persona que practicó las irregularidades es una prueba suficiente de su


inocencia.. El papel del juez compasivo no parece quedarle bien. Por un minuto, ella lo observó sin decir nada, dividida entre el temor e el ultraje. Hervía de indignación con aquel hombre acusándola de robo y mentira. _ Sabes, me gustaría de conocer tus métodos de administración. Deben ser muy interesantes _ comentó Quinn con displicencia, dando un paso en su dirección. Sus métodos? Acaso aquel bárbaro osaba cuestionar sus métodos? La audacia de él era realmente exasperante. Nunca había administrado un pedazo de tierra, y ni siquiera se tomó el trabajo de interesarse en los métodos de su propio padre. Quien era él para criticarla? Quinn dio un paso más. Los ojos color de ámbar brillaron imperceptiblemente. Melisande quiso abofetearlo por su atrevimiento, mas el fue más rápido y le agarró la pulso, atrayéndola hacia si. Melisande osciló, en punta de pie, y de repente se sintió un tanto perturbada. Sus pechos casi rozaban el ancho tórax de Quinn. Con un estremecimiento, empezó ser consciente del calor que emanaba del cuerpo musculoso. Mas Melisande preferiría morir ante que admitir que Quinn le provocaba intensas sensaciones. _ No pienses, mi querida dama, que podrás me insultarme impunemente _ murmuró el. Su mirada la envolvía de modo que la desarmaba. Melisande intentó, sin éxito , zafarse, pero todo lo que podía hacer era mirarlo nuevamente. Se Acordó del beso que el le había robado y sintió que las piernas le flaqueaban. De


repente , le pareció que el aire escaseaba en el lugar . Quinn no pasaba de ser mercenario, se dijo a si misma, en un intento de recomponerse. _ Canalla! _ murmuró entre dientes. _ Sólo te importan tus propios intereses. Se ve bien de quien eres hijo! Los ojos de él centellaban, como si en lo profundo de las iris color ámbar hubiese brillado un relámpago. Habló en voz baja: _ Mi padre y yo nunca tuvimos nada en común, querida dama. En breve podrá comprobar que no estoy mintiendo. Los dos se observaron por un largo rato. Melisande supo que allí estaba un oponente que no capitularía fácilmente. Quinn sonrió con indulgencia. La Apretó contra si y contempló su boca. Le Susurró : _ Tal vez debiéramos sellar nuestro acuerdo nuevamente. Melisande fue tomada por sorpresa y, antes de que tuviese tiempo de reaccionar, Quinn aplicó sus labios sobre los suyos. Las manos fuertes posaron en la cintura de ella, en una actitud posesiva. Nunca Melisande había sido abrazada así. Nunca sintió el cuerpo de un hombre presionarse con el de ella con tanta intimidad. En algún rincón de su espíritu, empezó a ser tentada a abandonarse a aquel contacto, al mismo tiempo provocador y atemorizante . El contacto de Quinn parecía hechizarla ,privándola de sus facultades racionales. Su olor y su calor la embriagaban. Los brazos que la rodeaban la hacían sentirse a la merced de él, lo que era extraña mente excitante. Quinn inclinó su rostro y profundizó el beso. Ella fue


invadida por una oleada de calor. Tuvo súbita consciencia de que cada fibra de su cuerpo ardía en una hoguera de pasión. En un impulso imprevisto, rodeó el cuello de Quinn con ambas las manoy se colgó de él. Cerró los ojos, dejándose llevar por el sabor de las sensaciones que la envolvían. Quinn estaba intentando desarmarla, pensó. Y en ese mismo instante se quebró el encanto. Melisande quitó las manos de su pecho y lo empujó. Quinn retrocedió. Se quedó completamente inmóvil. Sus ojos aún encerraban un indicio de ardor. Con los labios ardiendo, Melisande se apartó bruscamente. Se Ruborizó, desconcertada con la conmoción que Quinn le causara con un simple beso. _ Vos... Vos me maltrataras, así como tu padre maltrató a sus mujeres _ lo acusó ella. Quinn meneó su cabeza y dejó que sus brazos pendieran inertes. _ Ya te dijo que no soy como él. Jamás levantaría una mano contra vos. Su elocuencia hizo que Melisande se inclinase a creer en él. Quinn le daba la impresión de ser muy seguro y controlado. Sin saber por qué, se le ocurrió que aquel hombre era digno de confianza. Apartó ese pensamiento tan pronto surgió, recordándose a si misma que el hijo de Jerome sólo podía estar burlándose de ella. Quién le garantizaba que no era el autor de los ataques a Annosy? Quién le aseguraba que no seguiría el ejemplo de su odioso padre? Seguro que tenía facciones y modales más agradables que el anterior Lord


de Sayerne. Aunque, las apariencias podían ser traicioneras. Hasta que probase lo contrario, Melisande estaba dispuesta a creer lo peor. Y, con el fin de colocar sus ideas en orden, lo más sensato sería mantener distancia con aquel hombre. _ Y aunque no me levantes la mano, querido Lord. Yo nunca permitiré que me toques ! _ dijo, defendiéndose patéticamente, con uñas y dientes, de un ataque que nunca llegaría a concretarse. En verdad, buscaba defenderse de la poderosa atracción que Quinn le suscitaba. El modo en que mero beso de él la había aturdido era, por lo menos, desconcertante. Estaba asustada de la intensidad de su propia reacción. No podía sucumbir a aquel hombre, o estaría perdida. _ Qué estás queriendo decir precisamente? _ inquirió Quinn. Ella no volvería atrás. Así, que reuniendo coraje, continuó: _ No me colocaré a tu merced. Estoy siendo obligada a casarme , pero nunca me sujetaré a vos. No dejaré que te aproximes a mi. Viviremos bajo el mismo techo y nada más. La voz de Quinn se volvió más baja, y Melisande ya lo conocía lo suficiente para presentir que su paciencia estaba al límite. _ Entiende, de una vez por todas, que no voy a perder Sayerne por tus caprichos. Y no planeo forzarte a nada esta noche. No es propio de mi actuar como un bruto y no serás vos quien me haga cambiar de comportamiento. Tendrás que entregarte por tu propia voluntad. No te


olvides que la posesión de Annosy también está en juego. _ Yo ya acordé entregarme en la noche de bodas. Pero no te ilusiones, pues no tendré una participación activa en esta farsa infame. _ Y después? Me rechazarás? _ Si. Quinn la estudió por un instante. Melisande se enrojeció bajo su escrutinio. Comenzó a retroceder a medida que el avanzaba. Cuando sintió la pared en su espalda , supo que estaba acorralada. _ Yo te aseguro, mi Lady, que el deber marital no es algo que considero irrelevante. Melisande se apretó mas contra la pared, consciente de la amenaza que llevaban aquellas palabras. Quinn ahora estaba frente a ella , bloqueándole el paso. _ Nunca me someteré a vos! _ declaró altiva mente, aunque su expresaba una nota de miedo. _ Si me fuerzas, probarás que no sos mejor que tu padre! El cerró los puños y los apoyó en la pared, rodeando los hombros de ella. Melisande cerró los ojos para no tener que mirarlo. Silenciosamente, rezó para que Quinn no adivinase su temor. Silenciosamente, maldijo a Tulley y el hecho de haber nacido mujer. Si fuese un hombre, jamás estaría en aquella posición. Y jamás quedaría trémula, ansiando secretamente que Quinn la tocase... El conflicto que se armaba entre su voluntad y aquella extraña emoción la dejaba con los nervios en extrema tensión . Qué le estaba pasando? Que especie de locura se apoderaba de ella? _ No, mi querida dama _ le susurró Quinn, y su aliento le


calentó la cara. _ Yo no te forzaré a nada. Pero juro que te haré estremecer y suspirar. Juro que te haré implorar para que te posea. LA seguridad de él la exasperó. Preferiría morir a deleitarse con sus caricias y admitir que le pertenecía. Abrió los párpados, sus ojos lanzando chispas de cólera. _ Nunca! No me entregaré voluntariamente. Ni esta noche ni ninguna otra! _ exclamó con reiterada determinación. Para su espanto, Quinn se limitó a sonreír. La atracción que su innegable virilidad ejercía sobre Melisande hizo poco para calmarla. _ Tomaré tus palabras como un desafío _ murmuró él e, involuntariamente, Melisande tuvo un escalofrío. Quinn se inclinó hacia ella, que, desesperadamente trataba de esquivarlo, flexionó la pierna y le acertó en su virilidad con la rodilla. Quinn gimió de dolor. _ Bárbaro! _ dijo Melisande y sin perder tiempo, se precipitó hacia la puerta. Mientras huía por el corredor, la voz de Quinn la alcanzó: _ Mi Lady! Su conducta es una prueba de fuego para cualquier santo, y ya le dijo que no soy ningún santo! Ella continuó alejándose con pasos acelerados. Cuando subió las escaleras y se creía a salvo en sus aposentos, se recostó contra la puerta. Demoró algunos minutos en controlar su respiración errática y el pulso des compasado de su corazón. Sólo entonces, restablecida, constató que no había pensado en Arnaud ni una sola vez mientras estuvo con Quinn. Expulsó todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro y


se sentó en el suelo. Escondiendo su rostro entre sus manos, condenó furiosamente su propia debilidad. No entendía la influencia imperiosa que aquel bárbaro parecía tener sobre ella. Por qué el destino tenía que ser tan cruel? LA muerte no podía ser peor que aquella unión forzada con el hijo de Jerome de Sayerne. Mientras los pensamientos embarullaban su mente, Melisande intentó decidir si fue o no una victoria el hecho de haber conseguido hacer que el obstinada mente calmo Quinn de Sayerne alzara su voz. Capítulo III Quinn entró en la sala de baño como un tornado , cerrando la puerta con violencia detrás de si. Tres criados de la residencia, así como el propio Michel, lo miraron con espanto. El estaba fuera de si. Mientras hervía de cólera, pensó que jamás se había puesto en semejante estado. Difícilmente perdía la paciencia, y mucho menos a costa de las palabras venenosas de una mujer. Y con lo poco que conocía a Melisande d'Annosy ya notaba que ella era un hueso duro de roer hasta para el mismo diablo ! Bayard fue el último en lavarse y, como era habitual en él, disfrutaba del agua caliente . El recinto estaba envuelto en una nube de vapor y humedad. El fuego que crepitaba en la chimenea era la única fuente de claridad allí, con sus llamas anaranjadas cuyos reflejos temblaban en las paredes de piedra.


El ambiente tranquilo, aunque, de nada sirvió para calmar los ánimos de Quinn. Michel se aproximó a él con cautela. Su exagerada deferencia indicaba que la irritación del amo no pasaba desapercibida. _ Deseas bañarte? _ Si _ respondió Quinn lacónicamente. _ Tendremos que calentar más agua. Michel giró hacia uno de los criados de Tulley, y éste titubeó. Cuando Quinn clavó su mirada inflamada en el hombre en cuestión, el, muy deprisa, le hizo una reverencia y salió inmediatamente con una tina entre sus brazos. Quinn descartó el manto y tiró o cinto. Disgustado como estaba, no veía la hora de bañarse. La mujer lo llamó "bárbaro". El insulto aún le hacía hervir la sangre ... En silencio, Michel juntó el manto y el cinto tirados en el suelo. Bayard escrutó a Quinn de manera especulativa. _ Qué aconteció ? No creo haberte visto jamás de tan mal humor. Tulley te dio malas noticias? Quinn le lanzó una mirada sombría. _ Si quieres saber hasta dónde puede llegar mi mal humor, ven a la celebración de mis boda esta noche. Bastará que veas a la novia para comprender a lo que me refiero. Al oírlo, Michel paró de doblar el manto y pestañeó un par de veces. _ Celebración de sus bodas? _ Bayard rió, incrédulo. _ Entonces te vas a casar? Esta noche misma? Quién diría ! El impávido Quinn de Sayerne acaba de ser atrapado para siempre! _ Si. Si no me caso, perderé mi herencia. Haceme el favor


de parar de reír. No me hace ninguna gracia _ dijo Quinn en un tono acalorado, que a continuación se volvió irónico: _ Lord de Tulley fue tan solícito, que ya me buscó una esposa para mi. No crees que fue mucha gentileza de parte de él? _ Entonces, realmente te vas a casar! Y tan rápido ! Me Cuesta creer eso. Es un milagro que no esperaba. _ Se no me ahorras tus comentarios, será también un milagro que no tendrás oportunidad de presenciar _ advirtió Quinn con acidez. Cuando fue a última vez en que se sintió tan airado? No lo recordaba Lady Melisande tenía el don de hacer que un hombre perdiera los estribos. Para peor, ahora Bayard se divertía a costa de su situación y no revelaba la menor intención de salir de la bañera. Quinn se estremeció con un escalofrío, a pesar del aire cálido del recinto. El amigo sonrió y se sumergió en ea agua . _ No te cansas de estar en esa bañera, hombre de Dios? Qué tal si sales y me dejas el lugar? No quiero apestar en el día de mi casamiento_ urgió Quinn, cada vez más impaciente. _ Hmm... EN ese caso, la novia no debe ser del todo desagradable _ provocó el otro, sin moverse. _ A pesar de su apariencia me da que pensar el hecho que Lord de Tulley esté tan ansioso de conseguirle un marido. _ El se miró las uñas despreocupadamente. _ Parece que Lord de Tulley no quiere darle la chance de que vuelva atrás con el acuerdo. Aquella observación era demasiado acertada para el gusto de Quinn, aunque no podía negar que su "novia" era, de


hecho, un bello ejemplar del sexo opuesto. El grande defecto de ella no residía, obviamente, en su apariencia, sino mas bien en su lengua viperina. Los criados de Tulley arrastraron una segunda bañera de madera. La Dejaron en el centro de la sala de baño, al mismo tiempo en que dos siervos traían una nueva provisión de agua. Quinn parpadeó . Dos bañeras? Pocas veces había visitado una residencia dotada de aquel lujo. Más frecuentemente, Bayard y él compartían la única bañera durante sus viajes. EN esas ocasiones, dejaban a la suerte decidir cual de los dos tendría el privilegio de bañarse primero. Bayard volvió a sonreír y le hizo señas a los criados para que le colocasen más agua caliente en su bañera. _ Este castillo ofrece muchas comodidades _ dijo, percibiendo el deslumbramiento de Quinn. _ Y tu re compensa por habernos traído aquí no será pequeña, pues no deberás bañarte en las aguas dónde me lavé yo . Por todos los santos, me llevará una semana para sacarme esta mugre de mi cuerpo! _ Si estás tan sucio como afirmas, mi recompensa llega en buena hora _ retrucó Quinn, un poco más relajado. El otro, cubierto por agua hasta el cuello, continuaba a estudiándolo. Cohibido por la presencia indiscreta de los criados, Quinn luchó para no dejar que su agitación se notase. _ Tal vez no sea una mala señal el hecho de que la dama te halla afectado tanto después de una corta entrevista. Vas a ver como sacarás algo bueno de ese casamiento _ lo


animó Bayard. Quinn encogió los hombros. Si, estaba agitado, y cómo! Pero sería una locura interpretar eso como un indicio prometedor! No quería ni imaginar lo que aún estaba por vivir. La agresión de la mujer fue dolorosa y no olvidaría el elocuente impacto de su rodilla. No conseguía ni pensar en como sería el futuro al lado de semejante criatura. _ No habrá nada bueno en ese arreglo ! La mujer es una víbora de la peor especie. Un hombre nunca disfrutará de paz con ella cerca. Yo preferiría arder en las llamas del infierno ! Mas Tarde , Quinn se dio cuenta que ya se exaltaba. Se Aproximó a su amigo y bajó la voz, que, no obstante, continuaba perturbado. _ La criatura es helada como el viento de invierno e inflexible como una roca. Estoy perdido. Si hubiera sabido el destino que me esperaba, me habría quedado en Tierra Santa hasta el fin de mis días. Nunca imaginé que Tulley me llamaría para esto _ le confío. Por un minuto, Bayard no dijo nada. Quinn comenzó a creer que su amigo dudaba de sus impresiones. Pero sabía que estaba en lo cierto. Melisande seguramente ahuyentaría a todos sus pretendientes con su mal genio. Lord de Tulley, que claramente le tenía afecto, resolvió encontrar una víctima que le sirviese de marido. Quinn se sentía un idiota tonto por haber caído en la trampa de Tulley. Este, aunque, no era ningún bobo, lo escogió a Quinn porque él no perdería Sayerne, por más alto que fuese el precio a pagar. Sólo que, ahora, se cuestionaba si no lamentaría por el


resto de sus días la decisión que tomara. Estaba acorralado y no tenía cómo escapar. la sensación de impotencia no era agradable para un hombre acostumbrado a tomar las riendas de su destino. _ No debes perder tu sangre fría, mi amigo _ aconsejó, por fin, Bayard. _ Tampoco debería tolerar ser llamado mercenario, bárbaro, cruel y mentiroso en una breve audiencia ! LA dama en cuestión puso mi paciencia a prueba con sus ataques, Bayard. Nunca fui tan insultado en toda mi vida. El gesticuló exasperado y después se calló. Al recordar las palabras de Melisande, sintió una renovada oleada de indignación crecer dentro de si. la dama inequívocamente se había excedido. Bayard apoyó los codos en el borde de la bañera y se levantó. En su mirada había un rasgo inquisitivo. _ Ella es fea? _ indagó, fingiendo desinterés. Pero su aire casual no engañaba a Quinn, quien se sintió súbitamente incomodo con la curiosidad de un amigo. . No miró a Bayard cuando respondió: _ No. La risita del otro sólo sirvió para aumentar su irritación. Sentía las sienes le latían y el rostro le ardía como un fuego. En cualquier minuto, explotaría en un asomo de rabia. _ Me Atrevo a decir que todo se reduce a una cuestión de orgullo, Quinn _ habló Bayard. _ Qué dama sería ella si le hubieses demostrado debilidad? Yo te conozco mejor que nadie. Te Garantizo que no aprobaría una esposa


pusilánime! _ Ni siquiera consideré la posibilidad de casarme. El momento no es oportuno. A Ninguna mujer, y mucho menos a una noble llena de sí, le gustaría vivir en una lugar arruinado. Por todos los demonios, preciso de tiempo para reconstruir Sayerne! Con esa declaración, Quinn entró en la bañera que fue preparada. El agua caliente le proporcionó una agradable sensación de relajamiento. Sus músculos doloridos y sus aprehensiones fueron temporaria mente apaciguados. Cerró los ojos, recostó la cabeza, y dio un largo suspiro. _ Tal vez yo pueda arrancar una reacción de tu novia de piedra, eh? _ bromeó Bayard. Quinn se sentó abruptamente y lo fulminó con la mirada. Imperturbable, su amigo lo salpicó con agua. _ Ambos sabemos que, respecto a los asuntos del amor, mis habilidades superan a las tuyas _ se ufanó Bayard, sin ninguna modestia. Esa vez, de un salto, Quinn se puso de pie. Apuntó un dedo amenazador : _ Te Prohibo tocar a mi mujer! Si mi padre me enseñó algo en esta vida, fue el resultado de la traición en un matrimonio ! No toleraré que mi unión sea estropeada con la mancha del adulterio! Oíste bien? Sintió la mirada de los criados sobre si y respiró profundo, buscando recuperar su autodominio. _ No te hagas el desentendido, Bayard _ le avisó, con un voz clara que se aproximaba a su tono normal. _ Si me contrarias, te juro


que te arrepentirás amargamente ! Dicho eso, se sumergió en el agua. La superficie de la bañera se llenó de burbujas . Quinn las miró con el ceño fruncido. Más de una vez, maldijo a Melisande, porque lo había hecho perder la compostura... A esa altura, experimentó una vaga incomodidad. Tendría Bayard razón cuando afirmaba que la dama no le era del todo indiferente? _ Muy bien. Noto que le das gran importancia a este asunto _ sentenció su amigo, siempre impasible. _ Estás seguro que no tienes ningún interés adicional en tu novia? Vos dijiste que ella es bonita. _ Nada de eso! Yo nunca afirmó... _ Quinn se interrumpió, enervado con lo sonrisa divertida del otro. Se Concentró en el baño, ya sabiendo que Bayard no dejaría de notar su conmoción. El miserable era muy observador. Pasado un rato, se vio forzado a admitir: _ A pesar de su pésimo genio, ella es realmente bonita. La encantadora imagen de Melisande le vino a la memoria y le causó exasperación. Si, era una mujer adorable. Y dotada de una lengua de serpiente. Quinn se fregó su cuerpo con mucho vigor, como si con eso pudiese apartar la belleza de su recuerdo. Bayard, entre tanto, se levantó y pidió una toalla a los criados. Mientras se secaba, observó Quinn con franco escepticismo. _ Acordé con esa alianza meramente para asegurar la posesión de Sayerne _ replicó Quinn, a la defensiva. _ Ah, si? Debo entonces desconsiderar el hecho que, en


todos estos años de camaradería, a pesar de todos los desafíos y peligros que enfrentamos juntos, nunca te vi tan agitado como ahora? _ Es lo imprevisto de la situación que me supera _ replicó Quinn, evitando lo mirada de él. Curiosamente, percibió que sus palabras no transmitían mucha convicción. _No me hagas reír, mi amigo. Nosotros enfrontamos situaciones inesperadas en el pasado y, ni por eso, vos te viste superado. _ Pero ahora es diferente. Sayerne está en juego. La posibilidad de perder mi herencia me pone los nervios de punta, será que no lo entiendes? Bayard sonrió, pero omitió decir lo que le pasaba por la cabeza. _ En verdad. Tiene sentido _ concedió. Puso la toalla al alrededor de su cintura y lo miró interrogativamente. _ Deduzco que no te importará como vas a ir vestido a la ceremonia de tu casamiento, no es cierto ? Tus ropas de viaje serán más que suficientes para que se presentes decentemente delante del sacerdote. Al final, la ceremonia es una simple formalidad a ser soportada con paciencia. Bayard tomó la túnica gastada y manchada de Quinn. A continuación, la observó con la inocencia de un recién nacido. Quinn maldijo silenciosamente, lleno de frustración. Pero una vez mas, el bellaco tenía razón! No podía presentarse ropa sucia, y la barba y el cabello completamente desaliñados. la dama ya lo había llamado bárbaro y, perversamente, Quinn deseaba probarle lo contrario.


_ No, no_ objetó taxativamente. _ Se Debe respetar la institución del matrimonio, sean cuales fueran los motivos que puedan impeler la unión. _ Giró hacia los criados de Tulley, que estaban parados respetuosamente en las sombras, e ignoró lo sonrisa irónica de su amigo. _ Pregunten a su amo tendría la gentileza de conseguirme ropas apropiadas para la ocasión. Uno de los siervos hizo una reverencia y salió para atender su pedido. Quinn entonces se dirigió a Michel: _ Consígueme una navaja afilada, pues necesito afeitarme. Trae también una tijera para cortar mi cabello. El muchacho, triunfalmente, le mostró una navaja y una tijera que tenía a un costado . _ Bayard ya me había avisado que el Lord precisaría esto. Quinn miró a su compañero, quien le sonrió con picardía . _ le ruego que acepte mis humildes servicios de barbero . Tengo mucho talento con la tijera _ dijo el con aire afectado. Como respuesta, Quinn le arrojó una toalla , que le pegó en el pecho a Bayard, haciendo trastabillar. Satisfecho, Quinn soltó una carcajada. Mucho tiempo después de haberse encerrado en sus aposentos, Melisande aún temblaba al pensar en su futuro esposo. Berthe, su aya, la observaba atentamente. _ Mi Lady, parece aterrada! Y está tan fría! _ Berthe le tomó las manos en las suyas. _ Venga, sientese delante del


fuego. Le Preparé una brebaje que la calentarás en dos minutos. Melisande se dejó guiar obedientemente. Sentía un nudo en el estomago. En breve, desposaría al hijo de Jerome de Sayerne. Era increíble. Aquella noche, sacrificaría su independencia a causa de un infame arreglo. Miró hacia al luminosidad dorada que se filtraba por la ventana y calculó que el sol ya se ponía. Le Restaban pocas horas. A la mañana siguiente, sería la esposa de bárbaro bruto. Ese pensamiento le hizo disparar el corazón. Ajena a sus tormentos, Berthe le ofreció una taza humeante. Melisande espió su contenido, aspirando el aroma penetrante de la canela. _ Es vino con especias. Un santo remedio para el frío _ explicó la criada. Con un meneo, Melisande bebió el vino, sintiendo que el líquido caliente aplacaba momentáneamente su ansiedad. Berthe observó la ventana e frunció la nariz. Se Volvió a su querida ama. _ Este invierno es particularmente riguroso. Parece que el frío penetra en los huesos de la gente. No comprendo por qué el Lord de Tulley nos llamó a su presencia justamente ahora. Seguramente se trata de algún asunto importante, o él esperaría que el tiempo mejorase para convocarnos. Melisande ignoró la curiosidad estampada en el rostro de la criada. _ Bien, al menos el castillo es confortable. Para con pensar nuestro trastorno, comeremos a costa de Tulley _ agregó Berthe. Apuntó a la taza de vino e sonrió. _ Beba un


poco más , mi Lady. Melisande hizo lo que ella dijo. La criada le hablaba sobre a la servidumbre del castillo y Melisande meneaba la cabeza sin prestar atención a su chusmerios. Y como podría? Pronto se casaría ! El vino la confortó un poco. Cuando a taza ya estaba por la mitad, se sintió menos perturbada con la situación. _ Voy a casarme esta noche, Berthe _ dijo con simplicidad. La otra sonrió exultante y retomó sus palabras. _ Yo ya había oído rumores en la cocina, mi Lady. Poco pude creer en su buena suerte! _ Ella batió las palmas alegremente, para asombro de Melisande. _ Cualquier mujer desearía ser desposada por un hombre atractivo como Quinn de Sayerne. Melisande abrió desmesuradamente los ojos. Atractivo? Quinn? Reconocía que tenía una cierto apostura , pero no concebía que alguien pudiese desear ser desposada por un extraño. _ La diosa Fortuna le sonrió, mi Lady. Convengamos, que Lord Tulley podría haberle reservado el primer hombre que se le cruzase por la mente. En vez de eso, esperó para elegir un novio guapo como Quinn. la manera informal en que Berthe se refería a él no dejó de chocarle Melisande. El vino, sin embrago, la envolvía dulcemente y no hizo ningún comentario. El alcohol le turbaba las ideas con una especie de euforia. No tenía costumbre de beber y el preparado de Berthe la dejaba deliciosamente torpe. Con una sonrisa complaciente, Melisande apoyó la taza.


La perspectiva de casarse con Quinn ya no la aterraba tanto. SE Permitió hasta llegar a considerarlo un bárbaro atractivo. Sus ojos oscuros eran real mente cautivantes... Cuando el no se enfurecía, claro. _ Dime, mi Lady, como es él ? Me lo Describieron como un hombre alto y moreno. De qué color son sus ojos? Unas afirman que son negros. Otras, que son castaños. Melisande tuvo un sobresalto, pues el aya parecía leer sus pensamientos. Como Berthe aguardaba con expectativa, ella fingió naturalidad e intentó definir el color exacto de los ojos de Quinn. El cuarto le pareció repentinamente sofocante . Indecisa, miró la taza vacía. En general, no le gustaba de tratar de asuntos íntimos con las criados. En aquel caso, su discreción sería inútil: los rumores ya corrían entre los siervos del castillo. _ Son castaños _ respondió finalmente. _Pero su tonalidad cambian conforme al humor de él. _ Comprendo _ dijo la criada, mirándola de modo significativo. Juntando las manos, atravesó el cuarto y se aproximó al baúl que contenía las ropas de Melisande. _ Imaginé, mi Lady, que le gustaría de vestir algo especial en la ceremonia de su casamiento. Qué mujer no quiere mostrarse bella para su novio? _ Berthe le lanzó una mirada por encima del hombro. _ Siendo así, separé su vestido nuevo de terciopelo verde. Es un bello color, le realza los ojos y el cabello. No cree? Extendió el vestido sobre la cama y lo alisó con un suspiro.


_ Con un brocado de oro sobre él y su blusa blanca por debajo, quedará como hecho para una novia. Tomé prestadas algunas cintas e para adornar sus cabellos. Quedará espléndida, mi Lady. Si, espléndida para un bárbaro, Melisande pensó . Frunció el ceño, intentando ordenar las ideas. Esperaba que su "esplendor" no fuese destruido por el bruto en la consumación del matrimonio. El le aclaró que cumpliría con el deber conyugal. Aunque Melisande no tuviese ninguna intención de perder Annosy, aún temblaba de miedo al pensar en aquella inevitable unión carnal. Demasiado Tarde, deseó conocer mejor los pormenores de ese asunto tan delicado. Miró de soslayo a su criada, pero sabía que no podía revelar su ignorancia en cuestiones de alcoba. Berthe era tan bien intencionada como lengua larga. La última cosa que Melisande deseaba, a aquella altura de los acontecimientos, era tornarse en el objeto de los chismes entre los criados. Por ahora, ya le bastaba la humillación que le era impuesta con aquel acuerdo. Para aquietar sus temores, decidió beber un poco más de vino. _ Aún siento frío _ mintió. _ me Podrías traer otra taza ? Berthe le sonrió con solicitud y se apresuró a atenderla. Cuando Melisande descendió las escaleras, ya ataviada, se sentía divinamente bien. Tres tazas de vino le habían disipado por completo su nerviosismo. En realidad, tenía hasta ganas de reír de aquella situación absurda. Llegando al último escalón , tropezó, y una mano fuerte la sostuvo . Melisande levantó el rostro.


Cualquier palabra de agradecimiento que pretendiese proferir murieron en sus labios cuando su mirada encontró la de Quinn. O, por el menos, un hombre que se parecía a él... Sólo los ojos color ámbar continuaban siendo los mismos, con su brillo intenso y enigmático. Quinn había se afeitado y, por primera vez, las líneas angulosas de su rostro quedaron totalmente visibles. Los cabellos castaños estaban cuidadosamente recortados y peinados. Se había cambiado las ropas sucias por otras mas elegantes, y, vagamente, Melisande pensó que las criadas tenían buenas razones para considerarlo atractivo. Ella se mordió el labio, incapaz de desviar la mirada de Quinn. Cómo pudo dudar que fuese buen mozo ? En aquel momento, parecía un caballero más guapo y distinguido del mundo. Una lento sonrisa se formó en los labios de él. Labios que, poco antes, había posado sobre los de Melisande. Ella recordó vívidamente los besos que habían intercambiado y, estremeciéndose, tuvo certeza de que había abusado del vino. Por Dios, hasta le era difícil respirar ! _ Mi dama, su belleza rivaliza con el propio sol _ le dijo Quinn, en un tono bajo, que destinaba solamente a sus oídos. Ella juzgó de desconcertante la complicidad de aquel gesto. Eso le recordó el grado de complicidad al que llegarían al final de la noche y, por un instante, creyó que iba desfallecer. Sus rodillas se aflojaron , como si no pudiesen sostenerla más. _ Es muy gentil. Por lo que veo, también tomó ciertos


cuidados con su apariencia _ replicó en un tono ligero. Melisande volvió a mirarlo con involuntaria admiración. La cabellera ondulada de él reflejaban el brillo de las antorchas que iluminaban el vestíbulo, produciendo diversos matices cobrizos. Su mandíbula era cuadrada y firme. Y allí estaban, también, los atributos que ella ya había notado: la capa de brocado verde oscuro enfatizaba sus grandes hombros . Las calzas negras revelaban las piernas largas y potentes. Cuando Quinn se inclinó sobre ella, Melisande analizó sus manos grandes y fuertes. Era las manos de un hombre habituado a manejar la espada y, sin embargo, su contacto era sorprendentemente suave. Ella sintió el calor y notó los dedos callosos. Quinn no era un noble indolente, sino un caballero que se ganaba la vida con su espada. Su aura de masculinidad hizo que Melisande se estremeciese de anticipación. _ Mi lady, hagamos una tregua al menos en nuestra noche de bodas _ susurró el , provocándole un escalofrío cuando su aliento rozó los cabellos de ella. El modo en que dijo “ nuestra” , con calor e intimidad, la desarmó . Pero Melisande de pronto se defendió con habitual coraza para apartarlo. Le Sonrió con distancia y lo miró directamente a los ojos. _ Sería la actitud más civilizada _ declaró con una frialdad que estaba lejos de tener._ Así resolveremos luego nuestro acuerdo infame. La sonrisa de él se apagó en ese mismo instante, y Melisande percibió que sus palabras habían sido demasiado


crueles. _ No esperaba oír un comentario de esa naturaleza _ dijo Quinn con seguridad. Giró bruscamente, los labios apretados en una línea fina. _ Pero procederemos a su manera. Preparémonos para lo peor cuanto antes, así nos desligaremos rápidamente de nuestro compromiso. Melisande se sintió aborrecida con su cambio de conducta. LA declaración de Quinn de que no estaba menos disgustado que ella no fue exactamente un piropo . Con animo abatido, aceptó el brazo que el le ofrecía con excesiva cortesía. Como aquel caballero de décimo quinta categoría osaba insinuar que ella no era un buen partido? Sabía que su apariencia agradaba a los hombres y, además, Annosy no era un dote despreciable. Bien diferente era el caso de Sayerne, administrada por un bárbaro guerrero que, por pura casualidad, tenía un rostro agradable cuando se dignaba a afeitarse la barba... Ella levantó la mandíbula altivamente, no deseando que Quinn percibiese su orgullo herido, y lo acompañó hasta la capilla. Podía ser forzada a desposar aquel bruto, pero no le daría más que lo estrictamente necesario. Ni en la noche de bodas ni nunca. Lord de Tulley asistió a la llegada de ambos con evidente placer. Eso no sorprendió a Quinn, así como no le sorprendió que su novia se comportase con la frialdad de siempre. A aquella altura, no debería sorprenderlo también que quedase tan irritado con los modales y comentarios de ella. Presumía


que, con el pasar del tiempo, se mostraría menos susceptible a las garras de Melisande. Apretando los dientes, la condujo hasta el pequeño altar. Por milésima vez, se preguntó si no estaría cometiendo el mayor error de su vida. Un sudor frío brotaba en su frente mientras el sacerdote recitaba el rito ceremonial . Cuando el sacerdote concluyera el ritual, el estaría para siempre ligado a aquella mujer. Quinn miró de soslayo a Tulley y, al divisar la expresión determinada de Lord de Tulley, sintió su corazón más pesado que nunca. O desposaba aquella fiera , o perdía Sayerne. Estaba entre la espada y la pared . El viejo Tulley adivinó su punto débil. Y ciertamente no amenazaría en destituirlo en vano. Si no se casaba por propia voluntad, él no vacilaría en pasar Sayerne a manos de otro. Después de aquella noche, Quinn decidió, que evitaría a todo costa la compañía de su esposa de lengua afilada. Las propiedades de ambos los mantendrían providencialmente ocupados. Saldría de casa al amanecer y sólo retornaría al ponerse el sol. La idea de comprometerse en una unión sin amor le traía un indescriptible malestar. Le Gustaría obtener algo mejor para sí. Pero debía contentarse con lo que tenía a mano, pensó buscando consuelo. _ Pueden sellar su unión con un beso _ dijo el padre. Quinn se sobresaltó . Giró hacia Melisande y notó que estaba un tanto perturbada. Pero ella no abandonó su altanería y le envió una mirada insondable. Quinn se sintió intrigado. Podría jurar que Melisande no había quedado indiferente al beso que habían intercambiado horas antes.


Tal vez, finalmente, pudiese existir un futuro para ambos en aquel casamiento. Sólo le restaba correr el riesgo. _ Si. Sigamos la tradición _ dijo con firmeza. No le pasó desapercibida la agitación de Melisande. Eso sólo podía significar que no era tan fría como quería hacerle creer. Tal vez, finalmente, aquella noche de bodas no fuese a convertirse en un tormento. Quinn le tomó el rostro con ambas las manos. Melisande cerró los párpados. Pero, esta vez, el no la dejaría escapar fácilmente. _ Abre los ojos, querida . Quiero que veas bien con quien te estás casando _ murmuró. Melisande obedeció, y Quinn sintió el temblor de su cuerpo. Al intuir el desamparo de ella, la tocó con infinita delicadeza. Le Sonrió y su corazón recibió una golpe cuando vio que ella le devolvía la sonrisa tímidamente. _ Por el futuro _ susurró él, rozando los labios de Melisande con los suyos. Ella posó sus manos trémulas en su rostro. Su boca tenía el gusto del vino y de la canela. Caliente, dulce y al mismo tiempo picante. Dando alas a su imaginación, Quinn intentó adivinar si el resto de su cuerpo sería tan dulce como su boca. Pero se hallaban en público y las delicias de la intimidad deberían quedar para más tarde. Entonces, el se enderezó y sus labios se separaron. Para su sorpresa, Melisande lo miraba con un brillo travieso en la mirada. _ Que seas muy feliz y que la paz esté siempre contigo _ ella agregó inesperadamente.


Quinn sonrió. Melisande dejó escapar una risa y, con aire culpable, se llevó la mano a la boca. Mientras ella se volvía hacia el padre, a Quinn se le ocurrió que era al primera vez que la veía sonreír. Le Agradaba que lo hubiese hecho justamente en aquel momento. Era una buena señal. Tal vez hubiese llegado a conclusiones precipitadas y Bayard, con sus irritantes comentarios, estaba más cerca de la verdad. Fuese como fuese, Quinn no resistió el impulso de provocar a su esposa. _ Algo me dice que la paz no estará siempre conmigo, al menos no esta noche _ dijo en tono que permitió que oídos in discretos captasen sus palabras. Melisande se sorprendió con su audacia, ruborizándose violentamente, al tiempo que Bayard reprimía una carcajada. Quinn la observó sin dejar de sonreír. Tenía ganas de tomarla en sus brazos y llevarla al cuarto inmediatamente, antes de que aquel raro instante de encantamiento se desvaneciese. Pero el padre tosió alto, manifestando su desaprobación respecto al comportamiento impropio de los recién casados. _ El cocinero nos preparó un banquete de bodas . Veamos cuales fueron los resultados de sus esfuerzos _ intervino Tulley. Su anuncio, Quinn notó con decepción, logró sacar a Melisande del estado relajado en que se hallaba. Ella se puso seria y posó la mano en su brazo con cierta formalidad. Aunque frustrado, Quinn se sintió victorioso


por conseguir que su esposa riera. Con un poco de talento, cuando estuviesen a solas más tarde, podría inducirla nuevamente a brindarle su sonrisa. Una cosa era indudable: para que disfrutasen esa noche de bodas, más valía que Melisande abdicase su compostura. Algunas copas de vino servirían a ese propósito. Y Quinn estaba dispuesto a cuidar personalmente de eso. La carne estaba sabrosa y el vino había sido seleccionado entre las mejores cepas de al bodega del anfitrión. Melisande perdió la noción de cuanto bebía. El hecho era que su taza no estuviera vacía nunca. A cierta altura, eso la intrigó, pues estaba poniéndose borracha y ya no pensaba con claridad. De vez en cuando , el brazo de Quinn rozaba el suyo, provocándole una agradable oleada de calor. Se Sentía leve, muy leve. No se tomaba el trabajo de recordar el nombre de los presentes y acompañaba la conversa con displicencia, sonriendo a uno ya otro con aire soñador. No era propia de ella adoptar aquella postura despreocupada. En todo caso, no se censuró. Aquella era su fiesta de casamiento y podría actuar como quisiese. Aún en medio del sopor del vino, tenía aguda consciencia de la presencia de Quinn en la silla vecina a la suya. Y, a medida que la noche transcurría, esa consciencia se fue intensificando. Era algo más fuerte que ella. No podía impedir que su mirada furtivamente fuera a las manos fuertes que movían tan hábilmente. Después una de esas manos se llevó un trozo de carne a la boca de labios sensuales, y Melisande observaba sus movimientos por el


borde de su ojo. En un momento dado, sintió que el muslo de Quinn rozaba el suyo. En otro momento , percibió que el musculoso cuerpo de él era más intoxicante que el vino mismo ... El muslo de Quinn volvió a rozar el suyo. Ella juraría que aquel movimiento era deliberado. Aunque, la expresión de su esposo no revelaba segundas intenciones. Melisande no se movió. Se Concentró en la sensación de la pierna musculosa que presionaba levemente su propia pierna. De cuando en cuando, Tulley, sentado a la izquierda de ella, proponía conversación. Animada por los vapores etílicos, Melisande le hablaba animadamente. Después, volvían a recaer en una especie de alegre trance, observando a los invitados mientras disimuladamente seguía los menores gestos de su esposo. Tenía ganas de tocarlo. Para ser el hombre que tanto le había desagradado a primera vista, Quinn estaba venciendo sus resistencias con espantosa facilidad. Y con eso, naturalmente, ella no había contado. Bayard hizo una broma y Quinn soltó la carcajada. Melisande se dejó envolver por su risa y reparó que su voz era grave, bien impostada. Estaba allí, con la risa de él imaginariamente haciendo eco en sus oídos, cuando Berthe se aproximó y le dijo que era hora de retirarse . Melisande asintió y se levantó. Al ver la sonrisa devastadora que Quinn le dirigía, su corazón latió aceleradamente. Vaciló un momento, vagamente atontada. El entonces le tomó el brazo con firmeza. _ Luego estaré contigo, mi esposa _ susurró, en aquel tono


íntimo que ya estaba comenzando a afectarla. _ Si _ murmuró ella débilmente. Después, giró y dio un paso en dirección a la puerta. El salón parecía girar y girar y girar. Melisande tambaleó ligeramente. Se Mordió el labio con fuerza. _ Precisas asistencia? _ le preguntó Quinn. Ella lo miró con repentino pánico. Sólo ahí se recordó lo que acontecería cuando los dos se quedasen a solas. Aún no estaba preparada para aquello. Una cosa era complacerse en sentir la pierna de un hombre contra la suya. Y Otra, bien distinta, era el misterio que la aguardaba en la cama esa noche. No, era mejor que Quinn permaneciese en el salón por el mayor tiempo posible... _ No es necesario, gracias _ se apresuró a decir. Cuando retrocedió, por poco no tropezó con el ruedo de su vestido. _ Cuidado, mi Lady! _ exclamó Bayard, sosteniéndola. _ Oh, muy amable _ ella agradeció , percibiendo que el contacto de aquel caballero no le provocaba ninguno escalofrío. Ahí estaba otro enigma a ser descifrado, pensó, pues, así como Quinn, Bayard era bastante atractivo. Tenía una sonrisa cautivante que por cierto ya le había ganado el amor de muchas doncellas. Desconcertada con su descubrimiento, Melisande se volvió para mirar Quinn. Ele le guiñó un ojo con una expresión no desprovista de malicia. _ En un momento me reuniré con vos en los aposentos _ le


prometió. Ella sabía perfectamente a lo que Quinn aludía. No sabía mucho sobre el amor físico entre marido y mujer. Pero sabía que sería una experiencia íntima. Y dolorosa. Con creciente consternación, se dirigió rápidamente a la salida del salón. _ Apóyese en mí, mi Lady _ le ofreció Berthe. Melisande asintió y, ayudada por la criada, caminó más deprisa . Sintió que Quinn la seguía con la mirada, pero no se atrevió a mirarlo nuevamente. Subió las escaleras , mientras los escalones parecían danzar a sus pies. Cruzó el corredor como si cruzase en un sueño y finalmente llegó al cuarto. Mirando en torno a si, contuvo la respiración. Se Apoyó pesadamente en Berthe. El fuego acogedor ardía en la chimenea. Las sábanas de la cama habían sido cambiados y estaban prontas a recibir a los recién casados. El escenario fue cuidadosamente preparado para la consumación del acuerdo. _ Venga, mi Lady. El amo Quinn de Sayerne avisó que no tardaría. No debe hacerlo esperar. El primer impulso de Melisande fue resistir. Quería a toda costo permanecer vestida. Por ella, Quinn se podía quedar esperando por toda la eternidad. Aunque, en su estado, no podía hacer frente a las manos rápidas y diligentes de la criada. En pocos minutos, se vio como Dios la había enviado al mundo. Sin hacer caso de su reticencia, Berthe la llevó al lecho. Por tradición, pensó Melisande, no le era permitido el


derecho de cubrirse ni con una camisola de dormir. Sólo podría contar con la sábana para ocultar su desnudez. No profirió palabra mientras la criada le deshacía las trenzas. _ No se inquiete, mi Lady. Su marido es un hombre gentil. No tendrá nada a temer esta noche _ iba diciendo Berthe, en una tentativa de tranquilizarla. En eso, se oyó un sonido de voces masculinas delante del cuarto. A continuación, sonó un golpe en la puerta. Melisande se cubrió con un lienzo de lino y aguardó. _ Quien está allí? _ indagó la criada, viendo que su ama no tenía ninguna reacción. _ Buena noche. Venimos a traer un presente para su Lady _ respondió un hombre, probablemente Bayard. Al momento siguiente, la puerta se abrió y Quinn fue empujado para al interior del aposento, sostenía la capa en una de sus mano y su camisa estaba rasgada en la parte delantera. Los hombres que lo habían escoltado, reunidos en la umbral de la puerta, reían y hacían bromas obscenas: La mirada de Melisande recayó sobre el pecho desnudo de él y quedó fascinada con la visión de la piel bronceada por el sol de Oriente y cubierta de vello oscuro. A continuación, se reprendió por sus pensamientos lascivos. Una dama respetable debía evitar tales pensamientos. Entonces, empujó la sábana hasta su mandíbula, inhibida por las miradas curiosas que la escrutaban. Era evidente que aquellos hombres tenían la esperanza de vislumbrar su desnudez. Era simplemente horrible... _ Vamos, Quinn _ insistió Bayard, irrumpiendo en el cuarto. _ Ya es hora de nos despidamos de vos para que


vayas al lecho con tu esposa! Los otros soltaron risotadas, y Melisande sintió que la cara le ardía de vergüenza. No era posible que los canallas se atreviesen a hacer aquello! _ Deja ya, amigo. Creo que me puedo arreglar solito _ retrucó Quinn. Su fisionomía estaba relajada, aunque su voz era categórica. Melisande se preguntó si él había notado su vergüenza. _ Creo que es oportuno que dejemos a los recién casados en paz. Vamos todos ! _ comandó Berthe enérgicamente. Bayard hizo un gesto de protesta. _ Cómo? Irnos en lo mejor de la fiesta? Pero... Berthe se limitó a tomarlo por la oreja y, sin soltarla, arrastró al amigo de Quinn hacia la puerta. Todos los hombres irrumpieron en ruidosas carcajadas. _ Nada de "peros ". No tenemos nada que hacer aquí. No se da cuenta que está siendo inconveniente? Cualquier idiota sabe que una pareja necesita privacidad en su noche de bodas _ aleccionó la criada, mientras continuaba empujándolo impiadosamente de la oreja. Cuanto más Bayard insultaba, más los otros se reían. _ Yo esperaba otro comportamiento de un caballero que profesa la cristiandad y recorrió Tierra Santa. Pero claro estaba equivocada !. Y sus modales? Quién diría que es un caballero! _ censuraba Berthe, inmune a sus protestas. La puerta se cerró detrás de ellos y, de repente, no había más nada en el cuarto mas allá del brillo en la mirada de Quinn. El fuego crepitaba, rompiendo el pesado silencio que se reinaba en el aposento. Con el corazón pulsando en un


ritmo alucinante, Melisande observó a su marido. Su marido... Ella se humedeció los labios resecos. Quería huir de allí, pero era incapaz de hacer cualquier movimiento. Estaba paralizada. Ya no podía negar la verdad, ya no podía retrasar el momento. Su hora había llegado y el efecto del vino se disipaba, abandonándola impiadosamente a su propia suerte. Capítulo IV Con lentitud calculada, Quinn dejó la capa de lado. Escrutó a Melisande cautelosamente. Parecía acorralada como un animal asustado. Era mejor no hacer ninguno movimiento brusco... Los ojos de ella surgían sobre el borde do sábana, mirándolo insistentemente, sin perderse el menor gesto de Quinn. Estaban vidriados y, en su temor, exhibían una coloración más oscura. El dio un suspiro. Aquella noche no habría de transcurrir sin algunos tropiezos. Realmente, fue muy ingenuo de su parte creer que todo se resolvería de manera simple. Melisande era virgen y eso, por si sólo, ya implicaba alguna dificultad para llevar a cabo el cumplimiento de su compromiso. El hecho de ser forzada a entregarse sólo complicaba aún más la situación. la noción de que Sayerne estaba en juego impelía a Quinn a actuar, aunque la perspectiva de que Tulley revisaría las sábanas a la mañana siguiente le enfriaba considerablemente el animo. Por un instante , llegó a pensar que estaba soñando. En cuestión de horas, su vida


tomaría otro rumbo. Ahora, todo quedaba en sus manos para hacer . Bueno no sólo en sus manos. Se Veía en un cuarto extraño, unido a una mujer que no lo aceptaba, siendo obligado a consumar el acto sexual sin amor y sin consentimiento. La sensación de irrealidad que lo dominaba, sumada a los efectos del vino, le hacían girar la cabeza. No, aquello no podía estar pasando... Volvió a suspirar. Respiró profundo para recuperar la sobriedad. No, no era un sueño. Estaba allí para cumplir su parte en el acuerdo que el que Lord de Tulley le impusiera. Tenía de cumplirla. Y tal vez la fatalidad de aquel unión fuese la raíz del miedo de Melisande. Con ese pensamiento, Quinn vio la situación desde otro ángulo y descartó los últimos recelos que lo acechaban. Su mente se tornó lúcida y podía razonar con claridad. Precisaba ganarse la confianza de su joven esposa, para probarle que no era o bruto que ella imaginaba. Precisaba, por encima de todo, probarle que no era como su difunto padre. Se Preparó para una pequeña escenificación. Para aplacar el nerviosismo de Melisande, fingiría una naturalidad que estaba lejos de sentir. Para que todo saliese bien, era necesario crear un vínculo de complicidad entre los dos. Ahí habría , al menos, dignidad en su entrega. Dos extraños que se mantenían apartados en mente y cuerpo sólo podrían abaratar el acto de amor. Y, cuando se acabase el momento del gozo, pasarían a odiarse uno al otro de forma tal vez irreconciliable. _ Bayard es bastante pesado y desubicado ! _ comentó de


modo casual. Miró su propia camisa rasgada y sacudió a cabeza. _ Nunca pierde la oportunidad de hacer bromas pesadas. No calculas cuantas ya me arruinó. Su mayor diversión es colocarme en situaciones vergonzantes. Por suerte, tu criada no vaciló en tratarlo de modo enérgico. Bayard bien se lo merece. Pero no te enojes con él. No hace esas cosas por maldad. Melisande no dijo nada, pero sus dedos aflojaron un poco la presión en el borda de la sábana. _ Y qué me dices del banquete? Fue de tu agrado? Yo no me creí que el cocinero de Tulley pudiese preparar tamaño festín en una sola tarde! Los cocineros de la región son talentosos como él? O su talento es una excepción ? Los únicos sonidos que salieron de la garganta de Melisande fue una discreta tos. Aún así, fue suficiente para alentar a Quinn. Sin mirarla, se aflojó el cinto con pretendida displicencia y lo dejó sobre la capa. _ El cocinero de Tulley es uno de los mejores de la región. Hace muchos años que trabaja en este castillo _ respondió Melisande, con una voz aún un poco lentificada por el vino. _ Ahora que me casé, debo cuidar de no engordar. A Vos seguramente no gustaría tener un marido que parezca un barril _ dijo el con aire chistoso , tocándose su propia cintura. Oyó el sonido de una risa ahogada y tuvo certeza de que Melisande comenzaba a relajarse. De espaldas a ella, se quitó la camisa y no resistió la curiosidad de espiarla por sobre su hombro. Melisande desvió la mirada deprisa. Dos


manchas rosadas en su cara denunciaban que no estaba totalmente inmune a la desnudez de él. La noche parecía más prometedora que antes, pensó Quinn, animándose un poco. EN un impulso, giró y se acercó al lecho. Vistiendo apenas las calzas de lana, se sentó en el borde . EN el otro extremo de la cama, Melisande lo observaba con atención. Usaba la sábana como un escudo para defenderse de él. Pero, como no intentó levantarse, Quinn vio en eso un buen augurio. Se quitó las botas sin prisa, dando a Melisande el tiempo para acostumbrarse a su presencia. Sólo entonces giró hacia ella. Estaba condenado a tener una única noche de amor con aquella mujer. Y la consumación acontecería por fuerza de las amenazas de Lord de Tulley. Sería cómico sino fuese trágico. Pero prefería no abandonar el optimismo que le era particular. Aún alimentaba esperanzas de borrar de su casamiento el estigma del acuerdo impuesto. _ Crees que ya estoy gordo? _ provocó. Melisande permaneció quieta algunos instantes. Quinn notó que no conseguía despegar sus ojos de su pecho desnudo. _ Creo que eres presumido _ ella retrucó en el mismo tono. Su voz ya era más firme. Quinn sonrió y se inclinó sugestivamente. _ Y vos sos gorda? Ella crispó las manos en la sábana y su fisionomía quedó congestionada. En su semblante se alternaban el rubor y la lividez. _ Por quién me tomas? Cómo te atreves a hacerme insinuaciones obscenas? No voy a desfilar mi desnudez para


vos, como si fuese una prostituta de taberna ! _ Lo que precisamos hacer no puede ser hecho con esa sábana entre nosotros _ dijo Quinn, arqueando una ceja sin perturbarse. _ Entonces cierra los ojos _ pidió Melisande, girando su rostro. El casi rió. Cerrar los ojos? Nunca ! _ Mi dama, si voy a tener esta única noche de amor para el resto de mis días, puedes tener la certeza de que conservaré los ojos bien abiertos. _ Por qué necesitamos dar todas estas vueltas? Y ahórrame tus mentiras, por favor. Sé que difícilmente te limitarás a dormir solito, aunque mi lecho te sea vetado en el futuro. Melisande suspiró exasperada. Quinn la observó con espanto. _ Crees que no te seré fiel? Surgió un vestigio de duda en sus ojos verdes. A continuación retomaron su frialdad. _ Casi no te conozco. Qué razón tengo yo para creer en tu fidelidad? Es evidente que te estás burlando de mí si piensas que tus palabras azucaradas vencerán mi resistencia. Después de que hayas conseguido mis favores, tocarás una melodía bien distinta! Oh, mi Dios, tu táctica es tan primaria que me causa gracia ! Quinn rodó a un lado y se apoyó en su costado. La Observó con intensidad, deseando desesperadamente que confiase en él. _ No, Melisande. Tu juicio es equivocado. Esta es nuestra


noche de bodas. No podes pedirme que cierre los ojos en este momento. El se acercó a ella. Melisande apretó los párpados con fuerza, contuvo la respiración, inmóvil como una estatua. Quinn se llenó de decepción. Precisaba, de alguna manera, disipar sus sospechas. _ Si esta es la única ocasión en que nos amaremos, quiero proporcionarte un recuerdo de placer. Y contemplaré tu belleza, al menos una vez. Yo no te lastimaré _ murmuró él. Melisande abrió los ojos y lo miró largamente. Por fin, acordó con un meneo de su cabeza. _ Por lo que sé, el dolor no puede ser evitado _ dijo en un hilo de voz, haciendo que Quinn comprendiese su recelo. _ Prometo que seré muy cuidadoso. Aunque, sabes que no podremos eludir nuestro deber esta noche. El no podía mentirle para calmarla. El dolor sería un inconveniente inevitable en aquellas circunstancias. Pero estaba siendo completamente sincero al afirmar que harías todo para agradarle y para ahorrarle la incomodidad inherente a la primera noche de amor de una mujer. Con extrema delicadeza, le tomó la mano, abriendo sus dedos que se aferraban a la sábana casi con desesperación, como si aquel pedazo de tela fuese su última esperanza de salvación. Melisande estaba fría como un pedazo de hielo. Cerró los ojos y una vez más, respiró profundo. Cuando los abrió nuevamente, tenía una expresión decidida. Ahora, se parecía más con una mujer segura de si misma que Quinn conoció en el escritorio de Tulley.


_ El Lord tiene razón. Ven , marido, y cumple con tu deber. Dicho eso, ella apartó la sábana para exponer su desnudez. Extendió los brazos rígidamente a lo largo do cuerpo y volvió a cerrar los párpados. Melisande parecía un cadáver. Quinn la miró con horror. Sin embargo, su perplejidad no le impidió deleitarse con su espléndido cuerpo femenino. Cuando se recompuso del shock , se sintió violentamente insultado. No la poseería como un animal. Un marido no sentía deseo por su esposa. En realidad, Quinn percibió que su deseo rápidamente lo abandonaba ante la frialdad de Melisande. Irritado, se puso de pie. Se Apartó del lecho, pasando la mano por los cabellos. Allí estaba la mujer de nuevo poniendo a prueba el límite de su paciencia! _ Haces esto a propósito! _ la acusó. _ A propósito? El giró. Melisande se había sentado y lo miraba con ojos furiosos. Quinn juzgó su exaltación curiosamente alentadora. Al menos, ahora ya no parecía una muñeca inerte y sin vida. Por más enojada que pudiese estar, él prefería lidiar con Melisande en aquellos términos. _ Es obvio que me someto contra mi voluntad ! _ disparó ella. _ No es lo que vos y Tulley exigen de mi ? Me Limito a hacer tu voluntad, como cualquier esposa dedicada haría ! _ Una esposa dedicada ! Ahí hay algo que clara mente nunca podré disfrutar! _ No abuses de mi buena voluntad! Se es obediencia ciega


lo que deseas, sugiero que desistas del acuerdo con Tulley y busques la anulación de esta farsa! Trastornada, ella se levantó de la cama con un dedo en alto dispuesta a continuar con su sermón. Pero Quinn poco podía escuchar sus palabras, fascinado por la cascada de oro que era su cabellera. Los hilos sedosos descendían hasta las caderas. Refulgían a medida que Melisande se movía, como si poseyesen vida propia. Ele jamás había visto nada tan fascinante. _ Tus cabellos _ murmuró con embobado. Melisande se forzó a reír. Se Encogió de hombros con modestia, pero era evidente que se sintió lisonjeada. _ No hay nada de extraordinario en rulos _ dijo. _ Puedo tocarlos? _ pidió Quinn. Su admiración se translucía de forma innegable en los ojos castaños, y Melisande acordó con un gesto. Se Perfiló hacia él, haciendo que sus cabellos captasen los reflejos do fuego. Quinn se aproximó, sintiendo el corazón extrañamente apretado. Estiró una de sus manos, y notó como sus palmas callosas contrastaban con sus cabellos satinados. Un poco de vacilación , corrió la mano por los hilos dorados. Cogió una mecha, tanteó su suave textura, contempló su brillo y aspiró su perfume. En aquel instante, el cuerpo de él respondió a la proximidad de Melisande con un vigor que lo sorprendió. La miró fijamente, mientras ella evitaba su mirada, llena de pudor, con las manos cruzadas delante de sí. Quinn vislumbró la curva de sus pechos bajo la vasta cabellera e, incapaz de resistir, le apartó los cabellos para poder contemplar la


perfección de sus formas. Melisande era hermosa, pensó él. Tenía la piel tersa y curvas delicadas, femeninas. Las caderas bien proporcionadas se estrechaban suavemente en una cintura delgada, Después venían los generosos contornos de sus pechos y dos pezones turgentes, y le seguían el cuello y el mentón siempre proyectado una actitud de nobleza. Jamás Quinn se imaginó que sería posible existir una mujer tan bella . En su fascinación, mal consiguió recordar el motivo por el que discutían, pues no había en el mundo un motivo para discutir con una beldad como aquella. _ Melisande, tu hermosura excede las palabras... Ella giró ligeramente, los ojos verdes brillando como esmeraldas a la luz del fuego. Le Sonrió con indulgencia. _ Dices eso para obtener mi consentimiento esta noche lo acusó, pero su voz ya no parecía dura como antes. Evidentemente, el hecho de que Quinn le hubiese tocado los cabellos había bajado las defensas de ambos. _ No. Digo apenas la verdad _ replicó él en un tono que no dejaba duda en cuanto a su sinceridad. Melisande lo observó algo sorprendida, sin saber muy bien que decir. Quinn aprovechó su vacilación y se inclinó, capturando los labios de ella. Melisande al principio no tuvo reacción, luego , posó su mano en su hombro y se dejó abrazar. No era exactamente una retribución ardiente, pero fue suficiente para que Quinn intensificara su beso. Esa vez, ella supo que el fuego que le corría en las venas no se debía al vino. En efecto, aunque, era el mismo estado de


embriaguez: la lánguida sensación de levita, la perdida del control y hasta la perdida del deseo de mantener el control... Los besos de Quinn eran tentadores. Poco a poco, la iban derrumbando todas sus barreras, y cada beso era más ávido que el precedente. Melisande ni podía precisar cuando terminaba uno y comenzaba el otro. Quinn le mordisqueaba los labios, recogía la miel de su boca y la provocaba con dulces caricias que le quebraban la resistencia. Ella sabía que no lo repelería más, sobretodo porque la unión de ambos estaba predestinada. Seguramente, consideró, no era pecado gozar las caricias de su marido apenas una vez. La mano de Quinn se deslizó por la nuca y el cabello de ella . Melisande experimentó un especie de vértigo. Se Sentía venerada. La expresión maravillada de Quinn cuando le tocaba los cabellos sólo podía significar eso. El demostraba una debilidad y, de repente, Melisande ya no tenía tantas ganas de enfrentarlo. Se realmente estaban obligados a tener una relación carnal en aquella única noche, entonces debería aprovecharla al máximo, decidió ella. Quiso tocarlo y no se reprimió más. Le acarició el vello castaño que le recubría el pecho. La carne de Quinn estaba caliente . Melisande tanteó con la punta de sus dedos los latidos de su corazón, que se aceleraban. Al percibir que él estaba tan per turbado como ella, se apegó más a su cuerpo musculoso. Sus pechos entonces resbalaron en el tórax musculoso de manera desconcertante.


Melisande entreabrió los labios y dejó su cabeza pender hacia atrás, ofreciendo su boca para un beso más. Cuando sintió la lengua de Quinn en la suya, supo que había tomado un camino sin retorno. En aquel momento, el la tomó en sus brazos. Era como si adivinase los pensamientos de Melisande, y ella intuyó que un vínculo secreto se formaba entre los dos. El contacto de la piel cálida de Quinn le avivaba los sentidos, le despertaba deseos prohibidos. La hacía ansiar algo más, que no sabía bien que era. La pasión barrió de su mente cualquier vestigio de lucidez. Luego estaba echada en la cama, con Quinn sobre su cuerpo. El le besaba los labios, la cara, el lóbulo de la oreja, el cuello. Ella suspiró y lo tomó por los hombros, disfrutando del modo en que la curvatura sólida se amoldaba a sus manos. Los besos de Quinn se esparcían por su cuello, por sus pechos, y por fin sus labios se cerraron en torno de su pezón. Ella casi gritó, tomada de sorprendida. Intentó apartar a cabeza de él, con os dedos enroscados en los cabellos castaños, pero Quinn continuó succionando el pezón entumecido. Antes de que Melisande pudiese identificar la sensación que comenzaba a brotar en la parte baja de su vientre , la mano de Quinn fue hacia abajo. Ella gimió cuando los dedos se detenían en el pubis y se perdían en los vellos dorados que lo protegían. Melisande se resistió, irguiéndose con una sombra de pánico en su mirada. Quinn la observó y sonrió. _ Relaje, muchacha. Te prometo que esto no te hará doler.


A ella Ni se le ocurrió cuestionarlo. Se recostó nuevamente. La mano de Quinn se movió en los pliegues íntimos de su carne , envolviéndola en oleadas de placer. Melisande gimió. El entonces continuó acariciándola con sus dedos de forma cada vez más osada, mientras le besaba un seno. Sin más reticencia, ella cerró los ojos y se entregó al deseo que la consumía como un fuego abrasador. A cada segundo, su placer la elevaba a un nuevo nivel de deleite. Sin que lo percibiese, comenzó a ondular y arquear el cuerpo, entremezclando gemidos, jadeos y suspiros. Quinn no le dio tregua y extrajo más dulces suplicas con sus manos y sus labios. Cuando Melisande creyó que no podía soportar más la tensión que amenazaba con irrumpir en su cuerpo, colocó su boca contra la de Quinn y lo besó con fervor. Saboreó sus besos con abandono. El miembro erecto de él se comprimía en su pubis, haciéndola estremecer sucesivamente. Pero, avergonzada, no tuvo valor de mirarlo. Quinn pasaba su lengua por su oreja, proseguía con incansables caricias y movía sus caderas contra el cuerpo de ella, aumentando el frenesí. Melisande se arqueó y volvió a rozar sus pechos en el amplio tórax de él . Ahora quería probar el gusto de la carne de él también. Los dedos de Quinn encontraron nuevamente el aterciopelado hueco en el vértice de sus muslos, y Melisande se contorsionó. El separó una de las piernas de ella y se colocó su cabeza entre sus muslos . Ella estaba agudamente consciente de todo a su alrededor. La iluminación del cuarto. La colcha de


terciopelo sobre la cual estaba echada. el cuerpo fuerte de él sobre ella. _ No te resistas. Déjate llevar y te haré gozar ... _ le susurró Quinn al oído. Inesperadamente, Melisande sintió un momentáneo alivio para la tensión que la dominaba. Melisande se apretó mas a la boca de el buscando alivio a esa tensión entre sus piernas que buscaba salida . Se entregó a sensaciones desconocidas. En su mente, vio un estallido de pequeñas estrellitas mientras se Precipitaba en un vértigo que la elevó a un pico de éxtasis y luego la dejó caer en un suave planeo . Arrebatada en aquel túnel ciego, en ningún momento oyó sus propios gritos de placer. Cuando sus espasmos fueron cediendo se apenas tuvo consciencia del corazón de Quinn vibrando contra el suyo. El se apoyó en sus codos, contento de haberle despertado tanto ardor, con el rostro enrojecido y los labios temblorosos como los pétalos de una rosa roja. Las uñas de Melisande se habían clavado en los brazos de Quinn, y él se enorgulleció de llevar en su carne esas marcas del placer que le había provocado a ella. La cabellera dorada se enredaba en sus dedos. Viendo sus párpados semi cerrados él casi podía adivinar que ella estaba gozando los últimos estertores del climax . Sabía que había conseguido satisfacerla y estaba contento consigo mismo. Depositó un beso leve como una brisa en sus labios, y Melisande abrió los ojos. Quinn temía que pudiese rechazarlo con palabras ásperas.


Pero, ella sonrió lánguidamente. _ Eso no me dolió _ murmuró ella . _ No fue lo que le prometí? _ dijo el, sonriendo también. Melisande asintió un poco atontada. Quinn entonces posicionó su cuerpo entre sus piernas. _ Ahora puede ser que sientas algo de dolor. Pero, como te dije, procederé con todo cuidado. Ella frunció levemente el ceño y meneó la cabeza en señal de comprensión. Apretó los brazos de Quinn sin nada decir. El se forzó- a mantener el autodominio. La simple idea de penetrar aquel cuerpo lo hacía trepidar. Se Sintió rozar calor más profundo de la carne de Melisande. Deslizó los brazos a las costados de ella y le tomó los hombros. Precisaba calmar sus ímpetus, por más imperioso que fuera el deseo de saciar el instinto que lo abrasaba. No podía permitir que las riendas del instinto lo comandasen, pues quería que Melisande tuviese algo de placer en aquella unión. _ Pase las piernas alrededor de mi cintura _ murmuró con voz ronca. Ella obedeció dócilmente, envolviéndolo con su propio cuerpo. Quinn apretó los dientes, estaba a punto a perder el control. La Penetró lentamente. Se alojó en su parte mas intima , traspasó la rigidez del tejido que iba cediendo a su avance. Nunca imaginó que una mujer pudiese encerrar tanta dulzura en su matriz. Cuando ella gimió débilmente, Quinn se inmovilizó de inmediato. La miró con aire culpable. _ No te inquietes por mí . Fue apenas una leve puntada que


sentí. Continua _ le susurró Melisande. Su mirada transmitía una seguridad recién adquirida. Ella movió sus caderas a modo de convite, espoleando aún más el deseo de Quinn. El respiró profundamente. Se Estaba tornando cada vez más difícil mantener el control da situación. _ Mujer ! Pero Melisande presionó un beso en sus labios, callando su protesta. _ Dime que puedo hacer para agradarte. Es justo también que tengas tu placer esta noche _ susurró ella, para el completo asombro de Quinn. El simplemente no supo qué responder. Las palabras se paralizaron en sus labios, mientras su cuerpo entero se consumía de deseo. Melisande volvió a mover sus caderas, y Quinn cerró los ojos, en un esfuerzo de refrenarse algunos instantes más. Claro estaba que su reacción la excitaba, pues ella se arqueó de nuevo comprimiendo los senos en el pecho de él. Como por propia voluntad, la mano de Quinn descansó en la cintura de Melisande. La determinación de contenerse se estaba tornando rápidamente impracticable. Ya no sabía si podría soportar aquella deliciosa agonía. _ Esto te agrada? _ preguntó ella en un susurro. _ Melisande, yo... Sin dejarlo responder, Melisande se estiró para besarle la oreja, como el mismo había hecho momentos antes con ella. El contacto de su lengua húmeda hizo que Quinn perdiese el control. Sus manos grandes aferraron las caderas de


ella, las aseguró con posesividad mientras daba estocadas firme. Melisande se tomó de su cuello, apretó las piernas en torno a su cintura. Quinn se sintió cautivo de dos piernas que lo incitaban a continuar con sus arremetidas. Su esposa lo acompañaba en los movimientos, guiándolo a picos de placer jamás imaginados. El gimió al sentir que las uñas de Melisande se enterraban en sus hombros. En un segundo de lucidez , él se dio cuenta de que ella alcanzaba una vez más el clímax. Aquella mujer era su esposa y su compañera para toda la vida, pensó Quinn. Habría de darle placer por el resto de sus días. Aquella mujer le pertenecía, a él y a ningún otro. Y, cuando esa certeza se instaló en su corazón, , fue sacudido por los espasmos del éxtasis. SE Arqueó con gemido potente y final , tiró su cabeza hacia atrás y derramó su simiente con un ímpetu salvaje. Gemía fuertemente, ascendiendo por la espiral del placer , hasta que la tensión decreció y el se dejó caer agotado sobre Melisande. Descansó su cabeza en su hombro un instante, y después se levantó. _ Melisande _ murmuró, aún sorprendido con la violencia del goce que ella le había proporcionado. Melisande abrió los párpados y sonrió lánguidamente. Y su sonrisa fue como una promesa para Quinn. Melisande... El había temido que aquella noche se re velase en nuevo rechazo. Aunque, ni en sueños había concebido las delicias que había probado en aquella noche. Era evidente que había sacado a la luz las habilidades de su


esposa para participar del juego del amor. Quinn se echó a su costado y la acurrucó en sus brazos. Ella permaneció quieta y se recostó sobre el con un suspiro satisfecho, no tardando en adormecerse. EN la penumbra del cuarto, el caballero Quinn de Sayerne sonrió y cerró a medias los párpados, pensando que era el hombre más afortunado de toda la cristiandad. Las marcas de sangre en la sábana fueron un shock en el momento de despertar. Melisande se restregó los ojos y volvió a abrirlos, pero las manchas incriminadoras continuaban allí. Ella giró hacia un lado, dónde encontró el espacio vacío dejado por Quinn. Descalzo, usando solamente las calzas ajustadas, él avivaba el fuego de la chimenea. Las llamas lanzaban reflejos en su rostro y en sus cabellos ondulados. La sonrisa cómplice que le envió a Melisande de poco sirvió para aliviar el sentimiento de culpa de ella. Había Quebrado su promesa! Traicionó a Arnaud! Los colores le subieron al rostro. No entendía como había podido olvidar el voto de fidelidad que hiciera. Y, era peor, si fuese sincera, tendría que reconocer que le había gustado la consumación de su casamiento. Si no tenía dignidad para mantener su palabra, era la más despreciable de todas las criaturas. No merecía ni siquiera barrer las cenizas de la cocina . _ Buen día, mi dama _ saludó Quinn con voz dulce _ No hay nada de bueno en este día! _ replicó ella. Lo Vio retraerse y se arrepintió de tratarlo con aspereza. Y, sin


embargo, había faltado a su palabra. Ante eso, nada más tenía importancia. Notó que Quinn se apartaba del lecho con pasos inciertos, no hizo nada para tranquilizarlo, recelando, en su interior, sucumbir a la influencia que ele parecía tan fácilmente ejercer sobre su voluntad. Confusa, lo miró como se mira a un oponente peligroso. _ Creí que la noche pasada tornaría este día más fácil _ dijo Quinn, midiendo sus palabras. Melisande lo observó con despecho y a continuación con hostilidad. Entonces él Creía que el mero deber conyugal resolvería aquella intrincada situación? La angustiaba la consciencia de haber caído en una terrible trampa. El mal estaba hecho y no había nada que pudiese repararlo. Incapaz de soportar el peso de su propio remordimiento, ella transfirió la culpa a Quinn. Finalmente, aquel hombre era la raíz de sus problemas! _ Es por tu culpa que estoy en esta situación ahora! _ lo acusó. _ Si no ambicionases la posesión de Sayerne a todo costa... Si no hubieses regresado a reclamar tu herencia, yo podría estar tranquilamente en mi casa esta mañana ! Ella levantó el rostro a tiempo de vislumbrar los manillares cerrados de él. No ignoraba cuan incomodo él estaba, pero aún así lo fusiló con la mirada. _ Se dice que una mujer siempre está en su casa cuando tiene a su hombre junto a si _ se reivindicó Quinn, haciendo visible su esfuerzo por contenerse. _ Quien dice eso es un tonto! El hecho de ser mujer no implica que no tenga arbitrio sobre un hogar que me fue dado por derecho. Mi hogar es Annosy y estoy contenta de


vivir allá solita. _ Solita? _ repitió el con cuidado. _ Me Pareció que anoche no te disgustó el hecho de estar acompañada. _ Fui seducida contra mi voluntad! _ Ah, eso si que no, mi dama! No fui el único en gozar con la consumación de nuestro casamiento! Melisande se levantó de un salto. Se acordó de que estaba desnuda, tomó su camisa con gestos rabiosos y atravesó el cuarto , para ponerse delante de Quinn. _ Tu infame afirmación no es propia de los modales de un caballero! No se acusa a una dama se arrepentida de su propia impulsividad ! _ Qué? Impulsividad? _ Quinn colocó las manos en la cintura y sostuvo la mirada. _ Difícilmente eso fue mera impulsividad , te restregabas contra mi como una gata en celo! Ella lo abofeteó. Quinn la miró con furia. _ Tu agresión no cambia los hechos, mi Lady. Anoche me querías. No ganas nada con negarlo. Nada podrá cambiar la verdad. _ Qué verdad? Yo me comporté de una forma que me es totalmente extraña. Llegué a preguntarme si vos no tenías algo que ver con eso ! La insinuación de que se había conducido como una perdida le era insoportable. Temblaba de indignación. Y, de repente, una idea se formó en su mente. Notó que los ojos de Quinn brillaban casi imperceptiblemente, como si él adivinase lo que iría a decir. _ Fue aquel maldito vino! _ vociferó. Cuando Quinn


retrocedió, tuvo certeza de que había llegado a la verdad. _ Vos cuidaste que mi taza nunca se estuviese vacía! Te Aseguraste de que yo estaría ebria para lograr tu objetivo ! _ Creí que el vino ayudaría a apaciguar tus te mores. Y permitiría que nosotros dos tuviésemos un buen momento, una vez que ambos habíamos aceptado los términos del acuerdo con Tulley. _ Pues si ! Y vos usaste el vino para garantizarte una conquista más fácil! No pasas de ser un canalla de la peor clase ! Melisande aproximó su rostro al de él. Su único plan era herirlo, del mismo modo en que Quinn la hirió al hacerle quebrar su voto. _ Es así como acostumbras a actuar? Emborrachando a las muchachas para llevarlas a tu lecho? Quinn maldijo, y lo hizo con tal exasperación, que Melisande de repente le tuvo miedo. Sabía que había demasiado lejos esta vez. Cuando vio los ojos de él chispeando de cólera, temió que fuese a golpearla . Pero él la puso a un lado bruscamente y se alejó hacia el otra extremo del cuarto. _ El vino no puede hacerte proceder de una manera totalmente extraña _ murmuró, fijando su mirada en el fuego. Respiró profundo y expiró el aire con fuerza. _ No comprendo por que te muestras tan furiosa. Probablemente es de vos misma de quien tienes que sentir rabia. Vos escondes algo. Tal vez sea el momento de que me reveles por qué está tan intratable esta mañana.


La perspicacia de él la espantó. Quinn hablaba con tranquila seguridad, compeliéndola a abrir su corazón. Melisande se apretó las mano y lo miró , continuaba de espaldas. Se Criticó por actuar como una niña malcriada, al tiempo que su marido conservaba un estoico auto control. No tenía derecho a llamarlo bárbaro cuando ella misma se comportaba con intransigencia y desfachatez. Tenía motivos de sobra para estar airada. Tenía todo el derecho . Aunque Quinn lograse invariablemente desarmarla después de enfurecerla. Estaba desesperada. No tendría valor de mirarse al espejo, siendo tan grande su vergüenza y su disgusto consigo misma. Su corazón estaba oprimido y un fardo invisible le pesaba sobre los hombros. Tal vez, si confesase lo que la atormentaba, encontrase algún alivio. Melisande Intentó cerrar sus ojos al torturante sentimiento de culpa. Si no paraba de despreciarse, al menos debería revelar la verdad a Quinn por una cuestión de dignidad. Mejor tarde que nunca, pensó. _ Vos debes saber que yo no tenía interés en esta unión _ dijo, en un tono más calmo. _ Y yo acaso la tenía? _ retrucó él. Melisande tragó en seco, No le gustaba mucho que le recuerden que Quinn estaba más que contrariado por desposarla. Se Dijo a si misma que quedaba dolorida sólo por orgullo. Después de todo , sabía que un hombre que casaba obligado no era exactamente una lisonja para ninguna doncella.


_ No te equivoques, mi dama. A pesar de ser una bella mujer, yo esperaba poder escoger mi novia y construir una unión basada en un amor recíproco. El entonces giró su rostro hacia Melisande y le dirigió una mirada que la dejó inconsolable. _ Fui un tonto en suponer que, después de la noche pasada, contrariando todas mis expectativas, nosotros pudiésemos tener la esperanza de construir esa unión. _ Quinn continuó observándola, escrutando su semblante en busca de una respuesta. _ Será que de hecho me engañé? Esa vez, fue ella quien se hizo a un lado de modo abrupto. _ Si _ dijo simplemente. Quinn apretó sus labios. Cuando volvió a hablar, su voz estaba puntuada por el sarcasmo. _ Sé que nuestra unión va en contra de la voluntad de los dos. Cada uno tenía sus propios planes para el porvenir, que seguramente no incluían un acuerdo de esta naturaleza. Sin embargo, podrías tener la bondad de esclarecerme cuál es exactamente tu objeción a este casamiento? No puede ser mi persona el motivo de tu aversión. Ni siquiera me conocías, aunque tu primera impresión haya sido un tanto desfavorable. El tono amargo de él incomodaba a Melisande, sobretodo porque estaba consciente de haber sido la causante de su cambio de humor. Ella se mordió el labio. Por un segundo, deseó verlo como estaba antes, sonriente y despreocupado. Ahora que el momento de la verdad había llegado, le parecía más difícil revelarla. Se armó de coraje y buscó calmar los golpes erráticos de


su corazón. _ Yo estaba prometida a otro hombre. Le di mi palabra de que lo desposaría _ declaró, respirando profundamente. _ Qué? Quinn giró sobre si mismo y la miró, sin con seguir ocultar cuan atónito estaba . Melisande sostuvo la mirada. _ Vos oíste lo que dije _ replicó, y levantó la mandíbula. _ Entonces estabas prometida a otro. _ Quinn se pasó la mano por los cabellos nerviosamente y frunció el ceño. _ Y, sin embargo, omitiste decirlo en la primer entrevista . Creíste que ese asunto no sería de mi interés ? _ Tulley no hizo caso de eso cuando se lo dije. Los ojos oscuros de él centellaron. Quinn pareció crecer en tamaño delante de ella, tenía una expresión perturbada. _ Yo no soy Tulley! Me Juzgas tan egoísta ? Crees que no me importaría tu palabra empeñada? Si hubiera sabido, no hubiese participado de esta infamia! _ Vos no abdicarías Sayerne. _ Tampoco me casaría con una mujer ligada a otro hombre. Vos tenías la obligación de comunicármelo antes de la ceremonia. Pero una vez, los ojos de él se estrecharon peligrosamente, y Melisande temió por el rumbo de sus pensamientos. Quinn cruzó el aposento con largas pasos y gesticuló enervado. _ O tal vez una dama como vos se divierte en ver como un "bárbaro" incauto cava su propia sepultura?


_ Sepultura? _ Creyendo que él se refería al casamiento de ambos, Melisande se sintió muy ofenda. Qué estás queriendo decir? Ahora percibo que sos un cobarde _ Lo Crees? _ Es evidente ! Escogiste tu camino con libre y espontanea voluntad ! Yo no te empujé a la sepultura, qué tipo de mujer piensas que soy? _ Muy experta o muy tonta. Aún no me decidí . Qué te hace creer que el hombre con quien se estabas prometida no querrá vengarse de mi cuando se entere de lo que hice? Después de que Tulley venga a vernos, todos sabrán que tomé tu inocencia. Los rumores correrán rápidamente. No dudo que tu pretendiente intentará defender su honra. Melisande lo observó asustada. _ El no hará eso ! _ Entonces qué especie de hombre es él ? _ indagó Quinn, bajando la voz de una manera que le provocó un escalofrío. _ Yo me vengaría de aquel que tomase lo que es mío. Ella se apartó con un gesto de desprecio estudiado. _ Vos sos un bárbaro. _ No_ retrucó él , meneando la cabeza . _ Soy un hombre honesto y cuido de lo que es mío, eso es todo. Ya era hora de conducir a conversación de vuelta al punto inicial, decidió Melisande. No deseaba que Quinn quedase falsamente alentado por su comportamiento de anoche . Lo Maldijo por vencerle las resistencias con algunas tazas de vino. Fue ladino como ningún hombre podría serlo con su novia. Ahí, ella titubeó un instante. No podía negar que la noche


pasada con Quinn fue placentera . No osó imaginar como hubiera sido sin la ayuda del vino. _ Sea como fuere, no te acogeré más en mi cama _ declaró con autoridad. _ Si me permites un comentario aparte, tenía impresión de que anoche vos me invitaste a compartir tu lecho. _ Si lo hice, ya sabes que fue meramente porque me vos me embriagaste y me sedujiste. Por tu culpa, falté a mi palabra. Si dependiese de mi voluntad, jamás te habría convidado! Para su consternación, sintió el rostro bañado de lágrimas. Quinn retrocedió y se mantuvo en las sombras, mientras ella sollozaba , intentando inútilmente reprimir el llanto. El no le ofreció consuelo y, cuando Melisande levantó su rostro, vio que la miraba con expresión pensativa. _ Quien es él ? _ preguntó en un tono glacial. _ Por qué quieres saber? _ Tal vez yo esté curioso por conocer el hombre que conquistó tu corazón_ dijo Quinn con una sonrisa irónica. Melisande quiso intentar esclarecer que su corazón no tenía nada que ver con la promesa que hiciera. Era su palabra lo que contaba. Pero no comentó nada sobre eso. Quinn no precisaba estar enterado de todos los de talles del compromiso que sellara con Arnaud. _ Yo te diré el nombre de él con una condición. Quinn cruzó los brazos con creciente impaciencia. _ Y cuál sería esa condición? _ Que no me toques nunca mas . _ Ella impostó su voz. _ El acuerdo fue cumplido. Vos y Tulley ya tiene lo que


deseaban. En contra partida, mi condición debe ser respetada. Los ojos de él brillaron con una mezcla de furia y escepticismo. _ Entonces no quieres que te toque como anoche ? No te entregarás más al placer como te entregaste hace pocas horas? _ No_ Melisande dijo deprisa. Con algunos pasos, Quinn recorrió la distancia que los separaba. Le tomó el mentón, obligándola a mirarlo. El calor que emanaba de su cuerpo la perturbó , pero ella mantuvo los ojos obstinadamente bajos. Su debilidad debía ser visible, pues, de repente, Quinn sonrió. _ Mentirosa _ susurró, tocándole los labios con los suyos. El silencioso argumento de él era tierno y también provocador. Ahora que estaba sobria, Melisande percibió que su reacción al contacto de aquel hombre estaba lejos de depender del vino. A pesar de su propia voluntad, vio con horror que su cuerpo se pegaba al de él. _ No! _ protestó, amedrentada. Lo Empujó con una fuerza nacida de la desesperación. Y volvió a llorar, secándose las lágrimas con gestos febriles. _ Ves lo haces ! No sólo me obligaste a quebrar mi palabra sino que insistes en forzarme a persistir en el error ! _ Mi Lady, nunca forcé a una mujer a compartir una cama conmigo. _ Pues ser la primera no me sirve de consuelo! _ Melisande se enderezó y lo fulminó con la mirada. _ Y ten por seguro


, mi Lord, que no volveré a flaquear. De hoy en adelante, te prohibo entrar en mis aposentos. Le Siguió un pesado silencio. _ Quién es él ? _ Quinn volvió a preguntar, ignorando su cólera. él tenía los labios contraído, Melisande supo que sus palabras lo habían herido más de lo él se disponía a demostrar. Ella insistió : _ Dame tu palabra de que aceptarás mi condición. _ Sólo te tocaré cuando así lo desees. Melisande lo observó por entre el velo de sus lágrimas. _ Nunca querré que me toques. Tienes que darme tu palabra de que no intentarás hacerlo nuevamente. _ Yo te garantizo que no te tocaré, a menos que así lo desees. Y eso es todo lo que conseguirás de mí. Ahora me dices quién es él . Después de una pausa, Melisande concedió : _ Arnaud de Privas. Aquel nombre hizo eco en el cuarto como un presagio siniestro. Ella intentó recordar el rostro del hombre con quien estaba prometida. Hacía tanto tiempo... Real mente, la única cosa que le importaba era su palabra empeñada. Quinn repitió el nombre en voz baja, como si lo memorizase. después se volvió a mirarla fijamente. Melisande quedó desconcertada con el poder que parecía tener sobre ella, desarmándola con una simple mirada. Sería Más sensato dejarlo creer que Arnaud era dueño de su corazón. Por el menos, le daría tiempo de descubrir por


qué el menor contacto de Quinn tenía el don de transformarla en una esclava. Ella detestaba sentirse tan vulnerable delante de un hombre. _ Más o menos bárbaro, dos caballeros deben respetar una dama _ dijo. _ Puede ser. Pero la verdad es que vos no sos inmune a mis caricias, de la misma manera como no lo soy a las tuyas _ sentenció él. La implicancia de aquellas palabras aterró a Melisande. Que Quinn pudiese subyugarla era inquietante. _ Eso es un disparate _ mintió. _ Será que no conoces nada del amor? No ves que fingí tener placer? _ Y por qué harías eso? _ insistió él en un tono duro. _ No concordamos en que el deber conyugal precisaba ser cumplido? Yo no quise que todo fuera aún más desagradable. Pero eso ya no importa. Honramos nuestra obligación y ahora tengo tu palabra de que no me tocarás. El caminó de un lado a otro, ocultando mal su agitación. _ Sé que no fingiste nada anoche ! No mientas, Melisande. Que al menos la verdad quede entre nosotros. Ella hizo un gesto para restarle importancia , fingiendo no notar el orgullo herido de Quinn. Giró y se restregó las manos, su corazón no vacilaba. Pero no podía sucumbir. De eso dependía el destino de Annosy. _ No estoy mintiendo _ reiteró. Quinn se paró a su lado. Melisande retrocedió , no que riendo sentir de lleno su piel, no queriendo capitular. Por el ángulo del ojo, percibió que él levantaba la mano para tocarla. Se Desesperó. Sabía que no resistiría que Quinn la


besase una vez más. Y, por más que quería huir , permaneció petrificada. En un instante, su máscara de indiferencia caería y él sabría cuanto la afectaba. No podía permitir que eso aconteciese. Le puso la mano en el pecho de él en advertencia. _ Tu juramento vale tan poco, mi querido Lord que no vacila en violarlo en la primera oportunidad? EN ese caso, debo deducir que sos un hombre sin palabra? _ lo desafió. Cerrando los puños, Quinn retrocedió. _ Entonces ese es realmente tu deseo? Ser una es posa apenas en apariencia? _ Si ! Eso sería conveniente para mí. Se da valor a tu palabra, te quedarás en Sayerne y no pondrás tus pies en Annosy. _ Como quieras ! _ explotó él , levantando sus brazos . _ Ya entendí cuál es mi lugar! Soy afortunado por no tener que soportar tu presencia en el futuro! _ Quinn le apuntó con un dedo, taxativo. _ Pero te asevero, mi lady , que la próxima vez en que me quieras en tu cama, tendré que ser sido invitado. Fuera de si, Quinn se dirigió a la puerta con pasos decididos. Hubiera salido sin mirar atrás, si en aquel exacto momento no se hubiese oído un discreto golpe en la puerta. Giró hacia Melisande, y ella abrió los ojos con un sobresalto. La voz familiar de Tulley sonó en el corredor: _ Presumo que ya se pusieron de acuerdo ? Melisande se puso una robe deprisa y se ató el cinto con manos trémulas. De repente, sintió la amenaza de que todo podría echarse a perder.


Lord de Tulley habría oído la discusión? Capítulo V Lord de Tulley se asomó delicadamente cuando Quinn abrió la puerta. Sonrió con aire de disculpas, pero no reveló intención de irse. Quinn estaba insultando y luchando con sus botones. Sentía que el estómago le quemaba del nerviosismo. Tenía la certeza de que Lord de Tulley había oído la discusión entre los dos. _ Estoy interrumpiendo algo? _ preguntó Tulley en un tono ligero. Su mirada penetrante alternó entre la cama y Melisande, y después volvió a escrutar a Quinn. _ Será que esta mañana tendremos una o dos propiedades confiscadas? Las insinuaciones de Lord de Tulley sólo servían para enervar aún más Quinn, quien apuntó irritado hacia la cama , diciendo lacónicamente: _ Vea por usted mismo. Melisande se mantuvo en silencio, los brazos cruzados y las lágrimas aún brillando en su rostro enmarcados por sus largos cabellos rubios. Quinn, a pesar de su irritación tuvo el impulso de ir junto a ella y reconfortarla. La tensión que Melisande enfrentara en las últimas horas era bastante para hacer estallar los nervios de cualquier mujer. La humillación de tener una intimidad inspeccionada por Lord de Tulley sólo empeoraba el estado de su espíritu perjudicando . “Maldita mujer!”, pensó él de repente. Primero, lo dejaba


fuera de sí. Y después, lo confundía con su emotividad... Acabaría por volverlo loco! Apretó los dientes mientras Tulley cruzaba el aposento y espiaba las sábanas blancas. _ Muy bien ! _ aprobó Lord de Tulley. _ Me quedo aliviado de constatar que cumplieron con su obligación. Felizmente yo estaba equivocado . Quinn sintió la mirada especulativo del otro hombre sobre sí, pero no quiso dar ninguna explicación. Que Lord de Tulley pensase lo que quisiese. De cualquier manera, no pasaría mucho tiempo para que todos supiesen del fiasco de aquel casamiento. Tulley tosió una vez más, evidentemente avergonzado, pues captó la atmósfera densa del cuarto. _ Noto una cierta tensión entre ustedes dos. Parece que no todo es un lecho de rosas esta mañana. Eso no es nada bueno _ observó. La pareja no dijo nada. _ EN verdad, Quinn, no pude dejar de oír tu comentario. Quinn lo observó alarmado. No le gustó el modo en que Tulley fruncía el ceño, con los ojos azules llenos de censura. Lord de Tulley, con sus labios apretados, miró a Melisande, quien persistía en su mutismo. _ Parece que no enfaticé debidamente la importancia del casamiento entre ambos _ prosiguió Lord de Tulley. _ Por lo que pude entender, este asunto es de cierta relevancia para el Lord _ dijo Quinn. _ No ! la cuestión representa mucho más que una " cierta relevancia " para mi ! Creo que dejé claro mi deseo de que nuestro arreglo consistiese de un casa


miento genuino. Si las meras apariencias fuesen mi objetivo, yo podría muy bien convocar a un par de actores para desempeñar la tarea! _ Tulley se aproximó. Su mirada se inflamó. Volvió a escrutarlos, su mano era ahora un puño cerrado . _ Es de mayor importancia que ese casamiento esté por encima de cualquier sospecha. Y los encuentro peleando como perro y gato Después de la noche de bodas eso es poco adecuado! Será que no tienen ningún sentido de decoro? Será que no perciben gravedad de la situación? Estaba visiblemente trastornado, aunque Quinn no entendiese por qué. Por su parte, él se había empeñado en cumplir su tarea . Pero, por lo visto, Tulley no tenía la misma opinión. _ La unión está consumada y sellada. Su designio fue, por lo tanto acatado, mi Lord _ argumentó Quinn, abatido. _ No! Eso fue apenas el comienzo! Algún oído in discreto debe haber escuchado la discusión entre los dos y, a esta altura, los criados ya disponen de material para sus rumores y chusmeríos . No se precisa mucha imaginación para adivinar que ustedes pretenden llevar vidas separadas. Pero no fue eso lo que pretendía de ustedes! Melisande se mordió la lengua para no decir nada de lo que pudiese arrepentirse más tarde. Quinn notó su contrariedad, que era la misma que él sentía. Ninguno de los dos acogía de buen grado la interferencia y la manipulación de Lord de Tulley. _ No fue lo que pretendía _ repitió este. _ No ven que los saqueadores no se intimidarán, a menos que su unión parezca sólida? De que vale que Lord de Annosy sea un


guerrero temido si él no vive en sus tierras? No piense, Quinn, que las personas no advertirán la verdadera naturaleza de su casamiento. las palabras de Tulley sacaron a Melisande de su apatía. Ella se dirigió a Lord de Tulley con un disgusto mal contenido : _ Lord de Annosy? El arreglo no fue que Quinn sería el Lord de Annosy! Por lo que comprendí, el objetivo del acuerdo era asegurar un heredero para Sayerne y garantizar que yo tuviese un marido para desalentar los ataques a mis tierras. _ En efecto, mi querida. Pero vos seguramente sabías que las dos propiedades serían unificadas con este arreglo, no? _ Tulley preguntó, impaciente. A Quinn no le gustó el tono de él. Hablaba con Melisande como si fuese una niña, insultando su inteligencia. Y, en realidad, la idea implícita de la unificación de las tierras de ambos tampoco quedaba clara para él . Entonces sería investido con el título de Lord de las dos propiedades? La perspectiva de gobernar Sayerne y Annosy lo dejó inseguro. Era un guerrero hábil con la espada y las estrategias de la guerra. Pero Tenía consciencia de que no poseía los conocimientos necesarios para administrar tierras. _ Está ocurriendo un grave malentendido, mi Lord. Yo nunca acordé en unificar Annosy con ninguna otra tierra, y mucho menos con Sayerne! Si ese era su propósito cuando nos sugirió el acuerdo, debería haber dejado clara su posición _ retrucó Melisande.


_ Mi niña, será que creíste que la ley no se aplicaría a tu caso? _ dijo Lord de Tulley con el mismo timbre áspero de la víspera. _ El título de Annosy no te fue concedido oficialmente en virtud d el a ley. La tradición manda que la mujer ceda sus propiedades a su esposo. Mucho me asombra que hayas pensado que Annosy sería una excepción. El se enderezó y los observó a los . EN ese momento, Quinn vio que Lord de Tulley esperaba una obediencia cuyas implicaciones Melisande y él habían subestimado. _ En vista de su impetuosa discusión esta mañana, tomé una decisión. Annosy será, por ahora, la única propiedad de Quinn. _ declaró Tulley. _ Qué? _ inquirió Melisande con irritación. _ Perdón ? _ se manifestó también Quinn, temiendo lo peor. Habría perdido Sayerne? Tulley notó su mirada interrogativa con frío desdén. _ Fue lo que oyó. No te daré la posesión de Sayerne por el momento. _ Qué significa eso? Por cierto no pretenderá faltar a su palabra? El mayor propósito de este arreglo fue garantizar mi título de Lord de Sayerne! _ Es verdad! No puede hacer eso. Dio su palabra a Quinn! _ intervino Melisande, tomando partido por él . _ Yo puedo y voy a hacer lo que prometí. Pero quiero ver un matrimonio real antes de ceder Sayerne. Si recuerdan bien mis palabras, yo no explicité cuando daría la posesión la propiedad _ dijo, categórico, Lord de Tulley. Miró a uno y a otro y agregó : _ Yo sugeriría que nunca más me acusen


de faltar a mi palabra. La próxima vez, no seré tan benevolente y los castigaré severamente. El desaliento de Quinn era indescriptible. Había sido usado por Lord de Tulley , fue inducido a casarse con una mujer que lo volvía loco... y todo en vano. Perdería su herencia. Y ahora, para agravar la situación, Tulley estaba disgustado. Para Quinn, el futuro no podía parecer más negro. Tal vez todo hubiese sido más simple si no se hubiese ilusionado con la promesa de que Sayerne le pertenecería. Tal vez hubiese sido mejor si la diosa fortuna no le hubiese sonreído cierto día en Oriente así, él podría haberse evitado llevarse tamaño sinsabor. Claro que, en ese caso, nunca hubiese pasado una noche con una novia tan encantadora... El miró a Melisande, reparando que estaba colorada de la indignación. También se puso colorada en el arrebato de la pasión, y esa recuerdo distrajo a Quinn momentáneamente de sus inquietudes... _ Aunque, para su suerte, soy un hombre compasivo _ prosiguió Tulley. _ El casamiento requiere adaptación y pesa sobre mí la responsabilidad de haberles impuesto esta situación de un modo imprevisto. Sé que no les di tiempo de habituarse a la idea. _ El les apuntó con un dedo en alto . _ Pues tendrán una oportunidad de hacerlo . Un año les daré para que sedimenten su matrimonio de forma genuina. Un año les daré para que conciban un heredero legítimo . _ Hizo una pausa y miró a Quinn. _ Cuando eso acontezca, Sayerne será tuya. Entonces no todo estaba perdido! Quinn estaba exultante


por su buena suerte, cuando de repente se desanimó de nuevo. Nunca conseguiría que su esposa le diese un hijo. La propuesta de Tulley podría encerrar una esperanza si Melisande no demostrase tal aversión por él. Quinn sabía que no lograría responder a la expectativa do Lord de Tulley. Obviamente que tendría que empeñarse en eso, aunque, Melisande le exigió que no la tocase más y él, tonto como era, le había dado su palabra. Y había aún un detalle : el corazón de la dama pertenecía a otro hombre. Quinn no la forzaría a entregarse, pero le dolía que ese gesto de caballerosidad le fuese a costar tan caro. Ya podía considerar Sayerne como perdida. EN ese punto, sintió rabia por la manipulación de Tulley. Al menos Lord de Tulley debía haberle buscado una mujer que no estuviese comprometida ! _ Pero, mi Lord... _ comenzó. _ Basta ! Este es un asunto de suma importancia y si me hubiesen prestado atención ayer , habrían comprendido la magnitud del problema. Mis dominios están amenazados debido a la vulnerabilidad de Annosy. No toleraré esa situación! Tulley giró sobre sus talones y atravesó el cuarto. Se Detuvo ante la pesada puerta y giró la cabeza. _ Entiende, Quinn, que ya estoy siendo demasiado generoso en darle un plazo de un año _ dijo en un tono más blando. _ Otro, en mi lugar, pasaría la propiedad a las manos de un caballero establecido y resolvería la cuestión sin más demora. Debería agradecerme por esa oportunidad. Cuento con su empeño. No me decepciones. Con eso, él dejó los


aposentos. Melisande, con toda deliberación, dio la espalda a Quinn, se quitó la robe y la guardó en su baúl. _ Me Harías el favor de mandar llamar a mi criada Berthe? _ pidió con aire casual, como si nada hubiese ocurrido ; _ Tu criada? Quinn la observó incrédulo. Como podía mostrarse imperturbable después de lo que dijera Tulley? Su actitud era un tanto sospechosa . Evitaba la mirada de él, y Quinn se preguntaba por qué. _ Si, por favor _ insistió Melisande. _ Voy a aprontar mi equipaje y preciso que Berthe me ayude. _ A dónde pretendes ir? Melisande lo miró con una expresión consterna da, lo que aumentó la desconfianza de Quinn. _ Voy a mi casa _ respondió con una entonación monótona, volviéndose hacia el baúl. El la miró por un momento. La sangre comenzaba a subirle a la cabeza. _ Sé más clara. Vas a Sayerne o Annosy? _ Annosy. _ Annosy! Y por qué irías para allá? Nuestro hogar es Sayerne. Hay mucho trabajo a ser hecho para restaurar la propiedad y, cuanto antes sea iniciado, más rápido podrá ser finalizado. Melisande se inmovilizó por un instante y se dignó a mirarlo con indiferencia. _ Mi hogar es Annosy _ replicó, enfatizando cada palabra. Quinn cruzó los brazos, contrariado. _ Estás sugiriendo que construyamos nuestro hogar en


Annosy? _ Yo por si acaso te invité a vivir conmigo? _ preguntó ella con una media sonrisa mostrando sarcasmo. _ Que yo sepa, un hombre no precisa de convite en su propiedad. Ella giró bruscamente, los ojos verdes lanzando centellas. _ Vos recibiste el título de Annosy? No ! Y, mientras no lo recibas, no tendrás ningún derecho sobre esas tierras. _ Por coincidencia, vos tampoco recibiste el título. _ replicó Quinn, disgustado. _ Según Tulley, gobiernas Annosy por la gracia de él, hasta que surja un candidato a la altura de esa posición. _ No ! Annosy es mío , por derecho y por tradición. Poco me importa lo que Tulley diga. Nací allá y fue allá donde mis padres murieron No pienses que voy a entregar Annosy a un hombre que poco entiende de la administración de una propiedad. _ Tu condición de mujer no te confiere poder de decisión sobre esas tierras. _ Yo sé muy bien de las restricciones que enfrento en mi condición de mujer! _ Ella lo miró llena de resentimiento, y nuevas lágrimas se deslizaron por su cara. _ Lo que daría por haber nacido hombre ! Si así fuese, podría administrar el legado de mi familia con el sustento de la ley, sin tener que someterme a los caprichos de Lord de Tulley! Ante su desamparo, la cólera de Quinn disminuyó . El respiró profundamente y, más una vez, buscó llegar a un entendimiento con su esposa. _ Podemos ir antes a Annosy, si eso te agrada _ sugirió.


_ Yo no te invité a acompañarme. Iré solita ! Ella se estaba poniendo cada vez más frustrante. No había posibilidad de entendimiento con aquella mujer. _ Pero no oíste lo que Tulley dijo? Precisamos presentar un heredero dentro de un año. Si mis cálculos no están incorrectos, eso significa que tenemos tres meses para cumplir con esa exigencia. No es el momento más oportuno para que vuelvas a Annosy e desempeñar el papel de doncella ultrajada! Melisande hizo una mueca y, sorda a los argumentos de él, comenzó a recolectar sus pertenencias. Quinn se vio en una situación muy delicada. Tenía ganas de mandarla al infierno. Pero dependía de ella para alcanzar su meta. Crispó las manos, buscando desesperadamente un medio de convencerla para colaborar con el acuerdo. _ El tiempo es escaso, Melisande. Tenemos que proveer un heredero inmediatamente. Ella le envió una mirada que podía ser interpretado como compasiva. _ Ese es tu problema. Tulley me exigió que me casase con vos y que consumase la unión para continuar gobernando Annosy. Ya cumplí mi parte del acuerdo. Quinn jamás había conocido una criatura tan obstinada. Melisande realmente ponía a prueba los limites de su paciencia. Si ella hubiese participado de la cruzada en Oriente, el número de impíos convertidos, al menos, sería el triple ! _ No puedes actuar así. Ahora sos mi mujer y nuestros destinos están ligados _ insistió.


Por algunos segundos, Melisande se mantuvo callada, por fin, lo observó de manera condescendiente. _ No puedo negar la veracidad de tal afirmación. Te Doy permiso para quedarte en Annosy entonces. Mas no alimentes falsas esperanzas, pues tu entrada en mis aposentos te está vetada. Recuerda que, en cuanto a eso, ya teníamos un acuerdo. Quinn suspiró, desanimado. Estaba al borde de la desesperación. Se Acercó a Melisande, la tomó por los hombros y la sacudió. _ Será que quieres enloquecerme, mujer? No oíste la determinación de Tulley? No puedes abandonarme ahora! Quieres que pierda mi derecho sobre Sayerne? _ Sayerne no es problema mío _ retrucó ella con calma. _ Si pierdes el título, yo no tengo nada que ver con eso. _ Ah, mi querida Lady, Sayerne es tu problema . Y sabes por qué? Porque Sayerne es mi problema y vos sos mi mujer! Melisande levantó la mandíbula en un gesto desafiante. _ Es evidente que nuestros puntos de vista difieren largamente en lo que se refiere a esa cuestión. No abrazaré tus causas sólo porque me digas que debo hacerlo. Los dos se miraron midiendo fuerzas. _ A esta altura, ya debes haber notado que no pretendo perder de mi legado _ dijo él . _ Pues entienda de una vez por todas, bárbaro! No me importa si conquistas o no posesión de tu herencia, pero no permitiré que me destruyas a mi !


_ Sabes que no quiero Annosy para mí ! Todo lo que me interesa es Sayerne y su reconstrucción. Ella lo miró detenidamente, como si reflexionase. Quinn percibió que llegaba a una conclusión y que luego la proferiría en voz alta. _ No te finjas bien intencionado, si? Ahórrame más hipocresías. Sé perfectamente lo que hay atrás de tu insistencia. Vos estás actuando de acuerdo a la voluntad de tu padre _ lo acusó Melisande abruptamente _ Jerome dejó clara su intención de unificar Sayerne y Annosy, costase lo que costase. Apuesto a que, aún en su lecho de muerte, el te instruyó acerca de todas las formas de concretar sus intentos! _ No sabes lo que estás diciendo! Para de hacerte la tonta! Quinn la sacudió una vez mas , lo que no pareció surtir ningún efecto sobre ella. Melisande intentó zafarse, y sus ojos emitían un brillo de puro rencor. _ Oh, acontece que sé muy bien lo que estoy diciendo ! Mis ojos no me engañan y vos no me das miedo. No seré un instrumento en las manos del hijo de Jerome de Sayerne ! Vos tienes la sangre de él y no podes negar tu ascendencia, por más que intentes convencerme de lo contrario. No eres digno de confianza, eso es todo! _ No soy como mi padre _ replicó Quinn, escasamente reprimiendo la ira que crecía en su interior. _ Y aunque sea la última cosa que yo haga, juro que te probaré eso. Melisande se zafó con un gesto arrebatado y acabó rasgando su propia camisa. El sonido del tejido lacerado


los silenció a ambos. Los ojos de Quinn se posaron en la curva generosa del seno que el rasgón entre mostraba. _ Bárbaro _ ella murmuró. _ No pienses que vas a convencerme con tu cuento de hadas. Ya me hiciste quebrar mi promesa ? Ya me robaste mi inocencia? Y , como si todo eso no bastase, rasgas mis ropa... Para de atormentarme ! Quinn quedó en shock al percibir a extensión de su angustia. Y quedó aún más atónito por saberse responsable del dolor de Melisande. Ella se secó las lágrimas y miró por sobre o hombro mientras daba la espalda a un Quinn mortificado. _ Los lazos de sangre son más fuertes que todo, no me quieras persuadir de que vos y tu padre no son iguales _ dijo, en un tono que destilaba desprecio. El optó por el silencio. No tenía sentido proseguir aquella discusión. El hecho de haber desaprobado las acciones de su padre no borraba los lazos de sangre que os unían. No tenía como negar de quien era hijo. Cabizbajo, miró sus propias manos, lleno de amargura, se preguntó si estaría condenado a soportar eterna mente el peso de los errores de su padre. Melisande no vacilaba en culparlo por el propio infortunio y, peor, el no tendría cómo se defender. Sólo le restaba darle tiempo al tiempo y probar, por medio de sus actos, que no era igual a Jerome. Pero había un obstáculo: ella se rehusaba a aceptar la convivencia entre los dos. Desgraciadamente Quinn no podía ni argumentar ni demostrarle la verdad. Estaba con las manos atadas, y a


frustración que de allí venía era terrible. El levantó el rostro y la vio atravesar el cuarto. Sin querer, se quedó con la mirada fija en la silueta de Melisande, la camisa fina permitía vislumbrar. Era embriagadora la manera en que su propio cuerpo reaccionaba a la sugestiva desnudez de ella. Qué diablos le estaba pasando? En qué lío se había metido? Cuando Melisande desapareció por detrás de la cortina del lecho, Quinn pudo finalmente concentrarse en el problema que se le presentaba. Y, habiendo logrado ordenar las ideas, percibió que ella lo había defendido ante la nueva exigencia de Tulley. Ella fue la primera en resaltar que era injusta la condición impuesta por Lord de Tulley. Mientras observaba la sombra de Melisande moviéndose detrás da cortina, comenzó a considerarla bajo una nueva luz. Sería posible que su esposa no lo despreciase del modo como le hacía creer? Quinn la espió disimuladamente y no se le escapó el nerviosismo de sus gestos al disponer las prendas en el baúl. Tendría Melisande algún escrúpulo en relación a él? Quinn enderezó los hombros y confrontó la realidad de los hechos. Corría el riesgo de perder Sayerne y le restaban tres meses para ganarse la gracia de Tulley. No podría desertar la lucha. Si había un mínimo resquicio de esperanza para lograr su objetivo, él precisaba intentar obtener éxito. Tres meses. Le Parecía tiempo suficiente para con vencer a su esposa de ayudarlo. Seguramente, ella precisaba un poco de atención. Las mujeres eran criaturas


sensibles, y el peor error de su padre fue maltratarlas. Era más que natural que Melisande estuviese per turbada con aquel casamiento realizado a las carreras. Sobretodo porque al aceptar el acuerdo con Tulley, perdió también el novio con el cual estaba prometida. Él dejó que su mirada vagase por la ventana. El sol producía en la nieve reflejos multicolores que brillaban gemas raras. Pensativo, llegó a la conclusión de que tendría de luchar por Sayerne hasta último momento. En aquellos tres meses siguientes, buscaría conquistar la confianza de Melisande. Si fracasaba , renunciaría a su legado, a Melisande y a Annosy. Quinn alimentaba intenciones excusas. Melisande tuvo certeza de eso cuando llegaran a la casa del molinero al caer la tarde. No fue por mera coincidencia que él se deshiciera en galanterías y pequeñas atenciones Después de la discusión de ambos. Quinn entablaba conversación, demostraba preocupación por su bienestar y, cada vez que Melisande lo miraba, él le brindaba una de aquellos sonrisas cautivantes que hacían su corazón se disparase. Para Quinn, todo no pasaba de un juego y ella no era más que una pieza en su tablero. Tenía que tener eso siempre en mente, se dijo a si misma. Por otro lado, no podía negar que quedaba confusa ante las atenciones que él le venía dispensando. Melisande se sentía exhausta, tanto por la jornada prolongada como por la tensión. Si Quinn intentase tocarla, tal vez no tuviese fuerzas para resistirse . Y, eso, naturalmente, era


impensable. El día estaba excepcionalmente caliente para aquella época del año, y un poca de nieve derretida esparcía por el camino. Diminuyeron la marcha al avecinarse al establo del molinero. Viajaban en un grupo relativamente numeroso. Mas allá de Berthe y Bayard, había aún otros cuatro escuderos de Quinn y los seis caballeros de Annosy que escoltaban a Melisande. Cuando se detuvieron, Quinn pasó la pierna musculosa sobre la silla de monta y la miró a ella. Melisande supo que en breve él pasaría las manos por su cintura para ayudarla a apearse. Entró en pánico. No podía permitir que él se aproximase ! _ No necesito de tu ayuda para desmontar. No te incomodes conmigo _ dijo. Sus ropas se enredaban con los movimientos, mas, no obstante, se apresuró a descender de la silla antes de que Quinn insistiese en ampararla. _ Pero no es incómodo para mí _ replicó él, frunciendo el ceño al ver que la falda del vestido se le enroscaba en sus piernas. _ Es mejor esperar por ayuda, Lady _ intervino Berthe, sin pelos en la lengua, como era su costumbre. Pero, ignorando el consejo de la criada, Melisande no esperó a que Quinn a ayudase. No quería arriesgarse a otro contacto con él. Era tiempo de mantenerlo a distancia. Así, que se apeó rápidamente. Sólo que, en el momento en que se deslizaba para hacia suelo, su caballo dio un paso al


frente, haciéndola pisar mal. Melisande se agarró a la correa del estribo para recuperar el equilibrio, al mismo tiempo en que sentía una fuerte puntada de dolor. _Se lastimó, mi Lady? _ preguntó Berthe. _ Pero podrá ser que no tengas un gramo de sentido común ? _ dijo Quinn, aproximándose por detrás de ella. Melisande empalideció e intentó afirmarse, fingiendo que nada había acontecido. Por un segundo, creyó que no conseguiría apoyar e pie. Le entró un pánico irracional, convencida de que su tobillo herido no aguantaría el peso de su cuerpo. EN el instante siguiente, Quinn estaba a su lado. Pasó su brazo fuerte en torno de su cintura y amparó. _ Estoy bien, gracias _ dijo ella bajito, consciente de que hablaba así debido a la proximidad de Quinn, ya que no tenía la mínima certeza de conseguir caminar. _ Estás bien ? _ insistió él, y su voz reveló impaciencia. Entonces la soltó de repente. _ EN ese caso, trata de andar. Melisande respiró profundamente y soltó la silla de montar a la cual se agarraba. No queriendo demostrar debilidad, se obligó a dar un paso con la pierna lastimada. Ni bien su pie tocó el suelo, ella hizo una mueca de dolor. Quinn acudió , tomándola con facilidad. _ Quien fue el tonto que a enseñó a desmontar antes de que el caballo esté seguro? _ inquirió, y una sombra de preocupación pasó por sus ojos color de ámbar. _ Y quién fue que adiestró a su jinete?! Si Melisande no se forzase a recordar los objetivos de él,


casi habría creído que estaba realmente preocupado por su bienestar. Pero, repitió a sí misma, era apenas su fertilidad lo que lo preocupaba. Y eso sólo hasta que Sayerne pasara a manos de Quinn definitivamente. _ Como estás ? _ él le susurró, haciendo que se sintiese nuevamente desarmada en su presencia. _ Podes quedarte tranquilo. Mi útero no sufrió ningún daño _ replicó ella ásperamente, buscando un escudo en la retaliación. Berthe se mostró asombrada con su agresividad. _ Nunca vi a mi Lady tan intratable. Ni la muerte de sus padres la dejó en tal estado _ comentó. Melisande oyó a la criada literalmente bufando de desaprobación y se imaginó que fue atrás de Quinn cuando dijo: _ Mi Lord, le pido disculpas por la conducta de mi ama. Generalmente, ella es una compañía muy agradable. Mirándolo, Melisande captó una expresión extraña en su rostro. Sabía que él tenía consciencia de ser la causa de su irritación. _ Y bien _ dijo Quinn, dándose vuelta a continuación hacia Melisande. _ Dónde es que te está doliendo? La pregunta era razonable y oportuna. Ella tendría que dar una respuesta, o correría el riesgo de parecer aún más temperamental. _ El tobillo _ dijo con voz trémula, hecho que la sorprendió y que ella lo atribuyó al susto que se llevara. Finalmente, no podría estar así por causa da proximidad de Quinn.


_ Fue una simple torcedura o crees que te fracturaste el hueso? Sin esperar respuesta, él se recostó contra una cerca y equilibró a Melisande en sus brazos con desconcertante familiaridad. Su contacto era reconfortante, y ella casi quiso creer que no había nada mal entre los dos, quien conociera a aquel caballero galante en otras circunstancias podría darse el lujo de complacerse con sus cuidados. Quinn se inclinó para examinarle el tobillo. La leve presión de sus dedos hizo que Melisande se quedase con la respiración suspendida. Ella prefirió atribuir su reacción al hecho de que un contacto tan íntimo era impropio en aquellas circunstancias, a la vista de toda gente. Él era sorprendentemente delicado. _ Sientes dolor al moverlo así? _ preguntó, girándole el pie lentamente. _ No. _ Y así? _ Oh! _ Lo Siento mucho. Quinn le besó el tobillo a modo de consuelo. Melisande evitó mirarlo, para no le dar oportunidad de sacar ventaja de su debilidad. _ Creo que fue solamente una torcedura. Berthe podrá vendar tu tobillo _ dijo él. _ Puedo, mi Lord _ garantizó a criada. _ Aprendí muchas cosas con un famoso herbario y... _ Michel! _ llamó Quinn, no dándole chance de completar la frase.


Mientras el muchacho venía deprisa, Bayard escasamente contuvo una carcajada. _ Parece que no soy el único en huir de su maltrato _ provocó él. _ Bien, por al menos ese caballero tiene como justificar su preocupación por su dama y no la mala educación _ replicó Berthe. Bayard levantó la pierna, haciendo que sus espuelas reluciesen al sol. _ Y vos qué sabes de buena educación? Mira estas espuelas. No cualquiera puede usarlas. _ Las espuelas no tienen nada que ver con la etiqueta, cuando sus propios modales dejan mucho que desear ! _ Etiqueta? Pues yo conozco los procedimientos de la corte mucho mejor de lo que se imagina. _ él se inclinó con expresión maliciosa, mientras la criada lo ignoraba deliberadamente. _ EN verdad, bella dama, si yo resolviese conquistarla, vos caerías a mis pies. El escepticismo con que ella lo observó ya era de por si solo elocuente. _ Creo que eso es muy improbable, mi Lord. Quinn carraspeó para interrumpir la pelea , sin desviar sus ojos de Michel. _ Precisamos agua caliente y un pedazo de paño para vendar el tobillo de mi esposa _ dijo al niño. _ Si, amo. Michel echó a correr, sus pasos sonaron contra el empedrado que cubría el suelo. Berthe lo siguió prontamente, gritando:


_ Asegúrate de que sea una tela limpia y de buena cualidad! No admitiré nada de segunda para mi ama! _ Vamos, muchachos ! _ convocó Bayard, hablando hacia los escuderos y los caballeros de Annosy. _ Tenemos de desensillar los caballos e darles de comer. Los hombres rumbearon entonces hacia el establo y desaparecieron en su interior. Melisande humedeció sus labios. Quinn y ella estaban a solas ahora. Se Preguntó qué haría él, sin decidir si lo que sentía era horror o expectativa. Bajó el rostro, segura de que su mirada perturbadora la escrutaba. _ Esta noche cuidaré de mi esposa _ Quinn dijo bajito. Ella levantó el rostro en un segundo , a tiempo de captar una sonrisa pícara asomando en los labios de él. _ Oh, no, no! Berthe cuidará de mi. _ Berthe no conseguirá cargarte a la cama _ remató Quinn con evidente satisfacción. Melisande se ruborizó al percibir el rumbo que sus pensamientos tomaban. _ Vos me prometiste _ fue todo lo que replicó. No le servía de consuelo que Quinn se quedase tan relajado a su lado, mientras ella se quedaba invariablemente perturbada en presencia de él. Quinn arqueó una ceja con aire displicente. Ignoró completamente la reprimenda de Melisande. _ Oh, no, mi querida Lady. No fue esa a promesa que hice. _ Se Levantó e indicó la casa del molinero. _ Crees que puedes caminar hasta allá sin mi ayuda? _ indagó de modo casual


La seguridad de él hizo Melisande tuviera ganas de abofetearlo. Y la violencia de su propia reacción le causó extrañeza. Nunca un hombre la hizo perder los estribos de aquel modo. Exasperada, calculó la distancia hasta la casa y concluyó que no sería capaz de alcanzanla sin que alguien la llevase. Que Quinn tuviese razón, sólo incrementó su irritación. _ Berthe me puede ayudar _ se obstinó. _ Claro. La constitución frágil de tu criada sólo te proporcionará un apoyo precario. Como resultado, forzarás tu tobillo y sentirás más dolores. _ Quinn la miró directo a los ojos de ella, y un brillo divertido le animó las irises castañas. Su voz se volvió insinuante: _ Eso, naturalmente, hará que pases más tiempo en la cama. _ Tu mente es más sucia que un chiquero ! _ La cuestión del heredero de Sayerne es de gran importancia para mí . Y vos sabes por qué _ declaró él, dejando de sonreír. _ Es obvio que lo sé. No pasas oportunidad de que tratar de lograr tu objetivo. Créeme, mi Lord, si estuviese a mi alcance prestarles mi útero para verme libre de tu presencia y de la de Tulley, yo lo haría de buen grado! _ retrucó Melisande, estallando de rabia. Primeramente, Quinn quedó alarmado. después, intrigado. _ No deseas tener hijos? _ sondeó con cautela. Ella encogió los hombros con expresión de amargo escarnio. _ No me hagas reír con tu hipocresía. Des de cuando mi deseo tiene alguna importancia? _ Pero te comprometiste a desposar otro hombre. _


observó Quinn, sin hacer caso de su mordacidad. _ Seguramente planeabas darle hijos. Melisande respiró profundamente y levantó el mentón , sabiendo que no sería fácil hacer Quinn creyera en su mentira. Pero No tenía otra alternativa. Su pretendido amor por Arnaud era la única arma de que disponía para protegerse. Así que, sostuvo la mirada y no vaciló en decir: _ Lo que yo haría por el hombre que amo no tiene nada que ver con nuestro casamiento. Él apretó los ojos y contrajo los maxilares. Melisande ya preveía el momento en que perdería la paciencia y la dejaría solita allí. En su interior ella le daría la razón si así lo hiciese. Reconocía que su comportamiento en los dos últimos días se estaba revelando como absolutamente intragable. Berthe no mentía cuando afirmara que, en general, ella tenía un buen talante. Ahora, sin embargo, una faceta suya, desconocida y desagradable, parecía salir a la luz. No estaba contenta consigo misma. Pero qué podía hacer? Era algo más fuerte que ella . Se Sentía completamente aterrada con su nueva situación y la incógnita de su futuro. Mientras tanto , Quinn la estudiaba atentamente y, en un dado momento dado , frunció el ceño. Melisande, a la defensiva, temió haber dejado transparentar sus pensamientos. _ Me veo forzado a decir, mi querida dama, que es muy difícil creer que ames alguien o algo mas allá de Annosy _ Quinn declaró en un tono perfectamente calmo. En aquel momento, más una vez, Melisande lo detestó por


su sagacidad. _ Mas cuando eso me fue arrebatado _ dijo en un impulso, admitiendo involuntariamente la certeza de la observación de él. _ Tulley no te prometió el título de Annosy? Quinn no respondió. En eso, el molinero apareció en la puerta de la casa y vino a darles la bienvenida. Quinn le sonrió al hombre y entonces habló bajo, a fin de que el otro no oyese. _ Ya hicimos bastante escándalo por hoy. No tardaran en correr maledicencias sobre nuestro casamiento. Tengo una propuesta que hacerte. Pero tendrás que tomar tu decisión ahora. _ Que tipo de propuesta? Él desvió la mirada, centrándose en la figura del molinero que se aproximaba. El hombre corpulento los miró con una mezcla de simpatía y curiosidad. _ Vos dejaste en claro que Annosy es tu único interés. Y el mío es Sayerne. Dame el heredero exigido por Tulley y me desprenderé de todos los derechos que tengo sobre Annosy. Melisande se quedó boquiabierta, la incredulidad estampada en su rostro. Aunque, luego vio que Quinn estaba lejos de bromear. _ Hablas en serio? _ Si. Te Doy mi palabra _ afirmó Quinn. Ella se mordió el labio, indecisa. Aquella propuesta se refería a su mayor ansia. Su independencia y la posesión de Años asegurada. Todo lo tenía a hacer era engendrar un hijo para Quinn. después que diese a la luz, podría insistir en quedarse con


su hijo en Annosy. Era la simple existencia de aquel heredero que le interesaban a Tulley y a su marido. Además, ella sabía que Lord de Tulley no toleraría un desacato a su voluntad, castigándolos si no obedecían. Ambos corrían el riesgo de perder sus respectivas propiedades. Melisande lanzó una mirada oblicua a Quinn. Al percibir que él la miraba fijamente, giró el rostro, con el corazón latiendo locamente. Aún recordaba vivamente todo el placer que sintió en los brazos de aquel marido que le fuera impuesto. Y no podía negar que, en lo profundo, la idea de deleitarse nuevamente con él no le desagradaba. Por el contrario... Tal vez nunca tuviese otra oportunidad de garantizar la posesión de Annosy, ponderó, aunque suponía que ese no era el único motivo que la llevaba a considerar la oferta de Quinn. _ Cuáles son tus términos? _ preguntó sin más reflexión. Si Quinn quedó sorprendido con su receptividad, no lo demostró. _ Dormiremos juntos todas las noches hasta vos concibas un hijo _ dijo en un tono inexpresivo. _ Todas las noches? _ Ella habló más alto de lo que habría deseado. _ No te parece exagerado? El molinero ya estaba bien próximo a los dos. Lo bastante Próximo como para oír su coloquio. Melisande se ruborizó hasta la raíz de sus cabellos, recelando que él pudiese entender las implicaciones de las palabras que acabara de proferir.


Pero el hombre no dio muestras de haber oído nada malicioso. Los miró a los dos con expresión ávida. Melisande no tuvo duda de que él era una gran fuente de los chismes en la región . Como si compartiese aquella impresión, Quinn se inclinó y le cuchicheó : _ Sugiero que mantengamos la farsa. Para todos los efectos, somos una pareja feliz y apasionada. No es recomendable alimentar los rumores que ya comenzaron a propagarse en lo de Tulley. _ Sabio consejo, mi marido _ murmuró ella, observando o molinero. A continuación, besó la cara de Quinn para cumplir su papel de esposa dedicada. O rubor que le tiñó as cara, aunque, no estaba en sus planes. _ Te Agradezco tu consideración, Quinn. Ante su iniciativa, la mirada de él se volvió inesperadamente intensa. No esperaba que Melisande aceptase su propuesta con semejante rapidez. Ella creyó graciosa la reacción de su marido y sonrió. _ Fue un placer, mi lady _ él susurró. _ Sea bienvenido una vez más, mi Lord! _ saludó el molinero. _ Todo salió bien en Tulley? Miró entonces a Melisande. Ella comprendió que el molinero sabía su identidad y el vínculo que ahora la unía a Quinn. Pero, por educación , el hombre no hizo ningún comentario, esperando que le informasen sobre la unión. _ Si, todo salió bien muy bien _ respondió Quinn. Miró a Melisande y sonrió de una manera que hizo que el corazón


de ella latiera más rápido. _ Tulley me confió una linda novia. Juntos, administraremos las tierras de Sayerne y Annosy. _ Los felicito por la feliz unión! Quinn entonces procedió a las presentaciones y se disculpó por el trastorno que el tobillo torcido de Melisande le causaría. El molinero se deshizo en gentilezas y se apresuró a llamar a sus siervos. Después, se volvió a ellos e indagó directamente. _ Presumo que los recién casados preferirán tener un poco de... privacidad, no? Su mirada inquisitivo pasó de uno al otro. Quinn observó Melisande, y ella supo que él le daba a palabra final en aquella cuestión. Eso no probaba que no estuviese tentando vencer su resistencia, aún así, no dejaba de ser un gesto caballeresco. _ Mi marido será bienvenido en mis aposentos esta noche _ declaró prontamente, tal vez más prontamente de lo que previera. Le Pareció que Quinn relajaba a su lado. En ese mismo instante, oyó a Berthe bufar a su lado. No tenía idea de dónde había surgido la criada, pero ella estaba en sus talonees. _ Se Espera que la esposa reciba a su marido en sus aposentos todas las noches _ resaltó Berthe en un murmuro. Melisande concluyó que la criada precisaba ser urgentemente reprendida por sus modales. Pero era


preferible amonestarla cuando estuviesen las dos solitas. Mientras iba pensando esto , evitó la mirada de Quinn. Aún se sentía incomoda con el acuerdo sellado entre ellos. Y con la intimidad que su entendimiento presuponía. De repente, tuvo la nítida impresión de que Quinn disimulaba una sonrisa, y su desconfianza creció. “Habré sido una tonta en acordar con los términos de él ?”, se preguntó, irritada, sintiendo el tobillo latir miserablemente. Estaría Quinn riéndose de ella por haberla convencido con tanta facilidad? Ahora, comenzaba a creer que había cedido deprisa demás a aquel acuerdo. No era de extrañar que Quinn sonriese. En todo caso, no le restaba alternativa sino creer que él mantendría su promesa de declinar la posesión de Annosy. Las amenidades que Quinn iba hablando con el molinero la dejaron aún más inquieta. Finalmente, qué sabía ella del carácter de aquel caballero? Quinn realmente se comprometió a no asediarla y se venía comportando como un caballero. Pero un día no era tiempo suficiente para conocer lo que le sucedía en su interior . Si se tratase de Jerome, Melisande sabría exactamente que esperar: no tendría la menor duda de que, más tarde o más temprano , sería traicionada. El miserable había intentado engañarla innumerables veces para arrebatarle su propiedad. Eso no contribuía en nada para apartar las dudas que atormentaban el espíritu de Melisande. El hecho de que Quinn se hubiese aprovechado de un momento de debilidad sólo podía indicar que era tan manipulador e indigno de


confianza como su fallecido padre. Y, con ese pensamiento, ella apretó los labios y concluyó que los dos eran, en efecto, madera del mismo palo. Ella invitó a marido para pasar la noche en sus aposentos. Sin embargo, no lo convidó a disfrutar de sus favores. Y dudaba que fuese hacerlo mientras no supiese mejor qué tipo de hombre era Quinn de Sayerne. Capítulo VI Había algo muy mal. Quinn no conseguía identificar qué, y no le estaba gustando nada eso. Melisande se venía revelando un enigma más intrincado que lo que imaginara al principio. Sin embargo, por lo poco que la conocía, sabía que el repentino mutismo de ella no era un indicio favorable. Mientras comían en la mesa del molinero, Quinn se esforzó para definir el exacto instante en que la actitud de Melisande había cambiado. No era capaz de detectar la causa de su contrariedad. Habían hecho progresos. Habían llegado a un entendimiento. Además, él no faltaría a su palabra. Buscó la mirada de su esposa y la vio cabizbaja. Sin duda, eso no era buena señal. Qué le estaría se pasando? Tal vez, Quinn arriesgó, su estado no tuviese nada que ver con él. _ Algo te preocupa? _ le susurró. _ Si _ respondió Melisande con voz tensa. La mirada hostil que le envió fue suficiente para Quinn tuviese certeza de que era el responsable por la


pesadumbre de ella. Ahora, definitivamente no sabía qué pensar. Por un momento, miró con desaliento las sobras de la comida en su plato. _ Tal vez mi dama quieras retírate _ sugirió cautelosamente, como se lidiase con una fiera imprevisible. _ Si _ volvió a decir ella. A juzgar por las centellas que se encendieron en los ojos verdes, Quinn había esperado que Melisande fuese responder con un torrente de improperios. Pero cuando se trataba de aquella mujer, su juicio frecuentemente fallaba. Ella giró hacia el molinero, dirigiéndole una sonrisa tan encantadora que dejó a Quinn en shock con la súbita transformación que operaba en ambas direcciones. _ Le Pido disculpas por mi rudeza. El tobillo me duele mucho y reconozco que no me mostré como una compañía muy agradable _ dijo, con una dulzura que nunca había demostrado para con Quinn. _ Oh, Lady Melisande, no se aflija _ respondió amablemente el molinero. Se levantó y se paró al lado de ella. _ Lamento que se halla lastimado. Tal vez debimos haberle servido la cena en sus aposentos, para que quedase más cómoda. _ Es muy gentil, pero sé que me conduje de un modo rudo _ insistió Melisande. Quinn la miraba con creciente espanto. Por experiencia propia, sabía que aquella dama tenía el don de ser ruda como nadie cuando le daba un berrinche. Aunque, evidentemente aquella no era ocasión propicia para tener semejante observación.


Él se preguntó si Melisande no intentaba mostrarle que cometió una gafe cuando, poco antes de la cena , sugiriera que ella comiese en sus aposentos. Real mente, aquellas cuestiones de etiqueta podían ser más complicadas de lo que parecían a primera vista. Quinn pensó que, lejos de los campos de batalla, estaba definitivamente fuera de su ambiente y más que nunca, se sintió desalentado. El molinero tenía el pecho henchido. _ Ya fuimos debidamente honrados con su presencia y sus valientes esfuerzos de entablar una conversación _ protestó. _ Ahora, se quiere acompañarme. Sus aposentos están prontos y no debe más se cansar. Venga, venga. _ No sabe que agradecida estoy por su hospitalidad. _Eso no es nada. _ Él unió las manos y miró inquisitivamente a Quinn. _ Tal vez el Lord pueda ayudarla a caminar? _ Ciertamente _ respondió Quinn, levantándose. Si no servía para más nada, al menos podía ser útil para tareas menores, ponderó con disgusto. Bayard disfrazó una sonrisa, pero él no tenía nada que decirle a su amigo. Desanimado, levantó Melisande en sus brazos y siguió al anfitrión por las escaleras que conducían al piso superior de la casa. Melisande ni se dignó a mirarlo. Rígida como una estatua, mantuvo la mandíbula apuntado para bajo. Su distanciamiento era a propósito , Quinn bien lo sabía, sin embargo comprender lo que había hecho para merecer tal tratamiento... ese era otro tema . Ah, como le gustaría sacudirla para que perdiese aquella insoportable pose!


O, mejor aún, podría besarla, de manera de hacerla sucumbir exactamente como sucumbió la noche anterior... Ese pensamiento lo volvió más consciente de las curvas de Melisande. Casi tropezó en un escalón cuando su mente conjuró una serie de imágenes tentadoras. Sin embargo, había le dado su palabra a ella, o no? Lo Hizo en un lapso de rabia, pero honraría lo pro metido. Aunque eso lo consumiese. Quinn suspiró y deseó ardientemente que la debilidad de Melisande fuese mayor que la suya. Pero admitía que hasta entonces, su experiencia le indicaba lo contrario... El molinero llevaba una vela consigo e iluminó el corredor con a llama trémula. Subieron entonces al segundo piso. Quinn se sintió aliviado de que los escalones de madera fueran sólidos, pues veía muy poco mas allá de su nariz. Su anfitrión se paró de delante de una puerta, la abrió y con una reverencia los convidó a entrar, ajustando la vela en un artefacto sujeto a la pared. El cuarto era mayor de lo que Quinn había imaginado. la cama, larga y ancha . Contrastaba con las paredes claras y las vigas de madera oscura . Las ventanas estaban cerradas y todo se mostraba inmaculadamente limpio. Quinn se preguntó si el molinero tendría una compañera que cuidaba con esmero de la casa. _ Este es mi cuarto _ anunció o sin esconder su orgullo. _ El mejor aposento que puedo ofrecerle a una dama recién casada. La ropa de cama fue cambiada esta mañana. Hay agua caliente, que su criada podrá traerle para sus abluciones. La vista desde ventana es muy bonita por la


mañana. Dicho eso, él sonrió, mirándolos con aire paternal. _ Le Agradezco de corazón por tamaña generosidad _ declaró Melisande. _ Si precisasen algo más, no vacilen en llamarme. El molinero se inclinó respetuosamente y salió, cerrando la puerta. Cuando se vio a solas con Quinn, ella hizo una mueca. _ Ponme en el suelo, por favor. Y llama Berthe para que venga me ayudar _ dijo, irritada. _ Tal vez yo no quiera llamarla. Tal vez quiera saber primer lo que causó tu súbito cambio de actitud. Quinn la observó con calma que no correspondía a su real estado de espíritu. Melisande devolvió una mirada de desdén. _ No cambié de actitud. _ Pues yo no lo creo. Parecías haber aceptado nuestro acuerdo. _ Quinn le dio una sacudida , sin soltarla. _ Entre tanto, sin más , comienzas a tratarme como si yo fuese el hijo del propio demonio! _ El hijo de Jerome de Sayerne no está muy lejos de ser eso! _ replicó ella. _ Vamos esclarecer las cosas de una vez por todas. Será que no percibes que no soporto ser comparado con él? Y, sin embargo , no te cansas de repetir ese insulto. Dime, pues, lo que mi padre hizo para le provocar tamaño rencor. Melisande la observó sin nada decir. Después cruzó los brazos sobre o pecho, a la defensiva. _ Cuando mis padres aún estaban vivos, Jerome maltrataba a sus inquilinos. Les Cobraba impuestos altos, les hacía


pasar necesidades y los obligaba a trabajar mas allá del limite de sus fuerzas. Arrastraba a su cama toda mujer en quien pudiese poner sus manos y , si la embarazaba, la expulsaba de sus tierras _ se descargó por fin. Sus ojos relucían de rabia, y Quinn guardo silencio, preparado para oírla . Sabía que aquellas revelaciones no le serían agradables, pero precisaba comprender mejor la raíz de la aversión que Melisande le mostraba. _ En una de sus visitas a la casa de mi padre _ prosiguió ella _ Jerome vio a una de mis damas de compañía, hija de un noble que nos prestaba servicio. La moza fue raptada por Jerome y cruelmente violada. Mi padre la acogió, cuando volvió infeliz y deshonrada. _ Melisande meneó la cabeza, disconforme. _ Yo la conocía desde que era una niña. Nosotros la amábamos ... En ese punto, su voz falló y se calló. Quinn no sabía qué hacer para minimizar aquellos malos recuerdos. Así, que se quedó en silencio, esperando que Melisande se recompusiese. _ Ella cargaba un hijo en su vientre. Perdió la vida en un parto difícil. Su padre nunca reconoció aquel hijo, que enfermó y murió en el invierno siguiente, a pesar de nuestros esfuerzos para salvarlo _ concluyó Melisande. Sus ojos quedaron enrojecidos, y carraspeó. _ Cuando perdí a mis padres y me quedé solita en este mundo, Jerome inició una campaña para unir a fuerza Annosy y Sayerne. Tulley protestó, y él entonces adoptó métodos más sutiles de coacción. Cambiaba la demarcación de nuestras fronteras, robaba el producto de la colecta de los contratos .


Melisande rió ásperamente al ver que él no encontraba las palabras para contradecirla. _ Y vos aún me preguntas qué hizo tu padre para que yo lo ódiase! Ahora Jerome está muerto, pero los ataques a Annosy prosiguen. Al mismo tiempo, vos volviste para reclamar las tierras de tu padre. Crees tan espantoso que yo te mire con desconfianza? Mirándose fijamente. EN el semblante de ella había dolor y censura, rasgos que Quinn tendría borrado si eso estuviese en su poder. El hecho de que Melisande lo creyese que era igual a su padre le causaba un gran malestar. _ No soy como él _ fue todo lo que podía replicar. _ Dame una oportunidad de probar que estás equivocada. Ella respiró profundamente y giró o rostro. _ Ponme en el suelo, por favor. Prefiero quedar solita. Quinn apreció su gesto de contarle aquella historia, sobretodo porque evidentemente no era fácil para Melisande tocar ese asunto. Pero, de repente, se sintió exasperado. Entonces, ella no le daría ni una única chance de redimirse de su juicio erróneo? Se reculase, aquella sombra de duda que los separaba ahora persistiría, crecería hasta proporciones intolerables. Y eso Quinn no lo iba a permitir. _ Fui invitado a venir aquí _ le recordó. _ Si, en un momento de debilidad del cual mucho me arrepiento ! _ También te arrepientes de nuestro acuerdo? _ Si _ retrucó Melisande obstinadamente, pero evitó la mirada dé el. Su voz, aunque, sonó decidida cuando reiteró:


_ Si, yo me arrepiento. Quinn presintió que intentaba engañarlo. Mientras sus labios afirmaban una cosa, sus ojos decían otra. La rabia de él volvió a crecer ante la insinceridad de Melisande. Pues muy bien, decidió, Haría el juego de ella y vería hasta cuando la farsa persistiría. Sabiendo cuanto ella preciaba la palabra empeñada, él dijo: _ Entonces tu palabra no tiene ningún valor. Me Hiciste una promesa y, ahora que eso ya no te es conveniente, decides volverte atrás. La integridad de tu caráter me sorprende! Melisande lo fulminó con la mirada, y sus labios temblan ligeramente. _ Animal ! Aprovechas a coaccionarme en un momento de debilidad ! Me Usas para obtener tus objetivos, exactamente como Jerome habría hecho si estuviese en tu lugar! No finjas estar ofendido cuando sos comparado con él. Estoy convencida de que los dos son harina del mismo saco ! _ casi gritó, fuera de sí. _ Mi padre está muerto _ observó Quinn sin emoción. _ Pero su astucia sobrevive en su hijo. _ Ya te dije que estás equivocada. _ Pues entonces pruébame eso _ lo desafió ella, mirándolo directamente a los ojos. _ Si sos el caballero que afirmas ser, no me presiones y déjame en paz esta noche. _ Preciso repetir que fui invitado? _ Si. Fuiste invitado a mis aposentos, pero no a mi lecho _ replicó Melisande con firmeza. Posó las manos en los hombros de él y lo empujó . Mientras los ojos verdes parpadeaban en la penumbra, su voz se transformó en un


susurro: _ Muéstrame qué tipo de hombre sos. _ Y qué tal si me mostrases qué tipo de mujer sos vos? Quinn se permitió esbozar una lenta sonrisa, cargado de significado . Notó que, contra a voluntad, ella posaba su mirada en sus labios, como si no pudiese dejar de contemplarlos. La expresión de Melisande se convirtió en una mezcla de inocencia y recelo. Se le ocurrió a Quinn que ella defendía con uñas y dientes todo lo que amaba; que luchaba enérgicamente para repelerlo; que sus patrones morales eran rígidos, no admitiendo ningún ápice entre lo cierto y lo errado. Y, sin embargo, cuando bajaba su guardia, se revelaba infinitamente dulce e vulnerable. Era el tipo de mujer que cualquier hombre se enorgullecería de tener a su lado. En un impulso, Quinn quiso estrecharla en sus brazos, acunarla, protegerla... _ Si, yo sé qué tipo de mujer sos vos _ dijo bajito, aproximándose al rostro de ella. _ No pienses que me olvidaré de nuestra noche de bodas. Y, con eso, él no se refería apenas a la unión carnal de ambos. Sus palabras se extendían también a la manera en que Melisande había confiado en él y le expuso su suavidad. Quinn, sin embargo, no fue más explícito. Ella abrió desmesuradamente los ojos, retrayéndose. Y todo lo que Quinn deseaba en aquel instante fue besarla y experimentar, una vez más, la dulzura que su esposa guardaba dentro de sí . Se Inclinó y rozó sus labios con los de ella. Melisande estremeció. Sus pechos parecían comprimidos en el vestido, mientras ella respiraba con dificultad. Quinn


tuvo ganas de arrancarle las ropas y acariciarle la piel . Quería poseerla aquella noche. Su cuerpo reaccionó instantáneamente a la proximidad de ella. No podía ocultar el deseo que sentía por Melisande. Y era evidente que ella temía que fuese a tomarla por la fuerza, quebrando el juramento que le hiciera. Respirando profundo, Quinn luchó para controlarse. Estaba muy tentado de acostarse con Melisande y subyugar sus defensas. Aunque, ella lo tomaba por un bárbaro y no esperaría que tuviese otro comportamiento. Podría hasta complacerse con las caricias que intercambiaran, pero a la mañana siguiente lo odiaría. Aquella era la oportunidad que él había esperado para probarle que era un hombre íntegro. Esta sería su chance de sorprender a Melisande. Cuidadosamente, la depositó sobre a cama. La Sintió quedarse rígida, preparándose para resistir su asalto. Mas todo lo que hizo fue besarle la frente. Melisande apretó los ojos y lo miró con desconfianza. _ Duerma bien, mi lady _ murmuró Quinn. Sabía que debía dejarla en aquel instante. No podía, sin embargo, privarse de una pequeña concesión. Capturó la mirada de Melisande por un largo minuto, después le cubrió los labios con los suyos. Trémula, ella no lo repelió. Quinn osó interpretar aquel gesto como una invitación. Tal vez, finalmente, su esposa no lo detestase tanto... _ Llamaré a Berthe _ le susurró. Antes que Melisande pudiese decir algo, él se puso de pie y se apartó. Cuando cerró la puerta del cuarto, la oyó insultar y sonrió para si.


La batalla aún no estaba perdida. La sonrisa de Quinn se agrandó. En seguida, él asumió un aire compuesto y descendió a la cocina. _ Quinn! _ exclamó Bayard sorprendido. _ Pensé que estabas con tu esposa. _ Ah, no. Ella siente dolores y precisa de reposo. _ Quinn entonces giró hacia Berthe. _ Tu ama pidió que fueses ayudarla para prepararse para dormir. Sería bueno que le llevases un té calmante. _ Si, mi Lord. Haré eso inmediatamente _ respondió la criada, solícita. _ Y en cuanto a vos, mi amigo, no está descuidando tu deber conyugal ? _ dijo Bayard, con una osadía incitada por el vino. _ Ah, sólo vine aquí porque quería tomar una copa más con nuestro anfitrión. Así diciendo, él se sentó en la mesa. Michel le sirvió una taza de vino con presteza. Quinn sorbió un trago sin ganas y fingió satisfacción. _ Debe estar bromeando conmigo _ rezongó Bayard, siempre atento. _ La dama necesita de una buena noche de sueño _ sostuvo Quinn taxativamente. _ Y ese es un gesto de consideración para con su esposa _ aprobó Berthe, sonriendo al pasar al lado de él. _ Me Alegra saber que ciertos hombres saben cómo tratar una mujer con debido respeto. Quinn pestañeó un par de veces, sin entender el motivo de aquella observación. Fue ahí que percibió el rubor en la cara


de Bayard. _ Pues, en mi opinión, eso no es natural _ insistió su amigo, en un tono casi inaudible, mientras bebía su vino. _ Yo oí lo que dijo! _ le gritó Berthe, al pie de la escalera. _ Y puede estar seguro, caballero Bayard, de que no es una actitud poco natural, sino civilizada; preste atención al comportamiento de su amigo. Tal vez, así, aprenda buenas maneras! _ No preciso de buenas maneras ! _ gruñó él, arrancando carcajadas de sus compañeros sentados a la mesa. Quinn se revolvió en el banco y llevó la taza a los labios. No podía dejar de imaginarse a Berthe ayudando Melisande a desvestirse en la intimidad del cuarto. Jugó con la imagen de los cabellos rubios de Melisande, reflejando la luz dorada de la única vela que iluminaba el aposento. El hecho de obligarse a permanecer en la cocina indicaba cuan fuerte era su determinación de mostrarse digno de la confianza de ella. Pero , se dijo a si mismo, actuaba así para salvar a Sayerne. En su interior , sin embargo, sospechaba que esa ya no era la única razón que lo impelía. Melisande sintió el calor del sol en su cuerpo. Giró y se quedó echada de lado. Estaba descansada y el tobillo casi no le dolía más. Todos en la casa aún dormían. Ella calculó que los animales no habían sido alimentados. Se desperezó e, inadvertidamente, dio con una sólida pared de músculos. Sintió los vello suaves que le rozaron la mano. Aún sin abrir


los ojos, tuvo certeza de que eran castaños. El cuerpo musculoso la envolvía , provocándole una repentina excitación que no era propia para una dama. Melisande agudizó los oídos y captó el sonido de la respiración de Quinn. Él resonaba a su lado. Había tenido la petulancia de meterse en la cama mientras ella dormía ! Por más irritada que estuviese de encontrarlo allí, fue dominada por una irresistible curiosidad. Además, Quinn estaba adormecido. Que mal haría en mirarlo más de cerca? Nadie, mas allá de ella, sabría que se había tomado aquella pequeña libertad... EN la noche de bodas, se había estado demasiado nerviosa para contemplar el cuerpo de su marido. Seguramente no había nada malo en mirarlo un poco antes de que se despertase, no...? Inspiró profundamente y abrió os ojos. Escrutó el semblante de Quinn y, al deparar con la fisionomía plácida de él, algo en su interior se conmovió. Quinn parecía menos amenazador en el abandono del sueño. Sus pestañas Largas bordeaban los párpados adormecidas y su boca se curvaba casi en una media sonrisa. Ella siguió el impulso de tocarle os labios con la punta del índice. Eran suaves y calientes. Melisande estudió intensamente las facciones de Quinn y se dio cuenta de que nos sabía prácticamente nada sobre su marido. Nunca le preguntó nada acerca de su pasado. Buscó en su memoria para recordar lo que dijera Tulley. Quinn participó de las cruzadas. Entonces había ido a Jerusalem ? Mirándolo, se preguntó lo que él habría visto en sus andanzas por el


mundo. Por dónde había viajado ? Que exóticos aromas y sabores habría saboreado? Quinn conocía tierras distantes, mientras que ella vivía enclaustrada en Annosy año tras año, cuidando de su administración en una rutina que no reservaba muchas sorpresas. De repente, Melisande se sintió un tanto ignorante. Su dedo se deslizó por la mandíbula cuadrada y rozó la barba incipiente que allí despuntaba. Recorrió el con torno del mentón y descansó sobre la cara de Quinn. Él era un hombre guapo. Ahora que podía mirarlo a voluntad, sin que nadie le adivinase los pensamientos, Melisande tenía coraje de admitirlo. Los otros dedos se unieron al índice, y ella dejó que la mano fuera hasta el cuello largo. Detectó la protuberancia de una cicatriz. Retiró el brazo, vacilante, aún sintiendo el calor del cuerpo musculoso en la punta de sus dedos. La herida hacia mucho que había pasado, pero, a juzgar por el aspecto de la cicatriz, la herida fue bastante profunda. Aquella era una evidencia más de como la vida de Quinn era diferente de la suya. Curiosa, Melisande se preguntó en qué circunstancias él había sido cuidado y por quién. Miró los ojos de Quinn, que continuaban cerrados. Tomando coraje, volvió a tocar la cicatriz. La piel allí era más dura, desigual y también un poco áspera. Conjeturó que la herida llevó un largo tiempo para en cerrarse. No debía haber sido una convalecencia fácil para Quinn. Suponía que un hombre como él, fuerte y determinado, no se conformaría con verse físicamente restringido. A Quinn le gustaba quedarse lejos de su casa por largos


períodos. En Cuanto a ella, la habría pasado mal si fuese forzada a soportar tal privación. Ese descubrimiento la hizo apreciar la fuerza de voluntad de él y valorizar la gentileza con que la trataba, aún cuando ella lo agredía. ****** Allí estaba un hombre que viera muchas cosas y llevara a cabo muchos cosas. No cualquiera se iba de su hogar para salir en busca de la propia suerte por tierras desconocidas. O, por el menos, nadie haría eso si no tuviese una buena razón para hacerlo. Qué habría motivado a Quinn? Sería que de hecho no se llevaba bien con su padre, conforme lo afirmaba? O estaría ella buscando una explicación dónde no había nada más ? Quinn se movió y murmuró algo inconexo. Su brazo resbaló de ella, como si quisiese espantar una mosca intrusa. El corazón de Melisande dio un golpe. Recogió la mano deprisa y abrió los ojos en pánico, cierta de que él despertaría y la pescaría in fraganti . Pero, después de eso, Quinn se quedó inmóvil y continuó durmiendo tranquilamente. Su respiración se normalizó , Ella se apoyó en el codo y volvió a mirarlo. Como él dormía profundamente, la curiosidad volvió a picarle. Quería ver más. Con todo cuidado, empujó la sábana. La luz que se filtraba por la ventana le permitió ver el pecho moreno. Quinn era un guerrero y su cuerpo enseñaba bien eso. Los músculos se definían en curvas rígidas. La carne estaba marcada con pequeños cortes y cicatrices emblanquecidas. Daba una impresión de poder y vigor. Él era un hombre que se había abierto su camino con sus propias manos y la


lámina de la espada. La elección que hiciera indicaba un código de honra implícita y, sin percibir, Melisande se sintió intrigada por su esposo. De súbito, deseó conocer mejor Quinn de Sayerne y, esa constatación, la dejó atónita. Aunque el pudor la detenía, decidió que quería ver aún algunos detalles más de la anatomía de él. Sus dedos descendieron sobre el círculo oscuro de los pezones, que se erguían entre los vellos del pecho. Después su mano siguió descendiendo hasta el vientre compacto. Se Detuvo en el ombligo y continuó tanteando el rastro que la llevaba a miembro viril. La sábana descansaba a la altura de las caderas estrechas de Quinn, pero Melisande podía discernir el volumen bajo la tela. Y quiso ver más. Ella tragó en seco. Tendría coraje de proseguir aquella exploración? Miró una vez más el rostro de Quinn. Asegurándose de que él continuaba durmiendo, levantó la sábana cautelosamente. Abrió los ojos al ver el miembro erecto. Sería siempre así? Al recordar su fuerza dentro de ella, se sintió aún más curiosa. Apartó la sábana y, por un instante, admiró el cuerpo de Quinn a la luz incierta del sol. Ella se preguntó como sería la textura de la piel allí. Si los vello serían suaves o ásperos. Si la carne se mostraría tan firme como parecía. Alentada por la inconsciencia de Quinn, Melisande es tiró el brazo y lo tocó. Allí, dónde tenía ganas de tocarlo. Sintió que aquella parte de él se estremecía levemente al


contacto de su mano. Su corazón se disparó. Ahogó una exclamación de susto y escrutó el semblante de Quinn. Él no se movió. Melisande apretó los labios, indecisa. Miró fijamente el rostro de Quinn. No, no se había despertado. Su cuerpo probablemente reaccionaría a su contacto mientras estaba envuelto por el sueño. Fuese como fuese, ella haría una pequeña prueba para se certificar. No había mal en eso, o no ? Pero una vez, tragó en seco y lo tocó en aquella parte tan íntima . Tan pronto como sus dedos se posaron sobre la carne rígida, ésta se levantó casi imperceptiblemente. Pero Melisande no retrocedió. Palpó su extensión tan suave y al mismo tiempo tan duro. Con una naturalidad que la desconcertó , sus dedos se cerraron en torno al miembro viril. Atónita con su propia audacia y sin saber cómo proceder, ella volvió a consultar el rostro de Quinn. Y encontró los ojos color ámbar fijos en ella. Quinn sonrió. Melisande sintió su propia cara arder con un violento rubor. _ Lo Siento mucho _ se disculpó, muy avergonzada. Quiso retirar el brazo, pero la mano de Quinn se posó sobre la suya, la inmovilizó donde estaba. _ No pidas disculpas _ dijo él con una calma que la confortó un poco. _ La curiosidad es algo saludable y natural. _ No tenía intención de ofenderte... _ comenzó Melisande, pero allí se quedó, sin saber más que decir. _ Lejos de mí estar ofendido. Contrariando las expectativas de Melisande, Quinn se rió. Y su carne se movió de forma inesperada bajo la mano de ella. Quinn


entonces le acarició la mano con el pulgar. Ella inclinó el rostro para su lado cuando los ojos de él se obscurecieron de un modo indefinible. _ Si es así cómo los hombres civilizados se despiertan, puedo considerarme convertido a las maravillas de la civilización _ bromeó Quinn. Melisande empujó la mano abruptamente. _ Te Estás burlando de mí ! _ acusó, muerta de vergüenza. Tenía certeza de que nunca más conseguiría mirarlo. _ Yo no haría tal cosa, mi dama. Quinn parecía sincero. Ella sintió tentada a creer en sus palabras. Lo Miró de soslayo y confirmó que él la miraba sin rasgo de censura. Sin que supiese por qué, la simple visión del rostro de Quinn hizo su corazón se disparara nuevamente. Comenzó a creer que, por el mal tiempo, había contraído alguna especie de fiebre que la hacía delirar. Solamente así podría explicar el extraño comportamiento que venía presentando en las últimas horas. _ Vos te metiste en mi cama ! No eres mas que un canalla ! _ replicó. _ Si. Un canalla que no quiere ver el nombre de su dama manchado. Melisande frunció el ceño, segura de que él estaba siendo cínico. Quinn encogió los hombros y se justificó : _ No hay ningún catre aquí. Si yo hubiese mandado a traer un catre, puedes muy bien imaginar los rumores que suscitaría. Como el suelo es muy frío, entonces pensé que


no te incomodaría compartir tu cama conmigo. La explicación de él era, como mínimo, lógica. Melisande no tuvo modo de rebatirlo. Irritada, contrajo sus labios. Como lo detestaba cuando él le mostraba que tenía razón! _ No obstante, podrías haberte acordado de pedir permiso _ ella lo retó. La sonrisa que Quinn le envió era devastadora. _ Pero yo no perturbaría tu sueño por nada de este mundo. Sería una descortesía. _ Él se inclinó hacia Melisande, que lo estudiaba con creciente alerta. _ Dime con franqueza: te incomodé ? Ves, esta cama es bastante grande y presumo que ni notaste mi presencia. Ella enrojeció aún más. Sólo entonces se dio cuenta que había notado la presencia de él . Se acordaba de haber intentado calentarse inútilmente con el acolchado de plumas y podía precisar el exacto momento en que sintió el calor de Quinn a su lado. _ Pues estás presumiendo más de lo que debes, mi Lord. Dicho eso, intentó levantarse. Quinn le tomó por la muñeca delicadamente. _ Y vos te vas resfriar si andas por la casa cuando no hay fuego en la chimenea_ dijo él bajito. El levantó la sábana a modo de invitación y sonrió. Su voz y su sonrisa eran una peligrosa seducción. A pesar de eso, Melisande se sintió tentada a unirse a él en el lecho. Vacilante, se mordió el labio. _ Ven a calentarte. Te Prometo que mantendré mi palabra de no tocarte contra tu voluntad _ la instó Quinn. Ella no cuestionó el impulso que la compelió a meterse en la


cama. Se Deslizó bajo la sábana y se puso en el borde para asegurarse de que no se tocarían. _ Así vas a tener frío _ observó él. Su brazo fuerte le enlazó la cintura, atrayéndola cerca de su cuerpo musculoso. Melisande tuvo un sobresalto, y luego tomó consciencia del deseo que se desencadenaba en su interior . Cerró los ojos y se acogió al calor de él. _ Duerme un poco más. Aún es temprano para levantarse _ Quinn murmuró, con los labios rozando sus cabellos. Melisande casi se rió de aquella observación. Con la proximidad de Quinn, cada fibra de su ser parecía reavivarse. La última cosa que se le ocurriría era dormir. Pero conservó los párpados cerrados, con la esperanza de desalentar una eventual envestida de su marido. Quinn levantó la mano que descansaba en su cintura. Melisande quedó paralizada de horror, esperando lo peor. Se quedó mortificada al sentir la punta del dedo de él en sus labios. Fue allí que lo sintió por primera vez, pero Quinn no podría adivinarlo, pues estaba adormecido. Si tocaba su boca, era por mera coincidencia. El dedo de Quinn recorrió su cara y rehizo el camino que el propio dedo de Melisande había seguido momentos antes. Ella lo sintió en su cara, en la línea del mentón... Contuvo la respiración cuando la mano de Quinn se deslizó por su cuello, se metió suavemente en el escote del camisón. _ Vos te burlas de mí _ ella susurró. Percibió que él se inclinaba sobre su cuerpo. Abrió los párpados y vio los ojos castaños fijos en los suyos.


_ No, mi Lady _ murmuró Quinn. _ Sólo quiero conocerte del mismo modo en que vos me conociste. Melisande podría protestar, pero sus palabras murieron en sus labios, pues la mano morena ahora descansaba en su seno. Jadeó, y su espalda se arqueó instintivamente. Todo lo que conseguía ver era la sonrisa de él flotando sobre su cabeza. Era una sonrisa que la reconfortaba, por más absurdo que eso pudiese parecer. Un lento calor se esparció por sus entrañas. Bajo la palma de la mano de Quinn, su corazón latió más fuerte. Involuntariamente, Melisande recordó el imperioso deseo que él le despertara la noche anterior. Melisande se perdió en la profundidad de los ojos color ámbar, al mismo tiempo en que pensaba cuanto deseaba a aquel hombre. _ Por Dios... que sos bonita... _ susurró Quinn, mirando su propia mano posada en el cuerpo de ella. Su mirada parecía hechizar a Melisande. Ella sabía que caería en una trampa de la cual no podría zafar. Y, en su interior, sabía que le gustaba quedar a la merced de aquellas caricias. Esa constatación la dejó perpleja. La sonrisa de Quinn la volvió loca. _ Seguramente vos crees que yo estoy más familiarizado con el cuerpo de una mujer de lo que vos con el cuerpo de un hombre, no? Él estaba bromeando con ella. Era apenas un juego. Melisande giró el rostro para huir de su escrutinio. Pero Quinn se curvó para besarla levemente, sopló un hálito en su nuca y le provocó un escalofrío. _ Apenas voy a mirarte _ le prometió.


Melisande humedeció los labios. Quinn era su marido. después de la libertad que ella se tomara al tocarlo, difícilmente podría rehusarse a atender su pedido. Finalmente, ella misma no le había pedido permiso... Asintió con un gesto y abrió el camisón con manos trémulas. Después volvió a virar el rostro, temiendo lo que Quinn pudiese llegar a decir. _ Eres hermosa _ repitió él con voz ronca. Melisande entonces se atrevió a observarlo. Los ojos castañas centellaban. Quinn deslizó la mano, abandonando el pecho suave. Ella tuvo certeza de que el leve temblor en los dedos de él no era fruto de su imaginación. La vacilación de Quinn le era curiosamente tranquilizadora. Melisande giró hacia él. Quinn le tomó la nuca, hundiendo sus dedos fuertes en sus cabellos y, con la mano libre, prosiguió la lenta caricia. Ella lo acompañó con la mirada , ávida de ver a dónde iría a dar. Aprovechándose de su distracción, Melisande fijó sus labios y intentó imaginar qué acontecería si tomase la iniciativa de besarlo. Lo tomaría el rostro entre las mano y buscaría su boca. Entonces pegaría su cuerpo al de él, lo estimularía con la punta de su lengua hasta que Quinn entreabriese los labios para ella... Aquel mero devaneo le dio la impresión de levitar en un sueño... Quinn la miró con una expresión repleta de malicia. Melisande no supo qué esperar, hasta que el pulgar de él giró en su ombligo. Ella intentó doblar el cuerpo, agitándose, riendo. Quinn lo creyó gracioso y comenzó a


tocarla con ambas manos. _ Quinn, para con eso! _Tienes cosquillas, mi dama? _ él preguntó con aire inocente, sin parar de atormentarla. _ Oh, si, si ! Para ! _ Jadeante, Melisande intentaba esquivarlo y empujarlo. _ Para con eso ! Por favor... Y él paró de repente, las manos grandes al alrededor de su cintura, la punta de sus dedos muy próximas a su ombligo. El se colocó sobre ella, y los ojos casta os la miraban de un modo muy travieso. _ Que te parece si... intercambiamos un beso _ dijo bajito, y su sonrisa ahora tenía un toque de perversión. El corazón de Melisande se disparó. _ Vos sos un demonio _ protestó en tono ligero, lo dijo mas porque hallaba que debía hacerlo que porque realmente tuviera alguna objeción. _ Un demonio? _ El sonido de la carcajada de él hizo que Melisande quedase tentada de reír también. _ Sólo un santo Habría sido inmune a una bel dad como vos. Aunque Quinn riese, estaba claro que el elogio era sincero. Ella se sintió contenta que su apariencia le agradase. Levantó el dedo y concedió: _ Sólo un beso. La sonrisa de él se amplió. _ A menos, claro, que la dama desee algo más... _ murmuró, curvándose sobre ella. Que la dama ya estuviese considerando aquel algo más no minimizó la inquietud de Melisande. Pero, respirando


profundo, decidió que no sería pecado pasar los brazos en torno al cuello de Quinn. Su las manos se aferraron suavemente por los hombros amplios de él. Entonces Cerró los párpados y entreabrió los labios en una invitación . Si no estuviese tan deleitada, tendría que estar avergonzada con la imagen de abandono que ofrecía a los ojos de su marido. Una fracción de segundo después, le fue brindado el beso que ansiaba. Quinn la estrechó y entrelazó las piernas a las suyas. La boca ávida exploraba la de ella sin tregua, haciéndola gemir. Las manos fuertes descendieron hasta su cintura, contorneadole las caderas y palpandole las nalgas. Y ella aún deseaba algo más... El contacto de Quinn la hacía arder de pasión. Melisande le agarró los cabellos, empinó la cola y encontró la rigidez de él. Quería tocarlo, degustar su carne, embriagarse con su aroma , conocerlo en toda su intimidad . Quería compartir su éxtasis con aquel hombre y sentir la fuerza de él dentro suyo. Quinn apartó los labios de los suyos y, por primera vez, Melisande se dio cuenta de la excitación que lo dominaba. Rozó el vientre en el miembro tieso, de un lado al otro. _ Se no paras... no me contentaré con un beso apenas, Melisande... _ murmuró Quinn con voz entrecortada. Ella, sin embargo , no quería parar. Le Besó la oreja, le mordisqueó el hombro, circundó su pezón con la punta de su lengua. la certeza de que Quinn no era inmune a sus caricias le confería una desenvoltura que en otras circunstancias Melisande habría juzgado imposible. Tenía


ganas de desarmarlo, de hacer que aquel guerrero de voluntad férrea perdiera de una vez el control... Quería sentir el gozo de él en la parte más íntima de su cuerpo. Las manos de ella se movían como si tuviesen vida propia, con el abandono del momento, sin que la razón interviniese en sus gestos. Acarició la oreja de Quinn, su cara, su cuello, sus labios. Después enmarcó el rostro, exactamente como ella había soñado hacer. Y Melisande colocó sus labios sobre los de él. _ Mi dama... _ objetó Quinn débilmente. Ella lo empujó y rodó por encima de él. Volvió a besarlo en la boca. _ La dama desea otro beso _ susurró, rozándole los labios. Las manos de él se crisparon en su piel desnuda. _ Por favor, no me provoques más, Melisande _ murmuró tensamente. Ignorando su pedido, ella continuó incitándolo con besos cada vez más ardientes. Su mano buscó la evidencia del deseo de él y se cerró en torno al miembro erecto. Parecía mas grande y más tenso do que antes. Quinn cerró los ojos y suspiró, Melisande quedó maravillada de que un simple contacto pudiese afectarlo de aquel modo. _Yo quiero _ dijo en un susurro. Los ojos de él se abrieron mostrando voluptuosidad y satisfacción. _ Hablas en serio? _ preguntó, sorprendido, mientras escrutaba el rostro de Melisande. Ella le sonrió, sintiéndose súbitamente insegura.


_ Si. Quinn respiró profundo. Su rigidez creció, confina da en la mano de Melisande. Él se recostó y habló en un tono contenido: _ Acontece que no fui invitado. _ Si, mi Lord. Esta mañana fue invitado. Para enfatizar sus palabras, ella le acarició la cara y sonrió, mientras Quinn la miraba con prevención. _ Teníamos un acuerdo, recuerdas? _ insistió Melisande. No fue preciso más que eso para que él dejase de resistir. La empujó sobre sí y le cerró los labios con un beso ardiente. Melisande se estremeció con la de terminación que lo impelía. Quinn la levantó e hizo que se sentase en sus muslos. _ Quiero mirarte _ dijo con voz lánguida y exigente. Al principio, ella no comprendió lo que Quinn pretendía. Tenía las rodillas apoyados a lo largo de los flanvos de él y abrió los ojos al sentirlo inesperadamente dentro de si. _ Oh! Quinn rió de su espanto, y su riso le transmitió aún más oleadas de vibración. La respiración de Melisande se acéleró, los golpes de su corazón también. _ Oh! _ exclamó él, imitandola maliciosamente. Posó las manos en su cintura. Los ojos color ámbar brillaron con promesas renovadas. _ Haz lo que tengas ganas . Ella no sabía bien como debía actuar. Se acordó como Quinn se había movido en su cuerpo y, así levantó las caderas y volvió a bajarlas. El gemido sofocado de placer


de Quinn con aquella maniobra le proporcionó fue suficiente para que Melisande se entregase con entusiasmo al juego amoroso. Y Quinn respondió a la altura de sus esfuerzos. No pasó mucho tiempo para que Melisande se aferrase a él, gimiendo y suspirando. Sus corazones latían en unísono, sus cuerpos seguían una perfecta sincronía. Ella sintió el calor que irradiaba en su carne, el vértigo, el abismo imaginario que la arrastraba a su profundidad misteriosa. Cuando alcanzó la cima del placer, cerró los ojos y tiró la cabeza hacia atrás, poniéndose estática. Oyó a Quinn murmurar su nombre y después sintió el éxtasis de él inundándola. Poco tiempo después, Melisande cayó en un sueño tranquilo. Una medio sonrisa se veía en sus labios mientras se acurrucaba contra el cuerpo sólido de su marido. Cuando se aseguró que ella dormía y de que podría irse sin oír una violenta reprimenda, Quinn acomodó el cuerpo de Melisande cuidadosamente. Sabía que pagaría caro por eso. No premeditó el rumbo de los acontecimientos, pero eso, a aquella altura, no haría mucha diferencia. Melisande estaría a su lado cuando despertara. Caliente, seductora. El hecho de que ella hubiese tocado secretamente su cuerpo encendió su pasión y lo hizo perder las riendas de la situación. Se Sentía terriblemente culpable. No ignoraba que su esposa amaba a otro y se regia por una moral rígida. Debería haber parado mientras aún era tiempo. EN lo


profundo, sin embargo, no tenía mucha certeza de que habría podido refrenar su ímpetu. Aún ahora, se preguntaba si ella habría fantaseado que hacía el amor con otro hombre mientras estaba en sus brazos. Ese pensamiento le daba nauseas. Demasiado tarde , Quinn percibió que era tonto... _ Arre ! La voz de Bayard hizo que se sobresaltase mientras descendía las escaleras. _ Que clase de amigo sos para asustar a un compañero de ese modo! _ exclamó Quinn. _ Y qué clase de recién casado sos vos? Deberías estar junto a tu mujer que es tuya legalmente _ replicó el otro con una risotada bien humorada. _ Y ? La dama resistió tu asedio? Quinn se sentó en la mesa de la cocina y aceptó la in fusión que su amigo le ofrecía. _ No. No es tan simple _ respondió. _ Quieres hablar al respeto? Tal vez pueda aliviar tu corazón y aclarar tus ideas. Bayard se acomodó delante de él y lo incentivó con una sonrisa. Quinn lo observó desconfiado. _ Por qué estás tan consciente esta mañana ? Estuviste correteando alguna muchacha ? _ Quién, yo? _ El otro fingió espanto, haciendo que se Quinn riese involuntariamente. _ Entonces me acusas a mí de estar correteando muchachas ? Camarada, no podes hablar en serio ! Debes saber que yo no hice nada mas allá


de dormir plácidamente. _ Y dormiste solito? _ Claro que si ! Por quién me tomas ? _ replicó Bayard con expresión mojigata. Quinn frunció la nariz sin esconder su desconfianza. Bebió un trago del té . Mientras tanto, su amigo se inclinaba con aire consagratorio, los ojos brillando de curiosidad. _ Cuéntame todo. Sabes que soy curioso. qué pasó ? La dama te echó ? _ No_ volvió a decir Quinn. Estaba bastante confuso. Tal vez, ponderó, Bayard pudiese aconsejarlo. Bajando la voz, prosiguió: _ Parece que la dama había prometido casarse con otro hombre. _ Ah, no digas ! _ Es la pura verdad. Ella misma me lo contó. _ No comprendo. Y Tulley? No es extraño que la haya forzado a quebrar su palabra? Quinn posó al taza en la mesa y apretó los labios, contrariado. _ Aparentemente, fue exactamente eso lo que él hizo. _ Ah, ah... Qué macana ! Y cuándo fue que Melisande te reveló que ya estaba novia con otro antes de casar? _ A la mañana siguiente de nuestra noche de bodas. Me Contó todo . Bayard reflexionó un poco. _ Mala señal _ concluyó. Quinn arqueó una ceja. _ Eso es todo lo que tienes para decirme ? Gracias por el


valioso apoyo moral. _ No, no. Espera. Vamos a analizar la situación con más profundidad . Crees que ella está enamorada de ese novio ? _ Melisande afirma que lo ama de todo o corazón_ admitió Quinn, más disgustado do que nunca. Bayard dio un silbido. _ Qué pretendes hacer, Quinn? _ No tengo idea. _ Él frunció el ceño. _ Lo peor es que Tulley oyó nuestra discusión aquella mañana . Ahora exige que ella me dé un heredero antes de entregarme Sayerne. _ Si quieres ser un caballero, perderás todo. _ Es así. _ En ese caso, no tienes mucha opción . Hablaba en voz baja, con aire compenetrado. Parecía urdir un plan. _ Y entonces? Se te Ocurre alguna idea ? _ preguntó Quinn ansiosamente. _ Precisas hacer que ella se olvide de ese hombre. Tu esposa debe tener ojos para sólo vos . **** Quinn se acomodó en el banco, lleno de frustración. Lo que Bayard decía era tan obvio como complicado. _ Yo llegué a la misma conclusión . Pero no sé por dónde comenzar. _ Vos hiciste el amor con ella de nuevo? _ inquirió Bayard. _ Si. Esta misma mañana _ confidenció Quinn. _ Pero temo por su reacción. _ Ella también quería?


_ Si... bien, no estaba del todo de acuerdo. El amigo se inclinó hacia adelante. _ Vos la satisficiste ? _ Claro, es evidente que si ! _ Y ella te llamó por tu nombre durante el éxtasis ? Quinn sintió el corazón oprimido. No tuvo coraje de enfrentar a Bayard. _ No_ respondió. Bayard frunció el ceño y tamborileó los dedos en la mesa. _ Parece que tienes una tarea muy complicada por delante. Pero Sayerne vale el esfuerzo, o no? _ Eso sin contar que un casamiento pacífico sería bienvenido _ agregó Quinn con una mueca. _ Hmm. Se no me engaño, te estás comenzando a gustar la dama, no es cierto ? Quinn evitó resolutamente la mirada de su compañero. Su voz sonó monótono : _ Tenemos un código de valores similar _ declaró, tenso. _ Y me gusta cuando sonríe. - Eso ! Finalmente confesaste ! _ se alegró Bayard. Ahí habló bajo, obligándolo a encontrar su mirada oblicua. _ Pero no se aflija, mi amigo. Esa es una ventaja a tu favor . Las mujeres adoran cuando un hombre revela una debilidad por ellas. Quedan muy alargadas. Tu Melisande no debe ser diferente. No te preocupes, nosotros tomaremos medidas para que ella quede perdidamente enamorada de vos! _ Lord Quinn! _ exclamó Berthe. _ Le Aconsejo a no dar oídos a ese sinvergüenza, que, claramente, no sabe cómo tratar una dama!


Quinn miró a su compañero y lo vio enrojecerse hasta la raíz de los cabellos. _ No me digas que está tentando de seducir a la criada de mi esposa! _ se indignó. El hecho de que Bayard quedara aún más colorado fue bastante significativo. En vez de replicar , elevó la voz para que Berthe lo escuchase: _ Ah, Quinn... Y yo que esperaba salvarme de los comentarios ácidos de esa dama! _ Oí lo que dijo ! Felizmente mi madre me alertó para que tuviese cuidado de tipos como vos. No pienses que tus palabras dulces me engañan ! _ le gritó Berthe. Quinn levantó a ceja. _ Bayard, acaso andas asediando a la moza? _ Y si así fuera ? _ retrucó su amigo, encogiendo los hombros. _ Melisande no va a aprobar tu actitud. _ Eso no es problema de ella. Ni tuyo _ replicó Bayard con exagerada vehemencia. Sus ojos se iluminaron cuando la criada se aproximó. Berthe intentó poner una mirada duro cuando lo observó, pero sin gran êxito. Bayard le sonrió de modo cautivante y sensual. Mientras Berthe se retorcia las manos, el caballero la contempló con indescifrable deleite. Quinn percibió que su amigo estaba irremediablemente enamorado y sonrió para sí. _ Estoy a un paso de conquistarla _ le dijo en secreto Bayard. Pero, mientras que así hablaba, sólo tenía ojos para


Berthe. Y ella también lo miraba con encantamiento. De repente, Quinn sintió que su presencia allí estaba de más. _ Voy a cuidar de los caballos _ declaró. _ Espere, que ya voy con vos _ se ofreció Bayard, agregando a continuación: _ No te preocupes, mi amigo. después que te enseñe mis infalibles técnicas de seducción, tu esposa nunca más va a querer que te alejes de ella. Quinn no resistió y, asegurándose de que Berthe no podría oírlo, cuchicheó : _ Primero, quiero comprobar la eficacia de sus tan decantadas técnicas de seducción. Así diciendo, se levantó y se encaminó hacia el patio. _ No tenga la presunción de creer que sucumbiré a sus encantos , mi Lord... _ Quinn oyó a Berthe decirle a Bayard, antes de cerrar la puerta tras de sí. Él respiró el aire fresco de la mañana y espió el sol que brillaba en lo alto del cielo. Aún escuchó las risas que venían de la cocina mientras se apartaba en dirección al establo. Pensó que aquella mañana gloriosa era ideal para nuevas esperanzas. De repente, creyó que todo sería posible. Aún Hasta conquistar el corazón de Melisande d'Annosy. Capítulo VII Él debía considerarla una mujerzuela de la peor especie. Melisande veía con pavor la perspectiva de enfrentar a Quinn. Permaneció en el lecho el mayor tiempo que pudo , a fin de demorar aquel momento. Su criada, sin embargo, parecía tener otras ideas.


_ Buen día, mi Lady! _ saludó Berthe efusivamente. Cruzó el cuarto con desenvoltura y no tardó en abrir las ventanas. Su buen humor irritó aún mas a Melisande. Le era extraño que la moza, conociendola tan bien, no percibiese su sombrío estado de animo. Melisande la observó sin nada decir, y Berthe le sonrió . _ Buen día! _ repitió . _ La mañana está linda ! No le entusiasma pensar que conocerá Sayerne hoy? Cuando hablé con Bayard sobre mi interés en ver aquellas tierras, él me describió la propiedad en detalle . No puedo esperar para vivir allá. Será maravilloso! _ Nadie dijo nada sobre vivir allá _ le recordó Melisande con acidez. La criada batió palmas jovialmente. _ Pero claro que si ! Qué podría ser más perfecto? _ Vivir en Annosy, que aún está arruinado, sería decididamente más perfecto _ replicó Melisande irritada. Estaba segura de que la fuente de todos sus problemas se hallaba en aquella maldita propiedad, pues fue la aspiración de Quinn de recibir su herencia lo que diera inicio a aquel lío. _ Oh, no, mi Lady _ dijo Berthe sin se dejar batir las palmas . _ No vio a Sayerne en los últimos tiempos. No debe estar arruinada, Tengo certeza de que es un lugar muy bonito. _ Dudo. Aquellas tierras fueron mal administradas durante años. Vos misma sabes que los siervos huyeron hacia Annosy el año pasado. Ah, me sorprendería si hubiese aún un solo caballo allí! _ retrucó Melisande, sentándose y


pasándose la mano por los cabellos. _ Aunque fuera así... no sería emocionante? No sería romántico? Alarmada, Melisande la escrutó. Comenzaba a sospechar que la criada había contraído fiebre, pues se comportaba de manera muy extraña. El suave rubor en su cara podía ser síntoma de eso. Era la única explicación para el repentino entusiasmo por Sayerne. Qué podía haber de excitante en vivir en un lugar decrépito en pleno invierno? _ Emocionante? _ preguntó, casi sin entonación. _ Si , si . LA idea de reconstruir Sayerne es muy romántica. Imagine sólo, ayudar a su Lord y apoyarlo en la empresa de devolver la antigua gloria a su propiedad... _ Berthe rodó sus ojos, soñadora. Melisande frunció la nariz. Claramente, la criada estaba mal de la cabeza. _ Eso requerirá un montón de trabajo, probablemente sin ninguna recompensa. Y él aún ni siquiera fue investido con el título de Sayerne. _ Ah, veo que la desperté demasiado temprano. De que otro modo podría justificar su acidez ? Dígame acaso su galante marido la mantuvo ocupada la noche entera, en la tentativa de engendrar un heredero? _ Berthe irrumpió en una risotada llena de segundas intenciones _ Me Arriesgo a afirmar que él es un gran adepto de la práctica del arte amoroso . EN su lugar, mi Lady, yo también habría pasado la noche en vela ! Con esas palabras , Melisande sintió que su cara ardía .


Pero la criada prosiguió su charla y, para su irritación, le guiñó el ojo con picardías. _ Me Puedo imaginar que mi ama no conseguiría resistir las atenciones de él. Qué hombre! Tan atractivo, tan bien educado, tan noble... Qué manos... Y qué ojos ! Sus besos deben hacer que cualquier mujer se estremezca . Mientras Berthe se deshacía en suspiros, Melisande sintió una puntada de irritación por la intimidad con la cual se refería a Quinn. Eso, sin contar con el hecho de que la criada describía con precisión el modo en que ella se estremecía en brazos de él. Y qué? Quinn era su esposo ? _ No crees que estás siendo demasiado petulante ? _ le preguntó en un tono malhumorado. En respuesta, Berthe sonrió imperturbable y sacudió la colcha. El aire frío entraba por las ventanas abiertas y, ahora que había sido prácticamente expulsada de la cama, sólo le restaría a levantarse y cambiarse de ropa. Y encontrarse frente a frente con Quinn. De Solo pensar en eso, quedaba atemorizada al anticipar las acusaciones que él le tiraría . Todo lo que ella quería en aquel momento era desaparecer... _ Pero, mi Lady, nosotros nos conocemos lo suficiente para hablar de tales asuntos, no? - Berthe, vamos de una vez por todas a lo que interesa. Qué te dio a vos el día de hoy? Y por qué ese súbito interés en Sayerne? Melisande la observó desconfiada. La criada se sentó bruscamente en el borde de la cama y habló deprisa:


_ Déjeme verle el tobillo. Parecía contenta como una niña que se ganó un dulce. Melisande no percibía mucho sentido en eso e intentaba descubrir lo que había por detrás de tanta alegría. Su tobillo ya no la incomodaba tanto y creía que conseguiría caminar. Berthe lo examinó con aprobación y sonrió satisfecha, pero no le soltó el tobillo. En vez de eso, se inclinó con expresión cómplice. _ Dígame, mi Lady... dígame lo que siente cuando su esposo la toca. _ Su voz entonces se volvió un murmullo. _ Dígame cual es la sensación de ser amada. _ Berthe! Sabes muy bien que tus preguntas son altamente impropias ! Si tienes algún tipo de afecto por mi marido o sus propiedades, ten el buen sentido de guardarte para vos semejante disparates! Melisande sacó el pie que ella le tomaba y se levantó . SE puso un vestido por la cabeza y amarró los cordones con gestos rabiosos. Y si Quinn sintiese afecto por Berthe?, se preguntó. Y se acostase con las criadas y las campesinas, como su padre hiciera en vida? Como podría ella soportar tamaña afrenta? Y cómo lograría atraer a Quinn a su propia cama? Aquel pensamiento le fue inesperado y también doloroso. Ahora estaba pensando como una mujerzuela de la peor clase ! Empujando con fuerza los cordones, Melisande descargó su cólera. Berthe, aparentemente, no se dispondría a cooperar. Estaba demasiado ocupada soñando con los ojos abiertos. La criada se recostó en la cabecera de la cama y sonreía


con expresión ausente. _ No se inquiete, mi Lady. No es su marido que hace mi corazón suspirar. Yo sólo quería saber si es el amor lo que me deja así trémula, con la cabeza distraída y las piernas flojas. Melisande ignoró la oleada de alivio que le proporcio nó la confision de ella. _ Quién es tu bien amado entonces? Berthe casi cerró los párpados, sonrió, recorrió sus manos por las sábanas como si las acariciase. _ El compañero de su marido _ murmuró, dando la impresión de que no se permitía ni siquiera pronunciar su nombre para no profanarlo. _ Bayard? _ Melisande quiso se certificar, más escéptica que nunca. _ Si. Bayard de Neuville. No lo juzga atractivo? Y divertido? Ah, y cómo sabe ser cautivante! Cuando habla, puede hacer que una mujer pierda la cabeza fácilmente... _ No te cansas de alabarlo. _ Es todo que me resta hacer para no sucumbir. Si él sospechase que me agrada, se envanecería y luego intentaría seducirme . Y yo simplemente no conseguiría resistirlo . Ella se estremeció y volvió a sonreír, como si aquella perspectiva no le fuese tan tentadora como quería hacerlo parecer. _ Yo no había percibido tu interés por Bayard _ dijo Melisande. _ Espero que él mismo no lo perciba. Ah, es un hombre tan


bonito... _la criada carraspeó y se corrigió de inmediato: _ No más que su marido, claro. Melisande sonrió secamente. _ Bayard es un canalla seductor de primer orden. Sus galanteos son muy vulgares para ser tomados en serio por cualquier moza de buena reputación. Yo esperaba que vos tuvieras más juicio, Berthe. _ Creo que lo juzga con excesiva severidad. La noche pasada, cuando él me habló sobre Sayerne, fue un momento mágico. Pude ver delante de mí las colinas que él describía. Oh, realmente parece un lugar muy romántico o! _ Yo me preocupo por vos _ dijo Melisande, tomándole la mano. _ Tal vez Bayard no sea el hombre más indicado para un asunto romántico. Puede conquistar a una mujer con promesas y palabras dulces, es mas bien el tipo de canalla contra el cual mi madre me alertó. _ Por qué? _ Porque él me asediará hasta que le conceda mis favores. después, se desentenderá y desaparecerá de la escena. Como consecuencia, vos perderás tu castidad y tu honra, y no tendrás nada que ofrecer a un hombre digno de amarte realmente. Berthe giró el rostro de repente, y Melisande temió que sus palabras hubiesen llegado muy cerca de la verdad. _ No me digas que sucumbiste a los encantos de él, Berthe! _ exclamó. La criada sonrió y le apretó la mano. _ Mi madre también me alertaba del peligro de un affair con los tipos galanteadores . Sin embargo , la gentileza


oculta de Bayard toca mi corazón. Aunque viva haciendo bromas con sus compañeros, es sensible y habla con tino cuando estamos a solos. Creo que, en lo profundo, sólo espera la mujer adecuada para enamorarse. De lo contrario, yo probablemente sería indiferente a él. Melisande sonrió, aliviada con la seguridad demostrada por la criada . Por un instante, deseó que las relaciones entre Quinn y ella fuesen así de simples. Pero su marido solamente la quería para engendrar un heredero. Y ella se estaba tornando rápidamente en un mero juguete en sus manos... Quinn no se hallaba en la cocina cuando descendieron, y Melisande reprimió una puntada de decepción. Luego, el sonido de la voz de él en el patio hizo que su corazón latiese descompasadamente. Aunque recelase la reacción de Quinn, estaba curiosamente ansiosa por verlo. Comió en la compañía del molinero y apenas sintió el gusto de lo que masticó . Esperaba que nadie notase que estaba impaciente por dejar la mesa e ir al encuentro de Quinn. No fue tan afortunada, pues Berthe le aconsejó : _ Debe comer más despacio , mi Lady. Melisande le lanzó una mirada de advertencia a la criada , pero, a aquella altura, cualquier tentativa de mantener una discreción se perdió , pues Bayard ya se sentaba en el banco al lado de Berthe. _ Si _ concordó el molinero. _ Hace mal en comer sin masticar. _ Ah, deje eso. La dama tiene prisa en partir para su


nuevo hogar _ se entrometió Bayard. Melisande le envió una mirada letal. _ Nuevo hogar? _ Si _ confirmó el caballero un tono casual que le era característico. _ Sayerne no queda a una distancia no muy lejana. Al final del día habremos llegado allá. _ No oí nada al respeto de vivir en Sayerne. _ Dónde más iría a vivir ? Frunciendo el ceño, ella se quedó pensativa. Será que nadie allí recordaba que Annosy era perfectamente habitable, mientras que Sayerne había permanecido abandonada durante varios años? Analizó la sonrisa ingenua de Bayard. Era idéntica a la de Berthe. Todos Habrían enloquecido? Por qué, de un momento a otro, parecían convencidos de que viviría con Quinn en Sayerne, y que también sería una experiencia fascinante? A pesar de la bella mañana , era improbable que no ocurriese una nueva tormenta antes de la primavera. Y sería muy difícil vivir en un castillo abandonado en una estación como aquella. EN eso, Quinn entró a la cocina. Melisande creyó mejor guardarse sus comentarios , al menos por ahora. Como siempre acontecía, sintió un sobresalto al verlo. Él no le dirigió más que una sonrisa amable. Giró hacia el molinero. _ Me temo que llegó la hora de abandonar su hospitalidad. _ dijo, echando una ojeada a Melisande. _ Mi Lady ya comiste ? _ Si. Ya terminé _ respondió ella.


_ Aprestémonos a partir entonces. La cabalgata de hoy no será fácil. Con toda la nieve que se derritió, el camino estará resbaladizo y eso dificultará nuestro avance. Poco después, cuando se preparaban para partir rumbo a Sayerne, Quinn le agradeció al molinero y no dio más atención a Melisande. Pero la ayudó a montar a su caballo, aunque, su actitud fue formal y casi distraída, dejándole un sabor amargo en la boca de Melisande. Estaba definitivamente insatisfecha con los modos displicentes de su marido. Era evidente que Quinn sentía aversión por ella. Nada más se le ocurría para justificar el distanciamiento de él. Y , finalmente, no podía culparlo. Tenía consciencia de que no se había comportado como una dama. Su madre le enseñó que una mujer de respeto debía ser reservada, superior y desinteresada de los placeres de la carne. Ella, sin embargo, ignoraró aquellos sabios consejos y actuó de forma contraria. Ya era bastante condenable que hubiese observado la desnudez de Quinn. Tocarlo, entonces, habís sido el cúmulo de la desfachatez. Melisande se ruborizó miserablemente. Lo peor era que no tenía nada que alegar en sua propia defensa. Nadie habló mucho durante la jornada. Todos parecían inquietos. Conforme dijo Quinn, la nieve se derretía incesantemente y formaba charcos por todo el camino. El sol los calentaba y no había viento. En otras circunstancias, habría sido una jornada hasta agradable. Aún en las colinas que los circundaban parecían extrañamente calmas. Era como si el paisaje adoptase el


animo taciturno del grupo. De todos lados llegaba el murmullo de las aguas, que sofocaba los ruidos de los animales salvajes. En ciertos trechos los charcos eran grandes, pero, en general, no presentaba gran dificultad para ser cruzados. En el crepúsculo, Quinn apuntó hacia la tierra que se extendía más adelante . _ Allí está ! _ gritó, y su voz fuerte contrastó con el silencio que reinaba en el seno del grupo. Miró a Melisande mientras todos empujaban las riendas , y ella supo que debía espiar en la dirección que Quinn le indicaba. HUmedeciendose los labios nerviosamente, Melisande notó que todas las atenciones se volvían a ella. Instigó a su caballo y se paró al lado de Quinn. Era la primera vez que quedaban tan próximos desde aquella mañna . Debía cumplir el papel de esposa dedicada, se dijo para sí. Finalmente, corría el riesgo de perder Annosy si él decidía pedirle a Tulley permiso para se separarse. _ No es un bello pedazo de tierra? _ le preguntó Quinn con orgullo. Melisande parpadeó un par de veces y se forzó a fijar los ojos en el paisaje que se extendía hacia abajo. No precisaba llegar más cerca para percibir que la propiedad se hallaba en completo estado de abandono. La nieve sólo empeoraba su aspecto de desértico. Reprimió una exclamación de contrariedad. Evaluó el escenario con el pragmatismo adquirido de con su experiencia administrando Annosy. Su corazón vaciló ante el evidente entusiasmo de Quinn por la propiedad


dilapidada que su padre le legara. La tierra no había sido arada había por lo menos por un año. Las cercas estaban quebradas, los portones abiertos y desvencijados. El suelo no tenía marcas de cascos o otras pisadas. EN la villa más adelante, no se avistaba un alma viva. Sayerne estaba abandonada y Melisande veía por qué sus siervos habían desertado de aquella aridez. Se Demoró otro momento para examinar el paisaje desolado, consciente de la mirada expectante de Quinn. No podría calcular el trabajo necesario para que aquellas tierras se volviesen productivas. Era justo que Quinn supiese la verdad, pues tenía poca experiencia en cuestiones administrativas. Melisande carraspeó y lo miró de reojo. De nuevo, su corazón vaciló. Era Claro que era su aprobación lo que él esperaba. Era demasiado cruel que ella le dijera que se fuesen de allí y que desistiese de aquella quimera. Sayerne jamás se rehabilitaría. Vacilando, se volvió a observar la propiedad. El aprecio que Quinn demostraba por aquel lugar era des medido. O habría alguna cualidad oculta en Sayerne? Tal vez, con un comentario afable, ella pudiese minimizar el golpe que estaba a punto a infligir en sus esperanzas. Melisande dejó a un lado la prevención y su mirada abarcó la tierra. _ La localización es excelente _ dijo por fin. Y no estaba mintiendo. _ Lo crees ? _ El rostro de Quinn se iluminó con una


sonrisa. _ Por qué exactamente? Debo confesarte que no entiendo mucho de terrenos y aún no tuve la oportunidad de evaluar la situación de Sayerne. _ A causa de las colinas. la propiedad se asienta en un valle resguardado del viento y favorecido por un río. Ahí está una ventaja. No falta agua para el cultivo y, además, o solo probablemente es fértil en las márgenes del río. Ves las colinas que se levantan al norte ? Bloquean el viento y mantienen la temperatura más alta para las plantaciones. Pueden, inclusive, permitir cultivos raros en la región. Por ejemplo, parras o higos. _ Ah, ya veo .Prosperaremos en esta tierra tan bien aventurada. Quinn presumió con un orgullo que Melisande no consideró enteramente justificado. la sonrisa satisfecha que él le dirigió hizo que su corazón quedase aún más oprimido. No podía darle falsas esperanzas. La verdad era que aquella propiedad estaba muy lejos de ser un lugar promisorio . Melisande estrechó los ojos para contemplar la aldea desierta. _ Sayerne fue un tanto descuidada _ dijo con firmeza, esperando que Quinn comprendiese las implicaciones de sus palabras. _ Demandará mucho trabajo para ser rehabilitada. No sé de seguro si los siervos podrían arrendar tierras y sacar algún provecho de ella. _ Nosotros no retrocedemos ante el trabajo duro. Antes de lo que imaginas, estarás orgullosa de Sayerne _ le aseveró. _ Si. Viviremos y trabajaremos juntos aquí _ apoyó Bayard.


Quinn miró a su amigo con una expresión confusa, que Melisande no supo cómo interpretar. Fuese como fuese, ella precisaba lidiar con cuestiones más urgentes. _ Una propiedad de este tamaño no puede ser administrada, y mucho menos reconstruida, sin el auxilio de numerosos siervos. Y, Sayerne no tiene más arrendatarios _ prosiguió. Para su sorpresa, Quinn sonrió. _ Encontraremos hombres dispuestos a ganarse el pan honestamente. Muchos aldeanos de aquí fueron para Annosy, no? Entonces bastará con traerlos de vuelta. _ No, la solución no es tan simple. La mayoría de ellos se transfirió a otras tierras, pues el área de Annosy no los conformaba. Ni así Quinn se desalentó. _ En ese caso, mi esposa podría cederme algo de su mano d obra _ sugirió, los ojos castaños brillando con un calor que tornaba cada vez más difícil a Melisande destruirle sus fantasias. _ Annosy ya está muy sobrecargada con sus propias necesidades, pues los campos son extensos _ replicó tensamente y cerró los ojos cuando Quinn giró su rostro. No podía actuar de otra forma. Así, buscó ignorar la expresión condenatoria de Bayard y Berthe, que la miraban como si hubiese acabado de clavar un puñal en el pecho de Quinn. Tenía que decirle la verdad, por más que le doliese. La reconstrucción de Sayerne era tarea imposible y sólo un soñador pensaría lo contrario.


Se Enderezó en la silla e insistió en su punto de vista: _ Basándome en mi experiencia, preveo que será preciso mucho trabajo para restablecer la propiedad. Eso llevará un montón de tiempo. _ Sé más clara. Qué tienes en mente? _ presionó Quinn. Melisande tragó en seco. _ Creo que deberías desistir de Sayerne _ declaró de un tirón. Lo Vio arquear la ceja, pero continuó antes que perdiese el coraje. _ No me gustaría de verte invertir dinero y esfuerzo en una propiedad que tal vez no te traiga ninguno dividendo. _ Entonces creo que Sayerne no podrá ser reconstruída _ concluyó él, en un tono excesivamente calmo. Ella lo miró, sabiendo que estaba ofendido. _ Yo no gastaria tiempo con una causa perdida _ señaló. _ Y ese es tu temor? Que yo me arriesgue a perder todo lo que tengo? _ Si. Ahí está, pensó Melisande. Dijo exactamente lo que tenía que decir. Cruzó los brazos y aguardó la reacción de Quinn. _ Nunca poseí nada mas allá de mi caballo, de mi armadura y de mi espada. Este legado es inmensamente precioso para mí. No puedo desistir de él. _ Hablaba en voz baja, exponiendo sus sentimientos. Melisande se daba cuenta de que Quinn no imaginaba la magnitud de la tarea que se proponía. Desviando la mirada, apretó los dientes. _ No puedes arriesgar la estabilidad de Annosy para


realizar una quimera. Esa vez, fue él quien sacudió la cabeza y giró el rostro. _ Siempre Annosy, cierto? _ Annosy es todo para mí _ dijo ella, enrojeciendo . Quinn la miró con renovada determinación. Y sonrió. _ Comprendo. Pero no voy fallar. Te le garantizo, mi dama, que no arriesgará ni un grano de trigo en esta empresa. Ahora Melisande comenzaba a dudar de las facultadas mentales de él. Sería que no calculaba todo lo que la reconstrucción de Sayerne demandaría ? Tendría todo lo necesario para llevarlo a cabo? Dinero y provisiones? Mano de obra y semillas ? Y de que valía la garantía de un hombre que abiertamente reconocía su ignorancia en aquellos asuntos? Sin embargo, Quinn parecía divertirse con su escepticismo. _ Reconstruiré Sayerne, así tenga que de apilar piedra sobre piedra con mis propias manos . Espera y verás. Dicho eso, espoleó el caballo y trotó despreocupadamente , dejándola boquiabierta. Sólo le restó concluir que había desposado a un insano. Miró a Bayard, que sonreía con igual indulgencia. Por Dios, será que los dos hombres habían enloquecido? _ Quinn, espera por mí ! Vamos abrir camino juntos! _ le gritó Bayard, apresurándose a seguirlo mientras el polvo volaba para todos lados con su paso. _ Son completamente locos! _ apuntó Berthe, sin darse cuenta de que expresaba en voz alta el pensamiento de su ama. Aquella frase fue proferida en un tono ligero. Mientras


tanto, la criada acompañaba la partida de los dos caballeros con una sonrisa inconsecuente. Melisande se espantó al ver que bromeaba. Tal vez todos los tres hubiesen perdido a razón, reflexionó ella. _ Nunca será una tierra productiva. Nunca. _ murmuró categóricamente. Berthe la observó con curiosidad. _ No tiene confianza en su marido, mi Lady? Melisande pensó que aquello era ridículo. No se trataba de falta de confianza, sino de la simple cuestión de que un hombre era capaz o no de realizar. Y, a pesar de la buena voluntad de Quinn, Sayerne desafortunadamente estaba mas allá de cualquier esperanza. _ Es una hazaña demasiado grande _ replicó ásperamente. _ Y la determinación de su marido es aún mayor. Creo firmemente que él realizará esa hazaña _ retrucó la criada, y tiró la cabeza para atrás. Después, cuando la criada, remató: _ Mas allá de eso, con la ayuda de todos nosotros, como podría fallar? Los demás caballeros y escuderos aguardaban . Melisande, pasmada , se quedó mirando a la criada. _ La ayuda de todos nosotros? Qué significa eso? Berthe era su criada. Los caballeros que los acompañaban estaban a su servicio. Seguramente que Quinn no pretendía llamar a la gente de Annosy para trabajar en Sayerne, especialmente sin el consentimiento de ella ! Jamás admitiría semejante despropósito! La criada, aunque, ya estaba lejos y no escuchó su


pregunta. Melisande instigó su caballo e intentó acercarse a los tres que se adelantaban en el camino. Los otros viajantes siguieron detrás de ella, guardando silencio de una manera poco tranquilizadora. _ Qué significa todos nosotros? _ gritó Melisande. _ Quinn de Sayerne, qué estás tramando? No puedes emplear mi mano de obra sin permiso ! Ni Berthe ni los otros dos hicieran caso de sua advertencia, y ella se empeñó en alcanzarlos. Apretaba los dientes. Aquel absurdo no podía ser tolerado más ! Las condiciones del castillo eran peores de lo que Melisande había anticipado. Ella hizo una mueca de desagrado al examinar el lugar. La nieve se infiltraba en las frías paredes del interior del vestíbulo. La mugre se acumulaba en todos lados. _ Que bella construcción ! _ se entusiasmó Berthe. _ No puedo esperar para ver cómo quedará cuando reciba los debidos cuidados y reparos. Bayard le sonrió y le apretó la mano. La criada le devolvió la sonrisa con una presteza que hizo Melisande dudar de las afirmaciones que hiciera aquella mañana . _ Es exactamente como vos lo describió, Bayard. Es tan ... romántico ! _ comentó, mirando en torno a sí. _ Espera hasta hagamos una fajina completa _ dijo él. Melisande la miró después al otro y meneó a cabeza. Claramente, ella parecía inmune al clima romántico de allí. Todo lo que quería era volver a Annosy, a su residencia acogedora y bien abastecida. Se Estremeció al sentir una corriente de aire frío. Volvió a sacudir la cabeza. Era pura


barbarie vivir en aquel lugar. Quinn se aproximó , siempre sondeándola. _ Qué crees? La estructura es bastante sólida. Imagina como quedará de acogedora cuando encendamos la chimenea. _ No veo leña _ observó Melisande. _ No te preocupes. Disponemos de una buena cantidad de leña. Cortesía de Tulley. Nuestro Lord de Tulley sabía que el castillo no estaría en condiciones de acomodarnos en los primeros días. Ahí había algo con que ella concordaba plenamente. Posó la mano en el brazo de Quinn, quien giró en ese mismo instante para observarla con los ojos brillantes. _ Quinn, este lugar no es adecuado para nuestra estadía. Tal vez debiésemos seguir viaje a Annosy y permanecer allá mientras vos cuidas de la restauración de Sayerne. _ No, eso no es posible. Annosy está muy distante de aquí para que viajemos esta noche. Y será más fácil cuidar de todo el trabajo si permaneceremos en Sayerne. Él ya iba dando el asunto por cerrado, pero Melisande no se conformó y se aferró a su último vestigio de cortesía. _ Quieres que vivamos aquí? _ Y por qué no? Para ella, la situación ya había pasado de los limites. Estaba cansada, hambrienta y con frío. Y Sayerne no suplía ninguna de sus necesidades. Hizo un gesto que abarcaba las paredes del castillo. _ Será que te volviste loco? Este lugar está inmundo ! Es imposible morar aquí . Por esas grietas oscuras debe haber


ratas, cobras, escorpiones... No, no. Sólo será posible morar aquí Después una limpieza completa. _ Pensé que podríamos retornar cuando el lugar esté más adecuado... _ Más adecuado ? Adecuado ? Quinn, no comprendes ? Los Lords de una propiedad no restriegan el suelo de su castillo! O acaso no notaste que no hay ningún criado a la vista para servirte ? _ Los escuderos... - Son sólo muchachos. Pueden atender los caballos. Estamos hablando de una propiedad, de tierras, de un hogar. No tienes idea del trabajo que tendrás que hacer frente hasta tornar a Sayerne en un lugar habitable ? No podrás hacer todo eso solito ! Quinn apretó los labios temblorosamente. Se Veía que la derrota era una posibilidad que no admitía. _ Encontraré colaboradores _ insistió. _ Oh, claro. Los arrendatarios ya están haciendo fila en los portones! Reflexiona. Aún es invierno y tus silos están vacíos. Como vas a proveer el sustento de aquellos que vengan a ayudarte ? Los siervos esperan una garantía de que tendrán alimento a cambio de su trabajo. Él apretó la mandíbula, y Melisande supo que estaba perdiendo la paciencia. _ Estás diciendo que no vas a cederme mano de obra de Annosy? _ Es obvio! Como puedo enviar mis siervos para pasen hambre aquí ? Eso sería, al mínimo, una actitud irresponsable ! _ ella replicó con elocuencia.


_ Y rehusarse a ayudar a tu marido tampoco sería una irresponsabilidad? _ replicó Quinn en un tono bajo y amenazador. _ No, cuando él prueba que perdió completamente el juicio ! Los dos se miraron enojados. Los otros acompañaron la discusión a una distancia discreta. _ Ah, es así? Ahora soy un lunático? Y ese es el pretexto que le presentarás a Tulley? _ Yo no presentaré nada a Tulley _ le dijo Melisande. _ Entonces, por todos los diablos, qué quieres ? _ Quiero vivir en Annosy, no en Sayerne. Los ojos castaños de él centellaron peligrosamente bajo las cejas arqueadas. _ Y yo ? Melisande inspiró profundamente. _ Sería rudo de mi parte no invitarte a ir conmigo a Annosy _ admitió tensa. _ Invitarme _ murmuró Quinn. Suspiró cansado y la miró. _ Pues yo como tu marido y Lord, determino que nos quedaremos aquí. _ Hizo una pausa, y su mirada estuvo cargado de significado. _ Por lo menos hasta que nuestro acuerdo se cumpla. Ella se tragó la indignación, sabiendo que no podría presionarlo en aquel punto . No en frente de los otros. _ Está bien _ dijo con la garganta apretada, pues no tenía opción. Quinn sonrió, tomando su resignación como una prueba de que había conseguido convencerla. _ Verás como te va a gustar estar aquí. Sayerne es una


morada agradable. _ Y reconstruiremos todo lo que fue dilapidado _ agregó Bayard, mirando a su vez a Berthe. La criada juntó las manos satisfecha. _ Es como una saga heroica ! _ suspiró. Melisande observó a los tres con creciente escepticismo. No había duda de que estaban fuera de sí. Nada de lo que pudiese decir los haría cambiar de idea. No discutiría con lunáticos. Lo más acertado sería huir de allí mientras dormían. Y era precisamente lo que ella haría , a pesar del acuerdo que firmara con Quinn. Finalmente, no debía satisfacer a un hombre que había enloquecido. Si tuviese que hacer amor con él al principio de la noche, a fin de asegurarse de que dormiría pro fundamente, entonces pagaría el precio de buen grado. Cualquier estrategia sería válida para garantizar su regreso a Annosy. _ Su entusiasmo es inesperado _ dijo Quinn a Bayard, mientras retornaban a los establos. Los caballeros y escuderos venían detrás de ellos, intercambiando camaradería. Bayard se encogió de hombros con un aire incierto que raramente demostraba. _ La dama cree que es romántico _ dijo. _ Si te compra la fantasía de la reconstrucción de Sayerne con nuestras propias manos, no seré yo el que te estropee los placeres. _ Que yo sepa, vos nunca te preocupaste en refrenar tus inclinaciones de estropear los placeres ajenos. Hmm, tal


vez la cosa se esté poniendo seria _ provocó Quinn. _ Pues estás muy equivocado _ gruñó el otro. Haciendo una mueca, Bayard abrió la puerta con un movimiento brusco. Quinn iba continuar molestandolo. La visión del vestíbulo lo hizo olvidar de lo que iba a decir. El salón del castillo había sufrido una notoria transformación. con la ayuda de los dos escuderos, Melisande y Berthe habían realizado una pequeña proeza en aquel corto espacio de tiempo. El fuego ardía alegremente, volviendo el ambiente más acogedor , y el piso había sido barrido. La rapidez del cambio llenó a Quinn de esperanza. Melisande estaba instalada delante de la chimenea. Sentada en un banco cedido por Tulley, y era la propia imagen de la paz doméstica. Berthe estaba a su lado, y las dos examinaban el suplemento de comida. Quinn admiró el talle esbelto de Melisande y sus movimientos suaves se sintió súbitamente conmovido porque ella fuera su mujer. Tal vez, pensó para sí, había estado muy duro con ella. La vida de Melisande siempre había sido muy diferente de la suya y era probable que no supiese apreciar Sayerne. Y él, en los viajes que hiciera, había pernoctado en lugares mucho más inhóspitos que aquel. Además, era natural que una mujer tuviese dudas después de ver su vida cambiar tanto después del casamiento. Especialmente si ese casamiento era inesperado e impuesto. A la luz de eso, Quinn la comprendía y la perdonaba . Aunque, no tenía certeza de que Melisande fuese capaz de la misma actitud. Los modos de ella no revelaban ninguno


indicio de lo que le pasaba en su interior . Quinn se prometió a sí mismo que Melisande no se arrepentiría de permanecer allí. _ Han trabajado muy bien ! _ elogió con genuina apreciación. Melisande le dirigió una sonrisa que lo llenó de alegría. Bayard, a su vez, venía detrás suyo como una sombra. Quinn se preguntaba qué le pasaba a su amigo. Él se estaba tornando en una compañía irritante, principalmente cuando las dos mujeres se hallaban presentes. _ Los muchachos nos ayudaron mucho . Pero todo lo que hicimos fue hacer que el vestíbulo estuviese habitable para esta noche _ dijo Melisande. _ Pero transformación es muy grande . Ella rió. _ Mi Lord, se impresiona con mucha facilidad ! Quinn la observó sin saber si bromeaba o se burlaba de él. _ Peor sería que yo nunca quedase satisfecho con nada. Qué Tulley nos mandó como provisiones? _ Un simple refrigerio . Pan e queso, carne fría y un buen vino. _ Pues un simple refrigerio está perfecto para mí _ dijo él con una sonrisa satisfecha. _ Para mí también _ habló Bayard, que aparentemente estaba esperando una oportunidad para entrar en la conversación . _ Sobretodo si el refrigerio es tomado en buena compañía. _ Hay comida suficiente para esta noche _ le informó Como ella no hizo ninguno comentario más, Quinn osó


concluir que había abandonado sus dudas. Animado, llamó a los escuderos. _ Antes de que comamos, sugiero que hagamos los arreglos necesarios para la noche. Prefiero que duerman en el establo, por lo tanto, lleven una cantidad suficiente de cobertores. La Lady y yo nos acomodaremos cerca de la chimenea. Aguardó entonces a las protestas que inevitablemente aflorarían en los labios de Melisande, pero ella no dijo nada. Estaría revelando que se proponía cumplir el acuerdo? Consentiría en acotarse con él en aquella noche e intentar concebir un heredero? Él le propuso que hiciesen el amor todas las noches, aunque, nunca se le había ocurrido que su sugestión fuese acatada sin resistencia. _ Creo que también debemos dormir no establo _ dijo uno de los caballeros. _ Muy bien, eso es sensato _ Quinn aprobó rápidamente, ni un poco contrariado con la perspectiva de quedarse a solas con Melisande. Después de que los muchachos se retiraron, la voz serena de ella interrumpió el curso de sus pensamientos. _ Debo insistir en que Bayard pase a noche en el establo también. Él se quedó tan sorprendido con la docilidad de ella, que al principio no comprendió . Melisande le sonrió suavemente. _ No sería apropiado que Berthe durmiese al lado de un hombre _ esclareció. Ante su explicación, Quinn tuvo certeza de que tampoco escaparía al asedio amoroso de Bayard. Él mismo se sintió


un tonto por no habérsele ocurrido semejante formalidad. Había Pasado mucho tiempo en compañía exclusiva de hombres y poco se acordaba de los cuidados que la presencia de una dama exigía. _ Claro, claro. Bayard, hago mías las palabras de la Lady. Su amigo frunció el ceño y a continuación sonrió amablemente. _ Ah, pero no quiero que Berthe pase frío esta noche ! _ protestó con su usual malicia. _ Pasar frío? _ Berthe se levantó y le dio un empujón en el hombro que lo hizo ir hacia atrás. _ Hasta parece que el hombre se preocupa por el bienestar de una doncella ! Es en su propio comodidad que estás pensando, bellaco! No quieres pasar frío y, además, aprovechar la ocasión de intentar satisfacer tus apetitos eróticos. Ella volvió a darle otro empujón , y Quinn se divirtió con la compañía en la cena, que le recordaba una comedia de saltimbanquis. _ Y qué tipo de hombre sos vos para juzgar que yo acordaría con esa indecencia? Fui criada en una casa respetable y cualquiera puede ver que soy una moza honrada. _ Yo apenas pensé que... _ comenzó Bayard. Su tentativa de se defender fue inútil, pues ella no dejó hablar. Quinn miró a Melisande. Los dos sonrieron al mismo tiempo, en una connivencia silenciosa. Era como si compartiesen un secreto. Las palabras ásperas que habían intercambiado quedaron olvidadas en aquel momento de intimidad. Berthe asestó otro empujón a Bayard. Aunque Quinn


supuso que no estaba machucado, él se encogía, retrocedía y levantaba las manos para protegerse. Quinn tuvo ganas de reír al ver a su amigo defendiéndose de los empujones de una mujer. _ Desde cuando vos sos capaz de pensar? _ la moza continuaba su pelea. _ No me vengas con fanfarronadas ! Crees que soy tonta ? A mí no me engañas con tu pretendido caballerosidad. Soy experta. E íntegra. Yo tengo moral. Yo tengo valores. _ Cada vez que decía "yo", ella lo enfatizaba con un empujón. _ Yo no soy una perdida que aceptar tus insinuaciones obscenas. Yo no entregaría mi castidad así nomás . Entregaré mi inocencia solamente al hombre que ponga una alianza de casamiento en mi dedo anular, es eso lo que haré , mi Lord. No se olvide de eso! Y, así, fue atacándolo hasta que salieron del vestíbulo, siempre diciéndole improperios. Quinn poco pudo reprimir su risa. _ Tengo la impresión de que Berthe gusta de él_ dijo. _ Tu impresión no está muy distante de la ver dad _ confirmó Melisande. _ Es así? Ella meneó la cabeza de modo afirmativo. _ Berthe reservas sus insultos para aquellos a quienes le tiene afecto . _ Melisande sonrió con aire travieso y lo miró. _ Hasta ahora, nunca la había visto hacer sermones tan largos. En ese sentido, yo diría que Bayard es un privilegiado. Riendo, Quinn se sentó a sus pies. _ En Cuanto a mí, me atrevo a afirmar que Bayard es muy


persistente cuando decide cortejar a una mujer. _ Crees que él corresponde al afecto de mi criada? Había un rasgo de preocupación en la voz de Melisande que lo conmovió. Muy pocas damas demostrarían consideración por los sentimientos de sus criadas. EN un impulso, Quinn le tomó la mano, y notó que ella no tenía intención de esquivarlo . Satisfecho, la agarró tiernamente. _ Mi amigo tiene buen corazón_ respondió. _ Pero se esconde detrás de una máscara de displicencia. No te engañes con su romanticismo . Desconfío de que esté bastante cautivado por Berthe. Él levantó el rostro a tiempo de ver el semblante de Melisande con una media sonrisa. Ella enrojeció levemente al sentir su mirada sobre sí. Y Quinn, por a su vez, se permitió alentar la esperanza de conquistar su corazón. Tal vez, pensó, no se hubiese precipitando al imaginar que la noche le traería placeres inesperados. Para que la atmósfera relajada perdurase, quiso entablar conversación . Sin saber bien qué decir, ofreció repentinamente: _ Te Gustaría beber un poco de vino? _ Si. _ Yo también. Un poco renuente, Quinn soltó su mano y se acercó a las provisiones apiladas a un costado. Tomó dos tazas y soltó una exclamación triunfante que hizo reír a Melisande . Después levantó una garrafa de vino y lo sirvió. _ Por una nueva vida _ brindó impetuosamente, animado con las posibilidades que el futuro le parecía deparar.


Ella no dijo nada, limitándose a aceptar la taza que Quinn le entregó . La Llevó a los labios y sorbió el vino lentamente. El no podía creer en su buena suerte. Deseó entonces que Bayard y Berthe no volviesen tan pronto. Por algunos minutos, Melisande y él se quedaron silencio sos, mirando el fuego. Quinn aguardó el momento oportuno para hacerle la pregunta que le torturaba el espíritu. Quería conocerla mejor, saber lo que se pasaba en su interior. _ Vos demostras preocupación por la seguridad de tu criada del mismo modo en que te preocupas por Annosy. Eres siempre tan protectora con todo lo que te es querido ? Melisande se quedó desconcertada. Desvió la mirada. Era como si Quinn hubiese mirado dentro de su corazón y des cubierto una debilidad que ella se esforzaba por ocultar. Encontrar aquel lugar secreto en el corazón de Melisande le proporcionó a Quinn un momento de raro en canto. Queriendo mostrarle que podía confiar en él, se inclinó y le cubrió la mano con la suya. Ella continuó cabizbaja. _ Qué debo hacer para estar entre aquellos que te son queridos? _ murmuró. Los labios de Melisande se entreabrieron cuando ella lo observó con sorpresa. Los ojos verdes se llenaron de incertidumbre. _ Quiero que me defiendas como defiendes a tus seres queridos _ reafirmó Quinn con sinceridad. _ Me gustaría que mi esposa me regalase tales atenciones.


Melisande meneó la cabeza, en una mezcla de confusión y perplejidad. _ No sé _ respondió con voz embargada. _ No sé lo que hace que dé mi devoción a esas personas. Simplemente pasa. Quinn se inclinó y podía sentir el perfume de sus cabellos. Humedeció los labios, un poco inseguro de lo que estaba a punto de decir: _ Te Importaría que yo intente conquistar tu devoción? Las palabras de él flotaron en el aire, parecían casi palpables en el silencio del amplio vestíbulo. En su perplejidad, Melisande abrió desmesuradamente sus ojos, las llamas doradas del fuego se reflejaban en ellos . El tiempo se cristalizó en aquel instante. Y, después de lo que pareció una eternidad, ella esbozó un gesto negativo, evitando la mirada de Quinn. No, a su esposa no le importaba. Eso significaba que estaba dispuesta a olvidar el hombre a quien le entregara su corazón. Eso era mucho más de lo que Quinn jamás e atreviera a esperar. Mucho más... Contempló el perfil de Melisande por un largo momento. Extrajo nuevas fuerzas del hecho de que ella no lo hubiese rechazado. Era una mujer sorprendentemente valiente si consideraba la posibilidad de volver a amar después de perder a Arnaud. Y Quinn decidió que no la guiaría en falso. Conquistaría el amor de ella. Con la misma determinación con que reconstruiría Sayerne.


_ Entonces me empeñaré al máximo, mi dama _ le susurró él. _ E no te decepcionaré , te lo prometo. Aunque Melisande evitase mirarlo, él vio una lágrima brillar en su cara. Era la lágrima que simbolizaba su amor perdido. Quinn sabía de eso. Sabía también que quería estrecharla en sus brazos y ahuyentar toda su tristeza. _ Yo Quisiera que las cosas hubiesen sido diferentes entre nosotros _ murmuró Melisande con voz trémula. Quinn sintió su corazón pesado. Le Gustaría preguntarle más pormenores sobre Arnaud, sobre el modo en que había conquistado su amor. Elal afirmó que su pretendiente no vengaría su honra manchada. Por qué ? Estaría muerto ? Estaría lejos de allí, participando de una cruzada ? Y Melisande, sufriría mucho con su ausencia? Quinn no conocía las respuestas para tales preguntas. Y todo lo que deseaba era que aquella intimidad compartida entre los dos se prolongase en caricias tiernas y demostraciones de confianza. Aunque, era demasiado temprano para eso. No se arriesgaría a hacer un movimiento errado, impelido por la impaciencia. Melisande era una mujer que merecía ser cortejada con toda delicadeza. Él lucharía por ella. En aquella noche, Melisande le había dado su consentimiento. Y ahora le correspondía a él recorrer los caminos secretos que conducían a su corazón. Capítulo VIII Quinn no contaba con que los encantos de su esposa tendrían tanto efecto sobre él. Continuaban sentados


delante del fuego mucho después de que los hombres habían partido para los establos y Berthe se retirara. _ Preciso ausentarme un momento _ anunció Melisande de repente. _ No te demores _ él dijo bajito, haciéndola ruborizar. Se miraron por un momento, ojos con ojos. Ahí Melisande tropezó. Quinn le tomó la mano deprisa. Ella le agarró los dedos, la tarea reveló ser más difícil de lo que imaginó . Debe ser culpa del piso sucio de Sayerne. No había nada malo con el piso y ahora Quinn percibía que Melisande sabía perfectamente de eso. La expresión de ella era cada vez más enojada . Quinn tuvo ganas de provocarla, pues era evidente que estaba atrapada y no osaba pedirle ayuda. Así que fingió severidad cuando habló: _ Estás sintiendo el efecto del vino? Fue el turno de ella para fingir, y se mostró afectada y sorprendida. _ Qué vino? No, no... el problema son estos pisos traicioneros que me hacen resbalar a cada paso que doy. _ No habría ninguna posibilidad de que el vino es té turbándote los sentidos? _ preguntó él, sonriendo. _ No! _ Melisande se llevó la mano a los labios pretendiendo estar en shock. _ Fue vino lo que me serviste ? Canalla ! Miró al hombro de él para darle un empujón ,pero erró el blanco y Perdió o equilibrio de nuevo. Desistiendo de quedarse de pie, se fue deslizando hasta el suelo. Se quedó allí sentada, las piernas dobladas y los ojos siempre refulgentes como los de un gato.


_ Canalla ... intentado seducirme con vino... _ Pero qué pensaste que estabas bebiendo? _ insistió él. Los labios de Quinn se curvaron en una sonrisa cuando se acercó al lado de ella. Melisande se esforzó por encontrar una respuesta plausible. _ A menos que se tratara de algún delicado brebaje de Oriente. Un té de dátiles? Es rico? _ dijo finalmente. _ No sé. Nunca lo probé . _ No? Pero no estuviste en Oriente? _ No fue un viaje de placer, mi dama _ respondió Quinn, retrayéndose un poco al recordar los horrores que presenciara entonces. Sus pensamientos se perdieron en reminiscencias e imaginó los jóvenes llenos de optimismo que se perdieron en la ruta a Oriente y jamás retornarían a su tierra natal. Casi podía sentir en la piel el calor, la polvareda, los insectos. Se acordaba de las incontables noches en que Bayard lo velara, mientras él miraba el vacío, ajeno a la oscuridad que lo cercaba. _ Tienes razón, mi Lord. Por cierto no fue un viaje agradable _ se solidarizó Melisande, súbita mente seria. Posó su mano en su rodilla. Quinn le estudió el semblante lleno de inocencia, admiró sus cabellos suaves como hilos de seda. En aquel instante, tomó consciencia de dos cosas. La primera, que era un hombre bienaventurado: estaba en su casa, fue obsequiado con una esposa y estaba a punto a recibir la posesión definitiva de su herencia. La segunda, que protegería a aquella mujer de quien él poco conocía. El mundo podía ser


terrible, y Quinn quería que ella se conservase así, ignorante de los horrores que la vida podía deparar. _ Vamos hablar de cosas más alegres esta noche _ dijo. Melisande se inclinó, pasó sus brazos en torno a su cuello. _ Hmm... Y sobre qué hablaremos? Sobre los motivos oscuros que te llevaron a ofrecerme vino? _ Soy inocente _ replicó Quinn, fingiéndose ofendido. _ Apenas hice la voluntad de mi dama. _ Miró a su alrededor con fingido pesar. _ Pero, desafortunadamente, no había vino suficiente para satisfacerla... Ella posó el índice en su pecho. _ Vos ! Fuiste vos quien se bebió todo el vino y no dejaste ni una gota para mí ! _ Quién, yo ? _ Si, vos mismo! Y no vas a conseguir me con vencer de que no alentabas segundas intenciones ! _ El rostro de Melisande se aproximó al de Quinn y Susurró: _ Vamos, confiesa. Él adoptó un aire avergonzado y demoró en responder. _ Bien... _ comenzó, renuente. _ Vamos, cuéntame ! Cuéntame ! Quinn se levantó con un movimiento fluido, la ayudó para que quedase de pie . La Levantó en sus brazos y se dirigió a la chimenea. Sonriendo, Melisande se dejó cargar. _ En verdad, yo tenía cierto objetivo en mente... _ murmuró él. _ Ah, entonces era así ? Pues confiésalo ! _ exigió ella con expresión victoriosa. Quinn dio un suspiro. _ Yo quería un beso .


_ Un beso. _ Melisande apretó los labios con falsa seriedad, como si sopesase una cuestión de gran gravedad. _ Y pensaste que yo te concedería un beso de libre y espontánea voluntad? Él se encogió de hombros y arqueó la ceja maliciosamente. _ Es lo que un hombre espera de su esposa. Para su sorpresa, Melisande se acurrucó en sus brazos y presionó su rostro contra el de él. A continuación, apartandose un poco, lo miró con los ojos luminosos. _ Sinceramente, yo diría que un hombre puede esperar mucho más de su esposa _ susurró, y buscó sus labios. Quinn cerró los ojos y aceptó aquello que ella le ofrecía. La boca de Melisande era dulce y aún sabía a vino. Ella lo estrechó en sus brazos con gran abandono, lo que lo dejó un poco atolondrado. Él nunca imaginaría que Melisande fuese a tomar la iniciativa de aquel beso. Pero, a medida que el deseo vibraba en cada fibra de su cuerpo, no cuestionó la buena suerte que venía golpear a su puerta. Se Arrodilló cuidadosamente sobre los cobertores y echó a Melisande con él . Aún en aquel momento, temió que ella cambiase de idee y lo rechazase. Pero Melisande le sonrió, mirándolo mientras desataba los cordones de la parte lateral del vestido. Quinn percibió que ella sabía las implicaciones de su gesto. Los ojos verdes no demostraron ningún rasgo de vacilación. Aquello sólo podía ser un buen augurio, pensó Quinn, quitándose sus propias ropas bajo la mirada atenta de Melisande. Sería posible que ella consintiera en entregarse una vez más?


De repente , se sintió inseguro. Como se intuyese que él vacilaba, Melisande le tomó la mano y la posó sobre su propio hombro, guiándolo de modo de bajar el vestido. Ella se quedó en camisa solamente . La tela fina revelaba los contornos de sus pechos, y Quinn no podía desviar la mirada. _ No olvidas nuestro acuerdo, no es así mi marido ? Quinn tuvo miedo de que ella se arrepintiese más tarde de aquella debilidad inducida por el vino. _ No, Melisande. Pero esta mañana ... _ Ya pasa de media noche. Y amanecerá un día nuevo. La sonrisa que ella le dirigió era acogedora y seductora, envolviéndolo en una especie de encantamiento. Cuando Melisande lo empujó para sí con la promesa de algo más que un beso, Quinn supo que estaba perdido. Horas después, él dormitaba, plenamente saciado, con Melisande pegada a su cuerpo, cuando sintió que los dedos de ella le acariciaban el pecho, enredándose en el vello oscuro que lo recubrían . Sonrió , comenzaba a borrar del corazón de su esposa la presencia intrusa de Arnaud. Melisande delineó la línea de su cicatriz y Quinn se retrajo . _ Duele ? _ ella preguntó bajito. Quinn sacudió imperceptiblemente la cabeza. _ No. Lo que duele son los recuerdos que me trae. Continuó con los párpados cerradas, sintiendo la intensidad de la mirada de ella sobre sí. Creyó que, si se quedaba callado, Melisande se olvidaría del asunto. Pero , se equivocaba.


_ Qué recuerdos? _ insistió ella con blandura. Quinn frunció el ceño. Intentó abrazarla para que se aquietase, pero Melisande se resistió, se apoyó sobre el codo y lo observó. Los largos cabellos rubios desparramándose como un manto sobre ambos. Él sintió su suavidad rozarle el hombro y estuvo tentado de admirar su cuerpo desnudo aún una vez mas antes de dormirme . Pero, conservó los ojos cerrados. _ Esa no es una historia para los oídos de una dama _ respondió por fin, notando que Melisande aguardaba una explicación. _ Por qué? Él Tragó en seco, abrió los párpados. Como había previsto se encontró con la expresión curiosa de ella. Los labios de Melisande aún exhibían las señales de los besos apasionados que habían intercambiado. La cabellera dorada estaba desaliñada. El modo en que ella se mostraba , completamente vulnerable , hacía que la determinación de Quinn flaquease. _ No me preguntes más nada. No vale la pena que una dama se entretenga con historias de soldados. Están muy distantes de la vida que vos llevas en este lugar Ella posó un dedo en sus labios, acompañando la forma de su boca del modo más desconcertante. _ Quiero saber la historia de esa cicatriz. Por su tamaño, sospecho que ha sido una herida profunda. Es claro que involucra un episodio de coraje sobretodo porque vos sobreviviste . _ Melisande entonces asumió un aire malicioso. _ Pues quiero que me cuentes ese episodio antes


que yo personalmente pruebe el valor de mi guerrero antes de dormir. Aún contra su voluntad, Quinn acabó sonriendo. después hizo un gesto de derrota. _ Si hubo coraje en el episodio, no fue de mi parte. Ella meneó la cabeza. _ Mi Lord es muy modesto. _ Lo miró fijamente y seriamente . _ Cuéntame. Por favor. Quinn no podía tener secretos con ella, después de la intimidad que habían compartido. Reflexionó un poco, decidiendo omitir los pormenores de mayor impacto. Cruzó las manos detrás de la cabeza y emprendió una lento viaje al pasado... _ Hace siete años, yo me uní a la cruzada. _ Las imágenes retornaron vívidamente a su memoria. Estremeciéndose, él intentó por la última vez esquivar el tema . _ Tantas cosas acontecieron desde entonces... No sé por dónde comenzar mi relato. Melisande lo miraba con interés. _ Cuéntame como te hiciste esa cicatriz. Él suspiró y se hundió en un mundo de reminiscencias. _ Fue en una batalla, mucho tiempo después de que Jerusalen hubiera sido tomada. No puedo precisar el lugar , pues luchamos en tantas batallas y en tantos lugares, que ya no me acuerdo el nombre de la fortaleza. Tal vez nunca lo haya sabido. _ De nuevo, frunció el ceño. _ Pero eso no importa. la fortaleza estaba bajo el yugo de los musulmanes. Nuestros comandantes decidieron forzar la entrada y dominarla. Ya habíamos procedido de esa forma


antes, con relativo éxito. Todos concordamos con la idea y comenzamos a trazar una estrategia de acción. Quinn carraspeó. Sentía la polvareda delante de los portones de aquella fortaleza. Sentía el miedo de los caballos mezclados con su sudor. Oía los gritos de sus compañeros que nunca regresarían a su hogar... Cuando volvió a hablar, la voz le falló : _ Pero el ataque fracasó. Él cerró los ojos. En su mente hicieron eco los bramidos desesperados. El terror le revolvió las entrañas ante el recuerdo de los barriles de aceite hirviente que eran lanzados sobre las primeras hileras de soldados. Quinn estaba en una posición más resguardada , pero tenía la impresión de que el aceite fluía hacia abajo como el torrente de un río poderoso. Las escenas se sucedieron con rapidez imprevista, y él nada pudo hacer para salvar a sus camaradas. Hombres que conocía, hombres con los cuales luchara codo a codo, perecían delante de sus ojos. El recuerdo era tan nítido , que lo hizo estremecer con el ímpetu de un miedo adormecido que anidaba en su pecho. Los colores eran vívidos. El olor a piel quemada. Las hojas relucientes de las espadas que se agitaban en el aire, blandidas por el enemigo que los atacaba por la retaguardia. Caballos que relinchaban con los ojos vidriados de terror. Súplicas de misericordia. El cerco que se apretaba, impeliendo a los soldados hacia el torrente de aceite hirviente... _ Fuimos sorprendidos por la retaguardia _ Quinn se oyó a


sí mismo decir, en una voz distante que no parecía ser la suya. _ Pero no habían centinelas para avisarles de la aproximación de las fuerzas adversarias? La voz de él sonó contenida, tensa, ultrajada. _ Fuimos traicionados. Melisande cerró los ojos, esperando la indignación de él. _ Cómo? Quién hizo eso? _ Uno de los nuestros... Un hombre desalmado que entregó la vida de sus compañeros a su enemigo. _ Eso es horrible! _ exclamó ella. _ Y cómo des cubrieron la identidad del traidor? _ El propio enemigo la reveló. _ Quinn cerró los ojos, queriendo borrar de su mente las imágenes que lo perseguían como fantasmas de una pe sadilla . _ Por lo que se supo después, parece que el hijo de puta no vivió mucho tiempo después de la batalla. Fue atacado por bandidos cuando cabalgaba solo . Pero sospecho que, en realidad, uno de nuestros sobrevivientes fue el autor de ese crimen y nos vengó a todos. Él suspiró. Su tono se volvió duro. _ Aquel maldito tuvo el fin que merecía . No lamento su destino . La traición es el peor de los crímenes que un hombre puede cometer. No hay castigo suficientemente severo para aquel que apuñala a sus pares por la espalda . Melisande sintió la fuerza del dolor que él guardaba en su pecho. Lo Tocó con la mano suavemente. Lo Miró con solidaridad, respeto y también preocupación. La ternura que afloró en sus ojos hizo que Quinn vacilase en su


determinación de no mostrarse vulnerable . Él sintió las lágrimas deslizarse por su rostro e intentó contenerlas. No queriendo que su esposa lo viese flaquear, giró el rostro. _ Y cómo fue la batalla? _ preguntó Melisande, obligándolo a descargarse de aquella pesadilla . _ Fuimos cercados. Luchamos con coraje. Pero casi todos los soldados fueron muertos o capturados. Tantas vidas perdidas por causa de un solo hombre... Ella le tocó nuevamente la cicatriz, y fue como si la carne de Quinn quemase en una llaga abierta. El hecho de haber sido uno de los pocos sobrevivientes lo llenaba de remordimiento y culpa. _ Y fue allí que recibiste el golpe? _ Si. Al principio, me dieron por muerto. Bayard había sido herido y capturado. Insistió en que me llevasen también. _ En ese punto, Quinn cerró los ojos. _ Los musulmanes debían haberlo considerado un loco por querer cargar con mi cadáver. _ Vos fuiste preso entonces? El asombro se estampaba en el semblante de Melisande. Asombro que se convertiría en terror si ella pudiese imaginar el más pálido retrato de lo que Quinn había vivido en la fétida y oscura. celda .. _ Si. Creo que mi situación fue como la de cualquier hombre que se ve privado de la libertad, a la espera de un futuro incierto. Él se obligó a hablar en un tono calmo para no re velar el malestar de aquellas reminiscencias. Sabía que estaba mintiendo. Su situación fue mucho peor que la de la


mayoría de los prisioneros. _ Al menos tenía a Bayard a su lado _ comentó Melisande con simpatía. Quinn giró el rostro para observarla. Creció en su determinación de ahorrarle aquel lado oscuro de su vida. Además, se vio en la necesidad de darle a conocer mejor a su amigo, que ella juzgaba erroneamente como un descarado . _ Si. Por eso, sé que él es un hombre de buen corazón. Bayard tuvo la posibilidad de ser liberado cuando sus heridas sanaron . Pero se rehusó a abandonarme , aún sabiendo que, más tarde, podrían cambiar de idea y negarle la liberación. Melisande se apiadó de él. Quinn evitó aquella mirada que parecía desbastar su alma. _ Le Debo mi vida a Bayard. Por dos veces consecutivas, me salvó de una muerte cierta. Quinn yacía inmóvil en la oscuridad . Melisande guardó silencio, sin dar pista de sus pensamientos. _ Y este lugar... Sayerne... _ prosiguió él con voz embargada, forzándose a concluir el relato que iniciara. _ Este lugar fue como un talismán para mí. Su imagen me dio fuerzas para no sucumbir a la muerte. El recuerdo de su belleza mantenía mi espíritu vivo. _ Ahora comprendo por qué Sayerne es tan importante para vos _ murmuró ella. _ Y luego ? Qué pasó ? _ Tulley me encontró en Ascalon, poco después de nuestra liberación. Bayard y yo emprendimos el viaje de vuelta lo más rápido posible cuando supimos de la buena nueva. Me


Parecía un sueño que Sayerne sería mía en poco tiempo después de nuestra liberación. Quinn se calló y suspiró. Ahora Melisande conocía su historia. Esperó a que ella lo juzgase y que lo condenase. Pero, no oyó ni una palabra de censura. En vez de eso, ella se recostó sobre su pecho y le acarició los cabellos. _ Esa es una historia de coraje. Pero no sólo del coraje de Bayard _ susurró. Después, depositó un beso en sus labios. Ahora las lágrimas rodaban libremente por las cara de Quinn. Él la abrazó, sintió el reconfortante calor de su cuerpo, el perfume de su piel. Escondió su rostro en el pecho de ella e hizo su última confesión : _ Nadie conoce esa historia, excepto Bayard y yo. _ Y nadie más habrá de conocerla, pues guardaré el secreto de todo lo que oí . Gracias por a haberlo compartido conmigo. Ella volvió a besarlo en la boca, instigándolo a olvidar el pasado y a mirar al futuro. Quinn experimentaba una oleada de indecible alegría al estrechar a su esposa. Quiso perderse en la dulzura de los brazos de ella y poco le importó que aquella dulzura le fuese a robar las pocas horas de sueño que aún le restaban en aquella noche. Melisande subestimó el efecto do vino. O, tal vez, fuese el efecto de Quinn sobre ella lo que había subestimado. Miró largamente al hombre adormecido a su lado y , sin querer, sonrió. Su cuerpo entero latía con la fuerza del amor que él le había dado.


El hecho era que Quinn había desbaratado su decisión de partir de Sayerne. Ah, qué hombre maldito con sus modos cautivantes ! Por su pedido de permiso para conquistar el afecto de ella... Por la demostración de confianza que le diera... Melisande estudió su semblante plácido, una mecha castaña que le caía sobre la frente, y lo maldijo por hacer su corazón vacilar. Nunca imaginó que, llegado el momento de retornar a Annosy, fuese a flaquear. Pero, al contarle su historia, Quinn la llenó de dudas. Quedó enternecida por él y porque le había expuesto su dolor. Ella no dudaba que era la primera en saber de aquella historia trágica. Y sospechaba que Quinn le había ahorrado los detalles más sórdidos, pues su voz había sonado demasiado sombría , demasiado largas fueron las pausas que habían salpicado sus palabras. Melisande tenía la sensación de que Quinn estaría tentando de protegerla, de mantenerla al mar gen de los horrores que había presenciado . Esa percepción la hacía cuestionarse si Quinn era realmente igual a su fallecido padre. Si él era de hecho el hombre íntegro que parecía, Melisande sabía que le hubiera entregado su corazón si se hubiesen conocido en diferentes circunstancias. Sin darse cuenta de lo que hacía, ella extendió la mano y apartó la mecha de cabello que cubría la frente de Quinn. Miró su propia mano, espantada de que su contacto le revelase tanta ternura. Volvió a contemplar o semblante adormecido. Ya estaba casi volviéndose atrás en su decisión


de partir a las escondidas. Huir hacia Annosy después de que Quinn le confiara su historia, no sería acaso una traición? Sintió una puntada en el corazón. Sabía que su marido interpretaría su acto como una prueba de hipocresía. No podría deliberadamente decepcionarlo. Desvió la mirada y observó la puerta . Las condiciones de vida allí eran primitivas, la tarea de reconstrucción, imposible. Tal vez el entusiasmo de Quinn no le permitiría ver la verdad, hasta que fuera demasiado tarde . Y ella no podía poner en riesgo la seguridad de Annosy. La puerta crujió e, instintivamente, Melisande se acurrucó bajo los cobertores. Alguien había entrado en el vestíbulo ! Se acostó contra Quinn, o corazón latiendo aceleradamente , sin saber se debía despertarlo o no. La puerta se cerró con un leve chasquido. Un susurro se oyó en la oscuridad. Melisande no veía nada mas allá delante de la nariz. Los golpes de su propio corazón retumbaban en sus oídos. Comenzó a entrar en pánico. Por qué Quinn no despertaba? _ Berthe? _ volvió a susurrar la voz. Melisande suspiró aliviada. Era Bayard quien allí se encontraba. Ella rodó hacia un lado , echándose de costado, y cerró los ojos. Su tensión gradualmente diminuyó. El alivio dio lugar a la exasperación. Que tipo de canalla iba a abordar a una mujer en medio de la noche? Oyó un susurro de Berthe : _ Bayard? Sos vos? _ Si _ respondió él, y avanzó cautelosamente, mientras Melisande lo observaba con interés.


La silueta de la criada se recortó contra la puerta. _ Berthe, no conseguía conciliar el sueño _ le cuchicheó Bayard, cuando los bultos de ambos quedaron próximos. _ Me quedé preocupado con que vos estuvieses pasando frío aquí . Melisande oyó cuando la criada lo abofeteó. Contuvo la risa al percibir que la moza le daba una patada al amigo de Quinn, mientras él ahogaba una exclamación de protesta. _ Como te atreves a venir a asediarme en medio de la noche? Es claro que no estás preocupado por mi bienestar. Pero ya te dije que soy una mujer honrada y no toleraré estas indecencias! _ dijo ella, intentando mantener la voz baja. _ Por favor, por favor... no te exaltes... Vas despertar a tu ama ... _ Ah, no! Sos Vos quien la despertarás con tu inoportuna visita. Es mas , hasta no sería mala idea despertarla para que sepa como te comportas cuando no estás bajo su vigilancia. Ya puedo imaginar el castigo al que ella te sometería. _ castigo? Que castigo mayor podría existir para un hombre cuya bien amada le niega su amor? _ Ahórrate ese discurso. No me vengas a hablar de asuntos del corazón, pues sabes bien que fue otra parte de tu cuerpo la que te trajo aquí ! - Berthe! Me ofendes ! _ objetó él, en un tono resentido. _ Por quién me tomas ? Todo lo que deseo es cortejarte . _ EN medio de la noche ? No me hagas reír ! No, Bayard. Vos quieres robar mi castidad y después desaparecer,


dejándome abandonada a mi propia suerte. Vete antes de que se despierte mi Lady . _ Pero ... _ Desiste. _ La sombra de Berthe se movió, y Bayard emitió un gemido sofocado de dolor cuando ella le dio una violenta patada. _ Ahora, exijo que te vayas inmediatamente! Él aceptó renuente, yendo hasta la puerta mientras la criada vigilaba sus pasos. _ Vos sos cruel _ Bayard osó decir. _ No merezco ser juzgado de modo tan severo. Si me dieses una oportunidad de probar que estás equivocada respecto a mí... _ Pensaré en su caso _ lo interrumpió Berthe. El caballero hizo una reverencia, percibiendo que aquella promesa sería lo máximo que, por ahora, conseguiría arrancarle a ella. _ Entonces te deseo buenas noches, mi dama. Así diciendo, abrió la puerta y desapareció en la oscuridad. La criada meneó la cabeza y rió bajito. _ Conquistador vulgar _ bromeó. Pero ,a Melisande no se le escapó que aquellas palabras eran dichas de manera tierna, sin rencor. _ Cuánto tiempo mas conseguiré resistirme ? _ se preguntó Berthe, antes de volver a su lecho. Melisande sintió la necesidad de proteger a la moza, a fin de evitar que lo peor aconteciese. A pesar de lo que le dijera Quinn, no tenía duda de que Bayard intentaba seducir Berthe para luego abandonarla. La lealtad entre dos hombres era diferente a la lealtad dispensada a una


mujer. Y en cuanto a Quinn? Ella miró a su marido adormecido, sin saber cómo juzgarlo. Hasta qué punto él y Bayard se asemejaban ? Hasta qué punto perseguían sus objetivos sin tener en cuenta los sentimientos ajenos? Quinn le hizo confidencias e hizo que su corazón entrara en contradicción. Pero y si todo no fuese mas que un truco para desarmarla ? Melisande se mordió el labio, indecisa. Él mismo no le había dicho que Sayerne era la cosa más importante en su vida? Y no precisaba de ella para asegurar su herencia ? Si ella partiese de Sayerne sin darle un hijo, Quinn perdería lo que más preciaba en el mundo. No era preciso ser adivino para suponer que Quinn harías todo para asegurarse de que eso no ocurriese. En aquellos últimos días, todo había girado en torno a la concepción de un sucesor para Sayerne. El acuerdo con Tulley. Los besos seductores de Quinn. El relato de su historia, que resultará en una noche de ardiente pasión... pasión que podría engendrar un niño ... Sería Quinn tan egoísta como Jerome? Y como haría ella para descubrir la respuesta a esa pregunta? No sería del todo improbable que ella, así como Berthe, estuviese siendo seducida de manera calculada. Quinn deseaba Sayerne a todo costa. Lo Admitía abiertamente... Melisande se sentó abruptamente. Comenzaba a persuadirse de que él sólo le había contado la historia de la batalla para enternecerla. Se Preguntaba hasta si todo


no se trataba de una invención destinada a ganar su simpatía. Se levantó de un salto y se vistió con gestos duros, apresurados. Volvió a mirar al hombre que soñaba a sus pies. Contrajo los labios con rabia. Cómo él se atrevía a manipularla con tal descaro? Se Iría a Annosy y llevaría a Berthe consigo, a fin de salvaguardar la honra amenazada de su criada. Y tomaría medidas para que Quinn no pudiese seguirlas. Los portones de Annosy quedarían cerrados para él. Si estaba tan encantado con aquel lugar decrépito, que se quedase allí. Solito. La luna iluminaba el paisaje cuando las dos mujeres trazaron su plan. Después de mucho insistir y argumentar, Melisande finalmente convenció a Berthe de ayudarla. Se deslizaron hacia el patio, dejando a Quinn adormecido de delante da chimenea. Melisande cerró la puerta sin mirar atrás. Estaba con los nervios a flor de piel. Berthe, por el contrario, parecía sorprendentemente calma. Ocultándose en las sombras, las dos se dirigieron a los establos. Llegando Allí, la criada llamó en un susurro: _ Bayard? Se oyeron sonidos sofocados en el interior del establo y, momentos después, el rostro de Bayard surgió por el vano de la puerta abierta. Al ver a su bien amada, hizo tal expresión de sorpresa, que su actitud llegó a ser cómica.


_ Berthe? Sos vos ? _ Claro, su tonto. _ La criada se inclinó y cuchicheó palabras apresuradas , mirando ocasionalmente por encima de su hombro, como se temiese que tuviese siendo seguida. _ Pensé sobre lo que me dijiste y resolví darte una chance. _ Cuando Bayard arqueó una ceja y tuvo intención de replicar, ella lo silenció con un gesto. _ No digas nada. Seamos rápidos para tener algunos momentos a solas antes de que nuestro Lord despierte y note nuestra ausencia. _ Ausencia? Pero, por qué no nos quedamos aquí ? _ No, no. Eso no es posible. Te Quiero sólo para mí. El tono de Berthe era taxativo, y Melisande halló gracioso cómo ella compelía a Bayard al plan que las dos habían trazado. _ Bien, En ese caso no voy a discutir _ dijo el caballero. Se apresuró orgulloso, al mismo tiempo en que lanzaba una mirada recelosa al patio. Sin que se diese cuenta, adoptaba la misma postura conspiradora de Berthe. La ejecución del plan estaba obteniendo más éxito que lo esperado, pensó Melisande. _ Propongo que me encuentres junto a los portones. La aldea está desierta y podremos conversar más tranquilos_ prosiguió la criada. _ Tal vez encontremos una casa que nos abrigue del viento y nos proporcione un poco de privacidad. No lo que crees ? _ La voz de ella se volvió suplicante, de una manera un tanto rara. _ Podrías ensillar dos caballos mientras voy buscar cobertores y una garrafa de vino? Bayard vaciló. Berthe entonces pasó los dedos por su rostro y lo besó levemente en los labios.


_ Quiero que me pruebes tu sinceridad _ murmuró ella con fervor. _Está bien! _ concordó él. _ Dame algunos minutos y prepararé dos monturas. Mientras tanto, trata de esconderte. No quiero que arriesgues tu reputación. _ Estaré esperando por vos _ susurró Berthe, y la promesa que puntuaba sus palabras hizo que el caballero corriera a ejecutar su tarea. La criada entonces giró y miró a Melisande, que estaba escondida allí cerca. Sonrió victoriosa. Melisande le devolvió sonrisa. El plan iba bien, pero aún no estaba concluido. Se precipitaron a los portones de la propiedad. Detrás de sí, sus oídos agudizados por el nerviosismo captaron los ruidos de los movimientos de Bayard mientras ensillaba los caballos. Melisande rezó para que no fuesen descubiertas. Si uno de los caballeros despertase, estarían perdidas, pues era cierto que alertaría a Quinn de su huida. Pero, con suerte, llegarían sanas y salvas a Annosy al romper del día. Restaba que Bayard les trajese los caballos. _ Que hombre más tonto! _ rezongó Berthe. Era evidente que la rápida aceptación de Bayard sólo hizo que ella realimentase su desconfianza en cuanto a las buenas intenciones de él. _ Como podía creer que yo abandonaría mis reservas y le haría semejante invitación ? El lascivo no ve nada mas allá de su propio deseo ! Bien se ve que no sabe que tipo de mujer soy . Oh, y yo fui más tonta aún por creer que él me respetaría ! Que decepción ! Tenía toda la


razón, mi Lady. Es mejor que yo me vaya y me quede bien lejos de ese embustero. _ Tal vez él se juzgue irresistible _ observó Melisande. _ Pues que se considere el mayor galanteador sobre la faz de la tierra. Yo le mostraré cuan irresistible es ! Canalla ! No se preocupe, mi Lady . Si Bayard se aproxima a los portones de Annosy, yo iré personal mente a ayudar a los centinelas a bloquearle la entrada! No pasó mucho tiempo para que Melisande oyese los cascos de los caballos aproximándose . Vislumbró la silueta de los dos animales empujados por Bayard. Cuando él se acercó a los portones, Berthe se hizo ver. _ Yo sabía que cambiarías de idea _ dijo él, sonriendo satisfecho. _ Si. Y cambiaré de idea más de una vez. Me Quedaré con los caballos y vos retornarás a los establos _ retrucó la criada. _ qué? _ se alarmó él, súbitamente confuso. Aquella era la parte del plan que exigiría más empeño. Melisande vino a apostarse al lado de la criada. Juntas, las dos habrían de presionarlo para que les cediese las monturas. Él miró Melisande, tomado de sorpresa. Cuando notó que ella usaba un manto de viaje, su mirada se inflamó. _ Vas a abandonarlo! _ la acusó. Ahora, Melisande constataba que aquella parte del plan tal vez se revelase como de difícil ejecución. Qué hacer para burlar la lealtad de Bayard para con Quinn? El caballero soltó las riendas y gesticuló con vehemencia,


trémulo de indignación. Su intención de detenerlas era obvia. _ Será que no ve la gravedad de lo que estás a punto a hacer, mi Lady? Bayard dio un paso a la frente. Su pie se enroscó en una de las riendas caídas y él cayó al suelo, insultando violentamente. Berthe casi gritó de susto. después, Bayard se golpeó la cabeza contra la tierra y no dijo más nada. _ Oh, no! _ se desesperó Berthe. Los caballos se movieron nerviosamente. Uno de ellos bajó la cabeza hacia donde caballero yacía inerte. _ Nunca imaginé... _ comenzó Melisande, aterrada. La criada se arrodilló al lado de Bayard y le tomó el rostro. Él murmuró algo ininteligible. _ Oh, Bayard... yo lo siento mucho... No debería haberte engañado. Pero nunca pensé que acabarías herido así... Melisande posó la mano en el hombro de la criada. Se arrodilló a su lado y tanteó la protuberancia que ya se formaba en la parte posterior de la cabeza de él. _ Por el menos, Bayard está dando señales de vida _ concluyó. _ Pero y si él no vuelve en sí ? Oh, Dios, qué hicimos ? Berthe la observó, llena de miedo. _ No creo que sea una herida grave _ le aseguró Melisande. _ Bayard respira normalmente y el chichón en su cabeza no parece muy grande. EN el peor de los casos, él quedará un poco mareado cuando recupere el sentido. _ Loado sea Dios por haberle dado una cabeza tan dura cuanto una roca !


La moza se mordió el labio, sin esconder su preocupación. Melisande, sin embargo , notó que su voz y sonaba con su habitual estridencia. Bayard se movió. Lass dos lo miraron con creciente suspenso. _ Y si él vuelve en sí ahora? _ murmuró Melisande. _ Y si le cuenta nuestro plan a Lord Quinn? _ urgió Berthe en un susurro. _ Su marido se pondrá furioso ! La perseguirá hasta los confines del infierno y no le permitirá que retorne a Annosy. Melisande se levantó, el corazón latiendo de forma errática mientras la incertidumbre respecto a él se instalaba una vez más. _ Precisamos partir ahora, mientras haya tiempo aún _ decidió. Para su sorpresa, Berthe hizo un gesto negativo. _ No puedo dejar a Bayard en ese estado... Vaya , mi Lady ! Apúrese ! Yo haré lo posible para que su huida no sea percibida en las próximas horas. _ Pero no puedo dejarte aquí, Berthe ! La criada persistió en la negativa: _ No se preocupe por mí, estaré bien. Vaya, mi Lady ! _ Como Melisande aún vacilaba , la instó en un tono perentorio : _ Le Imploro que no permanezca ni un minuto más! El tiempo urge ! _ Volvió la mirada hacia Bayard y bajó a voz, decidida. _ Sabré lidiar con él. No se aflija. En aquel momento, Melisande tomó su decisión y recogió las riendas de uno de los caballos. _ Luego que llegue a Annosy, ordenaré que vengan a buscarte _ prometió.


Berthe asintió y miró en dirección a los establos, frunciendo el ceño. _ Tal vez sea aconsejable desperatar a uno de los caballeros y pedirle que la acompañe. _ No. Si algún de los escuderos percibe lo que se pasa, correrá a alertar a Quinn. No se aflija. Annosy no queda tan lejos de aquí. Yo conozco el camino. Nada malo me acontecerá. _ Que sea, entonces. Ahora, vayase ! Y fue lo que Melisande hizo. _ Ella hizo o qué? _ exclamó Quinn al saber da noticia. Berthe ya había previsto, naturalmente, que aquella conversación sería tumultuosa . Ocultó la verdad cuanto pudo, por lealtad a su ama. pero llegó el momento en que no había más medios de enmascarar la ausencia de Melisande. Bayard volvió en sí y le relató lo ocurrido a Quinn, quien parecía a punto a explotar en cólera. _ Ella se volvió a Annosy _ repitió la criada, levantando el mentón . _ Sola? _ inquirió él. Los otros caballeros se miraron entre sí, consternados. Berthe tragó en seco. _ Si, sola. _ No puedo creerlo ! Permitió que Melisande partiese sin escolta ? _ Ella insistió en eso, Lord. Quinn anduvo de un lado al otro y reflexionó con expresión grave.


_ Y no se le ocurrió a ninguno de los dos que eso podía ser temerario? _ preguntó. _ No, Lord. Cabalgamos de Annosy hasta el castillo de Tulley hace pocas semanas y no hubo problemas durante el trayecto. _ Pues acaba de decirlo ! Nosotros! Eso es bien diferente de una dama viajando sola. Ustedes fueron a lo de Tulley bajo la protección de seis caballeros. _ En ese punto, los caballeros en cuestión asintieron enérgicamente, y él prosiguió con creciente irritación: _ Será que no se acuerdan, ni por un instante, que hay bandidos atacando los dominios cercanos a Tulley? Dominios como Annosy? Berthe parpadeó un par de veces, impresionada con su elocuencia y con la precisión de sus palabras. Miró a Bayard en busca de apoyo, pero este la ignoró. _ Reconozco que no fue un plan muy bien trazado, Lord. Aunque, yo no podía dejar a su compañero solo... _ Vos me engatusaste deliberadamente _ resaltó Bayard con expresión sombría. Ella se calló. Pero luego se apresuró y volvió a dirigirse a Quinn: _ La culpa fue toda suya, Lord. No debía exigir que mi ama le diese un hijo. Su casamiento, por si solo, ya desafiaba el orgullo de ella, y aún más la insistencia en que engendrase un heredero inmediatamente. _ Ella discutió ese asunto con vos? _ preguntó él, sin mover un músculo do rostro. _ No, claro que no. Pero no soy ciega. _ Puede tener ojos, pero no tiene corazón_ observó Bayard


con acidez . Berthe giró hacia él, colérica. _ Vea quien habla ! Al menos, yo me quedé a su lado. Aunque nadie aquí crea en mi compasión ! Como si no bastase, en nombre de esa misma con pasión permití que mi ama viajase solita. Ahora ustedes quedan aquí discutiendo sobre la seguridad de ella, pero no toman ninguna medida práctica! _ Lo Lamento , pero mi confianza fue traicionada _ intervino Quinn, su voz peligrosamente contenida. _ Tu ama me abandonó y sólo me resta interpretar su actitud como una señal de separación. La criada lo observó con incredulidad. _ No irá atrás de ella entonces? No velará por su seguridad ? _ Las Personas traicioneras no merecen que otros se preocupen por ellas _ dijo él sin alterarse. _ Nosotros podemos ir por nuestra Lady _ dijo uno de los caballeros. Los labios de Quinn se apretaron en una línea fina. _ Perfecto. Hagan eso. Tengo un mensaje para enviar a Annosy y mandaré uno de mis escuderos para acompañarlos. Dicho eso, giró sobre sus talones y se apartó, mientras los caballeros se preparaban para partir. Berthe se interpuso tomándolo de la manga de la camisa. _ Pero , mi Lord, ella es su esposa! Quinn la observó con expresión impenetrable. _ No. Melisande no es más mi mujer.


Él entonces se inclinó y tomó su alforja. De allí re tiró un rollo f de pergamino y una pluma. Habló por sobre su hombro: _ Bayard, llame a los muchachos y díganles que se preparen. Uno de ellos deberá ir a Annosy. Los demás irán a las fronteras . Precisamos de mano de obra para re construir Sayerne y es hora de que convoquemos siervos y arrendatarios que estén dispuestos a apoyarnos . _ Si, Quinn. Su amigo se apresuró a cumplir la tarea. No se dignó a mirar a Berthe cuando pasó al lado de ella. Quinn la miró con aire sombrío. _ Vos también puedes ir a Annosy. La criada sintió un peso en el pecho. Si partiese, nunca más vería a Bayard. Y no quería separarse de él. Precisaba permanecer allí y encontrar un medio de redimirse. _ Decidí quedarme aquí, mi Lord. _ Ahórranos tus favores _ rezongó Bayard antes de retirarse. Berthe reprimió el llanto, manteniendo la mirada fija en Quinn. Él arqueó una ceja, haciéndola temer por lo que diría a continuación. _ Si quieres quedarte aquí, tendrás que trabajar para pagar tu alimento. Ella suspiró con alivio. Esperaba que Quinn fuese mantenerse inflexible. _ El trabajo no me asusta, mi Lord. Comenzaré ahora mismo a limpiar la cocina.


Capítulo IX EN el instante en que la aurora se reveló en el horizonte acompañada de un denso humo negro , Melisande tuvo un escalofrío. Se trataba de un incendio en las cercanías de Annosy. El cielo que clareaba no traía buenas nuevas, pues las nubes negras y densas señalaban que el incendio no aún había sido apagado. A medida que el caballo avanzaba, era más evidente era que el fuego estaba muy próximo a Annosy. Melisande no se atrevía a pensar en lo peor. Pero, luego en los límites de la propiedad, al doblar la última curva del camino , ella sintió que la sangre se le helaba en las venas. Annosy estaba en llamas. Su mirada abarcó el paisaje y, mientras se acercaba, Melisande buscaba calcular la extensión de los daños. Por un momento fugaz , deseó que Quinn estuviese a su lado. Si así fuese, él actuaría con calma y ponderación, al contrario de ella, que era domi nada por el miedo y el nerviosismo. Sería reconfortante el apoyo de una persona que enfrentase la adversidad con sangre fría. Pero Quinn no estaba allí. Melisande sintió una oleada de pánico que crecía en su interior . Finalmente Consiguió controlarse y, más segura de sí, supo que lograría superar aquel problema, del mismo modo en que había superado tantos otros. Se acomodó y adoptó una actitud madura en la silla de montar mientras se aproximaba para evitar que los siervos que la avistasen pudiesen tranquilizarse con su llegada. Demostrar su propia vulnerabilidad sólo contribuiría para inquietarlos aún más.


Era el molino lo que se quemaba. El viento de primavera soplaba en ráfagas . El incendio parecía ser deliberado, pero los responsables ya debían estar lejos, pues la situación en los portones de la propiedad era normal. Los siervos se ocupaban de apagar el fuego. Los teja dos bajos de paja de media docena de casas en la aldea también ardían en llamas. Un grupo de niñas observaba la escena con mirada pasmada . El castillo estaba intacto , y Melisande suspiró aliviada. _ Lady Melisande! _ gritó el guardián de los portones, por su tono estaba aliviado con el retorno de ella. _ Pero, mi Lady, por qué viajó sola? _ Las circunstancias de mi regreso no son importantes. Qué pasa aquí ? _ inquirió ella con firmeza, imponiendo respeto con sus modales decididas. El vigía corrió a abrir los portones, mientras su discurso se transformaba en un torrente de palabras. _ Ellos vinieron poco antes del amanecer. Conforme nos había instruido, los muros de Annosy estaban fuertemente vigilados por centinelas. Pero nuestros hombres fueron tomados por sorpresa. No percibimos la presencia de intrusos hasta que el molino comenzó a arder. Aquella altura, ya era demasiado tarde para atraparlos. Melisande observó atentamente los estropicios ocurridos en el interior de los muros de la aldea. Los siervos habían formado una fila desde del río e iban pasando baldes de agua de mano en mano. Tejados ennegrecidos emitían un humo a cada lado del molino.. _ Cuántos eran los intrusos? _ quiso saber ella.


_ Algunos dicen que era un solo hombre _ respondió el guardián, encogiendo los hombros. _ Nadie vio nada? _ Creo que no. Uno de los centinelas fue golpeado en la cabeza con una piedra y aún no volvió en sí. Los otros fueron distraídos con un grito que sonó delante de los portones. _ Quien gritó? _ Lo Ignoramos. Creo que fue un truco u para desviar nuestra atención. Cuando nos dimos cuenta de eso, el mal ya estaba hecho. Melisande hizo un gesto de asentimiento. _ Hablaré con el centinela luego que se restablezca _ declaró. _ Si, mi Lady. Le diré. _ Muy bien. Una vieja de la aldea sonrió al reconocerla. _ La Lady volvió ! _ anunció, y muchas cabezas se giraron hacia Melisande. _ Gracias a Dios , nuestra ama volvió al hogar! Los siervos aplaudían su regreso a medida que ella avanzaba en medio de la pequeña multitud. Se Comprimían a su paso, cada uno narrándole lo que había visto. Melisande apretaba sus manos, tomaba el rostro de las niñas y les aseguraba que todo iría bien. _ Muchos se hirieron? _ indagó, y agradeció a Dios cuando todos le hicieron un gesto negativo. _ Al principio, teníamos la impresión de que la aldea entera ardía _ dijo uno.


_ Ellos vinieron en medio de la noche _ dijo otro. _ Mi Lady, cuándo va a parar esto ? Quién nos haría tamaña maldad? _ preguntó un tercero. Melisande les sonrió de un modo tranquilizador. _Cálmense, que la situación ya está bajo control. Ustedes hicieron un buen trabajo al dominar el fuego con tanta rapidez. _ Pero el molino aún está ardiendo... _ Y continuará ardiendo hasta que se consuma en cenizas. Déjenlo arder. Manténganse lejos del molino, no permitan que nadie se aproxime. La suerte está de nuestro lado, pues el suelo húmedo por la nieve no permitirá que las llamas se expandan. _ En efecto, Lady, la tragedia podría haber sido mucho peor. Quien así hablaba era Roger, el castellán, que venía a pararse cerca de ella. Melisande sonrió al viejo hombre que había servido a su padre. Roger era más sensato que la mayoría de los siervos y ella apreciaba su sentido común. _ Excelente, Roger. Como es habitual, tienes la situación bajo control, no? El castellán se inclinó ligeramente para agradecer el cumplimento. El sol relució en su calva. Recogió las riendas de la montura de Melisande y la condujo a través de la aldea, en dirección a los portones del castillo. Al pasar cerca de un grupo de niñas, ella preguntó: _ y esos pequeños? Tienen dónde dormir? _ No. El tejado de sus casas se derrumbó , mi Lady _ informó Roger.


_ Entonces mándelos inmediatamente al castillo. Ayudarán en la cocina mientras su casa es reparada. Al oír eso, los ojos de las niñas brillaron de entusiasmo ante la perspectiva de ir al castillo. Melisande intercambió una sonrisa con un muchachito de no más de cuatro años. Se Le Ocurrió que Quinn y ella podrían engendrar un hijo como aquel. La idea le pareció promisoria, más promisoria de lo que estaba preparada para admitir, pues él ciertamente sería un padre amoroso y paciente. Melisande apretó los ojos para apartar las súbitas lágrimas que venían a sus ojos. Se Recordó a sí misma que fue cautivada por un hombre que sólo se preocupaba por sus propios intereses. _ Sabia decisión, Lady _ aprobó el castellán. Chasqueó los dedos y algunos de sus ayudantes comenzaron a reunir a las niñas para conducirlas al castillo. _ Sólo lamento que haya recibido tal acogida en ocasión de su regreso. Melisande se apeó en el patio do castillo, y entregó las riendas del corcel a un muchacho . _ No importa, Roger. Ahora, dime: los invasores sólo prendieron fuego el molino? _ Si. Fue el molino y algunos tejados, nada más fue incendiado. Ella apretó los labios, contrariada. _ Igualmente, es más de lo que podemos abarcar. Hay mucho trabajo delante. Precisamos llevar a cabo todo el cultivo de la primavera y aún recuperar lo que fue dañado. Reúne algunos hombres e instrúyelos para que rescaten lo


que fuera posible de las habitaciones incendiadas. Otro grupo deberá hacerse cargo de rehacer los tejados. Cuando el fuego del molino se apa gue, manda a los aldeanos a examinar sus ruinas. Probablemente será necesario enviar un carro a Lyons para buscar material. Decidida, ella miró en torno a sí, anotando mentalmente las condiciones del lugar. Ahora que se hallaba en territorio conocido, se sentía segura de nuevo. De repente , se vio pensando en Quinn. Se preguntó si él vendría por ella . Qué se dirían uno al otro si eso aconteciese? Era obvio que Quinn no se mostraría satisfecho con su decisión de abandonarlo. Y quedaría menos satisfecho aún cuando supiese que ella había desistido de darle un heredero. _ Traben el portón . No permitan que nadie entre sin mi v permiso _ dijo de repente. Miró al castellán de modo penetrante. _ Podrá el muro ser reparado hoy? _ Si, mi Lady. Será hecho conforme a su voluntad. _ Óptimo. Precisamos prevenirnos contra un eventual invasión esta noche. _ después, Melisande dio una palmadita en el lomo de su caballo y se dirigió al muchacho del establo : _ Dale avena. El animal está extenuado. _ Si, mi lady. Ella se volvió nuevamente al castellán. _ Roger, trae a mi presencia al centinela herido, tan pronto como se recupere del golpe. Me Gustaría de saber si tiene algo que decir. _ Pues no, Lady.


Por fin, Melisande miró a los aldeanos que la habían seguido hasta allí. _ Aquellos que tengan su casa incendiada podrán tomar una comida en la cocina del castillo. A continuación, ella cruzó una mirada con el castellán, que hizo una reverencia y fue cuidar de sus labores. El molinero fue invitado a pernovtar en el castillo hasta que el molino fuese reparado. Melisande les garantizó a los aldeanos que el molino logo volveria a funcionar y los dispensó. Fue sólo después de subir las escaleras a sus aposentos y miró a través de la ventana, que deseó que Quinn estuviese allí para contemplar la propiedad. Aún habiendo sufrido aquel revés, Annosy era motivo de alegría y orgullo para ella. Se Dijo a sí misma que semejante pensamiento sólo se le ocurría porque sería instructivo para Quinn ver tierras bien administradas. E ignoró el hecho de que él ya había contemplado la opulencia de Tulley. Su mirada recayó sobre el camino a lo lejos. Allá, nada se movía. Su corazón entonces se quedó oprimido. Quisiera vislumbrar la silueta de un caballero camino a sus tierras... Rápidamente se apartó de la melancolía de su espíritu. Poco le importaba si Quinn la seguía o no. Sabía el tipo de hombre que era y la separación la curaría de cualquier debilidad física que sentía en relación a él. Había sido cautivada, mas eso no duraría mucho tiempo. EN verdad, no daría el brazo a torcer y, si Quinn viniese a Annosy, ella no le abriría los portones de la propiedad. No pesaba la promesa de Tulley de transferirle la posesión de Annosy dentro de un año. Mientras Quinn no fuese


investido con el título de Lord, Melisande habría de tratarlo como a un intruso. Tal vez ella aún consiguiese defender su orgullo, su independencia, su Annosy. Y su existencia solitaria... Melisande levantó el mentón obstinadamente. Observó los movimientos de los hombres que ya iniciaban la reparación de la muralla externa. Quedó aprehensiva. No de moraría mucho para que la noche cayese, dejando a Annosy vulnerable a un nuevo ataque. Mientras espiaba por la ventana, en el silencio de sus aposentos, sus pensamientos volvieron a Quinn. Tuvo que reconocer que no reuniría el coraje para expulsarlo, en caso que viniese a golpear a sa puerta. Cruzó los brazos y luchó contra un ansia inesperada. EN el interior , sabía que, si su marido fuese a buscarla, preferiría amarlo a echarlo. A pesar de la hipocresía de él. Por Dios, aquel hombre la había envuelto con sus galanteos más de lo que ella pudo prever. Felizmente, se apartó mientras aún era tiempo, o hubiese acabado perdiendo completamente el sentido común. Pese a todo ,en aquel momento, Melisande estaba lejos de sentirse feliz. _ Por que no vas a Tulley? La pregunta de Bayard sorprendió a Quinn, pues habían pasado la mañana trabajando en silencio. Afirmó la última piedra en el pie de la cerca . Miró a su amigo, levantando los hombros con indiferencia. _ Y por qué me tomaría ese trabajo?


El otro frunció la nariz. _ No te hagas el desentendido conmigo, Quinn. Tul ley podría intervenir y traer de vuelta a tu esposa rebelde. Por qué no le pides ayuda? _ Creo más probable que él miraría el pedido con desaprobación. Quinn frunció el ceño mientras examinaba la cerca, fingiendo gran concentración en la reparación. Nunca dejaría ver cuanto la partida de Melisande lo afectaba . Le había Confiado su pasado, le contó una historia que nadie más conocía. A cambio, su esposa lo abandonó, consciente de cuanto él despreciaba la traición. Y cómo definir su actitud sino como traición ? Melisande no dejó de lado solamente a Sayerne, sino también al casamiento y a él mismo. A pesar de todos los esfuerzos que Quinn hiciera para consolidar y honrar aquella unión. Una mujer superficial , fría y egoísta como aquella podía irse sola a su preciosa Annosy. Que los buenos vientos se la llevasen. _Sé razonable, mi amigo _ insistió Bayard. _ El propio Tulley no resaltó la importancia de este casamiento? Casi Tengo certeza de que Lord de Tulley intercedería a tu favor. _ Nada podrá ser hecho sin la aceptación de la dama. El casamiento no es una unión unilateral, por más que Tulley insista en afirmar lo contrario. _ Quinn se quitó el polvo de las calzas y retrocedió. _ Me Parece que el cerco quedó bastante reforzado para alojar el ganado que compraremos en breve. El próximo paso será restaurar


algunas casas en la aldea. Siempre hay esperanza de que nuestros muchachos recluten siervos interesados en trabajar aquí. Dicho eso, Quinn evitó la mirada inquisitiva de su amigo. Deliberadamente, le dio la espalda t se apartó. Estaba contento de trabajar con sus propias manos. Además, comenzaban a hacer algún progreso y eso era bastante alentador. Bayard lo siguió. _ Quinn, no puedes simplemente ignorar esta cuestión. Precisas un heredero en el plazo de un año, a fin de asegurar la posesión de tu herencia. Para qué sirve trabajar con tanto ahínco si no sabes si tus esfuerzos serán recompensados con el título de Sayerne ? Quinn le lanzó una mirada fría. _ Vos tienes tanta confianza en mí como mi desleal esposa. _ No es de eso que se trata. Digo que estás dedicando un gran empeño aquí, sin contar con la suma de dinero que tienes invertido _ argumentó el otro, impacientándose. _ Y ahora que no estás más flirteando con Berthe, tu interés disminuyó, no es así ? _ replicó Quinn, in capaz de reprimir una nota de sorna en su voz. la mano de Bayard cayó pesadamente sobre su hombro y lo obligó a detenerse . Renuente, Quinn se encontró con la preocupación estampada en el semblante de su amigo. _ Yo Creo que puedes reconstruir Sayerne. Y te doy mi palabra de que te ayudaré en esta empresa. Pero no debes dejar de tener en consideración que Tulley es un hombre impulsivo. No me gustaría que sus impulsos de él te diesen falsas esperanzas.


_ Tulley es un hombre honrado. Posee muchas tierras y no creo que vaya a fallar en darme la posesión si yo reconstruye Sayerne. _ Eres muy optimista, Quinn. Confías demasiado en el des tino _ dijo Bayard. Quinn no podía dejar de pensar en cómo había confiado en Melisande y cual fue la paga por su confianza. Apretó la mandíbula . _ Tal vez tengas razón. _ Y cierras tu corazón con mucha rapidez cuando crees que fuiste engañado. _ Qué estás insinuando ? Crees que estoy errado ? Quinn lo observó con incredulidad, mientras Bayard hacía un gesto conciliador. _Apenas creo que no consideras la posición de la dama. Cruzando los brazos, Quinn respiró profundo. _ Pues te invito a hacer la defensa de mi mujer. _ Ahora dime quien está siendo escéptico. Quinn no fue conmovido por aquellas palabras. Estaba seguro y sabía eso. Miró a su amigo, aguar dando lo que vendría a continuación. _ Muy bien _ dijo Bayard. Apoyó el pie en la cerca y contempló las colinas distantes. _ La dama deseaba ir a Annosy pues allá es donde vive . Nadie puede culparla, pues Sayerne no ofrece ninguna comodidad. _ Este es el lugar más cómodo en que vivimos en los últimos años, Bayard. Exceptuando, claro, la residencia de Tulley. _ Acuerdo. Pero somos muy diferentes de Melisande d'Annosy. Sospecho que ella sólo haya conocido el lujo en


su vida. Probablemente, la casa del molinero fue el lugar más modesto donde jamás pernoctó . Quinn reflexionó un poco, pero nada dijo. _ Imagino el shock que Sayerne le causa a una mujer acostumbrada a tener de lo bueno lo mejor _ prosiguió su amigo. _ La criada de ella parece haberse adaptado muy bien _ replicó Quinn. Bayard sonrió sin ganas. _ Tal vez hasta el momento. Pero luego se cansará de aquí. ES evidente que Sayerne ya no le ofrece ninguno atractivo romántico. _ Acaso quieres que yo repare mi casamiento para volver a asediar a la criada? Tus necesidades carnales no pueden ser, seguramente, tan imperiosas ! El otro se quedó irritado. _ Preferiría que llamases a Berthe por su nombre. No toleraré que la trates con descaro. Quinn levantó las cejas ante el súbito cambio en su actitud. Nunca vio a Bayard demostrar preocupación por una mujer. La única cosa que realmente le importaba eran los placeres que ella podría proporcionarle. _ Bien, bien. Parece que la cosa es seria _ comentó. _ No intentes encontrar afecto donde hay piedad. Hombre, nadie, en su sano juicio, alimentaria afecto por una mujer traicionera _ retrucó Bayard con irritación. _ Pues ahora es mi turno de solicitarte que consideres la posición de la dama. El otro giró bruscamente, murmurando:


_ No es la misma cosa. _ La moza parece estar queriendo caer en tus buenas gracias nuevamente _ sugirió Quinn. _ Entonces pierde su tiempo. Debería volverse a Annosy. Quinn decidió no insistir en la cuestión de Berthe. _ Aún no estoy convencido que mi bienestar sea la causa de tus preocupaciones. Qué exactamente te inquieta, Bayard? Su amigo le clavó una mirada penetrante. _ Quinn, percibí muy bien que la aprobación de la dama era importante para vos. Me Pareció que ambos tenían un futuro juntos. Dime que tu mujer te es indiferente, que no te incomodas con su ausencia, y te prometo que no tocaré más este asunto. Los dos se miraron fijamente y, por fin, Quinn suspiró. _ Tienes razón, mi amigo. La dama me encantó. Yo esperaba que nuestro arreglo fructifique en una unión sólida. Ella me alentó. Aquella última noche, se con portó con tal dulzura y abandono, que osé tener esperanzas de conquistarla. _ Quinn sintió un nudo en la garganta y desvió o mirada. _ Pero todo no pasaba de una artimaña para escapar. No puedo negar que me partió el corazón verme traicionado. _ Pero cómo puedes tener certeza de que su esposa se entregó de mala fe ? _ No soy ningún tonto. Es claro que ella actuó de mala fe ! Me Sedujo y no me dejó dormir sino hasta altas horas de la noche, a fin de asegurarse de que yo tuviese un sueño profundo y no la viese huir.. _ Entonces creo que la dama te traicionó.


_ Sé que es así. _ Vamos a pensar de otro modo. Tal vez ella no se imaginó que fueses s quedar tan resentido. _ Oh, lo imaginaba, si. Yo le había contado aquella noche misma, el episodio de nuestra batalla. Bayard guardó silencio por un momento. Quinn sabía que el otro caballero comprendía a cual batalla se refería. _ Y le contaste también sobre el traidor? _ preguntó él con gravedad. _ Si. Y aún le confesé que nunca había relatado esa historia a otra persona. Ella tenía perfecta consciencia de lo que estaba haciendo. El otro se enderezó, apartándose de la cerca. _ Veo . En ese caso, permaneceremos en Sayerne. _ Naturalmente. _ Y en cuanto a la seguridad de tu mujer en el viaje ? Quinn sonrió, lleno de sarcasmo. _ Oh, en cuanto a eso no hay que preocuparse. Si un bandolero tiene un mínimo de amor por su propia piel, mantendrá distancia de la lengua venenosa de ella ! _ Hizo una pausa, sintiéndose un crápula por su comentario malicioso. Hizo un meneo deprisa y se puso al lado de su amigo. _ La dama no precisa de mí, Bayard. No puedo imaginar una situación en que ella no se arregle por si sola. _ Y si le pides a Tulley que te confiera el título de Annosy? Tu esposa no podría rechazarte. _ No, no. Lord de Tulley accedió a la posibilidad de entregarme Annosy dentro de un año. Pero aquellas tierras no me interesan. La dama tiene Annosy y es todo lo que


desea. Por mí, puede conservar su preciosa propiedad para sí. Bayard lo alentó con una palmadita en el hombro. _ Pues entonces vamos tomar medidas para que vos ganes la posesión de Sayerne. Quinn asintió y fueron juntos a visitar las casas de la aldea. En su corazón, sin embargo, había una sombra. Él sabía que, a pesar de la promesa de reconstruir Sayerne , el futuro ahora le parecía extrañamente vacío. Tres días se pasaron hasta que se oyeron golpes en los portones de Annosy. El viento sopló del oeste todo el día, trayendo nubes espesas que podían anunciar una tempestad inminente. Melisande se llenó de ansiedad. Tenía de ser Quinn quien llegaba ! Y, antes de que ella pudiese controlarse corrió al vestíbulo del castillo. Al sentir el aire frío del patio, buscó recomponerse y diminuyó el paso. No podía dejar que su nerviosismo fuera tan evidente . Tenía que parecer desinteresada y distante. Tenía que prepararse para una tempestad muy diferente de la que traía el cielo cargado... Aunque su deseo más recóndito fuese encerrarse con Quinn en sus aposentos y cubrirlo de caricias, sólo para tener el gusto de ver los ojos castaños oscurecerse de pasión... Por Dios, como sentía la falta de contacto con él! _ Quién llega ? _ preguntó con exagerada altanería . _ Viajantes que vienen de Sayerne _ anunció el guardia. El corazón de Melisande falló de golpe. Se Forzó a aparentar calma, mientras acomodaba la capa sobre sus


hombros. _ Iré a ver lo que quieren _ dijo. Caminó lentamente a través da aldea, pero sus pasos se fueron acelerando con su ansia. Miraba atentamente a los portones altos, más delante. Intentaba divisar la silueta imponente de Quinn, aún sabiendo que, desde dónde se hallaba, eso habría sido imposible. Pero, entonces... él estaba allá ! Vino a verla ! Si lo conocía bien , estaría furioso y la arrastraba al castillo, a fin de hacerle honrar el acuerdo de concebir un heredero. Y Melisande apenas podía esperar por eso... Quería tener alas en los pies para alcanzar los portones lo más pronto posible ! Le Pareció que demoraba una eternidad hasta que por fin pudo divisar mejor el lugar. Pero llegando allá , todo lo que avistó fue a Michel , transfiriendo el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, con un séquito de seis caballeros a su lado. La figura familiar de Quinn no estaba a la vista. _ Michel! _ exclamó, incapaz de ocultar su sorpresa. _ Si, mi Lady _ respondió el muchacho. _ Pero qué haces aquí ? No viniste en compañía de tu amo? _ No, mi Lady. _ Por qué ? Dónde está él? El niño parecía un poco desconcertado con la pregunta. _ En Sayerne, mi Lady. Seguramente no ignora que está ocupado en restaurar la propiedad. _ Si, si _ confirmó ella, mientras su corazón se oprimía e su voz revelaba decepción. Por que Quinn noviera? Michel le extendió un pergamino.


_ Traigo una misiva de mi Lord. _ Una misiva? La ansiedad de Melisande volvió a crecer. Apenas podía esperar para leer la carta que Quinn le enviaba. _ Si. Una misiva destinada a sus siervos _ esclareció el muchacho. _ Mi Lord le pide permiso para que sea leída a los aldeanos. Para los aldeanos, pensó ella infinitamente decepcionada. Quinn no vino a buscarla. No le mandó ni una sols palabra. Ni siquiera indagaba sobre su bienestar. Melisande esbozó una sonrisa cordial y gesticuló con impaciencia al guardia. Al menos, Quinn no tendría quejas contra el tratamiento que dispensaría a su escudero. _ Abre el portón, mi buen hombre. Los viajantes tienen frío y sus caballos necesitan cuidados. Ven Michel. Vas s sentirte mejor después de tomar una sopa caliente. _ Oh, si, mi Lady. Un plato de sopa sería muy bienvenido. La decepción de Melisande se transformó en franca indignación cuando ella oyó el mensaje que Roger leyó a los aldeanos: _ "Este joven escudero les trae una invitación de parte de Quinn de Sayeme, heredero a quien por ahora le fueron confiadas las tierras de Sayerae." los siervos murmuraron entre sí ,y Melisande tuvo certeza de que comentaban la mala reputación de Jerome. Algunos allí probablemente la conocían por experiencia propia. Roger carraspeó. Todos se silenciaron cuando continuó leyendo. _ "Buena gente de Annosy, yo, Quinn de Sayerne, les hago


una propuesta. Imagino que todos saben que mi padre, Jerome de Sayerne, ya no se encuentra en el mundo de los vivos. Muchos deben saber, también, que las tierras de Sayerne quedaron a la merced del descuido en los últimos años. Cuando vine a tomar posesión de mi legado, encontré apenas abandono y desolación. Tengo firme intención de tornar Sayerne tan próspera como lo fue un día. Y precisaré de muchos brazos para restaurarla. Pediría que aquellos que oyesen mis palabras, sobretodo los que huyeron de los malos tratos de mi padre, me den una oportunidad de probar que no soy como él." Melisande frunció el ceño. Quinn hacía una propuesta que podría tentar a los aldeanos a desertar de allí antes de que ejecutasen todo el trabajo del cultivo ! Y ella había reunido su gente de buen grado para oír aquel disparate! Sin embargo, ahora ya no podía intervenir sin dejar ver su desagrado. Así, tuvo que permanecer donde estaba, sin nada que objetar. EN un momento dado hasta bufó de rabia. Roger prosiguió con la lectura. _ "No sólo Sayerne es rico y su localización, privilegiada. No Creo ser el único en recordar su gloria pasada. La tierra puede traer recompensa por el trabajo. Sólo necesito de brazos que me ayuden a extraer toda su riqueza. Es casi época de cultivar . Quien venga a Sayerne fructificará junto a mí para construir una nueva vida en estas tierras." La afrenta de Melisande bordeó la ira. Pues no había sido ella misma quien resaltara la buena localización de su propiedad? Cómo osaba Quinn a usar la evaluación de ella para robarle sus arrendatarios?


Los aldeanos, entre tanto, demostraban desconfianza. Y no era infundada. Melisande aguardó que se manifestasen, curiosa por oír como aquella gente honesta reaccionaría al llamado del hijo de Jerome de Sayerne. _ "Si son hombres libres, todo lo que tendrán que hacer será traer sus pertenecíais a Sayerne y convertirse en parte de esta empresa" _ continuó el castellán. _ "Preséntenme la declaración de la tierra que les fue destinada, y les reservaré una porción mayor en Sayerne." En ese punto, Melisande casi gruñó con la generosidad de la oferta. Los aldeanos volvieron a cuchichear entre sí, y ella esa vez vio que muchos semblantes se iluminaban. La cesión de una porción mayor de tierra representaba un gran privilegio para los beneficiados. Se Trataba de un privilegio que Melisande no podía conceder. Lo peor, sin embargo, aún estaba por venir: _ "Si son esclavos y buscan la igualdad, todo lo que tendrán que hacer será informar su nombre y condición a mi emisario. Estoy interesado en comprar todos los eslavos que deseen participar de mis esfuerzos. Hago un juramento solemne de que, en un plazo de un año, habiendo sido investido con el título de Sayerne, liberaré a cada esclavo que me sirvió bien y a su familia. Y cada esclavo recibirá un pedazo de tierra, como cualquier aldeano, y su condición anterior será olvidada. Si eventualmente yo no recibiese la posesión definitiva de la propiedad, él será libre de continuar su camino y buscar su propia suerte." Pero, qué significaba eso? La propuesta, sin igual, era un despropósito ! , exasperó a Melisande.


La cuestión es que no sonaba como un despropósito para los aldeanos. Ahora hacían comentarios entusiasmados entre sí y algunos llegaban a mirarla furtivamente a ella. Percibía que más de una familia ponderaba la propuesta de Quinn. _ Cuándo? _ alguien le preguntó a Michel. _ Los interesados deberán encaminarse a Sayerne cuanto antes, es tiempo de labrar la tierra. Las demarcaciones del terreno de cada siervo serán hechas por orden de llegada. En aquel punto, Melisande se vio forzada a intervenir. _ Y con qué se alimentarán los siervos hasta la cosecha del otoño? _ cuestionó imperiosamente. Hubo un pesado silencio. Las miradas se alternaron entre Melisande y Michel, quien empezó a contestar. _ Acabo de retornar de Sayerne, así como vos mismo, Michel _ dijo ella. _ La despensa no está vacía? Hay acaso alguna cabeza de ganado lechero en toda la propiedad? El muchacho quedó cabizbajo. _ No, mi Lady. Sólo habrá lo que cada uno pueda llevar consigo para comer. Ella miró a sus caballeros. Todos aceptaran, aunque con visible renuencia. Melisande quedó anonadada con el poder de persuasión de Quinn. El sueño de reconstruir Sayerne no pasaba de una quimera y, sin embargo, él ganaba la simpatía de todos aquellos que lo oían discurrir sobre sus planes. Melisande precisaba encarar el lado práctico de la cuestión. Sería una gran irresponsabilidad permitir que sus arrendatarios se fuesen a Sayerne sin que estuviesen perfectamente conscientes de los riesgos que corrían.


Además, Quinn mandó a un mensajero a hacer aquella insólita oferta en su propiedad. Ella tenía todo el derecho de rebatir con los argumentos que disponía. _ Ciertamente el heredero de Sayerne no espera que su promesa de libertad y bienestar provenga del sustento de sus siervos, no? _ preguntó en un tono neutro. Hubo conmoción entre los aldeanos, y los murmullos crecieron para convertirse en un ruidoso bochinche. _ Mi Lord Quinn me aseveró que compraría provisiones para sus arrendatarios. Me Dio garantía personal de eso. Para sorpresa de Melisande, Roger se dirigió al niño. _ El comprador precisa encontrar un proveedor que le venda la mercadería que necesita. La gente de la región cultiva prácticamente lo suficiente para su subsistencia. Su Lord tal vez tenga dificultad en honrar esa garantía, por más bien intencionado que sea. El niño se ruborizó. _ Yo les trajee la misiva. Fue la única instrucción que recibí. El Lord podrá esclarecer sus dudas directamente con mi amo, pues ignoro la respuesta para esa pregunta. _ Él observó a Melisande a través de l a pequeña multitud allí aglomerada. _ Sólo me cabe afirmar que Quinn de Sayerne es un hombre muy honrado. Estoy a su servicio hace solamente un año y, aunque el plazo es tan corto, ya tuve la oportunidad de ver con mis propios ojos la prueba de su compasión y nobleza de carácter. Le Confié mi propia vida y no me arrepiento de eso. Le Siguió un silencio, y Melisande comenzó a recelar lo que Michel pudiese llegar a decir. Finalmente él dijo:


_ El Lord también podrá preguntar a su ama sobre Quinn de Sayerne, pues ella lo desposó en Tulley. Irrumpió una explosión de exclamaciones, cuchicheos, comentarios, insultos y murmullos. Todos las miradas se volvieron entonces hacia Melisande. Incapaz de enfrentar la presión de los siervos, ella se retiró deprisa para el santuario de sus aposentos. Una quincena pasó hasta que Michel retornó a Sayerne. Quinn estaba cada vez más preocupado con la ausencia del muchacho. Una tempestad invernal se abatió en los campos, una semana después de la partida de Melisande, y él temía por la seguridad de su joven escudero. Todas las noches, inmerso en reflexiones, Quinn se preguntaba si no debería haber ido por Melisande. Al menos, se censuraba, debería haber se certificado de que ella hubiese llegado sana y salva a Annosy. Comenzaba a cuestionarse si no fue muy precipitado y severo al juzgarla. El silencio de aquellas noches sólo le hacía temer la llegada de noticias funestas. _ Lord, estoy de vuelta ! _ gritó Michel, sonriente, galopando hacia el patio. Aunque la nieve se hubiese acumulado nuevamente, Quinn y Bayard trabajaban al aire libre. _ Michel! Salvado seas mi niño! _ lo saludó Bayard, levantándolo de la silla de montar y depositándolo en el suelo. Dos caballeros de Annosy venían detrás del muchacho. Quinn los saludó con un meneo de cabeza y quedó aliviado al constatar que Michel había logrado ir a Annosy y que


Melisande mandara al muchacho de vuelta con una escolta. El niño corrió para relatarle el resultado de su viaje. _ Lord, tengo buenas noticias! Muchos aldeanos quedaron tentados con su propuesta! _ Mucho me alegra oír eso. Pero, antes, cuéntame como fue tu viaje. Quinn le acarició la cabeza, contento de verlo con animo y salud. Michel sonrió de oreja a oreja. _ Oh, mi Lord, vi cosas deslumbrantes ! Una muralla tan alta que parecía tocar el cielo... Centenas de aldeanos... Establos llenos de los más bellos corceles... _ Él paró para tomar aliento y concluyó: _ Vi también tapicess que recubrían las paredes del castillo, retratando escenas de caza, unicornios e leones. _ Sí ? _ lo incentivó Quinn, dirigiéndolo en dirección al vestíbulo. _ Y la tempestad de de nieve? Viste que borrasca fuerte teníamos? Los caballeros se apearon y entregaron sus monturas a los escuderos. Seguían a Quinn y al niño, que iban un poco más adelante. _ Si, si, mi Lord. Estaba en Annosy y su esposa insistió en que yo me quedase allá hasta que el tiempo mejorase. Entonces Melisande había llegado sana y salva. Quinn sintió como si un peso le fuese retirado de su corazón, y tuvo que contenerse para no sonreír. Michel se paró bien cerca de él y le preguntó en tono confidencial: _ Lord, cómo están las provisiones de alimento? Quinn precedió su respuesta con una sonrisa.


_ Hubo muchas cambios desde tu partida, mi niño. Compramos suplementos y Berthe anda atribulada en la cocina. Puede ser que vos no tardes en cansarte de comer carne con batatas, pero de hecho hay mucha comida. _ Qué bueno ! Estoy hambriento! _ Y cómo van las cosas en Annosy? La tentativa de Quinn de mantener un aire circunspecto probablemente fallaba, pues Bayard lo observó con expresión maliciosa, pasó al lado de él y le sonrió con una ironía que le era característica. Michel, sin embargo , no notó la ansiedad de su amo. _ Va bien, Lord _ respondió mas que sucintamente. Quinn lanzó una mirada de advertencia a Bayard y se armó de paciencia para arrancar del niño la in formación que le interesaba. El otro ni reparó en su expresión contrariada, pues tenía los ojos fijos en Berthe. Uno de los caballeros de Annosy la había abordara y estaban entablando una conversación. Él le hizo un guiño a ella lleno de segundas intenciones y la criada le brindó una sonrisa que hizo Quinn sospechar que intentaba provocar a Bayard. Este cruzó los brazos, incomodo, y miró sus propios pies. _ Miren quién llegó ! El pequeño Michel! _ ex clamó Berthe, abriendo los brazos para el muchacho. _ Pues en buena hora, pues tengo una golosina para vos. Te Gustan los bollos de pasas? Él asintió encantado. _ Acabo de sacarlos del horno. Debes tener cuidado de no quemarte la lengua_ lo previno la criada.


_ Y en cuanto a mí, no me ofreced un bollo también? _ preguntó el caballero de Annosy. _ Claro que si. Espera un instante, que voy a traer unos cuantos _respondió ella, toda sonrisas. Bayard se puso aún más taciturno. Quinn suspiró. Los silencios malhumorados de Bayard eran un anticlímax. Así como era un anticlímax la distracción de Michel, que estaba demasiado absorto con su bollo para entrar en más detalles sobre la estadía en Annosy. _ Cuéntame más del viaje. Viste a Lady Melisande? _ le preguntó con aire casual. _ Si. _ El muchacho giró hacia Berthe. _ La Lady te mandó dos caballeros para que escolten de vuelta a Annosy. La criada apretó los labios y nada dijo. Miró de reojo a Bayard, que continuaba observando el suelo. Quinn se fue enervando con Michel, quien no respondía satisfactoriamente su pregunta. _ Dame noticias de mi mujer _ le pidió sin rodeos, en un tono más bajo de lo que había usado hasta entonces. _ Ella parecía estar bien. Me Ofreció sopa y un catre cerca de la estufa. _ Michel masticó pensativamente por un momento. _ Pero no creo que haya quedado muy contenta con su misiva. Quinn empezó a ponerse alerta. Por el menos, consiguió arrancar una reacción de Melisande. _ Ah, no? _ preguntó sin emoción. _ No, ni un poco. Parece que algunos aldeanos consideraban la idea de venir para acá, cuando ella dijo que no había comida en Sayerne.


Entonces, Melisande iba a ponerse en su camino para minar sus esfuerzos. Evidentemente, no podía esperar otra cosa de ella, pensó Quinn disgustado. _ Pero es claro que la Lady no sabía que la cocina estaba llena de bollos de pasas! _ comentó el niño alegremente. _ Y eso no fue lo único que cambió desde la partida de mi ama _ agregó Berthe. _ Aún falta restaurar el molino, pero los establos ya fueron reparados, así como algunas casas de la aldea. La cocina está limpia, aunque un cierto caballero no haya cumplido la promesa de preparar una huerta... _ reclamó ella, mirando a Bayard. _ La Lady preguntó por mí ? _ quiso saber Quinn, interrumpiendo el sermón que la criada estaba a punto de iniciar. _ No_ respondió el niño, balanceando la cabeza. No. Ahí estaba. Quinn entonces se dio cuenta de cuanto esperaba una respuesta diferente de aquella. No era mas que un tonto. Cómo podía esperar que la dama tuviese alguna consideración por él? _ Pero es claro que estaba muy ocupada con los daños hechos en la última invasión a Annosy _ agregó Michel en un tono ligero. _ Annosy fue atacada? _ indagó Berthe. _ Hubo heridos? _ preguntó Bayard. El muchacho los observó, un poco sorprendido con su reacción. _ No, nadie se hirió. El molino fue incendiado y los tejados de algunas casas también. Lady Melisande estaba entretenida en contratar más caballeros para cuidar las


murallas de Annosy. Quinn se volvió hacia los dos caballeros que lo habían acompañado. _ Entonces por que la Lady los envió para acá? _ Ella nos dijo que había dado su palabra a Berthe _ esclareció uno de ellos. A aprehensión de Quinn se vio en su fisonomía congestionada. Su casamiento fue justamente arreglado para eliminar los ataques a Annosy. Ahora percibía que sus desaciertos con Melisande no sólo con prometan la seguridad de ella, sino que además amenazaban los dominios de Tulley. No era difícil prever la ira do Lord de Tulley cuando se enterase de aquellos acontecimientos. Quinn, compenetrado con los asuntos de Sayerne, falló en proteger Annosy. A a pesar de sus diferencias, él y Melisande eran vasallos leales y tenían obligación de cuidar los dominios de Tulley. Así que decidió corregir el error que inadvertidamente había cometido. _ Reúne las armas. Iré en auxilio de Annosy mientras vos cuidas de Sayerne _ le informó a Bayard. _ Iremos juntos entonces _ dijeron los dos caballeros. Antes de retirarse , Bayard se detuvo al lado de Berthe con inocultable enojo . _ Presumo que partirás también, no? _ Si _ respondió ella Después vaciló . Y remató en un tono resentido: _ Ahora percibo que nunca hubo razón para que yo permaneciese aquí. Quinn no quería interrumpirlos, pero tenía presa. Dijo:


_ Partiremos a Annosy ten pronto que todo esté listo. Capítulo X Para Melisande fue algo desconcertante, y hasta un poco aterrorizante , percibir que se alegraba con la llegada de Quinn. Hacía apenas una semana que Michel había partido. En aquel corto período, ella había experimentado toda una gama de emociones. Primero, furia porque Quinn la ignoraba. Después la desesperación porque no se interesaba en ella. A continuación, la rabia por la propuesta hecha a los siervos, aunque Melisande no pudiese dejar de admirar la audacia y la pericia con las cuales Quinn perseguía sus objetivos. Al fin del día, cuando cada sonido hacía que su corazón se sobresaltara ante la posibilidad de un ataque, ella se había arrepentido amargamente por dejar a su marido . En momentos como aquel, maldecía a Tulley por la sagacidad con que detectara la vulnerabilidad de su posición y se maldecía a sí misma por no haber seguido el consejo de Lord de Tulley. Pero, estaba fuera de cuestión retornar a Sayerne. Melisande estaba demasiado temeraria para admitir que había cometido un terrible error, aunque el argumento que usaba para sí misma era que se quedaba en Annosy por el bien de los siervos. Y, ahora, allí estaba Quinn ! La noticia de su llegada, en el crepúsculo, era suficiente para hacerla sentir ansiosa, ordenó que le trajesen vino, se acomodó los cabellos, y se


alisó el vestido. Fue descendiendo las escaleras deprisa y de repente se detuvo. LA visión de Quinn delante de la chimenea, con las piernas ligeramente apartadas y los brazos cruzados, hizo que el corazón de Melisande latió más rápido. Había otras personas en el vestíbulo, pero ella sólo tenía ojos para su marido. Cuando descendió el último escalón, Quinn la oyó y giró para mirarla. Su expresión dura la hizo vacilar. _ Por qué no me llamaste , mi Lady? _ inquirió sin rodeos. Melisande no tenía una respuesta para aquella pregunta. Su esposo parecía menos contento de verla que ella . Se Obligó entonces a calmarse, diminuyó el paso, fingió despreocupación. Si Quinn la hubiese tocado, percibiría que estaba trémula. _ Creo que no entendí su pregunta, mi Lord. Los ojos castaños que la miraban centellaron. _ Por qué no me llamaste? Seguramente no pensas que Tulley se preocupa porque si, no es así ? La situación de tu propiedad es inquietante. Como puedes cruzar los brazos y esperar con calma que sobrevenga otro ataque? Ella levantó el mentón, ofendida. No estaba de brazos cruzados. Había llevado a cabo una serie de preparativos, como cualquier buen administrador haría. _ El muro externo ya fue reparado y los centinelas recibieron refuerzos por la noche _ explicó, a la defensiva. Pero Quinn no pareció mucho impresionado con sus medidas.


_ No es bastante. Mandaste un grupo de reconocimiento a los alrededores para buscar a los bandoleros ? Encontraste evidencias de su paso por aquí ? Intentaste identificar a alguno de ellos? _ Eso fue imposible. Uno de los centinelas fue atacado de sorpresa y no vio nada _ se justificó Melisande, cada vez más a la defensiva, pues ninguna de aquellas provi dencias se le había ocurrido. _ Eso no significa que nadie más no haya visto a los malhechores. Y, si esos sabotadores vienen atacando Annosy repetidamente, como parece ser el caso, no deben estar acampados muy lejos de aquí _ replicó él. Melisande detestó que aquellas observaciones fuesen tan acertadas y se censuró por no haber llegado a las mismas conclusiones por sí misma. _ Supongo que tiene sentido lo que dices _ admitió, contrariada, mientras todos las miradas se volvían hacia ellos dos. _ Mi Lady _ comenzó Quinn blandamente, inclinándose hacia ella. Melisande se retrajo, desconfiando de su cambio de actitud. Él entonces prosiguió en un tono confidencial : _ Me Permites sugerir que ese problema está mas allá de tu experiencia? Entonces era eso? Quinn se olvidó- de su rabia tan súbitamente porque creía que ella estaba amenazada de perder sus dominios ! Melisande no reconocería sus propias fallas, por lo menos por ahora. Aún así, la evidencia de su desinterés era desalentadora. No entendía nada de perseguir bandidos.


_ Fui muy bien entrenada en el arte de la administración _ replicó, siendo ese su único argumento en que podía apoyarse. Quinn aproximó su rostro al de ella, y la cercanía de su piel la distrajo por una fracción de segundo. _ Pero el arte de la guerra no estaría mas allá de tu experiencia ? _ insistió con voz suave. _ Soy perfectamente capaz de lidiar con el coman do de los soldados y cuidar de que el armero haga bien su trabajo. Pero una vez mas , Melisande detestó la sagacidad de él. Cuando Quinn meneó la cabeza lentamente, supo que estaba acorralada. Sus argumentos no eran convincentes, y él sabía eso. Herida en su orgullo Melisandre sabía que no estaba dentro de sus capacidades solucionar aquella cuestión. _ La estrategia de la guerra es mi incumbencia , mi Lady _ dijo él con firmeza. Melisande sintió que el aire le faltaba. Entonces era eso... Y qué más podía ser? Quinn la acusaría de incompetencia ante Tulley, para obtener inmediatamente el título de Annosy ! La situación de escapaba de su control . Iba a perder su propiedad. Cerró los ojos, preparándose para lo peor. _ Y, ya que mi especialidad es el arte de la guerra, te digo que mis servicios pueden serle útiles a Annosy en la presente crisis. Ella lo observó con sorpresa. Nunca imaginó que aquel hombre fuese a ofrecerle sus servicios. Y mayor fue su espanto al verlo sonreír, acariciándola con la mirada, como


si fuese la única mujer en la faz de la tierra. Luego sintió que las piernas le flaqueaban, desconcertada con la capacidad de él de desarmarla de la forma más inesperada. _ Supe que estás contratando nuevos caballeros, mi Lady. Si eso es verdad, te estoy ofreciendo mis servicios. Melisande se paralizó y ninguna palabra salió de sus labios cuando Quinn, en un movimiento lleno de elegancia, posó una de sus rodillas en el piso y desenvainó la espada. Él le ofreció la hoja sobre la palma de las manos. _ Me Coloco a tu disposición Lady de Annosy. De ahora en adelante seré tu paladín . Todos allí se quedaron en silencio. Melisandre miraba a Quinn, indecisa. Y, de repente, se acordó del objetivo de él. Sayerne. Era todo lo que su marido ambicionaba. De algún modo, aquella oferta que ahora le hacía debía estar ligada a la posesión de Sayerne. Ella evaluó frenéticamente. La propuesta que Quinn le hiciera a sus siervos le costaría una buena suma y tal vez él sólo quisiese levantar dinero para los fondos de Sayerne. A Quinn no le importaba si Annosy fuese incendiada hasta la última casa. Esa conclusión le dolió a Melisande que se forzó a mantener su compostura. Era hora de aceptar, definitivamente, el hecho de que era apenas un instrumento para servir a los intereses de aquel astuto caballero. Y tal idea le dolía más aún, pues, en lo profundo, desearía significar algo más para él. Mientras lo miraba, con corazón apretado, notó cada pormenor de su semblante. Los labios que sonreían eran un


poco inciertos. Las mechas castañas que tanto tenía ganas de acariciar. Los ojos oscuros, que brillaban con sinceridad y perspicacia. Melisande pensó que la obsesión de él por Sayerne era como la suya por Annosy, y se sintió más próxima a Quinn. Se acordó de la indignación de él al saber que Tulley la había obligado a quebrar su juramento hecho a Arnaud. Se acordó de su infinito cuidado cuando la poseyera por primera vez, colocando su placer en primer lugar, y de como le había ahorrado los detalles más negros de la historia que le confiara. Ella sintió un nudo en la garganta al reconocer como Quinn, con sus modos cautivantes, intentaba hacer de su casamiento una unión verdadera. Lo Miró, arrodillado a sus pies, y finalmente se confrontó con la verdad. Amaba a Quinn de Sayerne. Eso le dio pánico. Pero sería verdad por parte de él ? Estaba enamorada de un hombre que sólo la usaba? Pues entonces precisaría probarse a sí misma la deliberación de él ,y de ese modo arrancar aquel amor de su corazón. _ Si es dinero lo que necesitas, no estoy en condiciones de pagarte una suma elevada _ declaró ella fríamente. _ No vine en busca de dinero _ replicó Quinn. Los ojos de Melisande se estrecharon imperceptiblemente, evaluando sus sospechas. _ Trabajarás a cambio de nada ? Calculé que sería necesaria un gran suma para financiar la reconstrucción de Sayerne. _ Dispongo de fondos suficientes. Sólo precisaré mano d


obra. _ Muy bien . Mientras finges colocarte al servicio de Annosy, intentarás convencer a mi gente de seguirte. _ Nunca, mi dama. _ En ese punto, la mirada que él le reveló tanta franqueza, que Melisande creyó difícil no creerle. _ Servir Annosy es lo mínimo que me cabe hacer por mi esposa. _ Pero parece que es lo mínimo que puede hacer por Tulley. Estoy segura de que ya le requeriste que te in vista con el título de Annosy! Quinn meneó la cabeza con una lentitud enervante. _ No, mi Lady _ dijo sin alterarse. _ No hice nada semejante. Annosy es tu legado, y comprendo el apego que tienes por estas tierras que son tuyas por derecho. Yo no las aceptaría, ni aún si Tulley me las ofreciese en una bandeja de plata. La voz de él poseía un timbre rico, grave y modulado, y era casi imposible resistirse a la seducción de sus palabras. Melisande giró el rostro, ganando coraje para hacer la pregunta que le quemaba en los labios. _ Dónde estuviste en estas últimas semanas, en lo de Tulley? _ Sayerne requería toda mi atención. Había mucho trabajo que hacer allá. Ella cruzó los brazos, detestándose por querer creer en Quinn. _ Si es así, por que viniste acá ahora? Debe haber aún mucho trabajo por hacer en Sayerne. _ Si, en efecto. Pero en este momento la situación de


Annosy es de mayor gravedad. Finalmente, el propio Tulley tenía la intención de que mi presencia aquí desalentase los ataques a tu propiedad. Allí estaba. Quinn lo dijo . No se preocupaba por ella. Con los ojos vidriados, Melisande giró sin tocar a espada. _ En ese caso, es a Tulley a quien debes ofrecerles tus servicios y no a mí, pues claramente sirves a él. Dicho eso, se apartó conteniendo el llanto con dificultad, Se Encaminó rápidamente a sus aposentos para poder dar rienda suelta a sus lágrimas. Quinn la siguió. _ Melisande! _ llamó en voz baja, forzándola a darse vuelta para encontrarse con la mirada intensa de él. _ No fue sólo por Tulley que vine. Melisande vaciló. Pero no se arriesgaría a caer en la trampa de aquel hombre. Si confesase su amor, él la manipularía como a una marioneta. _ Mentiroso! _ murmuró. Quinn no podía dejar de oírla. Sus ojos castaños brillaron. Melisande subió las escaleras, corriendo impulsivamente. _ Vos poner a prueba la paciencia de un verdadero santo! _ exclamó él. Ella supo que lo había exasperado hasta el limite. Pues ahora vería qué tipo de hombre realmente era él. Y continuó corriendo. Tropezó, cayó, se levantó y salió disparando por el corredor. _ YO ya te avisé que no soy ningún santo! _ Quinn gritó detrás de ella. Con los labios secos y el corazón acelerado , Melisande oyó los pasos de él haciendo eco detrás de ella. La parte


superior de las escaleras estaba aún distante y ella precisaba alcanzar los aposentos a tiempo de trabar la puerta. Miró por sobre su hombro y casi gritó ante la aproximación de Quinn. Jamás conseguiría zafarse... Pero, al menos, tendría que intentarlo. Tomando aliento, voló por las escaleras. Llegando a su habitación , posó la mano en el pomo de la puerta y suspiró aliviada. Fue cuando sintió el calor del aliento de Quinn rozarle la nuca y casi desfallece. Él la tomó por los hombros y la hizo girar sobre sí misma. Melisande apretó los ojos, sin valor de enfrentar la cólera que se veía en los ojos castaños, sin coraje de revelar los sentimientos reflejados en sus propios ojos. Quinn giró ligeramente para hablar a los que estaban en el vestíbulo, estaban siendo testigos de aquella escena doméstica con evidente espanto. _ Mi mujer y yo precisamos de privacidad _ anunció, haciéndola ruborizar de vergüenza. A continuación abrió la puerta, y empujó a Melisande hacia el interior del cuarto y trancó la puerta detrás de sí. _ Si fuese como mi padre, yo te golpearía hasta dejarte con el cuerpo entero cubierto de moretones _ dijo con evidente frustración. Aquella declaración definía precisamente el recelo de Melisande. Aunque, algo en la manera en que Quinn la tocó y aplacó un poco sus temores. Se Atrevió a levantar el rostro y a observarlo tímidamente. Y, de nuevo, el fuego que ardía en lo profundo de los ojos color ámbar la intimidó. Volvió a cerrar los párpados.


_ Ocurre que no soy como él y , hoy, voy a probarte lo que estoy diciendo _ susurró Quinn. Antes que Melisande pudiese esbozar una reacción, los labios de él buscaron los suyos. Era un beso aún más emotivo por su carácter inesperado. Ella se entregó a aquel placer, olvidándose de todas las dudas que habían alimentado en su espíritu. _ Tenemos un acuerdo _ murmuró él. _ Y su cumplimiento está pendiente hace dieciséis días. _ Si _ Melisande dijo simplemente. Aquella mera palabra era todo el incentivo que Quinn necesitaba, pues la tomó en sus brazos y la echó sobre el lecho. Melisande sintió las manos fuertes sobre su cuerpo, desatando los lazos del vestido con impaciencia, posándose en la curva de su pecho, acariciándolo febrilmente. Ella ahogó un gemido, abandonándose al contacto de Quinn. Mientras se amaban en silencio, fue consciente del sentimiento que reinaba en su corazón y de la puñalada atroz de saber que aquel sentimiento no era correspondido. Pero, de ante la ternura de los gestos de Quinn, Melisande comenzó a alentar esperanzas. Tal vez, un día, su marido sintiese por ella algo más que el deseo carnal. Tal vez. Hasta ese día, sólo le restaría a Melisande apoyarse en sus esperanzas. Quinn la acunaba en sus brazos y percibía el ritmo de su respiración. Deslizó la mano lánguidamente por su cuerpo y aspiró el perfume de sus cabellos. Por primera vez en semanas, se sentía apacigua


do. Se Felicitó por haber dado a Melisande una chance más . Por el menos, ahora podría mostrarse útil con sus habilidades de soldado, pues era notoria la escasez de defensas en Annosy. Él sospechaba que no era fácil para Melisande reconocer que necesitaba ayuda. Probablemente ese era el motivo que la llevara a huir de Sayerne. Quinn le palpó la carne suave con placer y sonrió. Mas allá de eso, la dama parecía haber sentido falta de sus besos. Tal vez, finalmente, pudiese acogerlo en su corazón. Todo lo que él precisaba hacer era persuadirla de la verdad. Admiraba la independencia y el pulso fuerte de aquella mujer. Un breve mirada sobre Annosy bastaba para que se notase su organización y pujanza. Ante eso, estaba forzado a admitir que no tenía el don para administrar tierras. Pero aquel era exactamente el tipo de organización que le gustaría ver en sus tierras. Necesitaba de la experiencia de Melisande para dirigir Sayerne, así como ella precisaba de su fuerza para defender Annosy. Podrían ser socios y beneficiarse uno al otro y lo sabían. Quinn se armó de la determinación de tornar su casamiento una unión permanente. Comenzaba a sospechar que el camino de ambos se habría cruzado irrevocablemente, aún sin a intervención de Tulley. Eso por que la mujer que ahora dormía en sus brazos lo fascinaría en cualquier circunstancia, en cualquier lugar que el destino los pusiese .


Abajo, en el vestíbulo, se oía el movimiento de la servidumbre que se preparaba para dormir. Cuando la noche lanzase su manto sobre la tierra, podría traer consigo muchos peligros. Pero él estaba allí, en el lugar donde pertenecía: en la cama de su esposa. Se Sentía en paz. Melisande se movió. Bajo la pálida luz de la vela, la perfección de su piel y su cuerpo grácil incitaron de nuevo el deseo de Quinn. Ella apartó los cabellos de su rostro somnoliento y sus ojos color esmeralda se abrieron cuando encontraron la mirada de él. Quinn sonrió. _ Estás satisfecha? Melisande se ruborizó y giró o rostro. _ Si _ murmuró. Lo miró de reojo a su vez y le preguntó con voz ronca: _ Y vos? _ También. _ Él pasó los brazos al alrededor de su cintura y la estrechó contra si. Su sonrisa se volvió maliciosa. _ Ahora sólo tenemos que hacer el amor quince veces mas para poner nuestro acuerdo al día. _ Quinn! _ exclamó Melisande, riendo, sin saber se hablaba serio o apenas bromeaba. _ Por qué? Tienes alguna objeción, esposa ? Pensé que eras una mujer de palabra _ provocó él, pellizcándole la nalga con aire travieso. _ Quinn, no hay beneficio alguno en copular más de una vez por día. Melisande le lanzó una mirada que pretendía ser desaprobadora, pero sonrió débilmente de manera


encantadora. Se Estremeció cuando Quinn rodó sobre ella y comenzó a trazar una línea de besos húmedos en su cuello. _ Yo no estoy de acuerdo _ susurró él. Melisande se mordió el labio para no reír. _ Sabes a lo que me refiero. _ No. _ La mano de él se deslizó para capturar un pecho. El pezón rosado quedó túrgido, y Quinn se inclinó para succionarlo. _ Explícame cuales son los beneficios... _ No, yo no hablé de beneficios. Quise decir que no trae ningún beneficio adicional para la concepción de un hijo. Quinn levantó el rostro y la observó sorprendido. Lentamente estimuló el pezón con la punta del dedo. Melisande lo miró intrigada. _ Y no existen otros beneficios en hacer amor? _ preguntó Quinn con expresión inocente. Una sombra pasó por la mirada de ella, antes que se separase de él y se dio vuelta mirando hacia la pared. _ Nosotros no hacemos el amor _ dijo, y en su voz no había ya ningún rasgo de irreverencia. Quinn la observó sin comprender. Lo que dijo podía provocar aquel cambio en su comportamiento? Intentó posar la mano en la cintura de ella, pero Melisande lo repelió con un gesto enfadado. _ Te Vas a resfriar así _ observó Quinn. _ No. Encenderé el fuego _ replicó ella, poniéndose una robe. El resentimiento que transparentaba en su voz lo alarmó. _ qué pasó? Dijiste que quedaste satisfecha.


_ Si. Melisande continuaba de lado, sin mirarlo. Quinn sabía que a ella no le gustaría que insistiese en el asunto, pero precisaba descubrir lo que estaba pasando. _ Y entonces? Ella finalmente lo miró con los ojos vidriados, lo que le provocó una puntada aguda en el corazón. _ Nosotros no somos más que anilles en celo _ acusó. _ Melisande! _ Quinn se levantó y se aproximó a ella. Colocó las manos en sus hombros, mientras Melisande conservaba la cabeza baja. _ No es vergüenza disfrutar de los placeres del lecho conyugal. . Ella estaba llorando. _ Es así ! Es vergonzoso copulamos sin que exista afecto entre nosotros! Quinn sintió el corazón pesado. Pero una vez mas , el fantasma de Arnaud se interponía entre ellos. Se había Precipitado al juzgar que había conseguido borrarlo del recuerdo de Melisande. Se había ilusionado estúpidamente. Ella aún suspiraba por su amor perdido. La decepción lo dominó con una intensidad insospechada. _ Existe afecto entre nosotros _ se vio en la obligación de objetar. Quería que Melisande lo animase de algún modo, pero ella no parecía dispuesta a tanto. _ No. el único lazo que nos une es la posibilidad de concebir el heredero de Sayerne _ dijo con vehemencia. _ No, Melisande. Eso no es verdad. Ella levantó el mentón de modo desafiante.


_ Es así. Quinn sacudió la cabeza. Le tomó a cara, y una lágrima rodó por entre sus dedos. EN Cuanto al hecho de que Melisande no correspondiese a su amor, nada podía hacer. Pero sería una hipocresía dejarla creer que no le importaba de ella. _ No, mi dama _ insistió. _ Vos me cautivas como ninguna mujer jamás me cautivó. _ Palabras vacías. _ Entonces, tal vez lo que te diré ahora tenga algún significado para vos: jamás quise un casamiento sin amor ni respeto mutuo. Melisande lo observó por un largo momento, y en sus ojos pareció brillar un vestigio de confianza. Y Quinn se vio, más que nunca, decidido a persuadirla de la fuerza de su amor. _ Mi padre usaba a las mujeres para luego descartarlas. Su influencia nunca me afectó. La única cosa que aprendí de mi padre fue la certeza de que él llevaba su vida de un modo errado. Y, aunque no nos hayamos casado en circunstancias que serían más de mi agrado, Creo que aún tenemos una chance de concretar la unión con la cual siempre soñé. Ella permanecía callada, mirándolo atentamente por entre las lágrimas. Quinn la atrajo cerca de sí. Quedó aliviado al constatar que ya no lloraba. Con infinita delicadeza, le enjuagó las lágrimas que aún marcaban su rostro. _ Nosotros podríamos construir una unión de amor, mi dama. Todo lo que precisamos es aceptar esa oportunidad que el destino nos proporcionó. Y tenemos que confiar uno en el otro.


Melisande se estremeció y retrocedió. _ Somos muy diferentes, Quinn. _ No es tan así. Y en nuestras diferencias reside justamente nuestra fuerza. Yo te probaré eso. _ Como? _ Déjame ayudarte. Déjame compartir lo que sé para que podamos ahuyentar esos saqueadores de una vez por todas. _ No puedo permitir eso. Ella lo esquivó bruscamente. Se Apartó, dándole la espalda , y sólo se volvió cuando hubo una distancia considerable entre los dos. Quinn percibió que su proximidad la perturbaba e ponderó que eso era una buen señal. _ Por qué no, Melisande? _ No sería adecuado. Vos sos mi marido. Las personas comenzarían a decir que debería ser investido con el título de Annosy, conforme a lo dictado por la ley. _ Ella gesticuló con exasperación. La voz le falló, revelando cuan abatida estaba ante aquella posibilidad. _ Pero la ley no tiene en consideración la importancia de un legado para su heredero _ dijo Quinn con suavidad. Melisande lo miró pero nada dijo. Era evidente que aún no estaba convencida. _ A pesar de tus recelos, no tengo ninguna intención de tomar Annosy _ remató él. _ Es lo que dices. _ Es lo que diré siempre. Frustrado, Quinn se pasó la mano por los cabellos. Cruzó el aposento y se apostó delante de Melisande, que evitó


mirarlo. _ Escucha, hablé serio cuando afirmé que nuestras habilidades se completabam. Poderíamos formar una sociedad fuerte si nos diesemos una chance _ dijo él con elocuencia. _ Qué quieres decir? _ preguntó Melisande llena de desconfianza. _ Ya debes haber notado que no sé nada de la administración de una propiedad... _ Pues eso no te impidió tramar un plan a fin de atraer mis siervos a Sayerne _ murmuró ella. Y, antes de que Quinn pudiese explicarle que no lo hizo de mala fe, Melisande lo observó directamente a los ojos. _ Fue un plan brillante _ agregó en un tono que dejaba ver su admiración. Quinn sonrió sin ganas y confesó: _ Ocurre que yo no sabría como proceder cuando ellos llegasen a mis tierras. Sería una pesadilla re construir Sayerne sin la orientación de un administrador más experimentado que yo. _ Él le tomó los hombros y la sacudió levemente. _ Cuando vi Annosy, tuve la certeza de que vos posees las habilidades que me faltan. Yo podría valerme de tu asistencia en Sayerne, del mismo modo en que yo puedo ser de ayuda aquí. Ella frunció el ceño. _ Annosy es administrada de modo eficiente. No preciso de ninguna asistencia. _ Ah, no? Y quién va a impedir que los malhechores continúen invadiendo tus tierras ? _ Contraté los servicios de caballeros _ ella se empezó a


justificar sin mucha convicción. _ Muy bien. Pero ambos sabemos que un hombre lucha con más vigor cuando su corazón está comprometido en una causa. Al contrario de mí, esos caballeros no tienen nada que ganar o perder con respecto a quien se queda con de Annosy. _ Y en cuanto a vos? Qué ganarías abrazando esta causa? _ preguntó Melisande, pensativa. _ El respeto de mi esposa y un matrimonio verdadero _ dijo Quinn sin vacilar. Su visión se turbó ligeramente cuando se forzó la proseguir: _ Y esa sería la mayor recompensa de todas para mí. Para su alivio, ella no lo acusó de falsedad. En vez de eso, posó la mano sobre la suya. _ Todo lo que tienes que hacer es admitir que precisa de mi ayuda. _ Quinn le tomó la mano, mientras Melisande se mantenía en silencio. _ Del mismo modo en que yo admití que preciso de vos. Ella se mordió el labio, estaba en conflicto en su ser íntimo. Quinn deseó ardientemente que dijese la verdad. Si Melisande le daba la espalda en aquel momento, él no sabría más como actuar. Cuando ella pareció que iba a hablar, Quinn osó tener esperanza... Pero, en eso, el grito del guardia sonó en el silencio de la noche: _ Invasores ! Estamos cercados! Vengan todos! A las armas, a las armas! Los dos se miraron , insuflándose fuerza el uno al otro.


_ Los invasores _ murmuró ella. Quinn asintió, pero no le soltó a mano. _ Ha llegado el momento de tomar una decisión, mi dama. Me Aceptas como tu defensor ó no? Melisande apretó los labios. Retiró la mano abrupta mente y avanzó con determinación hacia la puerta. Salió y se detuvo en la parte superior de la escalera. Quinn se vistió de prisa y la siguió, sin saber lo que pensar cuando ella miró hacia el vestíbulo más abajo. _ Callen todos _ comenzó Melisande, silenciando la agitación ruidosa que allí había se había instalado. _ La situación de Annosy cambió. De ahora en adelante, todos obedecerán al comando de Quinn de Sayerne, mi Lord y paladín. Él luchó en más batallas que cualquier de los presentes. Hagan que me enorgullezca de ustedes y sométanse a su liderazgo. _ Si, mi Lady _ respondió un coro de voces. Ella giró hacia Quinn y lo observó con intensidad. Y él, por un momento, contempló sus largos cabellos, que capturaban el brillo de fuego y parecía en volverla en una aura radiante . Era una mujer bella y fuerte. Tuvo orgullo de ella, y su corazón se llenó de un dulce sentimiento que aún no sabía como nombrar, pero que lo imbuía con la certeza de la victoria. Melisande lucharía a su lado si él se lo permitiese. Era una guerrera a su modo, no una criatura débil como tantas mujeres que había por el mundo. Y ahora el corazón de Quinn desbordaba de orgullo. Con eso, su determinación de conquistar el amor de Melisande sólo creció con mas


fuerza. Para su perplejidad, se le ocurrió que Tulley había es cogido precisamente al mujer que él mismo habría escogido para sí. Sólo le restaba convencerla de eso. _ Acepto tu apoyo, Quinn _ dijo ella formalmente. Él sonrió, triunfante, y se aproximó para intercambiar un apretón de manos. _ Entonces tenemos más que un acuerdo entre nosotros. Pues venceremos esta batalla, mi dama! _ Así espero. Nuevos gritos irrumpieran en el patio, poniendo a Quinn en alerta. Él condujo a Melisande de vuelta a los aposentos. Tenía por delante una batalla antes que pudiese saborear su victoria personal. Su mente comenzó a trabajar para evaluar la situación y las providencias necesarias. _ Vístete deprisa _ instó él. Iba dando instrucciones mientras ajustaba sus propias ropas. _ Preci saremos agua caliente y paños limpos para hacer vendajes, pues habrá heridos. Haz que las mujeres y niñas estén en sobreaviso, listas para cargar baldes de agua en caso haya algún foco de incendio. Quedarán confinadas en el castillo, inclusive vos. Dejaré un centinela cuidando la portal. _ Pero, Quinn... Cuando Melisande amarró los cordones del vestido, Quinn ya estaba lista y no tenía más tiempo para sutilezas. La tomó por la cintura y la besó en la boca con un ardor febril. _ Vamos a descender al vestíbulo. Y no discutas conmigo _ le susurró, separándose de ella.


Melisande esbozó una media sonrisa. _ Está bien, mi Lord. Más tarde, voy a pedirte que me expliques tus estrategias. _ Yo te explicaré. Ella corrió los dedos por la cara de Quinn. EN los ojos verdes translucían su temor por la vida de él. _ Que la Diosa Fortuna esté de tu lado _ dijo con angustia en el corazón. Quinn le acarició os cabellos. _ No te preocupes. Yo tengo muchas razones para vivir. Y, así diciendo, le tomó la mano y, juntos, descendieron las escaleras. Quinn era un líder nato. Melisande lo percibió en el momento en que llegaron al vestíbulo y se separaron. Él convocó a los hombres con una facilidad nacida de la experiencia. Sus instrucciones fueron ávidamente escuchadas por los otros, pues hablaba de un modo que imponía respeto. _ Cuántos asaltantes? _ preguntó Quinn. _ Cerca de treinta, mi Lord. _ Dónde están atacando? _ indagó él, terminando de ajustar la armadura. _ EN la sección este de la muralla. _ Y allá, cuál es nuestro punto más vulnerable? _ Entre las torres hay una parte más baja del muro. _ Quiero que me conduzcan hasta allá. Los hombres entonces se dirigieron a la salida con pasos decididos. Quinn se detuvo en el umbral de la puerta y miró para atrás. Melisande sólo conseguía discernir su imagen


recortada contra la noche, pero estaba segura de que él la miraba, como para asegurarle de que todo saldría bien. El corazón de ella se disparó. No demostraría debilidad. Quería probarle que era capaz de apoyarlo. _ Traigan todos los baldes que encuentren _ ordenó, chasqueando los dedos. _ Precisamos estar preparadas para obedecer a las ordenes de nuestro amo. Percibió que Quinn oyó sus palabras y ahora desaparecía en la oscuridad, junto con un grupo de aldeanos. Melisande suspiró. Habría posibilidad de que fuese a existir amor entre ellos? Mientras las mujeres se ocupaban de los preparativos que les cabían y los hombres se retiraban, Melisande se encontró con Berthe. _ Buena noche, mi Lady. Parecía triste, y Melisande le tocó la cara tiernamente. Sospechaba que sabía cual era el motivo de su tristeza. _ Bayard te abandonó? _ No, mi Lady. Yo decidí partir de Sayerne, pues la situación allá era insostenible. Esperaba que Bayard me perdonase después de lo que le hice. Pero Él nunca más fue gentil conmigo desde la noche en que mi Lady se fue. Berthe meneó la cabeza, desconsolada, y Melisande la observó con espanto. _ Pero vos permaneciste en Sayerne en solidaridad con él! _ Bayard no hizo caso de eso. _ No es posible... Entonces no te perdonó? _ No, mi Lady. Él cerró su corazón para mí. _ La criada se una lágrima que le rodaba por el canto del ojo. _ En su


opinión, hice algo imperdonable. Ahora, perdí todo aquello con lo que soñé. Melisande no ignoraba que Berthe engañó al caballero solamente para ayudarla. Sintió una puntada de remordimiento. Abrazó a la criada y le prometió: _ Vamos a buscar una solución a esto. Ahora serás mi auxiliar. Berthe comenzó a sollozar. _ Oh, no, Lady! No hay solución! Bayard me odia y me desprecia más que nada en el mundo ! Tal vez Quinn pudiese interceder en favor de la moza, reflexionó Melisande. No reveló sus pensamientos, no queriendo darle falsas esperanzas a Berthe. Si Bayard no la amase , mejor sería no ilusionarla. Sea como fuese, aquel asunto quedaría para más tarde. Por ahora, habían mucho que hacer. Annosy estaba en juego. Codo contra codo, los guardias empuñaban sus espadas y se batían contra los invasores de Annosy. Los Hombres ejecutaban una danta mortal a través da fortificación, avanzando y retrocediendo, eludiendo , desviando, dando y recibiendo golpes. Flechas con fuego eran tirados por encima de las murallas, y con tal eficiencia, que Quinn llegó a cuestionarse la naturaleza renegada de los asaltantes. Era bien posible que hubiese un líder militar entre ellos. Las flechas en llamas volaban por todos lados. Unas se apagaban en montículos de nieve, otras caían sobre fardos de heno que se incendiaban inmediatamente. Aquella lluvia de fuego no cesaba y representaba una seria amenaza. _ Traigan agua deprisa! Apaguen esos focos antes que el


fuego se propague! _ gritó Quinn, mientras corría de la sección del este de la muralla. Contó ocho atacantes vestidos en andrajos, que luchaban contra los hombres de Annosy. Y más renegados estaban escalando el lado externo de la muralla. Quinn subió rápidamente en una escalera apoyada en su parte in terna. Había apenas diez caballeros mas que lo acompañaron. Llegando casi hasta la parte superior de la muralla, vio un malhechor acertar un golpe mortal en uno de los hombres de Annosy. El desconocido lo miró y gritó: _ Annosy arderá en llamas! Y vos perecerás dentro de sus murallas! La seguridad del renegado encendió la furia de Quinn. No era justo que un extraño intentase destruir la propiedad después de los años de trabajo re queridos para consolidarla. EN lo alto de los muros, Quinn fue atacado por otro malhechor, que saltó en la oscuridad. Sacó entonces la espada y llamó a los otros caballeros. Un hombre de Annosy, que ya se hallaba sobre la muralla, giró al oír el grito de Quinn. Juntos, golpearon los dos renegados simultáneamente. Quinn recorrió el borde superior de la muralla con pasos rápidos. Sacudió una escalera precaria que había sido apoyada del lado de afuera. El bandido que por ella subía fue se estrelló en el suelo, soltando violentas insultos. Quinn entonces observó los muros con aire crítico. Aquel era, en efecto, el punto más vulnerable.


_ Vos y vos _ dijo, apuntando a dos caballeros a su lado y a continuación a la otra escalera que fue apoyada en la muralla por los renegados. _ Destruyan esa escalera y esa otra que está más adelante. Después se dirigió a un tercer caballero: _ Cuida de aquel herido. Abordó a otro soldado. _ Soy Quinn de Sayeme, esposo de Lady Melisande y encargado de la defensa de Annosy. Vos, cómo te llamas? _ Philippe d'Epergne, mi Lord. Quinn lo escudriñó . No demoró en localizar la facción responsable del lanzamiento de las flechas de fuego. _ Desde aquella torre puedes tener una posición estratégica para desbaratar a esos renegados que están allá abajo? _ inquirió en voz baja. Philippe estiró el cuello, espió al grupo y asintió rápidamente. _ Si, mi Lord. _ Perfecto. Precisaré arqueros _ murmuró. _ Si, mi Lord. Tenemos un buen arquero. Quinn sintió al sangre helarse ante el imprevisto. Un arquero? Era todo de lo que disponían ? Era preciso, y con urgencia, tomar providencias para fortalecer las precarias defensas de Sayerne. Y él se ocuparía de ellas personalmente, tan pronto la batalla estuviese terminada. Su mirada abarcó la muralla y se fijó en la torre de ventanas estrechas que se erguía no muy lejos de allí. _ Entonces llévelo a aquella torre. Y verifique que no sean vistos _ instruyó.


Capítulo XI Evitando las luchas que se trababan aquí y allá y agachándose para eludir dos flechas con fuego, Quinn se abrió camino hasta la torre. Oyó gruñidos e insultos al aproximarse a ella, y constató que estaba siendo disputada por los contendientes. Apresuró el paso. Luego que alcanzó la puerta de la torre, discernió un bulto que se fundía en la oscuridad. Dio un salto atrás cuando un caballero de Annosy cayó muerto a sus pies. La torre permaneció silenciosa. Sin duda, el oponente del soldado muerto aún estaba allí . La escalera en el interior de la torre llevaba al puesto del centinela, en lo alto, y al depósito de provisiones más abajo. Quinn vaciló. Miró por encima del hombro, pero los hombres a sus espaldas estaban ocupados en luchar por sus vidas . Entonces enpuñó la espada y avanzó en la quietud de las sombras. Las paredes de la torre parecían cerrarse a su alrededor, aislandolo de los ruidos de la peleaa que se desarrollaba en las murallas. Allí estaba como si estuviese en un mundo aparte, un mundo de silencio y oscuridad. Quinn agudizó los oídos, con la intención de captar algún sonido que denunciase la presencia de su adversario. Nada. Con todos los sentidos alertas, él tenía la impresión de que podía oír los latidos de su propio corazón. Pegado a la pared, fue subiendo la escalera caracol . El silencio era total, y se preguntó si el hombre no se habría ido a esconder en el depósito al pie de la torre. De repente, vislumbró el brillo de una hoja metálica .


Apenas tuvo tiempo de agacharse antes que la lamina pasara zumbando sobre su cabeza. Ahí sacó la espada, lanzándose hacia el punto dónde creía que estaba el atacante. Un gemido sofocado le confirmó- que había acertado al blanco . Aunque, no pasó mucho antes que el otro hombre reaccionase. El agresor buscaba refugiarse en lo alto de la torre, con Quinn en sus talones. EN el puesto de vigía, intentó de nuevo herirlo, pero sin éxito. Ahora una tenue claridad penetraba en el recinto, a través de las estrechas aberturas . Quinn podía visualizar a su oponente, un hombre de estatura semejante a la suya, aunque, más delgado y se movía deprisa. Estaba herido, pero, su postura no revelaba en que parte del cuerpo. Por el modo en que atacaba y esquivaba, era como si no hubiese sufrido herida alguna. Y, sin embargo, Quinn veía las marcas de sangre en su propia espada. Los dos fueron girando, midiéndose, buscando una brecha para la primer investida. De repente, el renegado fingió ir hacia la derecha, engañándolo y le asestó un golpe certero en el muslo, casi a la altura de la cadera . Quinn giró y se lanzó contra él, que ya buscaba bajar las escaleras. Después cayó de rodillas, con una mueca de dolor. Las botas del renegado hicieron eco en los escalones de abajo y después se restableció el silencio. Quinn se sentó pesadamente y apoyó la espalda contra la pared. Respiró profundo, forzándose a ignorar el dolor agudo de la último herida. Miró la sangre que salía del tajo en su brazo y se dijo a sí mismo que era apenas un arañazo.


Al oír pasos en la escalera nuevamente, se aprestó con la espada preparada. No era improbable que el renegado estuviese de vuelta con refuerzos y la firme decisión de acabar con él. _ Mi Lord? Quinn suspiró aliviado. Se Volvió a sentar mientras Philippe se precipitaba para ayudarlo con expresión preocupada. _ Lord, hay sangre en el suelo! _ Si. Una parte es de él y otra parte es mía _. confirmó Quinn. _ Pero, antes de que cuidemos de mi herida, tenemos algo que hacer. Dónde está el arquero? Miró a la escalera, esperando que otro bulto surgiese. Sólo ahí notó, desanimado, que Philippe agarraba un arco y una flecha. _ Él fue herido en el brazo, mi Lord. Está en el castillo ahora, y su esposa le prohibió luchar.

Quinn sonrió sin ganas. Sin saberlo, Melisande lo ponía en mayores dificultades. Aunque su actitud de sanar al arquero fuese correcta, eso no lo ayudaba a resolver la situación. _ Dame el arco y la flecha. Veamos si aún tengo buena puntería. _ dijo con voz tensa. Al observar el cuerpo robusto del muchacho, concluyó que este acostumbraba a ser reclutado para trabajos pesados. Así que tuvo un palpito y preguntó: _ Sabes dónde podemos conseguir un poco de aguardiente? El otro, asombrado , le reveló un frasco de bebida que


tenia escondido entre las ropas. _ Perfecto. En ese caso, tal vez podamos arreglarnos. Philippe entonces siguió las instrucciones de él. Rasgó su propia ropa y ató la tira de tela a la punta de la flecha. Quinn embebió el paño en aguardiente y raspó su piedra para producir fuego. Preparó el arco y suspiró. _ Sólo tenemos esta chance _ dijo. _ Si _ asintió el muchacho con un cabeceo. _ Ellos pasarán a lanzar las flechas de fuego hacia la torre, cuando descubran que estamos aquí. Quinn se aproximó a una de las salientes de la pared y calculó cuidadosamente la distancia hasta su blanco, sabiendo que no podría lanzar la seta muy lejos debido a la herida en el brazo. _ Pues vamos rezar, mi amigo. Usa la piedra ahora. El soldado obedeció y encendió fuego al extremo de la flecha, haciendo que el recinto se clareó con la luminosidad dorada de las llamas. Quinn aseguró el arco y miró a través da abertura. La flecha describió un arco flameante en el cielo oscuro. Al pie da muralla, los renegados miraban hacia arriba con expresión atónita. Sus rostros fueron iluminados apenas por un lapso de tiempo, antes de que la flecha se clavase en su destino: un grupo de arbustos secos. Los arbustos se incendiaron, así como las ropas de algunos renegados que estaban muy próximos al blanco. A los gritos, los malhechores se pusieron a correr. Quinn miró a Philippe y soltó una exclamación triunfal. Los malhechores se dispersaban e iban a esconderse al bosque


. Sus compañeros que se hallaban sobre la muralla saltaban al suelo, arriesgándose a quebrarse los huesos, y echaban a correr. En medio de los árboles, se oían relinchos y el sonido de cascos que se apartaban. Un bandolero aún se agarraba al borde de la muralla, luchando por escapar . _ Captúrenlo! _ comandó Quinn. _ Él tendrá la honra de conocer nuestra hospitalidad. El renegado, que había oído aquella orden, levantó el rostro dominado por el miedo. Tomó impulso para saltar, pero fue inmovilizado por un grupo de caballeros que ya se aproximaba. Entusiasmado, Quinn apretó la mano de Philippe. En breve, el prisionero revelaría o que había detrás de las invasiones a Annosy. Melisande sintió un escalofrío al ver que estaba herido. Corrió hacia Quinn luego que notó que su brazo sangraba. Él cojeaba en medio de un grupo de caballeros, pero ella apenas se dio cuenta de su andar claudicante, demasiado afligida por la sangre que le manchaba la manga de la túnica. _ Quinn! Qué pasó con tu brazo? _ Ella se infiltró en el grupo de hombres y le tomó su brazo. _ Por qué no viniste antes? No debía descuidar tu salud ! _ Claro, mi dama. Pero te olvidas de que teníamos invasores en la muralla? _ replicó Quinn con un humor que la tranquilizó un poco. _ No, no me olvido de eso. Pero, sea como fuere, tus


habilidades no servirían de mucho con esa herida! _ Ni siquiera es el brazo que uso para empuñar la espada _ objetó Quinn en un tono ligero. Para el inmenso alivio de Melisande, había apenas un pequeña rasgadura en la manga de la túnica. Respiró profundamente y sonrió más animada. Todo estaría bien. Ella sabía cómo tratar una herida menor. _ Ven cerca del fuego. Pienso que serán necesarios apenas algunos puntos. Quinn, sin embargo, no se movió. _ No es nada , Melisande. Después cuidaremos de esto. Ahora el trabajo me espera. _ Tonterías ! Cuanto antes cuides de una herida, mejor _ ella retrucó con firmeza, disimulando el temblor en su voz. No quería demostrar cuan abatida estaba con la visión de la herida de Quinn. Y percibió que la situación podría ser aún peor: si él estuviese entre los caballeros muertos durante la confrontación, su corazón se partiría de dolor. Sería demasiado cruel perder a Quinn ahora que el futuro les sonreía con tantas promesas. _ Pues esto será tratado más tarde. Tenemos un prisionero que precisa ser interrogado cuanto antes _ insistió él. _ Un interrogatorio pode esperar algunos minutos. En ese tiempo, el prisionero no irá a ningún lugar . _ La cuestión es que precisamos descubrir lo que planean los invasores. _ Quinn la observó de modo significativo. _ Te di mi palabra de que resolvería este problema y no voy a perder esa oportunidad ahora. Melisande lo miró atentamente, divisando las huellas de


tensión que le surcaban el rostro. Podría aquella herida dolerle tanto ? Continuó escrutándolo y presintió que Quinn intentaba mantener una fisionomía impasible. Fue entonces que su mirada se posó en el borde de la túnica. después de la calza rasgada... La visión de la sangre que empapaba la tela hizo que Melisande soltara una exclamación de puro horror. Sintió un súbito vértigo y con gran dificultad se mantuvo lúcida. La sangre corría por la pierna derecha de Quinn, como un presagio funesto. _ Ten calma, mi Lady! _ urgió él. _ Pero necesitas cuidar esa herida! _ No es nada de más _ repitió Quinn. _ Ah, no? _ preguntó Melisande, atónita con su displicencia. _ Fuiste gravemente herido! Oh... cuanto sangre estás perdiendo! Debes recibir cuidados inmediatamente! _ Si, lo sé . Pero, como te dijo, preciso continuar mi trabajo. Te Prometo que volveré para tratar la herida. Ella gesticuló categóricamente. No permitiría que Quinn la persuadiese con ninguno argumento. La idea de que él fuese a morir le revolvió el estómago, envolviéndola en una nueva oleada de vértigo. Sería absurdo perderlo por causa de tamaña banalidad. Cuando habló, ya no tenía control sobre sus palabras. El pánico la dominaba. _ Quinn de Sayerne! Está completamente loco ? Por Dios, será que perdido la razón ? No sufriste un mero arañazo y, si no cuidas de esa herida, puedes hasta perder la pierna! No vale la pena correr el riesgo. Que ese prisionero te espere en la mazmorra!


_ Estoy en mi sano juicio , mujer. E insisto que, el prisionero debe ser interrogado inmediatamente. La fisionomía contraida de Quinn la dejó aún más convencida de su posición. Melisande puso las manos en la cintura golpeó un pie en el suelo, impaciente. _ Cada minuto es precioso en lo que se refiere a tu herida, no al prisionero, mi Lord. No comprendes ? Tu temeridad te puede costar una amputación y hasta tu propia vida! No permitiré que vuelvas a salir antes de ser debidamente tratado. _ El tiempo es precioso _ replicó él apretando los dientes. _ Cuanto más tarde en terminar mi trabajo, más tarde retornaré para cuidar de la herida. _ Bien, si el tiempo es tan importante, debía haber venido antes para acá. _ Melisande giró hacia uno de los caballeros que lo acompañaban. _ Vos, por ejemplo, por que trajiste a tu Lord para acá luego de que él fue herido? _Nada sabíamos de sus condición, mi Lady, pues se hallaba en la torre. Y fue gracias a su acción que los renegados retrocedieron. Después de eso fue que tomamos conocimiento de que estaba herido. _ Tu respuesta no me convence. Por qué ninguno de ustedes se quedó con su Lord para protegerlo? _ Melisande miró a cada uno de los soldados con expresión condenatoria. _ Acaso yo no les dijo que mi marido sería su Lord y líder ? No se les ocurrió que debían velar por su seguridad ? Qué clase de hombres son ustedes si no aseguran la integridad física de su Lord? Los caballeros intercambiaron miradas de fastidio .


Ninguno de ellos habló. _ No tienen una respuesta, no? Mientras tanto , su Lord se desangra! _ retrucó Melisande y, a continuación, volvió a mirar a Quinn. El súbito brillo que animó la mirada de su marido la desarmó como ya era costumbre. _ Estás tomando mi defensa, mi Lady? _ preguntó él con una nota de humor. Melisande supo entonces que se refería a la manera protectora como ella defendía a sus seres queridos. SE ruborizó violentamente. Era demasiado que Quinn se divirtiese a su costa, cuando ella estaba tan vulnerable. Sobretodo porque aún no tenía certeza de lo que Quinn sentía por ella. Percibió que lágrimas calientes se deslizaban por sus cara y no fue capaz de sofocarlas. _ Vos podrías haber muerto! _ gritó. Quinn se aproximó y la abrazó. Melisande se recostó contra su pecho ancho y silenciosamente insultó su propia debilidad. Qué haría sin él? Nunca, en toda su vida, se viro tan aterrada, tan desamparada. _ No te aflijas, mi dama _ le susurró Quinn. _ No te prometí que volverías para estar a tu lado? _ Pero estás perdiendo sangre... _ Preciso saber cuales son los planes de los invasores _ insistió. La mano de él se posó en su nuca, acariciándole los cabellos. _ después, podes estar segura de que iré a la cama y vos podrás cuidar de mí por cuanto tiempo quieras. los caballeros sofocaron discretamente su risa. _ Quinn! _ protestó ella, ruborizarse.


_ Vos necesita otro tipo de cuidados! Estaba tan colorada que sólo percibió que él bromeaba cuando sus miradas se encontraron. Quinn le acarició la punta del mentón y le sonrió. _ Todo terminará bien. Yo me demoraré apenas algunos minutos. Soy fuerte, no te preocupes. Haz todos los preparativos necesarios. Estaré de vuelta antes que hayas terminado. _ No Creo en vos _ Melisande murmuró, infeliz. _ Vas a pasar mucho tiempo con el prisionero y agravarás tu herida. Ya perdimos mucho tiempo con está discusión. _ No te preocupes, ya te dije . No te obligaré a quedarte conmigo en la cama por el resto de mis días! _ bromeó él, malicioso. _ Quinn, no te burles de mí ! Ese asunto es de gran gravedad! Él se quedó serio. Le Tocó los labios. _ Yo lo sé. Y no pretendo que mi pierna sea amputada. Ahora ve a cuidar de tus quehaceres. Y luego estaré de vuelta. Se quedaron en silencio por un largo momento. Por fin, Melisande aceptó con un cabeceo y retrocedió. _ Si, mi Lord _ murmuró, aferrándose a la creencia de que él de hecho no se demoraría. Quinn se apartó, amparado por sus hombres. Ella acompañó sus movimientos con el corazón apretado. Si perdiese la pierna por causa de su propia obstinación, Melisande seguiría el ejemplo de Berthe y le diría un sermón que se prolongaría por el resto de su vida...


Ella se dio vuelta deprisa hacia sus criadas y dijo con firmeza: _ Llenen una tina con agua caliente en mis aposentos. Enciendan la chimenea , coloquen piedras calientes en la cama, a fin de que mi Lord no pase frío más tarde. Vamos, apresúrense ! El prisionero estaba silencioso . Sentado entre dos guardias, en un banco de la celda,. Los caballeros se mantenían erectos e impasibles, las manos apoyadas en el cabo de sus espada. Cuando Quinn se aproximó, el rostro del hombre se iluminó ante la visión de su herida. Él sonrió con petulancia. _ Entonces acertamos un buen golpe hoy _ dijo malvadamente, a modo de saludo. A Quinn no le gustó su cumplimento. _ Y pagarás caro por esto _ replicó lacónicamente. _ Oh, claro. Uno de l os caballeros que acompañaban le ofreció un banco a Quinn y él se sentó agradecido. La herida ardía y latía terriblemente, aunque nunca hubiese admitido eso a Melisande. El recuerdo de la preocupación que ella había manifestado, le hizo sentir un nuevo aliento. Su mirada se encontró con la mirada fría del prisionero. Se le Ocurrió devolverle el insulto que le había sido dirigido, pero cambió de idea. En vez de eso, sonrió, haciendo que el otro ya no se sintiese tan confiado. _ Qué hombre puede sonreír cuando es su propio sangre la que vierte a sus pies? _ preguntó el renegado con acidez. Quinn se acomodó en el banco y lo escrutó con expresión


aguda. No paró de sonreír. _ Parece que me cabe a mí hacer las preguntas aquí. El prisionero miró de reojo a los cinco soldados que lo rodeaban e inquirió con insolencia: _ Vos sos el líder? _ Yo soy el Lord de estas tierras _ dijo Quinn para imponer respeto. _ Así, no me hagas reír! Annosy no tiene Lord. La sonrisa de Quinn se agrandó. _ Ah, tiene , si. Evidentemente vos no hablaste con Lord de Tulley en los últimos tiempos. El otro estrechó los ojos con escepticismo, pero él percibió que ahora tenía toda la atención del renegado. Consideró la idea de liberarlo después del interrogatorio, a fin de que pusiese a su jefe al tanto de la nueva situación de la propiedad. Pero , obviamente, eso dependería de su intención de colaborar con él. _ Qué tiene que ver con esto Lord de Tulley? _ atacó el prisionero. _ Como debes saber, Annosy es parte de sus dominios _ respondió Quinn, apreciando el modo en que sus palabras perturbaban al homebrecito. _ No venga a decirme que Tulley reconoció a uno de sus hijos bastardos y le entregó Annosy _ replicó el otro, incrédulo, observando atentamente las facciones de Quinn en busca de alguna semejanza entre él y Lord de Tulley _ Yo no creo ni una sola palabra de ese disparate ! _ Soy apenas un vasallo de Tulley. _ Quinn distorsionó un


poco la verdad para simplificar las cosas. Valía la pena darle material a aquel hombre para persuadirlo a hablar. _ Quinn de Sayerne es mi nombre. Soy el Lord de Sayerne y, ahora que desposé a Lady Melisande, me convertí también Lord de Annosy. Los ojos del otro casi saltaron de sus órbitas, tan grande era su espanto. _ Eres hijo de Jerome de Sayerne? _ Si. _ Uno de sus bastardos? _ No. Su hijo legítimo. _ Estás mintiendo! Sayerne tenía un solo hijo legítimo, que se fue a Oriente hace muchos años. Nadie nunca más supo de él. Quinn esbozó una lenta sonrisa ante el descreimiento del prisionero. _ Volví. _ Hizo una pausa para que el otro digiriese la información y preguntó: _ Y, vos, quién sos ? El renegado se enderezó y lo miró con hostilidad. _ No ese asunto suyo . _ Ahí si que te engañas. Yo tengo todo el derecho de saber de quien es la carne que los ratas roerán en mi celda. Involuntariamente, el hombre miró a las sombras que se alargaban en los costados da celda. Sacudió a cabeza. _ Las ratas no me asustan. No es con un artificio de esos que me obligarás a hablar. _ Perfecto. Hace ya algún tiempo que no tenemos huéspedes aquí. Digamos que los roedores quedarán bastante contentos con tu compañía. Me gustaría saber si


no le incomodaría entretenerlos. Para mí todo es muy simple. Vos serás castigado por tu impertinencia y ninguno de mis hombres precisaran ensuciarse las manos. Eso es bastante conveniente. El prisionero se estremeció, a pesar de su determinación de no capitular. _ No tengo nada que decir. Sus ratas que se vayan al infierno! _ replicó. _ Hmm... Quinn miró para al suelo con aire pensativo. Viendo que el hombre insistía en su mutismo, fingió olvidarse de él momentáneamente, giró hacia el caballero a su lado y comentó con aire casual: _ Eso me recuerda de una providencia que precisaremos tomar, ahora que gané la posesión de Annosy. Amalryc, es verdad que las ratas están proliferando fuera de control ? Por ahora sirven a nuestros propósitos, pero están cada día más voraces. Los siervos se quejaron de que atacaron recientemente un depósito de granos. Pero tarde o temprano , tendremos que exterminarlas, o toda la aldea sufrirá una verdadera plaga. Sin contar que podrá convertirse hasta en una epidemia. La muerte por esa peste no es un espectáculo nada bonito de ver. Como Lord de estas tierras, tengo obligación de velar por la seguridad de mi gente. El caballero comprendió de inmediato el objetivo y ni pestañeó al responder. _ Realmente, las ratas se están tornando un problema, Lord. Y parece que cada camada tendrá crías mas grandes


y más fuertes. Ni los gatos se aventuran más a aproximarse a la mazmorra. Ya hace tres meses que impedimos los roedores de entren en los almacenes de comida, y están más hambrientos que nunca. Quinn entonces pareció acordarse del prisionero. Lo Miró, sacudiendo a cabeza. _ Es una pena. Parece que ya no estará vivo por la mañana y no podrá relatarnos nada útil. Dicho eso, se levantó y fue rengueando hasta a puerta de la celda. Allí se detuvo , giró la cabeza ligeramente y se dirigió a los dos hombres que ahora trataban de sujetar las muñecas y los tobillos del prisionero. _ Vamos yendo. Es hora de cenar. Todos lo siguieron y a puerta de la celda fue cerrada. El sonido de las puertas de hierro funestamente hirvieron eco en los corredores subterráneos. Ante una señal de Quinn, los dos soldados permanecieron al pie de la escalera, mientras que los otros tres subían golpeando los pies . El local quedó a oscuras. Quinn esperó que los minutos pasasen. EN un momento dado , arañó el escalón de piedra. Los caballeros lo imitaron, y los tres se entregaron a la tarea de producir sonidos que se parecían al ruido de pequeñas patas arrastrándose. Iban de un lado a otro, siempre arañando, arañando y arañando... El silencio y l a oscuridad parecían amplificar el sonido de sus uñas en la piedra. El prisionero aguantó valientemente por algunos minutos. _ Quinn de Sayerne! _ gritó finalmente. _ Quinn de


Sayerne! No me deje aquí para ser devorado por las ratas ! Diré todo lo que sé, no omitiré nada, lo juro ! Quinn y sus caballeros interrumpieron la farsa por algunos segundos y después a retomaron la tarea . Tenían que garantizarse que el hombre quedase lo suficientemente asustado para cambiar de idea y que no desconfiara de la artimaña. El prisionero se desesperó y su voz se alteró.. _ Quinn de Sayerne, se lo imploro! Libéreme y confesaré todo! Pasados unos minutos mas, Quinn abordó silenciosamente a uno de los caballeros y lo impelió escaleras arriba. El prisionero suspiró con tal alivio que se podía oírlo exhalar el aire. Los caballeros tuvieron que hacer un tremendo esfuerzo para no reír. _ Vos ahí, en la celda! Trata de quedarte quieto y no perturbes a mi amo que ahora está cenando! _ advirtió el que estaba en lo alto de la escalera. Quinn gesticuló entonces para que bajase y cerrase la puerta con un golpe, Después un golpe estruendoso, todo volvió a quedar a oscuras. Y los dedos diligentes volvieron a arañar y arañar. _ Quinn de Sayerne, tenga piedad! Le suplico, muestre misericordia y sabrá todo lo que quiera saber! _ se angustió el renegado. Después de algunos instantes de suspenso. La puerta volvió a ser abierta. Los dos caballeros descendieron las escaleras pisando con fuerza. _ Qué te dio ? No podes dejar a nuestro amo cenar en


paz? _ inquirió uno de ellos. _ Por favor, por favor! Díganle que reconsideré y estoy dispuesto a hablar. Díganle que revelaré la identidad de los hombres que estuvieron esta noche. El caballero frunció la nariz. _ Parece que cambias de idea muy rápido. _ Pero hay ratos por todas parte! Centenas... No, millares de ellas! Las oí andando por el corredor, sentí su hocico helado tocar mis pies! El caballero se hizo el difícil: _ Mi amo podría no querer interrumpir su cena. _ No me importa se tengo que esperar! Sólo les pido que no apaguen la luz al salir, así las ratos quedarán intimidadas y no vendrán cerca mío! _ el hombre habló con voz urgente. _ Iré a hablar con mi Lord y veré lo que él dice sobre esto. Los dos caballeros se retiraron y subieron la escalera, apenas conteniendo la risa. Quinn aguardó. Cuando el prisionero comenzó a lamentarse en voz alta, juzgó que era el momento oportuna para interrogarlo. El hombre que encontró en la celda nos e parecía ni un poco al insolente que entrevistara hacía poco. Tenía la frente bañada en sudor y su mirada ya no revelaba arrogancia. Casi se desmayó al ver a Quinn. _ Lord! Fue mucha se bondad al venir en mi auxilio! Yo le diré todo lo que desea saber, pero, por favor, no me deje a la merced de las ratos de nuevo ! Quinn se sentó en el banco. _ Como te llamas ? _ preguntó sin rodeos.


_ Percival, Lord. Percival de Provins. _ Y por orden de quien vos y tus compañeros nos atacaron? El hombre humedeció los labios y respiró profundo. _ De mi amo. Él quiere reclamar Annosy como parte de sus dominios. Quinn reflexionó un instante. Frunció el ceño. _ Su Lord entonces posee sus propios dominios? _ Si. Su mujer es heredera de Perricault. _ Perricault no queda muy lejos de aquí. _ No. Sus tierras limitan con Annosy _ explicó el renegado. _ Pero aunque Annosy cayese bajo el yugo de su amo, Tulley marcharía con su ejército hacia aquí. El renegado encogió los hombros. _ Mi Lord declara que tiene un plan para silenciar las objeciones de Tulley, cuando tuviese la posesión de Annosy. Cruzando las manos, Quinn ponderó aquellas informaciones. El comandante de aquellos ataques no se contentaba con sus propias tierras y quería anexar también Annosy. Para ello, acechaba a la propiedad con constantes asaltos, atribuidos a bandoleros. No era un plan ético, aunque surtiese efecto. _ Y quien es el hombre que desposó a la heredera de Perricault? _ Arnaud de Privas. _ Arnaud de Privas _ repitió Quinn, el nombre le sonaba familiar. Melisande no había prometido casarse con un cierto Arnaud? Tenía casi certeza de que ella mencionó aquel nombre. Si así fuese, por qué aquel hombre atacaba


Annosy? Sería una venganza contra él, por haber desposado a Melisande? No, no tenía sentido. Arnaud estaba casado con la heredera de Perricault. _ Cual es el motivo que impulsa a su amo a atacar Annosy? Más una vez, el renegado se encogió de hombros. _ Debe ser porque limita con las tierras de él. Y también porque es una propiedad próspera. Desde que se casó con Lady de Perricault, en el verano pasado, se ha dedicado a ese objetivo. Si aquello era verdad, entonces los ataques no tenían ninguna relación con su persona, concluyó Quinn. Arnaud se había casado antes que Melisande y, por lo tanto, fue el primero en quebrar la promesa que los unía. _ Me Estás diciendo que tu amo vine urdiendo ataques contra Annosy desde el verano ? _ preguntó con aire de duda. _ Y aún no logró apoderarse de la propiedad? Confieso que no emplearía a los hombres de él a mi servicio. Como era previsible, el renegado sintió su orgullo herido. _ Fue el propio amo quien nos instruyó acerca de cómo asediar a la gente de Annosy, sin realmente causar gran daño. Hasta entonces, nuestra mayor osadía había sido quemar el molino. Pero esta vez, nuestro Lord determinó que comenzásemos a provocar más estropicios. Quinn extrañó que eso hubiese sido decidido justamente en esa noche de su llegada a aquellas tierras. _ Y por qué cambió de táctica? _ Se Está poniendo impaciente. Quiere resolver pronto las


cosas. Esta noche él mismo supervisó el ataque, por primera vez. _ Hablas en serio? El prisionero asintió. _ Fue mi amo quien el atacó en la torre. Por eso todos lo siguieron cuando él huyó. Quinn miró la herida en su pierna. La desconfianza comenzaba a fermentar en su interior. No le agradaba que Arnaud de Privas atacase Annosy justamente después de que él hubiera cruzado sus portones. Aquel tajo profundo le hacía recordar los días que pasara preso en Oriente. El hecho de haber sido infligido por el antiguo pretendiente de su esposa no eran buenas noticias. Melisande se habría comunicado con su ex-amante mientras él mismo estaba en Sayeme? No era improbable que los dos firmasen un acuerdo secreto para que Melisande garantizase la posesión de Annosy. En ese caso, los asaltantes habrían estado escondidos en el bosque, aguardando la llegada de él. Sería posible que Melisande lo trajese ? Ella ya había hecho eso una vez. Además, no le había confesado que amaba al tal Arnaud? No juraba que Annosy le pertenecería enteramente? Quinn se sintió súbitamente nauseado. Ahora que reveía los acontecimientos con otros ojos, llegaba a la conclusión de que la actitud de Melisande fue un tanto sospechosa. Primero, huía de Sayerne y ahora lo recibía en Annosy con toda buena voluntad. Ese


comportamiento tal vez confirmase sus peores temores, aunque Quinn prefiriese pensar que Melisande estaba aprendiendo a confiar en él. Aunque, la sangre que le manchaba las ropas le advertía que tuviese cuidado con su esposa. Quinn se levantó y fue hasta la puerta de la celda. Se Ocurrió que Melisande apenas había fingido preocupación respecto a su herida para que él no sospechase de su trama. Había sido traicionado nuevamente. Y por una criatura que ya se había mostrado traicionera. Bayard se engañaba . Él confiaba demasiado en las personas y, con la misma presteza, retiraba la confianza depositada. Aunque, esa vez se había precipitado al perdonar y olvidar la afrenta que le fue infringida. Mientras iba pensando, Quinn aún buscaba borrar las sospechas de su corazón. No, no, se equivocaba . Melisande no podía haberlo traicionado una vez más. Sentía el estómago quemándole de ansiedad. Precisaba hablar con Melisande sin demora. Precisaba saber la verdad. Mirada en sus ojos y ver lo que le revelaban la mención del nombre de Arnaud de Privas. Y era eso lo que haría inmediatamente. Giró sobre sus talones y observó al prisionero. _ Serás liberado, pues ya haz estado demasiado en esta celda. Vuelve a tu lugar y dile a tu amo que yo no voy a regalar aquello que es mío _ declaró. Quinn entonces se dirigió a las escaleras con determinación. Mientras iba caminando, hizo que los dos


caballeros que lo habían escoltado jurasen que no dirían una palabra sobre las revelaciones del prisionero. Conforme a lo combinado, Melisande lo esperaba en sus aposentos. Su docilidad lo aplacó y al mismo tiempo alimentó la desconfianza de él. Luego que Quinn entró, ella lo observó llena de preocupación y fue a recibirlo en la puerta del cuarto. Quinn resistió sus encantos. Finalmente, Melisande no insistía en que quería ser independiente? Si ahora se mostraba sumisa a la voluntad de él, sólo podía ser con la intención de llevar adelante la farsa. _ Forzaste mucho la pierna herida. Ven a acostarte _ dijo ella con suavidad. Quinn se dejó guiar, sintiendo el corazón amargado. Una criada vino a quitarle las botas, pero Melisande la dispensó afirmando que cuidaría personalmente de él. _ Tráeme agua caliente y retírate luego _ agregó con impaciencia. Por un segundo, Quinn deseó que su dedicación fuese fruto de genuino afecto. Pero, cuando la criada los dejó a solas, no consiguió descifrar a Melisande. Si estuviese equivocado, cometería una terrible injusticia. Si sus suposiciones fuesen correctas, el dolor de la traición lo dejaría simplemente arrasado. Desalentado, miró su propia pierna. Melisande creía que estaba agotado y lo ayudó a quitarse las botas y la ropa con gestos eficientes. Sólo vaciló un momento antes de descubrir la herida del muslo. Quinn le sondeó el rostro y percibió que ella estaba aprehensiva.


Si estaba fingiendo, entonces era una excelente actriz, pensó él, apoyándose en el respaldo de la cama y cerrando los ojos. La pierna le dolía mucho. Melisande lo cubrió con o sábana, esperó que la criada retornase trayendo más agua caliente y se puso a lavarlo con un paño húmedo. Quinn sentía el peso de las manos de ella yendo y viniendo en su cuerpo. Disfrutaba una sensación de relajamiento y al mismo tiempo recelaba que aquella fuese la última vez que probaría el contacto de su mujer. La Admiraba por la fuerza que le infundía. Él la amaba. Simplemente la amaba. Con ese pensamiento, Quinn abrió los párpados. Miró el techo , bajo el impacto de la verdad que anidaba en su corazón. Melisande era todo lo que siempre deseó como compañera, y aún más. Era valiente , sensual, amorosa, bonita e inteligente. Y tal vez traicionera. Cuando ella terminó de lavarlo, Quinn se levantó apoyando un codo para mirarla mientras le hacía las curaciones necesarias. Las pestañas claras le sombreaban la cara, su semblante asumía una expresión compenetrada mientras acomodaba el vendaje con cuidado. Después, Melisande se enderezó y esbozó una sonrisa tranquilizadora. _ Ahí está. La herida cicatrizará. Como Quinn se mantuvo callado, la sonrisa de ella gradualmente se fue apagando. Pero, antes que pudiese preguntarle que estaba mal , antes que pudiese vencer as defensas de Quinn, él se adelantó y le dijo directamente _ Como se llama el hombre con quien estabas de novia?


Melisande desvió la mirada deprisa y, cuando volvió a mirarlo, crispaba las manos nerviosamente los cobertores. _ Él no era exactamente mi novio _ respondió con cautela. Quinn ocultó la punta de esperanza que venía alimentarlo. _ Pensé que habías dicho que estabas prometida a él observó. _ Si. Hicimos un juramento hace dos años, pero era un compromiso sólo entre nosotros. No se trataba de un noviazgo oficial, con contrato firmado y otras formalidades. _ Como se él llama? Melisande suspiró. _ Arnaud de Privas. Pero , Quinn, yo preferiría olvidar ese asunto. Quinn tuvo un escalofrío. después su corazón comenzó a latir más rápido. Arnaud de Privas ! Entonces fue su exnovio quien lo había herido ! _ Y vos lo amas? _ preguntó. Cuando Melisande volvió a desviar o mirada, se puso aún más inquieta. _ Quinn, yo... _ Responde. Ella contrajo los labios . _ Si, eso es, yo pensé... Melisande amaba a Arnaud. Aquello era todo lo que precisaba saber. No quería oír más nada. _ Ahórrame los detalles de tu enlace romántico _ la interrumpió. _ Acaso sabe dónde ese Arnaud se encuentra ahora? _ No, Quinn. Pero eso no me importa _ dijo ella con un


meneo. Melisande caía en una contradicción, reflexionó Quinn. Era evidente que mentía. El corazón de él estaba cada vez más atormentado. Melisande admitió su amor por su ex-novio. No había más duda de que el afecto que parecía dedicarle no pasaba de una grotesca escenificación. _ Para de mentir, mujer! Vos afirmaste que habías entregado tu corazón a ese hombre. Ahora quieres hacerme creer que tus sentimientos cambiaron tan deprisa? _ Quinn apretó los dientes y se inclinó hacia ella. _ Sólo me gustaría que me explicases, mi Lady, por qué ese Arnaud se casó con otra mujer! _ Eso es una mentira perversa! A los ojos de Quinn, la exasperación de Melisande era otra prueba de su culpa. _ Si Tulley te dijo eso, está completamente equivocado! Arnaud jamás sería capaz de... _ No me irrites exaltando la fidelidad de tu bien amado _ él contrapuso secamente. _ Un hombre herido tiene derecho a reposar. _ Un hombre herido tiene derecho a saber la verdad antes de reposar ! _ Ya conozco la verdad, mi Lady, y debo decirte que ella no es agradable. Melisande se levantó, os ojos verdes lanzando centellas. _ Yo aclararé este asunto si tienes la amabilidad de concederme tu atención. _ No hay nada que aclarar.


Quinn hizo una mueca de dolor al sentir una puntada en la pierna. Se acordó de la ferocidad de su oponente y se cuestionó si no había planeado matarlo en la torre, fallando apenas por subestimar sus habilidades de espadachín. Y si Arnaud retornase para terminar lo que había comenzado? Quinn experimentó un escalofrío ante la proximidad poco bienvenida de la muerte. No podía permanecer en Annosy. Dormiría una noche mas en aquel nido de serpientes y , a la mañana siguiente partiría a la seguridad de Sayerne. Si Arnaud decidía atacarlo en su propio territorio, Quinn podría contar con más aliados para defenderse que aquí... _ Quinn, hay que esclarecer la situación , pues percibo que llegaste a conclusiones precipitadas _ insistió Melisande. La forma en que ella persistía en aquella farsa lo irritó. _ No estoy sacando conclusiones precipitadas _ replicó en tono áspero. Se Sentó y sus ojos castaños parpadearon . _ Vos misma afirmaste que amabas a Arnaud de Privas y simplemente creí en tus palabras. Vos misma declaraste que te casabas conmigo contra tu voluntad. Vos misma afirmaste que lucharais hasta el final para conservar la posesión de Annosy. Vos misma dijiste que mi inhabilidad para administrar una tierra llevaría a Annosy a la ruina. _ Quinn, yo no quise decir... _ Pues, al ver Annosy con mis propios ojos, percibo por qué le das tanto valor _ prosiguió él, exaltado. _ Quise ayudarte para fortalecer nuestros lazos. Ahora veo que nunca debí haber acordado con la propuesta de Tulley. Estoy harto. Quiero estar en paz conmigo mismo. Mañana


temprano volveré a Sayerne y retomaré las obras de reconstrucción como pueda, con la mano de obra disponible. Se, aún así, Tulley quisiera destituirme de mi herencia dentro de un año, que sea hecha su voluntad. Olvidaré Sayerne y volveré a ganar mi pan con la espada, como antes. Nadie podrá acusarme de no haber hecho todo lo posible para honrar mi compromiso. _ Pero no te puedes ir ! Y si Annosy sufre un nuevo ataque? _ se alarmó Melisande. Quinn le lanzó un mirada insondable. _ Dudo que eso pase . _ Pero... Cómo puedes tener tanta certeza ? Qué te dijo el prisionero? _ Nada que no sea de tu conocimiento. Ahora me dejas dormir _ replicó él sombríamente, girándose hacia la pared e ignorando la amargura que se estampaba en el rostro de Melisande. _ Haré una cuestión de solicitar a Tulley que te dé el título de Sayerne. Sería injusto privarte de tu herencia _ dijo ella, y su tono parecía tan franco que Quinn casi deseó creer en su sinceridad. Él suspiró. El problema es que ya no creía en nada de lo que su esposa decía. _ Por favor, mi Lady. No prolongues esta conversación inútil. Déjame dormir en paz. Con eso, Quinn cerró os ojos, ante o silencio atónito de Melisande. Ella se quedó inmóvil por algunos instantes, tamborileando los dedos, como se no supiese que hacer. después dio un suspiro e se levantó, apartándose do lecho.


En aquella noche, él soñó con Oriente. Y, en su sueño, revivió cada momento de la maldita batalla perdida. La nueva herida le recordaba la antigua. Se movió en la cama , agitado, asombrado por visiones del pasado. La primera claridad de la aurora se presentó . A Quinn le Pareció que no había pegado un ojo en toda la noche. Cuando se sentó en la cama, su mirada recayó sobre Melisande, encogida delante de la chimenea. Quien contemplase el semblante angelical de ella jamás sospecharía cuan negro era su corazón. Pero , a pesar de todo, Quinn tuvo el impulso de traerla para a la cama y cubrirla de besos y caricias. Lo extrañaba que aún pudiese sentir deseo y hasta ternura por aquella mujer que lo apuñalara por la espalda . Definitivamente, precisaba partir. O la tentación de quedarse podría tornarse muy seductora . Cuando terminó de vestirse, miró de nuevo hacia ella. No tuvo coraje de dejarla durmiendo en el suelo, como si fuese una sierva. Cuidadosamente, se la tomó en los brazos y la echó en la cama. Se Demoró un momento admirando la belleza de su rostro, como si quisiese grabarla en la memoria. Aquella fue a última vez que tendría a Melisande en sus brazos. Tal constatación tornaba el momento aún más amargo. Antes que flaquease, Quinn la cubrió y retrocedió un paso. Melisande sonrió, sin despertar, y se acomodó en el espacio donde él había dormido. Quinn tragó sus lágrimas. Sabía que abandonaba algo que nunca había existido . Estaba solo. Y estaría mejor solo en


Sayerne. Quinn se sorprendió al encontrar con un viejo hombre acostado en el establo, al lado de su caballo. El muchacho de la caballeriza hizo un gesto de descaso para explicar su presencia allí y condujo a su caballo al patio. _ El viejo pasó la noche toda allí _ comentó. _ No quería perderme la partida del amo _ se apresuró a esclarecer el hombre, levantándose deprisa y acercándose a ellos. Alisó su ropa simple y levantó la mandíbula, mirando a Quinn. _ Yo lo vi anoche y supe de la valentía que demostró. Iría a Sayerne si supiese el camino. Quinn desvió la mirada, consciente de que Melisande no aprobaría que él partiese llevando consigo aldeanos. Por otro lado, ella lo había engañado . Y él precisaba mano d obra. _ Tiene una montura, mi buen hombre? _ indagó. El otro meneó la cabeza en una negativa. _ Todo lo que poseo es una mula y un carro. Mi esposa llevará nuestros pertenencias a Sayerne si nos acepta allá. Pero no desconfíe, ella es honesta y trabajadora, así como nuestros tres hijos. Quinn sonrió y extendió el brazo para apretarle la mano. _ Su colaboración y la de su familia serán bienvenidas en Sayerne. El viejo sonrió nerviosamente, sin esconder su alivio. _ No es que no esté contento aquí... Y no me gustaría que su esposa pensase eso _ esclareció. _ Pero tengo tres bocas para alimentar y, aunque nuestros hijos nos ayuden, nuestra tierra no es suficiente para el cultivo.


_ Es un hombre libre? _ Si, mi Lord. Sólo necesito un terreno mayor. Si su palabra es tan buena como su espada, quedaré inmensamente feliz de unirme al Lord. _ Mi palabra es mi garantía. Tráigame una declaración que especifique el tamaño de su terreno. En Sayerne, yo le daré un terreno y medios para establecerse. _ Estoy muy agradecido, mi Lord. _ El administrador ya sabe de su decisión? _ Si, mi Lord. _ Entonces, mi escudero Michel lo guiará hasta Sayerne. No tendrá dificultad en reconocerlo. Fue él quien les trajo mi misiva, semanas atrás. _ Me acuerdo bien de él. _ Entonces nos veremos en Sayerne. El hombre sonrió. _ Si. A tiempo de comenzar el cultivo.

Capítulo XII Melisande resistió por una quincena. Después no aguantó más y decidió ver a Quinn en Sayerne. El shock de despertar y descubrir que su marido había partido comenzaba a desaparecer y ella pudo ordenar las ideas. Precisaba hablar con Quinn y mostrarle que era inocente, fuese cual fuese la acusación que él le hacía.


El hecho que su regla no le hubiese venido en el último mes también pesó en aquella decisión. Melisande sabía que esperaba un hijo de Quinn. Se Veía en la obligación de contarle lo que le pasaba. Él quedaría contento con la noticia. Finalmente, tendría un heredero que le garantizaría Sayerne. EN lo profundo, sin embargo, Melisande estaba recelosa de que como ella estaba gestando el heredero, Quinn ya no tuviese más necesidad de quedarse al lado de ella. E aquel era su dilema. Precisaba ir a Sayerne. Y al mismo tiempo temía que, al hacer eso, le diese a Quinn un pretexto para continuar evitándola. Ella caminó hasta los campos donde los bueyes empujaban el arado, disfrutando la brisa fresca. Las señales de la primavera estaban por todas partes. La capa de tierra era espesa, y los gritos de los muchachos que orientaban la pareja de bueyes se elevaban en el aire. Curiosamente, Annosy no sufriría nuevos ataques. Melisande se preguntaba como Quinn podía haber demostrado tanta certeza de que así sería. Roger la alcanzó y la acompañó. Estaba muy satisfecho con el desarrollo de los acontecimientos. Charlaba sobre las amenidades y Melisande asentía distraídamente. _ Como está el número de semillas? _ preguntó ella en un momento dado . El castellán se concentró mientras hacía los cálculos. _ Lo suficiente y aún nos sobran algunas bolsas. Tenemos suerte porque este año la oferta de semillas es escasa. Su información atrajo el interés de Melisande.


_ Si es así... Mi Lord puede enfrentar dificultades para comprar semillas para Sayerne _ conjeturó ella. _ Es muy probable _ confirmó el castellán. _ La zafra no fue tan buena en el otoño, aunque el consumo de invierno no estuviese alterado. Creo que su marido tendrá que buscar lo que precisa en otras regiones. Melisande se mordió el labio, meditativa, al vislumbrar ahí un buen pretexto para visitar a Quinn. Tal vez, con eso, enfriase los ánimos de Quinn y lo volviese más accesible. _ Crees que podemos economizar semillas y enviar lo que sobra para Sayerne? Roger frunció la frente . _ Eso se podría hacer . Sin embargo, quedaríamos en el límite de nuestras necesidades. Melisande se apresuró y miró a los campos recién arados. Y su mente divagaba. Quería ver a Quinn. Quería probarle que lo apoyaba en sus metas, aunque Quinn no la apoyase en las de ella. Sayerne era su razón de vivir y la tarea de restaurarla le llenaba su espíritu. Estaba Claro que, si Melisande deseaba formar parte de la vida de él, debería mostrar interés por su empresa. _ Pediré el apoyo de los aldeano en esta cuestión _ resolvió en un impulso. _ Es probable que contribuyan espontáneamente, ya que mi Lord nos libró de los bandoleros. _ Si, él realmente nos sacó un peso de encima _ admitió Roger. _ Las últimas semanas fueron muy tranquilas. Es bueno poder dormir por las noches sin recelo. _ Él carraspeó y agregó: _ Yo mismo voy a contribuir con semillas de mi propia huerta. Así, los arrendatarios del


Lord podrán comer algo mas allá de pan. _ Buena idea, Roger. Pediré al cocinero que reserve semillas de hierbas y tubérculos también. Y hablaremos con todos los siervos para que contribuyan con lo que tengan a su alcance. _ Será un placer ocuparme de eso, Lady. Melisande sonrió satisfecha. Si Roger organizase la recolección de las semillas, en breve habrían mucha donaciones debidamente clasificadas. _Gracias . Cuando todo esté listo, yo me encargaré de llevar las bolsas a Sayerne. _ Trabajaré lo más rápido que pueda, mi Lady. Ella aceptó con un meneo y el castellán le hizo una reverencia, apartándose con pasos resolutos para ir ocuparse de sus tareas . Melisande lo siguió con la mirada y acabó avistando a Berthe a la distancia. Afirmó su decisión. Si, iría a Sayerne y llevaría a la moza consigo. Tal vez consiguiese acabar con el desencuentro entre Bayard y ella. Eso la hizo pensar que en su desencuentro con Quinn tal vez no fuese fácilmente solucionado. O tal vez jamás fuese solucionado... La idea era aterradora. Pero tenía que ser fuerte y hacer lo que le dictaba su consciencia: le llevaría las semillas a Quinn y le daría la buena nueva de que había un heredero en camino. Y, costase lo que costase, descubriría por que él hallaba que ella lo había traicionado. Bajo el cielo claro y brillante, Arnaud de Privas observó la


pequeña comitiva que dejaba los portones de Annosy. Escondido detrás de una arboleda, acompañó los movimientos del grupo atentamente y reconoció a Melisande. Quedó confuso, sin adivinar hacia donde podría estar dirigiendose. Una administradora responsable como ella jamás se ausentaría en aquella época del año. Había mucho trabajo en los campos y el castellán no podría supervisar todo solo. Cuando un carro de provisiones cruzó los portones, él quedó aún más intrigado, preguntándose a donde Melisande llevaría aquellas provisiones. Toda la situación era claramente irregular. EN los últimos días, los acontecimientos venían tornados inesperados. Era como si el preciso mecanismo del mundo se hubiese descontrolado, resultando en cadena de hechos extraños. Aún se acordaba de cuando uno de sus hombres fue liberado y le viniera a contar que había un nuevo Lord en Annosy. A Arnaud sólo pudo reír, pues sólo existiría un Lord de Annosy: él mismo. Tenía que reconocer que aunque Quinn de Sayerne fue un adversario formidable, Arnaud sabía que fue la suerte que lo librara de morir por la hoja de la espada de él. La próxima vez que lo enfrentase, se aseguraría que no hubiese chance de error. Él consideraba a Quinn de Sayerne de la misma forma que consideraba a su esposa Marie de Perricault: como un problema menor. El hijo de Jerome representaba apenas un pequeño desvío en la ruta de su plan de posesionarse de Annosy. Pero Arnaud suponía que el plan que trazara


inicialmente aún podía tener éxito . Bastaría con hacer algunas alteraciones. Sonrió de para sí, ya anticipando su triunfo. Sería Lord de tres propiedades y, bajo su yugo, ellas se convertirían en un único y vasto territorio. Su sonrisa fue substituida por una mueca rencorosa cuando pensó que todo habría sido más fácil si el renegado liberado en Annosy hubiese retornado directamente a Perricault. Cuando finalmente uno de sus espías fue enviado a vigilar los portones de Annosy, ya era tarde. No había medios de saber si Quinn de Sayerne había partido o no. Él mismo, entonces, se puso a espiar Annosy, con la esperanza de avistar alguna señal que indicase la presencia del hijo de Jerome. Tal vez la partida de Melisande fuese la señal que había estado esperando. No era probable que viajase sola si su marido aún permanecía en Annosy. Cuando el pequeño grupo tomó el camino que llevaba a Sayerne, Arnaud sonrió satisfecho al ver su pregunta respondida. Quinn estaba con los aldeanos, ocupado en marcar la delimitación de un terreno, cuando Bayard vino a llamarlo. _ Lady Melisande se aproxima a los portones _ informó con calma, con tanta calma que Quinn creyó haberlo entendido mal. Ella no podía haber venido.. Quinn estaba luchando con una piedra particularmente pesada. Levantó la cabeza con un movimiento brusco al oír las palabras de su amigo y supo que este observaba su reacción. Pero Bayard, felizmente, se abstuvo de hacer cualquier


comentario. _ Debo darle permiso para entrar? _ preguntó él en un tono inexpresivo. Entonces Melisande verdaderamente estaba allí. Quinn suspiró y apartó una mecha de cabello que le caía sobre la frente, sabiendo que era un tonto por alegrarse con la llegada de ella. Si fuese más sensato, nunca más desearía volver a verla. La mujer lo había usado , y engañado y poco le importaba de sus sentimientos. Ahí estaba en resumen lo que había sido su casamiento. Y, aún así, Quinn soñaba con sus besos. Aún así, sentía el corazón latir aceleradamente ante la simple mención del nombre de ella. Era realmente un tonto. Las tres semanas que pasara lejos de Melisande de poco sirvieron para ayudarlo a olvidarla. Y ahora ella volvía para atormentarlo. Podría prohibirle la entrada, mandaría al guardia a decirle que no era bienvenida en Sayerne... _ No te preocupes. Yo mismo iré a abrir los portones para darle la bienvenida _ Quinn se oyó decir, contrariando todas sus resoluciones anteriores. Tiró las herramientas, se sacudió el polvo de las calzas. Se enjuagó el rostro con un lienzo y se dirigió a la entrada de la propiedad, sin considerar lo que Bayard podría pensar. Estaba un poco sorprendido ante la naturalidad con que actuaba, como si la visita de su mujer fuese la cosa más corriente, como si su corazón no le latiese de la forma más errática dentro de su pecho, como si él considerase menor aquel reencuentro...


Se quedó con la boca reseca cuando la vio, y sus ojos se fijaron en ella con embelesamiento y avidez. Melisande venía estaba sentada en la silla de montar. Tenía los cabellos sujetos y sonrió educadamente al centinela al pasar bajo el arco del portón. Quinn se sintió resentido al pensar que Melisande no sonreiría de aquel modo al verlo. Estaba radiante y aparentemente no había sentido ni en lo mas mínimo la falta de él. Un séquito de caballeros la acompañaba, observó Quinn con aprobación. AL menos, no viajaba sola. Un carro venía mas atrás, lo que no dejaba de ser curioso. AL avistarlo, Melisande lo observó con una intensidad que lo dejó paralizado. Pero, a continuación, desvió la mirada, como si no le diese importancia al hecho de verlo Después de aquellas semanas el vestigio de esperanza que, sin saber, Quinn aún guardaba en su corazón murió allí, en el patio de Sayerne. Y dio lugar a la rabia. Estaba enojado porque Melisande hubiese venido. El carro sólo podía significar que decidió mudarse a allá. Quinn quedó repentinamente irritado, furioso, porque ella estaba invadiendo su santuario sin siquiera pedirle permiso. Pero, en lo profundo, sabía que la raíz de su rabia estaba en el hecho de que Melisande no correspondiese a su amor. Entonces ella sonrió. Era una sonrisa vacilante, como si no supiese qué esperar de él. Perturbado, Quinn decidió expulsarla de allí. Era lo mínimo que Melisande merecía. _ Buen día _ saludó formalmente. No se aproximó a ella. Melisande, a su vez, detuvo el caballo a una considerable distancia. El muchacho del establo vino para tomar las


riendas de su montura, pero ella miraba a Quinn con aire de duda. Parecía haber esperado otra acogida. Pero qué podía esperar r después de haberlo traicionado? _ Buen día _ devolvió el saludo, con menos entusiasmo de lo que esperable. _ No te esperaba. Lamento no haber hecho ningún preparativo para recibirte _ dijo Quinn, cruzando los brazos. Melisande quedó desconcertada con su frialdad. Se apeó, murmurando algo para sí, y se volvió a mirarlo. _ No puedes darle una acogida más gentil a tu esposa? _ preguntó en un tono tierno. Quinn también estaba desconcertado con su inesperada dulzura. Pero cerró los dientes. _ Tengo mucho trabajo. Se me das permiso, preciso irme. Dicho eso, le dio la espalda y se apartó. Oyó los pasos de Melisande detrás de sí, pero no se detuvo y entró en el castillo. La persistencia de ella era previsible, pensó. Era una mujer muy determinada. Cuando se obsesionaba con una cosa, nada la movía. Él se detuvo delante de la chimenea. Giró bruscamente. Ahí se acordó, demasiado tarde , que fue allí que los dos se habían se amado por la última vez en Sayerne. El recuerdo le provocó una puntada en el pecho. _ Esta no fue la acogida que yo esperaba, mi marido _ repitió Melisande con una nota de melancolía en la voz. _ Qué más podrías esperar de mí? _ Yo ? _ Los ojos de ella brillaban como esmeraldas bajo el fulgor del sol. Cubrió la distancia que los separaba con


pasos enérgicos y se puso delante de Quinn. _ Pues fuiste vos quien me abandonó, huyendo en medio de la noche como un cobarde! _ Fue la única actitud sensata que podía tomar después de todo lo que pasó entre nosotros. _ Qué? Y cómo pudiste atreverte a dejarme sola, sin avisarme a donde ibas ? _ No pensé que eso te importase. Por un instante, Melisande se sintió tan trastornada que las palabras le faltaron. _ No pensaste ... Qué clase de tonto sos vos, Quinn de Sayerne? No fuiste vos quien me tomó en sus brazos apenas llegaste a Annosy? No fuiste vos quien quedó herido y casi me matas de preocupación? Tal vez haya sido otro Quinn de Sayerne entonces, pues vos no pareces acordarte de eso con la misma claridad que yo ! Él retrocedió, a la defensiva, y volvió a cruzar los brazos como si los usase de escudo. Detestaba su propia debilidad delante de aquella mujer. La mera agitación de ella ya lo hacía titubear. _ Tal vez haya sido otro Quinn de Sayerne quien se ilusionó y confió en vos, antes de saber la verdad _ se obstinó él. _ Qué verdad? _ inquirió ella, estrechando los ojos. _ La verdad que me ocultaste. Cuando la vio ruborizarse, Quinn tuvo certeza de que le había arrancado la mascara de su hipocresía. _ Cómo supiste que yo te escondía algo? _ Melisande le preguntó, desorientada, con voz trémula. _ Fue el prisionero quien me contó todo. Después, me


bastó con unir las piezas del rompecabezas . Ella frunció el ceño. _ Y qué tiene el prisionero que ver con esto? _ Todo! _ replicó Quinn, cada vez más agitado. _ No quieras jugar conmigo, mi dama! Ahora conozco la verdad! Puedo no ser un administrador muy experimentado , pero estoy lejos de ser ciego! _ De qué estás hablando? Él gesticuló irritado, no estaba convencido de la confusión que manifestaba Melisande. _ Estoy hablando de que vos y Arnaud de Privas. De tu deseo de desposar al hombre que era tu novio. Del plan que trazaste con él después que huiste de Sayerne! La evidente incredulidad de ella, sin embargo , no resquebrajó la convicción de Quinn de que ella mentía. _ Vos enloqueciste . De dónde sacaste esa idea absurda? _ murmuró Melisande. _ Absurda ? Pues te diré lo que es realmente absurdo, Lady. Absurdo es que, aún sabiendo que vos me traicionaste, me engañaste y probablemente planeaste mi muerte, Aún así no consigo borrarte de mi mente ! Tu imagen me persigue en sueños y pesadillas ! No consigo parar de ver tu sonrisa, de sentir tu contacto, de considerar tu completa incapacidad de pensar en cualquier cosa que no sea Annosy! Agitado, se aproximó a ella y le levantó dedo índice. _ Eso, mi Lady, es lo que es absurdo! Melisande se limitaba a mirarlo. Quinn se preguntó, de repente, por que no decía nada. Aquella pasividad no era propia de ella.


_ Vos sos un completo idiota _ ella murmuró por fin. Y continuó, levantando la voz: _ Cómo podes distorsionar los hechos de esa manera ? Llega a ser demencial ! _ Yo ? Pero no distorsiono nada, mi Lady! Fuiste vos quien confesó amar a Arnaud y lloró porque no podías casarte con él . Fuiste vos quien hizo que yo me sintiese un gusano, cuando en verdad vos me estabas armando una celada. _ Quinn, yo nunca lo amé. Aquella declaración, tan breve, lo dejó atónito, perplejo, alelado. _ Vos me dijiste que lo amabas. Melisande hizo un gesto negativo. _ Fue apenas un truco para que vos no te aproximases más a mí. _ dijo cabizbaja. _ Tenía miedo de enamorarme de vos. _ Entonces admites que me engañaste ! Ella encogió los hombros. La mirada que le dirigió era infinitamente tierna. _ Yo falté a la verdad sólo aquella vez. Quinn quería creerle . Pero sabía que, una vez más, Melisande mentía. _ No. Aquella fue la primera vez que faltó a la verdad. después hubo muchas otras. Te acuerdas de la noche que pasamos aquí, cuando usaste tus trucos para asegurarte de que yo dormiría profundamente y no te impediría huir hacia Annosy? En ese punto, ella se ruborizó. Miró a un costado nerviosa. _ Bien... Yo de hecho había planeado eso. Pero me olvidé de todo lo que había planeado cuando me fui involucrando con vos. Fue muy difícil partir después de eso.


_ Bellas palabras. Melisande lo observó, y Quinn no podía desviar la mirada. _ Nuestro acuerdo fue hecho de buena fe, Quinn. Nunca hubo insinceridad en mi contacto físico . Vos me mostraste un mundo nuevo y sentí tu falta en estas últimas semanas. _ Y yo te digo una vez más : bellas palabras. Y vacías. Vos misma admitiste que guardaste en secreto tu trama con Arnaud. _ No sé de dónde vos sacas esa idea fantasiosa _ replicó Melisande, riendo sin ganas. _ Yo me pregunto si no fue tu cabeza la que sufrió un golpe en Annosy! _ Vos me escondiste tu secreto y yo lo sé . _ Si, yo tenía un secreto que te escondí. _ Ella volvió a enrojecerse , pero no retrocedió. _ Pero si vos crees que involucra a Arnaud, está completamente equivocado. _ Qué es entonces? Qué más podría haberme ocultado? Yo te desafío a que me pruebes que no estás mintiendo. Ella sonrió y meneó la cabeza de una manera que lo desconcertó. _ Yo apenas te oculté una cosa, Quinn... Que descubrí que te amaba más que a nadie en este mundo. Aunque su corazón pareciese de repente saltar dentro de su pecho, él se forzó a mantener el control . Melisande estaba jugando con sus sentimientos. Y ahora intentaba engañarlo diciéndole lo que él más deseaba oír. Si. Era lo que él más deseaba oír y era la peor de las mentiras. _ Él es tu amante? _ Quinn preguntó entre dientes. _ Qué? Quinn de Sayerne, ahora estás pasando todos los


limites ! Melisande se aproximó con gestos rígidos, le agarró la túnica y le dio un sacudón y lo empujó contra la pared. Y lo hizo con tal ímpetu, que Quinn no fue capaz de reaccionar. _ Tonto, mil veces tonto ! Crees realmente que hice este largo viaje apenas para venir a mentirte ? Me quedé preocupada cuando partiste sin explicación ! Intenté ser paciente, pero vos te estás excediendo con ese sin sentido sobre Arnaud. Yo no lo veo desde hace mucho tiempo. _ Ella lo observó y sostuvo la mirada. _ Te lo Juro. Quinn estaba casi tentado a creer en ella. Casi. _ Pero tuviste noticias de él, no? _ No. Ni siquiera sé dónde está ahora. Ahora Quinn tenía la confirmación de que Melisande quería engañarlo. Como podía estar cara a cara con él y mentir tan descaradamente? Estaba mas allá de l a comprensión humana que existiese una criatura capaz de tanta perfidia. _ Ahórrame de tus mentiras. Vos sabías que fue Arnaud quien atacó Annosy la noche que llegué. Y yo sé que vos lo sabías. _ Arnaud? Melisande fingía espanto a la perfección, pensó Quinn, pero estuvo tentado de darle crédito. Aunque, su amargura alimentaba las acusaciones y, así, prosiguió: _ Si, Arnaud y sus hombres. Fue él quien me hirió. Pero por qué te estoy contando esto? Vos ya lo sabes todo! Entonces se separó de Melisande, empujando las manos de ella, que aún se aferraban a su túnica . La Miró de modo


penetrante, como si quisiese descifrar sus pensamientos. _ No le pediste a él que vigilase mi llegada? Debe haber sido un shock para vos volver a verme en el castillo con vida. Pero no culpes a tu amante. Yo luché con todas mis fuerzas para no sucumbir bajo su espada. _ Eso es imposible, Quinn. _ Melisande respiró profundo. Su rostro cambió de color. _ No. Todo pasó exactamente como te lo afirmo, y sabes muy bien eso. No te hagas la desentendida. Vos y Arnaud tramaron todo. Ahora no vengas a decirme que sentiste mi falta y que me amas. _ Vos estás equivocado. _ No. Estoy en lo cierto. _ Yo no sabía que Arnaud estaba involucrado en esto. _ Tenías que saberlo. _ Pero no lo sabía ! _ casi gritó ella, golpeando un pie con exasperación. _ Óyeme, cabeza dura ! Yo ignoraba completamente que Arnaud estaba detrás de los ataques a Annosy. No puedo comprender por que él actuaría así y mucho menos como vos llegaste a esa conclusión disparatada. Quinn cruzó los brazos. _ Entonces vos aún lo defendes y dudas de mí. Veo que ya hiciste tu elección. Ahora Melisande parecía a punto de escupir fuego. quedó lívida, después se ruborizó con cólera. Imperturbable, él asistió a la tormenta de rabia que se armaba. Ella, sin embargo, se forzó a hablar con voz calma. _ Si, Quinn. Hice mi elección, aunque ahora me pregunte si


no fui una completa tonta. Vos me dejaste y yo vine por vos, eso es todo. _ LO veo . Un viaje de días te llevó semanas porque vos estabas demasiado ansiosa por llegar _ ironizó él. _ Quinn! Vos sos el hombre más enervante que jamás conocí ! Cuando desapareciste sin decir una palabra, creí que no demorarías en volver. Entonces esperé tu retorno. después comencé a temer que no me quisieses más y no tenía valor de venir a buscarte en Sayerne. _ Y por qué decidiste venir ahora? _ insistió Quinn de modo áspero. _ Por que no te quedaste en Annosy? Los ojos de Melisande centellaron con el brillo de las lágrimas, y él se arrepintió de su brusquedad . Ante el súbito desamparo de ella, tuvo el impulso de tomarla en sus brazos y hacerla sonreír de nuevo. Estaba muy confuso y ya no sabía qué pensar. _ Me temí que no tuvieses suficientes semillas para tus campos. Por eso te traje en el carro _ ella dijo en voz baja, derrotada. En otras circunstancias, Quinn habría quedado muy contento porque su esposa había resuelto su problema más preeminente. Le había sido imposible comprar la cantidad necesaria de semillas en aquella primavera y detestaba que Melisande pudiese adivinar sus dificultadas. Y, lo peor, que las solucionase. Maldita mujer, pensó. De toda la cristiandad, Melisande era la última persona con quien quería quedar en deuda. Sin contar con que era irritante que él precisase de su ayuda, cuando ella claramente no precisaba de su ayuda en


Annosy. Quinn se forzó a hablar. Su voz sonó contrita. _ Yo te pagaré por cada que semilla que hayas traído. _ No, no. Es un presente de la gente de Annosy a la gente de Sayerne. Yo quiero que tus tierras prosperen. _ No necesito de tu caridad. _ Por favor, acepta este presente. Aunque después te apartes de mí _ dijo Melisande, y era obvio que tenía dificultad de proferir aquellas últimas palabras. Ella parecía genuinamente sentida con su desconfianza. Quinn se preguntó si no estaría siendo injusto. Y, sin embargo, todas las piezas del rompecabezas habían ajustado perfectamente... O, por el menos, habían ajustado hasta Melisande reapareció y comenzó a confundirlo con sus afirmaciones. No podía permitir que ella permaneciese en Sayerne. Su presencia lo desorientaba, lo hacía revivir con toda la intensidad sentimientos que ya había juzgado olvidados. Estaría perdido si quedase a la merced de aquellos sentimientos. Melisande lo destruiría. Ella y Arnaud intentarían apuñalarlo por los cuatro costados y él tal vez no tuviese la suerte de sobrevivir. _ Si esa era a su misión, considérela concluida. Te Agradezco tu generosidad y te deseo buena viaje de regreso _ dijo deprisa. Sus modos rudos la desconcertaron momentáneamente, pero ella se recompuso. _ Eso no es todo, mi marido. Yo te traigo una buena nueva. Quinn se obligó a mirarla con impasibilidad.


_ Y cuál es? _ Tu hijo nacerá antes de la Navidad _ Melisande respondió con voz embargada, mientras nuevas lágrimas rodaban por su cara. Como Quinn la miraba con absoluta incredulidad, ella meneó la cabeza tristemente. _ No esperaba que fueses a recibir la noticia con tal indiferencia. Sea como fuere, ya no precisas quedar a mi lado para alcanzar sus propósitos. Él se sentía paralizado. Demasiado Atónito para hablar. No se atrevía a creer en Melisande. Tenía mucho miedo de aferrarse a una mentira. Si descubriese que se había apegado a falsas esperanzas, su mundo entero se derrumbaría. Por otro lado, quería desesperadamente creer en ella... Melisande se quedó en silencio, aún llorando. Con un último sollozo, giró abruptamente y se precipitó hacia la puerta . Parada en el umbral, miró a Quinn aún una vez mas. _ Yo te amo _ dijo con voz trémula _, aunque, en este momento, no pueda imaginar por qué. Quinn no sabía qué decir. Pasmado, la observó desaparecer en el patio. La oyó discutiendo con el muchacho del establo, transcurridos algunos instantes, el galope del corcel que se distanciaba. Sería posible que fuese verdad ? Habrían un hijo ! Quinn fijó su mirada en un punto inexistente, intentando acostumbrarse a la idea. Un hijo. El hijo que Tulley exigiera a cambio de Sayerne. Todo aquello sería suyo . Él miró a su alrededor, al castillo que tanto amaba. después siguió los pasos de Melisande.


Cuando se detuvo en la puerta, avistó apenas una nube de polvo en los portones de la propiedad. Ella se fue. La angustia que se había instalado en su corazón cuando partiera de Annosy volvió a torturarlo. Sin Melisande, Sayerne no significaba nada para él. Cuando había vuelto, había retomado los trabajos de restauración sin el entusiasmo anterior, ejecutándolos mecánicamente. Demasiado tarde , se dio cuenta de que fue por orgullo que regresó a aquella tierra desertando los aposentos que compartiera con Melisande en Annosy. Quinn contempló las tierras que se perdían en el horizonte. Sin Melisande a su lado, nada de aquello tenía importancia. Sin Melisande a su lado, todo perdía sentido. Pero ella había dicho que lo amaba. La esperanza comenzó a insinuarse en el corazón de Quinn. Sería posible que Melisande le dedicase algún afecto? Habría él echado todo a perder con sus acusaciones irascibles? Habría aún un medio de traer a Melisande junto de él? Estaría realmente equivocado respecto a Arnaud? Quinn escrutó el cielo que oscurecía y apretó los labios. Mujer imprudente! No hacía caso de su propia seguridad al viajar sola a aquella hora. Él habría de encontrarla y traerla de vuelta a Sayerne. Y entonces descubriría la verdad. De una vez por todas. Pero, aún ahora, Quinn ya se atrevía a imaginar a los dos juntos, con su hijo, construyendo un hogar sólido. Que fuese en Annosy i Sayerne no había diferencia. La única cosa que realmente importaba era tener su mujer


consigo. Quinn apenas notó como sus pasos se apresuraban en dirección a los establos. _ Entonces vos volvió. Berthe giró al oír aquella voz familiar interpelarla. Sobresaltada, se apartó del carro y dejó caer un saco de semillas que sostenía . Sólo tenía consciencia de la mirada de Bayard sobre sí. Usaba su mejor vestido. Había prendido sus largos cabellos negros con esmero y había empolvado su rostro de modo que resaltara sus ojos grises . Aquel era el momento que había anticipado y temido durante toda el viaje. Bajo el escrutinio de Bayard, sintió su corazón acelerarse. Bien, al menos, él le dirigía la palabra. Berthe se agachó para tomar el saco caído. Lo colocó en el carro con más cuidado y atención de lo necesario. _ Mi Lady me pidió que la acompañase _ explicó. _ Comprendo. _ Bayard arqueó la ceja y, como para ganar tiempo, pasó la mano por sus cabellos castaños. Ahí se aproximó al establo. Los dos estaban solos. Berthe se limpió las palmas de las manos húmedas en el vestido. _ Fue sólo por eso que viniste? _ insistió él, aunque visiblemente con pocas ganas. Ella se mordió los labios. El tono de Bayard era tan casual, que daba impresión de que él intentaba esconder su interés. De cualquier modo, fue hasta allí para verla. Eso debía significar algo. _ Cuan ingenua fui en esperar algo más _ dijo, cautelosa. _ Esperar algo más de quién? _ preguntó el caballero,


irguiendo la mandíbula y mirándola intensamente. Berthe suspiró con impaciencia. _ De vos, es claro. _ Yo ? _ el tono de él parecía resentido. _ No pensé que te acordases de mi existencia, cercada como estabas por aquellos caballeros que vieran de Annosy. _ Y por qué no habrían de rodearme ? _ Ella plantó las manos en la cintura. _ Yo creí que tenía sus encantos, pero, de repente, fue como si hubiesen parado de existir! _ No hubo nada de repentino, mi dama. Vos me viste herido en la cabeza! _ Fue un accidente y sabes perfectamente de eso. _ Vos mintió sobre cabalgar conmigo hasta la aldea para que conversaremos. Berthe vaciló, pensativa. Concluyó que no tenía más nada que perder. Al parecer, ya había perdido a Bayard. _ Bien... _ tomó aliento . _ Tal vez yo haya mentido sobre acompañarte aquella noche. Aunque, nunca te engañé puesto que mi propósito era hacerlo en alguna otra ocasión. Ella empezó detuvo su respiración . Ahí estaba. Había hablado. El rostro de Bayard se iluminó. Sus ojos castaños se reanimaron con un súbito entusiasmo. _ Eso es verdad? _ Claro que si _ confirmó Berthe. _ Por que te mentiría ? Vos siempre supiste que yo tenía interés en eso. Si me hubiese concedido al menos una oportunidad... Él no la dejó continuar: la besó en la boca y la rodeó con los brazos.


_ Deberías haber comprendido que no soy una moza promiscua _ dijo Berthe cuando sus labios por fin se separaron. Bayard esbozó una sonrisa lenta y sensual, sin parar de observarla. _ A mi no me importaría tener una esposa que fuese promiscua conmigo _ susurró. Esposa ? Entonces él le estaba pidiendo matrimonio ? Berthe abrió los ojos, no creyendo en lo que oía. Pero no tuvo mucho tiempo para asustarse , pues en el momento siguiente Bayard ya la besando de nuevo. Melisande se lanzó en un galope furioso, mientras las lágrimas continuaban a enturbiándole la visión. Era in descriptible su amargura. Había abierto su corazón a Quinn, sin reservas, y él continuaba sobre un pedestal de escepticismo, inflexible como una roca. A Quinn no le importaba ella. Era un hombre sin sentimientos. Ni siquiera reconocía que el precioso hijo que ella cargaba en su vientre fuese fruto de su amor. Todo lo que le importaba era Sayerne. Y el hecho de haber reaccionado con tanta indiferencia a la noticia de que en breve sería padre sólo podía significar que haría algún nuevo arreglo con Tulley, de modo que no precisaré de ella para obtener su legado. Probablemente, intentaría distraerla lanzándole aquellas acusaciones improcedentes. Pues que Sayerne se fuera al infierno, junto con Quinn ! Melisande decidió que criaría a su hijo en Annosy y reconquistaría la independencia que tanto apreciaba. Aún


que esa perspectiva le pareciese repentinamente vacía sin Quinn. Se Secó las lágrimas con la mano trémula y deseó que el niño no tuviese los mismos ojos castaños de su padre. De lo contrario, los recuerdos de la corta convivencia que tuviera con él volverían a atormentarla siempre que mirase a su hijo. Ya sería bastante penoso continuar viviendo lejos de Quinn. Muy bien, pero conseguiría superar aquel dolor, de una forma o de otra, pensó con determinación. Levantó el mentón y se aferró a la idea de que no tardaría en llegar a Annosy. Fue en aquel momento que Melisande divisó la figura de un hombre encapuchado en medio de la senda. Su silueta se recortaba contra el cielo crepuscular, envuelta en un manto negro que se agitaba con el viento. Él estaba inmóvil, observando su aproximación. Ella sintió un escalofrío. Si fuese un salteador, no tendría cómo evitar el asalto. Melisande empujó las riendas del caballo y espió por encima de su hombro el camino desierto. Los portones de Sayerne hacia mucho que habían quedado atrás. Ella estaba sola y la noche caía deprisa. Silenciosamente, se reprendió por su impulsividad e improvisación. Pero precisaba reaccionar. Un niño crecía en su vientre y era su obligación protegerlo. El hombre no se movía. No quedaba duda de que la estaba esperando. Melisande volvió a mirada atrás, nerviosamente, y no vio a nadie. Nadie para ayudarla a ella y a su hijo. Evaluó la montura del desconocido. Era más potente que la suya. Sin embargo, sólo le restaba dar media vuelta y huir.


Si consiguiese meterse en el bosque, tal vez tuviese alguna chance de escapar, pues su caballo, más compacto que el del hombre, podría moverse con mayor facilidad entre los arboles. El bandolero instigó su montura y Melisande entró en pánico. Giró su caballo y se echó a galopar, disparando hacia el bosque. _ Espera ! Melisande d'Annosy, no huyas ! El corazón de ella falló de golpe. Acostó su cuerpo sobre el lomo del caballo y lo compelió a ir más deprisa. El hecho de que salteador supiera su nombre la llenaba de pavor. La habría estado esperando para armarle una celada ? Oyó el hombre maldecir . Después el sonido de los cascos del gran corcel. Piedras y hojas secas sonando bajo sus patas. La montura de Melisande se lanzaba en loca carrera, prescindiendo del miedo de ella. Sin embargo , el caballero iba ganando terreno peligrosamente. Melisande miró hacia atrás, a fin de calcular la distancia que os separaba. Cuando volvió a mirar hacia el frente, una rama le golpeó el rostro. Se Agachó sobre la silla y, demasiado tarde, percibió hacia dónde se dirigía. Demasiado tarde , deseó haber huido hacia Sayerne. Quinn la ayudaría, a pesar del resentimiento que sentía por ella . Era un hombre en quien se podía confiar, un hombre que siempre seguiría el camino de la rectitud. Ella podía oír otro caballo se aproximando. Por Dios, o que Harías? Todo lo que traía consigo era una pequeña faca... _ Melisande d'Annosy! El grito del extraño sólo hizo aumentar su pánico.


Un riacho sinuoso brillaba a la luz de la luna, y el caballo de ella saltó en las aguas, que corrían paralelamente al camino . Se le Ocurrió a Melisande que tal vez aquel fuese el río que desembocaba en la aldea de Sayerne. Valdríal a pena intentar seguir su curso. A Aquella altura, no tenía ootra alternativa. Ella maniobró el caballo. El lecho del río estaba cubierto de piedras lisas y rl animal pisó en falso. Sin conseguir recuperar el equilibrio, el caballo cayó y ella cayó pesadamente. Melisande fue tirada sobre las piedras, cayendo sobre su lado izquierdo. Se Levantó tambaleante, mientras el caballo se agitaba para ponerse de pie también. Con sus ropas manchadas, se estremeció con la brisa nocturna. Cuando su caballo no se levantó, lo observó con creciente ansiedad. El animal finalmente consiguió se erguirse. Pero mantenía una de las patas suspendidas, y Melisande sospechó que hubiese sufrido una fractura. Se Lamentó por el caballo, al mismo tiempo que el miedo le causaba nauseas en el estómago. No iría a ninguna parte aquella noche. Ella agarró el cuello del palafrén, que restregaba el hocico en su cuello nerviosamente. Después miró hacia atrás, llena de recelo, y tuvo un largo escalofrío. Su perseguidor la esperaba silenciosamente al margen del río. Capítulo XIII Ella sabía que no tenía más escapatoria. Se Enderezó muy


altiva, miró a su perseguidor con la mayor seguridad que podía fingir. _ Quién sos vos y qué buscas ? _ preguntó. _ Yo no tengo dinero en mi poder. _ Melisande _ replicó el extraño, llamándola por su nombre con un leve aire de censura. Su tono íntimo le pareció inaceptable a Melisande, hasta que él dijo: _ Y así que recibes a tu novio después de tantos años? _ Yo no... _ comenzó Melisande, y se calló cuando lo vio apearse. Era un hombre magro, de facciones un poco toscas. No se parecía en nada al novio que había guardado en sus recuerdos. Pero los recuerdos muchas veces se distorsionaban . Ella frunció el ceño al verlo retirarse el yelmo. Hacía tanto tiempo que no lo veía, que le costó a reconocerlo. _ Arnaud de Privas a tu disposición _ dijo él suavemente. El modo peculiar en que se curvó para saludarla, con la pierna derecha rígida, eliminó todas las dudas de Melisande. Arnaud le había contado que había sido herido gravemente en aquella pierna durante una salida de caza. Si, sólo podía ser él, pensó, sintiéndose súbitamente aún más incomoda. _ Es una sorpresa encontrarte , Arnaud. Una visita a Annosy habría sido más apropiada tal vez. Mientras lo miraba, nuevas dudas le vinieron a la mente . Lo que Quinn le había contado sobre Arnaud tendría fundamento? Qué diría su ex novio al saber que ella había desposado otro hombre? Melisande temía su reacción


cuando se enterase del hecho. Arnaud se rió provocándole un sobresalto. _ Vos no estabas disponible la última vez en que estuve en Annosy. Diciendo eso , él le ofreció la mano para ayudarla a salir del río. Melisande sintió una extraña reticencia en tocarlo y permaneció junto a su caballo. _ No digas disparates, Arnaud. hace años que no vas a Annosy. _ Ella hizo una pausa, y la afirmación de Tulley y de Quinn le volvió a su memoria. Sería verdad que se había casado con otra mujer? _Me gustaría mucho de saber dónde estuviste todo este tiempo . Me quedé a la espera de tu retorno en Annosy para honrar nuestra promesa. _ Enfrenté algunos contratiempos. Pero te aseguro que siempre tenía en mente nuestros interés, Melisande. _ De qué estás hablando? _ Y vos, qué tienes para contarme ? Oí decir que te casaste _ dijo él. Melisande disfrazó su incomodidad . Aquella era la confrontación que más temía. Qué diría Arnaud al saber que ella amaba a su marido? Cuando habló, su tono fue instintivamente defensivo: _ Si conoces la historia, debes saber que todo fue arreglado por Tulley. Si vos hubieses retornado para honrar tu promesa, nada de eso hubiera pasado . _ A Tulley nunca le importé _ replicó él con indulgencia. La indiferencia con que Arnaud abordaba la cuestión de su casamiento aumentó las sospechas de Melisande.


Comenzaba a pensar seriamente que Lord de Tulley y Quinn no le habían mentido. _ Tulley me contó que vos te habías casado también, Arnaud. Es verdad? _ indagó en un impulso, incapaz de contenerse. Él cruzó las manos y miró hacia el cielo. _ Eso ya no es motivo de preocupación. _ Qué quieres decir? Estás casado ó no? La expresión de Arnaud se volvió enigmática. _ Al que parece, mi esposa falleció hoy. _ Oh, lo siento mucho! Primero Melisande se condolió de su infortunio. Luego, comenzó a cuestionarse qué hacía él lejos de sus tierras justamente en el día de la muerte de su esposa. _ Lo Sientes ? _ Arnaud levantó las cejas, y de repente sonrió. _ Es extraño, pues yo no estoy ni un poco triste. _ Por Dios ! Cómo puedes afirmar algo así ? _ se escandalizó ella. _ No fue un casamiento basado en el amor, Melisande. EN verdad, Marie era horrible . _ Arnaud se rió, haciéndola sentir un escalofrío. _ Pero ahora estoy seguro de que nunca más me atormentará. _ Por favor, pare con eso ! No es algo que se diga de una muerta ! Los ojos de él brillaron con una chispa que podía ser de demencia . Volvió a sonreír. _ La cuestión no es decir, sino hacer. Porque fue todo planeado. Hice eso por nosotros, Melisande. Desposé a Marie para que nosotros dos pudiésemos disponer de más


riqueza. Por ese motivo demoré tanto en volver a vos. Ella lo miraba con horror. Arnaud, se fue poniendo tan perturbado , que apenas notó su shock. _ Imagina, Marie fue la glotona más voraz que jamás conocí. Tomaba vino en todas las comidas. Y, si no había invitados en la mesa, no compartía su garrafa de vino conmigo _ prosiguió él, torciendo la nariz con repugnancia. _ Y hoy no había ningún huésped en Perricault. Pues quieres saber lo que hice? Eché en la garrafa de vino una cierta poción de hierbas. Una porción que sería fatal. Para todos los efectos, pasé el día entero cazando y no imagino lo que sucedió con mi dulce esposa. Como ves , nada más simple _ remató, encogiéndose de hombros y apartando las manos. _ Ninguno médico podrá cuidar de su esposa? _ preguntó Melisande, preocupada. _ Ah, no. Trágicamente, el médico fue a Lyons a comprar algunos remedios y sólo retornará dentro de una quincena. Nadie se acordará de que fui yo quien le sugirió ese viaje. _ Pero con certeza alguien debe haberla atendido a esta altura, no? Arnaud movió los hombros con desdén. _ Marie siempre usó y abusó de todos los alimentos y substancias. Nadie se alarmará con su malestar. Ah, si vos supieras las cosas que ya la vi comer ! Si alguien sospecha que su grave estado , probablemente desconfiara demasiado tarde . Aquella demostración de fría deliberación, hizo que Melisande se estremeciera. _ Qué quieres de mí, Arnaud?


_ Apenas lo que me prometiste después de un respetable período de luto por mi querida Marie, yo habré de casarme de nuevo. Vos serás mi elegida. _ Pero... Yo ya estoy casada. No puedes pedirme que cometa bigamia _ objetó Melisande. Él volvió a sonreír de aquella manera que le provocaba escalofríos. _ Yo no te conté lo que estaba cazando esta noche. – El corazón de Melisande dio un golpe y a continuación se aceleró. Arnaud había enloquecido. Y ahora quería matar a Quinn. Ella precisaba fingir que aceptaba los planes de su ex novio, de lo contrario acabaría teniendo la misma suerte que Marie de Perricault. Precisaba salvar a su hijo y a Quinn de las manos de aquel asesino. Lo miró con pretendido interés, rezando para que en su semblante no se notase todo el horror que sentía. _ Pero, Arnaud, por qué hiciste eso? Por qué no volviste simplemente a Annosy y me desposaste ? Los ojos de él centellaban en la oscuridad que descendía sobre el bosque . Melisande se forzó a quedarse dónde estaba, controlando el impulso de retroceder e huir. Mientras Arnaud pensase que le serviría en sus propósitos, estaría segura. _ Ya te expliqué que actué pensando en nosotros dos. Perricault limita con Annosy y, por lo tanto, las dos propiedades pueden ser unificadas. Cuando Marie se enamoró de mí, me fue imposible resistir la tentación. _ Él se inclinó y observó a Melisande bien en los ojos. _ Pero debo confesar que, todo este tiempo , era por vos que mi


corazón suspiraba. Yo recordaba tu belleza y tu dulzura cada vez que aquella gorda me importunaba. Ella retrocedió imperceptiblemente. Pero, cuando Arnaud extendió la mano, no la rechazó. Lo Acompañó al margen del río, mientras él iba diciendo: _ Tengo una propuesta que hacerte. Como mujer inteligente que sos , creo que vas a apreciar mi plan. Melisande intentó sonreír de forma alentadora. _ Entonces dime cual es tu propuesta, Arnaud. Me interesa de veras. Quinn se apeó al oír las voces viniendo del bosque y se deslizó silenciosamente por entre los arbolas. Vio que alguien se lanzaba en persecución de Melisande y ahora seguía el rastro de la ramas partidas. Escuchó el barullo de algo cayendo al agua y temió lo peor, hasta discernir la voz de Melisande. Felizmente ella estaba viva. Agachado detrás de un arbusto, vio las siluetas de dos personas. Inmediatamente reconoció a Melisande. Ella rengueaba un poco y su caballo avanzaba con un paso poco usual. Quinn frunció el ceño, preocupado. Escrutó entonces el rostro del hombre que caminaba al lado de ella. Su sangre se heló en las venas, pues no era otro sino el detestable Arnaud de Privas. Quinn se acordó de como Melisande había huido de él admitió que su intimidación no tendría sentido si realmente estuviese asociada con su ex novio. Además, no habría arriesgado su caballo por nada del mundo . Melisande había insistido en que no veía a Arnaud hace años. Merecía un voto de confianza. Si era de hecho


inocente, entonces corría gran peligro. Él agudizó los oídos y captó la voz contenida de ella. _ Entonces dime cual es tu propuesta, Arnaud. Ella me interesa . No se le escapó a Quinn su extrema palidez y la sonrisa tensa que había en sus labios. No sabía lo que Melisande planeaba , pero le daría el beneficio de la duda. Y Arnaud le expuso su plan : _ Quiero que comprendas que fue una idea que se me ocurrió y de la cual estoy muy orgulloso . Estoy seguro que reconocerás su mérito, Melisande. Escucha bien, si Sayeme, Annosy Perricault fuesen unificadas, formarán un territorio basto. Y yo seré su Lord. _ Ocurre que las tres propiedades no están unificadas _ replicó ella, en un tono calmo. Quinn luego imaginó que Melisande intentaba ganarse la confianza de Arnaud y lo incentivaba a hablar. Sonrió , lleno de orgullo. Era una mujer inteligente. Y adoptaba la buena táctica de conocer el objetivo de su adversario. _ De hecho esas tierras aún no fueron unificadas _ admitió Arnaud. _ Pero, con la muerte de Marie, yo seré el Lord de Perricault. En cuanto a vos, ya tienes Annosy. Y tu esposo tiene Sayeme. Si él muere accidentalmente, Sayeme pasará a tus manos. Cuando nosotros dos nos casemos, las tres propiedades serán una, serán nuestras. Melisande carraspeó delicadamente. _ Me parece que vos no estás totalmente al tanto de la situación. Tulley aún no invistió a mi marido con el título de Sayerne y no tiene ninguna intención de darme la posesión


formal de Annosy. Arnaud estrechó los ojos. _ Cómo? Estás mintiendo, sé que lo estás ! Uno de mis hombres me contó que él era Lord de Sayerne! _ Tu hombre? _ preguntó ella, confusa. _ Si, si. El bandolero que fue hecho prisionero en Annosy. Ah, si yo al menos hubiese sabido que era con Quinn de Sayerne con quien estuve luchando, no le hubiese infligido apenas una herida en la pierna. Yo lo hubiera acorralado hasta verlo exhalar el último suspiro ! La perplejidad de Melisande fue tan legítima, que Quinn se llenó de remordimiento por haber dudado de su inocencia. _ Entonces era vos el autor de los atentados a Sayerne ! _ exclamó boquiabierta. _ Claro. Yo no te expuse mi plan porque sabía que quedarías contrariada. Pero eso ya es parte del pasado. Y ahora no ambiciono apenas la anexar Annosy. Todo cambió _ retrucó Arnaud, entusiasmado. _ Vos nunca tuviste la intención de honrar nuestra promesa ! Él tiró la cabeza hacia atrás y rió. _ Y por qué habría de hacerlo ? Perricault es mucho más rica que Annosy, aunque en cambio me ofreció una esposa menos atractiva. _ Él encogió los hombros con displicencia. _ Cuando los mercenarios de Jerome atacaron Perricault, tenía la idea de emplear una táctica semejante para conquistar Annosy. Comandé el ataque a tus tierras el mes pasado y supe lo que había acontecido . Cuando llegó a mi conocimiento que estaba casada con Quinn de Sayerne,


percibí que el destino me favorecía. Ahí estaba mi chance de poseer tres propiedades en vez de apenas una. _ Aproximó el rostro al de ella de forma insinuante y esbozó una sonrisa . _ Mas allá, es claro, de arreglar una esposa bonita, independiente y versada en el arte de la administración. Fue una gran suerte que vos nunca hubieses conocido a Marie personalmente. _ Yo supe que ella había se casado, pero ignoraba quién era su marido _ murmuró Melisande, reflexionando sobre los detalles de aquel macabro plano. De repente, no soportó más y acusó: _ Vos pretendías verme muerta para poseer Annosy! Quinn miró a Arnaud, sin esperar realmente que el otro negase la acusación. Y, en efecto, Arnaud se limitó a apretar los labios y a inclinar la cabeza con displicencia. _ Era una posibilidad _ admitió. _ Pero ahora todo está saliendo mucho mejor de lo esperado. Melisande lo observó . No aguantó más y su voz se inflamó: _ Cómo puedes creer que yo me casaré con un monstruo como vos? Arnaud demoró algunos instantes para asimilar su brusco acceso de cólera. _ Un monstruo? Me Estás llamando monstruo? _ Si ! Vos faltaste al compromiso que firmaste conmigo y mastate a tu esposa ! _ Ella escupió a los pies de él. _ No eres digno de mí! El semblante de Arnaud quedó contorcionado de odio. Alarmado, Quinn desenvainó el puñal que traía en la


cintura. Lamentaba no haber traído consigo la espada, pero lo que tenía a mano bastaría para arrancar el corazón maligno de aquel hombre. _ No tienes opción, mi querida _ retrucó Arnaud, apretando los dientes. _ Mas allá de todo, te estoy ofreciendo una oportunidad muy por encima de tu merecimiento. Tienes la alternativa de preparar una trampa para tu marido, casarse conmigo y ayudarme a gobernar las tres propiedades. Que mujer no quedaría satisfecha con tan generosa oferta? _ Y cuál sería mi segunda alternativa? _ preguntó Melisande. Cruzó los brazos con visible aversión. _ Ah, reconozco que tu segunda alternativa no sería tan agradable. Yo tomaré a mi cargo Annosy y te forzaré a desposarme. Será entonces una novia renuente y después una esposa cautiva. Perderás tu libertad por nada, porque tu marido forzosamente morirá y yo poseeré Annosy antes que Tulley pueda levantar la mano contra mí. _ Que garantía tengo de que no correré el mismo destino de Marie? _ Ninguno, supongo _ dijo Arnaud con indiferencia. _ después que nos casemos, no precisaré más de vos. Todo dependerá de que sepas agradarme debajo de las sabanas. _ Asqueroso ! _ gritó Melisande. Él la escrutó bien a tiempo de notar su expresión de repulsa. Ella se recompuso deprisa, pero ya era tarde, Arnaud estrechó los ojos y aferró por la muñeca . _ Tal vez debamos testear tus habilidades como amante ahora mismo, mi querida. Qué te parece?


Melisande gritó. Mientras se debatía, la fisionomía de Arnaud se volvió malévola. _ Cierra la boca, estúpida ! Está comenzando a exasperarme ! _ Le contaré todo a Quinn! _ No me desafíes, Melisande. Nadie podrá oírte aquí. No fue por mera coincidencia que escogí un lugar aislado para nuestra negociación... Así diciendo, él sacó su puñal y levantó o brazo. La lamina brilló con siniestras repercusiones. Ella abrió los ojos bien grandes , llena de terror. _ No puedes hacer eso, Arnaud _ dijo con voz débil. _ No sólo puedo sino que lo haré. Annosy será mía, con o sin tu cooperación. Y, entonces, cuál es tu opción? Arnaud apenas serán había terminado de hablar, cuando Quinn se tiraba sobre él. Melisande jadeó de susto cuando vio el puñal de Arnaud descender sobre ella. Con un gesto desesperado, torció el cuerpo y consiguió soltarse. Lo Esquivó en el último segundo, y la lamina pasó raspando por su brazo. _ Sal de aquí! _ le gritó Quinn. Ella dio un paso para atrás, mientras Quinn dirigía la hoja de su propio puñal al estómago de Arnaud. Este, sin embargo , consiguió desviarlo. EN eso, Melisande tropezó y cayó a la margen del río, Quinn se distrajo un instante, mirando por encima de su hombro. Cuando volvió a girar, el puñal de Arnaud le rozó el rostro y fue atinar al aire . Arnaud retrocedió y sonrió cuando sus miradas se cruzaron.


_ Sólo uno de nosotros saldrá vivo de este lugar, Quinn de Sayerne. Y el vencedor podrá reclamar su merecido premio. _ No hay ningún premio _ replicó Quinn con los dientes cerrados. _ Oh, lo hay . Nos Vamos a batir por la bella Melisande y por su próspera Annosy. _ La dama ya hizo su elección. _ La opción de la dama no tiene nada que ver con esto. _ Pues yo digo que tiene que ver. _ Y yo digo que vos sos un tonto... Arnaud entonces saltó sobre él. Vino una sucesión de envestidas impelidas por una rabia ciega. Quinn sintió la hoja que le rozaba el hombro, el brazo y la pierna como una caricia mortal. Rechazó sus golpes, pero el suspenso se prolongaba, pues él tampoco conseguía acertar a su oponente. Arnaud envistió contra sus piernas, haciéndolo perder el equilibrio. Quinn cayó de lado y tuvo su muñeca herida. El dolor lo obligó a aflojar el asimiento en el cabo de su puñal. Arnaud aprovechó atacar nuevamente , transfigurado, intentó acertar a Quinn en el corazón. Quinn vio un reflejo plateado en el aire en el momento en que Melisande clavaba su faca en el muslo de Arnaud. Este cayó de rodillas al lado de Quinn, y la hoja de su puñal perforó la tierra. Empujó el cabo sin éxito y, al ver que Quinn se puso de pie , retrocedió lleno de miedo. _ Vos no matarías a un hombre desarmado, no es cierto ? _ dijo Arnaud con tono suplicante, su voz revelando una súbita humildad.


_ Si estuvieses en mi lugar, vos no me matarías ? _ replicó Quinn, avanzando hasta acorralarlo contra un árbol. El otro se encogió y saltó de repente. Los dos se trabaron en lucha . Arnaud le agarró la muñeca e intentó apuntar la lamina del puñal al pecho de Quinn. Los dos rodaran en el suelo . Quinn consiguió separarse de él y lo golpeó en el brazo, haciendo que el puñal apuntase al vientre de él. Arnaud osciló, cayó de bruces y soltó un grito cuando la lamina se clavó en su vientre. _ Maldito seas... _ insultó, agonizante, los párpados casi cerrando . _ Si no fuese por vos, yo tendría las tres propiedades... _ Se no fuese por tu codicia, vos tendrías la más bella esposa de toda cristiandad _ replicó Quinn, sonriendo secamente. Arnaud cerró los párpados y su respiración cesó. Quinn giró y extendió la mano a Melisande. Ella se apoyó en su brazo, temblando , y él la envolvió con su capa. _ Te lastimaste ? _ No fue nada serio. Caí sobre mi cola. _ Melisande bromeó . _ No te preocupes. Creo que el niño no sufrió ningún daño. Quinn sintió un aprieto en el corazón por ella pensar que sólo se preocupaba por el heredero . Melisande merecía oír la verdad. Pero, antes, él la llevaría sana y salva a Sayerne. Sujetó el caballo de Melisande y el de Arnaud a un árbol y, tomando Melisande en sus brazos, caminó por la huella que llevaba al camino. _ Mañana pediré a Bayard que venga buscar los caballos _ murmuró.


_ El mío está herido y tal vez no pueda andar hasta Sayerne. _ No te aflijas. Lo Examiné y no parece tener fracturado ningún hueso. Melisande buscó su mirada, con su cara súbitamente congestionada. _ Y Arnaud? _ Está muerto. Ella suspiró aliviada y recostó su cabeza en su pecho. _ Arnaud quería matarte . Tenía tanto miedo! _ No te preocupes por eso, Melisande. Conversaremos más tarde, al lado del fuego. Ahora precisamos volver a Sayerne. Ella sonrió débilmente. _ Si. Vamos a casa, marido. Al oír aquellas palabras, Quinn sintió su corazón desbordar de alegría. Cuando llegaron a la seguridad de Sayerne, él le pidió a Melisande que lo aguardase en el patio. _ Volveré en un instante _ le prometió con una sonrisa. Y ella lo esperó, preguntándose qué planeaba Quinn , o qué estaría pensando. Habría reflexionado sobre su declaración de amor? Él no hizo ninguna alusión al futuro de los dos. Eso la inquietaba. El olor fragante de l a tierra se mezclaba con el de la hierba verde. Melisande levantó su rostro al cielo y observó las estrellas que relucían contra el fondo negro azulado. El cuarto creciente se elevaba en el firmamento como una fruta plateada. Ella sintió la brisa primaveral


soplando en sus cabellos y suspiró. Si Quinn la amase, la vida sería perfecta... Los pasos de él sonaron en el vestíbulo. Melisande giró. Al verlo asomarse en la puerta, notó que traía una pequeña caja. _ Eso vino de Oriente _ explicó Quinn, entregándole la caja. _ Fue la única cosa que traje de allá. Melisande admiró la perfección de la madera tallada y corrió los dedos sobre la tapa. Allí habían sido incrustadas flores de marfil . Quinn carraspeó y habló con alguna dificultad: _ Se lo Compré a un artesano cuando supe de la buena nueva sobre Sayerne. Quise traer un objeto para mi hogar. _ Es muy bonita _ elogió Melisande, le devolvió la caja. Él meneó la cabeza en un gesto negativo. _ No. Quédate con ella. _ Quinn respiró profundamente y la observó intensamente. _ El mercader me dijo que yo debería dársela a la mujer que capturase mi corazón. Melisande quedó sorprendida, después tuvo miedo de alimentar falsas esperanzas. _ Oh, Quinn... No hay necesidad de me des un regalo porque seré la madre de tu hijo. _ No digas eso. Fui culpable de no haberte confesado mi amor cuando lo vi aflorar en mi corazón. Él le tomó la mano con infinita ternura. _ Yo te amo, mi lady . Preciso una compañera y una amante, una esposa y una amiga, con sabiduría y comprensión , gentileza y ardor que sólo vos posees . Espero que mis palabras duras no hayan cambiado lo que


me dijiste esta tarde. Quinn se agachó y apoyó una rodilla en el suelo. _ Melisande d'Annosy, aceptas ser mi esposa, de cuerpo y alma? Lágrimas de felicidad antecedieron la respuesta de ella. _ Quinn _ susurró con voz embargada. _ Nada de lo que vos dijeses cambiaría el amor que encierro en mi corazón. Yo te amo más que a todo en este mundo . Mi único recelo es que me desprecies por haber traído a Arnaud y su odio tan cerca de Sayerne. Quinn se levantó y tomó su mano. _ No digas más nada, mi lady. Nunca más pronuncies ese nombre. Fuiste vos quien me salvó y eso significa mucho .Te Debo mi vida y te mostraré cuan reconocido te estoy por eso por el resto de nuestros días. Melisande le acarició los cabellos. _Estás contento con nuestro hijo? _Como podría no estarlo, si ese hijo fue concebido con amor? Será un niño con mucha suerte por tener a una madre como vos _ dijo él con los ojos brillando. La visión de Melisande se turbaba con las lágrimas. Ella sonrió y le pasó la mano cariñosamente por la cara. _ya has pensado la respuesta , mi lady ? _ preguntó él bromeando. _Oh, Quinn ! Cómo puedes pensar que yo no te aceptaría ? No hay nada que desee más que ser tu esposa. _ Y, en ese momento Quinn le secó las lágrimas y Melisande volvió a sonreír. _ A menos, claro, que hayas cambiado de idea y no quieras


ser más ser mi campeón y defensor... _ Pues no tendrás otro más devoto mientras yo viva. _ Espero que no_ ella murmuró. Los labios de Quinn buscaron los suyos y le dieron un beso lleno de promesas. Cuando se separaron, él hizo que Melisande pósase su mano en la tapa de la caja. _ Ábrela _ pidió. No se le había ocurrido a ella que pudiese haber algo en su interior. Curiosa, la sacudió y oyó un leve ruido. Lanzó una mirada inquisitivo a Quinn, que nada dijo, limitándose a arquear una ceja. Entonces ella levantó la tapa de la caja con cuidado. Apenas vislumbró su contenido, y el viento sopló, arrebatando las semillas de su santuario . Melisande miró a su alrededor, desconcertada con las semillas que revoloteaban en una nube gris antes de que fueran llevadas lejos. _ Qué semillas son? _ preguntó, encantada. _ No sé. Un mercader me dijo que recordarían a mi elegida la constancia de mi amor. Melisande se tiró en sus brazos, apenas cabía en sí de alegría. _ Yo nunca dudaría de tu amor, Quinn _ le susurró. Él la rodeó con sus brazos y volvió a besarla. Después entraron en el castillo. Y, aquella noche, se amaron por primera vez en el solar de Sayerne. EN la primavera siguiente, cuando Tulley fue a investir a Quinn con el título de Sayerne, el patio estaba adornado con flores coloridas y perfumadas. Eran las mismas que


estaban incrustadas en la caja que Quinn le diera a Melisande. Ella espió la llegada de Lord de Tulley por la ventana del solar. Sonrió y cerró la tapa de la caja . Observó cuando Quinn cruzaba el patio. Cargaba orgullosamente a su hijo en sus brazos y fue a saludar Tulley. La sonrisa de Melisande irradió entonces felicidad e infinito amor. Sabía que, en aquella y en muchas otras primaveras, estaría segura en los brazos de su campeón. FIN


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