Runner 02

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James Dashner

Prueba de Fuego

grande del mundo. Y detrás de todo eso, el zumbido estruendoso de maquinaria pesada. Cuando se levantó el viento, Thomas se alarmó, pensando que otra vez se desataría una tormenta, pero el cielo estaba totalmente despejado. No se veía ni una nube. El ruido empeoró el dolor y notó que comenzaba a debilitarse. Como estaba desesperado por conocer el origen de los sonidos, se obligó a mantenerse despierto. Minho gritó algo mientras apuntaba hacia el norte. Thomas se sentía muy adolorido como para voltear y mirar. Una ráfaga de viento pasó violentamente a su lado, rasgándole la ropa y levantando nubes de polvo que opacaron el aire. De pronto, Brenda se encontraba nuevamente a su lado y le apretaba la mano. Se inclinó hasta quedar a centímetros de la cara de Thomas. El pelo le azotaba la cara. —Lo siento —dijo ella, aunque él apenas la escuchó— No quise... yo sé que tú... -balbuceó sin encontrar las palabras y miró hacia otro lado. ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué no le decía qué estaba causando ese ruido insoportable? Estaba tan adolorido... Una expresión de horror y curiosidad se desplegó en la cara de Brenda, con los ojos desorbitados y la boca abierta. Y luego dos comenzaron a arrastrarla... El miedo se apoderó de Thomas. Vio a dos personas vestidas de la manera más extraña del mundo: un overol holgado de color verde oscuro, con letras escritas en el pecho que él no alcanzaba a leer. Tenían el rostro cubierto con lentes protectores. No, en realidad no eran lentes sino una especie de máscaras de gas, que les conferían un aspecto siniestro e inhumano. Parecían seres malignos, como insectos gigantes y dementes envueltos en plástico que se alimentaban de seres humanos. Uno de ellos sujetó las piernas de Thomas por los tobillos. El otro colocó las manos debajo de él y lo tomó de las axilas. Cuando lo levantaron en el aire, el dolor se diseminó por su cuerpo y lanzó un gemido. A pesar de que ya se había acostumbrado al sufrimiento, aquello resultaba mucho peor. El padecimiento era demasiado como para ofrecer pelea y se relajó. Después ya estaban en movimiento y lo trasladaban hacia algún lugar. En ese instante, los ojos de Thomas lograron enfocar lo suficiente como para distinguir las letras que llevaban escritas en el pecho. CRUEL. El abismo amenazó con tragárselo de nuevo y él se dejó ir. Pero esta vez, el dolor se fue con él.

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